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Manuela y su complaciente marido (2)

en Hetero: Infidelidad

Sigo con la publicación de antiguos cuentos, encontrados en viejas revistas. Estos son los últimos, del maestro Dick Pickering, como final de fiesta. No tengo mas, y es una pena que nadie se haya animado a buscar alguno perdido, para esos lectores nostálgicos, que todavía los hay, que añoramos la calidad y el fino humor de aquellos tiempos.

* * * * * * * * *

Apenas se hicieron las tinieblas, la mano del joven barbudo, muy dueña de si misma… y del coño de Manuela, volvió a las andadas, haciendo esfuerzos denodados por quitarle las bragas. Era una tontería porque le hubieran quedado a medio muslo, imposibilitándola para abrir las piernas tanto como ahora. Así que se las dejó enrolladas, hechas un guiñapito, a la altura de las ingles, decidiendo atacarla desde el norte.

Dijo el joven barbudo, que tenía pelos en la barba, pero no en la lengua:

- Saca más el culo del asiento, que no puedo tocártelo bien.

La estaba poniendo a cien, a mil, a diez mil.

Lo sacó.

- Abre más las piernas

Imposible, las tenía separadas de par en par.

- Quiero follarte.

Eso estaba clarísimo.

- Dime, como y cuando podemos vernos.

Eso si que no, no pensaba decir ni mú.

- Me encanta tu coño…

Alfredo, que lo estaba viendo y oyendo todo, le preguntaba, ansioso:

- Te está haciendo algo?

- Si

- El que?

- Luego te lo digo.

- Te molesta?

- No

- Te gusta?

- Si

- Lo estas pasando bien?

- Siii…

En ese momento, el joven barbudo cogió la mano de Manuela y se la puso debajo de su chaqueta. Ésta estaba impaciente por tocársela a su joven acompañante, que en ese momento la estaba masturbando descaradamente. Seguro que se movía toda la fila. Seguro que Alfredo se estaba dando cuenta. Pero ahora su vecino y compinche paró un momento la otra mano, sin duda para que saborease mejor del aterrizaje de la suya sobre la bragueta.

También el había abierto mucho las piernas y ahora le extendió la mano entera sobre la pretina. La tenía doblada – como una serpiente pitón – pensó ella y muy dura y muy tensa. Le hizo desabrocharle la cremallera, los botones superiores del pantalón y el cinturón, dejando el peludo vientre a su disposición por unos momentos. Luego, le puso la mano otra vez, por encima del miembro, ahora por encima de los calzoncillos... y en seguida le obligó a meter un dedo por la abertura lateral. Que dura y calentita la tenía. Que grande y hermosa.

No pudo más y liberándose de la mano carcelera introdujo, ya de motu propio, la suya en aquel nido y se la agarró, toda frenética. Pugnó por sacársela, pero estaba aprisionada entre las telas, como un duro resorte, y no lo conseguía. Pensó que no se la había tocado nunca a su marido – aunque parecía claro que ésta poseía un calibre superior -. Como no podía extraérsela por el lado, le bajó el calzoncillo y al final consiguió apoderarse de ella, ya toda enhiesta y liberada. Que maravilla, le tocaba ahora a ella extasiarse con el vello y le encantaron los bordes del capullo. Luego le agarró los huevos. Sentía que giraban igual que dos planetas, quizá satélites, en el hueco de su mano febril…

Y empezó a masturbarle.

Así pasaron mucho rato y cada vez que se aproximaba el orgasmo de uno o de otro, se paraban como de mutuo acuerdo. Estaban hechos unos artistas…

Alfredo la seguía besando, cariñosísimo y se puso a tocarle las tetas. Estaba muy caliente. Le levantó el jersey. Le levantó el sujetador y saltaron los senos a la palestra. El otro se las debía estar viendo, claro y… pero ya…

Manuela sintió que se corría sin remedio y masturbó frenéticamente a su amigo, que, ésta vez, tampoco pudo contenerse. Mientras se moría en un terrible orgasmo, tratando de acallar los aullidos que le salían de dentro, notó ella como explotaba bajo su mano el capullo aquel, como la empapaba el viscoso y cálido liquido, como salía a borbotones…

Se siguieron masturbando, por la pura inercia y el puro gozo de lo que había pasado, algún rato después de finalizar el orgasmo, hasta que por fin extrajeron las pringosísimas manos de los respectivos regazos. Parece que, entonces, el joven tuvo conciencia de la enormidad que allí había pasado, del escándalo del marido y se marchó.

Iba Manuela a abrocharse la falda, cuando Alfredo se fingió sorprendido:

- Manuela, tienes desabrochada la falda.

