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Loco verano de sexo (13)

en Hetero: Infidelidad

LOCO VERANO DE SEXO – 13

Aniversario 2 - Elena

Llamé a Elena nada mas despertarme, para ver si bajábamos a desayunar juntas y luego nos íbamos a dar una vuelta por la ciudad, hasta la hora de comer.

Con una voz muy extraña me dijo que llevaba ya arreglada un buen rato y que si podía venir a mi habitación, necesitaba hablar urgentemente conmigo. Se la oía muy nerviosa, le dije que encargaba el desayuno para las dos y que viniera cuando quisiera.

Me puse un camisón y una bata y todavía me lo estaba abrochando cuando llama a la puerta. Tenía cara como de haber llorado y me preocupé. La acogí en mis brazos y la llevé a una silla, para ver si decidía contarme su problema.

Parece ser que al despedirse de nosotros, salió a la calle a llamar por teléfono a su marido, a una cabina, porque era mas barato que desde la habitación del hotel. Al volver, se había encontrado con tres compañeros que también estaban en el hotel, de su pandilla de antaño y se habían ido a tomar unas copas.

Total, que acabó con uno de ellos en la habitación, se acostó con él, un polvo rápido y cuando él se fue, se dio cuenta de la barbaridad que acababa de hacer y se había puesto a llorar hasta que yo la llamé.

Se volvió de espaldas cuando entró el camarero con el desayuno y luego empezó a llorar otra vez.

- pero chica, cálmate. Tampoco es para tanto. Has pasado una buena noche y ya está. ¿Es que no te gustó?

- ¡que dices! Han sido los cinco minutos mas desagradables de mi vida, porque encima solo duró eso. Soy una infiel y una pervertida ¿Qué voy a hacer yo ahora? ¿Con que cara voy a mirar a mi marido a partir de hoy? Le he deshonrado.

- bueno, bueno. Parece que estemos en la edad media. Estás tonta. Has tenido una aventura y nada más. ¿Es que es la primera vez que te ocurre algo así?

- por supuesto, por quien me tomas. Nunca lo había hecho mas que con mi marido.

- ¿y antes de casarte?

- ¿que tiene que ver eso?

- pura curiosidad. Es para intentar argumentar contigo.

- dos o tres veces. ¿Te acuerdas de aquel novio?... con aquel fue soberbio, todavía me acuerdo. Me sentí tan libre…

Me dijo un par de nombres, pero me daba igual. Ni los conocía ni me acordaría de ellos, aunque los viera ante mis narices.

- pues si lo hiciste antes ¿por qué no lo vas a poder hacer después?

- no es lo mismo. Hice una promesa.

- Que nunca hubieras roto en una situación normal, pero parece que ayer no fue una situación normal. Tú habías bebido, estabas lejos de casa, te

sentirías atraída y cuando te quisiste dar cuenta ya estabas metida en el ajo…

- bueno, eso fue en realidad. Parece que te lo sabes muy bien. ¿A ti te ha ocurrido alguna vez?

Le conté con pelos y señales la conversación con la pareja Mónica y David de por la noche, su afición al sexo fuera del matrimonio y con otras personas y como lo había hecho prácticamente con los dos.

- y lo dices tan tranquila. Pero eso es una locura. ¿Y dices que David tiene una herramienta así?

- así (y exageré un poco) y no sabes como la usa. Fue algo bestial.

- ¿y no te remuerde la conciencia?

- si, siempre tienes algún sentimiento de culpabilidad, es normal. Pero son cosas que ocurren. ¿Como sabes que tu marido no lo ha hecho alguna vez? Cuando se tiene la ocasión nunca se sabe como vas a reaccionar.

- me lo hubiera dicho. Además eso se nota.

- pues yo creo que no y en cuanto a decírtelo… mira sabiendo como eres tú, yo no te lo diría ni loca.

- y entonces ¿qué hago yo? Se lo tendré que decir

- yo te aconsejo que te olvides de eso. Es mas, si está noche surge otra ocasión, no la desperdicies. Aprovecha y vive la vida.

