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Aventura de verano (2)

en Hetero: Infidelidad

AVENTURA DE VERANO 2

PISCINA

Ese fin de semana de mitad de mes, vino mi marido a pasarlo con nosotros, y luego no volvería hasta finales, para recogernos y empezar las vacaciones. Estábamos acostados en la cama y mientras él me tocaba con sus manos, me pregunta.

- ¿Qué tal te lo estás pasando?

- pues aburrido, sobre todo por las noches. Quiero que estemos juntos pronto, te echo de menos.

- ¿no llamaste a Ely? Sal algún día, ya queda poco hasta final de mes.

- si, la llamé y estuvimos una noche por ahí de juerga y todo.

- eso está bien. No te quedes en casa, diviértete lo que puedas.

. No, si nos divertimos. Ligamos incluso.

Se lo solté para ir tanteado poco a poco, a ver hasta donde le podía contar. Su primera reacción fue apretarme más la teta con su mano y acercarse a mí para que le contase detalles.

- dos chicos nos sacaron a bailar, ya sabes, acercándose como cuando éramos jóvenes, con preguntas tontas, miradas, toqueteos y esas cosas.

- si, parecía muy bonito en aquella época, pero que torpes éramos.

- si, es verdad, pero me agradó que se fijasen en dos viejas como nosotras, y todo ese juego me hizo rejuvenecer.

- ¿has dicho toqueteos o he oído mal?

- ya sabes, acuérdate como empezaste tu conmigo, poniéndome la mano en mi cintura y bajándola cuando creías que yo estaba distraída.

- ¿o sea que bajó la mano?

Al sentir su pene duro, aunque habíamos tenido sexo un poco antes, pensé que podía avanzar un poco más.

- escucha, te cuento todo. Durante el baile me tocó el culo por encima de la falda, incluso me sobó un poco la teta. Yo le quité la mano un par de veces, por supuesto, y pensé que no estaba bien en una mujer casada y además me podía ver cualquier conocido. Pensé entonces en dejarle un poco, me excité ligeramente al sentir su mano, y me grabé lo que sentía porque sabía que a ti te iba a gustar que te lo contase.

- ¿te lo estás inventando? ¿Ocurrió así de verdad?

(Me colocó encima de él, poniendo sus manos en mi cintura y bajándolas, como si intentara reproducir lo que le iba contando)

- me levantó la falda para tocar mis bragas, ya sabes que yo en verano uso faldas muy cortas, y entonces le paré y le dije a Ely que nos fuéramos.

- pero hombre, cuando estábamos en lo mejor, ¿Cómo no seguiste a ver hasta donde llegaba?

- pues llegó algo mas lejos. Nos acompañaron hasta la puerta de casa de Ely, íbamos cogidos de la mano, como novios; Ely iba un rato delante y yo pensé que esperaría un poco en el portal y luego me marcharía a casa, cuando no me vieran.

Cuando entramos estaba a oscuras, pero con la luz de la calle vi que Ely estaba morreándose de lo lindo con el otro. Yo le dije adiós, pero el, mirando a la pareja al lado nuestro, me pidió un beso de despedida.

No se que pensé en ese momento, tal vez no pensé en nada, porque me acerqué a el y le di un beso pequeñito en la boca.

(Sentí el pene de mi marido pegar un brinco de excitación y su mano introduciéndose entre mi culo, pero no me interrumpió, esperando que continuase mi historia)

- no me soltó, me sujetó la cabeza y alargó el beso, las dos bocas juntas. Me vino una oleada de calor, como un sofoco y saqué mi lengua y me pegué a él, colocando mis brazos alrededor de su cuello.

Me subió la falda y metió la mano por debajo de mis bragas. ¡Me estaba tocando todo el culo, y yo me dejé! No me había ocurrido nunca una cosa igual. No sabía como reaccionar. Mi cabeza dejó de funcionar, sentí sus manos por dentro de mi sujetador, mis pechos se pusieron tensos, estaba aterrorizada.

- ¿tenias miedo? ¿Te hizo daño?

- no, al contrario, era tan delicado que tuve miedo por mi. No podía dejarle seguir. Un minuto mas y me dejo violar por ese chico en un portal oscuro.

 

- ¿ahí acabó, entonces?

- si. Salí pitando y me fui a casa. En mi vida he estado más confundida.

- me has dejado con la miel en los labios. Creí que hubieras sido capaz de hacerlo.

- ¿a lo mejor querías que me hubiera dejado?

- no, no creo. Vamos, no es lo que yo quiera, es lo quieras tu. No deseo que te metas en la cama con cualquier tío que te lo proponga. La idea es que tú quieras probar en ese momento que pasará si sigues, que se sentirá. O bien, vivir la aventura sin pensar en remordimientos tontos, sino en tu deseo de vivir y sentir el placer de lo diferente. ¿Tú me quieres?

- por supuesto, que pregunta. Mas que nada en el mundo.

- y después de lo que me has contado que pasó, ¿me quieres menos?

