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Claudia. andrea. vicenta y mónica g t.

en Amor filial

 

                                                                                 CLAUDIA

 

La primera historia comenzó una tarde calurosa del mes de agosto.

Después de haberse bañado en un pequeño estanque que había en el monte, en pantalón de deporte, Bruno, un veinteañero, alto, delgado, moreno, de ojos negros y bien parecido, se echó a tomar la siesta en la hierba, bajo un pino, a pecho descubierto. Estaba con los ojos cerrados y sintió unos pasos. Luego sintió como alguien se sentaba a su lado. Olía a colonia. Debía ser una mujer. Sintió como una mano se metía dentro de su pantalón de deporte. Le acarició la verga sin llegar a cogerla. Al ponerse morcillona, la sacó y meneándola se la llevó a la boca. Mamaba de maravilla. A Bruno le encantaba lo que le hacía. Estaba en lo mejor cuando oyó una voz muy familiar.

-¡Vaya, vaya, vaya! ¡Lo qué están viendo mis ojos!

Abrió los ojos y vio a Carlos, un joven rubio, alto, guapo de cara y muy delgado, que ya no cumplía los 21 años, con su verga empalmada en la mano.

-¡¿Serás maricón?!

Carlos, asustado, le dijio:

-La última vez...

Lo cortó.

-La última vez me descubriste follando a tu hermana y te aprovechaste para darme por culo mientras estaba encima de ella, maricón!

La muchacha que los había sorprendido se llamaba Claudia y era hemana de leche de Bruno. Era morena, larga como un día de mayo. Tenía tetas generosas, culo precioso, anchas caderas, era guapa a rabiar y ya no cumplía los 20 años. Le preguntó:

-¿Quién es más maricón, Bruno, el que la chupa o el que deja que se la chupen?

Carlos salió en la defensa de Bruno.

-No sabía que era yo el que se la chupaba.

Claudia, que traía una cuerda en la mano para hacer un atado de leña, le respondió:

-Ya, y en el mar no hay peces. Sigue con la mamada. Quiero ver como lo hacéis los hombres.

Bruno amenazó a Carlos, que ya había soltado su verga.

-¡Si me vuelves a tocar la polla te reviento!

Claudia, de pie, al lado de Bruno, que le veía las bragas al mirar para arriba, con una sonrisa máléfca en los labios, le dijo:

-Como me dejes con las ganas de ver como te corres en su boca vas a ser la comidilla de la aldea.

-¡No sabía que eras tan puta, Claudia!

-Ni yo que tú eras tan maricón.

Ya era la segunda vez que lo usaban, y las dos eran zorras viciosas. La cogió por las piernas, la tumbó, la echó en su regazo, -pataleaba y chillaba- le levantó la falda, -le quiso coger los pelos- le bajó las bragas y le puso las nalgas rojas con la palma de la mano derecha.Después dejó que se levantase y se levantó. 

-¡¿Quién va a ser la comidilla, putona?!

Claudia, estaba cabreadísima.

-¡¡¡Tú!!! ¡Se va a enterar todo el mundo de que eres maricón! ¡¡A dónde no llegué yo mandaré recado!!

A Bruno no le gustó el rumbo que tomaba la cosa.

-¿Serías capaz?

-¡Puedes apostar las pelotas a que sí!

Cambió de estrategia.

-¿Qué podría hacer para que cambies de idea? ¿Quieres echar un polvo con los dos, Claudia?

-¡Echáselo a tu abuela!

-Carlos te podría comer el culo y yo el coño.

-¡Qué asco!

-Anímate, preciosa.

-¿Ya no soy una puta a la que hay que azotarle el el culo, maricón de mierda?

-Lo hice para calentarte.

Si las miradas matasen, con la que le estaba echando, ya estaba muerto

-¡Para calentarme el culo, hijo puta, chupa pollas, maricón!

Tenía que silenciarla fuese como fuese.

-¿Si echamos un polvo y te dejamos mirar no dirás lo que has visto?

-¡Ya es tarde!

Le habló con voz seductora.

-Ver como nos besamos... Como nos las chupamos... La polla de Carlos entrando y saliendo de mi culo, la mía entrando y saliendo del suyo... ¿No te apetece verlo y hacerte un dedito?

Carlos, se apresuró a decir:

-Dile que sí, bonita. ¡Por tu madre! Dile que sí.

-¡Nó, maricones!

Bruno pensó que Claudia estaba caliente, por eso tentó su suerte.

-Pues venga, vete, vete y dile a todo el mundo que soy maricón, total...

Lo miró, desafiante, y le preguntó:

-¿Total, qué?

Le respondió Carlos:

-Que no te van a creer. Se folló a media aldea.

-Si, hombre. Seguro que también se folló a tu madre.

-Sí, y que no te extrañe si algún día te enteras de que se folló a la tuya, al fin y al cabo sólo es madrastra.

Claudia, lo miró, y como le sonrió, le dijo:

-¡Eres un monstruo!

-Tu última oportunidad. ¿Qué quieres que hagamos? Me pone pensar que una mujer me mira mientras me lo monto con otro hombre.

-A ti lo que te pone es el culo.

-Me pone mucho más un chochito mojado. ¿Ya te lo comieron?

-¡A ti qué te importa!

-Yo te lo comería hasta que me llenases la boca con tu esencia de mujer.

-¡Qué guarro eres!

-Luego te besaría para que lo probases.

-Asqueroso.

Si no se había ido era porque quería algo.

-Venga, bonita, seremos tus esclavos, te comeremos el chochito, el culo, nos haremos y te haremos lo que tu mandes.

-¡Anda y que te den!

-¿No prefieres llevar tú? ¿Te corriste alguna vez con una doble penetración?

-Eres un sádico.

-¿No quieres pasártelo bien?

-Lo que quiero es que me pidas perdón por darme en el culo.

-Perdón.

-Asi, no, ¡de rodillas!

Bruno se puso de rodillas, y en ellas fue a su lado. Le levantó la falda. -su hermana de leche no le dijo nada- Vio que sus bragas estaba un poquitín mojadas. Le besó el coño, y le dijo:

-Perdón, preciosa. Estamos a tu disposición.

