miprimita.com

Rompiendo fronteras VII

en Erotismo y Amor

Como de costumbre, la mañana llegó más pronto de lo que esperaba, se había dormido tarde pensando en todo lo que tenía por delante, en un par de días más se daría inicio a la operación que venia planeando desde antes de llegar al país, todo parecía marchar bien en ese sentido anque siempre estaba la ansiedad propia de quien juega sus cartas, la partida nunca está asegurada hasta que cae el último naipe.

Por otro lado estaba Anaís, su adorada Anaís,tenía que pensarse bien las cosas con ella. Su corazón le decía que perderla no era una posibilidad, -no sin volverse loco por lo menos- pero no era fácil la situación. Si se concretaba el arresto del Pez su país solicitaría la extradición, y era bastante seguro que le asignaran ponerse a cargo del asunto además de entregar los correspondientes informes, eso significaba volver al país. Antes de conocerla la situación era ideal, pues constituía la excusa perfecta para retirarse del país sin sospecha alguna con su parte del dinero, luego pasaría un tiempo ocupado con el caso y más tarde podría solicitar un cambio; en fin mientras más tiempo estuviese lejos mejor.

Pero ahora las cosas eran distintas, no podía desaparecerse del país sin Anaís, podría decirle que su empresa le llamó pero que pronto regresaría pero sería una mentira, sabía que no podría volver tan pronto. Si pudiese llevársela con él, pero era demasiado pronto para eso. -"Si tan solo tuviera más tiempo y dejar que las cosas con ella siguieran su curso natural", pero la verdad es que sólo quedaban dos días más para cerrar demasiadas cosas. ¿Y si le dijera toda la verdad? Era imposible, sabía que Anaís jamás se lo perdonaría y mucho menos le creería cuando le dijera como se había enamorado de ella. Aún así no estaba dispuesto a darse por vencido, algo tendría que pasar.

Por ahora, le pareció mucho más placentero concentrarse en el presente. Luego de una ducha eligió algo cómodo para vestirse, tomó algo de café y enseguida se puso en marcha. No podía evitar sonreir al admitir para si mismo que se sentía nervioso, hacía mucho tiempo que no experimentaba esa ansiedad, ese cosquilleo interior de quien espera encontrarse con alguien especial.

Al llegar a la casa de Anaís fue recibido con la misma amabilidad del día anterior, enseguida le ofrecieron una taza de café que aceptó con gusto. Se sentía tan bien en aquel hogar, la familia era sencilla y cálida, se podía sentir la unidad y el cariño entre ellos. Anaís apareció enseguida, llevaba un vestido blanco un poco más arriba de las rodillas, estampado en menudas flores que acariciaba con gracia su figura, su cabello recogido en un moño alto dejaba totalmente descubierto ese rostro de niña y mujer que tanto le gustaba.

- Hola Christopher, como has amanecido.

- Ahora mejor que la estoy saludando señorita -Le dijo con una genuina sonrisa-.

- ¿Puedes venir un segundo? Necesito ayuda con esto.

Al pasar al comedor vio una cesta grande sobre la mesa, Anaís le indicó que la tomara.

- ¿Y esto qué es? -Le preguntó entre divertido y asombrado-.

- Pues vamos al parque ¿No? Bien, me ha parecido un día estupendo para desayunar allá.

- Wow, definitivamente no esperaba esta sorpresa, y tienes razón es un día hermoso.

Ya en el auto y camino al parque, ambos hablaban animadamente. Anaís le contaba sobre los días de pinic que solían tener en familia cuando ella era una niña, Christopher la escuchaba y reía divertido.

- Pues algún día tendremos que salir todos al parque, no quisiera perderme un evento familiar como ese.

- Mira, no sería mala idea hace tiempo que mis papás no se toman un día libre para salir a pasear por ahí.

- Se lo merecen, no todos los días encuentras a unos padres que hayan levantado a una mujer tan hermosa como tu ¿Te dije que estás preciosa?

- Gracias -Le respondió con esa timidez que a él le encantaba-.

Caminaron un buen rato por el parque, hablando y riendo, hasta que encontraron un lugar en lo alto de una pequeña colina en donde comieron juntos.

- ¿Y qué hacías con tu familia cuando eras niño?

- Oh, creo que ha pasado tanto tiempo que ya no lo recuerdo - le dijo bromeado-.

- Ay Christopher quien te oye hablar creería que eres un abuelito -le decía riendo-.

