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Aventura de verano (8)

en Hetero: Infidelidad

OTRA AVENTURA EN VERANO 8

CHALET

Al regreso de las pequeñas vacaciones en la playa, nos fuimos todos a la casita de la sierra y mi marido regresó el domingo por la noche para estar en el trabajo el lunes, hasta el viernes por la tarde, y nos quedamos solos mi hijo y yo.

Nos levantábamos tarde y después de arreglar un poco la casa, íbamos a la piscina, él a nadar y tirarse, salpicando a todos los lados, y yo a tomar el sol. Normalmente me quitaba la parte de arriba del bikini, mi hijo está acostumbrado a verme así, pero a veces venían los nietos del vecino a jugar con él y me lo tenía que volver a poner. Me daba tiempo de sobra para vestirme mientras los chicos subían, había 50 ó 60 metros de cuesta desde la puerta de la calle hasta casa.

Cuando mi hijo iba a su piscina a pasar la mañana, me quitaba todo, para que no se me notaran las marcas del bikini y al regresar, si venía acompañado, tocaba el timbre de la bici para avisarme desde la puerta. Por las

tardes mi hijo se quedaba viendo la tele o leyendo, hasta la hora de merendar y entonces también me quitaba el bikini.

Prefería hacerlo así, ya que, aunque me había visto desnuda mas de una vez, prefería hacerlo cuando él no estaba delante.

Una tarde, cuando estaba colocando la toalla en la tumbona, me pareció ver movimiento en la parte exterior, así que me demoré un poco en quitarme el sujetador y cogí una revista para disimular y poder observar si había alguien mirando.

Efectivamente, al cabo de un rato pude ver a los dos chicos de al lado, detrás de unas piedras, intentando verme las tetas, aunque a la distancia que estaban poco podían apreciar. Cuando me pareció que se iban, esperé un poco y me quité lo de abajo. Así estuvimos varios días, aunque pienso que no se iban cuando yo pensaba, porque una vez, estando desnuda, me levanté para refrescarme y les vi claramente detrás de las piedras, intentando esconderse.

No me iba a pasar todas las tardes pendiente de unos críos, el mayor tenía doce años, así que dejé de preocuparme y todos los días me desnudaba nada mas llegar.

Creo que mi marido también se dio cuenta uno de los fines de semana que vino, porque me preguntó si sabía que teníamos espectadores. Me hice un poco la sorprendida y le expliqué quien opinaba que eran, los crios tenían más curiosidad que malicia.

Un día que me pareció no verlos en su sitio habitual, les oigo de pronto a mi lado:

- hola, venimos a despedirnos, nos vamos mañana

- pasar a casa, está dentro viendo la tele.

Me tuve que poner boca abajo, porque le echaron mucho cuento colocando las bicis junto a la valla de la piscina y no pensaba levantarme para darles un beso de despedida.

Mi hijo, sin los vecinos, empezó a aburrirse y me pidió que le llevara con los abuelos unos días, para ver a sus amigos de allí. Me pareció que podía estar con ellos en lo que quedaba de mes, así que lo hice y después estuve unos días con mi marido y arreglando un poco la casa y el jueves nos fuimos los dos al chalet, porque él se iba de viaje esa semana.

El viernes, antes de irse, pasamos los dos a saludar a los vecinos. Tienen cerca de sesenta años; ella es del lugar y se notaba muy de pueblo, pero él, Pablo, es muy sociable y hablador, le gustaba ejercer de anfitrión. Tiene una bodega con varias tinajas de barro, se hace su propio vino y siempre que íbamos a verle volvíamos cargados de botellas.

Mi marido dice que todas las veces que le visitaba intentaba emborracharle. Cuando mi marido se fue, le dijo que no se preocupase, que cuidarían de mí.

El sábado por la tarde, cuando ya abandonaba la piscina oí bastante movimiento y jaleo al lado. Solían hacer fiestas con bastante gente, amigos del pueblo y de su peña, demasiado estruendosas y hasta casi de madrugada.

Me llamó por teléfono para que bajara a tomar algo con ellos y pasar un rato y aunque le dije cien veces que no, al final tuve que ir.

Había 15 ó 20 personas, pero iban apareciendo mas. Llegamos a juntarnos cerca de cuarenta y circulaba el vino como si fuera agua. Yo cogí un vaso y me senté donde la vecina y otras señoras, porque no conocía a nadie. Intenté no beber mucho, pero Pablo estaba todo el tiempo con la jarra en la mano, de un lado para otro, persiguiendo vasos vacíos.

Cuando le dije que prefería sangría o un refresco porque hacía demasiado calor, todas las señoras del corro me dieron la razón y empezaron a hablar del tiempo, pero él las interrumpió diciendo que si teníamos calor, lo que lo que teníamos que hacer era quedarnos en braguitas.

