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Aventura de verano (3)

en Hetero: Infidelidad

AVENTURA DE VERANO 3

PLAYA

Llegamos a la playa de la costa de Alicante a mediodía; la casa de mis suegros era grande, tenía cuatro dormitorios y dos baños, uno de ellos pequeño y sin ducha. Los quince primeros días estaríamos solos los cuatro, luego vendrían los padres de Pepe y el día veinte se marchaba Ely. La casa (un tercer piso, de cuatro), estaba a unos cincuenta metros de la playa, en una zona de dunas.

Era la típica playa de la costa alicantina, todavía no muy concurrida, y solo los fines de semana se ponía a tope,

porque tenía muy fácil acceso y sitio para aparcar.

Pasábamos casi todo el día en la playa. Por la mañana, nada mas desayunar, nos bajábamos, poníamos la sombrilla y ahí tostándonos hasta la hora de comer. Padre e hijo jugaban en la orilla, hacían castillos de arena y se metían en el agua.

Mi marido conocía a algunos de los vecinos y se saludaban en las escaleras o en la playa. Nosotras no nos movíamos prácticamente en toda la mañana, excepto para darnos la vuelta, pero nos daba un poco corte cuando nos saludaban y por eso siempre nos quedábamos con el bikini, incluso atado por atrás.

Por las tardes apenas había gente, se quedaban echándo la siesta. Entonces colocábamos al niño sobre una toalla y se quedaba dormido y al estar casi solos, nosotras nos podíamos quitar la parte de arriba del bikini y mi marido nos echaba bronceador a las dos.

Todavía era un poco raro ver a alguien enseñando el pecho, por lo menos en aquel pueblo, y a veces algún mirón se acercaba a ver con un poco mas de detalle. No nos importaba gran cosa y no nos tapábamos hasta que volvíamos para casa.

Ya estábamos bastante morenas del mes anterior, pero el color que se coge en la playa es más bonito y dura más.

La primera tarde observó que no se notaban las marcas blancas del bikini en el pecho, así que tuvimos que

confesar que no nos lo habíamos puesto.

- ¿pero no dijisteis que ibais a la piscina de unos amigos?

- si…

- ¿y les habéis enseñado las tetas?

- si, ¿por que no?

- no pensé que fueseis tan atrevidas

- va…todas la chicas iban así.

Por la noche, desnudos en la cama, volvió a la carga.

- lo del pecho lo entiendo, pero tampoco tienes marcas en el culo.

Le enseñé uno de los bikinis pequeñitos, de los de tiras, pero no parecía muy convencido porque por delante tampoco se notaba, así que añadí:

- es que cuando estábamos solas nos lo quitábamos todo para ponernos mas morenas.

- o sea que nunca os vieron nada.

- bueno, alguna vez nos pillaron cuando llegaban de improviso, pero nos dábamos la vuelta y nos poníamos la braguita.

Sonreía, no creyéndome del todo, pero ligeramente excitado.

- ya me lo contaras algún día.

Advertí a Ely, no fuera a contar otra versión, pero no volvió a sacar el tema. Según pasaban los días se notaban más las marcas del bikini y supongo que se acostumbró y lo fue dejando.

El sábado por la mañana, al levantarnos y ver aquello llenándose de coches, nos propuso ir a otra playa; había que seguir un rato por un camino de tierra y luego bajar por una piedras, pero era mas tranquila, aunque con menos arena y pedregosa. Decía que normalmente estaba vacía y que podíamos estar sin el sujetador desde que llegáramos.

Cogimos los bártulos y nos fuimos para allá. Estaría a unos nueve o diez kilómetros y luego eran poco mas de cien metros por una cuesta abajo, no muy buena. El se encargó de bajar al niño y la sombrilla y nosotras, con las toallas y una bolsa con bocadillos y agua, bajamos ayudándonos la una a la otra.

Tal y como nos dijo estaba prácticamente vacía, solo había dos chicas, que además estaban desnudas del todo, y que al vernos se dieron la vuelta contrariadas. Colocamos la sombrilla y la toalla y mi marido no pudo contenerse y exclamó:

- venga, aquí os podéis quitar todo, como en la piscina de vuestros amigos.