Claudia ya estaba caliente como una perra en celo.

-¡¿Seguro que haréis todo lo que os mande?!

-Sí, todo.

-¿Todo, todo, todo, todo, todo?

-Todo. ¿Te vas a hacer un dedito?

Claudia ya se dejó querer.

-Puede.

Bruno, se levantó.

-¿Qué hacemos?

-Que te la acabe de mamar. No, mejor, mámasela tú a él.

-Vamos para la cueva de la Vieja.

-¿Qué cueva es esa?

-Donde nadie molesta a nadie y se puede follar tranquilamente.

-¡Ni que fuera un hotel!

-Cama tiene.

-¿Queda muy lejos?

-Nó, a un tiro de piedra.

-Pues vamos. Quiero ver como folláis.

Insistió.

-¿Y te vas a hacer un deditio?

-Sí, pesado, sí.

Llegaron a la cueva. Bruno le dio la vuelta a una piedra grande y plana que había en la entrada. Era la señal para que supieran que estaba ocupada.

En la cueva había un viejo colchón. Al verlo, dijo Claudia:

-¡¿Es esa la cama, Bruno?!

-Sí, en esa cama se metieron más cuernos que en la guerra de los cien años.

-Si tú lo dices... Besaos.

De pie, Carlos, empezó a comerle la boca a Bruno.

Al rato, Claudia, con voz melosa, dijo:

-Agáchate y chúpale la polla, Carlos.

Carlos, se puso en cuclillas, le sacó la verga a Bruno, la metió en la boca y se la mamó.

Claudia ya bajara una mano y tocaba el chochito por encima del vestido.

Poco después...

-Bájate los pantalones, Carlos.

Carlos se bajó los pantalones y le puso el culo a tiro a Bruno. Claudia metió la mano dentro de las bragas.

-Métesela.

La verga de Bruno entró en el ano de Carlos casi como en un coño engrasado. Ya le habían dado más veces. Al rato, viendo como entraba y salía la verga del culo de Carlos, Claudia, que estaba arrimada a una pared de la cueva, abrió los ojos, los cerró de golpe, se encogió, y gimiendo, se corrió como una bendita.

Al acabar de correrse, tenía más ganas de guerra que antes de masturbarse, se puso en cuclillas delante de Carlos, le cogió la polla y se la mamó metiéndola toda en la boca. El pobre no aguantó nada, le llenó la boca de leche en un plis plas.

Bruno dejó de encular a Carlos. Al levantarse Claudia, le bajó la falda, las bragas, que estaban para escurrir, los tenis y los calcetines y la echó sobre el colchón. Claudia se quitó la blusa blanca y el sujetador, flexionó las rodillas, abrió las piernas y esperó a que Buno se echase encima de ella y le follase aquel coño, peludo y empapado. Lo que hizo fue comérselo. Su lengua chapoteaba en los flujos cuando sintió otra lengua en su culo. Carlos se quería poner las botas. Lo dejó. Le gustaba, y también le gustó cuando le metió su pequeña polla en el culo y se lo folló. La verdad es que la verga se le puso tiesa, tiesa, tiesa como un palo.

Poco después, Claudia, retorcíéndose de gusto, se corrió en la boca de Bruno. Dejó que terminase. Se echó encima de ella y se la quiso clavar a tope. No entraba. Carlos le quitó la polla del culo. Bruno le dio la vuelta a Claudia y la pusó encima de él. Cogió la polla, la llevó a la entrada del coño y fue empujando con su culo. Apretaba los dientes. Le cayó el sudor a chorro, y más de una lagrima, pero al final metío la cabeza.

-¡Jolines, qué dolor!

Bruno, le dijo:

-Sácala.

-¿Sacarla? ¡Con las ganas que tenía de perder la virginidad! La voy a meter toda.

Y la metio. Al tenerla toda dentro, descansó un poco, luego, Carlos, le comía el culo.

Tuvieron que pasar más de quince minutos para que la verga de Bruno dejase de molestarla y comenzase a darle placer, en ese momento, le dijo Claudia a Carlos:

-Métemela en el culo y azotame las nalgas.

La pequeña polla de Carlos le entró en el culo como entra un dedo en un coño mojado, debia ser porque ya estaba muy excitada, y más que se pondría al nalguearla.

La follaron metiéndolas y sacándolas al mismó compás. Si Bruno iba lento, Carlos iba lento, si Bruno le daba caña, él le daba caña...

Claudia, cada vez que Bruno la quería besar le hacía la cobra, no quería saber nada de besos. Pasado un tiempo, le cogió la cara con las dos manos. Sus ojos se comenzaron a nublar, le comió la boca, y sin más palabras que sus jadeos, se corríó. Temblaba y sus temblores los sentían los dos. Carlos le llenó el culo de leche. Al acabar de correrse. Le volvió a coger la cara a Buno con las dos manos, movió su culo alrededor buscando su corrida. Cuando vio que sus ojos se comenzaban a cerrar, le dijo:

-Quiero sentir tu leche dentro de mí, Bruno.

Bruno le llenó el coño de semen mientras su hermana de leche lo comía a besos.

Luego le diría que no podía tener hijos.

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                                                                                  ANDREA

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La segunda historia ocurrió en el mes de Julio.

Arturo estaba junto a un arroyo que había en un robledal, leyendo un tebeo de Mortadelo y Filemón cuando pasó por su lado una cerda cebada, la miró y le vio el culo y el coño. Iba moviendo los jamones hacia los lados como una puta. Se paró y se puso a comer bellotas. Aquello era raro, o eso creía él, pero más raro iba a ser que tuviese pastora, sí, una pastora de cerdos. ¡Lo nunca visto! Se llamaba Andrea y ya no cumplia los 21 años. Era un año mayor que Arturo y hacía un par de días que llegara de la montaña con sus padres. Hablaba gallego cerrado y era gorda, pero de las gordas de verdad, cerca de noventa kilos en algo menos de un metro sesenta de estatura. Era morena, tenía media melena y no se podía decir que fuera fea, pero guapa tampoco era. Arturo vio como examinaba la hierba que había frente a él, no contenta con eso, antes de sentarse, le pasó la mano buscando algo, y después se sentó, lo miró, le sonrió, y le dijo:

-Ti es Arturo, ¿verdade?