- si, que mas quisieras vernos en bragas a todas. Además a nuestra edad no vale la pena.

- si acaso a tu vecina o a fulanita – dijo una de ellas, a la que, efectivamente, no creo que fuese muy agradable verla de esa manera.

- a la vecina la veo en bragas todos los días en la piscina, animaros alguna otra.

Era una tontería y un farol. Desde su casa no se veía mi piscina, y encima, si de verdad me hubiera visto, habría sido con bastante menos ropa.

Uno de los hombres que estaba a su lado va y dice entonces:

- en realidad no hace falta ir a su piscina para verle las bragas, de hecho…

Y se agachó un pelin, ladeando la cabeza hacia mi falda abierta. Otros dos o tres hombres que estaban cerca hicieron lo mismo, hasta que un rato después me di cuenta de qué iba la cosa y cerré las piernas, estirando como pude la falda, tal vez demasiado corta.

Acabó la broma y continuamos con nuestros temas, aunque de vez en cuando descubría alguno con su mirada entre mis piernas, que no podía estar tapando toda la noche.

Eran mas de la doce cuando me acerqué a mi vecino para despedirme y pedirle una linterna, porque me daba miedo volver por el camino de tierra y sin luz hasta mi casa. Estaba hablando con dos hombres y me entretuvo un poco porque yo le había comentado que quería hacer algunas chapuzas en casa y ellos eran albañiles. Les conté más o menos lo que quería hacer y se comprometieron a venir a verlo entre semana, cuando tuvieran un rato.

Cuando volvió Pablo con la linterna, ellos dijeron que ya se iban también, pero que antes me acompañarían a casa, por si salía algún bicho. Me notaba algo mareada y la verdad es que también algo asustada, nunca había ido por ese camino de noche y todo era monte alrededor, de modo que acepté reconocida.

Son casi 100 metros hasta mi casa, de forma que agradecí mucho ir acompañada, y no estuve tranquila hasta que abrí la puerta de casa y encendí una luz en la terraza. Esperaron fuera mientras yo encendía alguna luz en el interior y luego salí a despedirme y darle las gracias.

Estaban sentados, admirando la vista nocturna. Era una noche ardiente, pero preciosa: las luces del pueblo se veían abajo y, abarcando casi todo el horizonte, las de Madrid y los pueblos de alrededor.

Comentaron la paz del lugar y lo bien que se estaba allí sentados, disfrutando del silencio.

Como parecía que no se querían ir, les ofrecí una bebida. Saqué unas cervezas y me senté en otra silla a su lado, y nos quedamos mirando los tres, sin hablar y así me quedé dormida.

Tuve un sueño erótico, en el que mi marido iniciaba los preliminares para una buena sesión de sexo. Pero era demasiado real y desperté sobresaltada al sentir unas manos introduciéndose en mi rajita, por debajo de mis bragas, mientras alguien me había remangado la camiseta y chupaba y mordisqueaba mis tetas.

- pero que hacéis. No, por favor…

- solo un ratito, es que estas muy buena…

No me hicieron caso y me acabaron de quitar la camiseta y las bragas. Pasaban de arriba debajo de mi cuerpo y, en una de esas, uno se bajó los pantalones y se acercó a mi, con el miembro rígido y dispuesto. Como no estaba mi marido, no tomaba precauciones y se lo dije, cerrando las piernas.

Se permitieron el lujo de chorrearme por mi falta de previsión, pero me tranquilizaron que no se correrían en mi interior, abriéndome las piernas, mientras el otro me sujetaba por detrás, agarrado a mis tetas. Fue

entrando poco a poco, así que me recosté hacia atrás y me dispuse a disfrutarlo.

El otro me soltó cuando vio que ya la tenía dentro, acercó su pene a mi cara y se lo chupé un poco hasta que se la puse dura, luego lo agarré con la mano y me dedique a masturbarlo. No tenía yo el cuerpo para muchas juergas y pensé que lo mejor era acabar cuanto antes.

Según se la movía, iba engordando, acabando por coger un grosor considerable, aunque era mas corta que otras que había tenido antes en mis manos.

No aguantó mucho mis manejos y empezó a escupir y soltar chorros por mi cara y mi pecho. El otro se contagió al verlo, la sacó precipitadamente, y acabó por ensuciarme el resto del cuerpo.

Mientras se ponían los pantalones me volvieron a chorrear por mi falta de previsión, diciéndome que me había perdido la noche de mi vida, y que había que estar siempre dispuesto que nunca se sabe lo que puede pasar. No creo que hubieran podido hacer más de lo que hicieron, porque si yo estaba bebida, ellos, aunque se les notase menos, estaban algo peor.

