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El sueño

en Amor filial

Sofía era una joven napolitana de 17 años, de casi un metro ochenta de estatura, rubia, de ojos azules, muy hermosa, y que tenía medidas de modelo, 80, 60, 80.

Sofía tenía varias veces al mes el mismo sueño. Se veía en la vieja Roma saliendo de un gran baño que había en una habitación. Una joven, albina, con un cuerpo de escándalo, la secaba con una toalla... y de ahí en adelante no recordaba nada más. El caso era que cada vez que tenía ese sueño, por las mañanas despertaba con el coño y la cama empapadas de jugos.

En la terraza de un bar se lo contó a su amiga Yanina, que era una chica de color, alta, de 21 años, recién casada, guapa y con un tipazo.

-... Y no sé que hacer, Yanina.

-Yo, si fuera tú, dejaba de leer cosas de mitología. Eso de recordar a dioses, a diosas y compañía no puede traer nada bueno.

-No es la güija.

-No, pero es algo que me huele mal.

-A mí lo único que me preocupa es lo cansada que despierto.

-No es de extrañar. Si te corres en sueños...

-¿Tú no ibas a una sala de masajes?

-Voy, pero puede que si vas allí salgas más cansada de lo que entraste.

-Nunca me habías dicho eso.

Yanina, le echó un trago al Acuarius, y después le dijo:

-Todas tenemos nuestros secretillos.

-¡No! No me digas que le metes los cuernos a tu marido.

-Tanto como eso no, o sí... Soy bi.

-¿Bi, qué?

-Bisexual.

-¡¿Te gustan las mujeres?!

-No sé si debo de seguir con esta conversación.

-¿Por qué?

-Podría perderte como amiga.

-Digas lo que digas eso nunca ocurrirá. ¿Te gustan las chicas?

Yanina miró a los ojos a Sofía.

-Sí, y tú más que ninguna.

Sofía, se ruborizó.

-¡Quita, quita! Tú y yo. No puedo ni imaginar como sería.

-Sería maravilloso.

-Parece que vuelven las costumbres de la vieja Roma donde la homosexualidad y el lesbianismo estaban al orden del día.

-Hay quien dice que es una moda, hay dice que es vicio, hay quien dice...

-Que es una guarrería. Lo dicho, no me puedo ni imaginar como sería entre tú y yo.

-Yo, sí.

Sofia, sonriendo picaramente, le preguntó:

-¿Y cómo sería?

Yanina, mirándole para los labios, le respondió:

-Te comería la boca, el culo y el coño y cuando te corrieras bebería de ti.

A Sofía le gustó lo que oyó, pero disimuló.

-¡Que guarrilla eres, Yanina, que guarrilla eres!

Yanina, viendo que la amiga no se lo tomara a mal, tiró para delante.

-¿Tienes el coño depilado o peludo?

Sofía, sonrió al decirle:

-Eres demasiado curiosa. Esa es una cosa muy íntima.

-Yo lo tengo peludo. A mi marido le encantan los coños peludos. ¿Cómo lo tienes?

-No te lo voy a decir.

Le entró un poquito más.

-Cómo quieras. Seguiré masturbándome pensando que lo tienes depilado y pequeñito.

Lo de la masturbación cogió desprevenida a Sofía.

-¡¿Qué?!

-Olvídalo. En fin, si crees que puedes aguantar los masajes de un caramelito o de una fresita sin correrte, te animo a que vayas a la sala de masajes.

-Va a ser que no voy a ir a ese sitio, y sí.

-¿Sí, qué?

-Que lo tengo depilado y pequeñito.

Yanina, atisbó un rayo de esperanza.

-¿Te lo comeré algún día?

-Soy fiel a mi novio.

-¿Y si un día lo dejases?

-Cuando llegue a ese río, si llego, cruzaré ese puente. Tengo que volver a casa.

Yanina, abrío el bolso, sacó una tarjeta y se la dio.

