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La culpa fue de ella - 4

en Amor filial

Algo más que un trío

¡Mi mujer acostándose con otro hombre! ¡Pero en qué país vivíamos! No sabía a donde íbamos a llegar si continuábamos con esas ideas. Mi mujer era solo mía. Solo yo tenía derecho a tocarla y a hacerla vibrar. Nadie mas podía darle placer. Era absurdo pensar otra cosa y totalmente imposible que ella pudiera sentir nada con otro hombre.

- pues dice Lucia que hasta que no me acueste con Roberto, no habré completado el circulo sexual y mi conocimiento será incompleto.

Siempre Lucia. Ella tenía la culpa de todo. Me había obligado a follar con ella, incluso delante de Conchi, me provocaba hasta sacarme de mis casillas y ahora quería pervertir también a mi mujer.

- ¡y tu serías capaz de hacerlo, claro!

- pues no se… tu lo hiciste con Lucia y no pasó nada

- no es lo mismo...

Demasiado tarde para retirar esas palabras. ¡Que torpeza tan increible! No había manera de matizar lo dicho ni tuve oportunidad. Se puso hecha una furia y lo malo es que con toda la razón.

- o sea que tú te puedes acostar con otra mujer delante de mis narices, follártela casi como no me lo haces a mi y yo… yo…

Le salían las palabras a borbotones, sus ojos echaban chispas y yo retrocedía acobardado

- mujer, quiero decir que a lo mejor tu no eres su tipo.

- claro que soy su tipo. Soy el tipo de cualquier hombre que me mire solo un par de segundos. Estoy tan buena como cualquiera de esas guarras a las que miras por Internet, y además me ha dicho que tengo un desnudo de infarto.

- ¿y cuando te ha visto desnuda ese tío?

- no me cambies de conversación ¡¡¡¡¡ ¿No te acuerdas de aquellas fotos que me hiciste el año pasado?

- si, pero están bien guardadas. Es imposible…

- pues no estarán tan bien guardadas cuando él las ha visto. Si no me las hubieras hecho, eso no habría ocurrido.

- yo a ese tipo le parto la cara.

- ¿por qué? ¿Por ver a tu mujer desnuda? ¿Por decir que estoy muy buena? ¿Es que tú no has visto a su novia igual? Incluso te la has follado. ¿No tiene él el mismo derecho que tu?

- eres mi mujer.

- soy tu mujer, pero no soy de tu propiedad, y si tú tienes ganas de acostarte con otras y lo haces, yo también tengo derecho a hacerlo si me apetece.

- pero fue culpa suya. Tú lo sabes…

- ¡yo no se nada, cabrón! Y ya puedes empezar a vigilarte la frente a partir de hoy.

¡Madre mía, que cabreo! No se puede discutir con las mujeres cuando se ponen en ese estado de furia irracional, no atienden a razonamientos ni a la lógica. Había que darla un poco de tiempo para que se tranquilizara y, a ser posible, se olvidara de esas ideas de venganza, esas tonterías sin sentido.

Aquella noche, cuando me acerqué a ella cautelosamente, humilde y arrepentido, me dio una patada en las espinillas. No fue el dolor lo que me impidió dormir, sino las vueltas que le daba a la cabeza con sus razonamientos, para poder demostrarle lo incoherente e inconsistente de sus argumentos.

Y descubrí que los míos no tenían mas fundamento que los suyos. Eran absurdos, hipócritas y machistas. ¡No es lo mismo! Era una simpleza tan enorme que no me extrañaba que saltara como lo hizo.

 Y lo de la foto desnuda tenía razón. Allí estaban en mi ordenador. Y una bastante sugerente de fondo de pantalla. Y Lucía a veces lo utilizaba cuando iba a casa para ver su correo o buscar algo. Y también había fotos de ella, en bikini, en la terraza de casa solo con las braguitas tomando el sol, cambiándose de ropa en nuestra habitación…

Debió de llevarse todas las suyas y las de Conchi mezcladas y cuando se las enseñó a Roberto, allí aparecieron todas, las de las dos. Y él sabia que yo había visto a Lucia desnuda o casi. Y por lo tanto se dio por enterado y con derecho a hacerme saber que él también había visto a mi mujer.

Recordé a aquella mujer del Chat, cuando le pedí una foto suya sugerente, sin ropa a ser posible, vaya, y su contestación. Me dijo que me la mandaba si yo le enviaba una igual de mi mujer.

Le respondí una tontería, no me acuerdo. Algo así como que si era un tío o era lesbiana, y ella me dijo.

- es que mi marido opina que si otro cualquiera quiere verme desnuda, él también tiene derecho a ver a su mujer igual.

Bueno, lo de las fotos era una cosa. Tampoco tenía mayor importancia. En Internet salen tías desnudas a miles, algunas enviadas por sus maridos, sus novios o por ellas mismas. Ya casi era normal, habitual.

