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Aventura de verano (9)

en Hetero: Infidelidad

OTRA AVENTURA EN VERANO 9

LANZAROTE - 1

Llegamos a la isla a media tarde y nos alojamos en un hotel del sur, próximo a una playa de arena fina y muy blanca. Como habíamos alquilado un coche para recorrer la isla y cambiar cada día de playa, casi lo utilizábamos solo como dormitorio y base.

Fuimos enseguida a las playas nudistas, que estaban cerca. A mi me gustaban porque te podías quitar todo y nadie te hacía caso. Mi marido hacía fotos a todo el mundo, no solo a mí; cualquiera que pasaba cerca

salía conmigo y supongo que alguno se llevaría también a su casa algún recuerdo de mi cuerpo serrano, desnudito y bien moreno para entonces.

Si cambiábamos a otras playas me ponía la parte de abajo, pero cuando nos íbamos a comer me lo quitaba delante de todo el mundo y me ponía las braguitas y el vestido. El filmaba todo eso, aunque procuraba que no me enterase, para no perder espontaneidad, según decía.

Por las noches cenábamos en tascas de pescadores que el conocía o tomábamos unas tapas en cualquier sitio, si pensábamos ir luego a bailar u oír música. Raras veces cenábamos en el hotel.

Todo fue muy normal en esos quince días, excepto dos o tres sucesos que surgieron naturalmente, como yo le decía que me gustaba que ocurriesen, y de los que él fue testigo.

El primero ocurrió un día que cenamos temprano en el hotel, porque lo habíamos dedicado a hacer turismo por el interior y regresamos tarde para tomar el sol. Estuvimos después un buen rato tomando café y de pronto el dijo que quería ir a la habitación, a ver una cosa en la tele que le interesaba.

Yo a los cinco minutos me aburrí y le dije que me iba a la sauna o al jacuzzi un rato, antes de acostarnos y quedamos en que él bajaría a continuación, y que le esperase allí, el programa no era muy largo.

Estuve en la sauna unos diez o doce minutos, se estaba a gusto y solo había un chico que parecía alemán y que se cubrió un poco con la toalla cuando entré.

Yo me quedé desnuda, como siempre y me tumbé en un banco y el entonces se destapó. Yo a veces le miraba, estaba muy bien, y notaba que el también se fijaba en mi, pero permanecimos cada uno en su sitio y en silencio.

La tranquilidad se rompió cuando entraron dos parejas algo mayores, ya desnudos y con grandes barrigas, hablando y riendo a todo volumen. El chico se levantó y yo detrás, y mientras el se metía en la ducha yo busqué el jacuzzi.

Parecía premeditado porque un minuto después apareció él, muy educadamente me preguntó en ingles, bastante mejor que el mío, si me molestaba que entrase.

Como venia de la sauna, igual que yo, se quitó la toalla cuando ya estaba dentro y se metió rápidamente en el agua, frente a mí. Me dio las gracias y se disculpó por la grosería de sus compatriotas y a partir de ahí seguimos hablando de todo.

El no tenía ni idea de español, pero tenia un carácter casi latino. Me estaba invitando a bailar, ya casi a mi lado, cuando apareció mi marido, un poco despistado; debía de haber estado buscándome un buen rato, nos vio juntos y solo dijo hola, metiéndose frente a nosotros. No hablamos ninguno y pronto el alemán vio que éramos multitud y se fue, despidiéndose hasta luego.

Entonces mi marido me preguntó por él y yo le conté lo que había pasado, incluso que había estado tocándome con sus piernas por debajo del agua todo el tiempo y que al final me había invitado a bailar.

Según íbamos de vuelta a la habitación me propuso también él, ir a bailar.

- ¿quieres que vayamos a bailar nosotros? Todavía es pronto.

- a mi no me importaría, pero a ti nunca te ha gustado mucho, te cansas enseguida.

- pues cuando me canse, bailas con el alemán y todos tan contentos.

