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Aventura de verano (16)

en Hetero: Infidelidad

OTRA AVENTURA EN VERANO 12

LA BODA - 2

Otra vez me daba la impresión de que entre los dos lo habían preparado de alguna manera y yo había caído en sus manejos. Me encuentra la novia follando con el novio en su cama, la noche de su boda y solo se le ocurre decir que no se nos puede dejar solos.

No es que me ignorasen a partir de ahí, pero ella se tumbó junto a él, soltó la toalla que traía del baño y se echó encima suya, agarrando su pene con las manos y haciéndolo revivir entre caricias y chupetones con la lengua.

Salí rápidamente al pasillo, cerrando con cuidado y regresé a la sala de baile. La gente empezaba a retirarse y los que seguían con ganas de marcha bajaban a la discoteca, en un piso inferior, donde ya sonaba la música bien fuerte.

Mi marido estaba hablando con las hermanas de Juan y le dije que iba a llevar al chico a la habitación. Ya estaba cansado, igual que los otros, que también subieron con nosotros.

La niña ya estaba acostada y dormida, habían preparado cuatro camas. Se pusieron el pijama mientras yo colocaba la ropa y se acostaron. Di un beso y arropé a mi hijo y luego hice lo mismo con Carlitos.

Cuando regresaron los novios, ya de calle, se despidieron de los invitados que quedaban y nos fuimos los cuatro a la discoteca. Ahí me di cuenta de que Juan era tan torpe con la música moderna como mi marido. Solo salían cuando era algo lento, el resto nos lo pasamos Ely y yo bailando una con otra.

No hablamos de lo sucedido un rato antes y supuse que a lo mejor era porque ella se sentía mas culpable que yo. Había estado bien, pero con demasiada prisa. Claro, que si yo llego a saber que tenía su consentimiento a lo mejor no lo hubiera hecho. Ni yo misma me entendía a veces.

En honor al novio pusieron su tipo de música y mi marido me cogió de la cintura y salimos a la pista. Sus manos calidas en mi espalda desnuda eran reconfortantes. Me sentía a gusto pegada a él, que me besaba la cara agachándose un poco.

Recuperé algo de mi amor propio, tan dañado en los últimos minutos y llegué a pensar que suerte tenía con él y qué torpe era liándome con otros hombres, solo por sexo y unos ratos tan efímeros de placer. Claro, que a veces esas ganas de sentir placer, cuando me daban, eran inaguantables.

Como penetrando en mi cerebro y adivinando mis pensamientos, él siguió a lo suyo, acariciándome y excitándome con sus dedos. Llegó hasta mi pecho, metiendo la mano por delante, por el escote y mis pezones se erizaron a su contacto. Sentía como si todo el mundo me estuviese mirando, pero la luz estaba casi al mínimo y cada pareja estaba dedicándose prácticamente a la misma labor.

Bailé con más gente, gracias a dios mas comedidos. Lo más que notaba de vez en cuando era una mano bajando hasta mi culo. Y ahí las dejaba estar.

Juan fue el único que se atrevió a algo más, poniendo también su mano en mi pecho, por dentro del vestido.

- ¿te he dicho alguna vez lo guapa que estas?

- me parece que hoy no, es la primera. Me alegro que te hayas fijado.

- ¿sabes que me gustaría esta noche?

- ¿Qué?

- estar con las dos. Dormir con una a cada lado.

- se lo voy a decir a Ely, ya veras como hoy, además de boda, habrá un divorcio.

- se lo he dicho yo. Y solo se ha sonreído. Ella también te quiere.

- si, y mi marido también.

- pues le invitamos

- si hombre, ¿porque no vamos todos los invitados a vuestra habitación esta noche? Sería más divertido.

- voy a ver si convenzo a Pepe.

Me dejó junto a mi mesa y se acercó a mi marido, que estaba en la barra recogiendo unas bebidas. Se acercó el cuñado torpe y me invitó a bailar, pidiéndome disculpas por su comportamiento de antes.

