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No era un chalet, era una casa de putas

en Amor filial

Alex tenía 26 años, era moreno, de ojos negros, nariz aguileña, cabello marrón, corto y rizado, culo redondito y prieto... Era un cachas. Se fue a su habitación para vestirse e ir de juerga. Al pasar por delante de la habitación de su hermana Lorena creyó oír gemidos. Cómo la puerta estaba entreabierta asomó la cabeza. Daniela, su madrastra, una treintañera, rubia, de ojos azules, delgada, con ricas tetas y con un polvazo bestial (se parecía a Bo Derek cuando hizo La Mujer 10), tenía las piernas abiertas y las rodillas flexionadas. Con el dedo medio de su mano derecha se acariciaba el coño, coño que parecía una mariposa con las alas abiertas. En la otra mano tenía unas bragas rojas y las estaba oliendo. Vio cómo después de olerlas acariciaba sus grandes tetas con ellas, lentamente, y lentamente las fue bajando y frotó su su coño con ellas, para luego subir por donde habían bajado, volver a acariciar sus tetas con ellas y volver a olerlas profundamente. Al ver aquello y sentir a su madrastra gemir, Alex, pilló un empalme de burro. Sabía que era normal que las mujeres se desahogaran ellas solas, lo que no esperaba era que su madrastra lo hiciera oliendo unas bragas de su hermana. La visión era tan excitante que se quedó a mirar.

Vio cómo su madrastra, sin dejar de oler las bragas, metía medio dedo dentro de su vagina... El dedo iba a entrar, salir, acariciar su clítoris unos segundos, luego vagina y clítoris, acariciaba los labios, y volvía a empezar... Al comezar a salir jugos lechosos del coño de su madrastra, Alex sacó la polla y empezó a menearla. Daniela, algo más tarde, pasó de meter la mitad de un dedo a meter dos dedos enteros dentro del coño... Volvió a hacer lo mismo de antes, acariciar el clítoris de nuevo de abajo a arriba, pero con más celeridad. Cuando volvió a abrir el coño, de su vagina ya no salían jugos lechosos, ahora eran cremosos. Siguió masturbando el clítoris y los jugos cremosos empaparon su coño y bajaron de él por el periné hasta el ojete. Daniela, con dos dedos los repartía por los labios y los saboreaba de cuando en vez. Siguió masturbando el clítoris con un dedo cada vez más aprisa. Sus gemidos subieron de tono. Arqueó su cuerpo. Su pelvis quiso llegar al techo de la habitación. Al correrse y alcanzar el placer sus más altas cotas, de su coño salió un chorro de orina y después siguió meando hasta dejar la cama perdida. Alex soltó otro chorro, pero este de leche, que se estrelló contra la puerta. A este chorro siguieron cinco más. Las corridas fueran brutales.

Alex, al acabar de correrse, sacó la toalla, limpió la leche de la puerta con ella y se fue a su habitación.

Tres días después era el cumpleaños de Daniela. Un mensajero llamó a la puerta del chalet. Le abrió Karla, la doncella, una joven de veinte y pocos años, que vestía un uniforme azul con cofia. El mensajero le entregó un paquete. Karla se lo llevó a Daniela, que estaba en la cocina, desayunando, en bata de casa, despeinada y sin maquillaje. Daniela abrió el paquete y lo que vio le sacó una sonrisa. En el paquete había un consolador vaginal y otro anal.

Karla, lavando unos platos en el fregadero, giró la cabeza, miró para el contenido del paquete y le dijo:

-Le aconsejo a la señora que busque un amante.

-¡Qué graciosa!

-Yo no le veo la gracia por ninguna parte.

Karla, la doncella, era una morenaza que tenía los ojos color café, grandes tetas, buen culo... Tenía otro polvazo. Había llegado huyendo de Honduras tras cometer un desfalco, y que mejor sitio para esconderse que trabajando de doncella. Daniela, la estaba puliendo.

-Esas cosas no se dicen, Karla, una mujer debe saber guardar sus secretos.

-Los gordos los guardo, señora.

La curiosidad entró en escena.

-¿A qué llamas secretos gordos?

-Si se los cuento me despide, señora.

-Tienes mi palabra de que no lo haré.

Karla se puso a largar.

