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Eusebio, su madre y sus perversiones

en Amor filial

Eusebio estaba en la casa de Fermina, sentado en una silla de la cocina. Fermina, su novia, que era una chica de dieciocho años, con cuerpo de modelo, sentada en otra silla, abrió una caja y de ella sacó unas zapatillas de felpa azules con el piso de goma negro y un cinturón de cuero. Fita, la hermana menor de Fermina, de pie, mirado para las zapatillas, le dijo:

-Vaya regalo de cumpleaños, unas zapatillas y un cinturón. ¡El romanticismo ha muerto!

Fermina, reprendió a su hermana:

-No seas metiche. Es un regalo. Por cierto, Eusebio. ¿Estas zapatillas no son como las de tu madre?

-Son. ¿No te gustan?

-Sí, pero me empiezas a preocupar. Tu madre me dijo que me parezco mucho a ella cuando tenía su edad...

Fita, que tenía dieciséis años, y que era morena, con pecas y coletas, y culito respingón, y que tenía unas ganas locas de follar con Eusebio, lanzó la red a ver que traía de vuelta.

-A ver si va a estar enamorado de su madre y cómo no puede coger con ella...

Fermina, se enfadó.

-¡Te va a caer una bofetada que te va a quedar la boca del revés!

Eusebio, le dijo a su novia:

-Es una mocosa. No sabe lo que dice.

Ahora la que se enfadó fue Fita.

-¡¿Mocosa yo?! Tengo dos años menos que mi hermana y tres menos que tú, y sé cómo ponerle los ojos en blanco a mi pareja. ¿Se los pusiste tú a mi hermana?

Eusebio, que era un muchacho de diecinueve años, delgadito, rubio de ojos azules, se levantó, y le dijo:

-Me voy. No tengo porque aguantarte, mocosa.

Fermina, se enfadó con su hermana.

-¡Un día te crujo, bicho!

Fita, que había hecho el daño aposta, se fue sonriendo a su habitación mientras Eusebio abandonaba la cocina.

Eusebio llegó a su casa. Eva, su madre, que era una cuarentona, morena, de estatura mediana, cabello negro y corto, de ojos negros, culona y tetona, aún no había llegado. Eusebio fue a la habitación de sus padres, se desnudó, se puso una peluca de cabello negro, un sujetador de su madre y unas bragas, se sentó delante del espejo del tocador, en un cajón cogió lo necesario y se pintó los labios, se puso sombra de ojos, y se los pintó, se levantó, se puso unas medias, un vestido y unos zapatos de tacón alto. Se miraba al espejo cuando oyó la voz de su madre:

-¡¿Estás en casa, Eusebio?!

Le respondió con voz afeminada.

-Estoy aquí, madre.

Eva, que era enfermera y venía vestida con el uniforme, fue a su habitación y encontró al hijo vestido con su ropa.

-¡Cuántas veces te tengo dicho que no quiero que te pongas ese vestido!

Eusebio, le dijo a Eva:

-Es que me gusta mucho, madre.

-Sabes que te tengo que castigar.

Eva, cogió debajo de la cama una zapatilla de felpa de color azul con el piso de goma de color negro, se sentó en el borde, y le dijo a su hijo:

-Ven aquí.

Eusebio, contoneando las caderas, fue junto a su madre. Su voz cambió de tono, ahora era brusca:

-¡¿A quién coño le quieres dar tú con la zapatilla?!

Empujó por su madre. La mujer quedó boca arriba sobre la cama.

Le dio la vuelta. Eva, se quiso escapar.

-¡Nooo!!

-Si, guarra, sí.

La cogió por la cintura, agarró la zapatilla de felpa con piso de goma negra, y le largó en el culo por encima de la bata.

-¡Zaaasca, zaaaasca, zaaasca, zaaasca, zaaasca, zaaasca!

Eva, levantando la bata, le dijo:

-Eres muy malo.

Eusebio le quitó las bragas. Su lengua le lamió el culo. Eva, se puso a cuatro patas. Le lamió repetidas veces el coño, el periné y el ojete. A Eva le encantaba.

-Sigue, cariño, sigue que me estoy mojando mucho.

Mejor le hubiese ido si no dijera nada. Eusebio le dio en las nalgas, a romper:

-¡¡¡Zaaaaasca. -¡Ayyyyy! Zaaaaasca. -¡Ayyyyy! -Zaaaaasca. -¡Ayyyyy! -Zaaaaasca. -¡Ayyyy!- Zaaaaasca. -Ayyyyy- Zaaaaasca...!!!

-¿Te duele, perra?

-¡Sí!

-Más te va a doler.

Eusebio sacó la polla, una polla gorda y larga, agarró a su madre por la cintura, se la puso en el ojete, y empujó.

-¡¡¡Ayyyyyy!!! ¡Me duele! ¡¡Para, para!!