Se portó bien en la primera pieza y seguí un rato con él, sobre todo porque así me era mas fácil ver a mi marido y a Juan, que hablaban muy serios en un rincón de la barra. Me hubiera gustado saber de que estaban hablando, estaba realmente intrigada.

El cuñado iba bajando su mano hasta mi culo, como todos y apenas me enteraba. Tampoco le hice mucho caso cuando me tocó el pecho por encima del vestido. Bueno, los otros dos seguían hablando y me empezaba a preocupar, no fuera a meter la pata alguno de los dos.

Ambos tenían cosas que contar, tanto de Ely como de mí, que el otro no sabía, y no era el momento de sacarlas a la luz. Sentí un escalofrío y un toque de gusto en mi cerebro, pero yo seguía mirando a la pareja hablando en la barra.

Cuando me dio el segundo toque, retiré la vista de la barra y cambié las

ideas a lo que pasaba a mi alrededor.

Aprovechando que no le decía nada, como si consintiese, me había sacado un pecho fuera y me lo mordía y chupaba, agarrándolo con una mano, mientras la otra se aferraba con fuerza a mi culo. Me debatí dándole patadas, hasta que me soltó y antes de que dijese nada le solté un bofetón, que apenas sonó con el ruido de la música pero que me dejó la mano dolorida.

Apareció Juan y se lo llevo fuera, retorciéndole un brazo y mi marido, que me tapó el pecho y me abrazó, sentándose a mi lado, y ciñéndome con sus brazos.

- ¿Qué ha pasado?

- estaba distraída viéndoos hablar y cuando me quise dar cuenta me estaba metiendo mano de mala manera.

- ese tío es un pesado. Hay gente que no sabe comportarse.

Estábamos los tres matrimonios juntos hablando, el cuñado pesado había desaparecido, y a Maika se le ocurrió lo de la liga otra vez.

- oye, será una tontería, pero ahora solo quedamos un grupo pequeño, todos amigos y podíamos quitarte la liga, sin subasta ni nada, solo por el cachondeo.

Sorprendentemente, a Juan le pareció entonces bien y a Ely no se le necesitaba animar demasiado. Fue Jesús, el marido de Maika, el encargado de anunciarlo y de elegir el afortunado que se la quitaría.

La cogió de la mano y la subió a una de las mesitas, pidiendo silencio; la música ya la habían bajado un poco. Hizo un discurso sobre la tradición y las buenas costumbres y anunció que el encargado seria el mejor amigo de la novia, para dar celos al recién casado, y señaló a mi marido.

Pepe avanzó algo confundido, no sabia que hacer. Ely le señaló donde estaba la liga, por encima de la falda y él metió la mano con mucho cuidado por debajo, para buscar donde señalaba ella.

Jesús no le dejó seguir y el resto del público le abucheó, diciendo que querían ver algo. Entonces se decidió y metió la cabeza por debajo de la falda y ahí le empezaron a aplaudir. Levantó la cabeza dejando las piernas de ella al aire. Más aplausos. Levantó la falda con las manos, justo hasta el borde de las bragas, enseñando la liga blanca y todo el muslo morenito en contraste.

Agarró la liga, estirándola y la bajó despacito por la pierna, que al final tuvo que levantar para sacarla y la exhibió triunfalmente. Ely se agachó y le dio un beso, bajando de la mesa a continuación. Alguien pidió un striptease, pero ella dijo que ni hablar. Hubo una voluntaria, pero no pasó de contonearse un poco encima de la mesa.

Ya iba quedando menos gente y me di cuenta de que mi marido estaba con los ojos cerrados y dando cabezadas. Le agarré del brazo y le llevé a la habitación, ayudándole a acostarse.

Aproveché la poca luz, apta para confidencias, y me tumbé cerca de él para preguntarle por su conversación con Juan. Necesitaba saber cuanto se habían confesado y cuanto sabía de toda mi relación con él. Le pregunté, como si no tuviera para mí el más mínimo interés:

- ¿de que hablabais tanto rato?

