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El viejo vecino de al lado

en Sexo con maduros

Llevo seis meses en esa ciudad y aun me pierdo por sus calles, nos mudamos ahí por el trabajo de Manuel, él es mi marido. Después de hablar y discutir arduamente sobre el tema decidimos que tenía que mudarme. El llevaba casi un año yendo y viniendo, desde que lo ascendieron pasaba el tiempo entre esa ciudad y la antigua. No se quejaba y tampoco me obligaba, pero por ejemplo mi madre me presionaba y mi suegra también, ambas creía que tenía que seguirle y dejar mi trabajo. Lo hice a pesar de no tenerlo nada claro. No lo llevábamos mal, el venia el jueves y se iba el lunes solo estaba fuera media semana. Pero como he dicho cedimos y deje mi trabajo para mudarme con mi marido. Así a día de hoy y paseando por las calles más antiguas de esta vieja ciudad me siento triste, aburrida y cansada.

Manuel sigue pasando días fuera de casa, viajando por los alrededores por su trabajo y yo sigo sola en una ciudad que apenas conozco, sin amigas, sin familia y sin apenas marido.

Vivimos en un edificio en el centro de la ciudad, la empresa paga los generosos gastos que genera vivir allí. Pienso que es bonito el edificio cuando llego al portal y me dirijo a casa. Allí preparo la cena y más tarde discuto arduamente de nuevo con Manuel, cuando me dice que se vuelve a marchar dos días, le grito que me aburro y él me dice:

-apúntate a un gimnasio y alterna seguro que allí conoces a gente

-necesito dedicarme a algo

-nena dedícate a vivir como una reina, ahora no hace falta que trabajes, con mi sueldo vivimos muy bien, además aquí no tenemos gastos de casa ni nada salvo para nosotros mismos.

La verdad es que al irse pensé en mirar en la cafetería el periódico y buscar un gimnasio. Salgo de casa y me meto en el lujoso ascensor, las puertas se abren de nuevo en la misma planta y entra un hombre mayor, de porte distinguido, me fijo en huele de maravilla y el traje le sienta bien a pesar de ser un hombre grande con algún kilito de más. Deduzco eso en los segundos que compartimos habitáculo el salvo los buenos días no me dirige la palabra

Ese día localizo no lejos de casa un gimnasio muy completo y al día siguiente me apunto a pesar de parecerme carísimo, así aprenderá mi marido, pero cuando se lo comunicó al día siguiente le parece perfecto.

Por la mañana cierro la puerta de casa con la bolsa de deporte a mi espalda, me meto en el ascensor y de nuevo mi viejo vecino, áspero como siempre, tan solo dice buenos días sin apenas levantar la mirada del suelo.

No le prestó atención a ese agrio hombre y me dirijo feliz al gimnasio, es enorme, tiene hasta piscina climatizada, en los vestuarios me cambio y tras dejarlo todo en una casilla me cuelgo la llave de la mía al cuello de la cinta que acaban de regalarme y me dispongo a empezar mis ejercicios, ese primer día ya hablo con un par de chicas y dos semanas después ya tengo cuatro amigas con las que hasta he salido a comer.

Ellas no van dos días, yo voy cada día, me despeja estar allí.

Uno de los días en que estoy con ellas, entran un grupo de tres hombres y cual no es mi sorpresa cuando en ese grupo reconozco a mi agrio vecino.

Por supuesto ni me saluda, ni lo saludo cuando además mis nuevas amigas hacen un comentario sobre el grupo.

-mirad esos tres, se creen que tienen cuarenta años por que ligan con mujeres más jóvenes, pero solo es por su dinero, luego les toca machacarse aquí si quieren parecer decentes al lado de sus jóvenes mujeres.

-vaya Vanesa que agria –le dije-

-es que me conozco a esos tíos

Todas reímos de la rabieta de Vanesa, luego Marisa me dijo que su padre las dejo a ella y a su madre por una mujer más joven. La entendí y pasamos del tema.

Los siguientes meses pasaron sin pena ni gloria, del gimnasio a casa y viceversa. Manuel pasaba días enteros fuera y hasta cuando estaba en la ciudad llegaba tardísimo, pero ahora me importaba menos, compartía más tiempo con mis amigas ya que sus maridos eran como el mío, todo el santo día en el trabajo.