Eusebio, que era la primera vez que se la metía en el culo a su madre, al oír sus palabras, aún se puso más cachondo, y se la clavó hasta el fondo.

-¡¡¡Ayyyyyyyy, desgraciado!!!

Estaba cómo loco. La siguió follando duro y cuanto más su madre chillaba, más duro se la clavaba. Tanto se excitó que acabó llenándole el culo de leche. Al estar el conducto lubricado, a Eva, que tenía el coño empapado, le empezó a gustar.

-Ahora sigue.

La sacó y le volvió a comer el coño y el culo.

-Me vas a hacer correr, cariño.

O lo hacía a propósito o le gustaba el dolor. Eusebio volvió a coger la zapatilla.

-¡¡¡Zaaaaasca -¡Ayyyyy!- Zaaaaasca. -¡Ayyyyyy!- Zaaaaasca!- ¡Ayyyyy!- Zaaaaasca!- Aaaaaaaay!- Zaaaaasca....!!!

-¿Te vas a correr así, madre?

-No, pero...

Se la sacó y se la metió en el coño. Comenzó a bombear. A Eva, desde el primer momento se le empezó a ir la vida.

-Ay, que me voy a correr, hay que me voy a correr. ¡Ay qué me corro, ay qué me corro, ay qué me corro! ¡¡¡Me cooooooorro!!!

Para entender el comportamiento de Eusebio hay que remontarse a años atrás cuando era un chaval travieso y su madre le calentaba el culo con una zapatilla con cada travesura que hacía. Entendía que le diera, lo que no entendió fue que después de una de las palizas con la zapatilla, encontraran a su padre en la habitación con la polla en la mano haciéndose una paja y que después su madre cerrara la puerta para follar cómo un animal con su padre... Desde ese día su madre esperaba siempre a que su padre llegase y mirara cómo le calentaba el culo. Por su cabeza pasó la idea de que su padre podría ser maricón, y más un día (cuando ya tenía dieciséis años) que espiándolos por el ojo de la cerradura de la puerta viera cómo su padre se la metía en el culo a su madre.... Espiar ya se iba a convertir en una rutina. Ya buscaba ser castigado para poder espiar. Así se enteró cómo su padre le calentaba el culo a su madre con la zapatilla, cómo ella se lo calentaba a él, cómo a veces la ataba y le ponía el culo morado con el cinturón. Cómo se la chupaba su madre a su padre, cómo se la comía él a ella, cómo lo cabalgaba... Los vio follar en todas las posiciones, y siempre, siempre, después de calentarle a él el culo. Habían caído tropecientas pajas geniales poniéndose en el lugar de su padre.

Ese día se había vengado de su madre, a la que adoraba, pero a la que al mismo tiempo odiaba por follar con su padre y no con él.

Una semana más tarde, Fita, la hermana de su novia, llamó a la puerta de su casa. Eusebio estaba vestido de enfermera. Echó una ojeada por la mirilla y vio quien era. Abrió la puerta, y antes de que dijera nada, la cogió por una mano y la metió dentro de la casa. Se quedó con la espalda apoyada a la puerta. Fita miró para él, y le dijo:

-¡Ay cuando se entere mi hermana que eres maricón!

Eusebio, con voz de marica, le dijo:

-¿Quieres jugar conmigo, Fita?

-Sí, a las casitas... ¡No te jode el maricón!

-No, a los médicos. Me gustaría examinar tu coño.

Fita, estaba asustada. Se acordó de Norman Bates, el de Psicosis.

-¡Déjame salir o comienzo a gritar!

Eusebio, se acercó a la jovencita, le tapó la boca con una mano y ya con su voz, le dijo:

-El ginecólogo te va a examinar el coño y si está sano te lo va a comer.

Fita, le echó las uñas a la cara, Eusebio le quitó la mano de la boca y la besó con sus labios pintados de carmín.

Fita, dejo caer los brazos. Eusebió metió la lengua en su boca. Chupó la de Fita, y le preguntó:

-¿Quieres sentir mi lengua en tu coño?

-No sé, bueno, sí sé, quiero, quiero pero tengo miedo. Así vestido...

-Te gustará. ¿Nos desnudamos?

Fita ya estaba demasiado caliente cómo para decir que no.

-Vale.

Eusebio iba a quitarse la peluca.

-No te la quites. Me gustas así.

Segundos después estaba desnuda ella y en bragas él. Fita tenía el cuerpo de una muñeca, las tetas pequeñas y casi triangulares, con pequeñas areolas y diminutos pezones. Su rajita tenía encima una pequeña mata de pelo negro. Al ver la polla de Eusebio haciendo un tremendo bulto dentro de las bragas, se lo señaló, y le dijo:

-Me vas a hacer daño con esa cosa.

