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Como pasé del sexo virtual al real (5)

en Hetero: Infidelidad

COMO PASÉ DEL SEXO VIRTUAL AL REAL - 5

De vacaciones 2

Después de la metedura de pata con el camarero, debido al equivoco con su nombre y aunque hubiera estado bien después de todo, decidí asegurarme de lo que hacía y por la tarde me fui a conserjería y pregunté por el director.

- pues verá, señora, está en un congreso y no volverá hasta el día 15. ¿Tiene algún problema? ¿Necesita algo?

- si, es que me han ofrecido los servicios del hotel, incluso el acceso a Internet y quería saber como conseguirlo.

Era lo primero que se me ocurrió al decirme que estaba fuera. Todo tan bien planeado para conocerle sin que se diera cuenta y ahora resultaba que no se encontraba allí. Les enseñé la tarjeta en la que nos daban la bienvenida y ofrecían sus servicios y acudió el conserje principal.

- si, es correcto, no se suele ofrecer esto excepto en convenciones o reuniones de negocios. ¿Quiere usted conectarse ahora?

- no, esta noche…

- muy bien. Venga cuando quiera. Daré instrucciones para que lo tenga usted todo preparado.

Quería conectarme a nuestra hora habitual, para ver si enlazaba con él, donde fuera que estuviese… después de cenar le dije a mi marido que me esperase en la terraza tomando algo, que comprobaría mi correo y enseguida estaría de vuelta.

En recepción estaban efectivamente avisados y me condujeron al despacho de la secretaria del director que a esa hora estaba vacío. Me dejaron sola y con el ordenador encendido para que pudiera enlazar sin problemas.

Como yo esperaba, nada mas entrar en Internet y abrir mi correo, allí estaba él. Esperando en la red.

- hola…

- hola, ¿que tal?

- bien. ¿Dónde estás?

- en mi despacho, ¿y tu?

- En uno prestado unos minutos. Quería hablar contigo un rato.

- cuanto me alegro. ¿Sigues en la playa?

- si. En un hotel en la costa.

- ¿y te pones el bikini ese rojo con flores blancas?

(Le había mandado una foto con ese bikini, en la piscina y ahora me acordaba)

- si ¿por qué?

- ¿y te quitas lo de arriba para tomar el sol?

- si, siempre lo hago…

- cuanto me alegro. Me gustará verte toda morena cuando nos encontremos. ¿Y ahora como estas?

- pues normal. Con una falda cortita y una blusa de verano fresquita ¿por qué?

- ¿por qué no te lo quitas para hablar conmigo como otras veces?

- porque no estoy en casa. Estoy en un despacho prestado.

- ¿y no tiene cerradura ese despacho?

- si, tiene cerradura

- pues ponla y luego te quitas la ropa.

- ¿toda?

- si, toda.

Me levanté, cerré la puerta y luego le hice caso. Jugábamos a eso algunas noches. Yo le describía como me encontraba y como era mi ropa interior, él hacia que me la fuera quitando prenda a prenda mientras yo se lo narraba y hacíamos de todo ello un juego erótico en el que nos excitábamos al imaginarnos el uno al otro.

- ¿ya te has quitado todo?

- las braguitas no, ¿y tu?

- yo ya estoy en pelotas del todo. ¿Cómo son hoy las bragas?

- son rosa fuerte, no muy grandes, finas y trasparentes. ¿Estás desnudo del todo?

- si, quitaté las bragas también.

- no, eso no. No estoy en casa.

- pues entonces iré y te las quitaré yo

- vale. Ven aquí y te dejo que me las quites

- y luego lo haremos. Te la meteré bien dentro y te follaré hasta que pidas socorro.

- de acuerdo. Te dejaré que me la metas y follaremos toda la noche.

Seguíamos con el juego de decirnos cosas atrevidas y fantasear con lo que podíamos hacer si estuviéramos juntos. Yo solo me había quitado la falda, pero por estar cómoda más que nada y no tenia intención de quitarme nada mas.

En eso, sin el mas mínimo ruido, se abrió de pronto la puerta que comunicaba con el despacho de al lado y que yo creí que estaba vacío y apareció el dueño del hotel, el padre de Pedro, desnudo completamente.

- sabía que eras tú. Estaba seguro. En cuanto te vi en la piscina con ese bikini.

- ¿Cómo? ¿Qué hace aquí? ¿Qué quiere?

- soy Pedro, con el que hablabas hace un momento.

- no puede ser. Pedro es mucho mas joven.

- si, te mandé su foto. La de mi hijo. Para que siguieras conmigo y no me dejases si veías que era tan mayor.

- bueno, la edad no es tan importante, ni el aspecto. Es más interesante como somos por dentro.

- ¿y te gusta como soy yo?

- me gustaba, por lo menos… pero esa mentira. ¿Por qué este engaño?

 

- para estar contigo.

Se había acercado a mí mientras hablábamos y me había despojado de la camisa. Mientras decía estas ultimas palabras se agachó y me quitaba la ultima prenda, las bragas rositas. No dije mas porque enseguida enterró su cara en mi sexo, besándolo y chupando como loco.

Yo ya me estaba reponiendo de la sorpresa y no sabía si echarle, enfadarme o qué hacer. Opté por estirarme sobre el sillón y facilitarle la tarea. En realidad me daba igual como fuera. Lo que verdaderamente me gustaba de él eran sus charlas, agradables y amenas, con ese humor y esa pasión que ponía en todo lo que decía.

Cuando se puso de pie delante de mí, yo ya sabía lo que quería. Ese era Pedro, la persona que quería conocer y para eso había ido hasta allí. Le agarré el pene y me lo metí en la boca, como tantas noches lo habíamos hecho en la imaginación. Luego él se sentó y me colocó encima, de espaldas a él y me empujó hacia abajo para metérmela y follarme, como había dicho hace un rato que iba a hacer.

Para los casi sesenta años que aparentaba, tenía una herramienta hermosa y se había puesto bien dura con mis caricias.

Me lo hizo con fuerza y deseo, diciéndome las mismas cosas dulces y cariñosas, o guarras y atrevidas, que casi diariamente me decía por Internet.

Me folló con todas sus ganas, con las ansias tantas veces expresadas en el teclado, con el deseo contenido de nuestras calientes conversaciones nocturnas, que solían acabar en una autosatisfacción simultánea, pero alejada por la distancia que nos separaba.

Gozamos con el deseo, tantas veces anhelado, de hacer realidad física algún día, la realidad virtual que nos describíamos en las noches de pasión, y al no verle la cara por la postura y quedar frente al monitor, parecía que era todo tan irreal como siempre.

Al acabar, con su pene todavía dentro, acostada de espaldas a él, que me acariciaba el pecho con suavidad y mimo, me decía al oído.

- ¡qué feliz me has hecho! Cuanto deseaba este momento. Prométeme que lo repetiremos antes de que te vayas.

- no se si podremos, no puedo venir aquí todas las noches.

- no te preocupes. Yo iré a tu cama.

Apenas le hice caso. No entendía como podía venir a mi cama por la noche, con mi marido durmiendo al lado. A lo mejor era otro deseo virtual… Claro, que, podía hasta ser capaz de hacerlo.

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