-Esta es la dirección de la sala de masajes, por si cambias de opinión y decides liberar presión.

La curiosidad de Sofía hizo que cambiase de opinión, y dos días más tarde, después de pasar por recepción, se desnudó en un reservado, se puso una bata, y acto seguido entró en la sala de masajes. Un joven alto y apuesto, que vestía un pantalón blanco y una chaqueta del mismo color, le dijo:

-Quítate la bata y échate en la mesa boca abajo.

Sofía hizo lo que le dijo. El masajista le echó aceite en la espalda y comenzó a masajear sus cervicales, su cuello, su espalda y sus costillas, de arriba abajo y de abajo arriba. Luego bajó a las nalgas, echó aceite y masajeó nalgas, piernas y pies, para volver a las nalgas. Hizo que abriese las piernas. Le masajeó el periné y el ojete, en el que de cuando en vez entraba la mitad del dedo pulgar. Sofía, a duras penas podía aguantar los gemidos, cuando el joven le dijo:

-Date la vuelta.

Se dio la vuelta y sus preciosas tetas y su coño totalmente depilado quedaron a merced del masajista. El joven echó aceite sobre sus tetas y las masajeó, dándole un magreo como nunca antes le habían dado. Sus pezones rayaban el acero cuando le abrió las piernas y masajeó su clítoris. Sofía, le quitó la mano.

-Tengo novio.

Se lo vovió a masajear. Sofia, le volvió a quitar la mano

-Estoy enamorada de él.

Se lo volvio a acariciar y volvió a quitarle la mano,

-Jamás dejaría a un extraño que viese como me corro.

El masajista, que parecía que se quedara mudo, masajeó el interior de sus muslos y volvió a masajear las tetas. Luego volvió a bajar masajeando y llegó al clítoris. Sofía, sin decir nada, le quitó la mano una vez más. El masajista, insistió. Sofía, le dijo:

-Mi novio. -le metio un dedo en el coño- ¡Ay, Dios! ¡Qué bueno!

Ya se dejó hacer. El joven le masajeó el clítoris y los labios del coño largo rato... Después, bien aceitada. la masturbó con un dedo, con dos, con tres, y acabó masturbándola con cuatro dedos y acariciando su clítoris con el dedo pulgar de la otra mano. Sofía, con los brazos a los lados de su cuerpo y los ojos cerrados disfrutaba de la masturbación... Luego, el joven, le llevó una mano a su polla empalmada por encima del pantalón. Tenía una buena polla. Sofía metió la mano dentro del pantalón, la sacó y la meneó. El masajista le llevó la polla a la boca. Sofía, ya se había olvidado de su novio. Se la mamó y se la masturbó. Tiempo después, cuando Sofía estaba perra, el masajista se quitó la chaqueta y el pantalón y quedó en pelotas. (era todo músculo) Sofía se levantó de la mesa de masajes y rodeó su cuello con los brazos. El masajista la cogió por debajo de las rodillas y la levantó en alto en peso. La arrimó a la pared. Se la clavó a tope y quiso besarla.

-Besos en la boca, no. Los besos se dan cuando se quiere a alguien.

El masajista la folló con un lento mete y saca, al principio. Poco a poco fue acelerando. Le besaba el cuello, la frente, los ojos, la nariz, los lóbulos de las orejas, las orejas... A punto de correrse, Sofía, buscó la boca del masajista, y poco después, comiéndole la lengua, soltó un chorro de jugo que salió a presión por los lados de su coño.

El joven aguantó sin correrse como un campeón. Sofía, al acabar, agradecida por el polvazo que le echara, le dijo:

-Dámela.

El masajista, con la polla en la entrada del coño, se fue corriendo dentro hasta metérsela a tope. Sofía, sintiendo la leche calentita dentro de su coño, notó que se podía volver a correr. Le dijo al masajista:

-Dame duro.

El masajista la folló con fuertes arreones, y Sofía no tardo en decir:

-¡¡Me corro otra vez!!