Como puestas de acuerdo, sin dudarlo y para tranquilidad de nuestras vecinas, nos quitamos el bikini, que ya traíamos puesto de casa y nos tumbamos. Ese día mi marido no jugó mucho con el niño, aprovechó para darnos crema cada cinco minutos, incluso sobre el pelillo del sexo, ya me dirás si ahí se necesitaba.

Era una delicia tomar el sol así y meterte en el agua y sentir el fresquillo casi por dentro y además la arena, aunque era un poco más gruesa, no resultaba demasiado incómoda.

A lo largo del día llegó muy poca gente mas, casi todos parejas, y la mayoría se separaban un poco y se quedaban también en pelotas. Debía ser poco conocida, pero los que iban, sabían, casi seguro, lo que iban a encontrar, porque no vimos ningún gesto raro.

Esa noche, en la cama, se notaron los efectos de tener que aguantar todo el día y tuvimos una sesión de sexo bastante buena. Estaba especialmente excitado, supongo que sería por haber echado el bronceador a las dos, al natural, y más que por mí, por la novedad de ver y tocar el cuerpo de Ely.

El domingo volvimos al mismo sitio, y fue casi una repetición del anterior. Cuando se fue con el niño a jugar a la orilla después de habernos echado la crema, Ely me dijo que casi la

pone cachonda con el toqueteo. Intenté disculparle:

- la verdad es que le gusta, ya ves que a mi me lo hace siempre.

- no, si no me importa que me toque, tiene unas manos muy bonitas y es delicado, pero se esmera tanto en algunos sitios que te entra el gustirrinin.

- a mi cuando me lo hace en la cama es capaz de llevarme al orgasmo solo tocándome, sin meterla.

- ¿le has contado algo mas de lo del mes pasado?

- no, solo lo que te dije aquel día, pero se le olvida enseguida.

- me gusta tu marido, es una persona muy buena y se ve que te quiere.

- si, es un cielo, ya lo veras estos días.

A partir de ese día andábamos por casa en bragas, sin camiseta, a no ser que hiciese fresquillo; incluso salíamos así a la terraza a desayunar o comer, sin importarnos que pudiera haber algún vecino curioso. No sé la cantidad de fotos que nos pudo sacar mi marido esos días, y con toda seguridad que algún vecino se llevó también algún recuerdo de nosotras.

El resto de la semana volvimos a nuestra playa, era mas cómodo ir y volver andando, pero ya el viernes decidimos regresar a la nuestra particular. También había poca gente, pero por la tarde nos dejaron totalmente solos, toda la playa para nosotros.

Me fijé cuando echó el bronceador a Ely, después de darme a mí, y efectivamente, me pareció que se esmeraba más con ella. La sorprendí levantando un poco el culito cuando la metía la mano por la cara interior de los muslos, pero es que creo que se recreó en sus labios y en el pelillo aposta. Sí, le estaba haciendo un masaje excesivo. Ella se removió un poco inquieta y creo que su respiración era algo mas agitada.

Cuando se fue a jugar con el niño, Ely me miró y me hizo un gesto de ufff, bien expresivo. Le pregunté si quería que le dijese algo, pero replicó que ni hablar, que de vez en cuando le gustaban esas cosas.

Cuando volvimos a la sombrilla después de mojarnos un poco, Ely y yo nos habíamos puesto de acuerdo. Estaban los dos boca arriba, dormidos, nos acercamos con cuidado y cogiendo el bronceador le aplicamos el mismo tratamiento que él a nosotras todos los días anteriores.

Su pene no tardó en reaccionar y ahí concentramos nuestro mejor esfuerzo. Se puso como una piedra en cuestión de segundos y entonces él, exclamando - que os perdéis…- nos agarró de la cintura y nos tiró sobre él, cubriéndole cada una por un lado. Luchamos para que nos soltara y restregamos nuestros cuerpos desnudos, pero tenía mas fuerza que las dos y consiguió sujetarnos con sus brazos contra él, que tuvo que aguantar nuestras patadas. Nos retuvo así un buen rato hasta que nos calmamos un poco y entonces nos soltó.