- pues claro que no

- eso es para mi lo importante. A mi me daría miedo que pudieras sentir una pasión tal por otro hombre que dejaras de quererme, o me quisieras menos.

- eso nunca ocurrirá, tu lo sabes.

- pues eso es lo que quiero oír, y cuando te pregunte que tal te lo has pasado, me das un beso y me dices: estupendamente, y yo tan feliz.

- pero te ha excitado lo que te contaba

- es que ha sido como una novela erótica, pero no se si ha sido excitación o celos o qué. Casi me alegro que no pasaras de unas caricias o besos.

- me dio miedo, ya te digo. Pensé que un poco mas y es posible que no le hubiera podido decir que no.

- pues si ocurre eso no te sientas culpable. Tampoco quiero que me lo cuentes corriendo para que nos sintamos culpables los dos, solo te pido que vivas cada momento, no te sientas hostigada por nada ni nadie, haz lo que desees sin imposiciones y nunca dejes de quererme. Yo confío en ti y sé que sabes perfectamente cuando tienes que parar una situación que no te agrada, y como hacerlo.

Yo sabia de sobra que él pensaba así y realmente no me sentía tan culpable como hace unos días, pero quería oírselo decir con claridad, porque lo que me preocupaba no era lo que había hecho con ese chico, sino que no fui capaz de pararlo, cuando iba viendo, por momentos, lo que iba a ocurrir.

¿Sería una adicta al sexo, que no podía negarme a la primera insinuación? Yo sabía perfectamente que no era así. Me gustaba el sexo con mi marido, pero no iba buscándolo a todas horas. Es mas, a veces no lo deseaba, hasta que él con sus caricias me elevaba la libido y me ponía en ese estado. Pero eso lo había conseguido igualmente un muchacho, hacía unos días, ¡y yo había disfrutado con ello!

Pasaron dos días sin ver a mi prima y una tarde me llamó.

Quedamos en una terraza, cuando ella acabara el trabajo. Al ratito de sentarme llegó, nos dimos un beso y nos sentamos. Después de contarnos los últimos chismes me preguntó directamente:

- ¿de verdad te gustó lo del otro día? ¿No tienes remordimientos? ¿Y si se entera Pepe?

- si, tranquila, fue genial, y no me remuerde nada, y cuando pienso que no estuvo bien, me digo que en realidad fue solo sexo y lo disfruté, gocé el momento y me quedé tan a gusto, fue incluso bonito; y en cuanto a tu pareja, el pobre, casi me alegro que no se fuera a su casa con dolor de pito.

- eres tremenda. ¿Y lo ultimo?

- Ah… Pepe…bueno, el no es celoso, pero vamos, no tiene porque enterarse y yo no pienso contárselo; de momento…

- ¿tu crees que no le importaría?

No quise decirle que le había contado una historia descafeinada de lo ocurrido, podía pensar cualquier cosa de nosotros o de nuestra relación. Preferí esperar a ver que pensaba ella de todo antes de tomar alguna decisión al respecto.

- pienso que no, aunque supongo que a lo mejor le molestaba; pero seguro que empezaría a pedirme detalles, excitándose con eso, sin llegar a creérselo del todo, para al final decir que si me lo había pasado bien, se alegraba.

- que suerte, hay tanto tío raro por ahí…

- bueno, en realidad, es él el que me induce a hacer algunas cosas. En la playa insiste en que me quite la parte de arriba, quiere que me ponga morena toda y no le importa que la gente me mire.

- ¿haces siempre topless?

- no siempre, es una playa un poco familiar y hay veces que da corte. El no dice nada entonces. Pero el año pasado, en Lanzarote, se empeñó en que tomara el sol desnuda.

- ¿y lo hiciste? ¿Desnuda del todo?

- del todo. Había ya mucha gente así, de modo que cerré los ojos y me quité todo. Se estaba bien a gusto, nadie miraba a los demás y acabé con un moreno de película. Ya te enseñaré algunas fotos, porque me hizo un buen montón; a mi y a todas las que estaban cerca.

- bueno, pues de eso precisamente quería hablarte ¿te apetece venir a la piscina de unos amigos a tomar el sol por las tardes?

- hombre, pues así ya iba cogiendo color. Cuéntame qué de amigos son.

- pues verás: a veces salgo con uno de los médicos del hospital. No es de aquí, esta haciendo las practicas. El y un compañero han alquilado un chalecito en las afueras, con piscina, y vamos algunas tardes.

- ¿y que pinto yo en eso?

- ayer me dijo que si tenia alguna amiga para acompañarnos, porque su compañero de piso parece que va siempre de carabina.

- ¿y vas en serio con el?

- pues en principio me gusta, no me importaría, pero lo mismo al terminar las practicas se va, sin mas, y prefiero no hacerme ilusiones. ¿Qué me dices?

- bien, de acuerdo pero hay un problema: como no lo tenía proyectado, no tengo ningún bañador.