Entré y cerré la puerta, antes de irme a dormir. Durante la noche me sorprendí pensando en que podía haber estado bien si llegan a estar mas serenos y hubiéramos tenido oportunidad de hacerlo adecuadamente. Estaban bien armados y aunque olían muy mal, les podía obligar a lavarse un poco antes de empezar.

A lo mejor tenían razón y debía de estar siempre preparada, al fin y al cabo, después de lo sucedido el mes anterior en la playa, la sensación de engañar a mi marido no era apenas perceptible en mi conciencia, en la poca conciencia que todavía me quedaba.

Volvieron el jueves, supongo que pensando en rematar la faena, porque capté su cara de decepción cuando se encontraron con mi marido que al regreso del viaje se había tomado ese día libre.

Les dijimos lo que queríamos y acordamos el precio. En dos o tres días, después del trabajo, lo harían, y además quedaron muy bien diciendo que intentarían venir el sábado, aprovechando que estaría él, y si no, el lunes sin falta. Mi marido picó, diciéndoles que podían venir cuando quisieran porque entre semana estaría yo, aunque él se fuera el domingo.

No hace falta decir que el sábado no aparecieron, pero si el lunes, a media tarde. El martes volvieron a la misma hora y lo dejaron casi acabado.

Ese horario me venia muy bien, porque podía tomar el sol todo el día y estar arreglada cuando llegaran, por eso cuando el miércoles aparecieron después de comer, me pillaron en la piscina totalmente en pelotas; apenas me dio tiempo para ponerme las bragas y una camiseta mientras aparcaban la furgoneta y sacaban las herramientas de trabajo.

En media hora remataron lo que les faltaba mientras yo tenía que estar medio vestida a su lado, por si necesitaban algo.

Pensándolo bien, no estaba obligada a quedarme allí y podía haber entrado en casa a vestirme. Realmente casi me estaba exhibiendo, como animándoles a que acabaran lo que iniciaron tres días antes.

 

Incluso las prendas que ese día me había llevado a la piscina parecían escogidas a propósito: la camiseta, cortita, me llegaba un poco por debajo del pecho, dejando mi tripa al aire y las bragas eran, de un tejido fino, en color claro y totalmente transparentes.

Según le estaba pagando al mayor, el más joven me preguntó si podía ducharse en la piscina, habían venido nada mas acabar el trabajo y no les dio tiempo para asearse en casa. Se lo concedí, claro, y el se fue para allá.

El jefe guardó el dinero y después de recoger las herramientas, se desnudó, sin importarle que estuviera yo delante, y se fue también a la ducha.

Ese día yo había tomado precauciones y sabía a lo que venían cuando se desnudaron del todo para ducharse, así que me tumbé en la hamaca y esperé a que acabasen.

El chico, sin secarse, se acercó a mí y empezó a acariciarme por encima de la ropa, mientras el otro se enjabonaba debajo del agua. Cuando terminó y se acercó a mí, me levanté y me quité la camiseta y las bragas y me quedé quieta, esperando de nuevo.

Se quedaron un poco cortados, aunque les duró poco. Enseguida se echaron sobre mí y empezaron a manosearme. Verme allí, desnuda a la luz del día, les puso a tono muy rápido y pronto me tumbaron en la hamaca.

Sin preocuparse de si yo estaba dispuesta, el mayor me abrió bien las piernas, sin dudarlo, y de golpe la metió y rápidamente comenzó un mete y saca violento, golpeando sus muslos contra mi culo, moviendo todo mi cuerpo con sus empujones.

Debía de salir humo porque yo me sentía arder. Noté los primeros brotes de placer, pero no me podía concentrar, porque estaba más pendiente de no caerme al suelo que de otra cosa. Al final se salió y me lo echó todo por encima, mientras la sujetaba con la mano, respirando fuerte y agitándose.

Mientras se sentaba en le borde de la piscina para coger aire, el otro me dio la vuelta para no mancharse y la dirigió decidido hacia mi entrada, antes de que se enfriara. Me agarró el culo con una mano, y con la otra me abrió un poco para apuntar mejor, luego fue empujando despacio, sintiendo como entraba, hasta que quedó pegado a mi culo.

Entonces fue moviéndola poco a poco, apreciando con su pene cada parte de mi interior como si fuera un pincel, explorando y jugando dentro.

Pasaba sus manos por mi culo, me apretaba contra él y cogía mi cintura estrecha, resbalando sus manos hacia atrás para abarcar toda la redondez de mi trasero. Era delicado y me gustaba, notaba en las paredes de mi vagina el roce de su pene; me daban escalofríos y temblores a pequeños intervalos. Pensaba que con lo rápido que fue el otro a lo mejor con este conseguía algo mas que un polvo rápido y mal echado.