Yo subí algo hacia su cara para hacerle cariñitos y Ely se puso de rodillas, alargó el cuerpo hasta su vientre y cogiéndole el pene, se lo empezó a acariciar con su cara.

Mientras nos besábamos pude ver como él alargaba la mano para tocar su culo y, bajando por la rajilla, llegar hasta su sexo; metió la mano entre sus muslos y acarició su concha por fuera, jugando con su pelito recortado y suave. Tuvimos que dejarlo cuando el niño despertó, y volvimos a comportarnos seriamente.

 

Esa noche estuvimos mucho tiempo juntos, sentados los tres en la terraza, oyendo el mar, desnudos, con él en medio, abrazándonos junto a su pecho con sus brazos. Nos pasaba sus manos por el pecho a las dos, tocando con sus dedos el pezón, que crecía con sus caricias. Las dos instintivamente nos pegamos a él, que pasaba alternativamente su cara por el pelo de una y otra.

Cuando se metió en el baño antes de acostarnos le dije a Ely que durmiera con nosotros y le di la mano. Nos metimos en la cama y cuando él llegó nos encontró esperándole.

Nos dormimos, abrazados los tres, como en la terraza y esa noche no hicimos el amor, pero todavía lo sentía mientras me iba quedando dormida, pegado a mi cuerpo, acariciándome y besándome.

Tres días después llegaron sus padres y tuvimos que cambiar algunas costumbres, como vestirnos un poco para andar por casa, pero el resto siguió igual, excepto que algunas noches, si nos acostábamos todos tarde, Ely se iba a su cuarto.

Por la mañana íbamos a la playa todos y por la tarde dejábamos al niño dormido en casa al cuidado de mis suegros que estaban encantados y bajábamos solo los tres, así que pudimos seguir tomando el sol con

comodidad.

Cuando llegó el viernes, aprovechando que teníamos con quien dejar al niño, nos fuimos al pueblo, donde había una especie de verbena.

Me puse un vestido de punto rosa, muy fino y cortito, demasiado calado tal vez y con el que había que ponerse combinación o viso debajo, porque si te fijabas un poco se apreciaba la piel mas oscura de los pezones del resto del pecho, lo que ocurría ese día de calor, ya que debajo solo me puse unas braguitas blancas, caladas, de encaje.

Ely llevaba una falda corta, con vuelo, y una camisa de seda haciendo conjunto. Estaba muy guapa y las dos nos veíamos muy bien, aunque apenas nos habíamos maquillado.

Había mucha gente y un ruido ensordecedor. alguno aprovechó la aglomeración, porque mas de una vez sentimos manos pegadas a nuestro culo, incluso al intentar pasar entre un grupo noté una sobre mi teta y no fue por casualidad, porque la agarró bien, con toda la mano, así que decidimos escapar a una disco de las afueras, que habíamos visto al pasar y quedaba cerca de casa.

Íbamos nosotras dos delante, cogidas del brazo para poder avanzar mejor, porque venia mucha gente de frente y Pepe nos seguía dos pasos atrás. Cuando llegamos al coche me dice:

- la gente se volvía; se te notan mucho las bragas, como si las llevaras por encima

- si, debería haberme puesto otras rosas o carne

- pues en la disco va a ser peor porque con la luz esa violeta, van a brillar como un foco. Deberías quitártelas.

- ¿como voy a ir sin bragas?

- pues si no tienes frío, me parece mas discreto.

Me miré, retorciéndome un poco, pero así, sin espejo, no se notaba el efecto, de modo que pregunté a Ely que le parecía.

Ella se puso de su parte, diciendo que se veía perfectamente todo el dibujo, y que no hacía mal, pero que se iba la vista.

- vamos a algún sitio y me las quito o volvemos a casa y me pongo otras.

- quítatelas aquí mismo, no viene nadie. Te las guardas en el bolso y si te sientes incomoda te las pones en la disco.

