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Segunda Cita

en Hetero: Infidelidad

Había tardado mucho en reconocer que volvería a acudir a la siguiente cita. Se había engañado mil veces diciéndose que ya había probado lo que quería, que era una tontería volver y darle otra oportunidad. Porque… otra oportunidad, ¿para qué?

¿O era dársela a ella misma? Era un lío, pero deseaba volver y sentir aquella sensación de ser libre, de verse admirada, deseada por otro hombre después de tanto tiempo.

Imaginaba que si seguía viéndole cada vez que él viajaba a Madrid, las ocasiones de peligro,  de ceder, aumentarían de forma progresiva, porque dudaba que él no intentase avanzar mas en la conquista en cada ocasión.

Pero era reconfortante y le proporcionaba un oscuro placer ver esa mirada de admiración, de aprobación de su imagen en los ojos de aquel hombre, en Javier.

Y de nuevo, la falta de interés de su marido hacia sus correrías, le incitaban a hacer algo, como para hacerle ver que debería preocuparse, que no eran tan inocentes sus salidas y que a lo mejor tendría que sentirse algo celoso. Pero cuando le dijo que se iba a Madrid y que volvería a cenar, solo escuchó un: pasároslo bien, indiferente y mecánico, que la irritó y la acabó de convencer para acudir al fin.

¿Es que pensaba que ya no atraía a nadie? ¿Suponía que ningún hombre la miraría con deseo? Bueno, ya hacia mucho tiempo que no le decían cosas por la calle, pero es que la sociedad había cambiado mucho, o los hombres eran mas reticente, por eso de los acosos y demás.

Se miraba al espejo después de la ducha y se veía muy bien todavía. El pecho algo caído, pero al no ser muy grande parecía mas redondo y un buen sujetador hacia maravillas. Ni recordaba como era antes, pero tampoco tenia envidia de aquellas jovencitas que lo exhibían firme y desafiante en la playa. Lo peor y que ya no tenía remedio, por más sesiones de gimnasia ni dietas, era la tripa. Ese vientre sobresaliente y con las feísimas arrugas que le salían al agacharse, era su pesadilla.

Su trasero en cambio aguantaba muy bien los años. Firme y redondo, no había crecido al mismo ritmo que la tripa, y aun presumía de pantalones ajustados y cintura estrecha. Siempre que no se la mirase de perfil, claro. Entonces la ilusión desaparecía. Pero también podía arreglarse con una chaqueta, cuyo vuelo disimulase un poco su gordura.

Seguía pensando en el autobús, como la vez anterior, pero ahora estaba más decidida y mas consciente. Las dudas persistían, pero casi deseaba que ocurriese algo, volver a casa con un poquito de aventura, con algún tabú desechado, con algún punto mas en su haber.

Vio su torso reflejado en el cristal del vehículo y pensó que aquella blusa roja, de algodón, ligera y ajustada, le favorecía. Parecía mas juvenil, mas vistosa. Y se sentía a gusto con la elección. La falda de vuelo, de un blanco desvaído, conjuntaba perfectamente y oscilaba con el ritmo de su culito de una manera desafiante.

Abrió contenta la puerta del café y le vio ponerse en pie de inmediato y sonreír abiertamente mientras la observaba dirigirse a su encuentro. Esta vez no dudó y compartieron los dos besos de saludo como una rutina, como lo mas natural del mundo. Nadie la miraba escandalizado ni reparaban en ella como una adultera que iba a encontrarse con su amante.

- ¡vaya! ¡Estás increíble hoy!

- me alegro de que te guste el modelito

- bueno, lo que me gusta realmente es lo que hay dentro de él.

- sigues mintiendo muy bien, Javier, pero te agradezco el cumplido.

- de mentira, nada. Estas realmente deslumbrante, increíble.

Le gustaba lógicamente que le dijera cosas bonitas. ¿A que mujer no? Sentía incluso que podía ser verdad lo que le decía, que para alguien mas estuviera guapa, que no pareciese tan vieja… bueno, tan mayor. Se sentía a gusto a su lado, hablando sin timidez ni reservas. El le contaba cosas de su trabajo, de sus idas a la capital, cosas interesantes, sin ánimo de aparentar ser importante, sin darse coba innecesariamente y ella escuchaba o preguntaba. Prefería esa conversación, estaba mas tranquila que si le preguntase por ella, por sus cosas, por su matrimonio, por ejemplo.

Pensaba que no tenia nada que ver en esto y se engañaba de nuevo diciendo que era lo mismo que estar con una amiga, aunque mas interesante. No le gustaba hablar de su intimidad familiar, de sus cosas, de su vida diaria, que por lo demás era mas bien sosa.

Se dio cuenta de que él la tenia cogida la mano, y la acariciaba suavemente, sin presionar, siguiendo el ritmo de la charla, pero no se soltó como hubiera hecho otras veces. Le recordaba aquellos tiempos lejanos de novios, la ternura de su ahora marido, los mimos, los agasajos. Todo era bonito y se dejó llevar por el ambiente calido que iba surgiendo entre ambos.

- tienes unas piernas preciosas. ¿Verdad que te has puesto esta falda a propósito para venir hoy aquí?

- pues… no. ¿Qué tiene de particular esta falda?

