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Loco verano de sexo (8)

en Hetero: Infidelidad

LOCO VERANO DE SEXO - 8

El cortijo 2

Ahora si que iba en serio. Desperté serena y sin nervios. Mi mente volvía a funcionar como siempre y me sentía segura de lo que iba a vivir y experimentar.

Tenía muchas dudas, ya le iría preguntando a Sole algún detalle que no tenía muy claro. Estaba todavía dormida, al otro lado de la cama. Me acerqué despacio a ella y junté mi cuerpo con el suyo y luego fui

bajando la sabana, hasta descubrirlo completamente.

Era muy guapa y se veía muy cuidada. Le fui pasando mi mano por su espalda. La línea de su culo ascendía suavemente, hasta hacerse un montículo redondo que luego volvía a descender a lo largo de sus muslos.

Se dio la vuelta, medio despierta y acaricié sus pechos redonditos. Sus pezones eran pequeñitos, apenas sobresalían del resto del seno y cuando pasabas la mano por encima podías recorrerlo todo sin tropezar con ellos.

Ya había abierto los ojos y me miraba, como intentando adivinar cuales eran mis intenciones. Nada mas quería sentir la suavidad de su cuerpo y a lo mejor conocer cual era el secreto de su fuerza, a través de su piel.

Acercó su mano a mi cara, retirándome el pelo de las mejillas, para ver bien mis ojos y me dijo:

- creo que necesitaras aprender algo antes de está noche. Déjate hacer.

Me obligo a estirarme boca arriba en la cama y se colocó a horcajadas sobre mí, bajando su cara hasta mis pechos. Los besó y acarició hasta que los pezones se me pusieron de punta. Bajó sus labios por mi vientre y llegó a mi sexo.

Yo la veía con curiosidad. Era agradable pero no sentía nada en especial. Cuando lo hacia mi marido me entraba rápidamente el frenesí de lo que vendría a continuación, pero con una mujer, solo era una sensación calida e interesante.

Yo permanecía quieta, como me había indicado, dejándome hacer. Besó mis muslos por la sensible parte interior y ascendió hasta mi rajita. Mi pelito corto no la estorbaba, pero a mi me hacia cosquillas. Aguanté las ganas de reír y me concentré en lo que estaba haciendo.

Poco a poco su lengua se iba adentrando y la sentía suave y húmeda, recorriendo las paredes vaginales, buscando mis partes sensibles. Abrió un poco con los dedos para facilitar su búsqueda y de pronto la punta de

la lengua dio de golpe contra mi botoncito.

Me sobresalté y estremecí pero me mantuve quieta. Me olvidé de pronto de las cosquillas y noté los primeros toques de placer en mi cerebro.

Di un par de gemidos y sentí como mi respiración se aceleraba. Eché mis manos hacía abajo, buscando su cabeza, pero cuando estaba en lo mejor, abandonó el juego y subió hasta mi cara, sustituyendo su boca por los dedos de la mano.

Volvió a acercar su cara a la mía y sentí un olor fuerte en su aliento. Cuando me besó noté ese olor y su boca húmeda. Era el olor y la humedad de mi sexo. Me lo introdujo junto con su lengua y me dio un beso furioso. Su mano seguía abajo dando golpecitos con uno de sus dedos en mi clítoris.

Correspondí a su beso y ella agarró mi mano y la condujo hasta su intimidad. Entendí que ahora me tocaba a mí, y busqué su entrada y metí mis dedos, buscando como darle placer también a ella.

Empujó mi cabeza hacia abajo y supuse que debía continuar, así que llegué hasta su vientre y le abrí la rajita con mis dedos. Nunca había visto tan de cerca y en detalle los órganos sexuales de una mujer. No sabía ni como era yo por ahí dentro.

Toqué un poco con el dedo y lo sentí suave. Ya estaba empezando a lubricar y mi dedo se movía con facilidad. Vi el clítoris, sonrosadito y saliente y mojé un poco mi dedo y le di unos masajes circulares, para ver si respondía.

Sentí el movimiento de todo su cuerpo y deduje que había acertado con la caricia. Entonces acerqué mi boca y le apliqué mi lengua, moviéndola de arriba hacia abajo y haciendo círculos alrededor de toda la zona.

Cuando noté sus manos apretando mi cabeza contra ella y hundiendo mi nariz en su vagina, presentí que lo estaba haciendo bien. Continué hasta que se corrió entre convulsiones y gemidos y no soltó mi cabeza hasta que cayó derrengada.