-Puede, pero te acabará por gustar.

La cogió en brazos y la llevó a la habitación de sus padres. La echó sobre la cama. Se quito las bragas. La polla quedó mirando al frente. Fita, al verla, exclamó::

-¡Qué barbaridad!

Eusebio subió encima de la cama y le metió la polla en la boca. Fita no sabía chupar. Le dijo cómo le gustaba.

-Chupa cómo si fuera un chupachups.

La cogió y se la chupó y se la lamió. Cuando Eusebio estaba en lo mejor le metió un mordisco. El muchacho se la sacó de la boca al momento.

-¡¿Qué haces, loca?!

-Yo como así los chupachups.

-¡Mi polla no es un caramelo!

Fita lo había hecho aposta, pero disimuló.

-Ya me parecía a mí que era muy raro que te gustase que te la mordiese.

-¿Pero tú cuántas pollas has chupado?

-La tuya es la primera.

-¿Y lo de los ojos en blanco?

-Se los puse a chicas.

Eusebio, ya fue al grano, le preguntó:

-¿Estás mojada?

-Mucho.

-Ponte a cuatro patas.

El cabronazo, tan pronto cómo se puso a cuatro patas y vio su coño mojado, un coño del que cayeron media docena de gotas, acercó la polla a él, la cogió por la cintura, y.... ¡Zaaaaaaaas! Toda para dentro. Fita, chilló con el dolor.

-¡¡¡Aaaaaay! !!Me acabas de romper el coño, cabrón!!

-Da gracias que no te la metí en el culo. ¡Muerde pollas!

El cabronazo era vengativo.

-¡A la zorra de tu madre le voy a dar gracias! Saca la polla que me quiero ir a mi casa.

No debió decirlo, o sí, no sé, según cómo se mire, pues la empezó a bombear con violencia. Fita bajó a todos los santos del cielo con el jefe a la cabeza, pero poco después, decía:

-¡¡Me viene el gusto!!

No se corrió una, dos, tres, ni cuatro veces-... Fita, era multiórgasmica y se corrió siete veces antes de que Eusebio se la quitara.

Al acabar, se echó boca arriba, y le preguntó a Eusebio:

-¿Vestirte de mujer y producir dolor te da placer?

-Si, sé que soy muy raro.

-No creas. Yo soy muy fantasiosa. Y algún día acabaré por hacer todas mis fantasías realidad. Una ya la hice.

-¿Cuál?

-Follar con el novio de mi hermana.

-¿Y cuáles son las otras?

-¿De verdad quieres saberlo?

-Sí.

-¡¿Mejor que seguir follando?!

-Tenemos horas para acabar lo que empezamos. Háblame de tus fantasías.

-A ver... Follar en un sito público sabiendo que me están viendo. Un trío con dos hombres. Un trío con dos mujeres. Follar a un abuelo. Follar con un hombre casado. Follar con mi médico de cabecera. Follar en un probador con una chica... Con un chico. Follar en el lavabo de un avión con un piloto... Con una azafata. Follar con un bombero macizo. Dominar a un hombre con un látigo. Vestirme de enfermera para follar. Que me aten a la cama y me hagan de todo. Hacer un dedo mientras conduzco. Follar en un lavabo con un extraño mientras mi novio espera por mí en la barra. Follar con el profesor de gimnasia. Masturbarme viendo a dos hombres follando. Estar en mi casa comiendo con mi padre, mi madre y mi hermana, y que mi tío, el cachas, me meta mano por debajo de la mesa... Y ahora mismo no me vienen más a la cabeza.

Eusebio quiso hacer realidad alguno de sus fantasías.

-¿Quieres que te ate?

Fita, ni se lo pensó.

-Ata.

Eusebio, cogió una cinta en un cajón, y le ató las manos, después con la misma cinta, y estando ella a cuatro patas, la ató a la cabecera de la cama. Le comió coño y culo, se los comió bien comidos y con la lengua se los folló bien follados. Cuando estaba a punto de correrse, dejó de trabajarla y se fue de la cama. Cogió del cajón un cinturón y lubricante. Fita, al ver el cinturón, se asustó, y, le dijo:

-¡¿No me irás a dar con eso?!

-Dijiste que querías que te hicieran de todo.

-Coño, de todo, sí, pero eso un cinto de cuero.

-Calla, calla o te breo.

Eusebio le lubricó con los dedos el ojete, y con los dedos se lo folló. Fita estaba temblando. Al sentir cómo algo gordo tocaba su ojete, le dijo:

-Por favor, no.

-¡Zaaaasca! -¡Ayyy! -¡Zaaaasca! -¡Ayyyy! Zaaaasca. ¡Ayyy!- Zaaasca...!

Le había dado con la zapatilla de su madre.

-¿Prefieres que te meta mi polla en el culo?

-¡No!