Otro chorró de jugo salió a presión de su coño. Sofía, sacudiéndose, y perdiéndose en la boca del joven, tuvo uno de los mejores orgasmos de su vida.

Después de gozar, se volvio a vestir y se fue.

Yanina, la amiga que le había tirado los tejos y recomendado el masaje, le dijo que había llegado a Napoles una vidente que para ganarse la confianza de sus clientes les contaba su pasado, luego les decía lo que fueran en una vida anterior y después de hacerlo les cobraba una fortuna por decirles como sería su futuro.

Sofía, no se lo pensó dos veces. Ella no iba a gastarse una fortuna para saber su futuro. Lo que quería saber era quien fuera en una vida anterior.

Al entrar Sofía en la sala donde estaba la vidente, la muchacha, que estaba sentada a una pequeña mesa redonda, le dijo:

-Llevo más de dos mil años esperando a que Júpiter nos levantase el castigo y pudiésemos vernos de nuevo, Venus.

-¿Venus? ¡¿Pero tú quién te crees que eres, loca?!

-Psique.

-A ver, a ver, de mitología ando sobrada -sonrío pensando que era un fraude. ¿Cómo anda mi hijo Cupido?

-Con ganas de hacer el amor contigo, conmigo, con las dos, con...

-¡¿Qué dices?!

-Que quiere que sigamos con nuestras fiestas.

-Venus nunca tuvo una aventura con Psique, y menos con Cupido.

-Tuviste. No sólo con tu hijo y conmigo. Engañaste al Cojo con Ares, Poseidón, Mercurio, Rómulo, Eneas, Diana, con vestales, con Creso con...

-De Diana, las vestales y de Creso jamás leí que Venus tuviera idilios... ¿Quién era Creso?

-Un centauro.

Sofía, que no se había sentado, se dio la vuelta, y marchándose, le dijo:

-¡Anda y que te den! Venus cogida por un caballo... ¡Enferma!

-Por un centauro.

Psique, se levantó, Sofía la vio por el rabillo del ojo, y se dio la vuelta.

-¡No te acerques a mí!

Psique cogió a Sofía por la cintura, la miró a los ojos. La besó, y de repente se vio saliendo de un baño que había en medio de una habitación. Una joven albina la secaba con una toalla y después se iban a una habitación que tenía tres camas con base de mármol haciento una U en sentido inverso. La habitación la iluminaban una docena de antorchas. En la cama de la izquierda estaba echado Ares, el dios de la guerra, con su cuerpo musculoso y perfecto. Dos sacerdotisas, desnudas, con cuerpos esculturales, cada una a un lado del dios, le daban a la boca uvas de dos racimos. Una sacerdotisa era morena, con tetas medianas, redondas, con bellas areolas rosadas y gruesos pezones, finas caderas y culo perfecto. la otra tenía un cuerpo muy parecido, pero tenía el cabello rubio y los ojos verdes, El dios y las sacerdotisas, miraban como las vestales, Acia, Agripina, Aurelia y Antonia, (hermanas cuatrillizas) que parecían hermanas gemelas de Yanina, hacían disfrutar al centauro Neso. Agripina y Aurelia, cada una a un lado, le acariciaban, lamían y chupaban las enormes pelotas. Acia le cogía la tralla y Antonia la tenía en la boca y se la mamaba.