La besé en la boca, como antes ella a mí y le pasé sus jugos pegados en mi cara. Hasta que no oímos el jaleo del resto de la familia no nos movimos.

- ¿Cuándo nos vamos?

- está tarde. Después de comer. Tenemos que pasar por la peluquería antes de ir a casa a cambiarnos.

- ¿y que ropa tengo que llevar?

- solo lo puesto y una muda. Yo te dejaré ropa apropiada, no vale la pena que te compres nada para un día y además tenemos prácticamente la misma talla.

- ¿y de aseo, maquillaje y eso?

- pues lo mínimo. Solo necesitaras el primer día

- estarás a mi lado ¿verdad?

- si, no te preocupes. Habrá veces que estarás sola o con alguno de los hombres, pero yo sabré siempre donde estás.

- ¿y como debo comportarme?

- eres una mujer culta. Cuando se requiera conversación demuestra que sabes estar, pero nunca apabulles ni intentes demostrar superioridad. Y si no se requiere conversación, cállate, no digas ni una palabra, obedece sin rechistar, no protestes ni repliques y déjate hacer por ellos y llevar por tu instinto.

- no se me ocurre nada mas.

- pues entonces no te preocupes por nada, todo es mas fácil de lo que te estas imaginando. Solo una cosa. Es tu fantasía, tu experiencia. Vívela a tope y disfruta. Con eso no necesitas ninguna otra recomendación.

Comimos pronto ese día y yo hice una pequeña maleta, mas de lo que ella me había dicho, pero nunca se sabe y yo tenia la experiencia de que si te olvidas alguna cosa, esa será la que necesites precisamente.

Se despidieron de nosotras, diciéndome que me lo pasara bien y que les llevara fotos.

Había metido la maquina de fotos, pero había sido mas que nada por disimular, porque no confiaba que tuviera tiempo ni ocasión de hacer ninguna. Me sorprendí besando a mi hijo, como si fuera a estar fuera dos meses en vez de dos días, y por su cara vi que él también se sorprendió bastante, así que omití la consabida frase de que se portara bien y fuera obediente.

Llegamos a Jerez relativamente pronto y nos fuimos directamente a la peluquería, donde nos estaban esperando. Yo tengo mis gustos sobre mi cuidado personal y cómo debo ir peinada y se lo dije al peluquero, pero me di cuenta de que no sabía si estaría bien para el sitio donde íbamos.

Mire a Sole, pero no dijo nada. Estaba a lo suyo. Nos hicieron todas las limpiezas que haces de tarde en tarde. De cutis, de manos, todo eso, y después nos maquillaron como si fuéramos estrellas de cine.

Hacía tiempo que no me veía tan radiante y la verdad es que lo necesitaba, después de tantos días de playa y sol, sin apenas cuidados.

Cuando llegamos a su casa, un pisito pequeño y muy acogedor en una zona residencial, me llevó a su dormitorio para buscar mi vestuario.

Primero me dio dos conjuntos de ropa interior, uno para ponerme ya y otro para cambiarme si lo necesitaba. Eran algo exóticos, una braga, como muy grande, de encaje, que aunque cubría todo, era muy calada y fina y la otra de tipo brasileño, amplio por delante y breve por detrás, con dibujos bordados y una tira ancha de encaje también en la cintura y el culo.

Los sujetadores, a juego, pero me parecieron un poco chicos, debían ser una talla inferior, ella tenía menos pecho que yo, pero no me quedaban mal del todo. No es que hiciera bonito, por lo menos para mi gusto, pero al escaparse algo de carne por la parte superior, parecía como más erótico, exhibicionista en una palabra.

Me dio luego un vestido, con generoso escote, pero sin parecer de mal gusto, sin mangas, justo por encima de las rodillas y de vuelo amplio, casi como una capa. Me lo puse todo y me gustó. No llevaba más adornos. Solo los pendientes y el reloj y me dijo que no lo iba a necesitar.

Se arregló prácticamente como a mí, pero en vez de vestido de una pieza se puso una camisa de seda y una falda no muy corta, igual que yo, por encima de la rodilla y amplia también.

Estábamos listas y ya era la hora de partir. Metí mi ropa de diario en una bolsa y todo lo que había traído, porque no volveríamos por casa y lo dejaríamos en el maletero del coche hasta la vuelta, o por si necesitaba algo tenerlo a mano, aunque ya me advirtió que no sería el caso.