Esa frase me sonaba ¿Dónde había oído yo eso hace casi dos días? Y ahora se lo insinuaba yo a otra persona, casi con el mismo problema.

- no te entiendo

- pues es bien fácil. Vive como quieras. Respeta a tu marido, pero tu cuerpo y tus sentimientos son tuyos. Si tú encuentras un momento oportuno en que se lo puedas contar, lo haces. Pero mejor guardarlo para cuando él tenga algún fallo y tengas que perdonarle algo. Es más efectivo.

- eres un poco cínica.

- mira, yo tuve una aventura hace ya unos cuantos años. Lo que hice fue contarle a mi marido que me había propasado un poco con un tío y que nos habíamos pegado el lote. A él le gustó que yo le contara detalles, no se lo acabó de creer y algún tiempo después, casi a petición suya, le conté la verdad. No le importó demasiado. Ya había entrado en el juego de excitarse imaginando situaciones, que yo le narraba por las noches, y él las vivía conmigo.

- puede ser una solución. Oye ¿tú que te vas a poner está noche?

Normal. Ya estaba todo solucionado. Ese cambio inmediato de tema de conversación significaba que ya estaba archivando el caso y aunque le siguiera dando vueltas, ya no era tan de vida o muerte como hace unos minutos.

Por otra parte era lógico. Se dio cuenta que no era un bicho raro, no era la única. Esos mismos sentimientos y dudas que a mi me venían de vez en cuando. Cuando ves que hay mas personas en la misma situación

 

dejan de ser tan graves. Las desgracias compartidas son mas llevaderas, pero además pierden intensidad al saber que no somos perfectos, que somos como todos los demás.

La maquillé un poco y nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad, cogidas del brazo. Recorrimos las calles estrechas, los bares y cafeterías que frecuentábamos hace diez años, las tiendas de libros.

Tantos recuerdos de tantos días de estudiantes. Y se olvidó de todo. Y reíamos a carcajadas cuando veíamos los cambios en los lugares y en las personas. Aquel camarero de tan buen tipo, que nos piropeaba y tomaba el pelo, insinuándose, ahora gordo y calvo. Aquel dependiente serio y eficaz, igual de serio y eficaz, pero con el pelo blanco. Mil cosas.

Esa era la mejor terapia. Ver que la vida pasa y hay que aprovecharla mientras se tengan ganas. Al final, como siempre, tenia que darle la razón a mi marido. Son dos días, aprovecha, me repetía siempre.

Llegamos al restaurante donde nos habían citado a todos algo pronto, pero ya había bastante gente. Nos fuimos saludando, presentando los que venían con familia y enseguida se animó el ambiente.

Después de comer fuimos andando al claustro de la facultad y allí había otro grupo de compañeros que no estuvieron en el restaurante y se juntaron a nosotros.

Una mano en mi hombro me hace volver la cabeza y creo que le reconocí, pero mi cara de duda, le hizo exclamar.

- ¿no te acuerdas de mi?

- ¿Raúl? ¿Eres tú?

- claro que soy yo. ¿Tanto he cambiado?

- no, por supuesto que no. Pero empezamos a conocernos al final del curso y no estaba muy segura.

- pues a mi no se me olvidan aquellos días en que nos conocimos y algo mas. ¿Sabes que eres mi musa?

- ¿musa de qué?

- escribo libros. Soy escritor y cuando sale una mujer, adivina quien es la que me inspira.

- vaya, cuanto honor. No sabía que te fuera a impresionar de esa manera.

- bueno, entonces no te lo dije, me daba vergüenza, pero tú fuiste la primera mujer con la que hice el amor. Tú me desvirgaste en aquel hotel de Roma. Esas cosas no se olvidan.

- si es verdad. No se olvidan. ¿Y como te va ahora?

