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Dos historias paralelas

en Amor filial

Vicenta, una mujer de 50 años, morena, alta, de tetas pequeñas, cabello corto, ojos marrones y aún atractiva para su edad, estaba en la habitación de un motel de carretera con su sobrino Luis, un joven de 24 años, mariquita perdido, pero eso sí, muy guapo, rubio, de ojos verdes, de estatura mediana y delgado. Les habían dado esa habitación porque no quedaban más libres. Al entrar en la habitación y ver la cama, le dijo Vicenta a su sobrino:

-Supongo que al ser mariquita no corro peligro. Nunca le metí los cuernos a mi marido y...

Luis, la interrumpió.

-Tranquila, al tío Jesús, aunque usted se empeñase, no le van a nacer cuernos esta noche.

Jesús, el marido de Vicenta, entró en un comedor donde había seis mesas y se sentó a una de ellas. Las otras cinco estaban llenas. Era el comedor de un Furancho, una especie de restaurante de pueblo o de aldea gallega a lo cutre, con paredes de piedra, que antes había sido un establo y en el que ahora olía a callos, cocido, tortilla... oler olía que abría el apetito. De allí nadie salía con hambre, al contrario, la gente dejaba comida en los platos. El dueño del Furancho, Ramón, un cincuentón, gordo y bajito, llegó junto a Jesús, y le preguntó:

-¿Qué va a ser hoy, don Jesús?

-Cocido.

Ramón, se fue. Cuando volvió con el pan, las servilletas y la botella de vino tinto y una taza de barro, Jesús miraba para la mesa de enfrente donde cinco muchachas veinteañeras, entre risas, daban cuenta de dos tortillas gigantes y de dos botellas de vino tinto. En medio de las chicas, destacaba una de tez morena, pelo corto, ojos castaños y una sonrisa cautivadora. Estaba sonriendo cuando la mirada de la joven y la de Jesús se cruzaron. La joven retiró la mirada, como avergonzada, y siguió sonriendo a la chica que estaba hablando.

Ramón, al ver que las miraba, le dijo:

-Bonitas mozas, don Jesús.

-Lo son, especialmente la morenita del centro.

-Y eso que no le vio las piernas, las tiene preciosas.

-Esa fruta no es para nosotros, Ramón.

-Para mí, no, eso lo tengo bien claro.

En el motel, Vicenta, salió del baño vestida con una enagua, perfumada con La vie est belle y dispuesta a echarse en los brazos de Morfeo. Se quitó las zapatillas. Levantó la sábana que cubría a su sobrino para meterse debajo de ella. Vio que estaba desnudo, y que su miembro, era minúsculo, parecía el de un niño.

Diez minutos más tarde sintió unos roces y supo que su sobrino se estaba masturbando, Encendió la luz, levantó la sábana y lo vio con la polla en la mano. Ahora estaba dura, mediría unos ocho o nuevo centímetros y era delgadita. Le dijo:

-Pero Luis. ¿Cómo se te da por masturbarte conmigo al lado?

-Pensé que estabas durmiendo.

Vicenta, apagó la luz.

-Acaba pronto, hijo, acaba pronto y no me manches cuando te corras.

En el furancho, Jesús y la morenita se habían cruzado miradas varias veces, y ya se sonreían el uno y la otra cuando esto pasaba.

Después de que una de las chicas le pagara a Ramón, vio cómo cuatro de ellas se levantaban de la mesa y dejaban sola a la morenita.

Ramón, vino a su lado y le dijo:

-Creo que va a tener suerte esta noche, don Jesús. El taxi que vino a buscar a las chicas sólo podía llevar a cuatro. ¿Quiere llevar usted a la morenita cuando acabe de cenar?

-¿Querrá ella que la lleve?

-Me preguntó si tenía usted auto.

-Dile que si quiere la llevo a donde tenga que ir.

Después de que Ramón le llevase la noticia, la morenita se levantó y fue caminando hacía Jesús. Levaba encima un vestido negro que le daba por encima de las rodillas, y sus piernas, tal y como había dicho Ramón, eran perfectas. Sonriendo con sus gruesos y sensuales labios, le dijo:

-Gracias por ofrecerse. -le tendió la mano- Mi nombre es Reme.

Jesús se levantó y le estrechó la mano.

-El mío es Jesús. Siéntate a la mesa, por favor. 