Ella conocía la casa, había estado un par de veces hace ya unos meses. A los clientes no les gustaba normalmente ver las mismas caras y las llamadas se pasaban a las que mas tiempo llevaban sin ir a cada sitio concreto.

Estuvimos casi una hora en la carretera. Para mi era todo nuevo y muy curioso el paisaje, diferente del centro que yo conocía bien, pero pronto empezó a ser monótono. Cuando pensaba que iba a estar más lejos de lo previsto, se metió por un camino de tierra y algunas sendas mal asfaltadas y casi media hora después empezamos a ver un conjunto de casas, que se aproximaban lentamente.

No corría mucho, y me explicó que le gustaba llegar a los sitios un poco antes, pero no demasiado. Era preferible llegar cinco minutos tarde que media hora antes. A veces tenían invitados, o el servicio, que dejaban libre esos días, estaba saliendo y era molesto que las vieran; a los dueños no les gustaba porque era causa de comentarios, ver entrar a varias señoritas precisamente el día que les dejaban libre.

No es que la gente no supiera lo que pasaba, pero casi siempre era más lo que imaginaban, que lo que realmente habían visto o sabían.

Llamamos por un telefonillo, adosado a la verja de entrada y ésta se abrió. Cinco minutos después aparcábamos bajo un chamizo de brezo y un hombre, el mayordomo, nos abrió la puerta de la casa y nos condujo hasta el que sería nuestro dormitorio.

El interior era sobrio, la decoración campera típica. A mi me sonaban los aperos de labranza y arreos de caballerías colgados en las paredes. Parecía un poco rustico y no se notaba tanto el calor como afuera. La temperatura era perfecta y no se advertía que existiera aire acondicionado.

Cuando entramos en el dormitorio, el contraste era manifiesto. Una cama enorme, con dosel y cortinas. Tapicerías y alfombras por todos los lados. Espejos, cuadros y una muy discreta iluminación. Tenia un cuarto de baño pequeñito, con ducha y ropa limpia. Parecía un hotel.

Lo primero fue entrar en el baño. Yo lo necesitaba, por los nervios o lo largo del viaje, y Sole mientras, hablaba con el mayordomo para enterarse de los horarios y cuantos hombres habría en la velada.

Después de salir ella del baño, me explicó que no nos cambiaríamos, ya estábamos vestidas para la cena, que nos esperaban en media hora y que mientras, colocaríamos las cosas de aseo y la ropa de repuesto que habíamos traído.

La bolsa con mi ropa, cartera, bolso y demás se quedó en el coche. Me dijo que ella me presentaría, y que ese era el momento de cambiar de nombre si no quería dejar pistas o prefería ser un poco más anónima.

No me salía nada, porque además, si cambiaba, lo mismo no respondía cuando me llamasen, al no relacionar. Entonces se me ocurrió un nombre fácil.

- Ana. Preséntame como Ana. Es corto y me acordaré.

Era el nombre de la niña de Ely, y nos pasábamos todo el día en la playa, Ana haz esto, Ana estate quieta, Ana no te lleves eso a la boca. En cuanto oyera Ana, yo volvería la cabeza.

- si, es perfecto. No conozco a ninguna otra Ana y con lo que me has dicho yo me acordaré. De todas maneras, si se me escapa el tuyo, tú intenta no responder, pero no se fijaran mucho en eso, les trae sin cuidado.

Nos retocamos un poco y salimos al pasillo. El mayordomo nos esperaba y nos condujo al salón. Los anfitriones estaban esperando.

Nos saludaron con gran cortesía y nos acompañaron a sentarnos

alrededor de una mesa perfectamente equipada y decorada.

La cena fue encantadora, y la comida deliciosa. Un magnifico vino acompañó a todos los platos y estuvimos hablando como si se tratara de una reunión de sociedad.

Sole era muy buena conversadora y yo me movía habitualmente con mi marido en círculos de cierta categoría, por lo que nos desenvolvimos bastante bien y se les veía satisfechos con la elección de la compañía que habían escogido para este día.

Cuando el mayordomo sirvió el café, el señor de la casa, o por lo menos era el que presidía la mesa, le ordenó que se retirase y preparase el desayuno a una hora determinada, que a mi me pareció tarde, de la mañana.

Cuando desapareció, cerrando la puerta en silencio, se dirigió a mí.

- Ana ¿quiere algún licor?

