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Aventura de verano (11)

en Hetero: Infidelidad

OTRA AVENTURA EN VERANO 11

PREPARATIVOS DE BODA - 1

Nada más llegar a casa después de las vacaciones recibí la llamada de mi prima Ely, que esperaba mi vuelta para venir a Madrid a visitarme y hacer unas compras para el ajuar y quería que la acompañase.

Llegó al día siguiente, yo ya había recogido a mi hijo del cole y me contó sus planes para la boda, que sería en dos semanas. El otro día lo quería emplear en compras, marcharse por la tarde y que yo me fuera con ella, para ayudarla y hacerla compañía. Eso me parecía mucho tiempo, no sabía lo que pensaría mi marido, ni si podría hacerse cargo de la casa tanto tiempo.

En la mañana nos fuimos las dos al centro a pasar el día. Volvimos cargadas de bolsas, yo también me compré algo, y agotadas, pero encantadas de las cosas tan bonitas que habíamos encontrado y tan baratas. Recogimos a mi hijo y ya en casa, extendimos todo encima de la cama. Había algo de ropa blanca, pero casi todo era lencería y camisones. El traje de novia se lo hacia un modisto de su ciudad con las ideas que ella le dio.

Después de acostar al chico, mi marido sugirió que nos probáramos la ropa por si había que devolver algo y nosotras, que estábamos deseando ver como nos quedaba, pusimos manos a la obra. Se sentó en una silla, y

como si no estuviera, nos desnudamos y fuimos poniendo y quitándonos cosas, preguntándole su opinión. Creo que se excitó demasiado, porque dijo que se iba a hacer la cena mientras acabábamos.

Lo dejamos para cenar y luego mi marido recogió todo, mientras nosotras acabábamos de abrir todas las bolsas, después se sentó de nuevo para ver el siguiente pase y nos dio una solución para que pudiese acompañar a mi prima esos días.

El arreglaría para salir mas tarde por las mañanas y antes del trabajo por las tardes, y como el chico comía en el colegio no habría problema. La siguiente semana tenía un festivo, el martes, y habría puente y el sábado se iban los dos a la boda.

Nos pareció bien a las dos y Ely, entusiasmada de que pudiera acompañarla tantos días, se tiró sobre él y le dio un beso. Pero mi marido, el pobre, estaba que ya no podía mas, y se abrazó a ella, prolongando el beso y apretándola mas de lo que se esperaba. Su verga se alzaba vertical bajo el pantalón del pijama y se le veía enardecido por la situación. Me junté a ellos y yo también les abracé, quedando Ely en medio.

Fue un momento de duda y algo de desconcierto. Nos quedamos algo parados, sin saber que hacer y un poco sofocados. Él tomó la iniciativa, nos abrazó a las dos y dándonos un beso a cada una, propuso que dejáramos todo para el día siguiente y que nos fuéramos a la cama.

No dijimos ni una palabra, solo nos dirigimos los tres a nuestro cuarto, un poco cortados, como queriendo seguir pero intentando no pensar lo que íbamos a hacer. Ely me miraba, según avanzábamos por el pasillo. No se si me pedía socorro, si necesitaba apoyo o solo intentaba que él no se percatara de su sofoco y la calentura que le iba subiendo hasta sonrojarle la cara.

Alguna vez nos habíamos acostado juntos los tres, y habíamos tenido sexo. Me gustaban los dos, mi marido era todo para mí y mi prima era la persona después de él que mas quería. Nos compenetrábamos perfectamente y habíamos hecho muchas locuras juntas.

Me detuve un momento a ver a mi hijo y taparle, encontrando al llegar a la habitación, a mi marido agachado a los pies de mi prima y dándole chupetones en la conchita. Ella estaba quieta, se apoyaba en su hombro y su respiración se iba agitando. Los miraba hacer y me dio un poco de celos, no me habían esperado y él parecía que estaba deseando hacerlo con ella, como si yo no existiera.

