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Bañada de semen en el cementerio (bien escrito)

en Orgías

Rosa una veinteañera, de estatura mediana, ojos marrones, cabello negro, buenas tetas... Con todo más que bien puesto, había dejado a su marido por su cuñada, otra veinteañera, alta, morena, de cabello negro y largo... Un monumento de mujer. Empezaba una nueva vida. No iba a ser un camino de rosas, iba a ser un camino de rosas, claveles, capullos y algo más, pero monótona no iba a ser.

Gloria y Rosa, las cuñadas, estaban jugando una partida al ajedrez en el flat de Gloria en Londres.

-Cuéntame cómo fue el mejor polvo que echaste siendo scort, Gloria.

-¿Tratas de que pierda la concentración?

-Tú lo que te concentras es en mis tetas. No haces más que mirarme para las tetas, cabrona.

-Y para tu boca y para tus piernas... Y no te miro para el ojete porque no lo tienes a la vista.

-Guarra. ¿Cuentas o no?

-Cuento, pero dime cual quieres que te cuente. El que follé con el padre de una jovencita mientras ella miraba, el que follé con el marido mientras la esposa miraba, el que follé con la esposa mientras el marido miraba, el que folle con la madre mientras el hijo miraba, en el que follé con la madre mientras la hija miraba, el trió con dos mujeres, el trío con dos hombres, el que follé en un panteón, en el que fui esclava, en el que fui ama, la orgía en la universidad...

-Difícil me lo pones. ¿Con quién follaste en un panteón?

-Con una viuda y sus colegas.

-¿Cuántos eran?

-Muchos.

A Rosa, le gustaba lo extraño.

-Ese, ese, cuéntame ese.

-Ese mejor me lo cuentas tú mañana.

Rosa, la pilló por el aire.

-¡No jodas, Gloria! ¡¿Es ese mi primer trabajo?!

-Es.

Rosa, no acertaba a entender porque su cuñada no fuera de cara.

-¿Y por qué lo metiste en medio de tus trabajos?

-Para ver si te daba morbo, y se ve que te lo dio.

-No sé si podré hacerlo. Le tengo miedo a los cementerios.

-Son seis mil libras. La mujer es millonaria.

Poderoso caballero es don dinero.

-¡Coooño! Muy vieja tiene que ser la viuda.

-No sé cómo es.

-¿Este trabajo era para ti?

-Sí.

Rosa, seguía con las dudas. Algo no le cuadraba.

-¿Y por qué me lo das a mí?

-Por que yo en los cementerios no entro ni de día.

-Yo por seis mis libras me follo a un muerto.

-A lo mejor lo tienes que follar.

Rosa, se puso en guardia.

-¡¿Qué has dicho?!

-Nada. Era broma. ¿Echamos un polvo?

-Sí, pero para calentar motores, cuéntame ante un polvo que echaras con un padre y su hija.

Gloria, comenzó a contar la historia.

-La cita era en un flat de Chelsea. Eran las diez de la noche cuando llamé al telefonillo. Me abrieron y al rato me recibía en la puerta del flat una jovencita preciosa, rubia, de ojos verdes, delgada, más alta que yo y vistiendo una bata de casa color oro.

-Pasa, mi padre no tarda en llegar.

-Me llevó a una sala y me ofreció de beber. Tomé un Bloody Mary...

-¿Y eso qué es?

-Es una bebida... En un vaso de tubo se echan tres partes de vodka, seis partes de jugo de tomate, una pizca de sal, pimienta negra, unas gotas de salsa worcestershire, unas gotas de tabasco, hielo picado y un poquito de zumo de limón.

-¿También fuiste camarera?

-No, pero es mi bebida favorita. ¿Pero tú quieres que te cuente la historia o que hablemos de bebidas?

-Cuenta, cuenta.

-La jovencita, Harriet, se llamaba, estaba tan nerviosa que se tomó su Bloody Mary de dos tragos y del nerviosismo pasó a ponerse de un contento que no veas. Me preguntó:

-"¿Follas mucho?"