- eso esta resuelto ya. Vamos a casa un momento y te pruebas los míos a ver cual te gusta.

Ya en su casa, tiró de un cajón y sacó un montón, todos bikinis; mejor, yo los prefiero a los bañadores enteros, por lo menos mientras siga teniendo buena figura.

Tenía casi una docena, algunos se los hacía ella. Me desnudé y empecé a probármelos mientras ella me ayudaba. Casi todos me venían un poco grandes de braga y pequeños de sujetador, pero tapaban lo que había que tapar y tampoco me quedaban tan mal. Solamente al agacharme, a veces se abría un poco por debajo y se me veía algo de pelo. Pensé que tendría que recortármelo un poco.

Ella se desnudó también y se puso los que yo había elegido, tres o cuatro, para que viera el efecto. Eran pequeños pero no excesivamente atrevidos, excepto uno que por detrás era una tira más bien estrecha.

Me gustaron y los metí en una bolsa para llevármelos. Quedamos en que ella pasaría a recogerme nada mas salir del trabajo, sin pasar por casa, y nos iríamos en su coche directamente a la piscina.

Justo a las tres del día siguiente estaba a la puerta de la calle. Apareció puntual, me subí al coche y nos dirigimos a casa de sus amigos. Estaba a unos cinco kilómetros, en mitad del campo, en una parcela muy grande y llena de árboles.

Nos estaban esperando y se presentaron: Mario, el amigo de Ely y Juan, su compañero de piso. Estaban ya en bañador y sus músculos resaltaban, sin exagerar, pero bien puestos Los dos eran muy fuertes.

Fuimos hacia la piscina: era preciosa, casi de fantasía, con cascadas y un espacio verde al lado, perfecto para tomar el sol. Extendimos las toallas y pusimos las bolsas al lado, dejándoles sitio a ellos. Ely entró en el vestuario que estaba a un lado, para cambiarse y yo, como ya venia preparada de casa, me saqué el vestido por arriba, me ajusté un poco el bikini y me senté en la toalla.

Mientras, uno de ellos puso música bajita en un equipo que tenían en el vestuario y el otro traía una neverilla con unas latas de refrescos para que nos sirviéramos cuando quisiéramos. Al tiempo, salía Ely también y nos tumbamos los cuatro, nosotras dos en medio.

Llevábamos casi media hora quietos y se notaba el sol, de modo que me incorporé para echarme algo de crema protectora. Ely, al verme coger el tubo me dijo que la echase a ella por la espalda primero y luego me daba ella a mi.

Me agaché a su lado, se desató el sujetador y se estiró para que se lo pudiera hacer bien. Luego yo me tumbé, me desaté también el lazo de la espalda y estiré mis brazos hacia abajo. Ely se incorporo, sin abrocharse el sujetador, con lo que sus tetas y las tiras sueltas me rozaban de vez en cuando; después se tumbó, colocó la tela en su sitio y nos dispusimos a tomar otra ración de sol.

Ellos, mientras, habían callado, y nos observaban hacer atentamente. No me dio la impresión de que estuvieran demasiado pendientes de nosotras. Ely hablaba con Mario, y Juan y yo permanecíamos largos ratos en silencio.

Nos metimos en el agua y nos dimos la vuelta un par de veces mas, charlábamos de vez en cuando, y así pasó la tarde muy agradablemente. Antes de irnos, nos tomamos algunas latas y sacaron algo para pinchar; después Ely pasó a cambiarse, yo entré con ella pero solo me volví a poner el vestido por encima.

Nos agradecieron la compañía y nuestra bella presencia, les tuvimos que prometer que volveríamos todos los días. No nos costó mucho hacerlo, nos dimos unos besos de despedida y nos fuimos. En el coche, camino de casa hablamos del sitio, de los chicos, comparamos nuestro, todavía, escaso moreno y le dije que por mi parte estaba dispuesta a volver todos los días que quedaban del mes. Al bajar del coche noté que tenía el culo mojado, lo sentí fresquillo; no se me había secado del todo la braguita y me dirigí al portal corriendo.

El día siguiente fue casi igual, pero mas previsora, metí unas bragas en la bolsa, y al acabar el día nos metimos las dos en el vestuario, nos quitamos el bikini húmedo, nos pusimos las bragas y el vestido y nos despedimos de ellos con los dos besos de rigor.

Fue al cuarto o quinto día, cuando íbamos a echarnos la crema bronceadora, que ellos nos pidieron que no nos moviéramos, que se encargaban ellos de hacerlo. Bueno, más cómodo así. Nos tumbamos boca abajo, nos soltamos las tiras y nos dejamos extender la crema. A nosotras nos gustó, pero supongo que a ellos mas todavía.

En uno de los momentos de la conversación, Mario dijo:

- por que no tomáis el sol sin la parte de arriba. Es más sano y bonito.

- no se…

- Ely, tu lo hacías antes, cuando venias sola.

- ya, pero no quiero imponer a mi prima, ni obligarla, solo porque a mi me guste.