Enseguida me di cuenta de que era absurdo, y además yo no era la mas apropiada para recriminar nada a mi marido. No hacia mas de dos días

que yo lo estaba haciendo en la playa con dos desconocidos mientras él dormía, y eso sin detallar las veces que ni siquiera se lo había contado.

Entonces me acerqué yo a la pareja y abracé a mi prima también, acariciando y besando su cuerpo, haciendo que se excitara más y se entregara. La acostamos y le besaba la cara. Cogió mi mano con la suya, apretándome, como pidiendo apoyo, o tal vez instándome a participar. Mi marido seguía en su concha, sacando todo el jugo y poniéndola a tono, llevándola a un estado de nerviosismo previo a lo que vendría después, y que ella me transmitía a través de nuestras manos.

Contuve mi egoísmo de un rato antes y besé a Ely en la cara, toqué sus pechos y decidí integrarme en ese momento apasionado para ambos y ya incontenible, dedicándome a darles placer a ambos en lo que podía. Al poco tiempo estaban los dos haciéndolo de una manera salvaje encima de nuestra cama, él le sujetaba las piernas hacia arriba para abrirla bien y embestía con fuerza, golpeando su culo cada vez que empujaba. Ella disfrutaba, se retorcía, suspirando fuerte y su mirada se perdía sin ver nada mas que el goce que estaba sintiendo.

Les oí jadear y ralentizar su movimientos y explotaron casi al mismo tiempo, mientras me abrazaba a ella y juntaba mi cara con la suya. Quedaron juntitos, muy pegados, sin moverse. Les cubrí con la manta y me uní a ellos bajo las sabanas, todavía inquieta y pensativa; me sentía molesta, sin saber por qué. Tal vez al ver a mi marido disfrutar de esa manera con otra o acaso al pensar que me había ignorado y dejado de lado, no me miró ni me tocó en ningún momento mientras duró todo el episodio. Al fin, sin tener muy claro cuales era mi postura en todo ello, me acerqué y nos dormimos los tres abrazados.

Al día siguiente, cuando mi marido ya se había ido a trabajar, ella me confesó que había acordado con Juan no tener sexo hasta después de la boda y se sentía culpable por lo de anoche. Yo ya había dejado de lado las dudas de la noche anterior y me sentía unida a ella como siempre, sin reservas.

- no pudiste evitarlo. Hay situaciones que surgen solas, sin buscar.

- tenia que haberme resistido, o habértelo contado antes para que me ayudaras.

- Estoy segura que si Juan se encontrase en una situación similar tampoco se hubiera negado.

- no. El es más fuerte. Y serio.

- no te quemes, hazte cuenta que no pasó nada.

Dejamos a mi hijo en el colegio y desde allí emprendimos viaje. En casi una hora estábamos entrando por la puerta de su casa.

Habían comprado un chalet de dos pisos, no muy grande, pero con un jardincito y piscina, y tan cerca de la ciudad que se podía ir andando en quince minutos. Lo tenían ya amueblado y poco a poco iban llevando la ropa y sus cosas. Ely y yo dormiríamos allí y Juan en el piso de la ciudad, que venderían o alquilarían cuando estuviese vacío.

Me dejó con todas las bolsas en la puerta y se fue corriendo al trabajo; todavía tenia que ir hoy y mañana en la mañana, y luego cogería libre la siguiente semana.

Llevé las cosas a su habitación, llamé a mi marido y a media mañana no sabía que hacer, de modo que cogí un libro y una silla y me senté en el jardín a leer.

El sol pegaba fuerte y yo me iba quitando ropa, exponiendo mi cuerpo al sol, como a plazos. El calor pegaba en mi piel, reconfortante, y ya no era tan fuerte como el mes anterior, pero allí, al resguardo del viento, todavía se agradecía y decidí aprovecharlo lo más que pudiera. El

invierno me adormecía y aletargaba, el frío no iba conmigo.

