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Rompiendo fronteras II

en Erotismo y Amor

La alarma de su reloj lo despertó más temprano de lo que deseaba, se había dormido tan solo unas pocas horas atrás y el cansancio le anunciaba su presencia. Luego de una ducha se preparó para marcharse al aereopuerto y tomar un avión hacia la provincia en donde lo esperaban los funcionarios de la agencia de seguidad local, no habría pompas ni recibimientos especiales, en materia estratégica la discreción es la clave.

 

Pagó la cuenta en el hotel y pidió un taxi, había valido la pena llegar ese día antes al país para ponerse al corriente con respecto a la situación. Su compañero le había sumistrado un contacto a través del cual podría obtener más información para preparar su plan, mientras comenzaba con sus labores de asesoramiento. Christopher sabía que en su mayoría serían asuntos burocráticos y revisiones de rutina, pero le darían la oportunidad de buscar la pieza clave que necesitaba.

 

Al llegar al pequeño aereopuerto, lo estaban esperando dos funcionarios, uno de ellos Albert Railey era el jefe del Departamento de Prevención del Delito junto con su segundo oficial. Luego de un breve saludo lo llevaron al hotel para que pudiese dejar sus cosas y enseguida se marcharon a la Agencia, las conversaciones giraban siempre sobre lo mismo, el aspecto político, la falta de dotación para la agencia, la preparación de los nuevos policías, Christopher se conocía de memoria la charla pues la había escuchado vez tras vez en los distintos países a donde había ido como asesor. Le asignarían una oficina en donde podría revisar los procedimientos y en algunas ocasiones estaría con ellos en varios operativos, también le entregarían un auto para que pudiera movilizarse. Estuvo casi todo el día en la Agencia en reuniones con Railey y el Director General incluyendo el almuerzo, no le hacía gracia la monotonía de su trabajo pero sabía que era necesaria si quería lograr "ese algo más" que venía planificando.

 

Cerca de las dos de la tarde, Christopher recordó que debía reunirse en unas horas con su informante, así que alegando cansacio por el viaje anunció que se retiraba a su hotel. Sin embargo, solo estuvo un momento en su habitación mientras arreglaba una pequeña valija, la subió al auto y salió hacia la carrera hasta un pequeño hotel ubicado en las afueras de la ciudad donde se registró como Marcus Cooper, el siguiente paso dentro de su plan era delicado y exigía el mayor cuidado posible, por lo tanto consideró mucho más seguro moverse fuera del área en donde estaba trabajando.

 

En cuanto estuvo en su habitación llamó al número que había obtenido en la capital y una hermosa voz de mujer respondió. Melannie había sido dama de compañía mucho más de lo que tenía pensado cuando se inició en el negocio hace 5 años, en este momento llevaba más de un año infiltrada en las operaciones de "El pez", se había convertido en una de sus "amigas de confianza" y contaba con el acceso suficiente como para obtener información a cambio de protección para su "negocio de chicas". Era una mujer ambiciosa, lo suficiente como para saber dónde había buen dinero y en este caso la propuesta de obtener una cuota generosa como ayudante de los encubiertos le pareció más que tentadora.

 

Christoher se preparó para el encuentro con su informante tal y como había planeado hacerlo; una peluca, barba y bigotes falsos acompañados de un sombrero, tomó una mochila y salió a pie como un hippie de esos que recorren el mundo en busca de aventuras, más adelante en la carrertera el autó de Melannie lo recogió.

 

Era dificil concentrarse en el trabajo delante de ella, llevaba un sencillo vestido de tirantes levemente ajustado al cuerpo que cubría hasta la mitad del muslo, todo en ella invitaba a fantasear, sus labios carnosos, sus pechos pequeños y firmes, sus largas piernas, sus ojos verdes, era toda una tentación para cualquier mortal.

 

Haciendo un verdadero esfuerzo se dedicó a la conversación. En efecto, "El Pez" estaba esperando un embarque grande con destino al norte, había planificado un atentado en contra del gobernador como telón de fondo para movilizarse, el encargado de hacerlo sería un jefe de las guerrillas y a cambio se manejaban cifras con una buena cantidad de ceros. La fecha del atentado aún no estaba decidida pero tendría que ser pronto, alguien de la agencia de seguridad les indicaría el momento justo para hacerlo ¿Quién? No estaba claro todavía, pero habría que moverse rápido, Melannie le llamaría de nuevo cuando tuviera más información.

 

El plan todavía no estaba claro, pero Christopher sabía que la paciencia rinde sus frutos, era necesario colocar las piezas sobre la mesa. Por ahora, no debía darse por entrerado sobre ningún asunto relacionado con "El Pez" dentro de la agencia, ya que esto podría llamar la atención y poner alerta a quienes estaban realizando el trabajo interno, contrario a eso había que moverse con discreción y averiguar más a objeto de hacerle una oferta que no pudiera rechazar, pero las cosas toman su tiempo y no valía la pena adelantarse demasiado.

 

De regreso al pequeño hotel en la carretera volvió a cambiarse, mantendría la habitación por un tiempo como una alternativa discreta para moverse. El recuerdo de Melannie todavía turbaba sus sentidos, era obvio que no podía intentar nada con ella, sería una estupidez monumental poner en riesgo su plan solo porque "El Pez" lo descubriera probando a su mujer, pero esto solo hacía que la deseara aún más. "Quizás más adelante", se decía a si mismo.