-Sí, me llamó Arturo. ¿Que buscabas en la hierba?

Traduciré lo que decía.

-No quiero que me pase como la última vez.

Sintió curiosidad.

-¿Qué te pasó la última vez?

Lo miró y dudó en si contárselo o no.

-No te conozco lo suficiente... Si aún fueras mi amigo...

-Los amigos se hacen.

Parecía que le hubiese hablado un sabio.

-¡Qué gran verdad! Se nota que eres estudiado.

Muy lista no era.

-¿Qué te pasó?

-Que le acabé enseñando el coño al señor Venancio.

Arturo se dio cuenta de que era bruta como ella sola.

-No entiendo ni una palabra. ¿Qué tiene que ver la hierba con que echaras un polvo con ese señor?

-¡Tan guapo y tan cortito de entendederas! Voy a tener que explicártelo poquito a poco.

Tenía narices, una montañesa con voz de bruta, que vestía con un vestido viejo que le llegaba a los pies y que calzaba zapatones en verano, le llamaba a él cortito de entendederas. Se cargó de paciencia.

-Explica, bonita, explica.

Andrea, se creció.

-¿Crees qué soy bonita?

-Era una manera de hablar.

-Pues me gusta como hablas.

-¿Qué fue lo qué te pasó?

-Pasó que me senté enfrente de Venancio, empezamos a hablar y poco después, me preguntó: "¿Te pica, Andelecia?"

-¿Te picaba?

-Aún no, pero me iba a picar.

-¿Te calentó...?

-¡Puuuuuuuuuf! Me la comieron.

-¿Es qué había alguien más con Venancio?

-Cientos.

Pensó que lo estaba vacilando.

-¿Cientos de qué?

-De hormigas. Estaba sentada encima de un hormiguero. Me puse en pie, levanté la falda y fue cuando le enseñé el coño a Venancio. Poco vio, porque eché a correr y no paré hasta el río.

A Arturo le dio la risa.

-Me gusta verte reír. -fue y se sentó a su lado- ¿Qué lees?

-Mortadelo y Filemón.

-¿Quién es quién?

-Este es Mortadelo, -se lo señaló- y este Filemón.

-¿Te hacen estudiar eso en la escuela?

-No, esto es un tebeo.

-Yo también te veo a ti.

-Un tebeo es un cuento. ¿Fuiste a la escuela?

-No, en la montaña no había. Hueles muy bien.

-Debe se el desodorante.

Su voz bruta se volvió melosa, al decirle:

-No, eres tú el que huele bien. ¿Puedo darte un beso?

-¿Por qué quieres darme un beso?

-Por que eres muy guapo.

Arturo, guapo, guapo no era, era del montón, por eso le dijo:

-Debías usar gafas.

-¿Para qué?

-Ironía, se trataba...

-¿La ironía esa es tu novia?

-¡Joder!

-Te pedí un beso, joder ya son palabras...

No sé por que, pero le dijo:

-¿Mayores?

-No, joder también joden los jóvenes...

Cortó por lo sano, si no lo iba a volver loco.

-Vale, si lo que quieres es besarme, bésame.

Andrea estaba temblando cuando junto sus labios con los de Arturo. Arturo le metó la lengua en la boca. Andrea le dio una hostia con la palma abierta que le dejó un oído pitando como la locomotora de un tren.

-¡¿Por qué coño has hecho eso, loca?!

-Si no querías que te besara haberlo dicho, pero echarme la lengua para hacerme burla, eso, eso no se lo consiento a nadie.

-Aquí, en la civilización, los besos bien dados se dan con lengua, bruta, que eres una bruta.

Se ofendió.

-No lo sabía, pero bruta no soy, eh, bruta no soy, bruta es mi prima Herminia.

-¿Qué haría tu prima para decir eso de ella?

-Cosas.

-Dime una y te diré si es más bruta que tú.

-¿Aquí jugáis al fútbol con pelotas de trapo?

-No.

-En la motaña, sí. ¿Sabes lo que puede doler darle una patada con el pie descalzo a una pelota de trapo con una piedra grande dentro sin saber que está ahí?

-¡Jooooooder!

-Sí, su marido se jodió el pie.

-¿Y por qué le hizo eso?

-Por echar unas risas. ¿Quién es más bruta?

-Ella, ella. Es bruta, pero bruta elevada al cubo.

-Y sin subirse a un cubo, también. ¿Puedo darte otro beso?

-¡No!

¡Lo que le faltaba! Se puso a llorar. Eso era algo que lo mataba. Le levantó el mentón con un dedo, besó su frente, sus ojos, la punta de su nariz, le dio un pico en los labios y después la besó con lengua. Andrea estaba otra vez temblando, pero era montañesa, y no podía evitarlo. Mirándolo a los ojos, le dijo:

-Me pica. Arturo, y esta vez no son las hormigas ni tengo a Benjamín para que me alivie.

-¿Benjamín es tu novio?

-No, es mi perro.

-¿El mastín?. ¿Te lo montas con tu perro?

-No, no lo monto, jodo con él. Es mejor que los pepinos y las zanahirias.

-¿Tienes el perro adiestrado?

-No, lo tengo enviciciado con miel.

-¿Y cómo lo hacéis? Si no es mucho preguntar.

-Es mucho preguntar, pero te lo voy a decir. Me desnudo sobre la cama, me echo miel en las tetas y Benjamín me las lame, a veces durante media hora. Echo miel en el coño y él lame y lame y lsne,  hasta que me corro. ¿Echamos un polvo. Me acabo de poner cachonda?

A Arturo no le dio asco lo del perro, al contrario, se le puso dura.

Le bajó la cremallera del vestido. No llevaba sujetador. La echó suavemente sobre la hierba, le acarició las tetas, grandes, esponjosas, de tacto aterciopelado, con inmensas areolas marrones y pezones espectaculares, se las besó, se las lamió, se las chupó y se las mamó.... Andrea, le dijo:

-Me estoy mojando tanto que siento bajar por el ojo del culo el agua que sale de mi coño.