De pronto, se acercó hasta ella y buscando sus labios la besó. Fue un beso tierno, al principio apenas rozaba sus labios, luego con un poco más de firmeza al ver que no se había apartado, ella le respondía con timidez y para su mayor sorpresa también podía sentir su inexperiencia, cosa que le despertó aún más ternura por ella.

- ¿Te habían besado antes Anaís? -Le preguntó sosteniendo aún su rostro entre las manos-.

- No muchas veces -Le dijo ella con timidez- En realidad no he salido mucho con chicos.

De pronto Anaís se apartó con suavidad, Christopher notó cierta tristeza en sus ojos.

- ¿Te he incomodado linda? No debí besarte ¿Cierto?

- Mi hermana dice tú te vas a ir en cualquier momento y que ya no te acordarás de mi -Le dijo casi en un susurro-.

- ¿Y tú piensas que eso es verdad? -Le preguntó con suavidad-.

- No lo se, cuando nos conocimos me dijiste que tu empresa te había enviado a trabajar aquí. Bueno yo no tengo derecho a preguntarte nada de eso.

- No digas eso Anaís -Le dijo tomando sus manos entre las suyas- Nadie en este mundo tiene más derecho que tú a preguntarme por mi vida, porque mi corazón te pertenece.

- Christopher...

- Si, se que es muy pronto para que te diga esto, se que soy un viejo para ti, que como dice tu hermana vine aquí sin darte muchas explicaciones. Pero te amo Anaís, y me alegra poder decírtelo porque sentía que iba a morirme sino lo hacía, te amo.

Como respuesta Anaís simplemente le dio un beso en los labios, tan dulce como el primero,  Christopher se sintió realmente emocionado al confirmar que ella le correspondía y como un impulso se levantó tomándola de la mano.

- Vamos, quiero mostrarte algo.

Se subieron al auto, ante las preguntas de Anaís le dijo que sería una sorpresa y minutos después estaban frente a un edificio.

-¿Vamos a subir? -Le preguntó con cierto nerviosismo-.

- Jajajajajaja, tranquila hermosa, no pasa nada solo quiero mostrarte algo, ven.

El departamento estaba vacío pero era hermoso, el salón principal era grande y bien iluminado gracias a los amplios ventanales que ofrecían una vista estupenda de la ciudad y sus montañas.

- ¿Te gusta?

- Mucho, que precioso ¿Es tuyo?

- Aún no, llevo varias semanas mirando departamentos y a decir verdad no me había decidido por ninguno. Pero este me gusta.

- ¿Y no es demasiado caro?

- No tanto, puedo pagarlo sin problemas, en realidad pensé en comprar algo desde que te conocí porque no quiero alejarme de ti. Verás Anaís, se que pronto me van a llamar de la empresa en la que trabajo y tendré que viajar, pero una vez allá pienso renunciar. Tengo lo suficiente como para abrir un pequeño negocio propio y establecerme por mi cuenta.

- ¿Y lo harías en este país?

- Sí tú me esperas si, aquí o en el fin del mundo, donde tu digas.

- Ay Christopher, que loqueras dices jajajajajaja a veces pienso que te estás enamorando en serio.

- Es en serio, yo te amo -Le dijo tomando su cara entre las manos-.

-  ¿Estarás mucho tiempo fuera?

- Trataré de que sea lo menos posible princesa. Ah, hay algo más de lo que necesito hablarte -dijo, recordando los sucesos que estaban por ocurrir-.

- Te has puesto serio de pronto ¿pasa algo malo?

- Amor, en unos días se realizarán las fiestas patronales, se que en la plaza central habrá una feria y me imagino que irás ¿cierto?

- Si claro, de hecho colocaremos una venta de artesanías allí. Es más, había pensado en invitarte a pasar un rato conmigo en la feria ¿pasa algo?

- Si Anaís, ese día habrá un atentado en contra del Gobernador y habrá mucho peligro, quiero rogarte que por favor no vayas a la plaza ese día.

- Pero ¿tú cómo sabes eso Christopher?

- La empresa en la que trabajo ha sido alertada linda, se dice que el atentado ocurrirá en la plaza, habrán disparos y posiblemente la guerrilla.

- Hay algo que no comprendo ¿cómo es que tu empresa lo sabe? ¿por qué no avisan nada a las autoridades?

Christopher sentía que había hablado demasiado, pero realmente le preocupaba la seguridad de Anaís, era preferible que lo llenara de preguntas antes de que pudiera pasarle algo.

