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Loco verano de sexo (7)

en Hetero: Infidelidad

LOCO VERANO DE SEXO – 7

El cortijo 1

Estábamos un día, en la playa como siempre, hablando de nuestras cosas y Sole comentó que tenía que irse al día siguiente a un cortijo, para hacer una presentación.

Quise saber como era una de esas grandes haciendas andaluzas. Siempre has oído hablar de ellas pero no es normal conocerlas y convivir con sus habitantes y sus costumbres.

A mi me gustaban los caballos. Mi padre, como el de Ely, era agricultor y a veces montábamos de pequeñas en las caballerías que utilizaban para la labranza. Había pasado mucho tiempo de eso.

La pincharon para que me llevase, pero ella se negó en redondo y yo no insistí porque parecía que la molestaba.

Ely y yo no habíamos vuelto al pueblo, aunque salíamos a saludar a los

 

pescadores cuando paraban a la puerta de casa a dejar algo de pescado.

Yo acostumbraba a ponerme una camisa o algo por encima del bikini, pero Ely salía como estuviera; con esos bikinis pequeñitos enseñando todo el culo, o con las tetas al aire. A ella le encantaba que la mirasen y, al igual que a mi, no le importaba que la mirasen todo lo que les apetecía.

No es que mi camisa tapase mucho, algunas veces también quedaba el culo al aire, pero por lo menos disimulaba algo. Lo que siempre hacían era mirar bien, de arriba a abajo mientras hablaban con nosotras y nos ofrecían el pescado.

Nos habíamos acostumbrado a coger lo que nos entregaban, siempre era lo mejor, y pagar lo que pedían o con algún pequeño regateo, mas que por el dinero, para extender un poco el rato de conversación. A ellos también les gustaba entretenerse con nosotras y tenían mas tiempo para mirarnos.

Insistían para que fuéramos algún día a bailar, ellos descansaban los viernes y sábados, y nos estarían esperando, pero no respondíamos nunca que si. Todavía no nos atrevíamos a otra velada con ellos. Me propuso entonces enseñarme a nadar, allí mismo en nuestra playa, para que no hubiera suspicacias. Podía venir un par de horas antes de irse a faenar y luego su compañero le recogería para irse al trabajo. Me pareció perfecto y aunque solo quedaban quince días, no me vendría mal.

Esa tarde se presentó en bici, la dejó a la puerta de casa y sonó el timbre antes de acercarse a nosotras, que estábamos sentadas en la playa.

Fue muy divertido, y no es que aprendiera mucho pero empecé a no tenerle miedo al agua y comprobar que si me quedaba tranquila, por lo menos podía flotar.

Las chicas se reían de nosotros desde la playa y los enanos, que nadaban todos perfectamente, se metían al agua a molestar y reírse de mis caras de pánico.

Mi hijo y Carlos dijeron que ellos podían ayudarme por las mañanas un rato y al final tuve que hacer sesión doble. Para ellos era un juego, pero yo me lo tomaba muy en serio.

Una noche, dos días después de volver Sole del cortijo, se fueron todos al cine en el pueblo y nos quedamos las dos al cuidado de la niña de Ely.

Se la veía cansada y con ganas de recuperarse, pero era mucho ir y venir, casi siempre sin avisar. Yo la pregunté por su trabajo, no parecía tan agotador ir de viaje, enseñando muestras y parando largo tiempo en un sitio.

En algún momento salió el tema de su ex-marido y de si no había sentido ganas de salir con alguien otra vez, o incluso volver a casarse. Todo era posible y hombres buenos, todavía quedaban (aunque fueran cada vez mas escasos).

No se si me puse muy pesada o me vio realmente interesada por su bienestar y felicidad, pero me sacó al porche, frente al mar y allí, las dos solas, me fue contando como había sido su vida desde que se separó.

El sueldo de representante, a comisión, era una miseria para el que no tuviera muchas relaciones, y además tenían que ser de dinero y con ganas de gastar. Trabajó también en unos almacenes, pero se pasaba todo el día fuera de casa y solo veía a su hija una hora por las noches.