- no te sientas coaccionada por mi – le dije – tu ponte a gusto.

- y tú, ¿no decías que en la playa lo hacías?

- esto no es la playa

- bueno, no hay arena, pero por lo demás hay agua, sol y poca gente.

- ya.

Seguimos así, pero cuando me di la vuelta para tomar el sol de cara ya me había decidido: dejé el sujetador a un lado y me quedé con las tetas al sol. Ely se sonrió y me imitó.

Al rato, cuando me estaba incorporando para echarme el bronceador, Juan se adelantó, cogió el tubo, me echó un buen chorro por encima y me lo fue extendiendo meticulosamente por todo el cuerpo. Lógicamente se preocupó de que a mis tetas no les faltara una buena ración y no dejó ni una parte de mis muslos sin cubrir.

Por supuesto que me gustó; mi marido lo hacia siempre, aunque yo me enfadaba si me echaba demasiado por el pecho. No le importaba, aunque fuera sin crema me las tocaba bien. Mario dijo:

- mañana me toca a mi.

Nos reímos los cuatro. Esa tarde, los besos de despedida me pareció que se habían acercado algo mas a la boca…

Al día siguiente, ya directamente, en cuanto nos tumbamos, esta vez sin la parte de arriba, cogieron cada uno el frasco de crema y se dedicaron a cubrirnos bien. Cada vez que nos dábamos la vuelta ellos estaban listos con el frasco en la mano.

Fue en una de esas, cuando estaba boca abajo y Juan me iba dando crema, que sentí sus manos tocándome el culo en toda su redondez. Pensé que se me habían soltado las bragas, pero no: sentía la goma en mi cintura. Entonces me di cuenta de que el bikini que me había puesto hoy me venia un poco mas grande que los anteriores y el borde de las piernas estaba levantado, dejando totalmente a la vista mis cachetes. Le miré con un gesto como simulando enfado, pero el se rió, se puso un dedo en los labios y siguió por mis piernas.

Era agradable sentir sus manos. Notaba como los pezones se ponían de punta, como cuando entrábamos en el agua. A mi me daba vergüenza si en ese momento me miraban, porque se quedaban muy pequeñitos y arrugados y notaba un cosquilleo que siempre pensaba que se tenía que notar en mi cara.

A mi prima también le pasaba, empecé a fijarme, y aunque ellos miraban nuestros pechos, lógicamente era irremediable, no eran insistentes ni demasiado incomodo.

Llevaban un rato chapoteando en la piscina y de pronto se hizo un silencio absoluto. Extrañada, volví la cabeza y les vi a los dos mirando fijamente mi culo, prácticamente al aire. Se me había olvidado el detalle de hace un rato. Levantaron la cabeza al unísono, pusieron los ojos en blanco, y se tiraron de espaldas al agua.

Ely y yo nos partíamos de risa y nos fuimos al agua con ellos. Nadamos un rato, y jugábamos. No se metían con nosotras, solo nos lanzaban agua, o nos hacían carreras, que yo siempre perdía, porque apenas hago algo más que flotar. Para mi es un triunfo estar dentro del agua diez minutos sin ahogarme.

Entonces me acercaba al bordillo y me agarraba a la piedra y desde allí animaba a Ely, que aunque lo intentaba nunca conseguía ni acercarse a ellos.

Ese día salpicaban tanto que no me quedé, fui la primera en salir. No utilicé la escalerilla, me apoyé con las palmas en el bordillo y cogiendo impulso me icé de un salto sobre el bordillo. Esa decisión fue desastrosa, porque según yo ascendía, mis bragas, deslizándose por mis piernas, se quedaban abajo, cayendo lentamente hasta el fondo. Estaba en una posición ridícula, con el culo al aire, de espaldas al agua y viendo como caía el bikini sin atreverme a bajar a por él.

Risas y gritos de – por fin esto se anima – y yo, colorada, salí al césped, me senté y recogí las piernas hacia mi, para evitar que vieran mas. Siguieron con las bromas, y los chicos buceaban para intentar recuperar mis bragas, que al fin rescataron. Me las dieron entre risas, intentando levantarme para ponérmelas entre todos; yo me resistía y me dejaron, pero entonces Mario dice:

- tienes razón. Venga, todos iguales.

Y se quitó el bañador. Los otros dos le imitaron rápidamente y después de brincar un rato en bolas por el césped, se tumbaron a tomar el sol.

No me quedó mas remedio que levantarme y así, desnuda también, tumbarme a su lado.

Ese día, apenas me volví boca arriba. Ellos se daban la vuelta, y observé un par de aparatos, que en estado flácido, se veían de buen tamaño. No me atrevía a mirar, lógicamente, pero al hablar con ellos se me iba la vista sin querer, pero ninguno de los dos hizo el menor gesto de que advirtiese mi mirada.

