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Loco verano de sexo (2)

en Hetero: Infidelidad

LOCO VERANO DE SEXO - 2

Viaje de Estudios 2

Pasamos todo el martes de excursión por la isla. Visitamos las cuevas del Drach y comimos en Alcudia. Estuvimos también en Manacor y en una fábrica de cristal soplado y regresamos bastante tarde al hotel.

Cenamos con los compañeros del otro grupo que habían llegado esa mañana y estuvimos de charla hasta muy tarde. Casi me alegré porque Montse no pudo escaparse a la cita con sus enamorados y como nos fuimos todo el grupo a las habitaciones, no le quedó más remedio que

acompañarme a dormir.

Se acababa de desnudar y se sentó en mi cama, junto a la almohada, poniendo su mano en mi pelo.

- sabes, me alegro de que hayas sido tú la que me tocara de compañera de excursión y de habitación. Me lo estoy pasando muy bien contigo y me aguantas todas mis tonterías con la mejor de las caras.

- bueno, si no te molesta que te recuerde de vez en cuando que estas medio loca…

- en el tono que me lo dices tú, no me puede molestar.

- pues yo también me alegro de compartir estos días contigo, pero no me vuelvas a hacer lo de anoche.

Se fue recostando, colocando su cabeza sobre mis muslos.

- fue colosal, ¿verdad? A ver si en Ibiza tenemos la misma suerte.

- ¿no pensaras seguir? ¿Es que no has quedado satisfecha?

- si, por eso hoy no he protestado, pero seguro que mañana me entran ganas otra vez. Pero no te preocupes, me acordaré de ti y te traeré tu parte.

. A mi déjame fuera de tus manejos y líos. No me compliques la vida.

- ¿no te acabo de decir que eres la mejor compañera de excursión que he tenido nunca? Como te voy a dejar aparte en lo mejor que tiene este viaje. Bastante tenemos con aguantar a los chicos.

- definitivamente estas loca.

- ya lo se, pero no me importa. Hazme sitio que te prometo que no te haré nada.

No esperó a que la contestase, levantó las sabanas y se metió junto a mí, me pasó un brazo por encima y se durmió. Era agradable dormir en compañía.

Abordamos el ferry temprano y llegamos enseguida a Ibiza. El paseo en barco fue muy bonito, porque apenas perdimos de vista una isla cuando vimos aparecer la otra y la brisa del mar era fabulosa y refrescante.

Ese día era de descanso y nos marchamos a la playa próxima al hotel. No estaba muy cerca, había que andar cerca de medio kilómetro, pero el paseo era muy bonito y se veía mucha gente, casi todos turistas extranjeros, ya de cierta edad. Montse estaba descorazonada. Decía que como no mejorase un poco lo que se veía de momento, estaba perdida. La verdad es que tenía su gracia, aunque fuese un poco obsesiva.

A la noche, después de ver que Rufino no nos necesitaba, ni quería acompañarnos (Montse no insistió nada), subimos a arreglarnos un poco para ir de marcha.

Ella se vistió sus pantalones ceñidos y de nuevo tuve que admirar su esplendida figura. Yo me calcé uno clarito, casi blanco, de tela fresca, y digo calzar porque me tuve que tumbar en la cama para que me entrase.

Me miré en el espejo y me gustó. Me hacían también un tipo fantástico. Me estaba mirando mientras cavilaba qué camisa ponerme y qué sujetador iría bien con la que tenía pensado, cuando salió Montse, que se estaba peinando en el baño, y me fastidió ese momento de dicha y autoestima.

- estas horrible. Se te marcan los bordes de las bragas y según como te pongas, se te transparentan.

- ¿tan mal se ve? ¿No te gusta el pantalón?

- no, si el pantalón está bien, pero no con esas enormes bragas debajo. Al ser tan pegado al cuerpo, cualquier pliegue se nota. ¿Cómo puedes usar unas bragas tan grandes?

- no son grandes, son normales. Casi todas la que tengo son así, no tengo otras bragas más pequeñas o sin costuras.