En la cama de la derecha, con una copa de vino en la mano, estaba Dionisio, dios del vino, lo acompañaban dos hadas, con cuerpos perfectos, una le daba de comer un enorme zanco asado de jabalí y la otra estaba con una jarra en la mano. Dionisio estaba pendiente de lo que pasaba en la cama horizontal donde psique cabalgaba a Cupido. A esta cama fue Sofía, o lo que es lo mismo, Venus, se sentó en ella y vio como Neso se corría en la boca de Antonia, y como la leche que la joven no conseguía tragar salía como una blanca cascada de su boca y pintaba de blanco su negra mano, su negro cuello, sus negras tetas y su negro vientre y luego descendia hasta su coño rodeado de pelo negro rizado para acabar en el piso de mármol. (La joven albina que secara a Venus tocaba ahora la lira arrimada a una pared) Cupido se corrió dentro de Psique sin que ella llegase a disfrutar. Venus, al quitársela, se la chupó a su hijo, pero no se le levantó. Cabreada con él, se puso a cuatro patas, metió la cabeza entre la piernas de Psique y comenzó a comerle el coño empapado de jugos y del que salía la leche de la corrida de su hijo. Las vestales se separaron de Neso. El centauro, con su lengua, le lamió el coño a Venus, luego puso sus pezuñas sobre la cama. Acercó su enorme tralla a la entrada del coño, la agarró por las tetas y le metió el cabezón, que entró con mucha dificultad, el cabezón y los casi cuarenta centímetros de carne que lo acompañaban. Venus hundió su lengua en el coño de Psique. Agripina le acarició los huevos al centauro y se masturbó. Acia y Antonia se echaron sobre una de las alfombras de la habitación y hiciern un 69. Aurelia le puso el coño en la boca a Psique...

A Ares, que tenía un cipote importante, se lo mamaron las dos sacerdotisas. A Dionisio, le folló su pequeña polla una de las hadas. A la otra le metió un dedo en el coño y dejó que se follase ella sola. Era vago hasta para eso.

Tiempo después, la primera que se corrió fue Aurelia en la boca de Psique. El jugo de su corrida era blanco como la leche de Neso, después Acia y Antonia se corrieron una en la boca de la otra. La siguente fue Agripina, le siguió la sacerdotisa y a la sacerdotisa las hadas. La última fue Venus, después de que Psique le diera el jugo de su orgasmo.

A la joven albina, que seguía tocando el arpa, se le cerraron los ojos, sus piernas comenzaron a temblar y por sus muslos bajaron dos regueros de aguadilla que le llegaron a los tobillos y luego mojaron el piso. Se había corrido sin necesidad de tocarse.

Se acabaran de correr todas cuando Neso sacó la tralla del coño de Venus y se la metió en la boca a Agripina. Agripina, se dio la vuelta, cogió la tralla y la llevó a la entrada al coño. Nesó le metio el cabezón y se corrió dentro de ella. Al quitársela un torrente de leche salió de su coño, que se abría y se cerraba. Viendo Ares y Dionisio el torrente de leche, se corrieron dentro de la sacerdotisa y de la hada.

Sofía se despertó, eran la una de la madrugada. Al fin había tenido el sueño completo. Encendió la luz, cogio el móvil y marcó un número.

Yanina, con su marido durmiendo en la cama al lado de ella, se estaba haciendo un dedo. Le sonó el móvil. Lo cogio. En la pantalla apareció el nombre de su amiga.

-¿Qué te ocurre para llamar a estas horas?

-¿Hay una vidente nueva en Nápoles?

-¡Y yo que sé! ¿Para eso me llamas?

-Necesitaba saberlo. Acabo de tener un orgasmo brutal, y ahora tengo unas ganas locas... No sé si decírtelo.

-Si me llamaste es por algo. ¿De qué tienes unas ganas locas?

-Es igual. Hasta mañana.

-No, no es igual. Me cortaste lo que prometía ser un delicioso orgasmo. ¿De qué tienes unas ganas locas?

-¿Estabas follando con tu marido?

-Mi marido duerme a mi lado. Estaba follando contigo.

-¿Te hacías un dedo pensando en mí?

-Sí. ¿Me vas a decir de que tenías ganas o no?

-De mujer.

Yanina no se creía lo que oyera.

-¡¿De qué?!

Se hizo un siencio.

-De comer un coño de mujer y de que me lo coman a mí.

Bruno, el marido de Yanina, se despertó, y le preguntó:

-¿Con quién hablas?

-Con Sofía.

-¿Qué quiere esa loca a estas horas?