Lo dejó para poderse dedicar mas a ella y tuvo que aceptar ayuda económica de sus hermanos, que por cierto, se la dieron encantados y sin permitir nunca que se lo devolviera.

Un día se encontró a una antigua amiga que al darse cuenta de su penuria, la llevó a su casa y le ofreció un trabajo especial: acompañante de caballeros.

Esto era en realidad una forma de prostitución, pero de lujo. Tenían contactos, con una red de enlaces y llamaban por teléfono a una de ellas. Está tenia que buscar las chicas que se necesitaran, siempre dos o tres, y llevarlas a la cita. Cada una cobraba lo estipulado y generalmente algo de propina.

No se trataba de hacer orgías ni cosas raras. Lo normal era tener sexo cuando le apeteciera al cliente, o ir desnuda todo el día y rara vez salía algún caprichoso que pedía algo especial.

Seguimos hablándolo en la cama, cuando regresaron todos.

- pero debe ser muy penoso para ti.

- bueno, ahora ya lo veo como un trabajo, muy bien pagado, por cierto y que si te organizas bien te permite retirarte y dejarlo pronto.

- ¿y que harás cuando lo dejes?

- pues vivir de lo ahorrado.

- hombre, supongo que se puede considerar como un trabajo cualquiera, pero debe ser muy duro. Estar a disposición de un tío para que te haga lo que quiera. Es una barbaridad.

- así estuve un montón de años. A disposición de mi marido, a que me hiciera lo que quisiera y me maltratara. Y encima gratis. Eso era una barbaridad y no esto.

- si, te entiendo. Pero como se puede vivir así, quiero decir, ¿Cómo se puede acostumbrar una a eso?

- mira, se pasa por tres fases. En la primera es algo de lo que tú dices. Te deprimes y sientes ganas de no ir. Te da asco tu cuerpo y los hombres.

- es que eso es lo mas normal

- un buen día pasas a la segunda fase. Te excita prepararte para la cita. Vas nerviosa, deseando ver que pasa hoy. Tu cuerpo está deseando novedades y sentir el pene de un hombre jugando en tu interior, no sabes cuando ni como.

- ¿y eso es excitante? No me parece, no veo como puede ser interesante.

- muy fácil. Tú lo haces con tu marido de vez en cuando. Cada vez con menos frecuencia y casi siempre igual ¿no es así?

- si, mas o menos.

- sabes lo que va a ocurrir y sabes como, incluso viendo el humor con que llega a casa, sabes cuando.

- es cierto.

- pues en está fase todo es por sorpresa. Un dia viene un tio con una polla enorme. Otro es uno delicado que se pasa horas acariciándote y excitándote, otro quiere una novedad o por detrás o con los ojos cerrados y no sabes quien es. Sentía un morbo tremendo.

- no me lo imagino, pero supongo que es cuestión de mentalizarte. ¿Y la tercera?

- la tercera fase es la que estoy yo ahora. Vas, haces tu trabajo, unos días disfrutas y otros no, y al final lo principal es el dinero que te dan y ver como aumenta tu cuenta corriente. Cuentas cuanto te falta para dejarlo y esperas que el tiempo pase.

- hombre, pues yo me quedo con la segunda…

- la mejor realmente es la tercera

- yo me imagino en la segunda y me subo por las nubes.

- ¿y ahora? ¿Te quieres venir conmigo a visitar cortijos?

Nos reímos las dos. Parecía que se había librado de un peso después de contármelo y al confesar su secreto a alguien se había relajado. Si ese alguien la comprendía y disculpaba, le despejaba además de un peso en la conciencia.

- ya te avisaré. Hoy no.

Empezamos a hablar de sexo. De pronto se había convertido para mí en una experta. Tenía curiosidad por algunas cosas y ella podía contestarme.

- ¿y se la tienes que chupar alguna vez o metértela en la boca?

- si, mas de lo que crees. A los hombres les gusta, aunque lo hacen para excitarse y que se les ponga dura. Luego acaban metiéndola, como siempre.

- ¿y… donde siempre?

- si te refieres al culo, pues es mas bien raro. A los hombres les gusta un agujerito confortable y a su medida. Les gusta ver que te ponen cachonda y disfrutas con sus habilidades amatorias. Pocas mujeres conozco que le guste por ahí.