Así que antes de subir al coche me subí la falda, allí mismo en la calle, y me las quité.

La discoteca estaba al borde de la carretera, en un pinar y no estaba muy concurrida. Se veía decorada con gusto y se oía buena música y además no era muy cara. Después de pedir las bebidas nos sentamos junto a una mesita, había mucho sitio, y de vez en cuando salíamos a bailar a una pista no muy grande, que daba la vuelta alrededor de una barra central y el puesto del disk-jockey.

Había zonas menos iluminadas en una parte que en otra, supongo que para las parejas. En la parte que estábamos nosotros ya había algunos chicos, bastante jóvenes, moviéndose de cualquier manera.

Me metí un poco la falda entre las piernas, para no dejar hueco, porque al estar sin bragas me daba la impresión de que cuando me miraban se me debía ver todo. Mi marido me dijo que lo único que se podía ver era la puntita de mis tetas, que con el aire acondicionado estaban sobresalientes y el vestido no ayudaba a disimularlo.

Cuando pasaron a música lenta, mi marido, siempre galante, sacó a bailar a Ely y me pareció que lo hacían bien pegaditos. Yo les miraba, con el vaso en la mano y un poco recostada, y se les veía hablando bajito y sonriendo, con su boca pegada a su oreja.

Tan absorta estaba mirando que me llevé un sobresalto cuando uno de los chicos que deambulaban por allí me invitó a bailar. Del susto que me dio, me incorporé, buscando quien me hablaba y él, pensando que me levantaba, me ofreció su mano, así que la tomé, casi sin saber lo que estaba haciendo y salí con él al ruedo. No creo que le hubieran pedido el carné a la entrada porque parecía un crío; le debía sacar por lo menos quince años, pero era más alto que yo.

Viendo como lo hacían los demás, me agarró por la cintura y me acercó a el; poniendo mis manos en sus hombros me dejé llevar. Bailaba muy mal, pero ni se daba cuenta, solo se movía despacito y el ritmo no le importaba mucho. Acercó su cara a mi pelo y empezó a moverla para sentirlo mejor. Olía bien, se había acicalado para la fiesta a ver si había suerte y de momento ya había conseguido tener una tía en sus manos y esas manos no cesaban de recorrer mi espalda, bajando cada vez más, parando al llegar al borde superior de mi cintura.

Movía los dedos como cogiéndome pellizquitos. Buscaba el elástico de mis bragas. Las bajó un poco, buscando, hasta que ya, con la mano abarcándolo todo, llegó a la conclusión de que no las iba a encontrar. Entonces me agarró el culo con toda la mano extendida y fue como amasándolo, cogiendo mi carne a puñados,

sin creerse la suerte que había tenido.

Menos mal que la pieza acabó pronto y volví a mi sitio. Salí con mi marido a la siguiente y así fue alternando un par de piezas con las dos. Cuando estaba sola, en una de ellas me pidió un baile otro chico y accedí.

A partir de ahí no paré. Supongo que se lo habían comentado entre ellos y quisieron ir comprobando si era verdad y aprovechar algo, porque según salíamos a la pista apenas esperaban para ir bajando las manos y tantear sin mucho disimulo todo mi culo. Enseguida se empezaron a animar más y alguno me subió un poco la falda para tocar sin obstáculos.

Mi marido y Ely, bailando en la pista, debían de estar observando algo, me miraban de vez en cuando y sonreían y los chicos no esperaban a terminar una canción para ir turnándose, con lo que no se las veces que cambie de pareja, ni me importaba mucho, la verdad, porque todos iban a lo mismo.

Debían haber dado instrucciones al disk-jockey, pues seguía la música lenta y apenas sin pausas, para no dejarme ir. Me vi un poco retirada hacia una zona que parecía un poco más oscura y ahí aguanté que metieran la mano por delante, incluso subiendo la falda un poco, hasta llegar a mi pelillo.