 

Ya era casi de noche cuando regresó a la ciudad, pensó en comer algo en su habitación y quedarse a descansar, pero se sentía inquieto con todo lo que había por hacer, así que dejando el auto en el estacionamiento del hotel salió a caminar un poco, sus pasos lo llevaron hasta un centro comercial en donde podría comer algo antes de regresar. Justo en el ala central habían una serie de pequeñas tiendas con todo tipo de cosas, Christopher caminaba descuidadamente entre ellos buscando las escaleras para subir hacia el área de comidas cuando la vió.

 

Estaba en un lugarcito lleno de artesanías y dulces locales, vestía un sencillo traje típico de falda amplia con un delantal bordado con muchos colores, su cabello negro y brillante hacía el marco perfecto a su rostro fino casi de niña, le calculaba mucho menos de los 45 años que el mismo tenía pero sin duda era toda una mujer. Se veía muy ocupada atendiendo a un par de señoras que le hacían interminables preguntas sobre todos los adornos de la tienda, ella les respondía con amabilidad, siempre con una sonrisa.

 

Christopher se sentó en una banca cercana para contemplar la escena, aquella chica se movía con gracia, su rostro reflejaba ingenuidad y ternura, pese a que las señoras no parecían decidirse por nada ella nunca dejaba de sonreir, le pareció sencillamente adorable. Enseguida tuvo una idea, un poco más allá entre los puestos había un lugar en donde vendían flores, compró una rosa blanca de tallo largo y esperó pacientemente hasta que las dos clientas al fin se retiraron, entonces se acercó hasta ella.

 

- Buenas noches señorita -Le dijo con su innegable acento extranjero.

 

- Buenas noches señor ¿En qué puedo servirle?

 

- ¿Me aceptaría usted este sencillo obsequio? -dijo, al tiempo que le ofrecía la flor.

 

- ¿Y por qué me da usted esto a mi? -le respondió la chica con asombro y algo de rubor en las mejillas.

 

- Yo creo que esta flor se sentirá mucho mejor contigo que al lado de un viejo como yo ¿No te parece?

 

- ¿Y a cambió de qué me entrega esta flor señor?

 

- ¿Me acompañarías a cenar? -al ver algo de temor en la chica agregó- No te pido que salgas del centro comercial, podemos comer aquí en donde tu digas.

 

- Lo siento mucho, pero no puedo.

 

- ¿Por qué?

 

- Porque no lo conozco.

 

- Está bien, entonces te invitaré otro día cuando ya me conozcas, soy Christopher Sambers encantado de conocerte.

 

- Gusto en conocerlo señor Sambers.

 

- Oye, no me desprecies la flor, ella no tiene la culpa de que yo sea un impertinente.

 

La joven le sonrió timidamente y luego de agradecerle la aceptó.

 

- ¿Tienes nombre?

 

- Me llamo Anaís

 

- Bueno Anaís, me despido no quiero pecar de inoportuno, nos veremos luego ojalá aceptes conocerme algún día.

 

No pudo evitar sonreir mientras subía la escaleras ante la mirada asombrada y tímida de Anaís ¿Por qué se acercó hasta ella? No lo sabía realmente, había pasado mucho tiempo desde la última vez que enamoró a una mujer ¿Quería enamorarla? Quizás solo fue un impulso pero le había gustado hacerlo, era una agradable y cálida sensación que hacía mucho no recordaba.

 

Luego de cenar, regresando al hotel no pudo evitar mirar hacia donde se encontraba la tienda de Anaís, nuevamente estaba ocupada atendiendo una señora con dos niñas, esta vez les vendía dulces; pudo observar que había puesto la flor en un jarrito pequeño junto a la caja registradora, si no la había tirado a la basura entonces por lo menos podía creer que no le había molestado.

 

Ya en su habitación, volvió a recordarse del trabajo y entre otras cosas a Melannie, cuanto la había deseado esa tarde. Se masturbó a placer dentro de la ducha con la imagen de su sexy informante, ya tendría tiempo para buscar con quien entretenerse más adelante, pero por los momentos tendría que conformarse con soñarla.

 

Más tarde, mientras miraba la televisión recordó a Anaís y volvió a sentir la alegría de hace unas horas, lo más posible es que no volviera verla, era casi una niña y el no estaba para meterse en líos, pero hacía demasiado tiempo que no sentía algo más que deseo por una mujer ¿Cuánto hacía desde la última vez que se enamoró? Tendría cerca de 28 años y estaba a punto de casarse entonces, cuando su prometida simplemente cambió de parecer sin razón aparente, le dolió demasiado comprobar que a pocas semanas de terminar ella estaba saliendo con un tipo mayor, un empresario al que había conocido en su trabajo; fue entonces cuando aprendió que el amor era una estupidez, que era mucho mejor disfrutar el momento y sobre todo forrarse de dinero, pues mientras lo hubiera tendría mujeres para elegir.

 

- "El cansancio te está poniendo demasiado sentimental Christopher, ten cuidado no te vayas a poner estúpido" , se dijo a si mismo y apagando el televisor se dió la vuelta para dormir.