- ¿pero lo hacen alguna vez?

- te lo advierten cuando contratan. Por lo menos a mi, yo no quiero sorpresas, y si viene algún tío raro o me lo dicen antes o me voy en cuanto lo veo.

- ¿y tu lo has hecho alguna vez?

- yo he hecho de todo. Algunas me han gustado y otras no. De todas he aprendido algo.

- es curioso. Nunca se me hubiera ocurrido verlo así

- te veo muy interesada

- no, no interesada, pero si intrigada. Desconocía todo absolutamente de lo que me estas contando. Es como una novela.

- Si, pero en la que tu eres la protagonista.

Lo estuve pensando y me intrigaba de verdad mi interés por el asunto. A lo mejor eran algunas de las escenas o anécdotas que me había contado. Escenas escabrosas, llenas de imaginación. Mi marido decía muchas veces que el sexo está mas en la cabeza que en los órganos erógenos. Tenía razón, yo lo había comprobado muchas veces, y el imaginarme antes, como podía ser, ya me calentaba.

Se fue otra vez a visitar cortijos y al despedirme me miró sonriendo. Yo creo que iba mucho mas conforme que otras veces, sabiendo que ya no tenía que fingir delante de todo el mundo. Por supuesto que nunca se lo podría contar a su familia, pero al no ser exclusivamente suyo, podía al menos ser natural delante de alguna persona.

El caso es que a mi me dejó hecha polvo. Ahora veía sexo en miles de cosas inocentes hasta entonces. Si los chicos me rozaban o sujetaban los pechos mientras me enseñaban a nadar, cosa que habían hecho siempre, era inevitable, yo sentía que lo hacían a propósito para calentarme.

Si veía sus pitos crecer bajo el agua, cosa inevitable también en montones de ocasiones, pensaba qué pasaría si salíamos al agua y me los metía en la boca. Incluso el de mi hijo. Me estaba obsesionando.

Entonces un día se lo dije, mientras estaba en la cama, desnuda como siempre, antes de dormir y ella se desnudaba también antes de acostarse. Siempre hablábamos unos minutos, de los chicos, de sus estudios. Cualquier cosa mientras nos llegaba el sueño.

- sabes, si tienes ocasión me gustaría acompañarte algún día a ver un cortijo

- sabes lo que dices, ¿no?

La oscuridad de la habitación le impidió ver mi cara colorada por la vergüenza y el valor que había necesitado para soltar esas palabras, pero

ella no se conformó con mis palabras. Quería ver si estaba decidida de verdad.

Me llamó al baño donde estaba acabando de sujetarse el pelo y allí, con la luz encendida y mirándome a los ojos me volvió a preguntar.

- ¿sabes donde te vas a meter? ¿Estás segura de que quieres acompañarme?

- si. Llevo pensando en que sentirá, como reaccionaría yo en tu caso, y estoy en un estado de nervios extraño y confuso. Me imagino situaciones, y escenas, hombres raros violándome. No es la archiconocida fábula de la fantasía femenina de la violación. Es algo que no se explicarte.

- si, sé lo que quieres decir. Quieres experimentar la segunda fase sin haber pasado antes por la primera y sabiendo que no pasaras a la tercera. Y creo que esa si es una fantasía femenina.

- tal vez. Una vez mi marido me empujó a hacer una cosa que yo estaba deseando pero que nunca me hubiera atrevido a realizar y me dijo que si no lo hacia me estaría remordiendo toda la vida y pensando qué hubiera pasado si no lo intentaba por lo menos.

Cuando me vio mas o menos convencida y se percató que iba en serio y que deseaba acompañarla y vivir la experiencia, me llevó a la cama, para que ya, con la luz apagada, pudiésemos hablar libremente de cosas demasiado personales y en cierto sentido, crudas.

Ella se había sincerado conmigo y ahora empezó a interrogarme sobre detalles y preferencias sexuales que ni siquiera mi marido me preguntó en ninguna ocasión. Pensé que yo tenía que ser igual de franca y no guardarme nada. Empezó como simple curiosidad, pero fue tirándome de la lengua y haciéndome preguntas incomodas. Agradecí que la conversación tuviera lugar a oscuras y en la intimidad de la cama, muy cerca la una de la otra, para no tener que levantar la voz. Me costaba y todavía me cuesta hablar de ciertos temas.

