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Princesa

en Amor filial

 

J.E, estaba en un hotel madrileño dentro de un jacuzzi casi mediado de agua con sales y gel. D.G, llegó al cuarto de baño cubierta con una bata negra corta que tenía dragones rojos bordados. Quitó el cinturón y dejó caer lentamente la bata al piso. Quedaron al descubierto unas tetas grandes, con bellas areolas marrones y deliciosos pezones, una cintura que para si quisiera la diosa Afrodita, anchas caderas, un bello trasero, y un chochito al que cubría el vello que le había salido en las dos últimas semanas. Era un talle tan sensual que a J.E se le empinó la verga al verlo.

D.G, se metió en el jacuzzi. Rodeando el cuello de J.E con sus brazos se sentó sobre su verga. El miembro, aún lubricado con el gel y las sales, entró apretado en el chochito. D.G, cuando la verga llegó al fondo, se quedó quieta con ella dentro y lo besó con sus húmedos labios. J.E, con los ojos cerrados, y las manos en las nalgas de la joven, correspondía a sus melosos besos.

El tiempo se detuvo unos instantes... Era como si J.E estuviese en un sueño. Al abrir los ojos y ver su bello rostro, le dijo:

-En verdad que eres la criatura más sensual que he conocido.

-Exagerado. ¿Qué sientes al besarte?

Lo volvió besar, esta vez con una dulzura suprema. J.E, estaba en el paraíso.

-Siento cómo si por tus labios corriese un pequeño arroyo de miel.

-Adulador.

J.E, le acarició su sedoso cabello, y mirando sus lindos ojos, le espetó:

-Admirador, princesa, admirador.

D.G, era una muchacha morena que no llegaba a los treinta años. J.E, era un maduro aún de buen ver.

D.G, comenzó a mover muy lentamente su culo con la verga metida hasta el fondo. Mirando a J.E a los ojos, le dijo:

-Miénteme, dime que me quieres.

-Nunca te he mentido, y no lo voy a hacer ahora.

D.G, lo volvió a besar sin parar de mover su culo hacia los lados, alrededor, hacia delante y hacia atrás, y después, mirándole de nuevo a los ojos, le dijo:

-Haz una excepción. ¡Ooooooooh!, ¿Qué te cuesta? Miénteme y dime que me... ¡ooooh!, que me quieres.

-Lo haré, te mentiré.

-¡Ooooh! Dilo.

-No te quiero.

D.G, se apoyó con las manos en el jacuzzi, acercó sus tetas a la boca de J. E, y dándoselas a mamar, comenzó a follarlo lentamente. Metiendo y sacando la verga hasta casi quitar el glande, le dijo: 

-Se lo que veías en mí. ¡Ooooooh, que delicia!... pero... ¿Qué ves ahora al verme denuda ante ti?

-La criatura más bella que Dios ha creado.

-¡Uuuuuy que me voy correr!

-Vuela, palomita, vuela.

D.G, estaba muy cerca de llegar al clímax.

-Quiero sentirme así eternamente.. ¡Qué placer! ¡Oooooooh!

D.G, volvió a meter la verga hasta el fondo y se quedó quieta. Se echó sobre J. E, lo besó y le dijo:

-No te muevas, no te muevas. ¡Oooooooh! No te muevas que si te mueves me corro -era ella la que se movía- ¡Uuuuuuuuuuuy! Miénteme otra vez. dime que me quieres. ¡Oh, Dioooooos!

J.E, sintiendo las esponjosas tetas sobre su pecho, le devolvió el beso, y le respondió:

-No te quiero.

-¿Y si me quisieras? ¡Uuuuuuuuuuy que me voy a correr! Dime... ¿Cómo me querrías si me quisieras?

-Como quieren los locos.

D.G, le dio un beso en la punta de la nariz, y acariciándole el cabello, le dijo:

-Los locos quieren con locura. ¡Me voy a derretir! ¡Ooooooooh! ¡Que rica se siente tu polla dentro de mí! ¡Ya no aguanto más! Necesito, ¡ooooh! Necesito correrme.

J. E, le echó las manos a la espalda, la apretó contra él, la folló y, D.G, exclamó:

-¡¡¡Me corro!!!!

Sus bocas se fundieron en un beso apasionado. J.E sintió como el chochito de D.G se cerró, como apretó su polla y como se abrió y la bañó con sus jugos... Lo hizo cantidad de veces... La pelvis de la muchacha, al recorrerla el placer, golpeó a la suya, una, dos, tres, cuatro, cinco veces... D.G, le le chupaba la lengua con fuerza.

D.G, al acabar de correrse, quitó la polla y mirando a los ojos a J.E, la cogió y se la masturbó hasta que J. E se le cerraron los ojos, y gimiendo, echó una corrida como un continente de grande.