- no te preocupes; ve quitándotelo que yo te dejo unas apropiadas. Tengo muchas.

Me quité todo otra vez, esperando en pelotas que buscase algo que me fuera bien. Me ofreció un par de tiras de hilo con un triangulito, que supuse que debía ser la parte de delante, de un color blanco brillante y que me costó un montón acertar cual sería la posición correcta para colocar.

Yo usaba tangas de vez en cuando, pero esto era la mínima expresión de un tanga. Por delante era absolutamente transparente y como tuvieras el pelo muy negro, era como no llevar nada. Me las puse porque no me

gusta ir por ahí sin bragas, pero era casi lo mismo.

Antes de que me pusiera el pantalón, me pasó la mano por el culito y me dijo que así estaba mejor.

Estuvimos en un par de sitios, pero parecían de jubilados, y casi una hora después acabamos en la disco del hotel. Estaban casi todos nuestros alumnos y un montón más de otros colegios, pero incluso con tantos chicos jóvenes, la cosa no presentaba ninguna animación.

Casi mejor. A mi no me gusta tanto trasnochar, y mas como lo hacia Montse, que parecía casi una obligación. Al final nos fuimos a dormir, con gran pesar por su parte.

La excursión del día siguiente fue por la capital de la isla, la ciudadela y unas ruinas fenicias. Pensaba que la isla era solo de turismo de playas, pero el casco antiguo es precioso y pasamos una mañana muy entretenida. Volvimos a la playa después de comer, pero a media tarde Montse dijo que se iba a explorar, porque está noche tenia que conseguirlo.

Por mas que me insistió no la hice caso. Yo prefería tomar el sol y no me iba a fastidiar con sus manías. Ya nos veríamos a la noche.

Como hecho a propósito, no transcurrió ni media hora, cuando se tumbaron a mi lado dos hombres, mas o menos de mi edad y con buena pinta, como le gustaban a mi compañera. Ya se lo contaría, bien adornado para fastidiarla. Hablaban entre ellos, en italiano, y parecían recién llegados.

Lógicamente tardaron muy poco en dirigirme la palabra, para eso se

habían puesto a mi lado, con lo grande que era la playa, y lo hicieron en un castellano bastante decente, con un fuerte acento, pero muy correcto.

- perdona, ¿eres de aquí?

- no, soy de Madrid.

- es que hemos llegado hoy con una excursión y no conocemos la isla. ¿Sabes de algún sitio para divertirse y pasar el rato?

- pues la verdad es que no. Nosotras llegamos ayer y no conocemos tampoco mucho. ¿Le habéis preguntado al guía o a la agencia?

- pues el problema es que los guías somos nosotros. Venimos con un colegio de chicos y somos los encargados de ellos.

Me estuve riendo hasta que me dio la tos y les vi la cara, si no de enfado, por lo menos de estar un poco molestos. Pensarían que habían metido la pata al decir alguna expresión incorrecta en nuestro idioma y que me reía de su torpeza, así que se lo aclaré.

- lo siento, de verdad que lo siento, pero es que si me lo cuentan no me lo hubiera creído.

- ¿Pues qué pasa?

- pues que yo también soy profesora y estoy a cargo de un grupo de alumnos y mi compañera y yo llevamos dos días buscando donde ir a tomar algo y pasarlo bien.

- pero Ibiza es el paraíso de las fiestas, o por lo menos esa es la fama.

- y lo es, pero pagando y me imagino que depende de la época del año.

- oye, pues si no os importa y tu compañera es como tú, podíamos ir juntos a algún sitio y por lo menos estaríamos en compañía.

- estoy segura de que a mi compañera no le importa en absoluto, y respecto a mi, siempre que sea solo a tomar algo o bailar por ahí un poco, pues tampoco me importa.

Seguimos hablando de cosas, de los colegios en Italia, de los sueldos y esas cosas comunes y acabamos por quedar citados a una hora después de la cena en la disco de su hotel, que casualmente estaba pegado al nuestro. Me recomendaron mucho que convenciese a mi amiga para que me acompañase, y yo les prometí que haría todo lo que pudiera. Era facilísimo convencerla, pero no se lo iba a decir a ellos.