- ¿y tu te quedas allí mirando, como en una boda? Pues vaya un papelón.

- pues yo te dejo en el salón y si veo que está todo bien, me voy a leer o a ver la tele.

- es que ese seguro que busca algo mas, ¿no te he dicho que me estaba tocando las piernas por debajo del agua?

- venga, lo normal es que no pase nada, vete a bailar un rato y diviértete.

- ¿y si pasa? No voy a ir a la habitación contigo allí, ya sabes que no me gusta que me veas y además te pondrás celoso y te enfadarás. La última vez te molestó verme con otro.

- pues si tienes que subir me das un telefonazo y me bajo al bar un par de horas.

Me puse elegante, y bajamos un rato a bailar. El alemán apareció pronto y mi marido se retiró. No le vi merodeando y me tranquilicé, aunque luego me confesó que estuvo un buen rato por allí y que cuando comprobó que se comportaba normal, se subió.

Bailamos bastante tiempo y el se pegaba a mi, aunque sin pasarse. Paramos un poco a beber algo, cuando la música se puso bastante estruendosa, y como era difícil hablar, salimos al jardín y nos sentamos en un banco.

 

Ahí es donde empezó a acercarse un poco más y quiso besarme; me resistí un poco, pero al rato estábamos morreandonos, con mis manos en su cuello y las suyas en mis piernas. Me estaba gustando: era el típico teutón, alto y rubio y a poco empecé a besarle yo también atrapándole por la cabeza y jugando con su pelo.

Cogimos un poco de aire y le propuse volver a la pista, no tenía intención de liarme con él, por lo menos el primer día. Siguió un rato mas, estaba muy lanzado y yo empecé a no tener ya muy claro donde estaba y a arrepentirme de la idea anterior.

Al final solo deseaba apaciguar mi calor y poder tocar su cuerpo, sin la excusa del baile y sin ropa.

Su mano intentaba meterse entre mis bragas, tenía la falda recogida y mis muslos al aire. Me preguntó si quería tener sexo con él y afirmé con la cabeza. Me llevó a un lugar un poco mas oscuro y volvió a meter la mano bajo mi falda, tirando para debajo de mis bragas. No quería hacerlo allí y se lo dije, pero en su habitación estaba su compañero…

- iremos a la mía, mi amiga volverá tarde, pero llamaré antes por si acaso.

Le pareció bien. Cuando mi marido descolgó, solo le dije:

- soy yo

- ¿te dejo la habitación?

- si. Gracias

Para darle un poco de tiempo, bailamos otra pieza y luego subimos.

Nos volvimos a besar, de pie en el centro de la habitación; nos quitamos la ropa, despacio, mirándonos a la cara. Desnudos los dos, frente a frente, estuvimos otro rato, apreciando cada uno el cuerpo del otro, luego me cogió en brazos y me tumbó en la cama, con las piernas colgando fuera.

Se metió entre ellas y pasó su lengua por el interior de mis muslos, hasta llegar a mi sexo, hundió su cara dentro y me olía y me chupaba, volviéndome loca por momentos.

Estuvo jugando un poco con mis tetas, chupando y mordiendo mis pezones; yo le acariciaba el pelo, revolviéndolo, y el volvió a bajar, colocando su lengua en mi punto mas sensible.

Estaba perdiendo el control, me movía con gemidos breves, agarrando

las sabanas a puñados, aguantándome para no gritar.

Entonces me colocó mas arriba en la cama y metió su pene con fuerza. No se tumbó encima, se apoyó con las palmas de las manos al lado de mi cuerpo y se alejaba, sacando casi todo su miembro; luego bajaba la pelvis y volvía a entrar, y así una vez, y otra, y otra…

No aguanté mas y dejé que el placer recorriera todo mi cuerpo, entre gemidos de gozo y convulsiones descontroladas, que solo se calmaron cuando el se corrió en mi interior, abrazado a mi.