Cuando a mediodía oí llegar un coche, estaba solo con las bragas puestas. Era Ely, así que no me vestí, la ayudé a sacar una mesa al jardín y mientras ella se cambiaba, calenté un poco de comida y nos sentamos fuera.

Mientras comíamos me contó sus planes para los días siguientes: esa tarde iríamos a comprar víveres y a otra gestión que luego me contaría; al día siguiente trabajaba hasta mediodía y comíamos en casa juntas. Por la tarde iríamos a comprar las cosas que pudieran faltar y no sabía si Juan vendría a comer o a cenar con nosotras, para saludarme.

- oye, pues me interesa saberlo, porque si viene a mediodía no quiero que me encuentre en bragas y no voy a estar vestida toda la mañana, con el calor que hace.

- bueno, pues si viene te vistes, pero no sería la primera vez que te vea con menos ropa que las bragas.

- ya, pero no quiero provocar. No desearía que por mi culpa rompiese el pacto que habéis hecho…

- pues no sería mala idea que lo hiciese contigo, así estaríamos iguales y no me sentiría en deuda con él.

- ¿quieres que me acueste con él?

- no que te tires encima, pero si que le provoques lo suficiente para ver si aguanta o cae como yo.

- a mi no me importa, me lo pasé muy bien con el hace unos años y no tengo ningún problema en comprobar si sigue igual.

- pues intentaré que venga un buen rato antes que yo y a ver que pasa. Tú te haces la sorprendida, como si no supieras nada.

- de acuerdo.

El resto del plan era que el sábado llegaba la hermana de Juan, de Sevilla, posiblemente con su hijo pequeño, y se alojarían con nosotras; y también que había previsto dos fiestas: una el sábado, para los hombres y otra, para las mujeres, el lunes por la noche, aprovechando que el martes era fiesta. Esa era la otra gestión que haríamos en la tarde.

Hasta la hora de salir, nos desnudamos a tomar el sol un par de horas, y nos echamos una pequeña siesta. Para mi era demasiado, todo el día tumbada, pero ella venía cansada del trabajo, madrugó demasiado, y le venía bien un poco de tranquilidad. Después nos arreglamos y nos fuimos de compras. Era principalmente ropa para las camas de los dormitorios pequeños, toallas y cosas así, que nos llevarían al día siguiente a casa, para no cargar toda la tarde con bultos.

Anduvimos mucho y estábamos cansadas cuando al fin nos sentamos a hacer una cena ligera antes de ir a contratar el local. Ella había hecho ya la reserva del día y la hora, pero faltaban de precisar algunos detalles.

Al entrar nos dirigimos a la barra y le contamos al camarero a qué íbamos. El nos hizo pasar a un reservado, nos preguntó que queríamos tomar y se fue a avisar al encargado.

Llegó un chico increíble, con unos músculos que le reventaban la camiseta y guapísimo. Nos dio un beso a cada una y se sentó, poniendo un álbum de fotos, una libreta y un lápiz sobre la mesa, preguntándonos algunas cosas mientras llegaba el camarero; dejó los vasos, una cubitera con hielo, el wiskie y el agua, y se fue. El chico nos sirvió y solo inquirió si lo queríamos con agua y luego empezó a explicar detalles y dar los precios de cada cosa.

Ajustamos por toda la noche, y barra libre: para mujeres era más barato que para hombres. Habría un portero/vigilante y dos o tres camareros, mas otro en la barra. Nos darían una pulserita de plástico para que la llevase cada asistente, además de la invitación, para poder acceder al local.

Respecto a la música, escogimos discjockey mejor que orquesta, era mas discreto, pero cuando llegó el tema del espectáculo no sabíamos que hacer. Podía ser todo lo atrevido que quisiéramos: con chicas, con chicos, animadores, vestidos, desnudos. Aquí, el wisky y las fotos que nos estaba enseñando nos hicieron poner coloradas. En ninguna se les veía de frente, pero había una en que se le veía a él, desnudo, con un culito de infarto.

