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El placer de viajar (16)

en Hetero: Infidelidad

EL PLACER DE VIAJAR - 16

Canaima

Salimos un grupo de doce personas en un avión de un solo motor, no muy grande, a primera hora de la mañana. En el aeropuerto, el guía preguntó que quien eran las dos personas que harían noche allí: éramos nosotras dos. Yo pretendía hacer una excursión hasta el Salto del Ángel, a pie, si podía ser al día siguiente.

El viaje fue algo aburrido, volábamos muy alto y la llanura venezolana era muy monótona. Menos mal que solo tardamos dos horas en llegar porque yo me había puesto el bikini debajo, nos habían recomendado que lleváramos traje de baño y ropa para cambiarnos, y no se me había ocurrido mas que querer presumir de bikini pequeño y se me estaba clavando toda la tira trasera en el culo, en aquellos asientos tan justos y sin poder movernos ni estirarnos.

Antes de aterrizar dio una vuelta por las elevaciones chatas del parque, que dijo el piloto se llamaban tepúes, hasta que llegamos a medias, estaba muy cubierto y en el cristal se veían chocar gotas, hasta el salto del Ángel, un fino hilo de agua que caía vertical desde una altura impresionante. Dio dos vueltas el hombre para que pudiéramos hacer fotos y se alejo rápidamente de las nubes hasta la pequeña pista de aterrizaje.

Hacia calor y sol ya en tierra y se agradecía la escasa ropa que llevábamos puesta, creo que nosotras dos lucíamos el pantalón mas corto y ajustado de todas las pasajeras y al hacer unas fotos con el avión y el poblado al fondo, no faltaron voluntarios para echar una mano.

Yo tenía un mini short vaquero, bien pegadito y Elena uno blanco en el que se le marcaban perfectamente los bordes de las bragas, después de las dos horas de asiento. No es que las otras chicas que nos acompañaban fueran mucho mas vestidas y además eran mas jóvenes, excepto un matrimonio algo mayor pero muy animado, es que nosotras íbamos esplendidas y se notaba que éramos felices.

Después de pagar la entrada y otros tramites nos llevaron en una especie de trencito al poblado o sitio de acogida del parque, para que dejáramos las cosas que no fuéramos a llevar, nos pusiéramos los bañadores y dirigirnos al embarcadero, para trasladarnos en una canoa por el lago, hasta la caída del sapo, una cascada al otro lado.

Hicimos fotos por el camino a otra cascada mas pequeña y a la orilla de al selva. Era todo espectacular y después fuimos andando hasta el sitio que el guía quería que viéramos, aunque nos advirtió que al ser temporada seca no veríamos todo el espectáculo de la caída del agua. Efectivamente, anduvimos por la parte superior que debía estar lleno de agua y correr un río enorme y nosotros lo pasamos en seco, andando entre las piedras.

Bajamos después hasta la parte inferior de la cascada y ahí el guía nos hizo quitar la ropa y dársela al indio que le acompañaba y que la metería en un saco de plástico para que no se mojara. Total, que nos quedamos en bikini, y yo no había pensado en esto al escoger uno tan pequeño, porque noté las miradas de casi todos los hombres en mi culo, del que lo único que no se veía era la raja, tapada apenas por una fina tira de tela que procuré ajustar lo mejor que pude.

Pasamos por debajo del agua, que caía a un lado y por encima, como en una ducha, ayudados al pasar por el guía que nos daba la mano para no resbalarnos en las piedras húmedas. Como era de esperar a mi me despidió con un cachete en el trasero al soltarme para ayudar al siguiente además de las bromas que decía a cada uno.

Acabamos en un lago, donde la cascada arrojaba el agua, precioso, liso tranquilo y de un color verde espectacular, donde nos dio una hora para bañarnos o pasear.

Nos tiramos las dos al agua y estuve tentada de quitarme la parte de arriba del bikini cuando vi que dos chicas lo hacían, pero me dio vergüenza con la braguita tan pequeña, iba a parecer que estaba desnuda. Elena si se lo quitó, para darme envidia: que guapa era, nunca la había visto tan contenta y despreocupada. Lastima que solo fuéramos a estar una semana mas.

Volvimos a subir a las canoas que nos atravesaron el lago de vuelta y llegamos al complejo hotelero, totalmente rustico, pero acogedor y confortable. Sirvieron la comida para todos, nos dieron un par de horas para comer, recoger la ropa y cambiarnos y el avión se llevaría de vuelta a los que no se quedaban esa noche.

El guía antes de despedirse de nosotras, nos acompañó al alojamiento y nos presentó a los dos o tres guías nativos que eran los encargados de la excursión por la selva de la jornada siguiente y nos dijo que a la misma hora de hoy nos recogería al día siguiente para volver a Margarita con el grupo de turno.