Otra cosa muy diferente era que pudiera follar con otro hombre. No me imaginaba a Roberto besándola en la boca, acariciándola, desnudándola, tocando su cuerpo, su piel…

Y mucho menos tumbándola en la cama, tocando sus pechos duros, con el pezón pequeñito, tan diferente del de Lucia. Ni tocándola el pubis o metiendo sus dedazos en su coño, ávido de deseo.

Y era inimaginable pensar que ella se retorciera de gozo, apretando su mano para dirigirla hacia su clítoris, besándole en la boca, jugando con su lengua, tocando su cuerpo, disfrutando, dejándose excitar

Pero luego veía como le agarraba el pene y lo dirigía a su chocho abierto y del que yo podía apreciar como manaba ya ese liquido brillante que demostraba su disposición y su deseo de ser penetrada, de ser satisfecha.

Y él la besaba y se movía dentro de ella y, para mi sorpresa, ella gozaba como no lo hacia conmigo, sus piernas sobre sus caderas, levantadas para que entrase mas hondo, sus gritos, sus gemidos ansiosos…

Y veía su frente y el labio sudando, los ojos brillantes, la nariz reluciente, la mirada extraviada. Y luego los parpados caídos, ocultando su placer, avergonzados de demostrar su dicha, las piernas y los brazos abiertos, extendidos sobre la cama, los puños aferrados a las sabanas, rompiéndolas a jirones y mil espasmos convulsionado su cuerpo y retorciéndolo, mientras sus uñas se clavaban en la espalda de él.

Y él se arqueó y tensó, y… y los dos nos vinimos, soltando nuestra carga en enormes chorros, los suyos en el interior de ella, los míos repartiéndose por las sabanas, mojando todo mi lado, poniéndolo todo asqueroso.

Sin atreverme a moverme mucho, cubrí lo que pude con el pijama y intenté dormir, ahora un poco mas relajado.

Durante una semana me estuvo dando patadas cada vez que me acercaba y a la vez pensando en como me había excitado la escena que imaginé aquella noche. Y lo que me preocupaba es que me había corrido al verla follando con otro.

Por el día podía mas mi amor propio y mi sentido común y renegaba de todas las tonterías que me venían a la cabeza en la noche, al estar a su lado y no poder tocarla. Y tenia claro que nunca en la vida accedería a que estuviera con otro hombre.

Volví a ponerme burro una mañana calurosa que fui a casa un momento para recoger unos archivos que necesitaba. No había nadie y subí al cuarto del ordenador, trasteé un poco y cuando lo cerré me pareció oír hablar en el jardín.

Es posible que estuviese tomando el sol con su hermana, lo hacían con mucha frecuencia justo antes del verano y me asomé con cuidado para intentar ver a Lucía en bikini. Podían estar incluso tomando el sol en topless, eso sería digno de ver.

Bueno, era mucho más que eso. Estaba desnuda, boca abajo, enseñándome ese culo que era mi obsesión, y a su lado su novio le acariciaba las piernas. Me quedé un rato observando la escena, mientras ellos hablaban con una tercera persona que no podía distinguir, y que debía ser Conchi.

Si, era ella, oí su voz mientras cerraba la puerta de la cocina y salía al jardín. Cuando apareció ante mi vista, mi polla dio un brinco: estaba igual de desnuda que los otros dos. Se agachó a su lado para depositar unas bebidas y sus tetas casi golpean la cara de Roberto. Cuando dio un paso para acercarse a Lucía, su culo quedó a un palmo de la cara de él.

Mi polla reventaba cuando vi como él le pasaba la mano por el trasero sin que Conchi protestara, y cuando después de acariciarla, se acercó y pasó su lengua por toda la raja, de arriba abajo un par de veces, me corrí escandalosamente sin poder remediarlo, temblando de gusto y excitación por lo que había visto.

Me cambié de calzoncillo y pantalón, y miré de nuevo antes de salir. Ellos miraban a Conchi, de pie, de espaldas a mí, y tan tranquila, enseñando sus tetas y su coño a otro hombre que antes se había permitido unas caricias excesivamente intimas.

Me acerqué un par de veces mas otros días, para ver si hacían algo mas, pero no volví a ver a Roberto con ellas, que tomaban tranquilamente el sol.

Al final acabé rindiéndome. Ya me dolían las piernas de las patadas que me daba por las noches y la polla de hacerme pajas pensando en la boca de Roberto en su chochito, si no otra cosa.

- estas muy morena.

- si, voy tomando el sol un poco mientras llegan las vacaciones.

- no se te notan las marcas del bikini.

- porque no lo uso

- ¿y lo tomas tu sola?

- suele venir Lucía casi todas las mañanas…

- que bien. Así os hacéis compañía.

- y algún día Roberto.

- ¿y cuando viene él también os desnudáis?

- no, ese día no.

¡Qué mentirosa! pero ya me daba igual, esta conversación era solo para servir de introducción a mi concesión.

