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La cabrera y su hermano

en Amor filial

 

Hace 50 años tener sexo en las aldeas gallegas cuando eras un adolescente era casi tan difícil cómo caminar sobre las aguas, y si eras de la acera de enfrente ya era un milagro. Los chavales tenían bien callada su orientación sexual si no querían acabar en un reformatorio, donde. ¡Oh, sorpresa!, les acababan dando por culo... Y los mayores por que acababan en la cárcel, donde sin sorpresa ninguna les rompían el culo, y a las lesbianasas ya las apedreaban directamente.

(Lo que pasó a continuación me lo contó mi amigo Javier, y yo lo cuento en primera persona)

Mi prima Carmiña era una chavala rellena, con tetas medianas y un buen culo. Estaba sentada al lado de una roca donde daba la sombra vigilando a sus cabras. Yo iba acoger un saco de piñas. Pasé a unos diez metros de ellos. Carlota, me dijo:

-¡Ven aquí un momento, Quique!

No le hice caso. Era una puñetera santurrona y a mí las cosas religosas no me iban.

-En otro momento será.

Mi respuesta le sentó cómo un tiro.

-¡Vete a la mierda!

-Mejor voy a las piñas.

Era una tarde del mes de Julio y el sol apretaba. Pero a mi me apretaron las ganas de otra cosa. Me metí entre dos grandes rocas, y a la sombra, saqué la polla, ya empalmada, pues cuando se me pasaba por la cabeza hacer una paja la polla ya se me ponía dura. Esa paja iba a caer pensando en Carmiña. Meneando la polla pensé que la besaba en mi cama. Que le quitaba aquel vestido azul que llevaba puesto y que se quedaba con las tetas al aire, las imaginé grandes, duras y con gordos pezones, se las comía mientras mi mano bajaba y se metía dentro de sus bragas. Encontraba su coño mojado y le metía un dedo, ella me cogía la polla y me la meneaba. Ya la palma de mi mano estaba mojada con el líquido preseminal. Le quitaba las bragas y le comía el coño, ella gemía, le comía el culo y aún gemía más... Ya a punto de correrme imaginé que se la metía en el coño. Apreté la polla con mi mano derecha, la sacudí más aprisa, se me cerraron los ojos y de mi polla salió un tremendo chorro de leche, y luego otro, y otro, y después la leche bajó por mi polla y me pringó la mano. A acabar, y cuando me iba a limpiar con el pañuelo, miré para arriba y vi las piernas y las bragas de Carmiña. Me había estado espiando. No se cortó un pelo. Mirando hacia abajo, me dijo:

-Así que es así como tiráis la pera los chavales, cómo si le estuvierais dando cera al mango de un sacho.

Cortado y guardando la polla, le pregunté:

-¿Cuanto tiempo llevas ahí?

-Desde que la sacaste.

-¿Y ahora qué?

-Ahora vienes a jugar a las cartas conmigo.

Por ver si se cortaba un poco, le dije:

-Te estoy viendo las bragas.

Abrió más las piernas.

-Ya lo sé.

-¿Y no te importa?

-No, yo a ti te vi la picha.

-Polla.

-Polla, picha, carallo, que más da cómo la llames, el caso es que te la vi y que vi cómo echaba leche. ¿Se lo contaré a tu madre?

-Cabronaza. ¿Y tú eras la que no decía tacos por que era pecado?

-Todos tenemos dos caras, perero.

Poco después, al lado de la roca donde estaba antes mi prima, sentados sobre la hierba, Carmiña, daba cartas a la brisca. Con una chulería que tiraba para atrás, me preguntó:

-¿Que nos vamos a apostar?

Creí que le iba a dar donde le dolía.

-¿Un beso?

Me iba a sorprender.

-Eso es poco. Si ganas te dejo que me chupes las tetas.

-¿Y si pierdo?

-Le dejas a mi hermano que te chupe la picha. ¿Hay trato?

-No, si gano me dejas que te comas las tetas y el coño.

-Vale.

Aquel vale, y la sonrisa que se dibujó en sus labios me decían que algo no iba bien. Estaba muy segura de que me iba a ganar.

