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Spanish slipper

en Amor filial

Eran las 10 de la nohe del martes 8 de septiembre de 1970. El taxi, un Seat 1500 negro con una franja roja, se detuvo, bajo una suave lluvia,  enfrente de una casa señorial. El taxista, un hombre de unos 40 años, de pelo cano, bajó del auto y le abrió la puerta a su pasajera, una joven rubía de 1.68 de estatura de 46 kilos de peso, de ojos azules, cabello rubio platino que le llegaba a la cintura y de tímida mirada. Vestía un vestido negro de cuello alto en el que se adivinaban unas pequeñas tetitas, y calzaba unos zapatos negros de charol. El taxista, después de salir la joven y cerrar la puerta del taxi, cogió la maleta en el maletero y le dijo a la joven, mirando para una casa que tenía en la entrada un farol con una bombilla encendida dentro:

-Ese es el lugar al que tenía que traerla.

Se fueron hacia la casa. El taxista llamó a la puerta. Le abrió un muchacha con uniforme de sirvienta, que le dijo a la joven:

-Bienvenida, señorita Genoveva.

-Bien hallada.

El taxista se fue, se ve que ya le habían pagado la carrera. La sirvienta cogió la maleta y condujo a Genoveva a un salón en el que estaba sentada en un sillón su tía Berta, una mujer de 30 años, 1.75 de estatura y 80 kilos de peso. Tenía el pelo negro recogido en un moño. Llevaba puesto un vestido marrón que le tapaba los zapatos. En su cuello lucía un collar de perlas y en las orejas dos pendientes de broche con dos perlas más grandes que las del collar. Su rostro reflejaba una seriedad que imponía. A su lado, de pie, estaba Dorotea, la ama de llaves, una mujer de unos 50 años, tan mal encarada como la tía de la joven. Berta se levantó del sillón, fue al encuentrio de su sobrina, le dió dos besos en las mejillas, y le preguntó:

-¿Cómo estás?

-Mal, tía Berta. Me he quedada sola en la vida.

-No estás sola. Yo sienpre estaré aquí para ti. ¿Tienes hambre?

-Si, hace dos días que no como.

Berta habló con sus empleadas.

-Prepara la mesa, Celia, y tú, Dorotea, lleva a la maleta de mi sobrina a su habitación y dile donde está todo.

Poco después estaban cenando tía y sobrina en una mesa para doce personas, cada una a un extremo de la mesa, Berta bebía vino tinto con el faisán, Genoveva, agua.

-¿Qué estudios cursaste, Genoveva?

-Dejé la escuela de la aldea los 11 años. Había que trabajar.

-Desde mañana tienes el bachiller elemental.

-¡¿Se puede comprar?!

-Con dinero se compra casi todo. ¿Cuántos años tiene, 18, no?

-Sí,18.

-Desde mañana tienes 15.

-Eso sería una mentira.

-Una mentira necesaria para entrar en las filipensas. Allí harán de ti una señorita.

-Yo no sé mentir. Se darán cuenta de que tengo más de 15 años.

-Las monjas no te harán preguntas. Son amigas mías. Además, con el cuerpo que tienes lo que no creerían es que tienes 18 años.

Acabaron de cenar y volvieron al salón, un salón en el que los muebles eran antiguos y la paredes estaban cubiertas con copias de cuadros de Goya, Velázquez, Murillo... Berta, le preguntó a su sobrina:

-¿No te has preguntado porque no puse luto por tu madre?

-Sí, pero no son cosas mías.

-No lo puse porque tu madre era una perdida.

Genoveva rompió a llorar.

-Esa es otra mentira.

-No, es una verdad como un templo.

Genoveva, con lágrinas en los ojos, le preguntó a su tía:

-¿Por qué me cuenta eso de mi madre?

-Algún día lo tenías que saber. Tú, además de ser mi sobrina eres mi hermana. Tu madre se acostó con tu abuelo y tú eres el fruto de esa unión.

La tensión que llevaba soportando la pobre Genoveva por la perdida de su madre junto a las palabras de su tía, de las que no creía nada, hicieron que explotara, y le dijera:

-¡¡¡Hija de puuuuuuuuuuuta!!!

Berta se levantó y la abofeteó.

Genoveva, asustada, y con la cara dolorida, se disculpó:

-Lo siento, lo siento, tía. No se lo que me pasó. Yo no soy así.

-Ya descubrí tu lado oscuro. De ahora en adelante, cosa que hagas mal. ¡Zapatilla que te crió! ¡¡A tus aposentos!!

Genoveva al llegar a su habitación se desnudó. Tenía un cuerpecito maravilloso. Sus tetas eran  pequeñitas, de esas que caben en la boca, y pequeñita era su rajita, que estaba rodeado de vello rubio. Sus piernas eran de una pefeccion total, junto a su culito redondo y su marcada cintura... De pie, enfrente del espejo del armario, peinó con un cepillo su largo cabello, dejando que parte de él tapara sus tetitas... el resto le caía por la espalda y le hacía cosquillas en el culo. Le gustaba lo que estaba viendo. Se tocó el sexo, intentado olvidar lo que le dijera su tía, estaba mojado. Cogió el cepillo por las hebras y comenzó a meterse el mango de nacar, que tenía el grosor de un pulgar. Metió los ocho centímetros de mango en su chochito.  Le encantaba sentir como entraba y salia. Aceleró un poquitín el movimiento de su mano y viendo su preciosa cara en el espejo, explotó. Apretó las piernas, que le temblaban descontroladas, y sintió un  delicioso orgasmo cuyo flujo bajo de su sexo por el interior de sus muslos, llegó a su tobillos y se detuvo en el piso de madera...Cuando se recuperó, limpió el piso, puso un camisón y se echó a dormor,

Berta estaba en su habitación... Desnuda, con su largo pelo negro suelto, sus grandes tetas libres del yugo del corsé, sus grandes caderas y su culazo, era una hembraza que estaba tan buena que empalmaría a un muerto... En la cama, boca arriba, con los ojos cerrados y dos dedos dentro de su coño, volvió al colegio de  las filipensas. Se situó en un día, cuando  ya tenía 18 años, en que una compañera de clase le dijera que la siguera al servicio para fumar un Chester. Estaba en aquel pequeño cubículo entre la taza  y la puerta fumando el pitillo. Su amiga la besaba, acariciaba sus tetas, le bajaba las bragas y le comía el chochito... Cuando estaba a punto de correrse llegaba la directora, a la que apodaban SPANISH SLIPPER, y las sorprendía.... Se dió la vuelta y se puso boca abajo en la cama. Abrió el cajón de la mesita y sacó una zapatilla marrón de felpa con suela de goma amarilla... Estaba en el despacho de la directora. SPANISH SLIPPER le estaba dando con una zapatilla idéntica a la suya... Se comenzó a azotar las nalgas. ¡Paf, paf, paf... !Se corría y su flujo mojaba el hábito de SPANISH SLIPPER, que le sonreia con picardía. Se dio mas rápido con la zapatilla. ¡Paf, paf, paf, paf....! Empezó a salir fujo de su chocho. Salía a borbotones y iba llenando su mano. Berta se corrió mordiendo la almohada para que no se sintieran sus gemidos. Al acabar de correrse se dio la vuelta, y como si se tratase de agua que hubiera cogido de una fuente, sorbió el jugo de su corr¡da antes de que se acabase de escapar entre los dedos. 

Continuará.

 

 

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