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La hija rebelde

en Amor filial

Galicia, años sesenta.

Benigna era una muchacha de dieciocho años, guapísima, morena, de cabello negro, corto y rizado. Medía un metro cincuenta y cinco, era delgada y tenía buenas tetas y mejor culo. Era huérfana de madre y vivía en una aldea con su abuela y con su abuelo. Era muy limpia, pero andaba mal vestida y la mala leche que tenía hacía que por la mínima anduviese a hostias con quien se le pusiese por delante.

Era Navidad y Ricardo, el padre de Benigna, había vuelto de Alemania. Traía un mes de vacaciones. Benigna se fuera a vivir con él a la casa que había hecho.

El tabernero llamó a la puerta de la casa de Ricardo. Al abrir la puerta, Ricardo, vio al tabernero con una joven al lado. La chica tenía la ropa rota, los ojos medio cerrados y la cara llena de moratones. El tabernero, le dijo a Ricardo:

-Mira cómo dejó tu hija a la mía. Cuando la pille por delante la voy a dejar peor de lo que dejó ella a mi Carmiña.

Ricardo, un hombre de 40 años, moreno, de un metro sesenta y tres de estatura y de complexión fuerte, con rostro serio, le dijo al tabernero:

-Toca a mi hija y te dejo sin dientes.

El tabernero, un gordito, bajito y con boina, le dijo:

-¡¿Encima?!

-Encima te van a echar tierra si le tocas. A mi hija a castigo yo.

El tabernero se fue echando maldiciones.

Al rato llegó a casa Benigna. Traía puesto un vestido verde que le daba por debajo de las rodillas, era uno de los vestidos que su padre le trajera de Alemania. Ricardo, que estaba sentado en una silla en la cocina, con cara seria, le dijo a su hija:

-¿Tú te crees que puedes ir por la vida repartiendo leña?

-A quien la merece, sí.

-¿Eres una chica o una mari macho?

Benigna, se puso alta.

-¡Si no tardaras diez años en venir de vacaciones lo sabrías!

-¡A mí no me chilles, mocosa!

-¿Me vas a pegar si lo hago? -sacudió las manos- ¡Mira cómo tiemblo!

-¡Ahora verás!

Ricardo, se levantó. Al llegar al lado de su hija, la fiera, le largó a su padre una hostia en toda la cara. Eso no evitó que la cogiera en un brazado.

-¡Suéltame, cabrón!

Ricardo, se sentó de nuevo en la silla, le levantó el vestido mientras pataleaba -Beningna no llevaba bragas- y le dio en las nalgas con su gran manopla.

-¡¡¡Plasssssssss, plasssssssssss. plassssssssssss, plasssssss, plasssssssss, plassssssss, plasssssss....!!!

Benigna se puso cómo una loca.

-¡Ay cuando me sueltes, cabrón! ¡¡Te voy a morder los huevos!!

Cuando la soltó tenía las nalgas en carne viva y lo que hizo fue romper a llorar y echar a correr para su habitación.

Dos día llevó Benigna sin hablar con su padre. Él le hablaba, pero ella no le contestaba, mas todo llega.

-¿Por qué le pegaste a la hija de Tucho?

Benigna se volvió a poner alta.

-¡¿Ahora me lo preguntas?!

-Para volver a chillar es mejor que sigas sin hablarme.

-¿Y si chillo, qué? ¿Me vas a volver a calentar el culo? Seguro que sí, apuesto a que te gustó ver mi culo. ¿Viste algo más?

-No sabía que no llevabas bragas. ¿Por qué no usas bragas?

Benigna, con cara de enfadada, cruzó los brazos, le dio la espalda a su pare, y le respondió:

-Por que en el monte no hay mucho con que limpiarse y...

-Vale, vale. No necesito más explicaciones. No me dijiste porque le diste la paliza a la hija de Tucho.

Benigna, se dio la vuelta y miró a su padre.

-Me provocó.

-¿Qué te dijo que te molestó tanto?

-Que por que llevara puesto un vestido nuevo no dejaba de ser un hija de puta.

Ricardo, se endemonió.

-¡Aún le diste pocas!

-Pues tú a mí me diste de más.

La voz de Ricardo era de arrepentimiento.