Nos quedamos estirados en la cama, con sus manos en mi pecho, hasta que empezó a pesar y me salí a un lado, aunque no conseguí que me soltase.

Miré el reloj y había pasado casi una hora, así que le dije que era tarde y

mi amiga podía llegar en cualquier momento. Todavía me besó un poco las tetas y la cara y luego se vistió y se fue.

Me puse una toalla para no manchar la cama y fui a lavarme un poco. Después de ducharme, me acosté y debí adormilarme porque no oí entrar a mi marido, lo sentí de pronto pegado a mi y acariciándome, y de esa manera nos quedamos dormidos los dos.

Por la mañana, mientras me despertaba a su manera habitual, dándome besitos y jugando con sus dedos en mi sexo, me confesó que no se había ido por la noche, había estado fuera, en la terraza, grabándolo todo y que me lo quería poner

Le dije lo de siempre, que no me gustaba verme, pero se empeñó diciendo que cuando yo dijera, lo cortaba. Solo puso la primera parte, hasta donde me echó en la cama y entonces cortó para vestirnos y bajar a desayunar.

A la noche fui yo la que le pidió que lo acabase de poner todo. Me pareció increíble, no me reconocía, estaba confundida, pero me excitaba y encima el empezó a jugar, tocando mi clítoris y mis pezones.

Cuando acabó la proyección me tenía en un estado próximo al orgasmo y le pedí que se subiese encima de mí y me follase. Nunca había empleado estas palabras, y me salieron sin pensar, por mi necesidad de sexo.

La película había acabado y la tele solo emitía puntitos brillantes cuando abrimos los ojos y nos separamos un poco.

- ¿ves como a veces ayuda ver cosas como estas?

- mas que al verlo ha sido al recordar algo de lo que pasó aquí ayer.

- que mas da… el asunto es que funcione en nuestra cabeza

- no pensé que se vería así. Es como una película porno, pero bien real.

- algún día tengo que grabarte con mas detalle, para que sea porno de verdad.

- ¿te gustaría? ¿Quieres que lo volvamos a repetir?

- no estoy seguro. Déjame que lo piense, pero supongo que si.

Nos levantamos tarde y estuvimos en la piscina hasta la hora de comer y a la tarde nos fuimos a la playa. Cuando sacábamos las cosas, se dio cuenta que no había traído la cámara y propuso que volviéramos un momento a por ella. No me apetecía estar otra media hora en el coche, que parecía un horno, y le dije que se fuera él y le indiqué la zona donde

pensaba ponerme.

Cuando bajé por el camino pedregoso y empinado busque un sitio un poco apartado, coloqué la toalla y me desnudé. Me estaba tumbando cuando descubrí a mi amigo alemán un poco más allá, así que me hice la despistada, mirando para otro lado, pero no sirvió de nada, a los dos minutos estaba tendido a mi lado.

Me saludó muy cariñoso, con un beso, y empezamos a hablar.

Me invitó a ir con él, que estaba con su amigo un poco mas allá, pero le dije que no, que estaba esperando a un chico y había quedado allí con él.

Me inventé una historia, no era mi novio, le había conocido en el hotel y solíamos ir juntos por ahí en su coche. No se atrevió a preguntar cosas mas intimas pero debió de imaginárselo.

Cuando me volví boca arriba, ponía la mano sobre mi cuerpo de vez en cuando, mientras hablábamos, atreviéndose cada vez más, al ver que mi amigo no aparecía. Me extrañaba ya su tardanza, pero al rato le vi hacia arriba, en mitad de la cuesta, haciéndonos fotos.

Me enfadé yo sola y para fastidiarle empecé yo también a pasar mi mano por mi compañero de playa, sobre todo por su culo desnudo.

Esto hizo que se fuera acercando y entonces yo me fui al agua, seguida del alemán. Cuando salimos, él ya estaba sentado junto a mi toalla.