 

 

No estaba Montse en la habitación cuando llegué a la tarde, para arreglarme antes de cenar. Me volví a poner otro pantalón ceñido, tipo vaquero, con unas bragas que encontré entre su equipaje, un poquito mas grandes que las que me dejó anoche y me di un par de vueltas delante del espejo.

Al igual que ayer me gustó lo que vi. Veía mi culito redondo y firme, no demasiado grande y sin ninguna marca de bragas ni estorbos. Mi autoestima, sin nadie que me sacase pegas ni observase mis defectos, volvió a subir espectacularmente.

Dejé una nota explicando a Montse que me iba a cenar con Rufino y luego a la disco del hotel de al lado y salí.

Cenamos los dos y me preguntó por Montse. No se qué mentira le dije para dejarla medio bien, y que no se enfadase y nos fuimos un rato a la disco, a vigilar a los alumnos.

Estaba casi vacía y él se fue a dormir. Crucé la calle y entré en la disco del otro hotel. Allí estaban casi todos nuestros chicos, a la caza de italianas.

Se me acercó uno de los dos que estuvieron en mi habitación la otra noche y me invitó a bailar. Lógicamente me negué y le indiqué que tenía muchas chicas de su edad para sacar a bailar. Dijo algo así como: pero no están tan buenas… mientras se marchaba rezongando y casi molesto.

¡Quien estaba molesta era yo! Que desfachatez. O a lo mejor se dieron cuenta de que no estaba tan dormida la otra noche. Puede que mi cara me delatase y vieran que me gustaba lo que me estaban haciendo. En cualquier caso, eso fue la otra noche y me pillaron descuidada, pero no era lo mismo ahora.

Llegaron pronto mis dos nuevos amigos, y nos sentamos a tomar una copa. Ellos también estaban de vigilancia, porque además casi todo su grupo eran chicas. Charlamos un buen rato, pero Montse no apareció y cerca de la una me despedí y me fui a dormir.

La excursión de la mañana fue por el interior. Visitamos un pueblo, San Juan, me parece que se llamaba y un acuario dentro de una gruta. Volvimos por San Antonio, y a la hora de comer estábamos en el hotel.

De nuevo en la playa, tumbadas al sol en bikini, Montse me contó sus desventuras. La quisieron ligar unos alumnos, fue en taxi a la ciudad, volvió en taxi a eso de las tres. Y se acostó aburrida y cansada.

- voy a tener que buscar yo, porque veo que tu no eres capaz de encontrar nada que valga la pena.

- mira, ya me da igual. Si tu lo consigues te hago un monumento.

- bueno, pues te lo conseguiré, pero tendrás que aceptar mis condiciones.

- Si lo consigues acepto todo lo que tú quieras.

Llegaron un poco tarde, mirando para todos los lados y me imagino que no nos vieron, porque apenas se dirigieron hacia nuestra dirección.

Estábamos rodeadas de bastante gente y si yo les vi fue porque estaban de pie, y paseando la vista en todos los sentidos.

- ¿que te parecen esos dos?

- bien, pero mira donde se van a poner. ¿Es que no ven que hay dos tías buenas esperándoles aquí? ¿Qué quieren, que vayamos nosotras a buscarles?

- mira, yo por ti y tu felicidad soy capaz de dejar aparte mis prejuicios y vergüenzas y acercarme a decirles que vengan junto a nosotras.

- ya, me da corte a mi que soy mas lanzada, y vas a ir tú, que te apuras por todo.

- si, pero no puedo verte con esa cara, esperame aquí que voy a por ellos.

 

Creo que me había salido muy bien. Estuve totalmente seria en toda la conversación y no demostré más que un gran afán por complacerla, sin tener en cuenta el enorme sacrificio de ir al encuentro de dos desconocidos.

