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Incestos a pares

en Amor filial

 

Habíamos quedado en casa de mi prima Abi, una chica delgadita y preciosa, de ojos negros y larga melena del mismo color. Abi era la mayor causante de las pajas de todos los chicos de la aldea y de algún que otro viejo verde. Yo tuve suerte, ya que se hizo bueno el refrán: "Cuanto más prima más se le arrima".

Su padre y su madre estaban trabajando en el campo. Entré en su casa. Abi llevaba puesto un vestido azul que le daba por debajo de las rodillas y calzaba unas zapatillas. Le dije:

-Estás muy guapa.

Sonriendo cómo un ángel, me respondió:

-Adulador.

La cogí por la cintura y la besé. Sus labios eran dulces. Se estremeció cuando la besé con lengua.... Después la tomé de la mano y la llevé a su habitación. Allí le quité el jersey, el pantalón, su blanco sujetador y las zapatillas. Era como ver a un a una obra de arte hecha mujer. Sus tetas eran como peras y los pequeños pezones cómo rabillos. La eché sobre la cama y le quité las bragas blancas con flores. Vi su rajita. Estaba rodeado de una pequeña mata de vello negro. La eché boca arriba sobre la cama. Sus piernas colgaban de ella y los pies tocaban el piso de madera. Su larga melena negra se desperdigó por la colcha. Sonrió con timidez. Sus ojos negros tenían un brillo especial cuando me dijo:

-Solo comerla. Me lo haces y me aprendes a mamar la tuya.

-Vale.

Le lamí los pezones y comenzó a gemir. Le chupé y le acaricie las tetas, unas tetas de tacto sedoso, duras como piedras y con pequeñas areolas color carne, después, me arrodillé a los pies de la cama. Le abrí las piernas y le besé el interior de sus muslos que eran blancos cómo la leche. Luego, con dos dedos le abrí el chochito. Estaba muy mojado. Al fondo vi un agujerito. Abi aún era virgen.

Besé, Chupé y lamí los carnosos labios de su pequeño chocho. Después llegué al clítoris. Lo trabajé lamiendo de abajo arriba, hacia los lados, alrededor...

Al rato, me dijo:

-Me voy a correr.

La cogí por la cintura y le lamí el chochito cómo si fuese una piruleta...

Me bañó la lenguacon sus jugos mientras se sacudía como una poseída, y lo estaba, estaba poseída por el placer. Después de darme toda su miel, me miró con los ojos abierto cómo platos, y me dijo:

-¡Que corrida!

-¿Quieres que te la coma otra vez?

-¡Siiiiiii!

Ese día no iba a ser. Oímos la voz de Marcos, su hermano, preguntando desde la cocina:

-¿Dónde andas, Abi?

Salí por la ventana que daba por la parte de atrás a una huerta.

2

 

Eran los carnavales. Ya cayera la noche. Iba disfrazado de mujer de vuelta a casa. Un choqueiro, como le decimos en Galicia, se acercó a mí con un cigarrillo en la boca y con gestos me pidió fuego. Se lo di con mi clipper blanco. Mientras se lo daba me echó mano entre las piernas y apretó mi polla. El choqueiro llevaba ropas de hombre. Aún sabiendo que me podía encontrar con una polla, busque su sexo. Allí había un coño, y peludo, por lo mullido que estaba.

Se metió en el cobertizo de mi tía Carmen, la madre de Abi, donde había un carro de bueyes. Con un dedo me dijo que fuera. Fui. Cerró la puerta y me empujó sobre un montón de paja. Apagó el cigarrillo pisándolo.

Segundos más tarde estaba solo con la careta puesta. Tenía unas tetazas, algo decaídas, con tremendas areolas negras y enormes pezones. Le sobraba chicha por todos los lados y el bosque de pelo negro rodeando su coño era grandioso.

Me quitó las bragas, que por cierto, me ponía cachondo llevarlas. Un:" ¡Oooooooh!", salió de su boca al ver mi polla. Me hizo una pequeña mamada. Ella venía a otra cosa. Sin decir palabra me puso el coño en la boca, un coño grande y mojado, pero no olía mal, olía a jabón lagarto. Fue lamérselo una docena de veces, chuparle el clítoris y empezar a mear por mí, y detrás de la meada, una corrida. ¡Una corrida inmensa ! Me fijé en una de sus manos y vi la cicatriz que mi tía Carmen se hiciera al caerle unas gotas de un plástico que estaba ardiendo. Empapado y hecho una piltrafa, le dije:

-Cómo sepa el tío Ángel que te comí el coño, me capa.

Hizo como que no me oyera. Metió mi polla en el coño y se quedo quieta. Le di candela de la buena, y le dije:

-Te voy a dejar los ojos en blanco, viciosa.