Media hora más tarde perdiera seis a cero. Con unos aires de superioridad que me incomodaron, me dijo:

-Vete a coger el saco de piñas y vuelve aquí que mi hermano no tarda en llegar.

-¿No me das la revancha?

-Te la doy, pero si pierdes le tienes que poner el culo a mi hermano.

Ni loco iba a jugar.

-Voy a llenar el saco de piñas.

Cogiendo las piñas me comía el coco. ¿Cómo haría para coger casi siempre los ases y los treses? Solo podía haber una manera. Tenía las cartas marcadas. Al volver le iba a pedirle la baraja y mirar. Y si estaban marcadas le pondría el culo morado.

Con el saco lleno de piñas volví al lado de Carmiña. Su hermano aún no había llegado. Me dijo:

-Acabaste pronto. ¿Jugamos otra partida?

Iba a saber si las cartas estaban marcadas o no.

-Jugamos.

Carmiña me dio la baraja, barajé y fui mirando. Vi un puntito rojo en la esquina una carta, le di la vuelta y era un as. Otra carta tenía un puntito azul, le di la vuelta y era un tres. Mire para Carmiña. La chavala se dio de cuenta de que la había pillado. Nerviosa, me dijo:

-No es lo que parece.

-Sí que lo es, apuesto lo que quieras que todos los ases y los treses tienen puntitos rojos y azules.

Entregó el equipo.

-¿Cómo arreglamos esto?

-Hazme una oferta.

-¿Te gustaría que te la chupara yo también? Lo digo para que no te resulte tan violento que te la chupe un hombre.

Me puse serio.

-¡No me la va a chupar ningún maricón!

Se asustó

-Aun no es tade para...

Ya era tarde, la puse sobre mis rodillas. Pataleaba cómo una gata. Era igual, le levanté el vestido, le bajé las bragas y le calenté sus duras nalgas:

-¡¡Plassssssss -¡cabróóoóóóón! -Plasssssss, plasssssss, plasssss, plassssss -¡ayyyyyyyyy¡-. Plasssssss, plasssssss, plasssssss, plassssss -¡desgraciadooooo!-. ¡¡Plassssssss, plassssss!!

-¿A quién quería engañar tú, pardilla?

Carmiña se subió las bragas y el vestido, se sentó sobre la hierba, y llorando me dijo:

-¡Si fuera un hombre te daba de hostias, abusón!

-Eso te pasó por tramposa.

Se fijó y vio el bulto en mi pantalón. Se endemonió aún más de lo que ya estaba.

-¡Encima te empalmaste! ¡¡Te pone cachondo pegarle a una mujer, desgraciado!!

-No fue por eso, fue al ver tu culo. Tienes un culo precioso.

Estaba realmente furiosa.

-¡Maricón!

-Si tú lo dices...

No paraba de llorar. Me senté a su lado, le di un beso en la mejilla, y le dije:

-¿Me perdonas? No pensé que te iba a doler tanto.

Me dio un empujón.

-¡Aparta, abusón!

Le di otro beso. Me gustaba besar su mejilla, las lágrimas le daban un sabor saladito. Le supliqué.

-¡Anda, perdóname!

Limpió las lágrimas con el dorso de su mano derecha, y me dijo:

-Solo si dejas que te la chupe mi hermano.

-¡Qué obsesión! ¿Te gusta ver cómo un chico se la chupa a otro?

-Es una fantasía que tengo.

Me eché encima de ella y le sujeté las muñecas con las manos.

-Te voy a hacer las tres cruces.

Se revolvió debajo de mí.

-¡Déjame! ¡¡Tú sí que eres una cruz!!

La besé en la frente, en el mentón, en la comisura de los labios y después la besé en los labios. Carmiña me escupió en a boca. La volví a besar, esta vez con lengua, después de besarla, me dijo:

-¡Me das asco!

La besé en el mentón, en el ombligo, en los pezones de las tetas y de nuevo en la boca y con lengua.

-¡Esa no fue una cruz, cabrón!

Me volvió a escupir en la boca. Le solté las muñecas, la besé en el ombligo, en el coño y después las caderas. Carmiña cerró los ojos y estiró los brazos a lo largo del cuerpo.