- ¿y que hiciste?

- me sacó al pasillo del hotel, desnuda y me metió en la habitación del hombre con la polla mas grande que había visto en mi vida.

- vaya, eso no lo hubiera pensado nunca de ti. ¿Y como acabó?

- fue realmente fabuloso y siempre me alegré de que me obligara de esa manera a satisfacer mi curiosidad y mi pasión. Me comprendió y me animó a hacer algo que yo no hubiera hecho nunca sola.

- ¿es eso lo que quieres ahora? ¿Matar una curiosidad?

- saber que se siente al estar a disposición de un hombre y lo que tú dijiste: no saber de antemano que va a ocurrir.

Encendió la luz de nuevo, se recostó sobre el respaldo de la cama y me miró con seriedad y fijamente, igual que antes, como si quisiera leer en mi cara mi determinación y mis emociones.

- mañana estoy esperando una llamada. Tienes que confirmarme ya, si estas dispuesta. Luego no hay marcha atrás.

- si lo estoy. Quiero ir contigo una vez.

- De acuerdo. En vez de llamar a otra compañera contaré contigo, pero ya te digo que no te puedes echar para atrás pase lo que pase.

Me pidió que le explicara mis condiciones, o mas bien mis limites en materia de sexo, porque eso se pactaría en la llamada previa.

Le dije que había hecho algunas cosas. Las posturas y tal me daban lo mismo. No me importaba estar arriba o abajo o que me lo hicieran desde atrás. No me gustaba mucho que me la metieran en la boca, aunque no me importaba chupar o besar a algo así, pero sin que me lo echaran todo dentro. Me daba un asco insuperable.

- ¿Cuándo dices desde atrás, te refieres a meterla por el agujero pequeño?

- no, eso nunca. Lo veo desagradable. Nunca lo he hecho pero no quiero tampoco hacerlo. Me refiero de rodillas en la cama, con el culo hacia arriba.

- ya, no sigas, te entiendo. ¿Pero has jugado alguna vez a meterte algo o que te metieran un dedo o un aparato, o parecido?

- no… ¿Qué es eso? ¿A un consolador, te refieres?

- si por ejemplo.

- no, nunca he tenido un chisme de esos. No lo he necesitado jamás. Los prefiero de carne y hueso.

- ya, pero a ellos les gusta. A veces lo utilizan para humillarte un poco o para calentarse. En cualquier caso, te molesta o tienes algún problema para su utilización.

- no, no creo. No veo que me pueda dañar. Simplemente que me ha parecido siempre algo innecesario. Una extravagancia.

- puedes estar segura que si vienes conmigo, lo probarás. Otra cosa que me interesa. ¿Qué te parece de hacerlo con otra u otras mujeres? ¿Lo has hecho alguna vez?

- pues igual que lo otro, no le veo la gracia. Alguna vez he tocado o me

he dejado tocar, pero como un desahogo, no como algo que me gustase especialmente.

- pues si no te repugna demasiado, es lo importante, porque eso si puedes estar segura de que lo harás. Rara es la ocasión en que no hay que hacerles una escenita lésbica. Es algo que, podíamos decir, forma parte del repertorio habitual.

- ¿con quien sería? ¿Contigo?

- pues si vamos solo tu y yo, si. Si viene alguien más, con una cualquiera o con todas.

La sola conversación me estaba calentando. Iba imaginando las cosas que me preguntaba y sintiéndolas. Como si estuvieran sucediendo y realizando todo. Me movía inquieta en la cama.

- ¿hay algo mas que desees saber? No me gusta hablar de estas cosas y casi me estoy arrepintiendo de haberte dicho nada, pero ya está hecho y si vas a venir no debes tener ninguna duda.

- no, creo que no tengo ninguna duda. ¿a mi también me pagaran? Eso me parece un poco violento. Es como…

- prostituirse. Esa es la palabra. Y eso es a lo que yo me dedico y eso es lo que tú vas a hacer si me acompañas. Prostituirte. Pues si, te pagaran por tus servicios. Y sonreirás y les darás las gracias. Y prometerás volver en otra ocasión. Y les dirás que te lo has pasado muy bien y que estas deseando repetir.

