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Como pasé del sexo virtual al real (9)

en Hetero: Infidelidad

COMO PASÉ DEL SEXO VIRTUAL AL REAL - 9

Lunes

Mi marido no quiso subirse al avión hasta que le aseguré que haría lo posible por acostarme con todos los habitantes de la isla y que le llamaría por teléfono a continuación para contárselo.

Cuando volví al hotel estaba un poco asustada. Sin su presencia tenía un poco de miedo de quedar en manos de aquel hombre y de sus planes para mí. Por otro lado sentía la necesidad de conocer mas cosas, de experimentar, de dejarme llevar sin complejos ni ataduras morales o mentales y la ausencia de mi compañero facilitaría esto, o por lo menos no tendría que estar pendiente de él.

Otra cosa que me alentaba fue recordar la cara de placer de mi marido al ser testigo de cómo otro hombre me hacia suya y me llevaba a gozar como él lo había hecho hasta ahora, y el descubrimiento de su excitación al imaginarme con otros hombres en la cama.

Regresé a la piscina a tomar el sol y descansar, decidida a aceptar todo lo que me propusiera Pedro y a disfrutar todo lo que pudiera de aquellos días que todavía me quedaban.

Tumbada en la hamaca, el calor del sol me hacía imaginar mil cosas conforme aumentaba la temperatura de mi cuerpo y me subía una especie de fiebre por mi cabeza. Comí sola y volví a la piscina. Pedro no aparecía y las cortinas de su despacho permanecían echadas.

Cuando volví a la habitación, ya tarde, para arreglarme para la cena, estaba extrañada por su silencio y abandono y me vestí con desgana ante la idea de tener que cenar sola bajo las miradas curiosas de los demás comensales.

Aun así me maquillé ligeramente, un poco de carmín en los labios y un vestidito cortito y elegante y bajé al comedor, dispuesta a cenar rápido e irme a dormir pronto.

Estaba buscando una mesa vacía cuando el maitre se acercó a mí - Venga por aquí, por favor – me ordenó y yo le seguí, lógicamente, solo que él me llevó a un reservado, detrás de una cortina, donde nos esperaban dos hombres.

- ven, quiero presentarte a mi hijo Pere, el verdadero director del hotel.

- encantada, señor Pere.

- bueno, eso de señor suena muy formal, pero en cualquier caso el encantado soy yo y tremendamente afortunado de haberla conocido por fin. No sabe cuantas veces me ha hablado mi padre de usted y cuantos ratos de charla hemos compartido los dos frente al ordenador.

- ¿entonces, usted también estaba en esto?

- buen, lo inició mi padre, pero cuando me tocaba a mi quedarme de guardia, me ponía yo. Digamos que ha estado compartiéndonos alternativamente, como si fuéramos uno solo.

- pues se nota que son padre e hijo. Nunca me he dado cuenta del cambio. Siempre pensé que hablaba con la misma persona.

- si, es posible. Somos muy parecidos en gustos, aficiones, atracción por las mujeres bellas como tú. Incluso al hablar.

Si que lo eran, si. Hablaba con los dos como si fuera uno solo. Las ideas de uno pasaban a otro como por telepatía y me encontré en una cena agradable, en animada, amena y distendida conversación con dos personas maravillosas.

Pere era casado y quise enterarme de cómo reaccionaría su mujer si se enteraba de que él se entretenía en conversaciones eróticas con una señora de Madrid, que además le enviaba fotos no muy decentes.

- bueno, ella lo sabe casi todo. Digo casi porque no sabe que está usted aquí. Y esta contenta de que mi padre haya recuperado la felicidad y las ganas de sexo. Nunca me lo ha dicho, pero yo creo que tiene deseos de conocerla, de saber como es y por que hace esto.

- Pues no se… me desconcierta enterarme de que tenía a toda la familia al otro lado de la línea. Suena como a complot.

- nos has ido conquistando uno a uno. Cuando mi padre me pidió que le sustituyese un día, quedé enganchado. Cuando se lo comenté a mi mujer en una ocasión, vino un par de días para participar a mi lado y también quedó atraída…

- ¡y tu, Pedro?