Teníamos toda la tarde para nosotras hasta la hora de dormir y decidimos ir a la orilla del lago para bañarnos y tomar el sol. Estaban las canoas amarradas y el agua clara invitaba a entrar y darse un chapuzón. Nosotras lo hicimos desde luego y nadamos un poco sin alejarnos demasiado. Después, nos quitamos el bikini al ver que no se veía ni un alma y nos tumbamos en unas piedras calentitas a tomar el sol.

Elena aprovechó este momento de calma para plantearme sus dudas. En privado era mucho mas lanzada que yo. Agarró mi cara y se pegó a mí en un beso apasionado.

- ¿te gusta estar conmigo?

- claro, ya sabes que me encanta estar a tu lado. ¿Por qué lo dices?

- ayer después de hacer el amor conmigo parecía que no te quedabas satisfecha.

- si, me gustó un montón tocarte y sentir tu sexo junto al mío, lo disfruté…

- ¿pero…?

- ¿pero qué?

- necesitas un hombre, ¿no es así?

- no necesariamente, me gusta estar contigo y dormir abrazada a ti, es solo que… no sé que decirte, o como explicarte.

- no hace falta. Yo también estoy casada y disfruto con mi marido en la cama, pero pensé que esto entre tu y yo podía ser mejor, mas fuerte, diferente.

- y es diferente, pero no creo que tengamos que excluir ninguna de las dos cosas. Yo no soy lesbiana, me atraen los hombre y disfruto haciendo el amor con ellos, y siento un enorme placer al notar como la polla de mi marido me penetra y se mueve y…

- no sigas, que me estas poniendo cachonda y no tengo a nadie mas a mano que a ti.

- yo creo que nos gustamos la una a la otra, por como somos o no se, desde aquella noche de aniversario notaba que me atraías y deseaba estar contigo, pero nunca se me ocurrió que podía prescindir de mi marido ni de mi familia.

- si, yo creo que ese es el asunto. Me gusta estar contigo pero después de unos días entraríamos en una rutina. Creo que de vez en cuando una escapada como esta vienen bien. Regresaremos a casa y seguiremos como siempre.

- lo bueno es que después de esto nos veremos con mas frecuencia y ya no tendremos que preguntarnos si somos amigas ni que sentimos la una por la otra, será mas fácil.

- gracias por estos días tan maravillosos.

Me quedé en silencio, no sabia que contestar. Tampoco hacia falta, nuestras miradas lo decían todo. Me alegraba que se hubiera aclarado esto también. No quería una amistad demasiado obsesiva o con idea de propiedad. Yo ya estaba atada a una persona y no me importaba estar con otras, incluso de manera intima o sexual, pero no pensaba cambiar mi forma de vida ni todo el esfuerzo de formar una familia y un hogar por una atracción que podía ser pasajera o momentánea y que estaba segura que a ninguna de las dos nos llenaría.

Vimos acercarse un par de indígenas y nos bajamos de las piedras para vestirnos. Eran los guías que nos acompañarían al día siguiente. Parece que se había declarado un incendio por la parte que teníamos que atravesar para ir hacia el salto y que solo nos acercarían hasta donde pudieran con el todo terreno y luego volveríamos para hacer una excursión por allí cerca.

Bueno, que remedio, mejor era eso que nada. No saldríamos muy temprano, pero era mejor que nos fuéramos a cenar y dormir. Nos recogerían al día siguiente.

Salimos a tomar un poco el aire antes de acostarnos y les vimos por allí cerca con dos o tres críos alrededor de un fuego y asando algo que pinchaban en un palo y acercaban a las brasas. Nos acercamos con curiosidad y ellos nos hicieron un sitio a su lado. Era una especie de patatas, algo dulces y muy buenas cuando nos dieron a probar.

Enseguida nos pusimos a asar nosotras también, entre risas de los niños por nuestra torpeza o cuando nos quemábamos por acercarnos demasiado a las llamas.

Se oían ruidos de animales y el sonido de la selva me recordaba algo parecido hace unos meses mas hacia el sur. Los guías nos dijeron que en la noche, los animales se acercaban a beber a la orilla del lago y era un espectáculo que algunos turistas filmaban con cámaras especiales.

Enseguida me entró el gusanillo de verlo, aunque no pudiera hacer fotos y me levanté para dirigirme hacia allá.

- espere. La acompañaré. Es peligroso, puede aparecer el jaguar.

Se colocó un machete al cinto y pasó delante de mí, caminando sigilosamente. Elena, que se había levantado también, al oír lo del jaguar se sentó rápidamente, no muy segura de su valor.

