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Bar de carretera

en Orgías

El bar de carretera tenía un luminoso en la fachada que rezaba: El Paraíso. Al entrar te encontrabas con dos cortinas y tras ellas una barra con varios taburetes delante. Al otro lado tenía unos reservados tras unas cortinas rojas, Allí todo era rojo, la luz, las cortinas, la traga perras... Bueno, todo, no, las chicas eran rubias, morenas y preciosas.

 

La Viciosa (así la llamaban sus amigos), una chica joven (imagina que eres tú), entro en el bar acompañada de su novio, Gerardo, un joven alto, moreno y muy apuesto. Nada más entrar, le dijo la Viciosa a su novio:

 

-No sé si no me arrepentiré de haber venido. Ahorita me dan ganas de salir corriendo.

-Tranquila. Todo esta bajo control.

 

La dueña del puti club se acercó a Gerardo, y le preguntó:

 

-¿Es ella?

 

El joven le respondió con otra pregunta:

 

-¿Quieres ser tu quien le coma el coño?

-Sabes que soy la dueña del night club, cariño. Un polvo mío es de demasiado cara para ti -habló con la Viciosa-. Además tu vienes por otra cosa, ¿no?

 

La Viciosa era lo que su alias decía.

 

-Sí, pero te quiero a ti también. Quiero que me hagas correr mientras mi novio mira.

 

Gerardo, le volvió a preguntar a Clarisa:

 

-¿Cuánto me cobrarías?

 

A Clarisa se ve que le gustaba la Viciosa, ya que no le pidió mucho.

 

-Cien euros por comérsela y no te cobro nada por lo otro.

-Hecho.

 

Clarisa era una rubia inglesa de casi un metro ochenta. A pesar de tener más de treinta años tenía un cuerpo de escándalo. La Viciosa, le dijo:

 

-¿A qué esperamos?

 

Clarisa, le respondió:

 

-¿Tienes muchas ganas, nena?

-Tremendas son las ganas que tengo.

-Entonces vas a gozar cómo nunca gozaste.

 

Minutos más tarde estaban en una habitación iluminada de rojo, con una gran cama. Se oía música ambiente. Gerardo se sentó en un pequeño taburete al lado de las cortinas de una ventana que daba a la carretera.

 

Clarisa, vestida y arrodillada sobre la cama al lado de la Viciosa, que estaba tendida boca arriba, fue acariciando con la palma de la mano izquierda las tetas por encima de la camiseta y el coño por encima de la falda, le quitó la cremallera lateral y el corchete y la palma de su mano se metió dentro de las bragas.

 

La Viciosa al sentir los dedos en su coño cerró los ojos y comenzó a gemir. Clarisa se metió entre sus piernas, le dio un pico y después le metió la lengua en la boca. La Viciosa se la chupó y le dio la suya a chupar. Se comieron vivas unos minutos. Luego, Clarisa, se quitó la camiseta. Aquello no estaba en el guión, pero la Viciosa al ver sus redondas tetas con areolas rosadas y pezones erectos, le echó las manos a ellas y se las magreó. Clarisa se quitó la falda y las bragas y luego le fue poniendo las tetas en la boca al tiempo que las magreaba. Ahora gemían las dos. Gerardo tenía la polla en la mano y se masturbaba muy lentamente. Casi sin darse cuenta, La Viciosa, tenía el coño de Clarisa en la boca

 

y se lo estaba lamiendo mientras Clarisa se magreaba las tetas y miraba para la polla de Gerardo. Clarisa, a punto de correrse, le quitó el coño de la boca y la desnudó, para acto seguido ponerla a cuatro patas...

 

Detrás de ella. le bajó las bragas

 

le folló el culo con la lengua y la masturbó... Al rato, la Viciosa, con la punta de la lengua entrando y saliendo de su culo, le dijo;

 

-¡Me voy a venir!

 

Se fue la luz y quedaron casi a oscuras.

 

Clarisa le largó cuatro palmadas en el culo.

 

-Plassss, plasss, plassss, plasss.

-Nos vamos a correr juntas, putita.

 

La Viciosa se incorporó. Quiso darle un pico a Clarisa, la chica le escupió en la boca y después la besó con pasión. Al acabar, le dijo la Viciosa:

-Cerda.

Clarisa le escupió en las tetas. A la Viciosa le gustó. Le escupió ella en la boca. Clarisa la abofeteó y le devolvió el bofetón. Se volvieron a besar, ahora largo y tendido. Luego Clarisa la empujó. Se dio la vuelta, le puso el coño en la boca y le comió el de la Viciosa. Después, haciendo un 69, las lenguas lamieron sus coños... Clarisa no o aguantó nada, temblando, soltó una pequeña cascada de jugos blancos y espesos que cayeron en la boca de la Viciosa. Gerardo, que tenía el coño de la Viciosa a tiro. Se la clavó y en menos de un minuto le llenó el coño de leche, Después, Clarisa, se dio la vuelta, metió su cabeza entre las piernas de la Viciosa

 

y acabó de comerle el coño, un coño que ahora estaba lleno de jugos y de leche... Al rato la lengua había hecho estragos en su coño. La Viciosa se corrió estremeciéndose. Tuvo un orgasmo tan fuerte que quiso quitarse de encima a Clarisa. Cómo no pudo hacerlo sacudió las manos cómo si se le estuvieran quemando y gritó cuan loca sin medicar.