Siguió así un buen rato, hasta que de pronto empezó a bufar y se recostó sobre mi espalda para cogerme con fuerza las tetas. Fue acelerando el movimiento dentro de mí y me estaba notando como me iba volviendo loca de placer.

Apretó mis pezones y empujó mas fuerte hacia dentro, chocando con mi culo en golpes secos que se fueron espaciando, poco a poco, hasta que sintió como me vino el orgasmo, que me duró hasta que él se salió, igual que el otro, y me cubrió el culo y la espalda con su semen.

Permanecí tumbada unos minutos, en los que sentía resbalar por mi cuerpo goterones espesos y mi barriga pringosa sobre la toalla.

No había estado mal, aunque yo esperaba que hubiera durado mas. Apenas conseguí sentir al segundo y enseguida se salió. Pensando que está vez tomé mis pastillas y había preparado la caja de condones a mano, la verdad es que me supo a poco.

Ellos estaban nadando dentro de la piscina, se lavaban sus partes y reían, ignorando que yo estaba allí fuera viéndolos, como si fuera algún adorno. Lo mejor era quitarse toda la porquería, que ya se estaba

secando, y meterme dentro de casa a vestirme.

Me levanté y en la ducha de la piscina me lo fui quitando; estaba pringosa y sudando y me tuve que restregar un buen rato para sentirme limpia.

Les vi mirando hacia mí, como me frotaba el pecho y el vientre y mi piel brillaba, mojada por el agua de la ducha mientras recibía los rayos del sol. Metí la mano por abajo, para restregarme y refrescarme donde ellos estuvieron un momento antes, todavía estaba un poco sensible y preferí no tocarme demasiado para no darles un espectáculo.

Al acabar me fui hacia la casa, a por una toalla nueva. Estaba secándome en el salón y aparecen los dos, desnudos y mirando mi cuerpo, otra vez con ganas.

- bueno, señora, va usted a quedarse bien satisfecha con nuestro trabajo; ya lo verá.

- ¿pero es que no han tenido suficiente? Yo estoy cansada, váyanse.

- Que dice… lo de antes ha sido un precalentamiento, para ir conociéndonos.

- si señora, ya vera, ahora es cuando usted va a disfrutar de verdad…

Lo cierto es que si disfruté. Abrieron una caja de preservativos y cuando se fueron, cerca de dos horas mas tarde, no quedaba ni uno. Empezamos en el tresillo, me tumbaron y uno se dedicó a comerme la almejita mientras el otro me chupaba las tetas, intentado metérselas enteras en la boca.

Luego, por turnos, fueron introduciéndomela, para irse calentando y a mi me pusieron a tope, hasta que uno se quedó fijo y no se cambió hasta que se corrió.

Luego le tocó el turno al más viejo, que primero me chupó bien a fondo todo mi agujerito, metiendo bien la lengua por dentro y luego se tumbó y

me dijo que me tocaba chupar a mí.

No le hice caso y me senté encima de el, se la cogí con la mano y me la fui metiendo despacio, subiendo y bajando, sin dejarle que me agarrase con sus manos, ni se moviera como antes en la piscina, y fui yo la que se lo fue follando. Hasta que no sentí el orgasmo no le permití que me tocara.

El joven ya se había recuperado algo y me lo volvió a hacer, pero esta vez por delante, con mis piernas en su cintura. Duró mucho tiempo, le costaba recobrarse, de modo que yo volví a calentarme otra vez.

No creí que pudiera sentir deseo de nuevo, después de tres o cuatro orgasmos que ya había tenido esa tarde, pero así era. Como le veía cansado hice lo mismo que con el otro: le tumbé y me puse encima. Sentí un pequeño orgasmo y el debió correrse también, pero se desinfló en seguida: tuvo un par de espasmos y cayó sin fuerzas.

Estuvimos cinco o diez minutos, cada uno en un sillón, sin movernos, hasta que al fin me levanté, me enrollé la toalla y les largué fuera, para que se vistieran en la terraza, sin permitirles ni lavarse. Me puse un bikini y me fui a tomar el sol hasta que se hizo de noche.

Cuando llegó mi marido el viernes, como supuse que le gustaría un poco de picante, le dije que el último día me habían pillado desnuda en la piscina y les había dejado tocarme. Me hizo que le contara detalles, mientras tocaba mi cuerpo desnudo, tumbados ambos en la piscina. Mientras le relataba lo que se me iba ocurriendo, simulando con mis manos lo que pasó, no apartaba la

vista de mi cuerpo ni de mis gestos. Al acabar, me dijo que era imposible que no hubiera pasado nada más.

- bueno, les dejé que la metieran un poquito, pero enseguida les mandé a trabajar.

- ¿no lo intentaron ninguna otra vez?

- se acercaron a la piscina un par de veces, pero yo ya me había puesto el bikini.