No podía ser, las bragas lo impedirían. Le preguntó:

-¿Y las bragas?

-No me gusta llevar bragas, me molestan.

Le levantó el vestido y vio su coño rodeado por una gran mata de pelo negro. Metió la cabeza entre sus piernas. Estaba chorreando. Sus muslos junto al coño también estaban mojados, al lamerlos, abrió las piernas, y al abrirlas se abrió su coño. Se lo lamíó y exclamó:

-¡Ay que me mareó.

Lo que se iba era a correr. Arturo sabía lo que tenía que hacer para que llenase su boca de jugo. Lamió desde su periné al clítoris, sin parar y al rato, le decía:

-¡Me coooorro!

¡Y cómo se corrió! Se sacudió y se retorció como si tuviera el mal de san Victor.

Al acabar de correrse, le dijo:

-Eres bueno comiendo coños, muy bueno.

Se echó a su lado. Besándola, Andrea, le quitó la verga. Al tenerla en la mano, empalmada, le dijo:

-Este pepino sólo me entraría untándolo con manteca.

Cortar no se cortaba ni un pelo. Soltó lo del perro y lo del pepino y las zanahorias como si nada hubiese dicho. Le dijo:

-Mi tralla...

Su cara se iluminó con una gran sonrisa.

-¡¿Te gustan la trallas?!

-¡No!

-A mi me encantó en el juego del dolor y el placer que me enseñó mi prima.

Arturo le hablara de la verga y ella le estaba hablando de la tralla de azotar los caballos. Sintió curiosidad, y le preguntó:

-¿Te va el masoquismo?

-No sé. ¿Es algo de comer?

Su respuesta ya no lo sorprendió.

-No. Menéamela mientras me cuentas desde un principio como te azotó.

-No me azotó, me dio de carallo.

La besó y empezó a masturbarla. Ella también lo masturbó a él, mientras decía:

-Fue el día que cumplí los 21 años. Estábamos en la huerta cogiendo verdura cuando mi prima, por detrás, me tocó el coño con la mano. Me di la vuelta para meterle una hostia y me plantó un beso en los labios. Quedé sorprendida y con la mano en el aire. No sé por que, pero la mano que tenía levantada cogió su nuca y le devolví el beso. Me preguntó si quería correrme, le dije que sí. Me llevó a su establo. Alí nos desnudamos. Me eché sobre la paja. Me ató las manos y los pies. Cogio una lima. Me la pasó por los pezones. Le pregunté que me iba a hacer y me dijo que darme placer. El mango de la lima bajó por mi vientre y acabó entrando en mi coño, que ya estaba mojado. Ni un mísero beso me dio. Me comenzó a joder, pero tan despacito que más que joderme el coño me estaba jodiendo la paciencia. Después, apuró un poquito y me pellizcó los pezones, no debí gemir. La zorra dejó de tocarme, cogió en una estantería dos pinzas de madera de tender la ropa y me las puso en los pezones.

-¿Qué edad tenía tu prima?

-Iba a cumplir los 30 años y estaba buenísima. Era y es una morenaza con tetazas, culo gordo, cintura estrecha y anchas caderas.

-¿Estaba casada?

-No, y deja de tocarme que me voy a volver a correr.

La besó, volvió a bajar al pilón, y al ratito, se volvía a correr en su boca, diciendo:

-¡Qué bueno, que bueno, que buenoi ¡¡Qué bueno!! ¡¡¡Ooooooooooooh!!!

Cuando acabó de correrse, se volvió a echar a su lado. Andrea le cogió la polla, que ya estaba empapada de aguadilla, y con una sonrisa de oreja a oreja, le preguntó:

-¿Por dónde iba?

-Por las pinzas en las tetas.

-Sí, después de ponerme las pinzas en las tetas ató una cuerda a la que tenía en mis manos, me desató los pies y al ponerme en pie ató la cuerda a una viga. La espabilada tenía en una caja una de las navajas de afeitar de su padre con jabón y una brocha... Al ratitio me estaba afeitando los pelos de los sobacos. Cerré los ojos y me dejé ir. Después de afeitarme los sobacos me los besó. Me gusto. Mi coño ya estaba goteando, y más que iba a gotear cuando enjabonó sus pelos y pasó la brocha por mi pepitilla... Afeitándome los pelos del coño me moría porque me lo comiera, pero mi prima lo más que hizo fue soplarle... Al acabar de afeitarlo, me metió un dedo en el ojo del culo, me lo folló, y pasó lo que nunca creí que pasaría, empecé a correrme, en ese momento, sí, puso sus manos en mis caderas, metió todo mi coño en la boca y me lo comió... Siguió, siguió y siguió comiendo... Cuando sintió que me iba a correr otra vez, dejó de comerme el coño,cogió la tralla de arrear al caballo y me dió en en las cachas:

-Traaaaaaaaas, traaaaaaaaas, traaaaaaaas, traaaaaaaaaaas, traaaaaaaaas, traaaaaaaaas,

traaaaaaas, traaaaaaas!

-Empecé a correrme como una fuente. Mi prima volvió a meter todo mi coño en la boca y se hartó de beber. En mi vida volví a tener una corrida tan grande y tan larga.

Arturo ya tenía un empalme del 22. Le puso la verga en la boca. Se la chupó, y chupándosela, le dijo:

-De los cojones sale la leche, ¿a qué sí?

-Sale. ¿Queres probarla?

-Mejor córrete en mis tetas.

Le pasó la verga mojada por las areolas y los pezones...

-¡Me estás poniendo negra!

Metió la verga entre sus tetas, se las juntó y se las folló. Cuando la verga llegaba a su boca, la lamía y la chupaba.

-¿Quieres que te la meta? Daré marcha atrás cuando me venga.

-Si es así, mete.... si entra.

Se la metió, apretada, pero tenía el coño tan lubricado, que entró dándole placer desde el primer momento.

Cinco o seis minutos después...