Al preguntarle si las fotos eran de los animadores o solo eran de propaganda, con la vista fija en su foto y dirigiendo la vista a su trasero nos volvimos a sonrojar, pero su reacción fue inmediata. Sonrió y se levantó, pidió perdón muy educadamente y se quitó la camiseta, dejando a la vista sus músculos. Me imagino que Ely pensaría lo mismo que yo: ¡que siga! Pero no siguió. Se acercó a nosotras y nos agarró las manos, poniéndolas sobre su pecho.

Era fuerte y suave, sin un pelo. Lo recorrimos un poco, avergonzadas, pero aprovechando la ocasión. Se volvió a poner la camiseta, pidiendo disculpas de nuevo, y nos volvimos a sentar. Ely estaba entusiasmada y quería contratar inmediatamente, pero yo le pregunté que hasta cuando teníamos de margen para decidir. Hasta el sábado por la noche; en menos tiempo le era imposible garantizar nada.

Quedamos en eso y nos fuimos a casa un poco alegres y algo calientes. Lo hablamos mientras nos preparábamos para ir a dormir. Ella estaba convencida de que teníamos que corrernos una gran juerga esa noche, pero yo pensaba que podía ser demasiado fuerte. Había muchas mujeres de la familia, muy conservadoras y anticuadas, y además al día siguiente se sabría en toda la ciudad lo que había pasado allí.

- ¡que va! Eso era en tus tiempos. Esta ciudad ha cambiado mucho en los últimos dos o tres años, y por las viejas esas de la familia no te preocupes: después de cenar se irán para su casa.

- en cualquier caso ¿te imaginas quince o veinte mujeres, barra libre y cinco o seis chicos desnudos?

- pero es una despedida de soltera y hay que hacer un poco de juerga ¿no?

- juerga si, pero eso sería una orgía

- ¿por ver a unos tíos desnudos?

- pero que tíos… si todos son como la muestra.

- ¿tu crees que estaba bueno?

Me quité la camisa y el sujetador, puse su mano en mi pecho y le digo:

- buenísimo. Toca.

Me siguió la gracia y empezó a sobarme el pecho como si yo fuera un tío; se agachó y me desabrochó la falda, que cayó al suelo y se amarró a mis muslos, chupando y poniendo la mano sobre mis bragas.

- si…estas buenísimo… y que paquete…

Me acabó de desnudar y nos echamos sobre la cama abrazándonos y jugando un poco hasta que nos quedamos dormidas.

Se debió de levantar pronto porque no la oí, y me despertó el timbre de la puerta de la calle. Me asomé a ver y era el de la tienda de ayer; solo me dio tiempo a ponerme una bata ligera encima y salí a abrirle, echa un asco, sin encontrar el cinturón de la bata, sujetándola de cualquier manera y el pelo y los ojos de recién levantada.

El chico entró todos los paquetes, mirando mis piernas mientras me agachaba buscando mi bolso para darle algo de propina. Intenté sujetarme el pelo hacia atrás para no tener tanta pinta de loca y la bata se abrió. Solté el pelo rápidamente y me la sujeté por la cintura, un pecho quedó fuera y lo guardé como pude.

El asistía a este trajín muy interesado y sin perder nada de vista, pero supongo que preocupado por su propina, cuya cuantía, desgraciadamente estaba en manos de una loca que no sabia que hacer con sus manos y con su bata. Yo buscaba en mi monedero y pensaba que por lo menos ya no tenía que estar pendiente de él y podía estar en la piscina tranquilamente sin miedo a interrupciones.