Seguí al indio haciendo el menor ruido posible, hasta que llegamos a unas piedras altas, donde me indicó por señas que me colocase. Solo asomaba la cabeza y era muy cómodo porque tenía todo el cuerpo apoyado sobre la lisa superficie de la roca. No veía nada y a veces, el indio se acercaba por detrás y me indicaba algún sitio en particular.

Noté que se iba pegando cada vez mas a mi, pero no le di importancia, absorta como estaba intentando ver algo en la oscuridad, además, su cuerpo me daba calor. La fina camiseta y el pequeño pantalón no eran lo más adecuado para el frescor de la noche en la selva y la brisa del agua se notaba ya a esa hora.

Daba gusto tener la espalda calentita, en contraste con el frío de la piedra que tenia delante, pero la empuñadura de su machete se me estaba clavando en mitad del culo y me molestaba al estar muy pegado a mi, así que llevé la mano hacia atrás para retirarla a un lado.

No encontré la empuñadura. Era otro bulto dentro de su pantalón y no podía retirarlo, estaba pegado a su cuerpo. Cuando sintió que le agarraba el miembro con la mano, me imagino que pensó que tenía ganas de guerra y rápidamente colocó las manos en mi pecho.

Yo había retirado la mía la darme cuenta de mi error, pero él no hizo otro tanto, al contrario, me separó un poco de la piedra y colocó bien cada mano en su sitio, abarcando por completo mis redondos senos, que sensibles como siempre, se pusieron de punta al sentir el contacto.

Me gustó su caricia y pensé que no me vendría mal un poco de alegría y ahora que Elena no estaba delante no me sentía tan culpable o traidora. Ojos que no ven…

Buscó el contacto directo, metiendo una mano por dentro de la camisa, mientras con la otra me separaba un poco de la roca, tirando de mi cintura hacia atrás. Me estaba empezando a gustar; sus manos recorrían mis pezones pasando de uno a otro, dibujaba círculos alrededor, o agarraba todo el pecho, apretando y apreciando su dureza, acentuada por el frío de la noche.

Saqué un poco el culo para ver si sentía de nuevo la empuñadura de su machete, y sí, allí estaba, en su sitio e igual de firme que si fuera la autentica. Noté como la otra mano se introducía por la cintura del short y buscaba, apartando mis bragas para entrar entre mis piernas sin perder el contacto con mi piel.

Y allí estábamos, en la oscuridad mas absoluta, oyendo los ruidos de los animales cercanos, el sonido del agua y los dos en la típica postura de dominio del hombre, abrazada contra su cuerpo sin poder, ni querer moverme, una mano saboreando mis pechos y la otra descendiendo por el ralo pelillo del pubis, pasando por mi saliente vulva y buscando la rajita, que ya empezaba a humedecerse.

Cuando la encontró empezó a tocarme con un dedo dentro, sin demasiado arte, pero con la suficiente paciencia para ir buscando el punto en el que yo me estremeciera cada vez que sentía el roce de su mano en alguna parte sensible. Cuando vio que respondía, lo dejó trabajando en mi interior, un poco hondo y en principio acertando a veces con mi clítoris, lo que le pareció señal de haber acertado al notar como mi cuerpo vibraba cuando entraba y salía, rozándome casi sin darse él cuenta.

Me imaginaba que alguna vez había practicado esto con alguna otra turista, mas necesitada que yo, porque era un poco torpe y no acababa de acertar con el sitio exacto, así que intenté darme la vuelta para ver si esa empuñadura era de verdad o era solo un truco para calentar a las victimas extranjeras que se ponían a su alcance. No me dejó. Me susurró al oído:

- vamos hacia el fuego, aquí es peligroso.

Se separó y me agarró de la mano, conduciéndome de nuevo hacia la zona de viviendas. Lastima que se hubiera acabado. Yo todavía estaba algo caliente y suponía que me acabaría de poner a tono si seguíamos un poco mas, pero allí, en el fuego, con los otros dos, sobre todo Elena, pensé que no había posibilidad de avanzar mas si los ojos de ella se fijaban en los míos y no sería capaz de hacerlo teniéndola a ella como espectadora.

Se paró a unos metros del fuego y me hizo señas de que me acercase despacio. Habría visto algún animal; que raro, tan cerca del fuego. Me dolió la escena que presencié, sentí una punzada de celos, mi rostro se turbó, enrojeciendo de golpe.

Ella estaba completamente desnuda, sobre una manta cerca de las llamas que iluminaban y daban un toque rojizo a su piel. Su cara estaba en éxtasis total, la boca abierta, los ojos cerrados, las piernas apretadas alrededor de la cintura de él, que bombeaba con fuerza, golpeando en su culo con sus muslos y haciendo un sonido seco al chocar, provocando que sus tetas fueran de atrás hacia delante en cada acometida del pene en su interior.