-¡Mi maaaaa! Creo que así me voy a correr diez o doce veces. Una ya viene, una ya viene, una yaaaaaaaaa. ¡¡Me coooorro!!

Se retorció de gusto. Arturo tuvo que taparle la boca con una mano porque estaba viendo que los gemidos iban a dar paso a los gritos. El orgasmo era btutal.

Al acabar de correrse, se corrió entre sus tetas.

 

Boca arriba, mirando para las nubes y sonriendo, le dijo Andrea a Arturo:

-Desde luego, -estaba hablando en castellano- ¡Lo que hay qué hacer para follar con alguien que te gusta!

-¡¿Te hiciste la cortita?!

-Me hice la cortita. Te conté una historia de perros. Te dije que me lo monté con otra mujer...

-¿Era todo mentira?

-Sí, nada era verdad. Sólo quería calentarte.

-Vales para actriz. ¿Y a qué vino todo esa comedia?

-A que tenía ganas de follar contigo.

-¿Y?

-¿Follarías con una gorda como yo, más vieja que tú y mal vestida si no te calentara con mis palabras?

-Claro que sí. Todas las mujeres tienen su punto.

-Eres muy raro, Arturo, pero después de follarte aún me gustas más. ¿Echamos otro polvo?

Se lo iba a echar, pero oyeron la voz de la madre de Andrea, que gritaba desde el camino:

-¡¡Andrea, mala chispa de coma, como le pase algo a Teresiña te parto las dos piernas!!

Teresiña, seguía comiendo bellotas.

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                                                                                  VICENTA

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La tercera historia comenzó una tarde de junio en que Julio, un veinteañero, moreno. de ojos negros, alto y guapo, estaba subido a un cerezo que había en una huerta al lado del río dándose un atracón de cerezas mientras las recolectaba con un saco para su dueña.

Os cuento:

Rita y Aurita eran dos muchacas morenas. Las dos estaban para comerlas, Rita, era prima de Julio, Aurita, estaba casada con un sobrino del marido de la tía de Julio y madre de Rita, Vicenta.

Lavando en el río una sábana blanca, le decía Rita a Aurita, que lavaba unas bragas negras:

-Ayer me corrí tres veces.

-¿Con los dedos?

-No, me metí el carozo de otra espiga, esta vez más gordo

-¿Aún quedan condones?

-Sí.

-Esta tarde voy a tu casa.

-¿Tu marido no está de baja?

-Para todo, preciosa, está de baja para todo,

-Pues ven. Mi chochito echa de menos tu lengua.

Julio casi se atragantó con una cereza. Las que creía decentes eran unas putonas.

-¿Quieres que te lo coma aquí?

-¿Te has vuelto loca?

-Dame un beso, Rita.

-Puede venir alguien.

Julio sacó la polla empalmada y comenzó a menearla.

-A estas horas no viene nadie.

Se besaron.

-¿Te la como, Rita?

-Nos van a pillar.

-¿Quieres o no quieres?

-Quiero. Me excita esta sensación de peligro.

Aurita se agachó, Rita levantó el vestido, se apartó las bragas para un lado y dejó que la golosa se la comiese mientras ella miraba para un lado y para el otro por si venía alguien. Aurita, comiéndole el chochito, le dijo:

-Estás empapada.

-Lame rápido, lame rápìdo me puede venir alguien.

Aurita la cogió por las caderas y lamió como una perra cuando bebe agua.

A los dos o tres minutos, decía Rita:

-Me corro, Aurita.

Al ver como se corría, un chorro de leche salió disparado de la polla de Julio y le pasó rozando a un mirlo, que dio un pequeño saltito, y después siguió a lo suyo.

Aurita estaba de un cachondo subido.

-Hazme un dedo, Rita.

Se besaron. Rita metió una mano dentro de las bragas de Aurita y la masturbó. Cada una miraba para un lado.

Julio oyó desde el cerezo el "clash clash clash, clash..." de los dedos de Rita dentro del chochito de Aurita.

Al rato, Aurita, le dijo:

-Me voy a correr,.

Rita, la beso. y le dijo:

-Espera.

Rita se agachó, le levantó la falda, le apartó las bragas para un lado. Metió todo el coño empapado en la boca y se lo comió. Al ratito, Aurita, exclamó:

-¡Me corro, Rita, me cooooorro!

Aurita, se encogió con el gusto, y se corrió en la boca de Aurita.

Después siguieron lavando y hablando de sus cosas.

Unos días después, Rita, estaba en la hoguera de San Juan sentada al lado de su madre comiendo una sardina y pan de maíz.

Vicenta era una mujer de 48 años, alta, fuerte y atractiva. Era la que ponía las inyecciones y la mujer de un guardia municipal. Meterse con Rita era un peligro, ya que en cualquier momento podías caer en las manos de Vicenta o del guardia y su porra.

El segundo nombre de Julio debería ser Imprudente, ya que tan pronto como Rita se acercó a la hoguera a echar unas ramas, fue junto  a ella, y le preguntó:

-¿Ya le pusiste hoy el condón al carozo?

Se puso colorada.

-¡Tú no sabes lo que dices, primo!

Le hizo una encerrona.

-Lo que no sabes tú son las cosas que puede decir una mujer cuando engaña por primera vez a su marido.

-¡¿Follaste con Aurita?!

Ya la tenía.

-No. Oí rumores tuyos y de ella. Quise saber si era verdad, y por lo visto os dais el lote. ¿A qué sabe su chochito?

-¿Qué quieres, Julio?

-Follar contigo y con ella.

-Y si no follamos contigo te irás de la lengua. ¿A qué sí?

-No. Vosotras os lo perdéis.

-¡Qué presumido!

-Cada uno presume de lo que tiene, y yo la tengo más grande y más gorda que un carozo. Lo saben la mitad de las mujeres de la aldea.

-¡Vete a la mierda!

-Lo dicho, vosotras os lo perdéis.

Rita, parecía que entrara en calor, y no era el de la hoguera.

-¿De verdad que la tienes grande y gorda como dices?

-Sí, grande, gorda y jugosa

-¿Podrás con las dos?

-Y con tres si hace falta.

-Hablaré con Aurita.