A veces los retiraba, pero era muy cansado. No veía a mi marido y tampoco quería salir corriendo. Me abandoné un poco, a ver si una vez satisfecha su curiosidad me dejaban. Por allí no había gente sentada que pudiera ver el espectáculo que estaba dando y eso me tranquilizaba, porque ellos cuidaban que mi trasero quedará hacia la parte no visible desde el resto de la pista.

Las tetas también fueron atendidas debidamente, por encima del vestido más o menos, porque cuando se me pusieron los pezones de punta asomaban por entre el tejido de punto. Se me empezó a caer un tirante, asomando

la parte superior de mi pecho redondito y el de turno casi se vuelve loco.

Cuando uno de ellos consiguió meter un par de deditos en mi humedad y noté el primer escalofrío, reaccioné de golpe y decidí parar aquello, yéndo al baño a ponerme las braguitas. Me subí el vestido y me las coloqué. Me acicalé de paso un poco, mirándome al espejo, y me pareció que tampoco destacaban demasiado, aunque allí había mucha luz. Lo único que destacaba escandalosamente era la punta de mis pezones a través, y casi fuera, del fino tejido del vestido.

Al salir, el efecto debió ser el que previno mi marido: en un vestido tan calado parecía que estaba desnuda en la pista, solo con las bragas, fluorescentes casi.

Durante la siguiente media hora no pude parar, no me faltaron clientes en ningún momento y las bragas no fueron un obstáculo para sus manejos y ahora si que sentía mis pezones de punta, al rozar con el cuerpo de los chicos que se pegaban a mí.

Eran unos críos y en su vida se habían visto en otra igual y, desde luego, se aprovecharon bien. Si hubieran sido un poco mas expertos se habrían dado cuenta de los estragos que estaban haciendo en mi libido, que ya respondía a la excitación que me proporcionaban sus manos en todo mi cuerpo.

Me tenían casi sin fuerzas, medio desmayada, y apretándome a ellos para no caerme, intentado aguantar para no estallar en el orgasmo que quería venir en cualquier momento. Hubiera dicho que sí a cualquier cosa que me hubieran propuesto.

Sentía mi cara encendida y no era capaz de rechazarlos. Al contrario, parecía ansiosa porque siguieran y ellos debían intuir que me tenían dominada y a su disposición. No era ya capaz de pensar y me apoyé en mi compañero, sintiendo que las piernas no me sostenían.

Mi marido se dio cuenta de que la situación me había sobrepasado, tenia la cara encendida y gotitas de sudor sobre los labios y acudió al rescate. Me apoyé en los dos, con las piernas flojas, y nos dirigimos a la salida,

regresando a casa.

Les recriminé que me hubieran dejado llegar a esa situación, pero replicaron que no pensaron que unos chicos tan jóvenes supieran tanto, creían que yo estaba jugando con ellos y divirtiéndome, y no quisieron cortarme el rollo, hasta que se dieron cuenta de lo que pasaba y entonces actuaron inmediatamente.

Todavía me duraba la sensación de flojedad al llegar a casa y me tuvieron que sujetar entre los dos para llevarme a la cama, desnudándome y acostándome entre ambos

Yo los veía a mi lado, atentos a mí, hasta que cerré los ojos. Quedaron mirándose un rato y él se acercó y sentada como estaba le fue quitando la ropa, recostándola a mi lado. Se desnudó a su vez y se tendió al otro costado.

Empezaron a pasar sus manos sobre mi cuerpo y a besarme cada uno por un lado; él condujo la mano de Ely sobre mi sexo y apoyando sus dedos en los de ella me los introdujo dentro, como si fueran los suyos, luego comenzó a moverlos, conduciéndola como si la estuviese enseñando, hasta que entre convulsiones conseguí mi satisfacción, acabando entre los dos lo que habían empezado los chicos un rato antes.

Pasó él al otro lado de la cama y continuó con mi prima lo que ya, a su vez, habían empezado en la discoteca. Estaban calientes los dos y deseando excitarse y conocerse. El la recorría con sus manos, como hacía conmigo, y no tardó mucho en ser correspondido.

Cuando la vio excitada, la colocó sobre su vientre, sentada sobre su pene, que entró sin dificultad, después la estiró las piernas y la recostó sobre él.