-La última vez que usted se la rascó su hijo se la peló mirando cómo lo hacía.

A Daniela casi le da algo.

-¡¿Y tú cómo sabes eso?!

-Porque yo también la rasqué viendo cómo se movía el brazo su hijo y oyendo sus gemidos en la habitación. Nos corrimos los tres.

-¡Nunca pensé que te masturbaras! Pareces tan ingenua... ¿Te metes un dedito o dos?

-Me meto de todo, señora. Dedos, zanahorias, pepinos, plátanos, salchi...

Paró de hablar, pero ya era tarde.

-¿Te metes las salchichas que comemos en el coño antes de freirlas?

-¡Que vergüenza!

-No la tengas. ¡Qué morbazo! ¿Y después de ver cómo las comemos qué haces?

karla, quiso escaquearse.

-También me masturbo con el móvil, al vibrar, ya sabe... Me masturbé sentada encima de la lavadora... Me metí el rodillo de la cocina...

-¡Que barbaridad! ¿Te masturbaste pensando en mi después de comerme salchichas que metieras en el coño?

-¡Ay, señora! Qué me voy a quedar sin trabajo.

A Daniela le dio la risa.

-¡Que cabrona! ¿Me comes el coño en tus fantasías?

Antes de responder, Karla, bajó la cabeza.

-Sí, señora.

-Y parecías una mosquita muerta. ¿Qué más secretos tienes?

-Si se lo digo, ahora sí que me despide.

-¡Qué no! Es algo sobre mi marido y tú. ¿A qué sí?

-¡¿Cómo lo sabe?!

-Sumando uno y dos. ¿Le das con tu zapatilla?

-Parece una adivina, señora.

-¿Te la mete en el culo?

-Sí, me lo tiene más abierto que el coño.

-Vamos a hacer una cosa. La próxima vez que quiera estar contigo me lo dices.

-¿Para qué?

-Para ponerle el culo negro a zapatillazos. Ya sabía yo que al no pedírmelo a mí tenía a alguien de mano.

-¿Y a mí me va a hacer algo, señora?

-Comerte el coño, y te lo voy a comer ahora.

-¡Ay, señora!

-No me hubieras calentado. Limpia la mesa y desnúdate.

-No me gustan las mujeres.

-Cuando acabe contigo te van a encantar.

Ya le encantaban, pero sabía mentir muy bien, Karla limpió la mesa, se quitó los zapatos, el uniforme y la cofia. Sus tetas eran enormes, con pezones gruesos y bellas areolas marrones. El coño lo tenía peladito. Daniela cogió un tarro de miel, echó una poca el su coño, y le dijo:

-Cóme, morena.

Karla se puso en cuclillas, le echó a su jefa las manos al culo y le lamió la miel del coño.

-¡Que rico coñito tiene, señora!

Daniela no era de orgasmo fácil, pero Karla había visto mucho porno y sabía donde y cuando lamer, donde y cuando chupar y donde meter lengua. Tan cachonda la puso que Daniela se dio la vuelta, cogió el rodillo de la cocina, lo untó con mantequilla, y le dijo a Karla:

-Lámeme el culo.

Daniela metió el mango del rodillo dentro de coño. Karla le lamió el culo. Al ratito el rodillo, cómo si fuera la gorda polla de un negro entraba y salía del coño, haciendo bueno el dicho: Mujer flaca, coño de vaca.

Poco después, cuando Daniela se follaba el coño a toda hostia con el rodillo y jadeaba cómo una perra, Karla, le metió la punta de la lengua en el ano, ese fue el detonante para que explotase, chillando:

-¡¡¡Me corrooooooo!!!

Las piernas de Daniela comenzaron a temblar. Karla vio que su jefa se iba a derribar cómo un castillo de naipes bajo la lluvia. Se levantó y la sujetó. El rodillo lleno de jugos cremosos cayó al piso de la cocina, luego cayeron las babas y al final una meada que dejó el piso que daba pena verlo. Karla miró a la cara a su jefa y vio que tenía los ojos en blanco. Ya estaba excitada y esta visión aún la puso más cachonda. La sentó en una silla y mientras se recuperaba le pasó la fregona a las baldosas.