- pues yo no me hubiera ido sin echarte un buen polvo.

- ya ves…se tuvieron que conformar con tocarme un poco las tetas antes de irse.

- me imagino que se irían bien calientes entonces, se follarían a la primera que encontraran por el camino.

- no te preocupes, la próxima obra que tengamos que hacer, ya procuraré que se vayan bien satisfechos.

- entonces me veo que los tenemos aquí todo el día haciendo arreglos.

Por la noche, después de una buena sesión de sexo, me salta, medio dormido:

- oye, explícame como es eso de meterla un poquito, no lo entiendo.

Creí que se había olvidado de ese detalle; la verdad es que no se lo supe explicar.

Antes de que acabase el mes tuve una visita sorpresa. Mi prima Ely se presentó con un par de amigos una mañana para quedarse (ella) toda la semana, y cuando fuéramos a recoger a mi hijo, la llevábamos de vuelta a casa.

Ellos querían irse antes de comer, pero mientras tomábamos un aperitivo en la terraza, les convencimos para que pasaran la tarde con nosotras y yo les ofrecí que se quedaran a dormir, había sitio de sobra, y se podían ir a la mañana siguiente temprano.

Se fueron a la piscina, mientras nosotras recogíamos todo y

 

preparábamos la comida.

Por la tarde nos tumbamos al sol los cuatro, nosotras en bikini y ellos en gayumbos porque no habían traído bañador. Nosotras aguantamos mucho al sol, pero ellos al rato se tiraron al agua a nadar un poco, mientras aprovechábamos para hablar de nuestras cosas.

Me anticipó que me tenía novedades muy interesantes, pero que ya me contaría cuando estuviéramos solas. Me tenía muerta de curiosidad y empezaba a sonsacarle cuando los dos de la piscina empezaron a armar follón y tirarnos agua, reclamándonos para que nos metiéramos con ellos. No tuvimos mas remedio que levantarnos y acercarnos al bordillo.

Bajo el agua, perfectamente transparente, se veían sus cuerpos totalmente desnudos. Para no mojarse los calzoncillos para el viaje, los habían dejado sobre la toalla.

Nos metimos y nadamos un rato, el agua estaba muy buena. Nos agarraban por debajo del agua y yo chillaba, porque nado muy deficientemente.

Después subimos sobre sus hombros para hacer peleas a caballo, pero yo lo pasaba muy mal, me agarraba a su cabeza, casi ahogándole, sin dejarle ver porque tenia miedo a caerme, hasta el punto que cuando se me soltó el lazo del bikini, o me lo soltó mi prima en el follón, me quedé con las tetas al aire; no fui capaz de soltarle para atármelo, pero en cuanto se puso a tiro, alargué una mano y le tiré de la lazada a ella.

Seguimos jugando un poco mas, pero a mi me rozaba en mi chochito la nuca pelada de mi montura y el espectáculo de nuestras tetas meneándose ante sus narices, se reflejaba en su erección bajo el agua.

Salimos del agua, principalmente por mí, que cada vez me daba mas miedo caerme y nos tumbamos al sol, ellos desnudos y nosotras ya sin sujetador.

Ellos hablaban de sus temas y de las vacaciones que empezaban, pero nosotras cuando no estamos solas hablamos mas bien poco, necesitamos intimidad, pero si observé sus miradas a los dos chicos, que estaban con total naturalidad en bolas, delante de nosotras.

Fuimos a casa a preparar algo de merienda y mientras cortábamos el pan y un poco de jamón, me dice Ely:

- sabes lo que me apetecería hacer ahora.

- no sigas que te temo

- efectivamente. ¿No te has fijado lo buenos que están? ¿Qué culitos…?

- tu si que no has perdido detalle

- toma, ni ellos. Tú tenias tanto miedo que no notabas como te agarraba por el culo en el agua y como te miraban las tetas.

- es que una está muy buena todavía.

- venga, que me dices. Lo intentamos. Que son dos días y luego...

- mira, no se. Tú empieza si quieres y yo veré si me decido mientras, si me da envidia.

- de acuerdo.

Aceptó el trato, ya me conocía. Hicimos un círculo sobre las toallas y

pinchamos algo y nos tomamos unas cervezas.

Al acabar, lo recogí todo y me llevé las latas para casa y a la nevera lo que había sobrado. Hablé con mi marido por teléfono para confirmarle que el fin de semana íbamos a por nuestro hijo y le comenté la visita de mi prima. Se alegró de que me acompañase unos días; luego volví a la piscina.

Debí de haber estado un buen rato al teléfono porque al llegar me encontré a Ely tumbada en una toalla, desnuda, y los dos chicos encima de ella.

Encontrármelos así me dio un poco de corte, pero al final eso fue lo que me decidió. Me quité el bikini y me senté en los escalones de la piscina.