 

Volvió la luz.

 

Estaba la Viciosa espatarrada y cogiendo aire cuando se abrió una puerta lateral que daba a la habitación de al lado. Entraron cuatro hombres, de entre cuarenta y cincuenta años. El negro, un moro que era el más alto y más fuerte de los cuatro, le dijo a Clarisa:

 

-¿Es la viciosa que quiere pasarlo bien?

-Es. ¿A qué está buena?

-Está buenísima.

-Lo primero es lo primero, Smith.

 

Smith, que traía una correa en la mano. y que cómo los otros tres (un chino, un inglés, y un español) vestía de cuero negro le dio cuatro billetes de 100 euros. La Viciosa al ver que se iban de la habitación su novio y la dueña del puti club, les preguntó:

-¿Empezamos?

 

El moro, un bicho de casi dos metros, fue hasta la cama, le puso la correa en el cuello a la viciosa, le abofeteó las tetas,

 

la sacó de la cama, y le dijo:

 

-¡De rodillas, perra!

-Sí, amo.

 

La Viciosa se arrodilló y el moro la llevó a la otra habitación, a gatas, cómo si fuera una perra. El chino, el más sádico de los cuatro le iba dando con una fusta en las nalgas.

 

Ya en la otra habitación, estando ella de pie, el español, un casado, moreno, de estatura mediana, al que la mujer no le daba lo que quería, le puso unas esposas con las manos a la espalda y el inglés, que era alto, rubio y de ojos azules, le puso una mordaza. Le dejaron solo el collarín de la correa y luego la echaron boca arriba sobre la cama. El inglés, encendió un vibrador y se lo puso a un lado del capuchón del clítoris. El chino, un metro sesenta de maldad comenzó a darle pequeñas descargas en las tetas con un electrosock.

La Viciosa quería gritar. Su voz la amortiguaba la mordaza. se retorcía... Pataleaba... Sudaba y levantaba la pelvis. El negro se arrodilló delante de ella y comenzó a follarle el coño con su enorme verga. La Viciosa dejó de chillar y comenzó gemir. El chino dejó de darle descargas, y le mamó, lamió, chupó y mordió la teta izquierda y su pezón. Él inglés le hizo lo mismo en la derecha y el español le quitó la mordaza y le metió la polla en la boca. La viciosa estaba gozando cómo una perra. Deseaba que aquella situación fuese eterna, pero sin poder evitarlo, se tensó, levantó la pelvis y se corrió cómo una loba, diciendo:

 

-¡¡¡¡Que riiiiiiiiico!!!

 

Al acabar de correrse, el moro, la levantó en alto en peso. La Viciosa rodeó su cuello con los brazos. El chino, que tenía una polla pequeña, se la clavó en el culo y le agarró las tetas. El cabrón le pellizcó tetas y pezones... Cuanto mas gemía la Viciosa más leña le daba el moro. Le dio leña hasta que sintió cómo el coño de la Viciosa, corriéndose, apretaba su verga, cómo la bañaba de jugos calentitos, cómo temblaba y cómo la mujer, gozando, le metía la lengua en la boca. Entonces paró de darle, y la polla, dura cómo un hierro, soltó una inmensa corrida dentro de su coño. El chino le llenó el culo de leche.

 

Al acabar de correrse, el moro la tiró encima de la cama cómo si fuera un fardo. Viendo salir su leche del coño, metió su cabeza entre las piernas y se lo comió. El español y el inglés le pusieron la polla en la boca. La Viciosa se deshacía en gemidos... Al sentir que le venía, le dijo al moro:

 

-¡Te voy a llenar la boca de crema, negro!

 

Al moro no le gustó que le llamara negro. Dejó de comerle el coño. La agarró por la cintura. La levantó en alto en peso y le metió la verga en el culo.

 

-¡¡Ayyyyyyyy!! iHijo puta!

 

No debió llamarle por su nombre, o sí, ya que al principio le rompió el culo, pero después le gustó una cosa mala, tanto le gustó que cuando le comió las tetas se volvió a correr cómo una cerda, diciendo:

 

-¡¡¡Me vengoooo!!!

 

El español y el inglés se corrieron en su cara

 

La viciosa se corrió tres veces más. Fue una hora muy productiva para todos.

 

Quuique.

 

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