Un triste día y tras sospechas varias, descubro que mi marido me engaña con una supuesta compañera de trabajo, me rio entre lágrimas por lo común de la situación. El no sospecha que le he oído y yo callo, si no tengo pruebas me lo negara, decido tomarlo con calma y averiguar a ver qué pasa, pienso en eso en el balcón, noto el frio de la noche en mis piernas desnudas y tiro de mi camiseta pero es corta, en ese momento siento que alguien me mira, me giro y en la otra punta del otro balcón, al final del mismo sentado en un sillón, medio dentro medio fuera, está el agrio y seco vecino. Me mira sin decir nada, sus ojos se pasean por mis piernas, sin vergüenza, sin prisas, mientras se lleva la copa que sostiene entre las manos y bebe. Miro como traga sin dejar de mirarme, se me eriza el vello de la nuca ante ese escrutinio animal, me siento la presa de un depredador y aun así no me muevo, no me escondo y lo peor me calienta que ese viejo me mire así. Cierro tan solo un momento los ojos y cuando de nuevo los abro, ya no está, como buen depredador se mueve en la oscuridad a la perfección.

Esa noche entre las sabanas mis manos acarician mi piel caliente, mientras mi marido duerme, revivo ese escrutinio en el balcón y me caliento sin permitir que mi cuerpo se sacie.

A la mañana siguiente sin ganas de hacer ejercicio tras una noche larga de insomnio y preocupaciones, me dirigí al gimnasio, de nuevo una mano impidió que se cerrara el ascensor y el entro, la sangre me bullía en las venas al recordar la noche anterior, esperaba que dijera algo, que hiciera algún comentario, pero nada, como siempre un simple buenos días sin levantar la mirada.

Salí del ascensor y me dirigí al gimnasio donde empecé con mis ejercicios en solitario hoy, al final casi apareció mi viejo vecino franqueado de los otros dos, mis mejillas se encendieron de nuevo y la rabia me invadió, de nuevo eso hombre volvió a ignorarme, pasando por mi lado sin ni siquiera hacer un  gesto.

Esa noche estando sola en casa, comprobé por internet la factura del teléfono buscando señales y las encontré, un mismo número que no conocía, llamadas cortas a horas tempranas y no tan cortas cuando supuestamente yo no estaba en casa, a las horas de mi gimnasio.

Llame a ese número ocultando el mío y una voz suave de mujer me contesto, colgué enseguida. Sabía que era ella. La misma que hace unos días el llamo y le dijo: “cariño intentare escaparme hoy te echo de menos”.

Me preparo una bebida y salgo al balcón, me siento en una cómoda tumbona que hay y me llenó la boca de ese líquido que calienta mi garganta mientras trago pausadamente, lentamente y disfruto del momento, de la paz de la noche. Miro al balcón de alado y no hay nadie, nadie puede verme desde ningún lugar, entonces presa de no sé qué, descruzo las piernas y empiezo a acariciar mis muslos, llevo muchos días sin que nadie me toque y un siglo sin disfrutar realmente del sexo, mi piel se calienta al paso de mis manos, subo hasta llegar al elástico de mi braga, no me paro, doy otro trago y meto dentro mi mano, empiezo a pasar dos dedos por mi raja que rápidamente se humedece, se calienta y anhela más, más presión, más rapidez. Ansia que siga hasta el final, mi cuerpo se calienta por momentos y de repente él está allí, me mira, lo miro y no soy capaz de parar, mi mano sigue dentro de mis bragas, lentamente sigo acariciándome y entonces él se levanta y creo que se va a meter dentro, pero no lo hace, viene al borde de la barandilla que separa nuestros balcones y se apoya en la misma, ahora sus ojos están clavados en el triángulo de tela que se mueve tapando mi sexo y mi mano.

Su mirada de nuevo es la de un depredador, esta vuelve a mis ojos y se clavan en ellos, entonces acelero, mas, quiero más y me doy más, con las yemas de mis dedos froto el clítoris y ante mi viejo vecino tengo el mejor orgasmo de mi vida. Jadeo sin dejar de frotarlo y tiemblo.

Entonces él se va y creo de nuevo que huye pero no lo hace, se sienta en su silla, mete su mano en el cómodo pantalón de deporte y noto como esta se mueve, me mira de nuevo y le miro hasta que noto la tensión en su mandíbula, un gemido escapa de sus labios y entonces veo la humedad en su pantalón.

Sin dejar de mirarme, se levanta y desaparece dentro, sin un gesto hacia mí, sin una palabra el viejo desaparece dejándome de nuevo caliente tras verle masturbarse ante mí.

Al día siguiente me regaño, diciéndome que solo me falta esa complicación, y además es un hombre mayor, casado y encima ni me habla, como puede excitarme así?

No lo sé pero lo hace, mi cuerpo se enciende solo pensar en ser acariciado y saciado por ese agrio y hosco hombre mayor.

Por la noche vuelvo a casa y enseguida voy al balcón, allí esta, relajado, esperando con su copa en la mano.