-Habla.

Rita volvió junto a su madre y Julio junto a sus amigos.

A los tres día le dijo cuando y donde.

El día de la hoguera de San Pedro, mientras la gente cantaba y bailaba, Julio fue a casa de su prima Rita. LLamó, le abrió y lo mandó pasar.

En el pasillo le echó la mano al paquete.

-Parece tan grande y tan gorda como dices.

La abrazó... le magreó las tetas... la besó en el cuello, y arrimando cebolleta, le dijo:

-Tengo polla para ti y para repartir. ¿No vino Aurita?

Entraron en una habitación y allí estaba Aurita y Vicenta. La mujer estaba sentada en un silla. En una mano tenía una zapatilla gris con el piso de goma de color amarillo y daba golpecitos con ella en la palma de la otra mano. Aurita estaba de pie, a su lado izquierdo. Julio vio que Rita cerraba la puerta de la habitación con llave y la guardaba entre las tetas. Su tía Vicenta, le dijo:

-Así que querías trabajarte a tu prima y a Aurita. 

Balbuceó:

-Yooo.

-Sí, tú, tu eres un cabronazo.

Supo en ese momento que le iban a caer las del pulpo.

-Desnudar a ese capullo. Vamos a ver si tiene tan buena herramienta como dice.

Al ratito estaba en pelotas. A la verga de Julio no le pasaba como a sus cojones, que estaban acojonados, su verga levantaba la cabeza. Vicenta, al verla se le caía la baba, y no es una expresión, se tuvo que limpiar la boca con el dorso de la mano izquierda.

-¡Cooooooooño! ¡¡Que carallo más hermoso!! Acercate a mí.

Julio fue a su lado. Vicenta le dio un zapatillazo en la verga. Sintió un dolor sordo, pero la verga aún levantó más la cabeza.

-Echate en mi regazo. 

Se reveló.

-¡Y una mierda! A ver si tenéis lo que hay que tener para someterme.

Julio había perdido de vista a Rita, y cuando la volvó a ver tenía dos jeringas en la mano, jeringas que tenían una agujas enormes.

La cabrona de la prima, le dijo:

-Escoge, inyecciones o zapatilla.

Le dio una jeringa a Aurita y Julio, Julio se echó sobre el regazo de su tía Vicenta.

Vicenta, les dijo a Rita y a Aurita:

-Jugar con su culo.

Las dos viciosas besaron y lameron sus cachas y follaron su ojete con las lenguas... La verga de Julio latía desesperadamente. De repente, le cayeron seis zapatillazos:

-¡¡¡Plas, plas plas plas, plas, plas!!!

-¡Esto duele, coño!

-¿Esperabas sólo caricias, chulo de aldea?

Le volvió a largar.

-¡¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas!!

Vicenta le estaba poniendo el culo a arder con la zapatilla. Julio, calló. Le estaba gustando lo que Le hacían. Lo habían preparado bien. Eso sí, faltaba una cosa, meter, y la cabronaza de Aurita iba a meter, iba a meter el carozo de una espiga de maiz en el culo de Julio. Al sentir la punta en la entrada del ojete, le dijo:

-¡¿Qué vas a hacer, cabrona?!

Vicenta lo sujetó. El carozo, que tenía puesto un condón untado en mantequilla, fue entrando en el culo.

Vicenta le volvió a largar mientras el carozo entraba en el culo.

-¡Plas! ¡Plas! ¡Plas! ¡Plas...!

Julio estaba cachondo y caliente como un perro.

Vicenta le metió la mano debajo. Cogió la polla, la llevó hacia atrás, y le dijo a Aurita:

-Chúpasela.

Aurita metió la verga en la boca y al ratito se encontró con una corrida bestial, que le bajó por la comisura de los labios y le puso perdido el vestido a Vicenta.

Al acabar de correrse, Aurita, le quitó el carozo del culo. Vicenta lo separó de ella, y mirando para la leche de la corrida, le dijo:

-¡Mira como me has puesto el vestido, cerdo!

Julio, con la verga colgando, esperó acontecimientos.

Vicenta, se desnudó. Tenía tremendas tetas. Tremendo culo y tremenda tojera de pelos negros entre las piernas. Se echó sobre la cama, y les dijo a Aurita y a Rita:

-Necesito caricias, muñequitas.

Aurita y Rita, vestidas, la besaron y después le magrearon y le comieron una teta cada una. Julio, sin que le dijeran nada, metió la cabeza entre las piernas de Vicenta y comenzó a comerme el coño, un coño tan mojado que parecía una pequeña laguna.

Al rato, Vicenta, le decía:

-Me vas a hacer correr, cabronazo.

Julio hizo que Vicenta se pusiera boca abajo. Le comió el culo... A punto de correrse, Vicenta, gemía como una enferma. Rita y Aurita se besaban y se masturbaban una a la otra. Las tenía para hacer lo que quisiera con ellas, y lo que Julio quería era vengarse. Agarró la zapatilla, y le largó a Vicenta, con rabia:

-¡¡¡Plas plas plas plas plas plas plas plas!!!

La mujer metió dos dedos en el coño para correrse. Paró de atizarle. Le acercó la verga al ojete. Se la clavó hasta el fondo y le folló el culo a lo bestia.

-¡Me voy a correr, me voy a correr -decía Vicenta con la polla de Julio entrando y saliendo de su culo- ¡Oooooooh! ¡¡¡Me cooooooooooorro!!

¡Qué corrida soltó Vicenta! Dejó la cama encharcada de flujo, Y sus gemdos, sus gemidos, mientras se corría, fueran tan desgarradores que parecía que la estaban matando.

El besó que le dio a Julio cuando se recuperó fue de esos que no se olvidan jamás, por su inmensa dulzura. Después del besó, les dijo a Rita y a Aurita:

-Desnudaros si queréis follar.

Rita y Aurita se desnudaron. ¡Cómo estaban las zorritas! Tenían las tetas grandes, redondas y duras, cinturas estrechas y culos grandes. Sus chochitos y sus axilas estaban cubiertas de vello negro.