Siguió mirando hasta que se fue, murmurando algo de que estaba muy buena cuando me levantaba y alguna otra cosa que no le entendí referente a mi pecho y a mi salud mental. Con el cinturón de la bata a medio atar y la cara de recién levantada no era mi mejor momento del día, pero tenia el escote de la bata casi hasta la cintura, sin sujetador y los ojos medio cerrados y supongo que no perdió ningún detalle de ese panorama tan sugestivo. De hecho ni siquiera miró a ver cuanto dinero le di, se lo guardó en el bolsillo sin apartar la vista de mi dirección.

Cuando me vi en el espejo para peinarme alguna redondez de mas se salía de su sitio y hasta el ombligo se veía todo despejado; si, estaba buena y apetecible incluso despeinada.

En fin, desayuné, me arreglé un poco, recogí los paquetes y los llevé a su sitio y me salí a leer un poco al jardín. Eran casi las doce y hoy también hacía calor, así que un rato después ya estaba casi desnuda, sentada en la silla y con el libro en las manos.

No le había preguntado a Ely si había alguien en los chalets de al lado, pero parecía que estaba vacíos, porque tenían las ventanas siempre cerradas. Algún camión, cuando pasaba cerca podía verme, pero tenia que ir casi parado para poder apreciar algo. De todas maneras, me alejé un poco de la puerta y me fui al otro lado del jardín, que además era mas tranquilo, porque no se oía el ruido de la carretera.

Cuando me cansé de leer, coloqué una toalla junto a la piscina, me dejé solo las braguitas rosas y me puse a tomar el sol hasta que viniera Ely.

Hacía calor hoy también y me metí un par de veces en el agua, pero estaba bastante fría y no se podía estar mucho tiempo dentro. Ya no hacía para bañarse y como se estaba bien era al calorcito del sol, pero demasiado rato quieta, en la misma postura, engañaba y quemaba sin darte cuenta.

Las bragas, al mojarse en el agua, se hacían literalmente transparentes y se veía mi pelo y la línea de mi sexo con toda nitidez por debajo de la tela mojada. Pensaba si recortármelo, aunque ya no me iba a desnudar como en la playa; tampoco me iba a ver nadie de está forma, aunque a mi marido le gustaba cortito. A lo mejor antes de la boda, como tenia que ir a la peluquería y arreglarme y tal, le daba un toque y me lo cortaba un poco.

Pensando en estas cosas y medio adormilada, no oí como se paraba un coche junto a la verja, y donde estaba yo, y de espaldas, tampoco lo pude ver. Me sorprendieron unas pisadas detrás de mí y una voz fuerte, que me hizo dar un brinco, sobresaltada:

- cuanto bueno por aquí…

Me había olvidado de Juan, y de que mi prima me dijo que iba a intentar que viniera antes que ella. En cualquier caso mi reacción no pudo ser más natural, y desde luego, al ver el bote que di, él no podía llegar a sospechar que le estuviera esperando.

Seguí boca abajo, para que no me viera el pecho desnudo. De pronto me dio corte que me viera, pero me apoyé un poco en los brazos para darle un beso cuando se agachó junto a mi. Luego reaccioné como me pedía el corazón y sin pensar en mi estado de desnudez, ni en el plan preparado con mi prima, me eché a sus brazos y le apreté con fuerza, dándole otro beso y mirándole con fijeza y alegría a la cara.

- Juan… que susto me has dado y que alegría.

Se separó un poco de mí, mirándome de arriba abajo, observando mi cuerpo y mis pechos, duritos y con una suave coloración blanca en contraste con el resto de la piel, donde me había dado mas el sol. Tenia la carne de gallina, de haberme metido en el agua hace un momento y mis pezones eran un pequeño botoncito, apenas sobresalientes en la mitad de mi pecho.

Me siguió mirando de arriba abajo, teniéndome agarrada por las manos, con los brazos extendidos. Me parecía que miraba demasiado mis piernas y entonces caí en la cuenta de que todavía tenía las bragas mojadas y que el efecto de desnudez que había observado yo hace un momento estaba siendo igual de evidente para él.