Ely se volvía y enseñaba todo. Parecía bastante natural y me imaginé que no era la primera vez que lo hacia delante de ellos. Lo normal, conociéndose desde hace tiempo y viéndose todos los días, es que tuviera la suficiente confianza para hacerlo, pero al ir yo, me imagino que por un poco de respeto hacia mi, se pusieron el bañador.

Mi incidente fue la excusa para quedarse como habitualmente estaban. Ya le preguntaría a Ely, que me volvió a sorprender, al acabar la tarde, cuando recogíamos para irnos.

Siempre se metía en el vestuario y allí se cambiaba y vestía la ropa de calle, sin embargo ese día no lo hizo así, y me volvió a dejar un poco fuera de juego.

Como estaba desnuda, se secó con la toalla, se puso de pie y empezó a recoger. Después se puso las bragas, allí, delante de ellos que no perdían detalle, se puso el pantalón y la blusa y se peinó un poco.

Yo tuve que hacer prácticamente la misma operación, me volví de espaldas para ponerme las bragas y me metí el vestido por la cabeza. Estuvieron un rato boca abajo mientras acabábamos de asearnos y no me extraña porque yo me sentía más excitada que violenta. Los besos sí fueron, esta vez sin disimulo, en los labios.

En el camino, Ely me comentó que ella pensaba que lo mejor ya, era tomar el sol en pelotas, total, ya lo habíamos hecho hoy y no se había hundido el mundo, y era verdad que se estaba mas a gusto así. Yo, como siempre, no estaba muy conforme, no me parecía correcto.

Por eso, cuando al día siguiente, nada mas llegar se desnudaron totalmente los tres y se tumbaron, yo me dejé la braguita puesta. Nadie hizo ningún comentario, ni tampoco cuando me decidí y me la quité un poco después, pero la tarea de extender el bronceador me pareció ese día un poco mas atrevida y excitante. El resto del día siguió también un poco más loco: sin darnos ya vergüenza, nos tirábamos desnudos al agua, el cambiar de postura no iba seguido de una comprobación de que no se viera más o menos, y todo transcurría con naturalidad. Una de las veces, al acabar de ponernos el bronceador, se me ocurrió decir:

- ¿vosotros no os echáis?

- pues no se… - contestó Juan – pocas veces.

- pues deberíais hacerlo, os estáis poniendo mas colorados que morenos.

- venga – dijo Ely – ahora nos toca a nosotras.

Nos incorporamos, cogimos cada una un frasco y empezamos la tarea. Me agradaba tocar su cuerpo, sus músculos. Mi marido es más bien delgado. Como tengo las manos pequeñas tardé mucho. No me importaba, me gustaba tocarle, pero cuando llegué a su vientre vi que a él también le gustaba que le tocase: su pene ya no estaba flácido, iba adquiriendo un tamaño mas que regular y se levantaba despacito, conforme yo lo rozaba sin querer, al darle crema en las piernas.

- perdona – me dijo – pero llevas tanto tiempo tocándome que no puedo evitarlo.

Lo dejé inmediatamente y me disculpé

- lo siento, Juan, pero es que eres tan grande.

- ¿a ti te lo parece? – Se sonrió – no creo que sea tanto

- por lo menos el doble que yo.

- a ver, vamos a comprobarlo. Ven aquí.

Se sujetó el pene entre las piernas para no violentarme, extendió los brazos en cruz y me invitó:

- túmbate encima de mi y estira los brazos

Mientras Mario y Ely se acercaban a mirar yo me coloqué boca abajo encima de él y estiré mis brazos. Nos divertimos los cuatro comprobando que mis manos apenas llegaban a sus codos, al partir de algo mas abajo, y mis pies extendidos apenas quedaban a mitad de las espinillas. Entonces a el se le ocurrió una cosa.

- no te bajes, da la vuelta despacio y ponte boca arriba.

Haciendo equilibrios para no caerme fui girando sobre el, hasta quedar con el culo pegado al vello de su pubis. Entonces el abrió las piernas, y las mías se abrieron también acompañándolas, estiró el pene, que se había puesto en un buen estado, hacia arriba y juntándolo a mi rajita, cerró las piernas y juntó mis muslos con sus manos.

El efecto era sorprendente pero hilarante: su pene era tan grande que sobresalía casi un palmo de entre el pelo de mi sexo, como si me hubiera nacido espontáneamente; me vi de pronto como si me hubiera convertido en un hombre, y cuando dijo - ya somos casi iguales - me dio tanta risa, que me fui resbalando por su costado hasta el suelo, mientras sentía como su pene, bien pegado a mi, recorría toda mi rajita. No aflojé las piernas y al final se salió por mi culo, que todavía lo apretó mas un instante antes de abandonarlo.

Siguieron unos días normales. Había veces que nos poníamos las braguitas del bikini, o porque era necesario o por ver que se excitaban mas de lo debido.

Una mañana llama Ely para decirme que Mario y ella saldrían algo mas tarde, pero que ya había arreglado para que pasara Juan a recogerme a la hora de siempre.