-¡Que sepas que me estás forzando!

-¿Quieres que pare?

-Si, hombre, para que me pegues por no dejarte.

-No te voy a pegar. Sí...

Carmiña ya tenía ganas de guerra.

-Si no me amenazas no me dejo.

-¿A que te pellizco las tetas?

La bese con lengua.

-Esa no es una amenaza.

La volví a besar con lengua.

-¡A que te vuelvo a calentar el culo!

-Esa tampoco es una amenaza.

Ya me estaba cansando.

-¡A qué te mando a tomar por culo, Carmiña!

-Esa si que es una amenaza.

Le bajé la cremallera del vestido. Se puso de lado, y le quité el sujetador. Estaba colorada y los pelos de sus brazos se erizaron. Se puso boca arriba y cerró los ojos. Le bajé el vestido hasta la cintura. Volví a hacer las cruces. La besé en la frente, en el mentón, en la comisura de los labios, la besé en la boca y le metí la lengua dentro, Carmiña me la chupó. Luego besé su mentón, su ombligo, los pezones de sus tetas y volví a besarla con lengua. Carmiña me la volvió a chupar. Después le eché las manos al vestido, Carmiña arqueó el cuerpo para facilitar que se lo quitara. Quité el vestido y las empapadas bragas de un tirón... Le besé el clítoris, el ojete, moví mi lengua hacia los lados dentro de su coño y después se la metí dentro. Carmiña levantó la pelvis, y dijo:

-Me corro.

Pensé que lo decía en broma, pero comenzó a jadear y a temblar y supe que se estaba corriendo... De su coño salieron babitas en cantidad.

Al acabar de correrse, me dijo:

-Me forzaste, cerdo.

-No digas tonterías, te dejaste.

-¡Por que me amenazaste!

Sentí la voz de su hermano Carlitos, un chaval de mi edad, delgadito y muy guapo:

-¿Forzaste a mi hermana, Quique?

Lo miré, y le dije:

-¡Qué carallo iba a forzar!

Carlitos miró para su hermana, para sus tetas, para su coño peludo y le preguntó:

-¿Te dejaste?

Carmiña se enfadó con su hermano.

-¡Carlitos!

-Te dejaste -bajó la cabeza-. Habías dicho que serías solo mía.

Carmiña y su hermano eran novios, amantes o que sé yo lo que eran, pero follar follaban. Le dije a mi primo:

-Me voy para casa, y tú, maricón. A ver cuando aprendes que las cosas de casa se quedan en casa.

Carmiña no me quería dejar marchar.

-¿Me cumples la fantasía, Quique? Yo dejé que jugaras conmigo.

-Ahora me dejaste. Te la cumplo, pero después me dejas que te folle.

-Me lo pensaré.

Carlitos, le preguntó a su hermana:

-¿Que fantasía es esa?

-¿No me dijiste mil veces que te morías por chuparle la polla a Quique?

Carlitos me miró y me preguntó:

-¿Me dejas?

-El que algo quiere algo le cuesta.

Carlitos comenzó a dar saltitos y a mover las manos cómo las mueven los maricones al estar ilusionados. Vino a mi lado, se arrodilló, me quitó la polla, la metió en la boca y al momento se me puso dura. Carmiña, desnuda, se agachó detrás de mí y me pasó la lengua por el culo. Joder con mis primos. ¡Qué vicio tenían! ¡¡Y qué peligro!! Poco después. Carlitos, se levantó, rodeó mis brazos con los suyos y me metió un morreo que me hizo latir la pola. Sus labios aún eran más tiernos que los de su hermana, y su lengua era deliciosa. No sé que me pasó pero me dejé llevar. La lengua de Carmiña entrando y saliendo de mi culo y la de su hermano dentro de mi boca me pusieron de un cachondo subido, por eso cuando Carlitos se dio la vuelta y su hermana le bajó los pantalones ya no me puse ninguna barrera. Vi cómo le comía el culo a su hermano mientras me meneaba la polla. Luego me la llevó a su ojete, la puso en la entrada y ¡Zassssss!, le metí la cabeza. Carmiña, en cuclillas entre los dos, me tenía la polla agarrada y no la dejaba entrar más. Me lamió las pelotas y me peló la polla con la cabeza dentro del culo. Me cogió una mano y la llevó a la polla de su hermano, se la agarré y se la masturbé, Carlitos giraba la cabeza y nos comíamos la boca. Por fin soltó mi prima la polla y se la clavé hasta el fondo del culo. Ella se agachó delante de él y se la chupó. Al ratito, sentí cómo Carlitos se estremecía y se corría en la boca de su hermana. Yo le agarré el pecho y me corrí dentro de su culo.