-Sí, me gano la vida follando.

-"Yo soy virgen, sabes, y quiero que mi padre sea el primero."

-Las palabras de la joven me alertaron, y le dije: A ver, a ver. ¿Tú padre sabe que estoy aquí, bonita?

-"No, fui yo la que pagó a la agencia por anticipado."

-Aquello era demasiado. Me había metido en un enredo monumental, le dije: Yo me voy. ¡La qué se armaría si llega tu padre!

-"No se va a armar nada."

-Ya era tarde para irme. El padre de Harriet, Henry, ya había llegado. Entró en la sala. Era un monumento de hombre, un metro ochenta y algo, ojos y cabello negro, sonrisa amplia... Guapo a rabiar. Vestía un traje de Armani, marrón con rayas negras, y calzaba unos zapatos negros. Sin dejar de sonreír, le preguntó a su hija:

-"¿Quién es tu amiga, cariño?"

-"Una scort, la contraté para que te folle y así aprender yo a follar."

-El hombre se puso serio cómo un palo.

-"¡¿Qué?!"

-Yo ya estaba viendo cuando Henry me cogía por un brazo y me echaba del flat, pero no iba a ser así. La jovencita quería follar a su padre y lo iba a follar.

-"A ver, papá. ¿Ayer noche no me dejaste que te tocara un poquito la polla?"

-"Ayer noche estaba borracho."

-Yo, callaba, pero pensaba que muy borracho no estaría para acordarse. Harriet, seguía a lo suyo.

-"¿La vas a follar o no? Está buenísima."

-Henry, me miró con cara de pocos amigos, y me dijo:

-"Me voy a dar un baño, señorita, cuando vuelva no la quiero ver en mi casa."

-No se iba a ir de rositas, Harriet era jodidamente lista.

-"¿Quieres que se vaya? Sabe que me dejaste jugar contigo. Mejor será que le des lo suyo en forma de polla y de dinero para que no se vaya de la lengua."

-El hombre estaba contra la espada y la pared.

-"Dime que después no querrás follar conmigo, hija."

-"No puedo, sé que no te gusta que te mienta."

-Era hora de que comenzase mi trabajo, le dije a Henry: Hasta dónde yo sé, lo que quiere su hija es follar con usted, o sea, que lo mejor que podemos hacer, si quiere follar con su hija, es jugar con ella los dos, calentarla bien y cuando la golfilla se lo pida la desflora. O eso, o me voy por donde he venido.

-"¿Y no te irás de la lengua?"

-A mí lo que hagan usted y su hija me la suda, y al resto del mundo también -le dije-. Harriet se puso mimosa.

-"Yo quiero jugar con ella, papá -su voz se volviera de pijita consentida-. Nunca jugué con otra chica."

-Henry, entregó la cuchara.

-"Pues jugar. Yo voy a darme una ducha."

-Harriet, cómo si la scort fuera ella, se levantó de su sillón, vino hasta el mío, y me dijo:

-"Estate quieta y disfruta."

-¡No te jode! Una palomita diciéndole a un diablesa: "Estate quieta y disfruta." ¡Qué coño iba a hacer que disfrutara! Pero, ella pagara y ella mandaba. Me cogió la cara con las sedosas palmas de sus manos, cerró los ojos y me dio un picó, luego metió la punta de su lengua en mi boca buscando mi lengua, se la di y me la chupó y jugó con ella. Sus besos eran tan dulces que lo que pensaba que nunca pasaría siendo scort, pasó, me empecé a mojar. Le pregunté: ¿Seguro que nunca estuviste con una chica?

-"No. ¿Te gusta lo qué te hago?"

-Sí.

-"A mi me gusta que te guste."