Se quitó la careta.

- ¿Tú a mí? ¡Te voy a matar a polvos, calamidad!

Me folló moviéndo el culo hacia los lados, alrededor, dándome las tetas a mamar, follando lento, y a toda mecha... 

A los diez o quince minutos ya se había corrido cuatro veces. Cuando sintió que se iba a venir por quinta vez y que yo ya no aguantaba más, me susurró al oído:

-Quiero que nos corramos juntos.

No podía creer lo que me había dicho.

-¡¿Quieres que me corra dentro de ti?!

-Si.

Sus palabras aumentaron mi calentura.

-Y si...? Ay qué me corro.

Se puso debajo sin quitarla de dentro.

Metió su lengua en mi boca y comenzó a mover sus caderas debajo de mí. Sintió los latidos pre-orgasmo de mi polla. Me cogió las nalgas con las dos manos y me apretó contra ella. Me besó y después me miró a los ojos para ver mi cara al correrme. Sentí un placer bestial.

Llenando su coño con mi leche, los ojos se me cerraron... Al abrirlos vi que mi tía tenía los suyos en blanco. 

Mientras nuestros cuerpos se convulsionaban con el placer y nuestros jugos se juntaban creí ver a Abi detrás de una columna mirando cómo su madre y yo nos comíamos vivos.

Al acabar, vistiéndose, me dijo mi tía:

-Deja a mi hija en paz. Si quieres meter me la metes a mí.

Me había sorprendido.

-¡¿Te dijo lo que le hice?!

-Me lo cuenta todo. Tenía razón. Comes el coño como un ángel.

Sonreí y le dije:

-Los ángeles no comen coños.

-En eso llevas razón, tu tío Ángel ni me lo come, ni tiene pinta de que algún día me lo coma. Recuerda, deja a Abi en paz.

-Vale.

-¿Vale, qué?

-Que la dejo en paz.

Le hice caso y me alejé de mi prima, pero cuando una chica guapa quiere algo de un chico, si el chico no es de la acera de enfrente, lo consigue.

3

Eran las doce y algo de la noche cuando una pareja de guardias civiles llamó a la puerta de nuestra casa. Buscaban a mi tío Ángel. Habían detenido a mi tía y a mi primo Miguel con una carga de tabaco rubio y mi tío se había escapado por el monte... Allí no estaba... Se fueron y llegó Abi. Los guardias civiles habían estado en su casa y tenía miedo a estar sola.

A las seis de la mañana se fue mi abuelo a trabajar de barrendero y a las siete mi abuela se fue con la burra a comprar chatarra por las aldeas. A las siete y diez, Abi, en pijama, se metió en mi cama. Yo estaba con el típico empalme mañanero. Le dije:

-¿Quieres que te la coma otra vez?

-Me toca a mí darte placer. Después ya me lo darás tú a mí.

Se acurrucó detrás de mi. Me olió el pelo, el sobaco, me destapó, me bajó los calzoncillos y me olió el culo, después me olió los pies. Era muy rara, le pregunté:

-¿Qué haces, Abi?

-Olerte.

Me cogió la polla, y me preguntó:

-¿Cómo se hace una mamada?

-Had lo mismo que si estuvieras comiendo un helado de cucurucho.

-¿Morder también?

Menos mal que lo preguntó.

-¡No! Lamer y chupar. Y de paso mueve tu mano de arriba a abajo y de abajo a arriba cómo si tu mano fuese tu chocho y la polla entrase y saliese de él.

La lamió, la chupó y la masturbó. La apretaba con su mano al masturbarla. Su chocho estaba sin estrenar y sabía que le entraría muy apretada. Me gustó tanto que en un par de minutos, le dije:

-Vas a hacer que me corra, Abi.

Mis palabras la excitaron aún más de lo que ya estaba. Aceleró los movimientos de la mano y me corrí en su boca. Al tragar mi leche le comenzaron a dar arcadas. Se puso en el borde de la cama y vomitó en el piso de madera. La habitación comenzó a oler a caldo ácido. Creí que se había jodido todo. Al acabar de vomitar, con los ojos empañados con sus lágrimas, le dije:

-Abre las ventanas

-No. ¡Me encanta el olor del caldo ácido!

¿Le faltaría un tornillo ? Sin decir una palabra se levantó de la cama y bajó las escaleras. Cuando subió del piso de abajo traía en una mano un trozo de unto. Lo puso encima de la mesita de noche y, botón a botón, muy despacito, mirándome, se quitó la chaqueta del pijama y después se quitó el pantalón. Mi polla ya apuntaba al techo. Le pregunté:

-¿Para qué es el unto?

-Para untar tu polla. Quiero que me la metas en el culo.