- Mi niña, las autoridades están implicadas en todo...

- ¿Y tú lo estás?

- ¿Por qué me lo preguntas? ¿Piensas que es así amor?

- Es que no entiendo ¿Qué clase de trabajo tienes como para enterarte de todo esto?

Por unos segundos guardó silencio, la amaba como un loco, tanto que el temor a que le pasara algo le había hecho hablar de más. Ahora, estaba pasando lo que temía desde hacía días, Anaís estaba haciendo preguntas.

- Lo se...porque trabajo en una agencia de inteligencia internacional Anaís -sintió un desagradable frío en el estómago al ver como su rostro de niña comenzaba a reflejar miedo-.

- Pero tu me dijiste que...

- Si, te dije que trabaja en una empresa extranjera y es cierto porque la agencia lo es, solo que no te conté toda la verdad y no lo hice porque pensé que te asustarías y que no me dejarías acercarme a ti Anaís - siguió hablando mientras la joven se sentaba en el respaldo del ventanal con la mirada perdida hacia la calle- Me enviaron para investigar algunas cosas, sabía que si te contaba la verdad no tendría oportunidad de conocerte.

- ¿Y por qué a mi? ¿Por qué tenías que antojarte de conocerme a mi? -le dijo casi en un susurro-

- Porque te amo Anaís, te amo desde el primer día en que te vi, me enamoré de ti, de tu sencillez, de la calidez de tu hogar. Se que no tenía derecho a meterme en tu vida, te juro que en más de una ocasión pensé en perderme y no buscarte más, pero simplemente no pude.

Cuando trató de tomar sus manos ella se alejó, su mirada reflejaba miedo y desconcierto.

- Por favor Anaís no me tengas miedo, jamás te haría daño ni a ti ni a tu familia, si te he contado esto a pesar de que sabía ampliamente que me rechazarías es porque te amo más que a mi propia vida y no quiero que te pase nada malo, no me rechaces de esa forma, golpéame si quieres, insultame pero no me tengas miedo que eso me parte el alma.

- ¿Me puedo ir?

- Te llevo enseguida

- No, por favor quiero irme sola.

- Le dije a tus padres que te regresaría amor...

- No te preocupes, ya veré que les digo, quiero irme por favor.

- Está bien nena, vete espero que algún día puedas perdonarme y entiendas que cometí una imprudencia pero lo hice porque estoy enamorado de ti. Sólo te pido una cosa, recuerda lo que te dije con respecto al atentado, no vayas a la plaza por favor. Luego de eso me iré en dos días más, no puedo jurarte que lo haré para siempre ni tampoco que no te buscaré más, por lo menos una vez más para saber si pudiste perdonarme.

La vió partir con sus ojos humedecidos sin decir una sola palabra. Sintió que las fuerzas le faltaban, quería correr y abrazarla, rogarle que lo perdonara pero sabía que por ahora no había mucho más que hacer. Se sentó en el piso, hundiendo su cabeza entre sus manos, sintió rabia contra el mismo por haberse dejado llevar como un sentimental, por sentirse tan afectado ahora. No supo cuanto tiempo más estuvo sentado allí sumido en sus pensamientos, bajó por el ascensor hasta su auto y se fue a su hotel, en donde tomó un trago tras otro hasta perder el sentido.

Anaís no sabía que pensar, de pronto el hombre dulce y tierno del que se había enamorado era diferente. Un agente de inteligencia internacional, ella no sabía demasiado de esas cosas pero sabía que alguien así estaba acostumbrado a situaciones peligrosas, a lidiar con todo tipo de gente y de circunstancias. Además le había mentido ¿Desde cuándo había estado observandola antes de acercarse a ella con el truco de la flor? ¿Qué tanto sabía de ella entonces? ¿Qué estaba buscando? Hacía solo unos momentos le había dicho que la amaba y su mirada no le indicaba otra cosa, pero ese tipo de gente sabía muy bien como fingir ¿Qué sabía ella realmente sobre ese tipo de gente? ¿Por qué le había mentido? Solo se miente cuando aquello que se oculta no es algo bueno, eran demasiadas dudas y no sabía como enfrentarlas.

Sus pasos la llevaron de nuevo al parque, no quiso regresar a su casa pues sabía que notarían su tristeza y preocupación, luego de llorar un poco trató de serenarse y se marchó a su casa. "Espero que no me busque más".