- nos estábamos conociendo, pero sobre todo de vosotras dos.

- ¿no le habrás dicho que tu y Ely…?

- ¡no! Por supuesto que no. Eso se lo dirá ella si quiere.

- ¿y de mi?

- me dijo que os conocíais desde hace mucho tiempo, que casi fue novio tuyo.

- si, era compañero de un novio que tuvo Ely y a veces salíamos juntos.

- no, el me dijo de después.

- si, después, cuando venía los veranos con el chico a casa de mis padres, salimos los cuatro algún día, pero ya hacia lo menos cuatro o cinco años que no nos veíamos.

Poco a poco, se cambiaron los papeles. De intentar averiguar algo de él, pasó a sonsacarme a mí, acosándome imperceptiblemente para que fuera yo la que le confesase cual había sido realmente mi relación con Juan, y hasta donde había llegado.

- pues él dice que se acordaba mucho de ti, y que se alegró cuando te vio en casa de Ely el otro día.

- si, yo también me alegré – debió de ver algo en mi cara, porque siguió:

- hay algo mas ¿verdad?

- si. Te dije antes que ya te lo contaría mas adelante, pero supongo que será mejor hacerlo ahora.

- ¿te acostaste con él?

- no, antes de conocerte a ti no lo hice con nadie, no te mentí cuando te dije que tu fuiste el primero.

- sigue.

- hace tres noches vino a dormir a casa, con Ely. Estuvimos hablando en su dormitorio, tumbados en la cama hasta muy tarde. Ely se abrazó a mí, ya sabes, alguna vez nos has visto, y él se acercó también. Entre los dos me desnudaron y acabamos juntos los tres, desnudos y durmiendo en la misma cama. Lo hicimos primero Juan y yo, y mas tarde Ely también

disfrutó, mientras yo la acariciaba.

Yo, mientras le iba contando eso, ocurrido casi hace siglos, estaba recordando lo sucedido solo una hora antes, en su lecho matrimonial y la sensación de plenitud al sentirle dentro. Miré al techo inconscientemente, como para que no pudiera leer en mi cara el reflejo de mis pensamientos.

- ¿y te gustó? Parece que te complaces al recordarlo.

- ¿estás celoso?

- ya te dije antes que no, o por lo menos creo que no. Un poco de envidia si tengo.

- pero que dices… es que tu no has vivido mas de una vez una situación igual con Ely y conmigo.

- por eso tengo envidia. Déjalo, no hablemos de eso. Metete en la cama y abrázate a mí.

Y cuando le dije que me iba a despedir un momento de los novios y subía enseguida, me insistió para que me quedase lo que fuera, hasta que ellos se retiraran y no me preocupase por él.

Regresé al salón y encontré a los dos, despidiéndose de todos y con una botella de champán en la mano. Me senté en mi mesa, esperando que terminasen la ronda para despedirme con tranquilidad y poder hablar unos segundos con ella.

Se acercaron a mi y Ely se sentó un momento a mi lado, hablándome bajito, confidencialmente, como no queriendo que nos oyese Juan, de pie al otro lado de la mesa, con la botella en la mano. Quería que les acompañase a tomar champán en la habitación y despedirnos allí, pero le dije que solo había bajado para decirles adiós. Me temía otra maniobra de los dos, y en realidad casi lo deseaba, pero hoy estaba mi marido esperando y eso era lo mas importante en estos momentos.

Ella insistió, agarrándome la mano, tirando de ella para que les acompañase.

- ven a la habitación. Vamos a tomar la penúltima antes de acostarnos.

- creo que no es el momento de un tercero. Estaréis deseando estar solos.

- Estás tonta. ¿Te está esperando Pepe?

- no. Le he dejado roncando, solo bajé a despedirme de vosotros.

- ven un rato, por favor, luego no nos veremos en mucho tiempo.