-Me levanté, me quité la chaqueta, Harriet, me desabrochó la blusa y me quitó el sujetador. Sus manos temblaban al coger mis tetas. Me volví a sentar. Se agachó y su lengua lamió mis pezones. Después mamó mis tetas... Comenzó a gemir cómo si fuera yo la que le estuviera comiendo las suyas. Me levanté un poquitín y me quité las bragas mojadas. Le pasé la humedad por los labios y le eché la mano al coño por encima de sus bragas. Estaba empapada. Cerró los ojos, y me dijo:

-"¡Ay que me corro!"

-¡No te puedes ni imaginar cómo me excitaron sus dulces palabras!

-Sí que puedo.

-Le aparté las bragas hacia un lado, le metí un dedo dentro del coño. Sentí como los músculos de su vagina lo apretaban y cómo bajaba por él cantidad de jugos. Cuando acabó de correrse y de comerme la boca, le cogí la cabeza y se la llevé a mi coño. Frotándolo contra su mentón, su boca y su nariz, le puse la cara perdida con una corrida tan inmensa que me dejo medio muerta.

-Me acabas de poner cachonda.

Gloria acabó de contar la historia.

-Al volver el padre y ver a su palomita con la cara perdida de jugos cremosos, se puso como un burro en celo. Sacó la polla, una polla ni grande ni pequeña. La desnudó, le devoró las tetas, y después, cogiéndola en alto en peso, se la clavó. A Harriet no le dolió (tenía el virgo en las orejas). Henry lamió los jugos de mi corrida del angelical rostro de su hija y después la comió a besos mientras su polla entraba y salía del estrecho coño. Me puse debajo de ella y le lamí y follé el ojete con mi lengua. Me encanta lamer y follar ojetes...

Rosa, la interrumpió de nuevo.

-Y que te lo laman y follen, cochina. Sigue contando.

-Harriet, era de orgasmo fácil, en minutos su coño apretó la polla de su padre y la baño de jugos. Henry, a duras penas aguantó a que su hija se corriera, con los últimos latidos del coño la sacó, puso a su hija en el piso, y me la metió a mí en la boca. La polla estaba rica, apetitosa, así, mojada con los jugos salados de Harriet y dura, dura, dura cómo una piedra. No tuve que hacer florituras, Henry, estaba tan maduro que se corrió a los pocos segundos de haberla metido. Me gustó tragar su leche espesa y calentita.

-¿Te folló después a ti el tío bueno?

-No, me dieron una propina y se quedaron a solas. ¿Follamos ahora?

-Follamos, estoy mojada, muy, muy mojada.

Follaron haciendo un delicioso 69 y acabaron corriéndose una en la boca de la otra.

Doce de la noche. Cementerio de Brompton, Chelsea. Inglaterra. Rosa bajó de un Rolls Royce negro junto a una mujer vestida de negro que llevaba la cara tapada con un velo... El enterrador apareció entre la espesa niebla. Era cómo un fantasma de casi dos metros de estatura, vestido de riguroso negro y con sombrero de copa. Rosa, se llevó un susto de muerte cuando con voz de ultratumba, les dijo a ella y a la viuda:

-Welcome to Dead Land (bienvenidas a la Tierra de la Muerte.)

Cómo lo dijo en Inglés y Rosa no entendía ni papa, se le puso el coño de corbata... Aquello no había dinero que lo pagase, pero ya no podía dar marcha atrás. Siguieron al bicharraco hasta el panteón. Fuera del panteón había siete jóvenes bajos de estatura vestidos con trajes oscuros, en medio de ellos un negro muy alto y muy fuerte, y a al lado del negro una negrita delgadita y muy guapa. Tanto el negro cómo la negrita vestían con trajes blancos y tenían en sus rostros la seriedad del enterrador. ¡¿Qué macabro juego era aquel?!

El enterrador, abrió el panteón. Al fondo estaba el nicho del difunto, en medio una mesa camilla que de allí no era. En las paredes había velas encendidas. El negro, se puso detrás de Rosa, le quitó el abrigo, y le dijo:

-Bela Dumiente tu follar mucho esta noche con los no vivos.