Se acercaron a Julio con las bragas mojadas en las manos, primero Rita y después Aurita, se las restregaron en la boca y en la nariz. Aurita, le preguntó:

-¿Te gusta nuestra humedad?

-Me va a gustar más comeros el coño.

Junto a la cama, Rita y Aurita se arrodillaron delante de Julio, cogieron su verga, la metieron en la boca, y turnándose, la menearon, la lamieron y la mamaron... Mamaban bien, se ve que Rita había practicado con el carozo y Aurita se la mamaba a su marido.

Unos minutos más tarde, se levantó Vicenta y hizo que Rita y Aurita se metiesen en cama a golpe de zapatillazos.

-¡Plas, plas! plas, plas...!

-¡A cuatro patas, viciosas!

La dos hicieron lo que les dijo. Sus coñitos abiertos estaban empapados. Vicente, Le dijo a Julio:

-¿Qué coño te gusta más?

-Me gustan los dos por igual.

-Come el de tu prima.

Julio comenzó a comerle el coño y el culo a Rita, Vicenta, le dijo a Aurita.

-Hazte un dedo.

Aurita, quería lengua.

-¿No me lo vas a comer?

Vicenta le pasó la mengua por el culo.

-No, te voy a comer el culo.

Algo despues, Vicenta, con un carozo con condón untado de mantequilla en la mano, le dijo a Julio:

-Clávasela en el culo a mi hija que yo se lo clavo a Aurita.

La verga de Julio, con condón, y el carozó, fueron entrando en los culos con suma facilidad...

Minutos más tarden estaban ya jadeando las dos como perras. Rita, a punto de correrse, le dijo:

-Métemela en el coño, primo.

Se la metió. Entró apretada. Le dio candela, y ni un minuto tardó en decir:

-¡¡¡Me cooooooro!!!

Aurita, ya echaba por fuera.

-¡Ahora a mí, ahora a mí!

Vicenta le sacó el carozo del culo.

-Métesela, está a punto.

Estaba. Se la clavó hasta el fondo y con media docena de arreones, ya se corrió, diciendo:

-¡¡¡Me meo!!!

Y se meó al correrse.

Vicenta, boca arriba sobre la cama, metía y sacaba a toda hostia el carozo de su coño. Julio sacó el condón de la verga. Se lo puso en la boca, y poco después, Vicenta, se corría, retorciéndose, y tragando la leche de la corrida.

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                                                                                    MÓNICA G T

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La cuarta historia ocurrio hace unos días Mónica G T llevaba un tiempo viviendo en pareja con Tino, un cuarentón, alto, de pelo cano, atractivo y bien dotado. La monotonía se estaba apoderando de su relación. Tino, lo sabía. Se había comprado un PC y una noche lo llevó a la cama. Mónica G T en camisón y dándole la espalda, le dijo:

-Ponlo bajo que quiero dormir.

Tino puso un video en que una joven rubia, preciosa, con grandes tetas, y anchas caderas se iba a hacer un dedo.

Cuando la muchacha del video comenzó a gemir, Mónica GT se dio la vuelta, y le preguntó:

-¿Qué estás mirando?

-Nada.

-¿Cómo que nada?

Se incorporó y miró lo que estaba viendo.

-¿Te gusta ver a una mujer haciendo un dedo?

-Me encanta.

Mónica G T, que era joven de treinta y pocos años, morena con media melena, delgada y con carita de buena. Se quedó mirando como la muchacha jugaba con sus tetas y como se masturbaba metiendo los dedos. En un plano corto de la chica se vio como la pupila de sus ojo desaparecía y se veía el blanco. Lo siguiente que se vio fue una lengua lamiendo su coño abierto.

Monica G T le dijo a Tino:

-Está imaginando que se la come.

-¿Tu también te masturbas pensandi en mujeres?

-En mujeres y en hombres. ¿Tú piensas en hombres cuando te la pelas?

-No.

La que se la comía a la rubia era una morenaza a la que, al estar a cuatro patas, a veces se veía de cerca su coño.

Mónica G T le echó la mano a la verga a Tino, que ya estaba empalmada y mojada y se la meneó hasta que la rubia se corrió y Tino de corrió en su mano. Después de correrse, Tino, le preguntó:

-¿Quieres que juguemos?

-Sólo si me dejas hacer lo que yo quiera. Siempre lo mismo aburre.

-Adelante, haz lo que quieras de mí.

-Ponte boca arriba.

Tino se puso boca arriba. Mónica G T cogió unas cintas y lo ató de pies y manos a los barrotes de la cama. Se quitó el camisón y las bragas y puso su coño en la boca de Tino. Metió un dedo en el culo, y follándolo, movío la pelvis de modo que su clítorís se frotase con la lengua. Poco después, a punto de correrse, sacó el dedos de culo y se los metió en la boca a Tino. Después le cogió la verga y la frotó en su ojete, frotándola le llevó las tetas a la boca, y le dijo:

-Muérdeme los pezones.

Tino se los mordió suavemente.

-¡Más fuerte!

-Estás desconocida.

-¡Muerdes con fuerza o te muerdo yo una oreja!

Tino le metió un buen mordisco en un pezón.

-¡Aaaay! ¡¡Mas, más, más, más...!!

Tino le metió mordiscos en los dos pezones. Su verga se puso dura de nuevo. Mónica G T metió la verga en su culo y dejó que Tino se lo follase. Al rato la sacó del culo y la metió en el coño. Tino le dio caña hasta que se corrió. Corriéndose, la sacó del coño y se lo restregó por toda la cara.

Al acabar de correrse le cogió la verga, se la mamó y al correrse Tino se bebió la leche. Después, le dijo Tino:

-Me gusta esa faceta tuya, Mónica. ¡Cuando quieres eres una fiera en la cama!

-Aún no has visto nada.

Al día siguiente al volver del trabajo, Tino, vio el P C en un lugar distinto del que él lo había dejado. Miró el historial. Mónica G T había visto dos videos, uno en el que cinco hombres follaban a una mujer y el otro de una sumisa y su ama. Tino supuso que se había estado masturbando. 