Les presenté como amigos respectivos, pero el dijo que no entendía el inglés, cosa que no era cierta; lo que pasa es que se negaba a hablarlo en España; decía que cuando él salía al extranjero tenía que expresarse en ingles o francés, así que el que viniera aquí, que hablase español o se fuera.

Esto provocó una situación muy curiosa, porque el alemán, creyendo que no se enteraba de nada, se dedicó a elogiar diversas partes de mi cuerpo, que decía que era muy bonito, cosa que por otra parte yo creo que es cierto, y continuó haciéndome proposiciones para repetir lo del día anterior.

No sabía donde meterme, porque claro, mi marido se estaba enterando de todo, aunque disimulaba de una manera perfecta.

- dile que si, si quieres, pero adviértele que ha de ser con los dos, porque yo esta vez no me voy.

Alguna vez lo había hecho con dos, pero dos desconocidos, y porque había surgido así, no porque yo los invitase.

- ¿quieres filmarlo? ¿Quieres estar delante para grabarlo todo?

- no solo eso. ¿No te apetecería saber que se siente teniendo a dos hombres a tu disposición?

- se lo voy a proponer a ver que dice, pero píensalo bien y si no quieres, cortamos.

- de acuerdo.

Indudablemente al alemán no le importaba que hubiese alguien mas a participar en el festín y para reflejarlo mejor, volvió a poner su mano

 

entre mis muslos, acariciando mi corto pelillo y estirándolo con los dedos.

Mi marido para no ser menos me besaba la boca y me decía cosas al oído. Me tuve que levantar a despejarme a la orilla, porque si no la organizo allí mismo. Vi a mi marido haciéndome fotos mientras paseaba por la orilla y haciéndome la experta, pensé que en realidad a esa hora de la tarde había una luz perfecta para unas fotografías de desnudos.

Cuando me volví a echar entre los dos, no permití más manos ajenas en mi cuerpo. Le explique al alemán que el vicio de mi amigo era la fotografía, que en esos días me había tirado miles y así le anticipé que a la noche seguro que seguiría haciéndolo, por lo que su miembro sería inmortalizado para la posteridad.

Rió aceptando, porque según el, el pene de un hombre es un objeto anónimo, independiente de la persona a la que pertenece. Bueno, si él lo decía a lo mejor era verdad.

El caso es que estuve toda la tarde nerviosa y excitada, incluso a veces me imaginaba como me vería en la grabación después y se lo comenté a mi marido mientras cenábamos en la barra de un bar.

Le hice que me tocase las bragas para que viera que era cierto y él, con los dedos húmedos, me confirmó que empezaba a disfrutar con la imaginación y que la mente es un órgano erótico fundamental si se le estimula: estaba creando una situación erótica imaginaria y eso aumentaba mi libido.

Empecé a pensar que podía tener razón cuando al ir a vestirme busqué las bragas más bonitas que tenía y me puse un sujetador, que nunca suelo usar, haciendo conjunto. Después me enfundé un vestido fino y escotado y me vi resplandeciente.

Estuvimos bailando en el salón, donde habíamos quedado, y cuando llegó el rubio bailé un rato con él también. Nos sentamos a beber algo, ninguno se decidía y al final mi marido se levantó, me cogió de la mano y dijo - vamos - yo cogí la mano del alemán y subimos agarrados los tres.

Cuando llegamos a la habitación seguí el guión que había acordado con mi marido y me senté en la cama. Él empezó a desnudarse y el otro, al verlo, le imitó.

Puede que a mí la situación me hubiera tenido caliente todo el día, pero ellos, en cuestión de segundos, me demostraron que también lo estaban. Cuando se acercaron a mí con los mástiles en pie de guerra y empezaron a desvestirme, casi me rompen el vestido de puro nervios.

Entonces los dejé sentados en la cama y me lo fui quitando yo, con toda la parsimonia de que era capaz, para sentarme a continuación entre los dos.