J.E era un hombre casado, D.G, tenía novio. Estaban viviendo una aventura de un día y una noche. Todo lo que se dijeran y hicieran no saldría de aquella habitación.

Después de comer, D.G, le enseñó a J.E algunos monumentos de Madrid: La Puerta de Alcalá. La Puerta del Sol. La Cibeles. El Oso y el Madroño, el Palacio Real. La Fuente de Neptuno...

Hablaron de todo en ese paseo, y debido a eso, J.E, descubrió que D.G, era una luchadora con las manos atadas. No voy a decir el por qué, sólo diré que el día en que las aguas del río cambiasen de cauce, se iba a cagar en las muelas de más de un estómago agradecido. y también diré, que era lista, muy lista. Sabía que era tiempo de que su voz durmiese, sí, que se aletargarse hasta que llegase el día en que con viento a favor se despertase para gritar: ¡Libertad!

De vuelta en el hotel, se ducharon, por separado, después siguieron conversando...

El servicio de habitaciones les trajo la cena. Al acabar de cenar, J.E, fue al baño y se tomó dos pastillas de viagra. La noche iba a ser larga y ya la edad no le daba para tanta floritura sin ayuda externa, por mucho monumento que tuviese a su lado.

J.E, ya estaba debajo de la sábana cuando salió del baño D.G.

Echando las dos manos a los marcos de la puerta, al más puro estilo de la diosa del cuadro The Gates of Dawn del pintor Herbert James Draper, le dijo con voz sensual:

-¿Te gustas lo qué ves?

-¡Estás espectacular!

D.G, llevaba puesta una lencería blanca con encajes en las braguitas. ¡Estaba preciosa! Caminando sensualmente, se acercó a la cama, levantó la sábana y se metió debajo de ella. A J.E le encantó su perfume. (se pusiera Amor Amor, de Cacharel)

J.E, se puso de lado, le pasó un dedo por las tetas, y le preguntó:

-¿Completo, princesa?

En los labios de D.G, se dibujó una sonrisa.

-Completar te voy a completar yo a ti, gamberro.

J.E, le besó las tetas y acarició su chochito por encima de las bragas, D.G, atrajo con una mano su cabeza hacia ella y lo besó. Luego se quitó el sujetador. J.E, metió su mano dentro de las bragas y le acarició el clítoris con las yemas de dos dedos. Su lengua lamía los pezones, sus dientes los mordían sutilmente y su boca los chupaba. La besaba en la boca, y volvía a lamerlos. Le chupaba las tetas. La volvía a besar... Los dedos dejaron de acariciar el clítoris y se metieron dentro de su chochito empapado. Presionando hacia arriba, los dedos buscaron el punto G. Lo encontraron al momento. Estaba abultado y deseando ser estimulado.

Lo acarició por más de diez minutos al tiempo que le comía las tetas y la boca...

De repente sintió como un pequeño manantial bañaba sus dedos. Presionando hacia arriba, y a la velocidad del rayo, metió y sacó los dedos en el chochito, los músculos de la vagina apretaron sus dedos y D,G, comiéndole la boca, a J.E, se corrió como una bendita. La cama se mojó con sus jugos.

D.G, al acabar de correrse, se puso de lado, echó un brazo sobre el pecho de J. E, puso su cara al lado de la de la suya, y le dijo:

-Bonita manera de comenzar la noche.

La mano que tenía D.G sobre el pecho, bajó lentamente hasta encontrarse con la verga empalmada. Le quitó la sábana de encima y lamió el glande repetidas veces, lo mamó, y lo metió en la boca hasta donde le cupo. Se lo masturbó mientras le lamia las pelotas... Después, se subió encima de él, se apartó las bragas, metió la verga dentro, y le dijo:

-Te voy a follar hasta dejarte exhausto.

Con su verga dentro del chochito, J.E, la besó y le dijo

-¿Qué te apuestas a que que te corres tú antes, princesa?

D.G, con su mejor sonrisa, le dijo:

-¡Mira, mira! Ahora verás.

D.G, comenzó a cabalgar a J.E como dulce amazona, pero el caballo no quería ir al paso y comenzó a ir al trote.

-¡Serááááás!

El caballo se desbocó... y poco después, le decía D.G:

-¡Ay que me corro!

Le quitó la polla, le dio la vuelta, le quitó las bragas. Puso las manos bajo sus nalgas. La levantó y lamió de abajo arriba el chochito encharcado. No le dio tregua. Lamió desde el periné al clítoris presionando con la lengua, y al ratito...

-¡Me corro, bandido, me coooooorro!