Efectivamente, apareció con su coche y nos fuimos, comentando en el camino que ellos tenían que rellenar unos papeles, algo administrativo, pero que a eso de las seis estarían con nosotros.

Me puse ese día una braguita, de las pequeñas que siempre llevábamos en el bolso por si acaso, porque al estar solos, me dio vergüenza quedarme desnuda.

Cuando empezó a darme crema como siempre, lo convirtió en una especie de masaje sensual, que hizo saltar en mi cabeza esas chispitas de placer tan agradables.

Nos dimos un chapuzón, pero al ir a salir, me dio la vuelta hacia él, me pegó a la pared y comenzó a besarme en la boca sin separarse de mí. Sus manos continuaron con el masaje de un momento antes, recorriendo mi cuerpo por dentro del agua y noté como su pene quedaba entre mis muslos. Prolongó sus caricias y besos durante un tiempo largísimo. Me abracé a el y abrí mas las piernas para sentir su sexo mas cerca de mi.

A punto de asfixiarnos se separó un poco y yo me dirigí a la escalerilla y salí al césped, tumbándome boca arriba con las piernas un poco abiertas. Se acerco a mí sin hablar y, de rodillas entre mis piernas, me bajó el bikini, acercó su pene y me lo fue introduciendo lentamente. Casi me hacia daño cuando llegó al final y al empezar a moverlo dentro de mi, entrando y saliendo con calma, pero hasta el fondo; hice un gesto de dolor que notó enseguida. Entonces lo sacó un poco, lo dejo casi a la entrada y en esa zona tan sensible continuó con su movimiento.

No pude aguantar mucho mas, lo deseaba con todas mis ganas, tenía una niebla en la cabeza en la que solo había sexo y deseo; le agarré por la cintura y tiré de él hacia mi. El resistió la presión hasta que empecé a gemir y tiritar de placer en una serie de orgasmos sin fin, entonces se dejó caer sobre mí, hasta que, entre convulsiones, se derramó en mi interior.

Quedamos en esa posición. Su pene aunque mas pequeño, no se salía de mi. El, consciente de su peso se echó a un lado, pero poniendo su mano en mi cadera hizo que girase con él, para no salirse de mi y me retuvo pegado a su cuerpo, acariciándome el pelo y besándome la cara.

Cuando sentí que algo se escurría entre mis piernas, fui a la ducha y me lavé por dentro. Todavía lo sentía ardiendo y un gran calor por el resto del cuerpo. Me refresqué un poco en la piscina y me senté en el borde. El hizo lo mismo que yo, y al salir se sentó a mi lado, me cogió la mano y fue besando mi cara acercándose a mí.

Así estábamos cuando llegaron Mario y Ely. Se desnudaron y se sentaron al lado nuestro. Ely me empezó a contar lo que habían estado haciendo, pero ellos apenas hablaron.

El resto del día continuó un poco tenso, incluso para Ely y Mario, con grandes silencios. Pensando en ese detalle le pregunté a mi prima, cuando volvíamos en el coche, si era tan urgente el trabajo que no había podido esperar a la mañana, y le confesé mis sospechas de que habían preparado una especie de encerrona.

Empezó a decir que no era muy frecuente, pero que a veces lo hacían; de pronto comprendió lo que insinuaba, se salió con el coche a un lado y parando el motor me miró fijamente.

- no me digas que lo habéis hecho.

- si

- pero bueno, otra vez

- mira, todo el día en pelotas, tocándonos, tan atentos siempre con nosotras, cariñosos… ¿no me digas que tu no estabas segura de que acabaría así? ¿Es que tú no has hecho todavía nada con Mario?

- si, anoche mismo, en casa. El estaba muy excitado, más que lo habitual, acaso pensando en lo que te tenían preparado

- seguro; en fin, ha vuelto a pasar y me ha gustado otra vez, además con esto ya aguanto en lo que queda de mes.

Se rió, y poniendo el coche en marcha continuamos hasta casa.

Algunos días mas tarde ocurrió otra cosa. Juan quiso repetir lo de que me pusiera encima y asomar su pene entre mis muslos. Yo no lo vi muy erecto y se lo dije. Entonces el cogió mi mano y la colocó en su miembro. No abarcaba ni la mitad, a pesar de que no estaba en todo su tamaño, pero conseguí que subiera un poco.

Acerqué mis labios y le besé en la puntita. Con la boca cerrada acaricié su glande con mis labios, tenia la piel muy suave, como de seda, pero calentito y palpitante. Enseguida cogió su tamaño y me subí con cuidado encima de el, repitiendo la operación. Esta vez no me reí, miraba con curiosidad; bajé los brazos y me relajé, quedando así, con los ojos cerrados, tomando el sol encima de el y sintiendo su respiración debajo de mi. Al poco rato colocó sus manos sobre mi y me fue acariciando con cariño para que no bajara su erección pero sin sobresaltarme. Cuando me quise bajar porque pensé que le estaba pesando mucho, se rió y dijo:

- puedo contigo y otra como tu. Ven Ely, ponte tu también encima.