-¿Me perdonas, hija?

-No, yo no perdono, yo cobro por lo que me hicieron.

-¡¿No querrás darme en el culo?!

-Con la tralla de darle al caballo te daba, pero prefiero cobrar con otra cosa.

-Pide por esa boquita de piñón. ¿Qué quieres?

-Unas botas de cuero.

-Hecho, hija, mañana te compro las botas.

Faltaban dos días para que Ricardo volviera a Alemania. Padre e hija estaban comiendo castañas mayas al lado de la cocina de hierro. Benigna, cambiara, ya no buscaba líos y era cariñosa con su padre. Le preguntó:

-¿Tienes novia en Alemania, papá?

-No.

-¿Y cómo te las arreglas sin una mujer?

-Pregunta otra cosa.

-¿Vas a putas?

Ricardo, reprendió a su hija.

-¡¡Benigna!!

-¡¿Qué?! Hay muchos hombres que pagan por sexo.

-Yo no soy de esos.

-¿Llevas diez años sin estar con una mujer?

-No tengo tiempo para las mujeres. A Alemania fui a trabajar.

Benigna ya sabía lo que quería saber.

-Es mucho tiempo sin oler una almeja.

-Habla bien.

-Que para un hombre es mucho tiempo sin tener sexo.

-La verdad es que sí, es mucho tiempo.

Ricardo se levantó, echó una taza de vino tinto y se sentó a la mesa. Beningna se sentó en otra silla enfrente de él, sonriendo con picardía, le dijo:

-Te diría una cosa pero me da vergüenza.

-¿Vergüenza? Eso si que es nuevo.

Se puso colorada, bajó la cabeza, y le dio:

-Es que es algo muy íntimo.

-¿Son cosas de chica chico?

-Sí.

-Cuenta, cariño, cuenta, cuenta cómo si yo fuese tu mejor amigo.

-¿No me vas a reñir?

-No.

Lo soltó de un tirón.

-Cuando me calentaste el culo se me mojó la almejita.

Aquella confesión puso nervioso a Ricardo, más que nada por que no la esperaba.

-No sigas hablando de eso.

-Pero es que me mojé mucho, mucho, mucho. ¿Es normal que le pase eso a una chica?

Ricardo estaba viendo venir a su hija. Quiso huir.

-No lo sé. Me voy a la tienda a jugar una partida a las cartas.

-Juega conmigo.

-¿Quieres jugar a las cartas?

-No.

-¿A qué quieres jugar?

-A dar besitos.

-¡De borracho te daría yo a ti besitos!

Beningna, le llenó la taza de barro de vino, la cogió y se lo llevó a la boca. Ricardo mirando a su hija a los ojos, bebió. Al acabar, Benigna, le dio un pico en la boca.

-Quiero jugar así, yo te doy un besito... Tú me das un besito...

-Estate quieta, Benigna, estate quieta que este juego es muy peligroso.

Benigna iba a piñón fijo.

-Te vas a ir y no te voy a volver a ver en años. Dame un besito en la boca.

Ricardo era duro de pelar.

-¡Qué, no, coño, qué no!

Benigna echó otra taza de vino tinto.

Ricardo, le preguntó:

-¿Quieres emborracharme?

Benigna, no se escondía.

-Sí.

Le dio de nuevo de beber, y después le volvió a dar otro pico en los labios.

-Dame un besito, papá.

-Voy a acabar por calentarte el culo, hija.

Benigna, empujó la mesa y se echó en el regazo de su padre, levantó el vestido, y le enseñó sus morenas y duras nalgas.

-Calienta, por favor.

Ricardo, que ya estaba empalmado, le largó:

-¡¡¡Plassssssss, plasssssssss, plasssssssss, plasssssssss, plasssssssss, plasssssssss...!!

Echada en el regazo, Benigna, le preguntó:

-¿Puedo ver cómo es tu pajarito?

Ricardo, le pasó un dedo por el coño mojado, le pasó la lengua por el ojete y le dio besos en las nalgas.

-¡Qué gusto se siente!!

-¿No querías ver cómo es mi pajarito?

Benigna, se puso en pie, para luego ponerse en cuclillas, y sacarle la polla empalmada. Al verla, sonrió, y dijo:

-¡Qué riquiiiiiña! ¡¡Mira!! Echa agua por el agujerito.