Con movimientos lentos se encogía y subía, empujando entonces su culo hacia abajo, volvía a bajar un poco y a subir, y yo sentía sus movimientos en la cama, a su lado.

Volví la cabeza para verlos y me quedé quieta, sintiendo como ella empezaba a contraerse de placer, abriendo la boca para coger aire y gimiendo al soltarlo; se agitaron, ya pegados el uno al otro, respirando fuerte y sintiendo cada uno el orgasmo ajeno. Entonces me acerqué a ellos y nos dormimos juntos los tres.

Cuando desperté, el se había levantado, para que no nos encontráramos en una situación violenta y no tener que explicarnos algo que no tenía explicación.

Pensé en lo ocurrido hace unas pocas horas, y que le diría a mi prima, o que me diría ella a mi. Abrí los ojos y la miré allí, tendida a mi lado, desnuda y feliz.

Se parecía a mí; la observé con detalle, cada línea de su cuerpo, suave, con curvas proporcionadas, el pelo largo, revuelto en la almohada, y entonces pensé que yo también era feliz.

Ely abrió los ojos entonces y me vio con la vista fija en ella, y tal vez un gesto de indecisión o de preocupación en la cara.

Me acerqué a ella y seguí así mirándola, ahora a los ojos. Ella sonrió y, aproximándose a mí, me tocó la cara y nos abrazamos muy fuerte, así como estábamos, desnudas y felices; y entonces me tocó a mí preguntar si la había gustado. Sin responder, unió su boca a la mía y nos juntamos en un beso.

Me gustaba estar junto a ella, pegada a su cuerpo. No era una sensación erótica, sino sensual, no sentía atracción por las mujeres, pero su cuerpo suave, su olor, era agradable. Me sentía a gusto a su lado y creo que a

 

ella le pasaba lo mismo conmigo.

No me dio ningún reparo en pegarme a su cuerpo y acariciarla. Ella me puso la mano en el pecho y también me acarició. Nos apretamos más, con un poco de ansia; pasé mi mano por debajo de su cuerpo, hasta su espalda y con la otra recorrí su trasero sintiendo la suave curva de su cintura. Ahora comprendía lo que sentía mi marido cuando me hacía eso mismo.

Dormimos un rato mas así pegaditas, hasta que mi hijo vino a nuestro cuarto, armando jaleo para que le lleváramos a la playa.

Esa mañana no nos echó el antisolar, aunque delante de sus padres solía ser mucho mas moderado, pero ni nos tocó.

Por la tarde, solos los tres, si lo hizo pero de una manera mas rápida. Estaba tumbado al lado de mi prima, en silencio. Yo los observaba, sin saber que hacer o decir para romper el hielo. En un momento, sus miradas se cruzaron.

- Ely… yo quería decirte… no se si piensas que yo ayer…

Pero mi prima es una joya, no le dejó terminar esos balbuceos que se entendían perfectamente, a pesar de su incoherencia. Acercó su cara a la de él y le dio un beso en los labios, pasando su mano por detrás de su nuca y aproximándose.

Fue un beso muy largo, sin pasión pero con cariño y cuando se separaron, ella le sonrió. Mi marido le pasó la mano por la cara, con gesto tierno, afectuoso y le dijo.

- gracias. ¡Estaba tan preocupado! No volverá a ocurrir, te lo prometo.

- como que no, espero que esta misma noche, ¿no te parece?

Lo dijo volviéndose hacía mi, mas afirmando que preguntando.

- si mejor esperar hasta la noche, si lo hacemos aquí, ahora, puede que acabáramos los tres en la cárcel.

- pues no se si podré esperar hasta la noche sabiendo lo que me espera. ¿Os puedo echar crema?

Volvió a echarnos crema como siempre, relajado, tranquilo y feliz. Nos miramos las dos, encogiendo los hombros, como diciendo: ¡con qué poco se conforma!