- mira, lo he pensado y creo que tienes razón, puedes hacer lo que quieras, estas en tu derecho. Si yo he visto a Lucía desnuda, a lo mejor no pasa nada si él te ve a ti.

- tu has hecho algo mas. Te la has follado.

- ¿quieres follar con Roberto en venganza? ¿Es eso?

- no, no quiero follar con él. Pero si un día cambio de idea lo haré.

- bueno…

- ¿Cómo?

- que me parece bien. Vamos, no me parece bien que folles con otro. Me parece bien que hagas lo que te apetezca.

- ¿estás seguro?

Como iba a estar seguro ¡¡¡¡¡ Por supuesto que no. Me indignaba la idea, me ponía de mal humor solo pensarlo y me costaba horrores decirle aquello sin que se me cayera la cara de vergüenza. Pero al mismo tiempo sentía que me excitaba al imaginarlo, que me calentaba. Así que musité como pude:

- si, creo que si.

- bueno, tranquilo, que de momento no me apetece hacerlo.

¡Como que de momento! ¿O sea, que a lo mejor mas adelante si?

 A ver, tranquilo. Reconoce que la has dicho que te parecía bien y sobre todo: reconócete a ti mismo que ese movimiento, ahí, debajo de los pantalones se ha debido precisamente a esa posibilidad que ella ha dejado a medias.

Ese día hicimos el amor normalmente, y a partir de ahí la cosa se podía considerar corriente, normalizada, como había sido hasta ahora. Hablábamos del tema incluso y hasta introducíamos a otro hombre en nuestras fantasías y calentamientos, hasta que ella descubrió que yo me ponía mucho mas caliente las noches que metíamos a un tercero.

Un día solo me dijo:

- mañana va a venir Roberto a tomar el sol con nosotras.

Yo sabía que había ido mas días y no dudaba que ella había estado desnuda. Lo primero porque a veces se veían tres vasos en el jardín y tres botes vacíos, y lo segundo, porque seguía sin notarse ninguna marca del bikini.

Entonces ¿Por qué me decía eso precisamente? ¿Por qué no me lo había dicho los otros días que también había ido? Pues… no cabía duda de que era un mensaje. Y bien claro. Eso es que ese día pensaba hacerlo y ella había adivinaba que me gustaría presenciarlo.

Maldije el trabajo esa mañana, que era más y peor que ningún día y cuando pude salir un momento eran casi las doce.

Llegué a todo correr, entré sin hacer ruido para ir a mi observatorio y a través de la ventana del salón ya los vi en acción. Me escondí como pude detrás de un mueble, sin acercarme mucho a la ventana y desde allí pude presenciar todo, mientras me desabrochaba el pantalón y agarraba aquello tan grande que había surgido entre mis piernas.

Lucía y Roberto besaban y acariciaban a mi mujer, desnuda boca arriba. Él estaba ya con la lengua en su chochito, haciéndola estremecer y dar brincos, nerviosa, y ella besaba su boca y jugaba con sus pechos.

Y mi sueño o visión nocturna se materializó. Vi como el se enderezaba y mientras Lucia le ayudaba, se la metió toda y empezó a bombear con todas sus ganas. Se la folló con fuerza, dándole violentos empujones y golpeando con sus huevos en su culo, mientras Lucía sujetaba sus tetas que se bamboleaban de un lado a  otro al ritmo de su cuerpo.

Aquel mete y saca fue excesivo para mí. Mi verga, dura como una estaca, soltó incontrolados chorros de leche contra el mueble y yo me tuve que apoyar en él para no caer al suelo desmadejado.

No pude ver si se corrió dentro o no. Estaba aturdido y emocionado. Solo pude ver, cuando abrí los ojos, a ella medio desmayada, a Lucía echada a su lado, y a él tumbado boca abajo en la hierba; pero la cara de Conchi era de satisfacción y plenitud, como cuando teníamos alguna buena noche de sexo juntos.

Me escapaba todas las mañanas algún rato, para ver si los pillaba de nuevo. Un día la vi con Roberto y otro hombre que no conocía, haciéndolo en el salón de la casa, y el cuadro me puso a mil.

El extraño se la follaba con una tranca enorme y ella chupaba frenéticamente la polla de Roberto. Esta vez si que vi gozar a los tres, uno en su coño, otro en su boca y yo… esta vez contra la puerta de la cocina.

Yo lo hice alguna otra vez con Lucía y también con las dos juntas y nos lo pasábamos bomba. Teníamos sexo casi todas las noches y en las ocasiones en que me venían a la cabeza las imagines de ella con Roberto y con el otro, la sensación era fortísima, me calentaba sobremanera y la arrancaba unos orgasmos bestiales.

Lo malo es que en esas ocasiones ella se daba cuenta de la razón por la que me ponía así, y cuando yo la besaba cariñosamente, ella me acariciaba el pelo… y la frente.

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