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Marta y rosalía

en Lésbicos

Rosalía tenía treinta y ocho años, era morena, 1.70 de estatura y 60 kilos de peso. Pelo negro, tetas medianas y culo redondito. Era lesbiana y tenía una academía de baile en la que daba clases. Marta tenía treinta y dos años, 1.75 de estatura y 55 kilos de peso. Millonaria, rubia, de ojos azules, tetas grandes. Llevaba doce años casada con Fermín, un hombre moreno, asiduo del gimnasio, y por ende, cachas. Marta, en la academia, hablaba con Rosalía.

-¿Cuantas clases tendré que dar para bailar bien el tango?

-Depende el empeño que pongas. 

-También dependerá del maestro, ¿no?

-Aquí sólo hay maestras y tendrás a la mejor.

-¿Y quién es la mejor?

-Yo.

Un mes más tarde, ya Marta bailaba el tango como una profesional. Ella y Rosalía se hicieran amigas. Una noche, cenando en la mansión de Marta, esta le preguntó:

-¿Es cierto que eres lesbiana?

-Sí.

-Nunca entendí como una mujer se puede sentir atraída por otra.

-Es muy raro que una persona heterosexual lo entienda.

Llegó el mayordomo con el postre y se callaron. Al irse siguieron hablando.

-Es que es difícil de entender que se excite una mujer besando a otra.

-¿Quieres entenderlo?

-Ni quiero, mi me interesa entenderlo.

-Te apuesto lo que quieras a que si te acuestas conmigo acabas pidiendo más -cerró los ojos- maaaaaaaas.

-¡Qué presuntuosa! ¡Y qué mal actúas!

-Sí, presuntuosa, pero te ra, ah, ah, te rajas. -a Rosalía se le cerraron los ojos de golpe- ¡Oooooooh!

Marta, atónita, vio como Rosalía se encogía y se corría con una dulzura exquisita. Dejó que acabara, y le preguntó:

-¡¿Cómo es posible que hayas tenido un orgasmo?!

-Llevo toda la noche apretando las piernas y mirándote. ¿Quieres que me vaya?

-Debía de echarte con quejas destempladas, pero supongo que eso de ser lesbiana es una enfermedad.

-¿Es una enfermedad que me vuelvas loca?

Marta, que se había mojado al ver como Rosalía se corría, le preguntó.

-¡¿Tanto te gusto?!

-Duerme conmigo esta noche.

-¿Estás loca?

 

-Por ti.

-¡Qué vulgar!

-Entonces, por el amor que te tengo, bailemos nuestro último tango.

-Mira, ese deseo te lo puedo concerder.

Poco después. El mayordomo se fuera a sus aposentos, y Rosalía y Marta, en la sala, bailaron al compás que le marcó Carlos Gardel.... Aquel tango calentó a Marta, la calentó una cosa mala, la calentó hasta el punto de decirle a Rosalía:

-Te voy a demostrar que yo con una mujer no siento nada. Esta noche dormiré contigo.

Al llegar a la habitación de invitados. Marta apagó la luz. Se desnudaron y se echaron en la cama una al lado de la otra. Rosalía le rozó con un dedo un hombro a Marta y después le rozó el brazo. Con el mismo dedo, le rozó el interior de los muslos.. La besó en los labios... Metió su lengua en la boca de Marta, que parecía estar muerta, aunque las muertas no encharcan las bragas como las estaba encharcando ella. Le acarició las areolas y los pezones, erectos, se las lamió y se las chupó. Cogió sus grandes tetas con las dos manos, las apretó, las masajeó, las besó. Lamió y chupó. Bajó su mano al coño y al encontralo chorreado, exclamó:

-¡La hostia, cómo estás!

La besó y Marta ya le chupó la lengua... Le quitó las bragas. Le metió dos dedos. Marta comenzó a gemir. Luego, con los dedos mojados, acarició su clítoris con movimientos circulares, para acto seguido, meter la cabeza entre sus piernas. Con la lengua sobre el clítoris le hizo lo mismo que le estaba haciendo con los dedos. Marta levantó la pelvis y Rosalía metió y sacó la lengua en su ojete. Al volver a lamer su clítoris, Marta, pensó que aquel era el glorioso final, pero estaba equivocada. Rosalia cruzó las piernas con las suyas... Rozando los coños empapados se corrieron, entre gemidos y sacudidas. Con el jugo de sus corridas dejaron la cama encharcada. Media muerta de gusto, Marta, vio como Rosalía metía otra vez la cabeza entre sus piernas y le lamía el jugo. Acariciando su cabello, dijo:

-Viciosilla, que eres una viciosilla.

Rosalía, que también era una maestra del cunnilingus, comenzó a hacerle un tornado sobre el clítoris. Marta, exclamó:

-¡No pares, no pares, no paaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, ah, ay. ¡¡¡Me veeeeeeeeeeeeengo!!!

Marta, tuvo un orgasmo tan largo y tan intenso, que no iba a tener otro igual... hasta unos minutos más tarde. 

La noche sólo acababa de empezar.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

 

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