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Como pasé del sexo virtual al real (y 18)

en Hetero: Infidelidad

COMO PASÉ DEL SEXO VIRTUAL AL REAL - 18

De nuevo Juan Luis

Aquella noche me salió una llamada en el Chat cuyo nick me sonaba. Debía ser algún antiguo contertulio, de los que a veces cortan y reaparecen al cabo del tiempo.

- hola bonita, ¿Qué tal?

- bien y tú. ¿Quién eres?

- no te acuerdas.

- no

- enciende la webcam, te quitas un poco de ropita y luego te digo quien soy.

Bueno, le hice caso. Muchas veces empezaba así mis juegos con alguno de ellos y charlábamos durante horas de temas eróticos. Me siguió pidiendo cosas y dándome coba, hasta que me quedé en bragas.

- quítatelas

- no, hasta que no me digas quien eres.

Apareció su imagen. Su cuerpo desnudo y su enorme herramienta en erección no me decían nada. Fue subiendo y apareció su cara.

- ¡Juan Luis! Te dije que me dejaras en paz. ¡No quiero saber nada de ti! Ahora mismo cierro.

- no seas ingrata, he hecho realidad casi todas tus fantasías. Te he puesto en contacto con gente maravillosa y bien cachonda. Deberías estarme agradecida.

- no se qué has seguido haciendo para complacerme ni quiero saberlo, adiós de una vez.

- dime con quien estas mas comprometida ahora. A lo mejor te puedo ayudar.

- no puedes y me alegro. Esta muy lejos de tu alcance. Vive en Méjico y es una chica joven e inocente.

- dame su dirección.

- no, déjala en paz

- si esta muy lejos de mi alcance, que mas te da. Déjame intentarlo. No pierdes nada y puedes ganar mucho.

Acabó por convencerme. Le di su dirección y esperé con fe que no consiguiera nada. Parecía que eso era al fin, pues durante mas de un mes todo iba normal y no volví a conectar con él, pero una tarde recibí un mail de Karla que me convenció que la mano de mi antiguo y primer hombre después de mi marido, estaba detrás de todo.

- que feliz estoy. Contesté unas preguntas de una encuesta y me ha correspondido en el sorteo una estancia de siete días para viajar a Madrid, con todo pagado y visitar los alrededores. Con un acompañante. ¿Quieres ser tú?

- ¿Quién te hizo la encuesta?

- una agencia, por Internet.

- ¿y que tenias que contestar?

- cosas de España. Todo eso que te pregunté el otro día, ¿te acuerdas? Tú te sabías todas las respuestas, me ayudaste mucho.

O sea que encima yo había colaborado. Bueno, daba igual, estaba segura que cualquiera que hubieran sido las preguntas le habría tocado el viaje. Acepté ser su acompañante, ¿Qué otra cosa podía hacer? Solo esperaba que ahí acabase la intervención de Juan Luis.

El día que llegó, alguien puso a mi disposición un vehículo con chofer para recogerme y llevarme al aeropuerto. Me avisaron que fuese ya con la maleta, porque desde allí iríamos al hotel.

Karla, al natural, era preciosa. La reconocí en cuanto salio por la puerta, con un vestido cortito y alegre, sus piernas al aire y unos ojos brillantes que destacaban en su radiante cara, a pesar de la fatiga y el cansancio del viaje.

Nos habíamos dicho muchas tonterías por el Chat, palabras de amor, promesas y deseos que pensábamos, o por lo menos yo, que nunca se harían realidad y acaso por eso exageré algo la nota y elevé el tono de nuestras charlas para darles mas calor, mas fuego, mas erotismo, en la confianza de que la distancia haría imposible realizar todo lo que nos decíamos. Pero ahora… ella estaba aquí. Estaba en carne y hueso. Bueno, lo de hueso se suponía, pero lo de carne era evidente.

Su cuerpo rotundo y firme, las curvas increíbles de una chica de diecinueve años, una mujer en todos los aspectos y que de niña solo tenia la espontaneidad y algo de su mentalidad recordaba su corta edad, pero de cuerpo era una tentación y el abrazo que me dio al verme y el calor de su alegría, espontánea y sincera, empezaron a excitar mi imaginación nada mas tocarla.

La ayudé a deshacer la maleta y luego ella me ayudó a mí, admirando mi ropa interior, mis breves y delicados conjuntos. Todo le asombraba y le sorprendía.

- es que mi ropa me la compra mi mamá. Ella decide lo que me pongo cada día.

- estarás cansada. ¿Quieres ducharte y luego salimos a pasear un rato por la calle?

- si te duchas tu conmigo, si

¿Qué iba a hacer? Me desnudé y, sentada en la cama, esperé que ella hiciera lo mismo. La ducha fue un anticipo de lo que vino después, en el lecho. Nos enjabonamos, nos frotamos con las manos, nos besamos, y casi sin secarnos caímos entre las sabanas para seguir tocándonos con ansia.

Yo había empezado un poco por complacerla, pero me vi de pronto arrastrada por un fuego y una voluptuosidad que nunca creí pudiera alcanzar con una mujer. Ella había pensado tantas veces en este encuentro que quería experimentar de golpe todo lo que había imaginado en sus noches sola, al otro lado del mundo.

Con nuestras manos acariciando cada una el vientre de la otra y los dedos jugando en el interior, perfectamente conscientes de donde y como había que hacerlo para llegar juntas al placer, hacíamos realidad la escena con la que habíamos soñado y hablado tantas y tantas noches.

Era pronto. Descansábamos un poco después del orgasmo, tendidas en la cama y nuestros cuerpos desnudos y su cercanía, invitaban a la intimidad.

- ¿eres virgen, Karla?

- no

- ¿tienes novio en tu pueblo?