Me acerqué por detrás de ellos desde la playa, para que no me vieran hasta que estuviera a su lado y no pudieran hacer ningún gesto de reconocimiento antes de que les pudiese hablar yo y me senté junto a ellos.

- no, no os levantéis por favor.

Os he visto llegar y solo me he acercado para ver si os parece bien mi compañera, antes de invitaros.

Les señalé donde estaba Montse, que se había sentado para ver mejor todo y nos miraba asombrada, bajándose un poco las gafas para no perder detalle de la reunión.

- ¿Qué si nos parece bien? Es sensacional.

- es bellísima (con ese acento italiano sonaba casi cursi)

- mira, lo único que os pido es que no hagáis mención a que nos conocimos ayer, porque no quiero que piense que no intenté localizarla por todos los medios y también preveniros porque es un poco lanzada y es capaz de poner en apuros a cualquiera.

- no te preocupes, procuraremos quedar bien con tu amiga

- ¿ya nos podemos levantar? Vamos para allá?

- pues venga, venir que os presento.

Montse todavía no se lo creía cuando le dije sus nombres y la presenté como mi amiga del alma. Al oír esto casi se le escapa una lágrima. (Esto no es cierto, pero es lo menos que yo esperaba de ella después de todo el teatro que había representado)

La tarde transcurrió en un ambiente casi perfecto. Eran agradables, guapos y buenos conversadores. Montse derrochaba encanto y yo me lo estaba pasando muy bien.

Volvimos juntos hasta el hotel y les dijimos nuestros planes. Cenaríamos con Rufino y lo normal es que luego nos fuéramos a su hotel a echar un vistazo a los chicos. Si veían que a las once no aparecíamos, es que estábamos en el nuestro, por alguna razón, y les esperaríamos allí.

Después de cambiarnos y cenar los tres juntos, ocurrió lo que yo pensaba. Rufino se enteró que los chicos estaban en el otro hotel y se fue a echar un vistazo. En caso de haber ido todos, si se nos acercan los chicos italianos hubiéramos quedado muy mal.

Apenas pasaron diez minutos de las once se presentaron los dos, sentándose en nuestra mesa. Pidieron las bebidas y pasamos una velada muy agradable, charlando hasta que casi nos cierran.

Montse quedó un poco defraudada cuando se despidieron muy educadamente, después de quedar para el día siguiente. Tanto ellos como nosotros teníamos el día libre, y nuestra idea era hacer una excursión, a buscar unas playas que nos recomendaron en el hotel.

Antes de apagar la luz, en la cama, me confesó su desilusión:

- creí que se lanzarían un poco mas. Yo he hecho lo que he podido, pero no les iba a soltar directamente que si nos íbamos a follar. Es casi lo único que me ha faltado hacer.

- serán tímidos…

- de eso nada, bien que se arrimaban.

- pues a lo mejor ha sido porque les he advertido que tuvieran cuidado,

    

que eres ninfómana.

- ¿no habrás hecho eso? ¿De verdad? Eres capaz de haberme hundido la noche.

Me tuve que refugiar debajo de las sabanas, porque se lió a darme con la almohada.

- yo te mato… te mato.

- que no, estate quieta, que es broma… basta ya

- ¿que les has dicho?

- solo les he pedido que nos respetaran un poco. Que estábamos pasando un día magnifico con ellos y que no lo estropearan con insinuaciones ni malos rollos.

- pero eso no se hace. Hay que dejar que las cosas salgan como deben salir, sin esa absurda prevención tuya.

- mira, tu no conoces nada de mi y sin embargo el otro día me metiste en una encerrona con dos tíos, sin preguntarme si quería o no, ni si mis principios morales estaban en contra de esas alegrías tuyas. Deberías empezar por respetarme un poco, y preguntarme si yo quiero seguir por

donde tú me lleves, como si fuera tu esclava en vez de tu amiga.

Me vio seria y se quedó un poco cortada.

- perdona. Tienes razón no tengo ningún derecho a hacerte esto.

- espera… dame un beso. No te enfades tú también. Solo te pido que pienses en los demás de vez en cuando.