- no, muchas gracias, no tomo por la noche.

- Pues si me hace el favor, sírvame una copa de coñac y me la trae, si es tan amable.

- encantada.

Me levanté hasta el carrito donde estaba toda la cristalería y las bebidas y le serví una generosa ración en una enorme copa de balón. Me acerqué a él y se la presenté.

- venga, quítese las bragas y siéntese aquí.

Y me señaló sus rodillas. Vaya, parecía que ya empezaba el espectáculo. Levantándome mucho las faldas y enseñando bien mis muslos a un palmo de su cara, esperé que se viera mi sexo, cubierto con el triangulo de tela y cuando apareció el borde de las bragas, me las bajé y me aproximé a sus piernas para sentarme. Entonces casi me caigo del susto.

Tenía el pene fuera del pantalón, erguido y lo sujetaba con una mano, esperando que yo me sentase encima. Bueno, por lo menos era original en la presentación.

Entendí lo que tenía que hacer. Extendí la falda sobre sus piernas, tapándolas con el vuelo y me fui sentando despacio, buscando la punta de su capullo. Lo sentí en mi entrada y como él lo sujetaba, no tuve mas que abrirme un poco con una mano y dejarme caer lentamente. Cuando choqué con su mano, me abrió un poco más y la retiró.

Entró fácilmente aunque yo no estaba muy húmeda, porque, o no era muy grande, o no había adquirido todo su tamaño. Bueno, por lo menos yo estaba bien sujeta, no había peligro de que me resbalase de sus piernas.

Vi que Sole, enfrente de mi, había hecho prácticamente la misma maniobra. Estaba sentada sobre las piernas del otro hombre y tenia pasado un brazo por detrás de su cuello.

Yo la imité mientras ellos hablaban de sus negocios y de caballos, como si nosotras no existiéramos. Era curioso, no podía moverme, él tampoco se movía. No hacíamos sexo ni querían excitarse, solo meterla y sentirla bien resguardada.

Miré a Sole y estaba quieta. Es como esa gente que tiene el perrito o el gato encima y le pasa la mano por el lomo. De vez en cuando nos acariciaban la pierna o nos daban un beso y nosotras solo esperábamos la siguiente decisión suya.

Notaba como el pene que tenia dentro de mí iba perdiendo vigor y su tamaño decrecía rápidamente. Apreté un poco el culito, pensaba que era mi obligación, para evitar que se saliese, pero al final quedó tan pequeño que resbaló de golpe y se salió del todo. No sabía que hacer y me le quedé mirando desconcertada.

- bien, me parece que va siendo hora de irnos a la cama. Señoritas, les deseamos que duerman bien y sobre todo que se diviertan estos dos días en nuestra compañía.

- muchas gracias. (Dijimos las dos casi a un tiempo)

Nos dieron un beso ¡en la mano! Y se quedaron quietos mientras nosotras nos retirábamos.

Me cogió del brazo y nos fuimos a la habitación. Me parecía raro, se había acabado muy pronto, pero nada mas entrar en el cuarto, me dijo

- haz lo que yo y no hables.

Dejó la puerta abierta y nos metimos en el cuarto de baño, que dejó también abierto de par en par y me explicó que primero me desnudaría ella a mí y luego yo a ella, de la misma manera y a continuación nos ducharíamos juntas.

Lo hizo con mucho cuidado, y tocándome por todos lados cada vez que me quitaba una prenda. Entonces supuse que no se habían ido muy lejos y estarían mirándonos y cuando me tocó el turno, me esmeré.

Le quité la falda y los zapatos, luego la camisa y el sostén y después me pegué a su pecho y fui bajando mis labios por todo su cuerpo. Cuando llegué a la última prenda que le quedaba, la agarré con los dientes y tiré

para abajo.

Tomé los bordes del elástico con las manos y las deslicé despacito a lo largo de sus muslos. La parte interna se quedó pegada a sus labios, como resistiéndose a descubrirlos. Di un besito a su vientre y tiré un poco mas de los bordes.

Se desprendió de pronto y la saqué por los pies, dejándola con el resto de la ropa. En la ducha, mientras nos enjabonamos mutuamente, me dijo al oído que estarían en la habitación a oscuras, viéndolo todo y que teníamos que hacerles un poco de espectáculo lésbico, para que se calentaran, que lo normal es que la noche continuara un buen rato más, y que no me preocupara, que tendría sexo, y más del que quisiera.