Ely siguió la broma y se acercó. La hizo ponerse boca abajo sobre mí y, soltándome, la sujetó a ella por el culo, metiendo un poco la mano por la raja hasta que sintió como su pene asomaba un poquito. Ella se estremeció un poco al sentirlo y su respiración se aceleró ligeramente, al notar como crecía entre sus muslos. Yo, frente a ella, vi su cara transpuesta levemente y como cerraba sus ojos, apoyando su cara en mi pecho.

Juan hizo un movimiento, como de encogerse, llevó la mano hacia abajo y, con un pequeño meneo hacia arriba introdujo el pene en el interior de Ely. Vi la cara de sorpresa de mi prima y sentí su sexo contra el mío cuando Juan apretó con sus manos el culo de ella hacia abajo.

- ¿Qué haces? ¿Estás loco?

- es para que no te caigas

- y para eso me la clavas

- espera que ahora viene lo mejor, y además no soy yo, es el pene de tu prima y ahora te va a follar.

Y así parecía en verdad. Sentí un gusto tremendo con su cuerpo apretado al mío, sus tetas sobre las mías, aplastándolas, y sobre todo, ese enorme pene que se había incrustado entre mis labios, rozando el clítoris como en una masturbación.

A mi prima debió de gustarle también porque empezó a moverse sobre mí, cogió mi cara y apretó sus labios contra los míos. Yo la rodeé con mis brazos, poseída por el deseo igualmente y empecé a moverme como si el pene fuese mío realmente, restregándolo contra mi clítoris y aumentando mi placer. Al conseguir un orgasmo casi simultáneo, caímos cada una para un lado, y estuvimos sin movernos casi una hora.

Los días fueron pasando sin más sorpresas, hasta que uno de ellos, cuando íbamos hacia la piscina, me dice Ely

- ¿tu lo harías con Mario?

- no. ¿Por quien me tomas? ¿A qué viene eso?

- bueno, la otra noche me comentó que le gustaría hacerlo contigo

- pues no me apetece precisamente, pero ¿a ti no te importaría?

- como dijiste tu, es solo sexo. Divirtámonos un poco.

- no, no lo haré; además esas cosas yo no las preparo anticipadamente, cuando vienen, disfruto y ya está.

Pero aquella tarde Mario se encargó de repartirme la crema. Algunas veces habían cambiado y no me extrañó. Tampoco cuando dijo que si quería medirme también con él, así que para seguir un poco el rollo y no hacerle un feo, acepté. Me puse boca arriba encima de el y extendí los brazos. Me sentí igual de pequeña que la otra vez y cuando me incorporé para bajar, dice.

- espera, no te vayas, quédate así a tomar el sol.

Dejé caer mis brazos y me dispuse a dormir un poco sobre su espalda, se estaba confortable.

A la media hora o así, me levanté para coger el tubo de crema. El me lo pidió, se dio la vuelta y me hizo ademán de que me tumbara otra vez sobre él. Me coloqué boca abajo, con los brazos a sus costados y mi cara ladeada sobre su pecho. Se echó crema en las manos y me lo fue extendiendo por la espalda, sin moverme. Por abajo solo llegaba hasta mi culo y ahí se entretuvo un poco mas, intentando estirarse un poco para llegar a mis piernas. Juan entonces se acercó, le quitó el tubo y siguió por donde faltaba de mis piernas.

No paró entonces sino que volvió a repetir por donde ya había echado Mario. Estuvo un buen rato y noté como mi piel iba erizándose al sentir la excitación que me producían sus caricias. Mi respiración se aceleraba por momentos y acercándose a mi cara comenzó a besarme por toda ella, sin separar sus labios de mí.

Sentí el pene de Mario creciendo entre mis piernas, pero él no se movió hasta que lo noté muy duro junto a mí. Me estaba excitando y se lo estaba transmitiendo a él, que notaba mi respiración entrecortada y los pequeños jadeos que no podía contener.

Sentí su pene apuntar a mi entrada, que ya estaba abriendo con un par de dedos, y encogiéndose un poco lo colocó un par de centímetros dentro. Lo sentía palpitar dentro de mi, pero el no hacia nada, así que fui yo la que empezó a bajar hasta que entró todo. Podía decir que él no me había obligado, pero sabia perfectamente que me forzó de alguna manera, provocando mis sensaciones, a un punto en que o bien se lo pedía yo o haría lo que hice, al no poder resistir mas.

Cuando estuvo bien dentro, quiso acomodarse un poco para poder acceder mejor a mi, pero al no conseguir lo que quería, me abrazó, rodó sobre un costado dejándome la espalda en el suelo y agachándose un poco sobre sus rodillas, sin permitir que me saliera, abrió mis piernas y comenzó a empujar.

