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Perdición

en Amor filial

Virginia y Adriana tenian 20 y 19 años, eran de estatura mediana, ni guapas ni feas, de cabello largo y negro. Vestían siempre ropas viejas y holgadas lo que hacía que no se intuyesen sus enormes tetas.  Eran las hijas de Bastián, un labrador viudo, cuarentón,  de complexión fuerte, bajo de estatura, que vestia pantalones y chaquetas de pana, llevaba una boina en la cabeza y calzaba zapatones. Eran los tres únicos habitante de Perdición, una aldea muy remota de la que el resto de los vecinos se acabaran yendo

La situación hizo que Virginia y Adriana se volvieran putas, pero putas putas, y además viciosas pervertidas.

Una tarde de verano estaban apacentando en el monte los animales que tenía su padre: Un cerdo y una cerda, que estaban comiendo bellotas, dos ovejas, el burro y dos vacas. 

Al lado de un río, tumbadas sobre la hierba, Virginia, con una mano dentro de las bragas se masturbaba, y con la otra se la estaba meneando a Leo, un perro pastor alemán, que estaba a su lado mirando al horizonte y jadeando con la lengua fuera. Virginia charlaba con su hermana como si estuviera haciendo lo más normal del mundo,

-¿Cómo será la vida en un pueblo?

-Con hombres para follar.

El perró meneó el culo con rapidez. Virginia movió la mano debajo del vestido con más celeridad. Adriana,  le preguntó

-¿Hoy no se la chupas?

Virginia se acomodó, le echó las manos al culo al perro y metió aquella polla roja con una punta estrechita. El perro le folló la boca. Adriana, fue junto a su hemana. Le levantó el vestido, metio su cabeza entre las piernas y le comió el coño... Al rato, Virginia, encendida, se puso a cuatro patas, se levanto el vestido. El perro le lamió el culo y el coño, le echó las patas a la  espalda y después le cogió el vientre con ellas para apretarla contra él.  Adriana le puso al perro  la polla roja en la entrada del coño  de su hermana. El perro folló a su dueña. Lllegó un momemto que Toni se quedó parado, jadeando. Se había corrido dentro del coño de Virginia. Era como si quedaran pegados... Virginia siguió follando al perro con su culo hasta que se corrio. Al final, el perro sacó la polla. Salió un gran chorro de líquido del coño de Virginia, que no pudo evitar un gemido de placer.

Por la noche tocaba ordeñar las vacas. En el establo, sentadas en dos pequeñas banquetas, las  hermanas, acostumbraban a  meter las ubres en la boca, chuparlas y imaginar que eran pollas  que se corrían... Bastian lo sabía,  por eso cuando tenía ganas, como esa noche, iba al establo a follar con sus hijas... Pero esa noche cuando llegó al establo, sus hjas no estabano ordeñando a las vacas, estaban masturbándose mientras ordeñaban al burró. Virginia le estaba pasando la lengua por el agujero de la punta del gran capullo y Adriana lo masturbaba con su mano izquierda. Bastián se quedó en la puerta del establo mirando y escuchando lo que hacían y decían. Oyó a Adriana...

-¿Le vas a beber el jugo cuando se corra?

-Sí, pero con cuidado, no quiero que me pase como a ti que casi te ahogas.

Cada vez que Virginia lamía y le daba chupetones al agujero del capullo de burro, sus 44 centímetros empalmados, subían y bajaban, y el muy hijo de puta enseñaba la dentadura como si se estuviera riendo... Poco después le decía Adriana a su hermana:

-A mi ya me viene.

Cerró los ojos y gimiendo se corrió como un cerda que era.

El burro, en uno de los lametones de Virginia, descargó. Echó una corrida inmesa... Sería como 50 corridas de un hombre.  Virginia comenzó a correse. Abrió la boca todo lo que pudo, y retorciéndose de placer, bebió  cantidad de semen de burro.

Al acabar, le dijo Adriana a Virginia:

-A ordeñar que puede venir papá.

Papá, después de haber visto lo visto, aunque estaba empalmado, no se arriesgó a que Virginia lo besara.

Una tarde llegó a Perdición un emprendedor de 20 años. El joven andaba buscando un  pueblo abandonado para restaurar sus casas y hacer negocio.

Virginia y Adriana estaban asomadas a la ventana de su casa, fumando hierba de  cosecha propia que liaban con hojas de verdura secas y pegaban con patata cocida. Vieron bajar de un Land Rover a Pablo, un joven alto, rubio, de ojos azules, que caminaba  hacia ellas con un pantalon vaquero que marcaba sughran paquete. Una camiseta apretada que marcaba sus pectorales y unas zapatillas de deporte que ellas no  sabían que coño eran.  Adriana, tirando el pitillo, le dijo a su hermana:

-Tengo que dejar de fumar.

Virginia le echó otra calada, y le respondió:

-Será porque no ves lo mismo que yo, hermana. ¡Qué visión!

Pablo, a un par de metros de ellas, las saludó:

-Buenas tardes, señoritas.

Virginia, exclamó:

-¡¡Coñooooo!!!