- ¿Qué qué tiene? Pues que si se te sube un poquito mas te podría ver las bragas perfectamente.

- Jajajajajaja… ¿y si no llevo bragas?

Hizo ademán de izarse un poco para recolocar la falda mas modestamente. La verdad es que no lo había hecho a propósito, pero los muslos lucían radiantes en el nylon casi transparente, y la parte reforzada de los pantis casi asomaba por el borde inferior.

- noooooo, quieta, no te muevas. Al revés, súbela un poquito para ver de que color son.

- de que color son, que?

- las braguitas esas que habrás escogido con tanto cuidado para venir a verme esta tarde.

No sabia si reír, sorprenderse, hacerse la tonta, enojarse, cambiar de conversación, o simplemente, callar, como estaba, ligeramente sonrojada y sin palabras que decir ante aquel ataque. Porque lo cierto es que así había sido de nuevo. Escogió cuidadosamente hasta la ropa interior. Se miró en el espejo hasta dar su aprobación, antes de ponerse la falda y la blusa.

- va, son normales. Como las de todas las mujeres.

- nada tuyo puede ser normal. Enséñamelas, anda.

- ni hablar, aquí voy a hacerte un striptease. ! Estas loco ¡

- bueno ¿entonces donde me lo vas a hacer?

- en ningún sitio, no digas tonterías.

- bueno, pues entonces dime solo de que color son.

- son blancas, solamente blancas.

- blancas con puntillas y adornos, casi trasparentes, para no tener que adivinar lo que esconden debajo, mas bien pequeñitas, pero tapando todo bien, marcando tus curvas perfectamente y metiéndose un poquito por donde tu y yo sabemos…

- Jajajajaja. No has dado ni una.

No era cierto. Había acertado en todo. Incluso sentía la parte rizada entrar ligeramente y rozar la parte sensible de su piel por dentro de los labios. Le parecía estar indefensa y excitada ante este juego. Él llevaba la iniciativa y ella solo tenía que seguirle la corriente y no bajar el tono, mas bien darle pie para la siguiente audacia, que ya veía venir en su mirada chispeante.

No quería dejarle esta vez que la acompañase hasta el autobús. Le parecía demasiado expuesto y recordó lo nerviosa que hizo el recorrido, con él a su lado y temiendo que tomase alguna iniciativa. Fueron por una calle paralela, menos concurrida que Princesa, paseando despacio e intentando no comprometerse para un nuevo encuentro, que él planeaba para dos o tres semanas mas tarde.

Pararon unas calles antes de llegar a la entrada, enfrente de una alta verja que no dejaba ver lo que había detrás, y les proporcionaba cierta intimidad, como indicándole que de ahí no debería pasar.

- ¿y para que quieres que nos veamos de nuevo? Ya nos hemos dicho todo y nos hemos conocido en persona, que es lo que tu querías.

- ¿Cómo que para qué? Aun no se nada de ti. Necesito conocerte mas, mejor. Me gustaría saber todas tus cosas, como eras de pequeña, que piensas sobre esto o lo otro. Hay mil cosas que desconozco de ti aun.

- pero si te he contado todo… no he dejado sin contestar nada de lo que me preguntabas. No tengo secretos para ti, me parece.

- ¡vaya que no¡ nos hemos visto ya en dos ocasiones y todavía no se como son tus bragas…

- Jajajajaja, ni lo sabrás nunca. Tendrás que conformarte con tu imaginación.

- ¿no me las vas a enseñar ahora? Es solo un momentin, aprovecha que no viene nadie, venga…

- nunca las veras. Y ahora vete ya, que se me hace tarde.

- si, es cierto, se nos ha hecho un poco tarde. No quiero que te regañen por mí.

Se extrañó de que no insistiera hasta conseguir su promesa de acudir a una nueva cita. Tal vez estaba demasiado seguro de que volvería y no necesitaba hacerlo.

Puso la mejilla para los besos de despedida, mientras él la sujetaba por los brazos en una especie de ademán de abrazo, de intento de prolongar un poco la cercanía de ella, que le miraba curiosa, sin moverse del sitio, esperando que se retirase para ir sola al autobús, como deseaba.

Tal vez interpretó mal su pasividad. Acercó su cara y le dio un beso suave y rápido en los labios. Entonces se dio la vuelta por fin y ella pudo alejarse.

La vio marchar contenta y ligera por el paseo arbolado, hacia la entrada de la estación. Iba contenta, si. Se lo había pasado bien y tampoco había pasado nada.

……

Sentada en el autobús, pensaba que no le hacia falta realmente pedirle que acudiera una tercera vez. Estaba seguro de que iría. Ignoraba las razones ahora, y no quería detenerse a analizarlas. Estaba contenta y prefería no distraerse con excusas ni filosofías que le estropeasen una tarde tan buena.

No sonrías así, van a pensar todos los pasajeros que estas loca. Y abróchate el botón de la camisa, querías impresionarle, pero ese hombre que va de pie a tu lado te esta viendo el pecho…

Bueno, le dejaré que mire. Llevo un sujetador bien bonito hoy y eso redondito que sobresale un poco por el escote de la camisa no tiene nada que envidiar a esas jovencitas de ahí delante…

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