- la alegría es mía. Estás guapísima, no has cambiado nada.

Se sentó y se quitó la camisa y estuvimos contándonos cosas unos minutos, como dos antiguos amigos que hace años no se veían. Cuando se tumbó un poco a mi lado nos quedamos en silencio, mirándonos

fijamente a los ojos.

Acerqué mi cara a la suya y no me pude aguantar mas: me eché encima de él y le rodeé con mis brazos besándole fuertemente en la boca. El tampoco pudo disimular por mas tiempo y correspondió con pasión, apretándome y colocando sus manos por todo mi cuerpo, como intentando recordar como era.

Metió las manos por debajo de mis bragas, tocando mi culo y bajando los dedos entre mis muslos hasta llegar a mi vagina, que empezaba a humedecerse. Cuando nos separamos un poco se dedicó a acariciar el pelo de mi sexo, separando un poco más la braguita. Yo le desabroché el pantalón y tiré un poco de él hacia abajo. Se lo quitó del todo, mientras yo me deshacía de las bragas y me colocó encima de él, abrazándonos de nuevo, para sentir cada uno el cuerpo del otro.

Nos frotábamos frenéticamente, sin parar de mover las manos, recorriendo todo el cuerpo, con ansia. Noté rápidamente como el contacto de su pene en mi vientre se iba haciendo mas notable y adquiría ese tamaño que tanto me gustó en su día y que me hacia perder la cabeza.

Entonces él tomó la iniciativa y yo solo me dejé llevar. Me dio la vuelta, separó mis piernas y acercó su pene a mi abertura. No había cambiado, seguía siendo el mismo hombre delicado; apuntó y metió un poco la punta; me acariciaba las tetas mientras empujaba despacio, dándome tiempo para que mi vagina se adaptase a su tamaño.

Me excitaba la forma lenta de ir entrando, como me iba ensanchando poco a poco; sentía cada centímetro que avanzaba. Tardó tanto que nada mas tocar fondo sentí el primer orgasmo. Estaba llena y repleta con su pene, que empezó a mover cuando vio que estaba lubricada lo suficiente como para no dañarme.

Yo me retorcía, quería darme la vuelta para sentirle frente a mi, pero no lo conseguí. Me tenía bien ensartada desde atrás, su vientre y sus muslos golpeaban en mi culo y me agarraba los pechos, amasando y acariciando las puntas, aumentando mi excitación al máximo.

Tardó mas de diez minutos en correrse, poco tiempo para él, lo que demostraba que también lo deseaba desde antes de aparecer por la puerta. Durante ese tiempo yo pasé de un orgasmo a otro, no se si fueron cuatro o cinco, o uno solo sin interrupción.

Caímos derrengados y el se echó a un lado, me miró con ternura y me volvió a besar desde una postura forzada y sin soltar mi pecho. Su pene se iba deslizando hacia fuera y lo agarré con las manos, intentando que siguiera dentro un poco más. No perdía tamaño, pero si firmeza y acabó deslizándose fuera del todo, al caer su cuerpo a un lado de mi

- es como si no hubieran pasado todos estos años. Sabes… quiero a Ely, tenía que haber tenido mas fuerza de voluntad

- supongo que nos deseamos y sabíamos que cuando nos viéramos volvería a pasar.

- si. No podíamos saludarnos simplemente, pero me siento decepcionado por mi conducta.

- pues yo me alegro de haberlo hecho. Ahora podemos mirarnos y saber que seguimos siendo los mismos amigos que se quieren y a veces se desean, sin que por ello dejemos de amar a los nuestros. Mi marido y mi hijo son para mi lo mas importante.

- si. Tu eres y seguirás siendo siempre mi mejor amiga, pero no se como se lo voy a decir a Ely.

- yo se lo diré. La culpa ha sido mía.