Los jóvenes y la negrita abrieron sus bocas, y no para sonreír, lo hicieron para acojonarla, ya que tanto ellos cómo ella, tenían colmillos, y aunque Rosa pensó que eran de quita y pon, consiguieron su propósito, y es que el jueguecito se las traía.

-¡¿Qué Bella Durmiente ni que hostias, Kunta Kinte?! ¡¡Yo me largo de aquí!!

El negro no entendió lo que dijo, pero se olió que no se prestaba al juego... Le tapó la boca. Los jóvenes bajitos le desgarraron las vestiduras y acabó en cueros encima de la mesa camilla.

Los siete jóvenes bajitos sacaron de sus bolsillos siete velas, las encendieron con las que había en la pared y comenzaron a derramar cera sobre sus tetas y sobre su vientre. Mientras lo hacían fueron quitando sus pollas y las menearon. El enterrador, con un navaja iba quitando el cemento que sujetaba el mármol del nicho. La negrita le comenzó a lamer el coño, muy despacito, el negro, le puso la gorda tranca en la boca, y la viuda acariciaba las tetas y el vientre mientras le caía la cera, Rosa, sin querer se estaba poniendo de un cachondo subido. Diez minutos más tarde, viendo tanta polla junta, tan cachonda estaba que si le echaban el muerto encima, con que la tuviera tiesa... ¡Qué se lo echaran! Cerró los ojos e hizo su papel. Era la Bella Durmiente. Poco después, la negrita, al ver que el coño de Rosa se había encharcado tanto que echaba por fuera, aceleró los movimientos de lengua en todas las direcciones y recibió la deliciosa corrida de la scort en su boca. Una corrida calentita, espesita y saladita.

Los jóvenes bajitos, al quitarse Gloria de entre sus piernas la fueron follando uno a uno. Cuando uno la follaba los otros le comían las tetas y se las magreaban... Con el tercer joven, se volvió a correr, y después con el negro, que casi a revienta, tuvo otro orgasmo. Cuando ya estaba agotada y pensaba que le iban a dar un descanso, el enterrador quitó la lápida, puso el ataúd de pie, y apareció el muerto, por la puerta del panteón, ya que el ataúd estaba vacío.Todos los presentes, menos Rosa, bajaron la cabeza,y dijeron:

-Welcome, sir (Bien venido, señor).

El hombre, de unos cincuenta años, que llevaba capa negra con forro rojo, guantes blancos, frac negro y sombrero de copa, al mismísimo estilo Conde Drácula, se quitó los guantes, la capa y el sombrero. El enterrador los puso a un lado, y después le sacó la polla, se la meneó, y en menos de un minuto se la puso dura. Luego le abrió las piernas a Rosa para que su amo la penetrase.

El hombre follaba de miedo, ahora suave, ahora aprisa, ahora te cómo la boca, ahora te como una teta. Los demás -ellas y ellos- se masturbaban viendo cómo follaban. Para terminar, el jefe, cogió a Rosa por la cintura y empezó a follarla cada vez mas aprisa... Se corrieron los jóvenes y el negro... Comenzaron a caer chorros de semen de las corridas de los siete jóvenes y del negro. Le caía por la cara, las tetas el cuello, por el pelo, por en vientre, por las piernas... La negrita le puso el coño en la boca y se la llenó con una corrida cremosa. Al acabar la negra, la falsa viuda se corrió en su boca... Y cuando Rosa se comenzó a correr de nuevo, el jefe se la clavó en el culo y se lo llenó de leche. Luego clavó sus colmillos en el cuello de Rosa. La sangre salió de su cuello a chorros. Los vampiros ponían sus manos y después las lamían. El jefe, con los brazos en alto, les dijo:

-¡Bebed, hijos míos, bebed de vuestra nueva hermana!

Tanto fue placer que sintió y tan larga su corrida que se murió de placer.

Al acabar la orgía, el vampiro jefe y sus esbirros, se metieron en diferentes tumbas... El enterrador metió a Rosa en el ataúd que sacara del nicho y tras cerrar la tumba se fue a su casa.

Quique.

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