Cuando Ely me vio allí, se separó de ellos y, acercándose a mí, me besó la cara y el pecho, cogiéndome con su mano. Al instante se acercaron ellos y la ayudaron, hasta que consiguieron que me fuera calentando lo suficiente para abrazarme a uno de ellos y restregarme contra él, juntando mi boca a la suya.

Estaba excitándome y deseaba sentir su pene contra mi cuerpo, me movía contra él, con una mano en su culo mientras me pegaba a su pecho. Me cogió en vilo y me colocó de rodillas sobre una de las hamacas.

Permanecí quieta, mirándole a los ojos, mientras crecía mi deseo y el suyo se hacia evidente con solo tenerme desnuda allí, frente a él, mientras mi pecho se agitaba esperando el siguiente paso.

Fue gateando hacia mí, poniendo su boca en mi pecho y besándome las puntas, hasta que quedaron rígidas y arrugadas. Le cogí de la cintura y el se acercó mas a mi para besarme la cara y los labios, poniendo sus manos en mis tetas y dejando que mis pezones sobresalieran entre sus dedos.

Yo sentía su pene contra mi vientre, apretando y buscando mi entrada y dirigí mis manos para guiarlo; él se irguió un poco para iniciar la penetración. Cogió su aparato con una mano, mientras yo abría con las mías todo lo que podía mi sexo, ansiosa por recibirle. La metió y dio inicio a un suave vaivén, controlándose y mirándome a la cara, estudiando mis expresiones para saber cuando acelerar y cuando frenar.

No se el tiempo que estuvimos así, sin dejarme tener un orgasmo, parando cuando me veía llegar y acelerando si advertía que me calmaba, y hasta que no oímos a los otros dos, desahogándose entre suspiros y gritos, se controló.

En ese momento, al ver la cara de mi prima, con los ojos semicerrados mirando hacia mí, no me pude contener y empecé a jadear y a moverme contra él. No se reprimió mas y con una corta serie de movimientos rápidos dentro de mi, nos vinimos los dos, un poco menos ruidosos, pero igualmente satisfechos.

Volví la cara hacia mi prima, que me sonreía y guiñaba un ojo, como diciendo - lo ves… - y quedamos los cuatro tumbados allí, al sol, en pelotas, sin ganas de levantarnos.

El que parecía dueño del coche, sin mirar a nadie, dijo en voz alta – nos vamos mañana – ninguno hicimos el menor comentario. Estaba claro que todos pensábamos que todavía no se podía acabar aquello.

Y así fue. Aquella noche cenamos en la terraza y estuvimos allí un rato sentados, hablando y mirando como se ponía el sol. Yo ya le había dicho a mi prima cual seria su habitación y parecía que todos esperaban que yo hablase o hiciese algo, así que me levanté, cogí de la mano al otro chico, por eso de probar de todo, y le conduje hasta mi dormitorio.

Él fue sacando mi camisa y me bajó las bragas, quitándose a continuación la camisa y el pantalón, que cayeron al suelo. Me tumbé en la cama, boca arriba, con las piernas abiertas, y el se tumbó a mi lado, empezando con las caricias sobre mi cuerpo y poniendo su boca contra la mía en un beso largísimo.

Nos colocamos de lado, frente a frente, para poder tocarnos mejor y yo sentía como su pene iba creciendo y excitándose. Me colocó encima de él y así lo hicimos, hasta acabar los dos, para luego quedar dormidos muy juntitos, sobre las sabanas.

Sonó su despertador, pero antes de levantarse se dedicó a darme besitos en la nuca y el cuello y pasando una mano por delante, metió dos dedos en mi sexo, buscando mi punto sensible. Me excitó de nuevo, aunque estaba medio dormida, y eché mi culo hacia atrás, buscando algo más que sus dedos, hasta que lo encontré.

Lo volvimos a hacer; con una mano en mi cadera y la otra en mi pecho se fue acercando a mí, metiendo su pene entre mis muslos. Levanté un poco mi pierna, dejando bien expuesto mi agujerito y traté de acercar su miembro a la entrada, húmeda por sus caricias y mi calentura.

Sentí acercarse su vientre a mi trasero y su pene se deslizó suavemente. Con la mano en mi cadera para evitar que se saliese al empujar, mantuvo el pene en movimientos cortos y rápidos muy dentro de mí.

Más que oírle golpear contra mi cuerpo, sentía los golpes contra el fondo de mi vagina. Me soltó las caderas y puso su mano en mi pubis, introduciendo un dedo hasta alcanzar el clítoris, hinchado y excitable, que masajeó para acelerar mi calentura.

Lo consiguió rápidamente y cuando empecé a estremecerme, presa de espasmos, agitándome y casi gritando, se corrió en mi interior, incapaz de aguantar más.