Me contó un poco de su carrera. Estaba empezando y ya tenía un cierto éxito. Sus obras cada vez se vendían mas y se le reclamaba por centros de prestigio para dar conferencias y coloquios. Me alegraba por él. Siempre me pareció un buen chico y conmigo se portó muy bien.

No nos separamos en toda la tarde y cuando ya volvíamos hacia el hotel, para descansar un poco antes de la cena, se vino conmigo. Nos tomamos un café y charlamos. Elena estaba con nosotros y estaba extrañada de mi amistad, tan rara, decía, con un antiguo compañero, porque lo cierto es que apenas saludé a dos o tres chicas; a los demás no les conocía apenas.

Se empeñó en venir a buscarme una hora antes de la cena, no me explicó por qué: quería hablar conmigo un rato mas. Se despidió, nosotras subimos a la habitación y Elena se vino a la mía.

Yo quería echarme un rato y ella dijo que se sentaría a mi lado, tenía curiosidad por algunas cosas, así que después de ponerme un pequeño camisón no me metí en la cama, me recliné de costado frente a ella y me preguntó por mi relación con Raúl.

- ¿te acuerdas del viaje de fin de curso a Italia? Raro era el día en que no había cachondeo, fiestas y hasta orgías. Yo participé en alguna. Como has podido ver hoy apenas conocía a nadie y me pareció una ocasión para integrarme. No estaba acostumbrada a beber, ni a los excesos de todo tipo de los chicos, y creo que era hasta algo inocente. En fin, caí en dos o tres trampas, tuve relaciones con algunos compañeros, sin desearlo, cogiéndome por sorpresa y abusando de mi estado o de la juerga general. Raúl me ayudó aquellos días y al final acabamos durmiendo en la misma habitación, por los líos que organizaba Mónica para estar con David, y ya sabes, acabamos acostándonos un par de veces y parece que a él no se le ha olvidado.

- si. Me acuerdo de aquel viaje. Nosotros lo organizamos también para dormir en la misma habitación todo el viaje, y yo me acosté con mi actual marido, casi todos los días.

- es que es lo normal. ¿Como vas a estar todos los días desnudándote delante de un hombre y viéndole desnudo a él, sin caer en la tentación? Ni un monje trapense. A mi me pareció normal entonces y ahora mas.

- oye una cosa. No tengo ganas de ir a mi habitación ahora, pero me gustaría seguir hablando contigo. ¿Te importa si me quedo aquí un rato?

- no, quédate, nos haremos compañía. Pero mejor métete conmigo y descansamos un poco antes de ir a la cena.

No sabía que hacer, si meterse vestida o quitarse la ropa, parecía que la daba vergüenza desnudarse delante de otra mujer, o acaso creyese que yo podría pensar mal. No sé, estaba como cohibida.

Se subió a la cama y se quiso tumbar encima, pero no la dejé que se quedase fuera y la insistí para que se metiera conmigo. Volvió a pensar y se desabrochó la camisa, y el pantalón, pero no se atrevía a seguir.

Al final decidí que si no hacía algo nos íbamos a pasar así toda la tarde de modo que la acerqué a mí, enderezándome un poco, la hice ponerse delante y le quité la camisa. Ella se sacó el pantalón y se introdujo a mi lado, con las bragas y el sujetador solamente, casi como estaba yo, que ya me estaba quitando mi pequeña camisa de dormir. Hasta que no estuvo dentro no se quitó el sujetador, que dejó sobre la mesilla de noche.

Me puse a su lado y le pasé una pierna por encima de su cuerpo. Yo estaba desnuda y tuvo que notar mi sexo sobre su piel y mi pecho sobre el suyo, pero no dijo nada.

Así era mas fácil hablar de ciertas cosas. Era mas intimo y no hacia falta alzar la voz y al estar con las caras tan cerca no veíamos nuestras expresiones.

- sabes, ahora que ha pasado un rato he descubierto que aunque anoche no disfruté, he de reconocer que me excitó lo que estaba haciendo. A lo mejor es por la sensación de saltarse las reglas, de entrar en huerto ajeno, pero estaba mas excitada de lo que yo pensaba.