- ay, mi niña. Yo… desde el primer día que te conocí estoy enchochado contigo. No puedo vivir sin ti, sin tu correo, sin nuestras charlas, sin nuestra amistad.

- no se si sentirme halagada o preocupada.

- preocupada nunca. Nunca traicionaríamos tu confianza ni tu amistad. Solo nos preocupa tu felicidad y no causarte problemas en tu matrimonio.

No les dije que mi marido se había puesto a tope pensando que lo hacia con otros o que había presenciado nuestro encuentro en mi cama la otra noche, pero les dejé caer que a veces me confesaba que le gustaría observar como era poseída por otro hombre.

- ¿no se enfadará contigo? ¿no es celoso?

- llevamos tantos años de casados que ya no caben los celos en nuestra relación. A lo mejor esa pequeña travesura sea un aliciente para él y un estimulo para los dos.

- oye hijo, ¿y si preparamos todo para que él lo pueda ver?

- ¿con la webcam?

- si. La colocamos para que enfoque la cama y ya está.

- tu que opinas. ¿lo hacemos?

  

- podemos probar, pero antes se lo debo de preguntar a él, a ver que le parece.

Asentí con esa condición, porque eran capaces de realizarlo sin que yo me enterase y después de todo, prefería que mi marido diese su consentimiento, aunque yo estaba segura de antemano que le iba a parecer muy bien.

- ¡hola! Acabo de cenar. Estoy aquí con Pedro y su hijo.

- ah… muy bien. ¿vais a tener juerga luego?

- ¿juerga?

- si… ¿vas a follar con él?

- No se… ¿tú quieres? ¿a quien te refieres: al padre o al hijo?

- ¿es que el hijo también se apunta? ¡Pues vaya familia! Y yo aquí perdiéndomelo todo.

- ¿te gustaría que lo hiciera con los dos?

- huyyy… ya lo creo que si.

- ¿y que te parece si te lo enseño en directo?

- nada me gustaría mas. ¿lo dices en serio?

- si. No tengo más que encender la cam.

- hazlo, por favor. Quiero ver todo.

Colocaron la cámara apuntando al centro de la habitación y yo me situé en medio. Me fui despojando de la ropa despacio y de vez en cuando me acercaba a uno u otro y me ayudaban a quitarme prendas, tocándome mientras para que se viera bien por la cámara y dejando que yo les fuera quitando también su ropa.

Me acariciaron entre los dos por todo el cuerpo, hasta que me sentí trasportada al diván, sobre Pedro, y su hijo se la agarró a su padre, apuntó cuidadosamente y mojándosela con la boca para que entrase bien, me abrió los labios y le ayudo a metérmela

No se movió. Me apretó contra él y elevó su culo, provocando que el mío se alzara igualmente y quedara a disposición de Pere, que me lo embadurnó con algo y procedió a metérmela también, mojándosela con esa sustancia, por el agujerito de atrás.

Eran unos maestros: divinos, suaves, cuidadosos. Me sentía ardiendo por delante y repleta por detrás. Cuando la noté completamente dentro, sus muslos pegados a mi culo, casi en vilo, creí morir. No podía cerrar la boca, parecía que por ahí iban a salir las dos pollas en cualquier momento.

Volví la cabeza todavía boqueando, buscando la cámara. Me retorcía de placer. No podía verla, pero imaginaba que mi marido si vería mi cara trasfigurada, mi gesto de angustia, placer, dolor, gozo, todo en uno. Y ya no volví a acordarme de él.

Empezaron a moverse al mismo tiempo, con igual cadencia, hasta que no pude mas y gemí, me retorcí y aullé hasta quedar derrotada e inerme cuando sentí la leche de ambos derramarse dentro de mi.

Notaba el sudor de ambos resbalar por mi piel y hacer que quedáramos todavía mas pegados entre si. No notaba el peso, y yo debía ser etérea igualmente. Solo los latigazos, los breves espasmos que aun sentía, me recordaban que tenía un cuerpo físico.

Cuando mucho tiempo después conseguimos separarnos y me acerqué al ordenador para preguntarle a mi marido que le había parecido, ya estaba desconectado y solo quedaban sus últimas palabras antes de cerrar.

- ¡madre mía!... es lo mas grande que había presenciado en toda mi vida… que gozada tan enorme…

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