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Una tía necesitada y un sobrino complaciente

en Amor filial

En los años 60, en las aldeas, raro era la jovencita que se dejaba follar. Todas iban de decentes, pero eso sí, se mataban a pajas cómo los chicos. Esto llevaba a que cuando se casaban, ni los hombres ni las mujeres sabían cómo satisfacer a sus parejas, por lo que algunas mujeres se seguían pajeando, y otras le daban el coño a algún jovencito y le decían como les tenían que hacer para correrse, o se lo daban a algún maduro con tablas. Mi amigo Jorge, según me contó, tuvo la suerte de follar a alguna de esas casadas, pero la primera mujer que folló fue a su tía Isaura, una mujer de 45 años, viuda desde hacía 25 años, ni gorda ni flaca, ni guapa ni fea, ni alta ni baja.

A continuación cuento lo que me contó que sucedió.

-Cómo ya sabes, Quique, mi tía Isaura tiene un huerto de más de cien naranjos y en septiembre recoge las naranjas. Todos los años contrataba a un viejo y a una vieja. Este año me contrató a mí porque andaba mal de dinero... Trabajamos toda la mañana. A la hora de la comida, en la cocina, después de zamparnos un capón y de beber casi un litro de vino tinto cada uno, me preguntó:

-¿Tienes novia, Jorge?

-Si crecieran en los árboles...

-No veo porque dices eso, eres guapo y tienes un buen cuerpo.

-Gracias, tía, pero eso parece que no es suficiente.

-Te quería preguntar una cosa pero me da vergüenza.

-Pregunte sin miedo.

-¿Ya hiciste cochinadas con una chica?

-No, pero sé hacerlas.

-¿Y cómo aprendiste a hacerlas?

-Escuchando lo que dicen los espabilados se aprenden muchas cosas.

-¿Cómo qué?

-Cómo hacerle una paja a una mujer... Como hacer que se corra comiéndole el coño...

Mi tía, que estaba bebiendo un vino, lo derramó por el vestido. Se puso roja cómo un tomate maduro.

-¡Qué temblor me entró!

-A mí se me puso dura la polla al decírselo.

Echó otro vaso de vino, y después me dijo:

-No me digas esas cosas, Jorge, no me digas esas cosas que me pongo mala.

Vi mi oportunidad y no me anduve con rodeos.

-¿Quiere correrse conmigo, tía?

A mi tía, que llevaba puesto un vestido azul con escote francés que le daba por encima de las rodillas, le entró un sofoco. Ayudados por la humedad del vino se le marcaron los pezones en él, signo de que no llevaba sujetador.

-¡Jesús, que pregunta!

Se me fueron los ojos a sus tetas.

-Responda cómo si yo fuese el tío... Perdón, no debí mencionarlo.

-Ya se me pasó la pena de su pérdida hace muchos años.

-Pero se corría con él.

-No metas más el dedo en la llaga, Jorge, no metas más el dedo en la llaga.

Sus palabras me alentaron para seguir adelante.

-¿Se corría o no?

Le costó decirlo, pero lo dijo.

-No, con él nunca me corrí.

Insistí.

-¿Quiere correrse conmigo?

-No debíamos de estar hablando de estas cosas.

-Ya, pero una vez que no me mandó callar al principio es porque le pica.

Hizo cómo que me reprendía.

-¡Jorge!

-A ver, tía. ¿Se quiere correr o no?

Mi tía empezó a dejarse querer.

-Corría, corría, pero no, no puedo follar contigo, y la verdad es que tengo muchas ganas, pero no puedo, eres mi sobrino y no estaría bien.

-¿Podría echarse una siesta y hacerse la dormida? No se la voy a meter en el coño.

-¡¿Ah no?!

-No.

Estiró los brazos, bostezó, y me dijo:

-¡Qué sueño me entró! Voy a tomar una siesta.

Dejé pasar un par de minutos y después fui a su habitación. La puerta estaba abierta y olía a matamoscas. Mi tía estaba solo con unas bragas blancas puestas. Me eché a su lado e hice lo que le había oído a Carlos, uno de los espabilados. Con la yema de mi dedo medio le acaricié el ojete haciendo círculos y le lamí la espalda. Mi tía se hacía la dormida. Pasado un tiempo, mojé el dedo en la boca y le follé el ojete con él muy suavemente. Después le separé las nalgas, aparté las bragas hacia un lado y pasé mi lengua entre ellas. Tenía el culo gordo. No alcanzaba a lamerle el ojete, y ella lo sabía. Mi tía se puso boca abajo, y entonces sí, entonces le lamí el ojete y se lo follé con la punta de la lengua... Paraba y se lo acariciaba con un dedo de canto, le metía el dedo gordo... Le volvía a follar el ojete con la lengua... Al estar perra, perra, mi tía, se puso a cuatro patas. Tenía su culo para hacer con él lo que quisiera. Le quité las bragas, y se lo volví a lamer y a follar. Mi tía, ya no se pudo contener más, rompió el silencio con sus primeros gemidos. Le eché la mano al coño peludo. Lo encontré encharcado de jugos. Seguí lamiendo. Llegó un momento en que al meterle la punta de la lengua en el ojete, mi tía, comenzó a mover el culo hacia atrás para que le entrara... Al rato y sin previo aviso, de su coño comenzaron a salir jugos que me caían en la palma de la mano. Sentía las contracciones del coño de mi tía en mi mano y las del ojete en mi lengua. Mi tía, temblaba, se sacudía y jadeaba cómo una perra. Con las últimas contracciones se la metí en el culo, ni que decir tiene que a pesar de estar excitada y de tener el ojete mojado con mi saliva le entró muy apretada. Nada más meterle la cabeza de la polla me corrí dentro de su culo. Después la seguí follando. Con una mano le daba azotes en las nalgas y con tres dedos de la otra mano le acariciaba el clítoris. Ni cinco minutos pasaran, cuando me dijo:

-¡Me voy a correr otra vez!