- ya lo dice el refrán: fruta prohibida, mas apetecida. A ver si crees que a ellos no les gusta más cuando saben que la mujer está casada. Como a todo el mundo supongo.

- ¿tu crees que está noche tendremos oportunidad de… bueno ya sabes. De probarlo otra vez.

- no tienes mas que proponértelo. Más de uno estará pensando ahora en ti, puedes estar segura.

- me pongo nerviosa solo de pensarlo. Es una sensación rara y extraña. Me gustaría hacerlo ya mismo y está noche otra vez. ¿Me ayudaras?

- ¿cuando? ¿Está noche o ahora?

- está noche. ¿Cómo va a ser ahora?

- creí que era una proposición.

- no, que dices. Bueno… no se. ¿Tu alguna vez has tenido relaciones con otras mujeres?

- relaciones, no. Digamos que algo asi como esto de ahora. No ha pasado de tocarnos un poco, de acariciarnos, ¿por qué?

- es algo extraño. A veces creo que me atraen las mujeres pero sé que no soy lesbiana. Alguna vez de joven me he notado embelesada mirando a alguna amiga y he sentido angustia y vergüenza, confusión de no saber que hacer ni quien era. Me hubiera gustado decírselo, ver su reacción, pero era imposible…

En vez de responderla hice algo que había aprendido no hace mucho. Separé la sabana y la descubrí. Tenía un poco de tripita, pero así tumbada apenas se notaba. La toqué un poco por encima, estaba calentita y luego subí la mano por su pecho poniéndola sobre ambos, acariciándolos suavemente.

Me di cuenta de que nunca me había fijado en ella de otra forma mas que como una amiga con la que me veía dos o tres veces al año. Ahora descubría que tenía un cuerpo atrayente y bello, suave, delicado, que hizo que la mirase con detenimiento, analizando cada curva de su anatomía. Me gustaba mirarla.

Los muslos eran fuertes y tersos, de una redondez maravillosa. El vientre que fui descubriendo mientras le bajaba las bragas tenia un vello delicado que la cubría por abajo totalmente y luego desaparecía de pronto en una barriguita redonda y blanda, con el ombligo un poco metido hacia adentro. Se le notaban las costillas ligeramente, acaso por el nerviosismo con el que contenía la respiración y sus senos eran redondos, no grandes, pero amplios, abarcando todo el pecho.

Estaba empezando a turbarse al ver como la miraba y la tocaba, pero se dejaba hacer mientras su respiración se agitaba despacio, como requiriendo mas aire. Observe sus pezones, que se arrugaban, como me pasaba a mi cuando me los tocaban. La aureola iba desapareciendo y de ser una mancha marrón oscura se convirtió en una punta gordita y apetecible rodeada de la piel rugosa y oscura.

Me estaba excitando y gustando tocarla. Me apetecía seguir, pero no sabía si se podía molestar, aunque deduje que la última frase que soltó era como una llamada para que lo intentara. La miré a la cara mientras continuaba acariciándola. Tenía los ojos cerrados, no protestaba. También la estaba gustando, lo pedía sin palabras. Seguí tocándola y mirando cada detalle.

Me atraía su pecho y la parte de arriba hasta el cuello, donde el color de la piel se hacía mas oscuro, donde había recibido mas el sol como consecuencia de los vestidos ligeros y abiertos del verano. Estaba un poco rojo. Y caliente al tacto. No solo era el sol, también mis manos la estaban encendiendo.

Me miraba con la cara iluminada, dejándose hacer. Siempre me ha atraído el cuerpo de una mujer desnuda. Me gustaba acariciarla y ver como se excitaba, pero yo no lo hacía con ninguna intención sexual. Era como tocar una prenda de seda, calentita y suave. Tenía un tacto increíble y su olor era agradable y delicado.