La vi entregada, arrebatada, feliz y volví a sentir que el corazón se me encogía y un daño raro en el pecho, un dolor sordo en mi interior me dejo medio atontada. ¡Que absurda e incongruente era mi reacción! Me molestaba verla disfrutar con un hombre. Intenté pensar, pero solo tenía ojos para esa imagen bestial y primitiva y mi mente no era capaz de desviar las ideas hacia un camino mas lógico y razonable.

No creo que él se diera cuenta de mi estado de ánimo, pero me salvó tirando de mí para dar un rodeo y dirigirse, sin soltarme la mano, hacia la parte trasera de la casa. Cuando paró y me pude dar la vuelta ya estaba desnudo y desde luego lo que tenía entre las piernas no era el mango de su machete, pero no creo que fuera menos duro. Me saqué la camisa mientras el me desabrochaba el pantalón, que bajó junto con las bragas hasta las rodillas y desde ahí cayeron solas hasta los tobillos.

Me dio la vuelta para quedar de espaldas a él y sin el obstáculo de la ropa se apoderó de nuevo de mis pechos y luego bajó la mano hasta mi concha. Esta vez acertó a la primera y me encogí al sentir sus dedos entrar en mi cueva y darme el primer toque de placer justo en el sitio adecuado.

   

Se veía próximo, pero tapado por la casa, el resplandor de la fogata y hasta mis oídos llegaron los gritos de placer de Elena, que en el silencio de la noche parecía que estuviese a mi lado. Abandonó mis pechos para inclinarme sobre unas lonas que tapaban algo y que por lo menos no estaban muy duras cuando me obligó a apoyarme sobre ellas, quedando mi espalda horizontal y mi culo apuntando descarado hacia él, que no esperó demasiado.

Me fue abriendo con una mano, y con la otra guió el miembro tieso y húmedo a mi entrada, colocándolo justo a la puerta, pero sin pasar. Giré la cabeza para ver que lo detenía, pero solo era que se estaba afianzando y colocando bien los pies. No me dio tiempo a volver la cabeza y debió de ver mi gesto de dolor cuando me agarró por las caderas y empujó de golpe.

Debió de verlo porque su cara reflejó satisfacción y el orgullo del que se sabe poseedor de una buena herramienta. A partir de ahí solo me preocupé de mantenerme en pie y sentirle lo mas adentro posible. Supongo que igual que yo notaba el dolor de una buena polla entrando con dificultad, el placer cuando me llegaba al final y la notaba golpearme, él también debía tener la sensación de que era un poco grande para mi, porque la movía despacio, apretando cuando llegaba al fondo y retrocediendo lentamente.

Cuando notó que ya podía acelerar yo empezaba a retorcerme de gusto, apretando los puños sobre la lona y aguantando mis gemidos y estertores para evitar que Elena me pudiera oír, como yo la había oído un rato antes.

Creo que lo conseguí, pero no estoy muy segura, porque al sentir el primer orgasmo me olvidé de mis precauciones, después me escuché casi gritar en el segundo y a partir de ahí solo recuerdo unos espasmos brutales que me arrojaron contra la lona, el cuerpo de él sobre el mío, aplastándose contra mi espalda entre convulsiones y gemidos apagados y mi regreso a este mundo poco a poco, recuperando la lucidez y sintiéndome dolorida por una mole de carne sobre mi espalda y otra en mi interior.

Se fueron aflojando las dos paulatinamente. Una se separó ligeramente, apoyándose contra el mismo asidero que utilizaba yo y la otra, perdida su rigidez primitiva, fue deslizándose por mi conducto hasta que salió de golpe.

Estábamos acostadas, juntas en la misma cama después de ducharnos y Elena se agarró a mi.

- ¿me has visto? No se como ocurrió

- porque tenias ganas de hombre, igual que yo.

- no quisiera que pensaras que yo…

- no digas nada. Yo también me lo he pasado bien.

- me pareció oír unos gritos un poco mas allá, pero no pensé que fueras tú.

- ¿y quien iba a ser? Por cierto, el próximo día que hagas el amor como hoy avísame. Tengo que hacerte alguna foto. Tiene razón mi marido, tu cara era de una expresividad increíble.

- ¿y cuando me ha visto tu marido hacerlo?

- se refería a mi, tonta. Yo debo de poner la misma cara que he visto hoy en ti.

- pues la llevas mañana, porque me he quedado con ganas de repetir.

La excursión del día siguiente fue muy corta, hasta que llegamos al primer remanso del río y nos desnudamos para meternos en el agua, pero no pude hacer ninguna foto. Estaba demasiado ocupada como para acordarme de la maquina.

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