Ricardo, ya no pudo más. Sé levantó, cogió a la hija en brazos, y rodeando ella su cuello con los suyos, la llevó a su habitación y la echó boca arriba sobre la cama. Le levantó el vestido y vio su coño rodeado de una gran mata de pelo rizado. Se lo abrió con dos dedos y vio que su hija era virgen.

-Aún no te estrenaste.

Beningna se sentó en el borde de la cama.

-No. ¿Me enseñas a tocar a un hombre?

Ricardo la iba a complacer.

-Coge mi polla cómo si fuera el mango de una escoba y mueve la mano de abajo arriba y de arriba abajo.

Benigna, hizo lo que le había dicho. Miraba para la polla y para los huevos y sonreía.

-Es muy suave.

-Ahora lámela cómo lamerías una sandía.

Beningna, dando pequeñas lametadas a la polla, le preguntó a su padre:

-¿Te gusta lo que te hago?

-Mucho. Ahora chupa cómo si chuparas los dedos después de comer pollo con las manos y sin dejar de mover tu mano de arriba abajo.

Aprendió rápido, en poco tiempo, Ricardo, le dijo:

-Sácala, hija, sácala de la boca que me voy a correr.

Benigna no estaba por la labor. Sintió cómo su padre le llenaba a boca de leche calentita, y la tragó. Acabó emocionada y con el chochito empapado... Había hecho que se corriera un hombre.

Al acabar de correrse, Ricardo, se sentó al lado de su hija, Benigna se quitó el vestido... Le mamó la teta derecha mientras le acariciaba la otra, luego mamó la derecha mientras le acariciaba la izquierda. Después, Benigna, besó a su padre con lengua cómo él le había enseñado, Hasta que él le dijo:

-Échate sobre la cama, cariño.

Beningna se echó boca arriba en la cama. Ricardo, le volvió a abrir el chochito con dos dedos. Estaba empapado de jugos. Le lamió los labios y el clítoris. La entrada de la vagina tenía un agujero poco más grande que el de un hormiguero. Jugó con la punta de la lengua en él. Después ya se centró en el clítoris, que era pequeñito y estaba fuera del capuchón. Se lo lamió en todas las direcciones, hasta que Benigna, arqueó su cuerpo y le dijo:

-Creo que voy a saber lo que se siente al correrse, papá, creo que... ¡¡¡Aaaaaaaaaaaay!!!

A Benigna se le pusieron los ojos en blanco Y se corrió en la boca de su padre mientras su cuerpo se estremecía. Sus gemidos fueron de loca sin medicar. Al acabar, aún buscando aíre, le dijo:

-Creo que he estado en el cielo, papá.

Ricardo estaba empalmado cómo un toro. Le puso la polla en la entrada de la vagina, empujó y entró la mitad de la cabeza. Benigna agarraba las sábanas con fuerza. Su padre, del cielo la estaba llevando al infierno. Entró la cabeza, y Benigna, llorosa, quería romper las sábanas. Era dura, de sus labios no salió una sola queja, pero viendo su cara se sabía que estaba sintiendo mucho dolor. Al meter la cabeza de la polla dentro, Ricardo, besó a su hija, y luego la puso encima de él. Benigna, tardó minutos en moverse, solo besaba a su padre, y gracias. Pero pasado un tiempo, su chochito se amoldó a la polla. La fue metiendo y sacando milímetro a milímetro. Cuando iba por la mitad le volvió a venir. Volvía al cielo.

-¡Me corro otra vez, papá!¡¡Me cooooooorro!!

Después de correrse, los jugos hicieron de lubricante, y la cosa ya fue más rápido. Ya no se podía decir que Benigna estuviera aprendiendo a follar, follaba que daba gusto verla, tan bien follaba, que al rato, se volvía a ir.

-¡Ay que gusto, ay que gusto! ¡¡Qué guuuuuuusto!!

Ricardo, debió pensar que ya estando la verbena tan avanzada había que dejarse de medias tintas. Le preguntó a su hija.

-¿Me dejas que te la meta en el culo?

¿Que creéis que le respondió?

Quique.

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