Esperó hasta que se desinfló algo y se salió de mí y luego se levantó a la ducha.

Cuando dejé de oír caer el agua me vestí con una camiseta y unas braguitas y me levanté a prepararles el desayuno. Se lo serví en la misma cocina, mientras yo me tomaba también una taza de café.

Me miraban bastante según hablábamos, y me daba un poco de vergüenza porque no sabia si era por mi pinta desaliñada y el pelo algo revuelto, me tuve que poner unas horquillas para sujetarlo, o porque mis bragas eran demasiado pequeñas.

Dijeron que volverían algún día a hacernos una visita y yo les di mi número de teléfono, aunque les advertí que no iban a tener todos los días un recibimiento como el de ayer.

Se despidieron de mi muy afectuosamente, y cordialmente replicaron que si me refería al desayuno, era una pena porque era el mejor que habían probado nunca.

Nos dimos unos besos cuando se subieron al coche y yo me volví a acostar otro rato.

Ely se levantó primero y se vino a mi cama, metiéndose un rato conmigo hasta que me fui despertando. Nos levantamos y recogimos la ropa de las camas, para lavarla y luego de desayunar nos fuimos a la piscina.

Allí, tomando el sol, me contó que se casaba en otoño, esa era la noticia, y que el novio era Juan, aquel que íbamos a su piscina hace unos años y una de las primeras aventuras que tuve fuera del matrimonio.

Me alegré mucho por los dos, porque lo tenía por buena persona, además de estar bastante bien, y me hizo prometer que pasaría unos días con ella, antes de la boda, para ayudarla en los preparativos.

Pensando en la juerga de ayer, quise saber si él estaba enterado de esos desahogos o alegrías suyos y que opinaba, y me dijo que seguía mi táctica: le contaba parte, siempre menos de lo que hacía.

A el no le importaba demasiado, porque también lo hacia o lo había hecho antes, incluso delante de ella y yo era testigo, aunque le decía que tenían que ir volviéndose un poco mas serios; por eso indicaba lo de aprovechar los dos días que le quedaban.

Pasamos todo el día al sol, y por la noche, como no tenía ganas de hacer otra cama, le dije que se viniera a la mía. Se acostó con la camiseta y las bragas que se puso para la cena, de modo que me arrojé sobre ella y, entre risas y bromas le quité todo y nos dormimos abrazadas, con nuestros cuerpos juntitos, tapándonos con la sabana y hablando hasta que el sueño nos venció.

El día siguiente lo pasamos igualmente en la piscina al sol y me volvió a parecer que se veía alguien en la parte exterior. Podían ser los chicos del vecino, hoy era primero de agosto, y es posible que estuvieran de vuelta ya.

Cuando volvimos por la tarde, me puse el bikini y le dije a Ely que se lo pusiera o por lo menos lo llevara, por si tenía que colocárselo. Nos tumbamos las dos vestidas con el bañador y al cabo de una hora o dos ahí estaban, efectivamente, algo discretamente pero se les veía moverse y cambiar de posición.

- lo que te dije antes, ahí están.

- o sea que lo que queda de semana lo tenemos que pasar vestidas

- o los ignoramos y seguimos a nuestro aire.

- ¿les montamos un espectáculo?

- siempre que no sea pornográfico; ten en cuenta que son unos crios…

- mira, si han venido a ver algo, pues que vean todo lo que puedan; vamos al agua.

En la parte poco profunda me quitó el bikini con parsimonia, de forma un poco teatral; capté su idea y cuando estuve desnuda, me arrodillé a su lado, juntándome mucho, y le bajé las bragas también despacito, luego subí restregándome contra ella y le desaté el sujetador. Jugamos a echarnos agua y a pelearnos, hasta que nos cansamos de hacer el indio y nos tumbamos al sol, olvidándonos de ellos.

Igual fueron los dos días siguientes, aunque cada vez se acercaban mas a la valla, volviéndose mas descarados. La tarde del viernes se decidieron y les vimos subir por nuestro camino, empujando las bicis, hasta quedar a un par de metros delante de nosotras, pero ninguna de las dos nos movimos. Ely estaba boca arriba, estirada y bien a la vista y yo boca abajo, con el culo en pompa.

Cuando preguntaron cuando venía mi hijo, me incorporé un poco, sujetándome el pelo con una mano, con lo que mis tetas quedaron colgando ante sus narices.

 

El domingo, les dije, viendo como se ponían colorados, sin saber si mirar o no mirar y al final dijeron algo mas pero no se atrevieron a alargar la situación y se fueron. No se si a esa edad los niños se hacen pajas, pero seguro que esa noche aprendieron.