Me dio un beso y se acostó.

Pero por la mañana ya lo había decidido y no les acompañé en su excursión, pasaría el día con Rufino, viendo la ciudad y visitando tiendas y por la tarde en la playa.

- mira, Montse, a ti te sobra con esos dos. No me apetece ir, de verdad.

- no te preocupes. Lo entiendo. Yo te disculparé y además, así toco al doble.

Me sorprendió. Debió ser por la charla de anoche. Por lo menos me dejó libre para ir a mi aire y pasar la tarde tranquila en la playa.

Cuando volvía al hotel, ya bastante tarde, estaba en la puerta uno de los dos italianos.

Me invitó a cenar y acepté, pero primero pasé por la habitación a ducharme y arreglarme un poco.

Durante la cena estuvo cordial, como siempre y cariñoso, pero no pegadizo. Cuando le pregunté por Montse me dice que estaba en su habitación, con su compañero. Era lo normal.

- bueno, has sido muy amable. Gracias por todo, pero será mejor que nos retiremos.

- bien quisiera, pero hasta que no aparezca Montse no puedo subir.

- pues conociéndola, va para largo. Vente a la habitación y esperas allí.

- pues te lo agradezco, porque mañana madrugamos

- pero te advierto que a dormir y callar. No hay segunda intención.

- desde luego. Eso pensaba.

Se echó en la cama vestido y yo me volví de espaldas, me desnudé y me acosté. Estuvimos hablando un rato y después de un largo silencio me dice de pronto, muy serio.

- no sabes lo que me estas haciendo pasar. Es cruel.

Si, si que lo sabía y en verdad era un poco cruel. Sentí ese impulso raro que me da de vez en cuando y separé un poco las sabanas, invitándole a entrar en mi cama.

Primero se quedó quieto, mirándome con detenimiento, como pensando si era realidad lo que le ofrecía o se había quedado dormido y estaba soñando.

Fuera un sueño o no, decidió aprovechar y se desnudó rápidamente, tumbándose junto a mí. Su mano se dirigió a mi pecho y me lo empezó a acariciar. Recorrió mi cuerpo y se aposentó en mi vientre, jugando con sus dedos en mi abertura hasta que encontró mi clítoris. Juntó su boca a mi pelo y me besaba por detrás de la oreja.

- ¿de verdad quieres hacerlo?

Mi voz salió débil y entrecortada:

- si… quiero…hacerlo…

Se subió encima de mí y noté su pene duro entre mis piernas. Le ayudé con mis manos a entrar y luego las coloqué en su cintura y espalda, apretando fuerte.

Todavía se quedó otra vez parado, dentro de mi, acariciando mi pecho pero sin moverse. Mi mirada, fija en sus ojos era como un ruego. Nunca me ha gustado pedirlo, ni suplicar para que me diesen placer. Era una cosa que se dan dos personas mutuamente, no como un favor, pero ahora mi mirada, ya que no mi voz, era de invocación para que empezase ya, una petición muda de mi urgente necesidad de sexo.

Y él recogió ese ruego y empujó dentro de mí. Y salió y entró, moviéndose también con pasión y deseo de mi cuerpo. Y yo cerré los ojos, la cabeza vencida y la boca abierta. Me había escuchado y empezamos a notar juntos el inmenso placer de nuestros sentidos, desbocados por fin.

Ya no oía los ruidos de la calle, ni las voces de la gente por la ventana. Solo nuestra respiración, su esfuerzo y mis gemidos. Nos retorcimos y

sudamos juntos. Me agité, incapaz de aguantar más tiempo el orgasmo, y ni siquiera noté cuando él acabó. Quedé flotando, desmayada y feliz.

Que difícil es describir esos instantes de flojera y tranquilidad absoluta.

Tenía razón Montse, no se deberían distanciar tanto estos buenos momentos

Al pasar por recepción a la mañana siguiente, para entregar las llaves, el encargado me entregó una rosa que tenía en mi casillero.

No llevaba tarjeta, pero no hacia falta…

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