Daniela cumplía lo que decía. Al acabar Karla de fregar el piso de la cocina la cogió por las axilas, la sentó sobre la mesa, y le dijo:

-¿Lista para disfrutar?

-Lista, señora.

Una voz las interrumpió.

-¿Me dejas que la haga yo disfrutar, mamá?

Daniela, sonrió, giró la cabeza y le dijo a su hijo:

-Toda tuya, cariño.

Karla supo en ese momento que madre e hijo ya estaban cansados de follar.

Alex venía en bata de casa de color dorado. Entró en la cocina, quitó el cinturón, cogió la miel, untó la polla empalmada con ella y se la metió en la boca a Karla. La joven se la mamó. Al poco le quitó la polla de la boca. Le echó miel en las tetas y se las lamió haciendo círculos sobre ellas hasta llegar a los pezones. Después chupó las tetas y los pezones hasta dejarlos duros cómo astas de toro. Daniela, agachada, le chupaba la polla a su hijo.

A acabar con las tetas le echó miel en las axilas, en el vientre y la barriga hasta llegar al clítoris. Lamió muy lentamente hasta que no quedó rastro de la miel, luego le dijo:

-Date la vuelta, putita.

Karla se dio la vuelta. Alex untó de miel su nuca, su espina dorsal, el ojete y el periné. De nuevo lamió lentamente hasta llegar al culo. Allí lamió periné y ojete y le folló el agujero con la punta de su lengua dándole pequeños cachetes en las nalgas. Esta vez no le dijo nada. Le puso una mano en la barriga y ya Karla se dio la vuelta. Le echó miel en las plantas de los pies y en los dedos, luego lamió las plantas y los deditos... Después de esto echó miel en el interior de sus muslos hasta llegar al coñito, lamió y luego echó miel alrededor de la vulva, la lamió y acto seguido sacó la polla de la boca de su madre y se la frotó desde el ojete hasta el clítoris pasándola entre los labios del coñito... Se acabó corriendo en la entrada de la vagina. Con la leche de su hijo entre los labios del coñito de Karla, Daniela se lo comió... Entre lamida y lamida, le dijo:

-Delicioso, morenita.

Alex le quitó la bata a su madrastra, le frotó la polla morcillona en su coño mojado y después se la clavó. Al estar la polla dentro del coño se puso dura. Tiempo después, Daniela, moviendo a lo bestia el culo hacia atrás, sintió cómo su hijo le llenaba el coño de leche, al mismo tiempo, Karla, le llenaba la boca de jugos con una deliciosa corrida. Explotó y se corrió ella también... Otra vez había que pasarle la fregona al piso de la cocina, pero eso sí, se corrieran a lo grande.

Robert era un broker que hiciera fortuna. Tenía 42 años y medía un metro ochenta y algo. Con su físico y su porte podría pasar por un gigoló, aunque quien lo viera en aquel momento le parecería un maricón de libro. Tenía los ojos y los labios pintados y llevaba puesta una lencería fina de color negro, sujetador de encajes, liguero que se unía a las ligas elásticas de las medias mediante dos tirantes, unas bragas de encajes donde se marcaba un paquetazo y zapatos negros de tacón de aguja. Paseando de la puerta a la cama contoneando su cuerpo, con voz amanerada, le dijo a su hija Lorena:

-¿Que puntuación le das a miss summer?

Lorena (era un cuadro de Sofía Loren a los 19 años) que estaba sentada en a cama, también cubierta por una lencería fina de color blanco en la que sus grandes tetas parecían querer romper su sujetador y en la que por los lados de sus bragas y por arriba sobresalían pelos negros (así quería su padre que estuviese), le respondió:

-Cero, vaca burra. Tienes más celulitis en el culo que lana tiene una oveja.

Robert, moviendo el culo y las manos cómo un marica, le dijo:

-¡Ay, quítamela, quítamela!

Lorena cogió debajo de la cama de Karla (le habían pagado para que se fuera de copas y les dejara la habitación) una zapatilla con un peluche de perro que tenía el piso negro de goma, y le dijo a su padre:

-Ponte sobre mis rodillas, maricón.

Robert se echó sobre las rodillas de su hija, y Lorena le dio con ganas en ambas nalgas.