- suena muy fuerte.

- mas fuerte es hacerlo, y no por afición o por capricho, sino por necesidad.

- perdona, no era mi intención…

- no, si ya no me molesta. Me lo digo yo todos los días. Pero nunca lo había dicho en voz alta, ni lo había hablado con nadie. Te lo he contado a ti porque reventaba si no se lo soltaba a alguien, tú me pareciste una persona que sabe escuchar y comprensiva.

- gracia por la confianza.

- te repito que ya casi me estoy arrepintiendo. No se si al final he provocado en ti ese deseo o curiosidad y te va a perjudicar en tu vida o en tu matrimonio.

- no es problema. Aquí nadie me conoce ni pienso volver y ya te he contado lo que opina mi marido en estos asuntos y la libertad que me da para todo.

Estaba decidida a acompañarla, pero según le daba vueltas a la cabeza me entraban las dudas. No pensaba que me fueran a hacer algo malo, a raptar o algo así, ella sabia lo que hacia y estaría a mi lado, pero podía ser peligroso en otro aspecto.

Yo no contaba con el lado emocional y es posible que afectara a mis sentimientos de alguna manera o a la forma de ver el acto sexual, después de la experiencia.

A ella se la veía emocionalmente estable. Pero no sabía por lo que pudo pasar hasta llegar a ese equilibrio. Decidí, como siempre, no pensar en ello y dejar que las cosas transcurrieran como fueran viniendo, y sobre la marcha ya decidiría.

Se fue otro día sola, a pasar la noche fuera y no me dijo nada. Después de la resolución que había tomado, lo ignoré y pensé que a lo mejor iba a sus asuntos, o a hacer otra gestión. Pero si además se pasaba el mes y no había ocasión, pues no pasaba nada. Yo por lo menos no me había echado para atrás.

Al pasar esa mañana a vender el pescado, nos anunciaron los chicos que no pasarían en un par de días, iban a irse hacia Baleares y pasarían dos días fuera. Esto, que a nosotras nos daba igual, era a los efectos de las clases de natación. Le dije que los chicos me estaban ayudando a vencer el miedo y le pareció bien, pero insistió en que no aceptara clases de nadie más.

Sería para que no me tocase ningún otro. A lo mejor ya me consideraba suya, en propiedad y con derecho a toques y sobos. Le aseguré que él sería siempre mi único profesor de natación y se marchó conforme.

El caso es que eso nos dio mas libertad para soltarnos un poco, al no haber testigos visibles de nuestras liberalidades.

Nada mas irse, Ely y yo nos quitamos el bikini y nos quedamos en pelotas, tumbadas en la arena, sin toalla ni nada. Era una gozada y Maika no sabía lo que se perdía.

Cuando llegaron los chicos a bañarse no hicieron ningún comentario, como siempre, y a nosotras dos ya nos habían visto desnudas tantas veces que ya nos daba igual. Nos sorprendió Rosa, que sin decirle nada a su tía se quitó el sujetador y se tumbó a nuestro lado, enseñando un pecho blanquito como la leche y dos tetitas que empezaban a nacer y que no eran mas que dos bultitos.

Al estar tan delgada, parecía un chico. No tenía las formas todavía y solo al andar se notaba su feminidad. Debía darle algo de vergüenza, de todas formas, porque no se levantó apenas de la arena y solo a mí me dejó darle crema solar por la espalda y luego por el pecho, que al estar tan blancos, corrían el peligro de quemarse.

Mi hijo se sentó a su lado. Le gustaba hablar con ella, hacían muy buenas migas y la edad no les separaba tanto. Una chica de once años puede estar tan avanzada mentalmente como un chico de trece.

Cuando llegó el momento de las clases de natación, que Carlos adelantó casi una hora, porque se aburría, estaban todos adormilados, leyendo o charlando y nos fuimos al agua los dos solos.