La noche siguiente hicieron un 69. Al acabar de correrse, le preguntó:

-Si hicieras BDSM con una mujer serías sumisa o ama.

-Sumisa.

-¿Quieres hacerlo con cinco hombres?

-¿Cómo sabes que estuve viendo porno?

-El historial. ¿Te estuviste masturbando?

-Sí. Tenía ganas. 

-¿Follar con cinco hombres es una de tus fantasías?

-Es. ¿Te gustaría ver cómo lo hago?

-Sí, quiero que seas feliz.

-¿Y de dónde vas a quitar tú cinco hombres dispuestos a compartir a una mujer?

-Sobran hombres dispuestos a follarte.

-¿Cómo quién?

-Como Pablo, Pedro, Lucas, Tomás y yo.

-¡¿Quieres que me follen tus amigos?!

-Mis amigos y yo.

-Ptefiero que no me conozcan.

-Eso se arregla con un pasamontañas blanco y un antifaz.

-¿Y quién le dirás que soy?

-Una mujer con ganas de descubrir cosas nuevas.

-¿Crees que aceptarán?

-Sin duda alguna.

-¿Echamos ahora un polvo, Tino?

-¿Estás cachonda?

-Como una perra.

-¿Entonces follarás con los cinco?

-¿Eso te haría feliz?

-Sí.

Mónica G T era puta y viciosa como ella sola.

-Entonces lo haré. Yo también quiero que seas feliz.

Era sábado. Tino y Mónica G T entraron en una habitación de una casa alquilada para la ocasión. Encima de la cama había unas esposas un pasamontañas de tela blanca y un antifaz del mismo color. Tino, besando a Mónica G T la fue desnudando. Al estar desnuda le puso el pasamontañas y el antifaz, la echó sobre la cama, le ató las manos con las esposas a la cabecera de la cama, y le dijo:

-Luego vengo.

Salió Tino de la habitaciín y entró una morenaza de algo más de un metro setenta de estatura, de ojos azules, cabello negro, corto, con buenas tetas y piernas preciosas que llevaba puesta una lencería blanca, calzaba zapatos blancos con tacón de aguja y tenía en la mano una fusta, que más que fusta parecía un pequeño plumero. Se acercó a Monica G T, la besó en los labios, sin lengua y le pasó las hebras de la fusta alrededor de las tetas por los pezones, por el vientre, por el coño, por el interior de los muslos y por los pies. Mónica G T cerró los ojos y la morenaza le dio con la fusta en el coño y después en las tetas.

-¡Plas, plas, plas!

-¿Así o más fuerte, cariño?

-Más fuerte.

Lucía, la morenaza, le dio con ganas en las tetas.

-¡¡Plas, plas!!

-¿Así, cielo?

-Más fuerte.

Le dio más fuerte, pero esta vez en el coño!

-¡¡¡Plas!!!

-¿Así?

-Así, preciosa, así.

-¡Que vicio tienes, corazón, qué vicio tienes!

Lucía le comió las tetas, le aporetó los pezones, le besó el clitoris y lamió el coño empapado. Monica G T no paraba de gemir. Le sacó el clítoris del capuchón y se lo lamio, luego, al retraerse, le dió un pequeñp mordisco en el capuchón. Acto seguido, Lucía, se quitó las bragas, subió encima de ella y le metió el coño en la boca. Monica G T echó su lengua fuera y Lucía moviendo el culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás buscó su orgasmo. Era de orgasmo fácil y al ratito le llenó a Mónica G T la boca de jugo. Al acabar de correrse, le comió la boca y saboreó los fluidos de su corrida. Después le metió dos dedos en el coño a Mónica G T y la masturbó hasta que se corrió retorciéndose como un muelle. Sus gemidos los ahogó la boca de Lucía.

Lucía, se puso las bragas, cogió la fusta, le dio un pico,  y se fue.

Pablo, Pedro, Lucas, Tomás y Tino entraron en la habitación empalmados y en pelotas. Ninguna de las vergas bajaba de los 18 centímetros.

Tino soltó a Mónica G T, que se puso a cuatro patas. Pablo, detrás de ella le comió el culo, Tomás le metió la polla en la boca, poco después, Pablo se la metía en el culo y la follaba con fuertes arreones. Mónica G T se acariciaba el clítoris y mamaba las vergas que le iban metiendio en la boca. Hacía los típicos ruidos: "Um, um, um, um..." Pablo, dejo de darle caña, Pedro, se puso en su lugar y la clavó aún con más fuerza. Cuando Pedro dejó de follarle el culo, Tino, se la metió en el coño. La folló también a toda mecha. Mónica G T dejó de mamar, de su coño salía jugo a borbotonesm,y de su boca un:

-Aaaaaaaaaaaah.

Lucas se echó al lado de Mónica G T La mujer, dándole la espalda, se metió la verga el el coño empapado. Lucas la folló con impetú, mientras Mónica G T cogía las pollas de Tomás y de Pablo, las masturbaba y las mamaba. Unos minutos más tarde. Mónica G T se quitó la verga de Lucas del coño y se la metilo en el culo... Pedro se la metió en el coño. Mónica G T se moría de gusto con la doble penetración. Unos diez minutos más tarde se corrió de nuevo llenándole de jugo los huevos a Pedro. No podía hablar o la reconocerían, aunque no es que quisiera hablar, lo que quería era chillar con el gusto que estaba sintiendo. Al acabar de correrse, se puso boca arriba. Tino se la metió en la boca y Tomas en el coño. Mamaba con tanta lujuria que Tino, se corrió en su boca. Al ver los otros que se tragaba la leche, como si fueran perros, fueron uno por uno, se la metieron en la boca. Los pajeó, les acarició los cojones, se la mamó y tragó la leche de todos, menos la de Tomás, que cuando Mónica G T bebía la última leche, que era la de Lucas, se la quitó del coño, se la metrió en en culo y le dió canela fina. Al correrse dentro de su culo vio como el coño de Mónica G T se abría y se cerraba soltando flujo. Mónica G T se corrió por última vez.

 

Se agradecen los comentarios buenos y malos. Que son tan escasos los unos y los otros como la lluvia en el desierto.

 

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