- pero solo cinco minutos, ha sido un día muy largo.

Ely me cogió del brazo y me llevó con ellos. Brindamos por su felicidad los tres y se fueron desnudando. Yo ayudaba a Ely y luego las dos nos pusimos sobre Juan, acariciandole y besando su pene hasta que fue creciendo.

Me quitaron el vestido y las bragas y me tumbaron con ellos. Solo un minuto y me iría. Soy muy debil y cobarde en estas situaciones. No era capaz de levantarme e irme, no encontraba como hacerlo sin parecer violento o desagradable

Consideraba que debia marcharme, pero no me dejaban. Yo me lo estaba pasando bien, pero alli estaba de mas. Hoy ya habia hecho bastantes tonterias y no me parecía que fuera una buena manera de empezar su luna de miel. Ely me besaba la cara y Juan introdujo el pene, todavia no muy grande, en mi cuevita, mientras me besaba tambien la cara.

Conseguí salirme y acerqué a mi prima hacia él y ahora era yo quien la acariciaba, intentando que se le acercase, hasta que estuvo encima suyo. Cuando se la empezó a meter, me fui separando de ellos, hasta que les vi entretenidos y besandose apasionadamente, ocupados solamente el uno del otro.

No esperé mas, cogí mi ropa del suelo, y me fui alejando; abri la puerta con cuidado y les dejé solos, en su primera noche de casados.

Me encontraba desnuda en el pasillo, solamente con los zapatos de tacon y el collar, por todo vestuario. No habia nadie a esas horas, pero busqué un cuarto de baño para vestirme, antes de dirigirme a mi habitacion a dormir.

Dejé el vestido sobre una silla y con una toalla me remojé la cara y el pecho, que todavía mantenían el calor de las caricias y los besos de Juan,

no quería llegar hasta mi marido con el olor de otro hombre en mi cuerpo.

De pronto apareció, agachado por detrás; no le vi llegar y me agarró ambos pechos con sus manos pegando su cara a mi espalda y restregándose contra mí.

Di un grito, me volví de golpe y vi al agresor. Otra vez Jaime, el cuñado pesado y torpe. Se acercó a mí agarrando mis tetas con una mano y sujetándome con la otra por la cintura. Le amenacé con gritar pero ni me oía.

No podía separarme, era más fuerte y yo estaba cansada de todo el día. Intenté liberar su brazo con todas mis fuerzas pero era imposible, me tenía atenazada contra él.

Consiguió darme la vuelta, arrinconándome contra la superficie del lavabo. Enterraba su cara en mi pecho, frotándose contra él, y me hacía daño con las manos y el borde del lavabo. Me estaba quedando sin fuerzas, y él aprovechó para subirme un poco el culo, sentándome en el canto de mármol y puso sus manos en mi rajita, sobando y metiendo los dedos por dentro.

Me encontró húmeda de excitación, por las caricias de hace un rato y creyó sin duda que era por él, porque me dijo algo así:

- veo que estas dispuesta, te morías de ganas de follar conmigo, no te preocupes, yo te haré disfrutar.

Dejé de luchar, tenia que pensar otra forma de escaparme, por la fuerza era imposible. Me apoyé en el lavabo y aprovechó para soltarse el pantalón y sacar su herramienta. Yo le miraba y pensaba, no sabia que hacer.

La metió de golpe y fácilmente, soltando un gruñido de satisfacción. Me agarró el culo con las dos manos, tirando hacia él y penetrándome hasta que su pene pegó en el fondo de mi vagina. Se movía con velocidad en mi interior y me di cuenta con terror de que me gustaba y que no solo acabaría disfrutando con él, sino que sería capaz de colaborar en mi violación.

Me estaba abandonando y estiré mis brazos, sacando el culo hacia fuera. Noté horrorizada los primeros espasmos. ¡Estaba disfrutando mientras un hombre me violaba! No podía ser, tenía que hacer algo, pero mientras tanto mi cuerpo se estremecía independiente de mi mente.