Adriana se meó por ella.

Pablo, les dijo:

-Creo que han dejado un grifo abierto.

Virginia no sabía que diablos era un grifo, pero embelesada, dijo:

-Probablemente, príncipe... Tendré que hablar con mi padre.

-¿Es fontanero?

-No, es chamullero. Me dijo que un día vendría un príncipe a buscarme montando en un caballo blanco y habéis venidio en una cajón con ruedas.

Adriana le dijo a su hermana.

-Es real, Virginia. No es efecto de la hierba

-Tú sigue meando

-Qué...

-¡No te metas en mis visiones, coño! A esta visión me la follo yo solita.

Pablo se dio cuenta al momento de que la muchacha estaba drogada, pero lo de follar no le desagradaba. No es que fuera una belleza, pero tenía su puntito, y si se unía la otra... ¡Fiesta! No sabía el pobre donde se metía.

-¿Y no tendréis un vino para darle a vuestro príncipe antes de follarlo?

Adriana se anotó.

-¡Un vino, una jarra o un garrafón! ¿Blanco, tinto, o clarete?

-Sorprendedme.

Virginia tiró la collilla y le dijo:

-Pasad, pasad, pasad a mi humilde palacete.

El palacete tenía una sola habitación con una gran cama, una mesa con cuatro sillas hechas a la machada. Una cocina de piedra sobre la que había un pote, cocina que tenía un horno al lado y un fregadero de piedra al otro... Un par de tiznadas sartenes colgadas en la pared... También tenía cuatro arcones en los que guardaban el cerdo salado, el pan de máiz, los platos y fuentes... la ropa... El piso de la casa era de tierra.

Minutos más tarde, una jarra de barro de dos litros con vino tinto estaba sobre la mesa. Virginia, con un pedo del diez, le dijo a Pablo:

-Bebed a morro, príncipe, que bien sé que los príncipes bebéis a morro y coméis con las manos.

Pablo, a morro echó una sentada de vino tinto que le hizo homiguear la cabeza.

Adriana le dijo:

-Estás dos hermanas están a su entera disposición. Haremos lo que nos mande.

Lo de que eran hermanas lo excitó un poco más.

-¿Cualquier cosa que os mande?

-Cualquiera.

Pablo se sentó en una silla, y le dijo:

-Desnuda a tu ama, doncella.

Adriana desnudó a su hermana y Pablo vio su cuerpo. ¡Qué cuerpazo! Tetas grandes con grandes pezones y grandes y negras areolas. Coño con una imensa mata de pelo negro, anchas caderas, estrecha cintura, piernas bien moldeadas, y un culazo.

-Princesa, desnude a su doncella.

Virginia desnudó a Adriana. El cuerpo de Virginia era idéntico al de su hermana, hasta tenían la misma cantidad de pelo en las axilas.

-Besaos... Doncella, cómedle las tetas a vuestra ama... Ahora el coño... Ahora el culo...

Un ratito más tarde, cuando las hermanas comenzaron a gemir. Pablo sacó sus empalmados 22 centímetros de  polla, Virginia al verla, le dijo:

-Yo quiero de eso.

Pablo ya iba de sobrado.

-Venid y chupad.

La dos hermanas se turnaron chupando, mamando, y masturbando la polla con sus manos, hasta que...

-¿Quén me quiere beber la leche?

Las hermanas se peleaban por meter aquella gran polla en la boca. Pablo, repartió suerte.

-Esta vez me la beberá la princesa.

Adriana se tuvo que resignar.

Unos segundos más tarde, le dijo Pablo a Virginia:

-¡Bebé, princesa, bebe.

Virginia se tragó la leche de la corrida sin derramar una gota. Su hermana, envidiosa como ella sola, le dijo.

-Bebe puta, bebe.

Al acabar, Pablo echó otra sentada de vino y se le ocurrió lo que nunca se le debió ocurrir. 

-Atarme de pies y manos. Vendadme los ojos, y haced conmigo lo que queráis.

Lo ataron de pies y manos con cordel de atar los chorizos, y le vendaron los ojos con un trapo.

Estaba Pablo de rodillas en la tierra cuando llegó a casa Bastián y Toni. Toni al ver el culo del joven, fue y le lamió huevos y culo.

Pablo, exclamó:

-¡Joder que gustazo!

No le gustó tanto cuando Toni le echó las patas... Supo al momento que era un perro por las patas y por su manera de jadear.  Virginia le llevó la roja polla al ojete.Pablo sintió  como  le entraba, y oyó la voz Bastián

-Clávalo, Toni.

El perro le folló el culo, jadeando y agarrándole el vientre con las patas. La hostia fue que a Pablo le gustó, y más cuando el mariconazo de Bastián le agarró la polla y lo ordeñó como si fuera una vaca. Supo que era él porque tenía una manopla llena de callos,

Pablo, justo antes de correrse, tuvo una idea con la que se podía forrar. Montar una casa de putas y maricones donde también se practicase la zoofilia. El lugar era perfecto, apartado y lejos de las garras de la ley. La materia prima ya la tenía.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

 

 

Buenas tardesm señorita.

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