Yo no me vestí, le seguí hasta que nos llegó el agua a la cintura y me tumbé boca arriba para flotar y aprender a respirar. El ponía las manos por debajo de mi cuerpo, sin tocarme, solo para darme seguridad de que no me iba a hundir. Todo lo más llegaría hasta sus manos y ahí pararía.

Me dijo que me diera la vuelta para nadar un poco y a ser posible sin poner los pies en el suelo. Metí la cabeza en el agua sin querer, y casi me ahogo. Él me sujetó rápidamente y como pudo.

Instintivamente me abracé a el, que tenia sus manos en mi culo y tiraba para arriba, para que yo dejase de mover los brazos como loca y me quedase tranquila.

Había tragado agua y estaba muy nerviosa. El me agarraba como podía y en una de las vueltas que di, su mano quedó entre los muslos, con la palma casi abarcando toda mi rajita.

Me quedé quieta de golpe y puse mis manos en sus hombros, calmada de repente. Pasó casi un minuto, y él se dio cuenta perfectamente que yo no solo estaba a salvo, que siempre lo había estado, sino que ya no me agitaba, pero no me soltó.

- ¿seguimos?

Le pregunté un poco insegura. No sabía si él iba a interpretar lo de seguir con continuar la clase o con dejar la mano donde estaba. Su voz también sonó medio rara.

- si. Ve colocándote boca abajo. Yo te sujeto.

Me soltó de atrás y pasó la mano por delante, pero, y no creo que fuera casualidad, fue a parar al mismo sitio. Con la mano extendida sobre el pelito de mi vientre, me fue izando. Puso la otra mano por debajo de mi pecho y cuando estuve horizontal, las bajó y empecé a mover los brazos intentando avanzar.

Cuando veía que me cansaba, me volvía a sujetar por debajo, y casi siempre sus manos iban a mi pelillo o directamente a las tetas. Aunque era muy descarado que lo hacía aposta yo no le decía nada.

Primero, porque solo tocaba un poco, se conformaba con notar al tacto mi piel, pero no movía las manos, y segundo, pues como siempre: me gustaba y halagaba su interés por mí, que podía ser su madre.

Entré en su juego y a veces hacía como que me hundía, para que tuviera oportunidad de ponerme las manos encima con mas frecuencia, y otras

me agarraba a su cuello, como para descansar.

No era consciente de la malicia que podía tener esto, ni del efecto que le podía causar a él. Creo que todavía le consideraba un niño y por su cara y su carácter así parecía.

Hice entonces una tontería, igual que todo lo anterior, sin pensarlo. Le dije que se tumbase él y que yo le sujetaría, para ver como lo hacía, y como movía los brazos y las piernas para avanzar con la rapidez con que lo hacía.

Cuando se puso boca abajo y me explicaba, coloqué mis brazos por debajo de su cuerpo y le sujeté, como me hacia él a mi, sin presionar, pero posé mi mano derecha a la altura de su bañador y la subí despacio, hasta quedar apoyada en su paquete.

Se pegó un sobresalto, y no era para menos. Su polla no era la de un niño. De tanto tocarme y sujetarme se había calentado lo suficiente como para ponerse rígida como el acero y me golpeó la mano según ascendía.

No se la apreté, solo la toqué por encima y eso si, la mantuve un rato, moviendo la mano y rozándola con el dorso, sintiendo como volvía como un muelle hacia ella cada vez que la separaba un poco. No se pudo concentrar mas y perdió el equilibrio en mis brazos, chapoteando hasta librarse de mi.

- vaya, yo me acordaba de una cosita pequeña, pero veo que ha crecido al mismo ritmo que tú.

- ¿Qué haces? Estate quieta. No me toque ahí que me da mucho apuro.

- es que la sentí al poner las manos y quise comprobar cuanto has cambiado en esa parte también.

- no me gusta que me hagas eso. Ya soy un hombre.

- Si, de eso no cabe duda. Te he visto todos estos días como al niño que conocí y no pensé que pudieras tener eso ahí abajo.

- no me hables así, por favor. Me da mucha vergüenza.

- Si disculpa, pero dime, tengo una curiosidad. Te acuerdas que de pequeño se te ponía a veces así al estar conmigo, ¿ahora es igualmente por mi culpa? ¿Soy yo la responsable de esto?