Apoyé las palmas en el suelo, jadeando desesperadamente, sintiendo que me venia el placer y ya sin freno empecé a moverme a su ritmo para sentirlo mas cerca. Juan seguía acariciando mis pechos a mi lado. Estiré la mano para apoyarme en su brazo y me encontré con su pene, que estaba como nunca lo había visto. Lo agarré como pude, presa ya de una enorme excitación, y así pudo sentir en su miembro mi tremendo orgasmo.

Mario se fue retirando después de unos minutos pegado a mí. Yo no me moví. Juan me tenia cogida con una mano y con la otra me acariciaba el pelo.

Me di cuenta que me estaba deseando, pero no quería aprovechar mi abandono, así que le atraje hacia mi, agarrándole por la cintura. Me penetró despacio, parando un poco cada vez que advertía en mi cara un gesto de dolor. Todavía lo tenia muy sensible de la sesión anterior. Cuando entró del todo, se quedó quieto; lo contraía como en breves pulsaciones.

La punta rebotaba en el fondo de mi sexo. Me di cuenta de que me venia de nuevo el gusto, me abracé a él y empezamos a movernos para aumentar el placer y volvimos a estallar en otro maravilloso orgasmo.

Se echó a un lado, sin salirse y se lo agradecí porque lo tenía en carne viva y no habría resistido que me rozase más. Los otros dos flotaban en la piscina.

- te quiero- me dijo.

- y yo a ti también

- no, en serio

- ¿es que no te dijo Ely que estoy casada?

- no… ¿es broma?

- pues lo siento, pero no es broma, es la verdad.

- ¿y entonces esto?

- esto es que yo venia aquí solamente a tomar el sol, y a lo mejor la culpa es mía, pero empezasteis a subir el tono, supongo que para llegar a esto, y llegó.

- ¿entonces no hay nada que hacer?

- pues no.

- no sabes cuanto lo siento.

No volví más a la piscina. Lo estaba deseando pero estaba segura de que se me notaría en cuanto Juan me tocase, o simplemente, me echase la crema protectora y me tocase con sus manos.

Ely volvió algún día y no me quiso contar si lo hizo o no, pero creo que tuvo alguna diferencia con Mario, porque tuvimos ocasión de vernos un par de veces más los cuatro.

Un día entre semana me dijo que si iba a bailar y tomar unas copas con ellos. Acepté con la condición de que saldríamos solas de la disco y no permitiría que ni siquiera nos acompañasen a la puerta del local.

Estuvieron tan simpáticos y alegres como siempre, pero el cambio de parejas fue muy evidente. Cuando estábamos sentados los cuatro, la charla, y las bromas eran compartidas, pero cuando salíamos a bailar, casi siempre Juan se adelantaba para salir a la pista con mi prima.

Solo dos veces bailé con Juan, y me pareció algo distante o tal vez respetuoso. Me atreví a preguntarle si no se sentía a gusto a mi lado.

- no, pero un poco abochornado si. Cuando te dije que te quería era cierto. Voy sacándote de mi cabeza, me gustaría verte como mi mejor amiga, pero todavía te deseo.

- perdona, no sabia que te afectara tanto. Me gustó hacerlo contigo pero yo no busqué lo que pasó. Y creo que tú tampoco querías que las cosas ocurrieran de aquella manera, como en una orgía.

La siguiente vez que nos vimos, ya faltaba Mario. Estuvimos tomando cervezas en una terraza y se le notaba mas distendido. Yo actué con toda naturalidad, incluso nos tocábamos alguna vez en la conversación y ya no había la tensión de la vez anterior.

Nos dimos un beso de despedida, haciendo votos por vernos alguna vez cuando volviera por la ciudad, me dio recuerdos para mi marido y mi hijo y cogiéndome la mano antes de irse, me dio un beso como un caballero a una dama.

 

Ely me contó esa noche que había tenido unas palabras con Mario por lo que había pasado. Estaban en el trabajo, en un despacho y él le había quitado la camisa y el sujetador y le besaba el pecho y entonces le soltó que a ver si llevaba un día a su amiguita para hacerlo los tres, que le había gustado.

- ¡pero tu eres imbécil, por quien la has tomado! Y a mí, ¿por quien me tomas? ¿Qué crees, que soy tu fulana?

Y el se destapó con una frase que demostró su idea de las mujeres y lo que perseguía de ella.

- mira, si os gusta follar, de que os quejáis cuando alguien os folla. Quedaros en casa y no os bajéis las bragas ante el primer tío que se cruza por vuestro camino.

Dice que ni siquiera le dio un bofetón. Le dio asco incluso tocarle, se dio la vuelta, llamándole cerdo y no volvió a saber nada mas de él.

Juan fue al día siguiente a pedirle disculpas y a decirle que el pensó que nosotras estábamos de acuerdo, porque así se lo dijo Mario, pero que estaba avergonzado de haber actuado como lo hizo. No era su forma de ser y él no era un cerdo como su ex amigo.

El viernes vino mi marido y el domingo volvimos a casa. Convencí a mi prima de que pasara unos días con nosotros, en la playa. Aceptó, y quedamos en que la recogeríamos tres días después.

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