- Manuela, tienes bajadas las bragas

- Manuela tienes el chocho al aire

- Manuela, estas mojadísima

Salieron a toda prisa del cine. En el taxi, el taxista le tuvo que decir a Alfredo que se reportara. Llegaron a su casa. Manuela quiso lavarse.

- Lavarse, que bobada.

Manuela iba a pagar las luces para desnudarse, como hasta entonces había tenido por costumbre, pero su marido, muy seguro de si mismo le dijo que no, al contrario encendió todas las luces de la habitación.

- Quiero verte bien.

- Debo oler mal, muy guarro

- Claro con tanto meneo…

Le fue bajando las bragas, despacito, y cuando ya estaban rendidas, en los tobillos, empezó a asestarle cariñosos lengüetazos en la raja.

- Túmbate

Lo hizo.

- Abre mucho las piernas

Obedeció.

- Hasta que no puedas más.

Se lo mamó como si fuera un hambriento niño del tercer mundo y aquel un almacén con las natillas más ricas del orbe. Luego se desnudó y Manuela no se la había visto nunca tan grande y tan hermosa. Bueno, la realidad es que no se la había visto nunca.

- Chúpamela tú a mí.

Este parecía otro Alfredo, otro hombre.

Se apoderó de ella, golosa e hicieron un impecable sesenta y nueve. Alfredo estaba tan frenético que se puso a moverse como si la estuviera follando y casi acaba con ella, pues la puso cinco o seis veces al borde la asfixia.

Manuela estaba otra vez a punto de correrse. Se atrevió a decir:

- Métemela.

- Ponte boca abajo

- El culo en pompa

- Baja más la cabeza.

Fue el mejor casquete de su vida matrimonial, con una enorme diferencia y se corrieron al unísono, quedándose luego dormidos como troncos.

No haría mucho que se había dormido cuando notó la mano de Alfredo en sus orificios. Empezó a hablarle con la voz más entrecortada que nunca:

- Cuéntamelo

- El que?

- Todo

- Que es todo?

- Lo del cine, mujer.

- Pues si ya te le he dicho..

- No, pero ahora la verdad.

- Bueno, pues me puso la mano en la rodilla ...

- Y luego?

- Luego la subió por el muslo.

- Y te hizo abrir las piernas, no?

- Si.

- Después?

- Nada.

- Si.

- Se puso a tocarme por encima de la falda.

- El que?

- Pues el vientre

- Y... Que más?

- Lo que su sabes.

- Pero… dilo

- El chocho

- Y... te daba gusto?

- Si.

- Tenias ganas de que te lo tocara por debajo de las bragas?

- Si.

- Que hizo después?

- Me acarició el ombligo… Ya encima de la carne y empezó a meterme mano por debajo de la falda.

- Y entonces te desabrochaste?

- Y luego?

- Luego me empezó a tocar por encima de las bragas

- Que decente

- Es verdad

- Y...?

- Bueno, me sobó todo lo que quiso por encima…

- Y tu estabas con las piernas bien abiertas, no?

- Si

- Tenías ganas de que te metiera mano en el coño?

- Si

- Y te la metió?

- Si

- Bien?

- Si

- Te tocó el culo?

- Si...

- Y después del descanso?

- Me dijo que sacara el culo del asiento para tocármelo bien.

- Y lo sacaste

- Si

- Y te lo tocó bien?

- Si

- Que más te dijo?

- Que quería follarme

- Te hubiera gustado que te follara?

- Quien?

- El del cine

- Si

- Oye Manuela, y tu te corriste?

- Si

- Oye Manuela, y tu se la tocaste a él ?

- Si

- Te gustó?

- Si

- Como fue?

- Me cogió la mano y me la puso encima de la bragueta.

- Y después?

- Me hizo acariciarla por encima del pantalón.

- Gorda?

- Si

- Dura?

- Si

- Y luego?

- Me hizo abrirle la cremallera.

- Siempre dices me hizo, tu no hiciste nada?

- Hasta entonces, no.

- Y desde entonces?

- Si

- Tenia muchos pelos?

- Si

- Le tocaste los huevos?

- Si

- La tenía más gorda que yo ?

- Si

- Y más grande?

- Si

- Te apetecía chupársela?

- Si

- Te apetecía que te la metiera?

- Si

- Se la meneaste?

- Si

- Te pondría perdida de leche, no?

- Si, Síiíí. Ay, ay ay, ay

Volvieron a correrse los dos juntos y fue el orgasmo más horrísono de todos, ya ven lo que son las cosas. Luego se quedaron dormidos como dos querubines. En la habitación olía a coño que apestaba.

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