Al acabar de correrme saque la polla del culo. En ese momento me di cuenta de que me gustaban tanto los culos cómo los coños. Le dije a Carmiña:

-Ahora te toca a ti.

Estaba demasiado cachonda cómo para hacerse de rogar. Se echó boca arriba sobre la hierba y le dijo a su hermano:

-Vigila por si viene alguien, Carlitos.

La voz de Carlitos sonó lastimera.

-Yo también quiero jugar contigo, Carmiña.

-Tú y yo lo podemos hacer cuando queramos. Vigila.

Carlitos, se resignó.

Iba a echarme encima de Carmiña. Me dijo:

-Desnúdadate que te quiero ver en pelotas.

En nada estaba desnudo. Vi que a Carlitos se le volvió a poner la polla dura, pero no me preocupé, lo que tuviera que ser, sería. Me iba a hartar de tetas y de coño, pero no del modo que y había imaginado.

Me eché sobre Carmiña, y cuando la iba a besar me dio la vuelta y se puso ella encima. Puso su coño sobre mi polla, la aplastó contra mi cuerpo y lo frotó despacito desde la base al glande. Su coño se deslizaba hacia arriba y hacia abajo dejando mi polla empapada de jugos vaginales. Me dio un pezón a chupar, el pezón, ya que cuando quise mamar la teta me la quitó de delante, hizo lo mismo con la otra teta sin parar de masturbarse con mi polla. Después me puso el coño en la boca, y me dijo:

-Saca la lengua.

Saqué la lengua e hizo lo mismo que estuviera haciendo con la polla, acariciar lentamente con ella sus labios vaginales, su clítoris y ahora también su ojete. Así estuvo más de diez minutos. Sus gemidos hacían latir mi polla. Llegó un momento en que no pudo más, y me dijo:

-Abre la boca.

Guardé la lengua y abrí la boca. Carmiña frotó el clítoris con celeridad y con dos dedos, y al correrse, me dijo:

-¡Bebe, cariño!

Se corrió soltando una pequeña cascada de leche más espesa que la mía. Sentí como una mano cogía mi polla y la mamaba. El cabrón de Carlitos se estaba aprovechando. Estaba tan cachondo que le llené la boca de leche.

Carmiña ni se enteró de lo que hiciera su hermano. Al acabar de correrse, puso mi polla en la entrada de su coño y metió el glande. Le entró muy apretado. Me dijo:

-Ahora te voy a follar hasta que te corras.

Me dio las tetas a mamar, esta vez enteras. Me harté de tetas mientras mi glande entraba y salía de su coño. Al final ya entraba y salía produciéndole un placer inmenso, lo mismo que a mí, ya que lo que me follaba era la corona. Me dijo:

-¡Eres duro! Mi hermano ya se hubiese corrido.

Cuando sentí que me iba a correr, le di la vuelta, se la clavé hasta el fondo y le di caña brava:

-En nada, pero en nada, exclamó:

-¡¡Me corroooo!!

Carmiña echó sus manos a mi cuello y me comió la boca. Me había olvidado de Carlitos. Sentí su polla (la tenía delgada) entrar en mi culo. Me excité tanto que me comencé a correr. La quise quitar pero no pude. Tenía un pulpo encima de mí. Me corrí dentro de Carmiña, que al sentir mi leche dentro de su coño chupó mi lengua de tal forma que parecía que me la quería arrancar. El hijo puta de mi primo me llenó el culo de leche.

Después de eso, conversando sobre el polvo, me vestí, cogí mi saco de piñas y volví a casa.

Por si te lo preguntas, no, Carmiña, no quedó preñada.

 

Quique.

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