Ramón, llegó con un plato en el que había unos tacos de jamón, una botella de vino tinto y una taza. Puso todo delante de Reme, y le dijo:

-Obsequio de la casa.

Reme, le sonrió, y le dijo a Ramón:

-Gracias.

El acento de Reme era sudamericano. Jesús no quiso saber de donde era, lo que quiso saber era si tenía pareja, pero tampoco podía ser directo, así que le preguntó:

-Hermosa cómo eres debes tener muchos pretendientes.

Reme no se andaba con medias tintas.

-Si lo que quieres saber es si soy mujer de un polvo de una noche, siento decepcionarte, pero no, no lo soy. ¿Pido un taxi?

-No, nada me cuesta llevarte.

-¿Sin saber a dónde me tienes que llevar?

-Sí, eres tan bonita que te llevaría más allá del fin del mundo.

-Mentiroso.

-Me has pillado. Sólo te podría llevar hasta el fin del mundo.

-Ya puesto jejeje. ¿Por qué no más allá?

-Por que más allá no hay gasolineras, guapa.

En el motel, Luis, seguía dándole a la manivela. Vicenta ya se estaba cansando.

-¿¡Pero tú no acabas nunca, hijo?!

-Si te pudiera tocar un poquito el agujero del culo...

-¿Eso te excita?

-Mucho, eso y tocar tetas.

-Pues toca, hijo, toca, a ver si acabas de una vez y me dejas dormir.

Luis, cómo su tía le daba la espalda, se puso de lado, y con el dedo medio acarició el ojete haciendo círculos sobre él durante dos o tres minutos, luego masajeó las tetas y le estiró y apretó los pezones. La mano derecha la tenía ocupada masturbando su polla, así que jugaba con sus tetas un rato y con su ojete otro rato... Pasara un cuarto de hora, o algo más... Al bajar de acariciar las tetas y hacer círculos de nuevo sobre el ojete unas gotas de flujo vaginal mojaron su dedo. Luis, se sorprendió.

-¡¿Estás cachonda, tía?!

Vicenta, le respondió:

-No soy de piedra, hijo.

Jesús y Reme ya habían salido del furancho. Estaban dentro de la ranchera de Jesús. El vino tinto había hecho su efecto y Reme estaba contenta. La muchacha no daba encontrado el cinturón de seguridad. Jesús se inclinó sobre ella para ponérselo. Sus bocas quedaron cerca la una de la otra. Reme se mordió un labio y Jesús la besó. La joven le devolvió el beso, pero cuando la iba a besar de nuevo, le dijo:

-No, ya te dije que no soy mujer de un polvo de una noche.

-Perdona.

A Reme le pareció raro que no intentara besarla otra vez, que se limitara a ponerle el cinturón de seguridad, poner él el suyo y a arrancar la ranchera. Le dijo:

-Eres muy raro

-¿Y eso a que viene, bonita?

-Los hombres suelen insistir.

-Los hombres, no, los muñecos. Cuando una mujer dice no, es no.

-Eres un caballero.

-No, los caballeros no sienten esas ganas locas que siento yo de estar contigo, hermosa.

-Me caes bien. Eres sincero, y pocos hombres lo son.

-¿A dónde quieres que te lleve, preciosa?

-A tu casa. ¿Puedes?

No le preguntó porque cambiara de opinión, sólo le dijo:

-A la mía, no, por los vecinos, pero puedo llevarte a otra.

En el motel, Luis, le estaba follando con un dedo el culo a su tía.

Vicenta, gozaba cono una loca.

-¿Ayudaría a que te corrieras que te la chupase, Luis?

-Sí que ayudaría, sí.

Se destaparon y Vicenta le hizo una mamada brutal.... Cuando vio que se iba a correr, le apretó un poquito los huevos para que se le cortase y al cortarse, le volvió a dar la espalda, y le dijo:

-Sigue con lo que estabas haciendo.

Luis, no le hizo caso, buscó el culo de su tía con la lengua y intentó lamerlo... no pudo. Vicenta, se puso boca abajo y le dejó el ojete a tiro. Luis comenzó a lamer el periné y el ojete, le abrió las nalgas con las manos y metió la punta de la lengua dentro de su ano.... Vicenta se puso a cuatro patas, era cuestión de tiempo que su sobrino se la metiese en el culo.

Jesús y Reme hicieran una parada en el camino.