Me invadió el sudor de mi excitación y me pegué a él lo mas que pude, dando pequeños botes y estirando mi cuerpo y mis brazos sobre el mármol frío del lavabo. Entonces mis manos, al extenderse por la superficie, tropezaron con la toalla mojada que acababa de utilizar.

La agarré con una mano fuertemente, intentando que hiciese algo para poderme enderezar sin perder el equilibrio. Acerqué mi cara melosamente, susurrándole al oído.

- me haces daño con el borde, aprietas mucho y tu herramienta es enorme, deja que me suba un poco para poder sentirla mejor y hacerlo como tu mereces.

Estaba claro que había caído rendida ante sus atributos y sonriendo con superioridad, sin sacarla de mi interior, subió un poco mi culo, dejándome bien apoyada.

Aproveché entonces y le puse la toalla en la cara, apretando con las dos manos para que no pudiese respirar. Se debatió asfixiándose y no le quedó mas remedio que separarse, para poder liberarse y lograr tomar aire.

Conseguí entonces soltarme y cuando se abalanzó de nuevo contra mi, con la toalla húmeda que tenía en la mano, le di un golpe con todas mis ganas y cayó al suelo. Debía estar algo bebido porque supongo que sino, no se hubiera atrevido a actuar así, y se quedó tirado en el suelo, medio aturdido.

   

Me puse las bragas e intenté meter el vestido desde abajo, aprovechando ese momento, y cuando me iba a pone los tirantes me sujeta por el pie, para que perdiese el equilibrio.

Le estaba vigilando y no me cogió por sorpresa.

La toalla seguía a mano, le volví a dar otro golpe en la cara y cayó hacia atrás como un saco.

Ya estaba bien, no me iba a estar pegando con él toda la noche. Me agaché un poco mientras seguía medio grogui y le quite los zapatos, tiré del borde de los pantalones, sacándoselos y casi con mis pechos colgando sobre su cara, le saqué también los calzoncillos.

Intentó cogerme de nuevo, está vez una de las tetas que tenia tan cerca y le volví a arrear con la toalla en mitad de la cara, quedando casi desmayado y por fin quieto.

Cogí su ropa, le tiré la toalla sobre la cara y me fui a todo correr hacia mi habitación, subiéndome las tiras del vestido mientras.

Cuando entré, lo primero que hice fue tirar los pantalones del individuo ese por la ventana abierta, en mitad de la calle. Los calzoncillos quedaron colgados de una rama y se oyeron algunas monedas o llaves rodar por el pavimento.

Me metí por fin con tranquilidad en el cuarto de baño y me pude desnudar con calma y lavarme un poco el sexo y el vientre, sucio por la leche de otro hombre y prepararme para ir a la cama.

Al sentarme en el borde para separar las sabanas, mi marido encendió la luz de la mesita y se quedó mirando mi pecho, reluciente por el sudor y salpicado de gotitas de agua.

- te estaba esperando ¿ya acabó la fiesta?

- si, les he acompañado hasta su habitación para tomar la ultima copa de champán de la noche y cuando se han puesto acaramelados me he venido.

- vienes sofocada, ¿te has pegado una carrera para llegar pronto junto a mi?

- me pareció ver por el pasillo al cuñado de Ely, ese pesado del baile, y me apresuré un poco para no encontrármelo.

- ven, quiero dormir contigo, metete dentro.

- ¿solo dormir?

- ahora veras si solo dormir. Se me ha ido el sueño de repente.

Pasó la mano por mi pecho, secando la humedad y poniéndome los pezones erizados y sensibles. Que a gusto se estaba con mi marido, sobre todo después de un día tan largo y azaroso. Lo que siguió a continuación, fue como tantas noches de amor durante diez años de matrimonio. Tenía que empezar a sentar la cabeza y ver las cosas tan agradables que hay, aparte del sexo. Aunque en esos momentos no se me ocurría ninguna…

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