Un buen rato mas tarde vino mi marido; ya estábamos fuera de la piscina y vestidas. Nos dio un beso a cada una, le contamos lo de la boda y demás cosas y después de cenar y estar un buen rato de tertulia en la terraza, nos fuimos a dormir.

Ely me pidió ropa para su cama, pero le dije que de ninguna manera, que dormiría con nosotros, y no puso ningún reparo.

Estuvimos muy discretos esa noche, mi marido no se atrevió a iniciar nada y yo no quise meter a mi prima en ningún compromiso, aunque antes de levantarnos jugó un poco conmigo, tocándome con sus manos y metiendo un par de dedos, frotando mi clítoris, hasta que me corrí bajito y en silencio.

Cuando se levantó, me acerqué a Ely y le hice lo mismo, con un par de dedos la llevé al orgasmo, mientras besaba sus tetas y ella se abrazaba a mí. Nunca lo había hecho con una mujer, pero tenía necesidad de compartir con alguien mi excitación.

Pasamos la mañana en la piscina, desnudos los tres y después de comer emprendimos viaje para recoger a mi hijo y llevar a mí prima a su casa.

Permanecimos la primera semana de agosto en casa, en Madrid, y el viernes nos fuimos todos al chalet. El domingo mí marido nos volvió a dejar y continuamos como el mes anterior, aunque antes de irse me puso una valla de brezo en el lado exterior de la piscina, cuando le conté lo que pasaba con los chicos.

También le había contado parte de lo que había pasado con los amigos de Ely, pero no hizo ningún comentario. A lo mejor debería callarme o no volver a hacerlo más. Sería cuestión de pensarlo.

A mitad de la semana siguiente nos quedamos sin teléfono y decidimos que llamaría él desde la oficina a averías. Si había algún problema siempre podíamos bajar al pueblo y llamar desde allí.

El sábado, en la cama, me preguntó si pensaba hacerlo con el de telefónica. Me pareció un reproche y le iba a contestar enfadada cuando se pegó a mí y noté que estaba cachondo por el asunto, de modo que cambié el tono:

- no, que cosas dices. ¿Tú crees que yo planeo hacer esas cosas con premeditación? Es algo que surge y nunca soy yo la que las busca.

- hazlo esta vez. En una ocasión te vi hacerlo con otro y todavía no se me ha olvidado.

- ya, pero esta vez no estarás tu aquí para verlo.

- grabaló.

Alguna vez nos había grabado en la cama, aunque luego lo borraba. Yo casi nunca lo veía, pero sabía manejar la cámara y era discreto y relativamente fácil. No me parecía bien lo que me proponía, pero en realidad tampoco estaba nada bien lo que yo hacía, de modo que estaba un poco en deuda con él.

No le prometí que lo intentaría, pero si que haría algo. Lo hicimos dos o tres veces esa noche, mientras yo le contaba detalles de mis aventuras. Hacía tiempo que no lo hacíamos tantas veces y tan intensamente; a lo mejor no era mala idea grabarlo y él pasaba mucho tiempo solo en casa. Le gustaba ponerse las grabaciones de vez en cuando y de esa forma pensaba en mí.

El técnico se presentó el martes por la mañana. Mientras él investigaba en dos o tres sitios, yo colocaba la cámara como me había dicho mi marido y preparé el mando a distancia a mano. Me puse un vestido cortito y veraniego, que no llegaba a taparme las bragas y mandé a mi hijo a la piscina de sus amigos hasta la hora de comer.

Tardó algo más de media hora, cuando apareció para decirme que ya podíamos probarlo. Todo iba bien, le firmé el papel y le ofrecí una cerveza. Le dije que se sentara mientras iba a por ella y cogía un vaso. Lo coloqué en la mesita y antes de sentarme a su lado puse en marcha la grabadora.

Solo enseñé algo las bragas al agacharme y la tetas saliéndose un poco por el escote, pero no quise ir mas lejos. No toqué la cámara; se la di tal cual a mi marido cuando llegó el viernes.

Me grabó en la piscina y a la noche haciendo el amor en la cama, pero no lo quise ver, le dije que se lo llevara y lo viese él en Madrid. Yo tenía fotos de hacía algunos años, pero las guardé en el ordenador y no las había vuelto a ver.

Me pidió que le grabase algo más, cuando tuviese ocasión, y se contentó con alguna toma en la piscina, tomando el sol o bañándome desnuda.

Creo que lo mas atrevido que filmé fue un día que, cuando venían los chicos, me puse de pie para colocarme el bikini y aparecían ellos al fondo, mirándome. Conseguí otra saliendo del agua al atardecer desnuda, muy buena, como a él le gustaba.

Así acabó el verano en la sierra. A principios de septiembre nos iríamos los dos solitos a Lanzarote, para pasar allí los quince días que todavía le quedaban de vacaciones. No sabía a donde exactamente, porque él se encargó de todo.

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