Reme estaba desnuda sobre el capó de la ranchera, Jesús, cogiéndole sus grandes tetas, le comía el coño. Estaban a unos diez metros de la carretera, en un montículo. Los coches que pasaban, a la velocidad que iban, con las luces largas, los veían fugazmente y tocaban el claxon. Reme, tardó cuatro o cinco minutos en decir:

-¡Me corro, Jesús, me corro! ¡¡¡Me cooooooorro!!

Su grito de placer se mezcló con el sonido de los cláxones.

Al acabar de hacer realidad la fantasía de Jesús, y mientras se vestía, le dijo Reme:

-Al llegar a esa casa tienes que cumplir tú la mía.

-¿Cuál es?

-Ya lo sabrás a su debido tiempo.

En el motel, Luis, se había venido arriba, y le decía a su tía:

-No sabía que eras tan puta, Vicenta.

Vicenta, miró a su sobrino con cara de mala hostia, y le preguntó:

-¡¿Qué has dicho?!

-Que eres una puta.

Vicenta cogió a su sobrino en un brazado, se sentó en el borde de la cama, cogió una de sus zapatilla grises con piso de goma y le dio en las nalgas.

-¡¡Zas, zas, zas, za, zas, zas!!

-¡¿Quién es una puta, maricón?!

-¡Tú, puta, tú!

-¡¡Zas, zas, zas, zas, zas, zas, zas, zas ,zas, zas, zas!!

-¡¿Quién?!

Luis, excitado, cambió de actitud. le rogó:

-Dame un beso, por favor, cariño, dame un beso,

-¿Te crees que te vas a reír de mí, maricón?

-¡zas zas zas zas zas zas zas zas zas!

Luis empezó a llorar cómo si fuera un niño.

Vicenta dejo de darle, dejó que se levantase, se echó sobre la cama, se puso a cuatro patas, y le dijo:

-Pégame ahora tú a mí. Fui muy mala contigo.

Luis, era falso cómo una serpiente. Sus lágrimas fueran de cocodrilo. Con el empalme que tenía parecía que le creciera la polla un par de centímetros... Al ver el culo de su tía a tiro, metiéndosela de una estocada, le dijo:

-¡¡Toma, puta!!

Vicenta se metió dos dedos en el coño, y le respondió:

-¡¡Dame, maricón!!

Al ratito, Vicenta, sintió cómo su sobrino, apretándole las tetas, le llenaba el culo de leche, y ella, ella con en placer que sintió al correrse, se derrumbó sobre la cama y perdió el conocimiento.

...En una habitación, le decía Reme a Jesús:

-¿No aparecerá tu esposa por ahí?

-No, ya te dije que no es mi casa, es el piso de mi hijo.

-Pero estás casado, ¿no? Si estás casado, lo mismo que vienes tú aquí, puede venir ella.

-Sí, pero mi esposa va camino a Francia en un coche conducido por su sobrino Juan.

-Siendo así...

Reme se puso en cuclillas, le abrió la cremallera del pantalón, le sacó la polla, morcillona, y se la mamó y le lamió y chupó los huevos...

Cuando la polla ya estaba dura, le dijo:

-Hora de que hagas realidad mi fantasía.

-¿Cuál es?

-Quiero que un desconocido vea mi cara cuando me corra.

-Ya te la he visto.

-Tú, no, a ti ya te conocía cuando me la viste.

-Fóllame en la ventana. Puedes bajar la persiana para que no se vea tu cara.

Dicho y hecho, Jesús, bajó la persiana de aquel segundo piso de un bloque de cinco. Reme sacó medio cuerpo de la ventana, Jesús le levantó el vestido y le bajó las bragas, le comió el culo y el coño más de un cuarto de hora, mientras Reme miraba como pasaba la gente por la calle. Después se la metió en el coño. Reme, le dijo:

-No te muevas... Sólo acaricia mis tetas.

Reme folló a Jesús moviendo el culo alrededor, hacia atrás y hacia delante mientras él jugaba con sus tetas.

Cuando Reme sintió que se iba a correr. Le dijo a un joven que iba por la calle con una chica:

-¡¡¿Se corre así tu novia!! ¡¡¡Arrrrrrrrrrrg!!!

Reme, se corrió al mismo tiempo que Jesús le llenaba el coño de leche... Gemía y se sacudía, Su cara de placer era un poema, un poema que estaba leyendo el joven, al que le cayó una colleja de la chica que iba con él.

 

Quique.

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