No hay mejor cosa que decir la verdad cuando se trata de ciertas cosas para que no te crean.

-Que le coma el coño.

-¡Ya te vale! ¿Tuvo un accidente?

Su marido le acababa de dar la excusa perfecta.

-Sí.

Yanina volvió a hablar con Sofía.

-¿Sigues ahí?

-Sí.

-En diez minutos estoy contigo.

Buno, le preguntó a su mujer:

-¿Quieres que te acompañe?

-No hace fata. Vuelvo mañana por la mañana.

Yanina, con su marido de espaldas, se quitó las bragas, las echó dentro del armario y después se puso un abrigo de piel. Vestida sólo con él y calzando unos zapatos marrones de tacón de aguja, dejó el piso, bajó al garage, cogió su BMW y a los diez minutos, más o menos, llamó en el telefonillo de la amiga.

En la puerta de su apartamento la aguardaba Sofía, que estaba tapada con una bata roja, bajo la que no llevaba nada.

Al cerrar la puerta, Yanina, se quitó el abrigo, y Sofía la bata. Yanina cogió el culo de su amiga y la apretó contra ella, Sofía rodeó el cuello de Yanina con sus brazos. Sus cuerpos de juntaron y con ellos las tetas. Se fundieron en un beso casi interminable, que las dejó a las dos mojadas. Sofía, acaramelada, le dijo:

-Vamos para mi cama.

Se fueron hacia la cama cogidas de la mano, moviendo sensualmente las caderas y sus deliciosos traseros.

Sofía se echó sobre la cama y Yanina se echó sobre ella. Se volvieron a besar, luego, Yanina, sentada sobre Sofía le acarició las tetas con las dos manos, le lamió y chupó sus grandes y rosadas areolas, le lamió y chupó los erectos pezones, luego magreando las tetas bajo besando y lamiendo centímetro a centímetro desde las tetas al clítoris. Volvió a subir lamiendo y chupando. Al llegar a las tetas le mordió y chupó los pezones. La volvió a besar, largamente, para después volver a bajar besándola y lamiendo hasta llegar a su raja. Se la lamió y con la lengua pringada de jugo volvió a besarla. Volvió a bajar. Esta vez metió su cabeza entre las piernas de Sofía y le lamio los labios y el clítoris. Sofia, arqueó su cuerpo y comenzó a gemir. Yanina, dejó de comerle el coño, y le dijo:

-Cómeme.

Sofía le hizo lo mismo que le hiciera la amiga... La puso tan cachonda como estaba ella. Yanina, casi echando por fuera, le dijo:

-Si sigues me corro.

Sofía cruzó las piernas con las de Yanina. Hicieron una tijera, se frotaron los coños empapados y se comieron las bocas.

Al rato, Sofía, frotándo su coño con el de su amiga, le preguntó:

-¿Estás?

-Casí.

Se frotaron más aprisa.

Sofía, con voz temblorosa, le dijo:

-Yo ya, yaaaa, yaaaaaa. ¡Yaaaaaaaaa!

Yanina, no dijo nada, sólo jadeaba corriendose en el coño de su amiga mientras Sofía se corriá en el suyo.

Al acabar de correrse había un charco de jugo en la cama, era espeso y blanquecino.

Sofía, mirando para su amiga, le dijo:

-Ha sido real. ¡No ha sido un sueño!

Yanina, la besó, y le dijo:

-Para mí sí lo ha sido, ha sido un sueño que se ha hecho realidad.

De repente apareció suspendido en el aitre, desnudo y armado de arco y flechas un joven con alas y muy hermoso. Era Cupido y apuntaba con una flecha a Yanina. Yanina, con los ojos abiertos cómo platos, exclamó:

-¡¡¡Oooooooooosssssssstiiiiiiiiiiiiaaaaaaaasssssssss!!!

Sofía, o lo que es lo mismo, Venus, al haber estado en la vieja Roma, había abierto una puerta en el espacio tiempo.

Quique.

 

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