-¡¡Plassssssssss, plassssssssss, passssssssss, plassssssss, plasssssssssss, plassssssss, plasssssssss, plasssssssss!!

-¿Dónde está mi dinero, cabrón?

-En mi culito.

Lorena le bajó las bragas y vio que de su ojete salía un papel enrollado en forma de cigarrillo. Lo saco, cogió los cinco billetes de cien euros, se los pasó por la nariz, y le preguntó:

-¿Te gusta el olor del dinero?

Robert lo olió profundamente, y le respondió:

-Sí, cariño.

-¡A ti lo que te gusta es el olor a mierda, cerdo!

Lorena, le volvió a dar con la zapatilla, esta vez mas fuerte.

-¡¡¡Plasssssssss, plasssssssss, plassssssssss, plasssssssss. plasssssssss, plassssssssss, plassssssssss, plassssssssss!!

Robert tenía el culo rojo y un empalme de burro. Oyó una voz que le decía:

-¡¡Serás desgraciado!! ¡¿No te llegaba la doncella qué tenías que pervertir a tu hija?!

Daniela estaba en la puerta de la habitación cubierta por una lencería roja. Iba con idea de encontrar a la doncella con su marido y se llevara una sorpresa. A Robert le importó una mierda que lo pillara. Con su voz normal, le dijo:

-Únete a nosotros, cariño.

-¡¿Qué?! ¡Serás hijo...., de tu madre!

Lorena, poniendo voz de pija, le dijo a su padre:

-Sabes, papi, mami es de esas que le dan arcadas si le ponen un chochito en la boca.

Daniela, que le tenía ganas a su hijastra, se hizo la ofendida.

-Sí, me daría asco estar con otra mujer, no soy ligera de cascos cómo tú, zorrita.

-¡Serás puta! Si me pusiera a comerte el coño te correrías tantas veces que te dejaría seca. Ya verías el asco que te daba.

Daniela, se regodeó de ella.

-Bla, bla, bla, bla.

Robert, le preguntó a su hija:

-¡¿Tuviste relaciones con otra mujer?!

Lorena era tan mentirosa cómo su madrastra.

-No, pero veo mucho porno lésbico.

-La teoría y la práctica son cosas muy diferentes, pero mira, eso sí que tendría morbo... Mi mujercita con la leche de mi caramelito en los labios y mi caramelito con la cara llena de jugos cremos y...

A Lorena no le gustaba quedarse con la curiosidad.

-¿Y que?

Robert no le quería decir que Daniela iba a mear por ella.

-Y te bañaría, hija, y te bañaría.

Lorena ya había comido unos cuantos coños y las palabras de su padre no la impresionaron.

-Ya no será la cosa para tanto.

Daniela, le preguntó a su marido:

-¡¿Te daría morbo ver cómo le coño el coño a tu hija?!

-Y cómo te lo come ella a ti.

Lorena ya estaba caliente.

-Por mi no hay problema, papi. Si mami no fuera tan estrecha...

-Decente, Lorena, una palabra que tú no conoces.

Lorena se acercó a su madrastra contoneando las caderas.

-¡Ni te me acercas, putita!

-Solo te quiero decir una cosa al oído para que no la oiga mi papi.

Acercó la cabeza a su oído, y le susurró:

-Coopera si no quieres que le diga a mi padre que follaste con la doncella y con mi hermano.

Robert sintió curiosidad y le preguntó a su esposa:

-¿Qué te dijo?

Daniela, no le respondió, le dijo a Lorena:

-Vale, acepto el reto, pero dile a tu papi que se quite esas ropas que me da no sé qué verlo.

Robert, protestó.

-¡Ala, coño! De actriz principal a actor secundario.

Daniela, le dijo:

-Vas a ser actor principal y vas a puntuar.

-¿Puntuar qué?

-Quien mama mejor tu polla.

La que iba a protestar ahora era Lorena, pero Daniela le susurró al oído:

-Coopera o le digo a tu padre lo que hiciste en la piscina con tu amiga. ¿O prefieres que le diga lo que haces con tu hermano?