- si, eres tú

- o sea que todavía te gusto, no me ves como a una vieja.

- me gustas mas que nada en el mundo.

- creo que será mejor que salgamos fuera. No sabía que te siguiera causando ese efecto. Lo tendré en cuenta.

Me quedé fuera, en la arena, mirándole, hasta que se decidió o pudo salir. Se puso a jugar con el flotador, mirando para otro lado, hasta que pensó que ya estaba algo más visible.

    

Me acerqué a las chicas. Tenía ganas de guerra.

- venga, vamos al agua. Lleváis todo el día tumbadas.

Ely se levantó enseguida, pero Maika remoloneaba. Rosa se había puesto ya el sujetador del bikini y se había ido al agua un par veces con mi hijo. Cuando salió Carlos, les revolucionó y organizó la tarde mandándoles arreglarse para irse al pueblo.

La tarde iba cayendo y les vimos a los tres, con sus bicis, alejarse por la carretera. Quería olvidarme de Carlos y de sus sentimientos hacia mí. Necesitaba acción y distracción. Necesitaba hacer algo. Me acerqué a Maika.

- venga, quitate las bragas, ahora no hay nadie para verte.

- estas loca si piensas que me las voy a quitar.

- Ely, ven. Mira lo que dice tu cuñada.

- vamos, atrévete (Ely hizo causa conmigo)

- ni hablar

- ven Ely, échame una mano.

La acorralamos, se escapaba. Empezó a entrar en el juego. Nos perseguíamos las tres riendo y saltando. Éramos felices.

Cuando se sentó, encogiéndose, mientras reía sin parar, atrapé el borde de su braga y ya no la solté. Ely agarró el otro borde y no paramos hasta que se quedó tan desnuda como nosotras.

Nos lanzamos al agua con el trofeo y ella nos siguió con sus grandes pechos bamboleándose. Nos abrazamos y saltamos juntas, esquivando las olas.

La tarde era preciosa y la temperatura ideal. Nos estiramos en la arena con los brazos en cruz. El agua avanzaba por la playa y se retiraba, esquivando nuestras piernas y arrastrándolas con el reflujo.

- es el sitio mas tranquilo que conozco, que suerte poder tener una casa en un sitio así.

- era la cabaña de pesca de mi abuelo. Mi padre la fue ampliando y al final la construyó de ladrillo.

- ¿y no se convertirá todo esto en urbanizaciones?

-estas playas están protegidas. Lo mas posible es que nos confisquen la finca y la derriben.

- sería una lastima.

- si. Espero que si ocurre sea lo más tarde posible.

Nos quedamos nostálgicas y pensativas. El ruido del mar relajaba, pero nos ponía tristes. El ocaso se acercaba y el sol se iba agrandando y enrojeciendo, acercándose al mar por la línea del horizonte hasta que se sumergiera en el agua otro día mas.

Estábamos tumbadas, agarradas de la mano, intentando trasmitirnos algo las unas a las otras.

Oímos el ruido de un coche y el chirrido al frenar y luego, otra vez silencio. No esperábamos a nadie y lo normal es que si teníamos visitas tocasen el claxon antes de parar el motor.

No queríamos movernos de allí pero decidimos darnos la vuelta y enseñar solamente el culo al posible visitante. Vimos el culo de Maika brillante y reluciente en su blancura y nos echamos a reír las tres.

Entonces apareció delante de nosotras, saliendo de la puerta de atrás, por el porche, elegante como siempre y se fue acercando lentamente. Paró a un par de metros de nosotras para no mojarse los zapatos y se echó a reír al vernos a las tres con el culo al aire, y el del medio de los tres, blanco como la leche.

Se agachó ante nosotras, tapándose los ojos con la mano para protegerse de los últimos rayos de sol y oímos la voz de Sole, fuerte y segura.

- mañana tengo una visita a un cortijo. Te vienes conmigo.

Ya me había olvidado. Quedé espantada y pálida. Creí que al final acabaría el mes sin que hubiera una ocasión. Me entró un terrible estado de nervios. Comencé a temblar.

- vamos adentro. Está empezando a hacer frío.

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