Apareció mi hijo de pronto, corriendo, con sus abuelos detrás. No nos pusimos el sujetador pero nos tumbamos boca abajo; mi suegra es muy abierta y decía que si ella tuviera los pechos que teníamos nosotras también los enseñaba y me suegro miraba, pero le hacia gracia vernos así y desde luego no se escandalizaba. Para eso eran peor mis padres, hubieran puesto el grito en el cielo.

El caso es que se iban al pueblo andando con el niño y querían que luego les fuéramos a buscar. Les propusimos quedarnos a cenar en alguna terraza y les pareció buena idea.

Cuando se fueron empezamos a recoger y regresamos a casa, para ducharnos y quitarnos la arena antes de vestirnos.

Se metió primero él y entramos las dos de pronto, abriendo la cortina de la ducha. Se estaba enjabonando por las piernas y tenía el pito medio tieso, a lo mejor recordando lo que le esperaba a la noche. Le dio vergüenza y se sentó en la bañera y nosotras nos desnudamos y nos metimos con él.

Le dimos por todos los lados con la esponja y no le quedó mas remedio que ponerse en pie y aguantar con paciencia, pero cuando acabamos tenia un empalme tremendo. Le dejamos con las ganas y le mandamos a secarse fuera, aunque le dije que podía mirar.

Me dediqué entonces a enjabonar a Ely, bien, a conciencia, metiendo la esponja por la raja de su culo y el chochito. Se encogía de vez en cuando, al acertar con algún punto sensible y le hacía cosquillas, así que me subí a su pecho.

Lo malo es que luego le tocó a ella lavarme a mí. Intenté no moverme y aguanté todas las perrerías que me hizo con sus manos y el jabón, impasible, hasta que se sintió retada y metió un dedito por dentro, disimulado con la esponja.

Me apoyé en la pared porque noté un escalofrío, y mi marido aprovechó y me atacó por detrás, metiendo otro dedo junto con el de mi prima. Me tuve que sujetar entre ambos mientras me daban una sesión completa, que acabó en un buen orgasmo, mientras el agua de la ducha caía por encima de los tres.

Nos vestimos cortitas y veraniegas y nos fuimos a buscar al resto de la familia. Cenamos y nos tomamos unas cervecitas. Tenían un pescado muy bueno y la sepia a la plancha es la mejor que he probado nunca.

Nos portamos muy serios los tres, ya digo que delante de sus padres mi marido siempre es muy correcto, tanto que creo que nunca me ha besado delante de ellos. Les acercó luego con el coche hasta casa y nosotras dos pedimos otro par de cervezas y le esperamos en el mismo sitio.

Allí no es raro encontrar chicas solas sentadas en una terraza, pero aun así los chicos que pasaban cerca nos miraban y nosotras sentíamos esas miradas.

Enfrente de nosotras se pusieron tres chavales que no perdían detalle de nuestras piernas.

Ely me dio un codazo para que me fijara y yo, que tenía una pierna montada sobre la otra, me tuve que volver,

levantando un poco la rodilla para no pegarme con la mesa. No me percaté que tenía un poco recogida la falda y mis braguitas rosas quedaron a su vista, brillando entre la oscuridad de la sombra de mis muslos.

Ellos ya se sentaron sin disimulos, alineados frente a nosotras, y repantigados, viendo el espectáculo. Fue Ely la que se dio cuenta de lo que pasaba y me lo advirtió, pero yo le dije que me daba igual, que ya no me movía. Entonces ella colaboró, levantando también la pierna y apoyándola sobre la otra, bien levantada.

Nos sentíamos alegres, por la cerveza y por la admiración que despertaban un buen par de piernas en un hombre y ninguna quiso ser la primera en sentarse correctamente.

Cuando llegó Pepe y nos vio en esa posición y a los tres chicos empezando a decirnos cosas, se acercó meneando la cabeza, y se sentó frente a nosotras, terminando de golpe con la alegría de los pobres y felices mirones.

- no tenéis remedio. Mañana venís en pantalones.

- si yo tengo unos cortitos, que se meten por la rajita cuando te sientas, mañana me los pongo

- y yo esos anchos que se abren al menor movimiento

- ¿pero no veis que estáis calentando al personal? ¿No tenéis vergüenza?