Robert se quitó la ropa interior y se sentó en una silla. Vio cómo las dos mujeres se ponían en cuclillas delante de él. Daniela cogió sus 18 centímetros de polla por la base (no la abarcaba con la mano). Sin dejar de mirarlo a los ojos, la lamió hasta llegar al glande, lo chupó varias veces, y después metió la polla en la boca hasta que sus labios tocaban los dedos que la rodeaban, después lamía el meato y el frenillo, chupaba de nuevo el glande y volvía a empezar. Acto seguido, mientras mamaba el glande, lo masturbó, más y más y más rápido... A Daniela le caía por la comisura de los labios su saliva mezclada con la aguadilla que salía de la polla. Gemía ella, gemía Robert, y se mojaban las dos. Cuando Daniela vio que Robert se iba a correr, se apartó y le dijo a Lorena:

-Mejóralo.

Lorena cogió la polla de su padre con su pequeña mano, pasó su lengua por el periné, después por el ojete y se lo folló varias veces con ella, luego le metió mitad del dedo medio en el ano... Subió lamiendo, se paró en el frenillo y le dio un buen repaso con la punta de la lengua, acto seguido puso la legua plana sobre el meato, le folló el culo con el dedo, apretó la lengua contra la cabeza y Robert soltó una corrida inmensa, que le bajó por la polla, y encharcó su pelvis y sus huevos.

Al acabar de correrse, le preguntó Lorena a su padre:

-¿Quién lo hizo mejor, papi?

-Os doy a as dos un diez. ¿Por qué no os coméis los coñitos? -casi les implora- Dadme ese caprichito, queridas mías.

Lorena estaba más que dispuesta. Se puso mimosa.

-Yo tengo ganas. Anda, se buena, mami, dale ese caprichito a tu maridito.

Daniela tenía tantas ganas cómo Lorena. Cuando su hijastra, detrás de ella, le desabrochó el sujetador, no opuso resistencia. Al caer el sujetador al piso las suaves manos de Lorena acariciaron las tetas de Daniela. La besó en el cuello, en una oreja, le besó la nuca... Daniela giró la cabeza y Lorena la besó en los labios, sin lengua. Luego le lamió la espalda. Al llegar a las bragas, se las bajó, abrió sus nalgas y le lamió el culo... Quitó bragas, liguero y medias, y después le volvió a lamer y a follar el culo con su lengua. Le dio la vuelta y lamió sus pantorrillas y el interior de sus muslos hasta llegar al lado del coñito, primero una pierna y después la otra, esto hacía mientras le acariciaba las nalgas. Le separó los labios del coño y vio que la vagina estaba cubierta por sus jugos, jugos que formaban una pasta cremosa. Los lamió. A Daniela se le escapó su primer gemido, el primero de muchos. No se paró más de diez segundos en el coñito, subió lamiendo su vientre y después le comió las tetas, rozándolas, casi cómo acariciándolas con las yemas de los dedos, lamió sus areolas y sus pezones y después se las chupó. Besó su cuello. Cuando la besó en la boca y le metió la lengua dentro, Daniela, casi se la devora con la pasión que puso en los besos.

Robert, sentado en la silla, ya estaba otra vez empalmado. Vio cómo su esposa desnudaba a su hija, cómo la echaba sobre la cama y cómo a cuatro patas metía la cabeza entre sus piernas y cómo le comía el coño. Veía el sexo de su mujer goteando gotas blancas y veía el interior de sus muslos mojados. No se pudo resistir. Se metió en la cama. Le lamió el coño y después se la clavó hasta las trancas... La folló despacito para que su mujer no moviera la cabeza del coño de su hija. Daniela estaba tan cachonda, Que al ratito, le dijo:

-¡Me corro, me corro, me corro, me corro! ¡¡¡Lléname el coño de leche!!!

Daniela se corrió cómo una loba. Robert, sintiendo cómo le anegaba la polla con sus jugos y su meo, se corrió dentro del coño de su esposa. Daniela con el tremendo placer que sentía levantó la cabeza y dejó de chupar, lamer y mamar, Lorena le cogió la cabeza, la volvió a llevar a su coño, y se corrió apretándola contra él y moviendo la pelvis alrededor y de abajo a arriba. Le dejó la cara perdida de jugos mucosos. La serenata de gemidos se repetiría mas veces... Daniela mearía en las tetas y en el coño de Lorena, y muchas cosas más, pero esa ya es otra historia.

Quique.

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