Y para que no me pudiera replicar, le volví a besar y me levanté. Entré en la casa, para asearme un poco, su semen se me escurría por las piernas y me tapé un poco con la braguita, sin ponérmela.

Me lavé un poco en el bidé y cuando vi la hora que era, solo me puse un delantal por encima y fui corriendo a la cocina a calentar la comida, mientras, sacaba los platos y cubiertos al jardín y le decía a Juan que

pusiera la mesa. El se había bañado en la piscina y estaba con unos bermudas que debía traer en el coche.

Mi prima llegó puntual, y efectivamente, me pilló en la cocina acabando de hacer la comida. Me dio un beso como siempre y otro a Juan, que entraba y salía con las cosas de la mesa y sin hacer ningún comentario, sobre todo por mi atuendo, fue a cambiarse para comer.

Debió de suponer lo que había ocurrido porque se la veía contenta y distendida y mas cuando veía a Juan serio y un poco cabizbajo.

Al acabar de comer no le dejamos que nos ayudara, y entre las dos recogimos todo y lo lavamos, aprovechando para hablar. Le conté como había surgido todo, sin premeditación ninguna y como él se sintió culpable, igual que le había ocurrido a ella unos días antes, pero le recomendé que no se confesase con él, porque al perdonarle, siempre le

    

llevaría un poco de ventaja. Consejo de casada veterana.

Me dejó que acabase sola y se fue con Juan afuera. Les di un poco de tiempo para que hablasen a solas; subí a mi cuarto y me puse un vestidito corto y me arreglé un poco, hasta que me pareció que ya habrían tenido tiempo de contarse sus cosas.

No estaban cuando salí al jardín y cuando mire en el salón, pero tampoco les vi, sin embargo me pareció oír unos sonidos característicos de cama en movimiento, así que salí de nuevo afuera, cogí mi revista y mi silla y esperé a ver en que acababa aquello.

Cerca de media hora después aparecieron los dos, con cara satisfecha y abrazaditos acarameladamente. Juan me dio un beso y se despidió hasta la noche; Ely le acompañó hasta el coche y luego se sentó a mi lado.

- ¿habéis hecho las paces?

- hemos aclarado el pacto, la idea era no hacerlo con otros, pero yo le he dicho que tu no eres otros, y que no tenia nada que perdonarle.

- ¿le has dicho algo de lo tuyo?

- me callé como me dijiste, pero ya se lo diré algún día.

- pues nada, me alegro y te aseguro que por mi no volverá a ocurrir.

- no, si no me importa, de verdad, y tu lo sabes; de hecho le he dicho que puede hacerlo contigo siempre que quiera.

- pero oye, algo tendré que decir yo. Eso es como si me prestases.

- bueno, no lo vi de esa manera… quería decir que no me importaba que lo hubiera hecho contigo, que me alegraba de que hubieras sido tú… bueno, no se… algo asi le dije, que mas da.

- bueno, mejor hablamos de otras cosas. ¿Qué planes hay para hoy?

- he quedado dentro de un par de horas para la ultima prueba del vestido de novia y luego si te parece nos vamos a ver tiendas y a cenar por ahí. Mañana no madrugo.

- bien, pues tomaré un poco el sol hasta la hora de arreglarnos.

Me quité el vestido y me tumbé en bragas a tomar el sol.

- ¿no tienes bañador?

- me los dejé en Madrid, no pensé que haría tan bueno ni que tendría tiempo de tumbarme todos los días un rato.

- bueno, pues entonces yo tampoco me lo pondré.

Se quitó el vestido y no llevaba nada debajo, se acababa de levantar y solo se lo había puesto para despedir a su novio. Al rato empezó a meterse conmigo y no paró hasta que me hizo quitar las bragas para estar las dos iguales. Le pregunté por los vecinos, y me confirmó que solo estaban en verano y algún fin de semana de vez en cuando.