Iban recorriendo mi cuerpo de arriba a bajo; me tumbé en la cama y les dejé hacer. Mi marido de vez en cuando cogía la cámara y luego volvía a la carga. Fue el primero en excitarse o no quiso ser segundo y cuando el otro dejó mi almejita para subir a mis pechos, me penetró agarrándose a mis piernas como punto de apoyo y me llevó rápidamente al paroxismo, sin acordarse que otras manos y otra boca extrañas se ocupaban de mí.

Cuando él se salió y fue a por la cámara yo seguía agitándome, en el final de un orgasmo muy largo y muy intenso, que parecía no acabar nunca.

Empezaba a bajar la intensidad de mis sensaciones cuando el alemán, colocándome boca abajo, la metió desde atrás y, golpeando con fuerza mi culo, volvió a subir mi calentura y placer, y el orgasmo, que ya desaparecía, volvió a invadirme y a agitarme sin freno, entre gemidos y suspiros, con la boca abierta y el pecho agitándose convulsamente.

Él acabó también y permanecimos un rato quietos; bajé mis manos hasta agarrar sus penes, para entonces flojos y pequeñitos, húmedos todavía de mi.

Toda la habitación olía a sexo. Estuvimos así hasta que yo fui haciéndome dueña de mis ideas y entonces me levanté, les cogí de la mano y les llevé a la ducha. Nos lavamos los tres, o mejor dicho, se lavaron ellos y luego entre los dos gastaron todo el jabón conmigo.

Se les veía otra vez listos y con ganas de acción, pero yo estaba satisfecha y no quería repetir. Mandé a mi marido que se metiera en la cama y al alemán que se vistiera. Este entendió que ya había elegido, me dio un gran beso en la boca y desapareció.

El siguiente caso ocurrió unos días después, en una excursión de grupo, a la que nos apuntamos. Se trataba de un mini crucero alrededor de la isla; por la mañana se hacía una etapa corta, parando en una cala escondida y casi imposible de llegar por tierra; allí se podía tomar el sol o volver a embarcar para hacer submarinismo unas horas, o bañarse en alta mar, aunque no se separaban mas de dos o tres kilómetros, y luego comíamos en un chiringuito que estaba próximo a la playa, atendido por la tripulación del barco.

A bordo estábamos quince o dieciséis personas y más de la mitad se apuntaron a la pesca submarina. Mi marido se apuntó y el de otra chica jovencita, con los que entablamos conversación. A las dos se nos daba muy mal nadar y preferíamos tomar el sol, casi solas.

Mientras navegábamos y avanzaba el día, se notaba el sol, y todos nos

fuimos quitando algo de ropa. La vi muy guapa con solo el sujetador y un short cortito, y se lo dije.

Se juntó a mi y nuestros maridos nos hicieron alguna foto: resultaba un contraste curioso, ella tan blanca, recién empezadas las vacaciones y yo tan morena de todo el verano.

Llegamos a la cala a media mañana y desembarcamos. Prepararon los equipos de buceo, que repartieron entre los que lo iban a utilizar, y bajaron a la playa lo necesario para la parrillada, que se completaría con lo que pescasen luego.

Partieron enseguida y quedamos nosotras dos y otras seis personas: una pareja joven, parecían recién casados por su comportamiento, otra pareja algo mayor y dos marineros del barco, que se dirigieron a abrir y preparar el chiringuito.

Así emparejados todos, nos repartimos cada uno por un rincón. Nosotras dos nos colocamos próximas al chiringuito, cerca de unas palmeras. Mi nueva amiga me sorprendió quedándose desnuda del todo, a la vista de los marineros, que estaban colocando sillas y mesas que sacaban de una caseta, como un pequeño almacén, y disponiéndolo bajo una sombra.

Me pidió que le echase crema solar, no quería ponerse roja y quemarse, el sol pegaba muy fuerte. Nunca había hecho una cosa parecida; alguna vez en la espalda y las piernas, con la braguita puesta, pero ella estaba desnuda y boca arriba.