Le dio con menos fuerza.

-Zaasca. -cabrón- Zaasca -cabrón- Zaasca -cabrón- Zaaasca...

Le volvió a preguntar:

-¿Prefieres que te la meta en el culo?

-No.

Del coño de Fita ya iban cayendo gotas de flujo vaginal cómo si fuese un diminuto alambique. Le volvió a dar:

-Zasca, zasca, zasca, zasca...

-¿Te la meto o te doy con el cinturón? Escoje.

-Métela, pero solo un poquito.

Eusebio se lubricó la polla y le metió el glande.

-¡Coooño! Que sensación más rara.

-¿Quieres que te la meta un poquito más?

Fita, cogió la zapatilla, que Eusebio dejara encima de la cama y le dio con ella en el culo. Eusebio, se la quitó. Fita, le dijo:

-Métela hasta el fondo, pero despacito.

-¡Zaaaaasca, zaaaasca, zaaaasca, zaaaasca...!

Fita, no se quejó. Al parar de darle, el cabrón, se la clavó de un golpe de riñón.

-¡Zaaaaas!

-¡¡¡Aaaaaaaaaaay!!! ¡Sácala, desgraciado, sácala!

Eusebio parecía estar poseído por un diablo. Bombeó como si se la estuviese metiendo en el coño de una vieja.

-¿Sufres, zorra?

Fita, no podía ni hablar. Le estaba rompiendo el culo... Pero unos quince o veinte minutos más tarde, le pasó lo mismo que al romperle el coño, sin previo aviso, se corrió una, dos, tres... Tuvo hasta cinco orgasmos.

Al acabar, el cabronazo, la soltó. Fita, boca arriba, se espatarró sobre la cama, después de coger aire, le preguntó a Eusebio:

-¿Dejas que te ate yo a ti?

Fue de chulo. ¿Qué le podía hacer aquella jovencita tan frágil?

-Ata.

Le ofreció las manos. Una de dos, o era tonto del culo o era tonto del culo, pues cualquiera sabría que Fita se iba a vengar. Al tenerlo en la misma posición que estuviera ella, se vistió de enfermera, cogió el cinto, y escociéndole el ano y mordiendo la lengua le dio:

-¡Plin, plas, plin, plas, plin, plas, plin plas!

-¿Te llegó, maricón?

-¿Lo qué?

Fita, se encendió.

-¡Me cago en tus mueeeeeelas!

Se mordió otra vez lengua, y le zurró.

-¡¡Plin, plas, plin, plas, plin plas, plin plas, plin plas!!

Pensó que ya lo castigara bastante.

-¿Qué?

Seguía en plan chulo.

-¿Qué de qué, perra?

Definitivamente, era tonto del culo.

-¡¿Perra?!

Aquella menudencia de mujer, tenía una mala hostia... ¡Qué mala hostia tenía! Mordió la lengua por tercera vez y le dio con ganas atrasadas.

-¡¡¡Plin, plas, plin, plas, plin, plas, plin plas...!!!

Eusebio se comenzó a correr. Fita, no daba crédito a lo que veía. Eusebio era rarísimo, y su madre, que acababa de entrar en la habitación, más puta que las gallinas. Le agarró la mano a Fita, le quitó el cinto de la mano. La echó boca arriba sobre la cama. Le levantó la bata, metió su cabeza entre sus piernas y comenzó a comerle el coño. Ni dos minutos tardó Fita en correrse una, dos, tres... Hasta seis veces le llenó la boca de jugos.

Cuando Fita acabó de correrse y Eva sacó la cabeza de entre sus piernas, su cara estaba perdida de jugos. Fita, al verla, se puso otra vez cachonda... Se la comió hasta que Eva se corrió en su boca.

Tumbadas las dos boca arriba y mirando al techo, les dijo Eusebio:

-Soltarme.

Fita, se incorporó y le volvió a dar con el cinto.

-¡¡Plin, plas!!

-¡Calla, cabrón, que aún no me las pagaste todas!

Eva, le dio un beso, y le dijo:

-Así se habla, corazón. ¿A qué no te comió las tetas?

Fita le devolvió el beso, y le dijo:

-No.

-Le tiene pánico a las tetas.

-Pues habrá que quitárselo.

Eusebio, tirando de la cinta para desatarse, dijo:

-¡Noooooo, tetas no, teeeeetas no!

En la casa de Fita, Alfredo, el padre de Eusebio, en pelotas, estaba siendo azotado con un cinturón por Fermina, la novia de Eusebio, que también estaba desnuda, y le preguntaba:

-¿Vas a hacer que me corra otra vez, cielo?

-Las veces que quieras, cariño.

Le dio con ganas.

-¡¡Plin, plas, plin plas, plin, plas. plin, plas....!!

Fue un día muy largo, en ambas casas.

Quique.

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