Cuando se hizo un poco tarde, nos arreglamos y nos fuimos a ver al modisto; con el coche, por si teníamos que traer algún bulto y para no venir andando si volvíamos muy tarde.

El vestido era muy bonito, como todos los vestidos de novia, con un escote amplio, cuadrado y un velo corto de gasa y le estaba perfecto.

Apenas le sacamos dos o tres pegas, por eso de ser perfeccionistas. Ely se quedó prácticamente en pelotas delante nuestro y, o el modisto era un poco raro, o muy profesional, porque no dio la mas mínima señal de alterarse por el espectáculo y eso que la tocaba por todos los lados, incluso le metió la mano por debajo de la falda para señalar con unos alfileres cada uno de los arreglos que tenía que hacer.

Ella se exhibió bien. Se tenía que probar las medias y como las bragas eran de color y no pegaban, se las quitó. Luego se quitó el sujetador, para ver si no quedaba mal y no utilizarlo ese día. El modisto estaba un poco colorado y algo hizo al fin. Le puso las ligas un poco mas arriba del muslo para ajustar las medias y que no hicieran arrugas y le metió bien la mano entre las piernas para hacerlo, tocando su chochito como al descuido. Me pareció que sacaba el dorso de la mano un poco húmedo, pero bien pudiera ser que yo me estaba ya imaginando demasiadas cosas.

Nos lo llevaría a casa el miércoles, y allí haría la última prueba, y se quedaría listo para el gran día. Nos fuimos después a ver el ramo, la aconsejé en lo que se me ocurrió y apenas nos quedó tiempo para dar un pequeño paseo antes de cenar.

Cenamos con Juan, que invitó, y un par de amigos del trabajo que también irían a la boda. No quisieron contar nada de la despedida de soltero que iban a hacer: Juan porque no sabía nada y los amigos porque decían que era demasiado picante para nuestros oídos, solo que iba a estar bien animada, pero que iban a intentar que acabara pronto.

Cuando volvíamos para casa Ely me dijo que Juan iría a dormir a casa; se lo había pedido y a ella le pareció bien. Me propuso que me acostara con ellos, pero no me pareció oportuno. Bastante cosas habían ocurrido en dos días y no quería meterme en su relación y menos antes de la boda.

Desde mi cuarto no le oí llegar y pensé que a lo mejor no había venido anoche, pero por si acaso no entré en su dormitorio cuando me levanté, ya tarde, por la mañana: me aseé y desayuné yo sola y como ya había buen sol me fui a tumbar a la piscina.

Mucho tiempo después me sobresaltó la voz de Juan acercándose:

- ¿y esa costumbre de provocar, tomando el sol en ropa interior?

- es que no traje bikinis. Buenos días.

- hola. Me alegro de que no los trajeras; estas mucho mejor así.

Está naturalidad al hablar me dio a entender que después de una noche de buen sexo, se había normalizado la situación y supongo que aclarado cualquier malentendido.

- no os olvidéis de que hay que recoger a mi hermana en el tren.

- si no te preocupes. ¿Se ha levantado Ely?

- está todavía en la cama, medio dormida. Yo me tengo que ir. Nos veremos a la tarde.

Me dio un beso, acariciando mi espalda desnuda. Alargó demasiado la despedida, tocándome el pecho por encima del sujetador y pasando la mano por mi pelo. Al final, casi con un tremendo esfuerzo, se levantó y se fue.

Me alegraba que todo estuviera en su sitio y haberme quedado al margen, por lo menos esa noche. No debía interferir entre ellos y presentía que Juan todavía sentía una gran atracción por mí.

¿Y yo por él? Estaba segura que no, pero asimismo sabía que si me acariciaba un poco me rendiría ante él y si me pedía sexo, se lo daría sin vacilar. Al final puede que eso fuera atracción. Afinidad física indudablemente.

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Loco verano de sexo (15 - Final)

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¿Queremos calidad o basura?

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