-Te lo voy a romper, Abi.

Se rio de mí.

-Sí, sí, ¿Tú y quien más?

¿Dónde coño iba aquella chica dulce que se estremeciera cuando la besé con lengua por vez primera? Le pregunté:

-¿Y por qué por el culo y no por el coño?

-Por que mi virgo no es para ti.

Me untó la polla con el unto, unto que tenía un olor que a ella le gustaba y que para mi apestaba. Cuando se puso a cuatro patas vi que el ano de su pequeño culo tenía estrías. Ya la habían enculado. Me dijo:

-Antes de meterla huéleme el culo.

¿Oler? Que coño iba a oler, estaba tan excitado que se lo lamí y se lo follé con mi lengua. Quien la enculara no se lo había hecho.

-¡¿Qué haces, pirata?!

-Calla y disfruta, cochina.

-¡¿Cochina yo ?! Yo huelo, pero tu comes, guarro.

La nalgueé.

-¿Te gusta, perrita?

Abi, comenzó a acariciar el clítoris.

-Sí, lobo. ¿Quiero correme así?

Cinco o seis minutos más tarde, con mi lengua dentro de su culo y mis manos cogiendo sus tetas, dijo:

-¡Carallo, carallo, carallo, caralllo! Me corro, me corro, me corro. ¡¡Me cooooorro!!

Corriéndose se la metí en el culo. Entró muy apretada. Se siguió masturbando y se corrió tres veces más en menos de tres minutos. Con el cuarto orgasmo se derrumbó sobre la cama.

Tenía que desvirgarla. Saqué la polla de su culo y le di la vuelta. No se opuso... Cuando acaricié su clítoris con mi glande mojado abrió las piernas. Ahora mi glande, yendo de abajo a arriba y de arriba a abajo, acariciaba sus labios y su clítoris.

Abi, cogió el unto, lo olió, lo frotó en su chocho, después untó mi polla y me dijo:

-La próxima vez lo tenemos que hacer en el cagadero.

No podía creer lo que estaba oyendo. Prefería el cagadero a la cama.

-¡¿Qué?!

-Lo que acabas de oír. El olor de los orines me pone como una perra, el olor de los orines y de...

Ya me tardaba romperle el coño. La interrumpí.

-Entendido.

Cogió mi polla con la mano, la puso en la entrada de la vagina, y me dijo:

-Métela.

Le clavé la cabeza.

-¡¡Aaaaaay, cabrón!! -le empezaron a llorar los ojos- Sigue, pero despacito. 

Le clavé la mitad.

-¡¡¡Hijo de... Ayyyyyy!!!

Se la acabé de meter. Le caían unos grandes lagrimones. Se los sequé a besos. Sentí que me corría sin remedio. La saqué. Se la acerqué al ojete. Le metí el glande y le llené el culo de leche. Al acabar de correrme, la saque. La volvió a coger. Le di la vuelta y Abi quedó encima de mí. Metió la cabeza de la polla dentro del chocho.

-¡Cooooño! ¡Me sigue doliendo!

Cogí el unto encima de la mesita y se lo ofrecí. Lo olió profundamente al tiempo que iba clavando mi polla en su chocho. Se frotó las tetas con él. Siempre había odiado el olor del unto y ahora me empezaba a gustar. Me dio las tetas a comer y las comí y se las magreé. Estaba colorada cómo un tomate. Yo en aquellos tiempos estaba aún en rodaje, pero siempre pillé las cosas a la primera. Le metí en el culo el dedo medio de la mano derecha.

Abi, follando con su culo la polla y el dedo, me dijo:

-¡Ay que gustito estoy sintiendo!

Estaba disfrutando pero no tenía trazas de que se fuese a correr. Tenía que probar algo nuevo. Saqué el dedo de su culo y se lo di a oler. Respiró hondo por la nariz, una y otra y otra vez... Los ojos los tenía cerrados, de pronto los abrió, y dijo:

-¡¡¡Me cooooooorrro!!!

¡Joder si se corrió! Casi se muere de gusto y menos mal que era delgadita, pues acabó doblándose de tal manera que formó un arco con su cuerpo y acabó con la cabeza apoyada en la cama, con una mano cogiendo la sábana y con sus dientes mordiéndola y rompiéndola.

A duras penas aguanté viendo aquella maravilla, pero aguanté hasta que acabó de correrse. Después la saqué y me corrí sobre la sábana.

Y aquí lo dejo. Quizá algún día cuente más cosas de mi prima Abi y de mi tía Carmen... Cómo que las volvía locas el olor a gasolina, a bragas y calzoncillos usados.... Y otras hierbas.

Ese sitio dónde pone: "Enviar comentarios", no muerde.

Quique.

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