Ya en la cama, repetimos, casi copiado, todo el ceremonial del día anterior. Nos besamos y tocamos. Metí mis dedos en su concha, se la besé y chupé y al final de toqueteos mutuos, quedamos tumbadas de lado una frente a otra, pero en posición invertida. Yo le besaba con dedicación su conejito y ella a mí.

No se si Sole estaría haciendo teatro, yo desde luego, no. Estaba excitadísima. Su boca me estaba volviendo loca y mi cuerpo se agitaba como si tuviera el pene de un hombre dentro. Su boca estaba pegada a mi vientre y su lengua se metía muy dentro, y se retorcía y daba golpecitos a mi clítoris con la punta y me olvidé totalmente que estábamos jugando.

Yo ya no la estaba tocando y mi boca se había apartado de ella, preocupada solamente de coger aire. Me costaba respirar, cogía el aire a grandes bocanadas y luego no lo podía soltar. Ella lo sabía. Sabía que me estaba dando placer y se esmeraba.

A lo mejor lo hacia a propósito, para que la dejara a ella en paz. Si era así, desde luego lo había conseguido, porque yo no la hacía ni caso. Retiró de pronto su boca y empezó a ascender hasta mis pechos. Quería decirle que siguiera, iba a protestar, cuando noté una fuerte presión en mi sexo y un bulto enorme empezó a abrirse paso por mi entrada.

El pene invasor iba penetrando con facilidad, llegó al final y siguió empujando. Cuando sintió que no podía seguir, comenzó a follarme con rudeza y sin dejarme reponer.

   

Tampoco me importaba demasiado. Había cambiado a mejor. La lengua de Sole era portentosa, pero esto era divino. No parecía el mismo de hace un rato. La sentía mas gorda, me ocupaba toda y me frotaba las paredes vaginales, quemando mi interior cada vez que entraba con fuerza.

Se salió y me puso boca arriba, tumbada en la cama. Sole salió del lecho y se dirigió a una puerta abierta en la pared de enfrente y donde se adivinaba que esperaba el otro hombre. Solo se veía su silueta desnuda y cuando ella traspasó la puerta, la cerró y no la volví a ver en toda la noche.

La introdujo de nuevo y puso sus manos en mis pechos, los amasó un poco y apretaba, haciendo que su pene palpitase y se ensanchase más. Vio que me estaba haciendo daño al apoyarse en mi, debía pesar casi el doble que yo, y enderezándose un poco, pasó sus manos por debajo de mi culo, levantándome en vilo y en vez de moverse, se dedicó a impulsar mi cuerpo hacía él. Era yo la que entraba y salía de su pene estático.

Me costaba concentrarme con ese meneo y estaba más pendiente de que mi cabeza no pegase contra nada más sólido que ella, que de la sesión de sexo en que estaba participando.

Estaba caliente pero no podía disfrutarlo, hasta que sintió que le venía el orgasmo y me dejó caer despacio sobre la cama, se reclinó sobre mi pecho y continuó moviéndose.

Ahora si que lo empecé a sentir bien, pero acabó enseguida, soltó todo y cayo lentamente a mi lado. No me dio tiempo a disfrutarlo, me quedé

tumbada, esperando, pero el se levantó y se fue de la habitación.

Estaba un poco decepcionada, pero realmente no tenía porqué. Ellos no estaban allí para darnos placer a nosotras, sino al revés. Bueno, todavía quedaban dos días. ¿Qué pasará mañana? Ya veríamos… ahí debí quedarme dormida.

A media noche se abrió la puerta de la habitación de al lado y de nuevo me volví a sentir utilizada. Se tumbó a mi lado, por detrás, levantó mi pierna para dejar bien expuesta mi vulva y me penetró hasta el fondo.

Notaba la leche del anterior, medio seca por todo el pelo de mi sexo, pero por dentro quedaban restos que facilitaron la penetración. Se movió y movió con ganas y rapidez. Estaba medio dormida y me dejé hacer, pero sabía que no lo iba a disfrutar tampoco está vez.

Efectivamente, duró un poco más que el anterior, pero como sólo estaba pendiente de él mismo, no se preocupó de prepararme y cuando soltó todo en mi interior apenas empezaba yo a sentir ligeramente algo de placer. Se fue también, igual que el otro y me pude volver a dormir, aunque pensando que todavía podía haber alguna sorpresa mas esa noche.

No las hubo y dormí de un tirón.

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