Dicho y hecho, Se corrió con una fuerza brutal. Tuve que taparle la boca porque empezaba a chillar como una cerda a la que acuchillan en la matanza.

Al acabar de correrse, ya boca arriba, y con una sonrisa de oreja a oreja, me dijo:

-Me corrí dos veces. ¡Dos!

No le respondí, metí la cabeza entre sus piernas y mi tía, me preguntó:

-¿Qué haces?

-Voy a hacer que se corra de nuevo.

Lamí sus jugos. Sabían entre ácidos y salados. Mi lengua entró en su vagina una sola vez, después, con la punta le lamí el clítoris de abajo a arriba, despacito... Ahora, rozándoselo cómo lo haría una pluma, ahora haciendo círculos sobre el glande. Mi tía, acariciando mi pelo, se puso a rezar.

-Padre nuestro...

Paré de jugar con la lengua en su clítoris, y extrañado, le pregunté:

-¡¿Qué hace, tía?!

-Rezar, Jorge, rezar, si no rezo me corro y quiero seguir sintiendo el gusto que estoy sintiendo.

Quería que le durase. Besé los muslos de sus piernas peludas hasta llegar de nuevo al coño. Volví a meter la lengua en su vagina y cuando de nuevo rocé con la punta de la lengua su clítoris, mi tía, levantó la pelvis, y exclamó:

-¡¡¡Argggggggggggg!!!

Con la mitad de la lengua sobre su clítoris y la otra mitad dentro de su vagina, recibí en mi boca la brutal corrida.

Al acabar de correrse quedó sin fuerzas. Le di un beso con lengua... Y desperté al monstruo que llevaba dentro. Lo supe, al decirme:

-¡Te voy a desgraciar a polvos!

Mi tía subió encima de mí, se metió la polla dentro del coño y me cabalgó al trote. Sus grades tetas con areolas negras y pezones gordos y tiesos, volaban de abajo a arriba, de arriba a abajo y hacia los lados. Se las cogí y tiré de ellas hasta que me las dio a mamar... Ya no me las quitó de la boca hasta que sintió que se corría otra vez. Me besó, y me dijo:

-¡Córrete conmigo, Jorge, lléname el coño de leche!

Sus palabras me pusieron a mil.

-¡La voy a dejar preñada!

-No te preocupes, ya no quedo. ¡Me corro, me corro, me corro, me corro! ¡¡Llénameeeeee!!

Sentí su coño cerrarse, apretar mi polla y después, al abrirse, bañarla de jugos... Sentí cómo temblaba su cuerpo sobre mi cuerpo, sentí sus gemidos de placer, y se lo llené con una corrida de incontables chorros y chorritos de leche.

Acabó de correrse y casi sin descansar, con mi leche y sus jugos encharcando mis pelotas, me siguió besando, dando las tetas a mamar y martilleando con su coño. Era insaciable. Tiempo después, al sentir mi tía que me iba a venir, quitó la polla de su coño y la puso en su ojete. Comencé a correrme en la entrada de su ano. Mi tía, empujó con el culo y me acabé de correr dentro. Siguió follándome largo rato ... Devorándome la boca y a punto de correrse de nuevo, sentimos una voz que venía de la calle.

-¿Estás en casa, Isaura? Quería comprar naranjas.

Era Pili, la hija de la tabernera. Mi tía me besó y lueo me dijo:

-Ya se ira.

Me siguió follando la polla con su coño. Pili no se fue. Entró en casa. Debió oír el ruido de los muelles de la cama y los gemidos de Isaura. Fuera cómo fuera aparecería en la puerta de la habitación. Mi tía estaba de espaldas a la puerta y yo al tenerla delante no la veía. La vería unos diez minutos más tarde de haber llamado, justo en el momento en que mi tía se derrumbó encima de mí, diciendo:

-¡¡¡Qué corridaaaaaaaa!!!

(Pili era una rubita, de ojos azules, con coletas, tetas pequeñas, largas piernas, delgadita y muy guapa)

Pili estaba tapando la boca con una mano y con la otra dentro del pantalón vaquero (bajara la cremallera) y de las bragas se tocaba el coño. Mirándome, las piernas le empezaron a temblar y acabó en el piso, en posición fetal, retorciéndose de placer. Yo viendo cómo se corría Pili le llené el culo de leche a mi tía Isaura.

Mi tía no se enteró de que nos viera, ya que Pili al acabar de correrse salió escopetada. Y hasta aquí llegó la historia, Quique.

-¿Follaste con Pili?

-Aún no, pero creo que caerá.

Quique.

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