- no, aun no. Tengo muchos pretendientes, pero ninguno en serio. Lo hice con mi hermano.

- ¿con tu hermano? Y eso?

- es un poco mayor que yo. Siempre me ha cuidado y protegido y pasábamos tanto tiempo solos en casa…

- ya. Bueno, no se… ¿y te gustó?

- si, es muy cariñoso. Me lo hizo muy bien y con mucho cuidado todas las veces.

- ¿nos arreglamos y nos vamos a ver tiendas?

No sabía que decirle y me azaraba esa conversación y sus confidencias incestuosas. Para mí era algo extraño y raro ese tipo de relaciones y me sentía como si hurgase en algo muy intimo, pero también sucio y escabroso, a pesar de la naturalidad con que ella me estaba contando todos los detalles.

Había para escribir muchas páginas con lo que ella me iba narrando y seguía su descripción con los primeros juegos eróticos con su primo y el descubrimiento de un sexo infantil en un clima rural y aislado, en el que debía ser muy habitual este tipo de sucesos.

Seguía contándome mientras nos arreglábamos y la maquillaba y adornaba para salir a la calle, aunque apenas necesitaba nada para estar preciosa, increíblemente resplandeciente, pero era un poco como jugar con una muñeca, como cuando era pequeña. Ella se dejaba hacer y también me permitió que le pusiera unas bragas y un sujetador míos, pequeñitos y provocadores, para que también se sintiera guapa por dentro.

Se miraba y se remiraba en el espejo antes de vestirse. Quería salir inmediatamente y comprarse ropa bonita como esa, para llevarse a casa y yo era feliz de verla a ella tan contenta y entusiasmada con todo lo que iba descubriendo.

Los cambios de ropa en los probadores de las tiendas eran para mí un tormento. No le importaba desnudarse por completo ante mí y mas de una vez salía a medio vestir para preguntarme algo, para disfrute visual de nuestro chofer-acompañante-guía, que no perdía detalle.

Así pasó toda la semana, de visitas, compras y grandes atenciones por parte del acompañante que se ocupaba de todo y siempre le parecía bien todo lo que se nos ocurría.

Solíamos pasar muchas noches hablando en la habitación de la una o de la otra. Algunas nos dormíamos sin darnos cuenta, juntas en la misma cama y amanecíamos en igual postura con la que nos habíamos quedado dormidas unas horas antes.

La última noche cenamos los cuatro, nosotras y los gerentes del programa, o sea el chofer y Juan Luis. Yo tuve un poco de prevención al principio, pero la verdad es que todo fue bien y él se comportó divinamente, sin intentar, ni siquiera insinuar, nada en ningún momento.

Al acabar, se despidió brevemente de nosotras y solo indicó al guía que subiese todas las compras del día a la habitación de Karla y la ayudase con las bolsas.

Justo antes de acostarme, llamaron a la puerta. Me puse una camisa por encima y salí a abrir. Era Juan Luis, con una botella de champán en la mano. No le dejé entrar.

    

- escucha. Ha estado todo muy bien, ha sido perfecto. No lo estropees ahora. No quiero nada contigo.

- no, no te preocupes, no pretendo nada, ni siquiera entrar. Venía a dejarte esto solo.

- pues dámela y vete.

- si, tranquila, me voy. ¿Tienes Internet en la habitación, verdad?

- si. Lo he usado un par de veces para hablar con mi marido.

- enciéndelo un momento, por favor. Te enseño una cosa y te dejo sola.

Entró, dejó la botella y encendió el portátil. Colocó la cámara, los micros, pulsó unas teclas y apareció… la habitación de Carla. Se estaba probando la ropa interior que habíamos comprado esa tarde y hacia poses para admirarse. Juan Luis estaba discretamente apartado y no veía lo que pasaba por la pantalla.

De pronto apareció un hombre y la besó, colocando las manos sobre su trasero y atrayéndola hacia él. Era el chofer y ella parecía encantada con lo que la estaba haciendo.

La cámara dejaba ver toda la habitación, y me permitió observar como la acababa de desnudar y como la conducía a la cama, iniciando los preliminares del acto sexual en aquella mujer ardiente y sensual y cuyo cuerpo voluptuoso, respondía exageradamente a las caricias del hombre.

Saqué la mano húmeda de debajo de mi camisa para aceptar la copa de champán helado que me ofrecía y me la bebí de un trago. Estaba ardiendo por dentro y por fuera. Saboreé lentamente la segunda, sin quitar la vista de la pantalla y casi agradecí aquella mano que se prestó voluntaria para sustituir a la mía, en mi chochito encharcado.

en la cama, casi mirándome, y el hombre se colocaba detrás y después de manipular un poco, la agarraba por las caderas. Supe que se la acababa de introducir al ver su cara de asombro y luego de dicha, el rostro alzado, los ojos semicerrados y la boca entreabierta.

Me levanté a servirme otra copa, mientras mi camisa caía al suelo. No me importó que mi silla estuviera ocupada y que al sentarme unas manos sujetaran mi culo para colocarlo sobre aquel rígido miembro. Yo misma ayudé, abriendo mis labios, a que lo enterrase todo en mi interior.

Sentí el movimiento de Juan Luis en mi vagina y el de Karla en la pantalla del ordenador, y sentí su orgasmo cuando ella agachó la cabeza, retorciéndose sobre la cama y vi la cara tensa de su acompañante y presentí la de Juan Luis en la misma actitud cuando se descargó dentro de mí.

Y antes de caer rendida y apoyar mi cabeza sobre la mesita del ordenador, todavía pude ver la enorme sonrisa en la cara de ella y el beso que me enviaba a través de la cámara y por el que supe que ella también me había estado viendo a mí…

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