Le solté unos chorros por encima y fui repartiendo por su pecho. Tenía las tetas duras y redonditas, de un tamaño perfecto para cogerlas con toda la mano. Evité su vientre y pasé a sus piernas, continuando luego hacía arriba, por sus muslos. Entonces advertí que cerraba los ojos y su respiración se aceleraba lentamente, se estaba excitando.

Acabé rápido y me tumbé precipitadamente a su lado. Pensé que de esta manera se tranquilizaría, pero no fue así, ella estaba dispuesta a seguir

jugando.

Cogió el frasco de crema y, quitándome el sujetador, me lo empezó a extender desde los hombros hasta mi vientre, con especial atención a mi pecho, que al ser algo más grande que el suyo debía de atraerle especialmente.

A continuación me bajó las bragas del bikini y dejando la crema a un lado me acarició el pubis con suavidad, hasta que metió su cara entre mis piernas y con la lengua me repasó mi rajita, introduciéndola en mis pliegues.

Estaba claro que no era la primera vez que lo hacía y además lo estaba haciendo muy bien, me estaba dando un gusto tremendo y mi cuerpo daba las primeras señales, con breves espasmos nerviosos, ante sus avances.

Yo procuraba estar un poco atenta a las demás personas que andaban por allí. Las dos parejas miraban de vez en cuando hacia nosotras y supongo que comentarían algo, porque al estar bastante separados no se apreciaba. Los dos tripulantes estaban muy ocupados, preparando las brasas con leña y carbón, y haciendo mucho humo.

Me relajé un poco, me liberé, y me dispuse a disfrutar, igual que lo estaba haciendo ella.

En un momento que volví la cabeza, ahí estaban los dos chicos, casi al lado nuestro. Se habían bajado el bañador y, con el pene en la mano, se estaban pajeando ante el espectáculo que les estábamos dando.

Entonces mi amiga me abandonó, dejándome allí tumbada y se arrodilló delante de uno de los chicos, apartó su mano y se lo metió en la boca de una manera asombrosa. Lo metía casi todo dentro y lo chupaba, relamiéndose: se la veía encantada.

El otro chico se arrodilló delante de mí y me lo ofreció como si fuera un caramelo. Me enderecé un poco y se lo chupé, intentando que me gustase, incluso me lo metí un poco, la punta, en la boca, pero no pudo ser. No me gustó la prueba, olía mal, a pesar de que del humo lo disimulaba un poco.

Pero yo deseaba algo más, me había quedado a medias y tenía que terminar aquello de otra manera. Entonces me levanté, tiré del chico hacia la parte de atrás del chiringuito, y allí me pegué a él, frotándome con su cuerpo hasta que su miembro se levantó, intentando abrirse paso por mi rajita.

 

Era muy difícil así de pie, en equilibrio, y me imagino que él no quería perder mucho tiempo porque tenía que trabajar con la parrilla, que tenían abandonada, ya que enseguida me dio la vuelta, inclinó un poco mi cuerpo apoyándome en una de las mesas y, agarrándome de las caderas, la metió y empezó a bombear.

A pesar de las prisas me hizo un buen trabajo y si no me llega a tener bien sujeta me hubiera caído al suelo de la flojera de piernas que me dejó.

Empujaba con fuerza y lo sentía caliente y gordo dentro de mí. El tío aguantaba bastante bien, y yo lo sentía entrar y salir, calentando mi interior con su vaivén y arrancándome los primeros gemidos y sacudidas.

Mi placer se aceleraba. Vi que la otra pareja ya había acabado y nos observaba, todavía tumbados sobre la toalla, y como el hombre mayor se aproximaba con la cámara de fotos, parando de vez en cuando para hacer alguna. Luego cerré los ojos y empecé a jadear, sacando el culo todo lo que podía para pegarme más y sentirlo más dentro. Empezaba a llegarme el primer orgasmo, ya incontenible. Mi cuerpo se puso rígido y su sexo quedó aprisionado por el mío.