Mientras yo la acariciaba, se acabó de retirar las bragas y se enderezó, abrazándose a mí. Me besó y se la veía excitada y expectante, pidiendo algo mas, gimiendo junto a mi oído y soltando bajito palabras entrecortadas.

- ah… que me haces… no puedo mas… no se lo que quiero… bésame, tócame…Es increíble como te siento… tengo mi cuerpo a punto de estallar…

Yo tampoco sabía mucho. Lo había hecho a lo mejor un par de veces, este verano, con mi amiga Sole. Y lo disfruté, pero no era una particularidad del sexo que me atrajera demasiado. Sin embargo, al ver la autoridad de mis manos sobre su cuerpo, me sentía poderosa y me empezaba yo a acalorar igual que ella.

 

Y me empezó a gustar y me di cuenta de que mi intención sí era sexual para entonces. Deseaba hacerla gozar y juntarme a ella y acariciarla y tocarla toda. Estaba disfrutando con su tacto, con su cuerpo pegado al mío. La deseaba a ella, quería tener sexo con ella. Una sensación muy fuerte y desconocida me invadió por completo y bajé la mano a su rajita y la besé la boca y la apreté contra mí.

Introduje un dedo en su sexo, buscando su punto sensible y por el enorme suspiro que dio, entendí que lo había encontrado. La daba pequeños toques, lo sentía crecer bajo mis dedos, redondito y suave, mientras besaba su labios y acariciaba su pelo.

No aguantó mucho. En un par de minutos se derritió en mis brazos, tuvo un orgasmo tremendo, agarrada a mí. Nunca había visto nada igual y no pensé que una persona pudiera expresar de esa manera sus emociones.

Gritó y sollozó, se retorcía en la cama, sujetando mi mano en su sexo y apretándola contra ella, con enorme fuerza, casi deshace toda la cama y tardó un buen rato en ir calmándose, sin soltarme en ningún momento y pegando pequeños botes, hasta que quedó en calma por fin.

Le di unos besitos en el pecho. Estaba sudorosa, notaba gotitas resbalando desde su cuello hasta el canal entre los dos montes. Le pasé mi mano, secándole un poco y noté su agitación todavía. Coloqué mi cara sobre su corazón, y noté los golpes que daba, levantando mi cabeza a cada latido. Al final nos quedamos tranquilas las dos, una sobre otra, estiradas en la cama y descansando.

- me gustaría hacerlo está noche otra vez.

- si te parece, está noche vamos a divertirnos lo que podamos. Y ya que te veo lanzada, vamos a hacer todo lo posible para dormir acompañadas. Seguro que todavía nos queda algún admirador escondido entre todos los que está noche vengan a la cena.

- ¿estarás conmigo en la cena y luego en el baile?

- si, no te preocupes. Estaremos juntas y volveremos juntas a la habitación.

- ¿lo haremos en la misma habitación con los chicos, las dos?

- ¿quieres que lo hagamos en la misma habitación?

- si, porque si la cosa no sale bien todavía tendríamos otra oportunidad nosotras solas.

- de acuerdo. Descansa un poco y ya veremos como resulta.

Llamaron de recepción casi una hora después, un señor estaba al teléfono. Era Raúl. Quería subir a hablar conmigo. Le dije que adelante, pero que esperase diez minutos y luego subiese.

- escucha Elena. ¿Quieres empezar ya? Quieres que calentemos a Raúl.

- ¿Cómo?

- te vas a tu cuarto a por la ropa que te vas a poner y lo que necesites para arreglarte y luego nos duchamos y vestimos delante de él.

- pero eso es un maldad, pobre hombre. Le puede dar un infarto.

- ¿no te excita pensar que lo puedes hacer?

- si.

- Pues venga, ve a por tus cosas mientras sube, y dame un poco de tiempo para prepararle.

- ¿y que tengo que hacer? Me pondré nerviosa.

- tu sígueme la corriente, y haz lo que yo te diga.

Salió corriendo hacia su habitación mientras yo arreglaba un poco la cama.

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