... Volvió la paz, temporal, D.G, acurrucadita al lado de J.E, con el brazo otra vez sobre su pecho, y mientras en el hilo musical sonaba otra canción, otra más a la que no prestaban atención, le dijo:

-A tu lado me siento pequeña.

-Pues yo te veo grande, princesa, muy grande.

-Eres un seductor.

-¿Te has dado cuenta qué no te estoy follando?

Se hizo la sorprendida. Levantó su carita de ángel, lo miró a los ojos, y le dijo:

-¿Ah, no?

-No.

-¿Y si no me follaste que me hiciste?

-El amor.

Ahora salió su vena sarcástica.

-Que pena que las mujeres no nos damos cuenta de esas cosas.

-¡¿Estabas tirando de mí?!

Jugando con dos dedos con los pelos del pecho de J.E, le preguntó:

-¿Tú qué crees?

-Creo que debería empezar a follarte.

Volvió a levantar la cabeza, lo miró y le preguntó:

-¿Y quién te lo impide?

-Date la vuelta.

D.G, le dio la espalda, J.E, le besó el cuello, metió un dedo en la boca y buscó con él ojito ciego., jugo en la entrada, y después metió la puntita. D.G, se puso boca abajo, abrió las piernas, y le preguntó:

-¿Mejor así?

-Sí.

J.E, se puso entre sus piernas, lamió su periné y le metió la punta de la lengua en el ojito.

-Eres un cochino.

-¿Te gusta que lo sea?

-Te lo diré cuando... -le folló el ojito media docena de veces- ¡Uffffffffff!

La nalgueó con un dedo dentro del culo, y al lamer su chochitio, D.G, puso el culo en pompa.

J.E, frotó su polla con el ojete, el ojete se comenzó a abrir y cerrar. La verga de J.E, era de esas que el glande acaba en punta. Le metió la mitad de la punta, D.G, empujó y metió el glande.

-¡Me vas a romper el culo!

Era ella misma la que se lo estaba rompiendo, pero el morbo era mayor que las molestias. Al entrar toda se puso a cuatro patas. J.E, la folló con una delicadeza exquisita. A los diez o quince minutos, D.G, le dijo:

-Ya se siente rico. ¡Ooooh! Dame más fuerte.

Le folló el culo hasta que le gustó tanto como si le estuviera follando el chochito. D.G, quería que el placer se eternizase.

-¡Ahora lento!

Le dio como quería.

-Así, así. ¡Oooooooh!

La folló largo rato tal y como ella le fue pidiendo Sus gemidos de placer se fueron haciendo cada vez más escandalosos. Se la sacó. D.G, protestó.

-¡Noooooo! Iba a tener mi primer orgasmo anal.

Se la metió en el coño mojadito.

-¡Siiiiiiii¡ ¡Qué placer!

La folló duro durante un para de minutos, y...

-¡Ya, ya me voy a correr!

Se la volvió a quitar. Con los jugos del chochito de D.G, y con la aguadilla que mojaba su verga hizo un excelente lubricante. Mojó la verga con él. Puso la punta en el ojito, este, abriéndose y cerrándose, se la besó. D.G, echaba el culo hacía atrás para que la verga entrase en su ano. J.E la hizo sufrir un poquito. Al final dejó la verga quieta en la entrada del ojito, D.G, empujó despacito hasta que entró el glande.

-¡Cómo llena¡

D.G, volvió a empujar despacito. Al estar muy excitada, la verga, aunque muy apretada, acabó llegando de nuevo hasta el fondo.

J.E, la agarró por las tetas y la volvió a dar suavemente.

-¡Ooooooh! Apura un poquito más.

J.E, la folló más aprisa.

-¡¡IOooooh!! ¡Más fuerte, más maaaaaa.. ¡¡¡Aaaaaaah!!!

J.E, tuvo que taparle la boca porque si no lo hace los gritos de placer de D.G, se podrían oír en medio Madrid. Esto excitó tanto a J.E, que le llenó el culo de leche.

Después de aquel increíble orgasmo, acurrucada de nuevo al lado de J.E, le dijo:

-Necesito descansar un poquito.

-Y yo, princesa y yo.

Descansaron, pero la noche iba a ser larga, muy, muy larga.

A la mañana siguiente caminaron juntos desde el hotel hasta la calle donde estaba el piso de D.G. Al despedirse, J.E, se quedó mirándola mientras se dirigía al portal. Por las mejillas de J.E, bajaron dos lágrimas. D.G, se volteó antes de entrar, lo miró y derramó una lágrima mientras sonreía dulcemente.

Se había ido de su vida para siempre su diosa. Su princesa... El pobre iluso, se había enamorado como un colegial de su sobrina, de una utopía. No lo culpo, D.G, era un sueño erótico hecho mujer.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

Quique.

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