Me empecé a correr entre espasmos y él no pudo aguantar mas. Al notar que se venía, la sacó y cayó sobre mi cuerpo un chorro tras otro, mientras yo, tumbada boca abajo en la mesa, lo recibía, notando como se debilitaban mis convulsiones.

No me dio tiempo a despejarme, sentí que me daban la vuelta en la mesa, quedando con el culo justo en el borde. Mi nueva amiga, ayudada por su compañero, me estaban colocando para facilitar el trabajo a un nuevo invitado, que ya me estaba sujetando por las caderas mientras me la metía fácilmente, debido a lo húmeda y ansiosa que me encontró.

Fue como si no hubiera salido del orgasmo anterior, lo sentí inmediatamente. Le agarré con mis manos y le apreté fuerte, hasta que cesó un poco mi agitación y mi placer iba cesando despacio.

También este la sacó al sentir que se corría, y la apretó contra mi vientre, salpicándome toda la tripa, casi hasta el pecho. Pude ver que era el hombre de la pareja mayor, que se subió el bañador y recogió apresuradamente la maquina de fotos y se fue casi corriendo.

Los dos marineros estaban ya a lo suyo; mi amiga me cogió de la mano y me ayudó a ponerme en pie. Estaba pringosa por todos los lados, al igual que la mesa, y vi que ella tenía unos cuantos pegotes sobre el pecho.

Cogidas de la mano nos fuimos corriendo al mar y nos tiramos de cabeza y sentadas dentro del agua nos limpiamos como pudimos.

La pareja joven también estaban bañándose desnudos al lado nuestro y se integraron a nuestros juegos, y después nos sentamos junto a ellos a tomar el sol. Me pareció ver una mirada de asombro o de envidia en la cara de ella. Tuvo que ver forzosamente la juerga de las dos unos instantes antes, pero aunque hablamos de varias cosas, nadie comentó nada de lo sucedido.

Se empezaron a vestir y nos avisaron de que se acercaba el barco, de modo que nos metimos en el agua para quitarnos la arena que se nos había pegado y fuimos saliendo del agua para buscar nuestra ropa que estaba cerca de la caseta.

Estaba atracando cuando llegamos hasta las toallas, así que no cabe duda que todos en el barco nos vieron bien el culo, pero preferimos andar con naturalidad, sin prisas, aparte de que era difícil andar más rápido por la arena.

De todas maneras, para no exhibirnos más, cogimos los bikinis y nos situamos un poco detrás de unas palmeras para adecentarnos un poco.

Subimos a bordo para ver la pesca, solo habían reservado las mejores capturas para la comida y devuelto al mar las demás, pero no se les había

dado mal del todo. Vimos una especie de pez grandecito, que capturaron a caña y con un poco de reparo lo sujetamos entre las dos para que nos hicieran una foto, como grandes pescadoras que éramos.

El pescado se cocinó rápido y nos sentamos en la mesa que ya estaba preparada. Mi marido nos colocó en la esquina de los bancos aunque yo quería ir hacia el otro lado: me parecía que todavía olía a sexo. A lo mejor era solo el olor del pescado, pero yo lo asociaba a mi coño encharcado en ese mismo lugar.

Después de comer, nos tumbamos todos a tomar el sol y echarnos la siesta y cuando la tripulación había recogido el lugar y estaba todo impecable y preparado para la siguiente excursión, volvimos a embarcar para regresar al hotel.

En un momento que vi solo a mi último follador, me acerqué a él y le pedí una copia de las fotos. Lo primero, se disculpó por su acto casi a traición, y me rogó discreción, pero al ver que yo no estaba enfadada y que no quería las fotos, solo una copia, me dijo que me las podía dejar en un disco, eran digitales, y que lo intentaría al llegar al hotel. Era el mismo que el nuestro, de modo que le di el número de nuestra habitación para que me llamase cuando las tuviera.

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