- ¿y la alegría que les hemos dado está tarde? Eso no tiene precio.

Continuó moviendo la cabeza, como diciendo: estáis locas. Si, locas, pero bien buenas.

Cuando llegamos estaban todos acostados, así que nos fuimos los tres al dormitorio nuestro y nos acostamos. El quedó en medio y nosotras nos pegamos cada una por un lado, subiendo la pierna por encima suyo hasta que se encontraron.

Dormimos así, sin hacer nada, con nuestras manos en su pecho y sus brazos alrededor de nuestros cuerpos. No hizo ningún gesto de tocarnos más allá de los hombros y tampoco necesitábamos sexo para sentirnos felices.

Yo me levanté primero, cuando sentí el olor del café, y quedaron cada uno a un lado de la cama, pero cuando volví después de desayunar, estaban juntitos abrazados y

besándose.

El le acariciaba el culo y las piernas, dándole besitos que recorrían su cara y su pelo. Decidí salir y dejarles solos. No me sentía celosa, aunque me dio una especie de malestar verlos juntos y hacerle las cosas que hasta entonces solo me había hecho a mi.

Cuando estábamos los tres juntos era como un juego, no me sentía orillada, pero al verles solos, pensé cosas raras. Esas manos solo habían tocado con pasión mi cuerpo. Sus labios solo habían besado con deseo mi boca y ahora lo veía con otra…

Pero no tenía derecho a recriminarle nada. Yo lo había hecho con otros que no conocía de nada, solo por el placer sexual, por el morbo. El daba cariño y amor. A lo mejor era eso lo que me intranquilizaba.

Oí unos gritos apagados, cortos, quejidos de placer. No lo quería analizar; tenían derecho, más que yo, así que salí a la terraza, donde estaban mis suegros y el niño viendo el mar.

Dos días después la dejábamos en la parada del autobús y la volví a dar un besito en la boca, cortito, de despedida, pero mi marido compensó con un beso más largo e intencionado, pidiéndola que alguna vez nos

visitara en nuestra casa, que ya era la suya.

Cuando se sentó en el autobús nos fuimos hacia el coche, cogidos por la cintura, y él aprovechó para subirme la falda y tocarme el culo mientras me besaba. Sería una despedida a su manera, pero no solo nos vio Ely; todo el autobús pudo ver mis posaderas redondas y morenitas.

Al volver a casa, los dos pensábamos que tal vez se repetiría, porque nos miramos de pronto y sonreímos al mismo tiempo. Esa noche, en la cama, le pregunté si pensaba en ella.

- si – me respondió – pero no ahora. Cuando estoy contigo solo pienso en ti.

- me halaga que me digas eso, pero ¿te gustó hacerlo con ella?

- si, por supuesto, a cualquiera le gustaría. Pero solo lo he hecho contigo en toda mi vida y sin embargo no siento que haya cometido ninguna infidelidad por lo de anoche.

- ¿lo volverías a hacer?

- así en frío no. Pero supongo que si, seguro que si. ¿A ti te ha molestado?

- no. Pienso igual que tu. Nos queremos y esto no es más que una alegría de vez en cuando.

- me gusta estar contigo y solo contigo, pero pienso que ella casi eres tu. Me gusta hacer el amor con ella como lo hago contigo, pero no sería capaz de vivir con ninguna otra persona que no fueras tú.

De vez en cuando me dice unas cosas que me hacen pensar ¡pero me da tanta alegría oírselas decir!

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La culpa fue de ella (4)

La culpa fue de ella (3)

La culpa fue de ella (2)

La culpa fue de ella (1)

El placer de viajar (18)

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El placer de viajar (16)

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Mi hermano me desea (y 4)

Mi hermano me desea (3)

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Mi hermano me desea (2)

El placer de viajar (3)

Mi hermano me desea (1)

El placer de viajar (2)

El placer de viajar (1)

Loco verano de sexo (15 - Final)

Loco verano de sexo (14)

Complicidad familiar para follar (2)

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¿Queremos calidad o basura?

Aventura de verano (16)

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