Entro dentro, me sirvo una copa y me desnudo, quedándome solo con la camiseta, esta no cubre ni mis bragas, me apoyo en la barandilla y esta se sube más dejando mi culo tan solo medio tapado, quiero provocarlo, quiero encenderlo.

Al momento se acerca a la barandilla poniéndose en mi misma postura, pero sus ojos de depredaron ahora no están como los míos en la calle, están en mi culo.

Me mira y le miro, se lo que espera, se lo que quiere y lo que es más, se lo que quiero.

Bajo lentamente mis bragas por mis muslos y el de nuevo se apoya donde la noche anterior, coloco la tumbona frente a él, me siento y abro las piernas, enseñándole mi sexo por completo.

Empiezo a tocarme, abro los labios de mi vulva y sus ojos se pierden en mí, me enciende su mirada hambrienta y empiezo a masturbarme para él, solo para él y para mí.

Su mandíbula se tensa y noto que su mano desaparece en su pantalón, empieza a masturbarse lentamente, con la mirada clavada en mi sexo, que esta mojado, caliente y a punto.

Meto dos dedos en mi coño hambriento y el jadea, acelera y me enciendo, el calor recorre mi cuerpo y estallo en un orgasmo devastador mientras él también se corre, un sonido ronco escapa de su garganta.

Entonces me levanto, me pongo las bragas ante él y desaparezco esta vez yo.

A la mañana siguiente viene Manuel y se sorprende al encontrarme desnuda en la cama y eso que no sabe que me masturbe tres veces más esa noche, recordando los momentos con mi viejo vecino.

Me visto y como cada mañana salgo hacia el gimnasio, pero me paro a tomar café para mantenerme despierta y entonces le veo. Es Manuel, con una mujer más mayor que él, están parados en un semáforo y ambos sonríen antes de besarse.

No quiero llorar, no puedo llorar, mi vida se va a la mierda y no puedo hacer nada por evitarlo, me dirijo al gimnasio y me machaco hasta que me duele todo, las lágrimas mojan mis mejillas, estoy sola en ese tramo y nadie me ve llorar, nadie imagina lo que sufro en esos momentos, lloro hasta que no puedo más, me voy hacia la piscina y me lanzo al agua, no hay nadie, es festivo y demasiado temprano, me sumerjo en el agua y al salir, le veo.

No estoy de humor para notar sus desprecios, para ver cómo pasa por mi lado y no me saluda a pesar de compartir orgasmos.

Pero no lo hace, no me ignora del todo, se lanza al agua, se acerca a mí y sin mediar palabra, me abraza, me coge por la cintura y pega mi cuerpo al suyo, le rodeo la cintura con mis piernas con su ayuda y entonces hace de nuevo algo que me sorprende, lame mis lágrimas con la punta de su lengua, mientras una mano urja entre mis piernas, aparta mi bañador y enseguida noto su polla que quiere penetrar en mi cuerpo, al mismos tiempo su boca se apodera de la mía, su lengua acaricia mis labios y sus dientes los mordisquean, entonces empuja y yo muevo las caderas, me muero porque me penetre, aquí y ahora.

-por favor fóllame

Me agarra de las caderas y me penetra, de un solo empujón me abre y siento el calor de su polla, me escuece, pero quiero más, me duele pero no quiero que pare. No lo hace me agarra con las dos manos del culo y me hace subir y bajar sobre su polla, que por lo que noto es grande. Nunca imagine sentir tanto placer con alguien que apenas conozco, pero ese hombre me volvía loca, me penetraba lenta pero profundamente, las parees de mi vagina le apretaban la polla y ambos jadeábamos, ambos gemíamos y allí sin preámbulos, sin caricias ese hombre me poseía como un animal hambriento y yo disfrutaba más que nunca. Notaba cada milímetro de polla abrirme, calentarme y enseguida note ese calor característico apoderarse de mi cuerpo pero multiplicado por mil, cuando empujo fuertemente llevándome al borde y estallando en mil pedazos en un orgasmo. Le mordí el hombro y mis espasmos le apretaban más y más hasta que sentí un fuerte chorro de semen inundando mi coño y ese particular gemido escapo de nuevo entre sus labios desde muy adentro cuando se vacío en mi interior.

No podía pensar, solo podía sentir y sentir, a ese hombre que a pesar de haberse corrido no dejo de bombear dentro de mi hasta provocarme otro devastador orgasmo, dejándome escocida y temblando. Me abrazo, beso mi cuello, mis hombros y me ayudo a descruzar las piernas, me aguanto unos minutos hasta que me aguante sola, la sangre volvía a fluir tranquilamente, entonces nadamos un rato y en silencio salimos, cada uno a su vestuario.

Mientras me duchaba no podía dejar de pensar en cómo se había corrido dentro de mí, en lo que me había hecho sentir un hombre que no me había hablado nunca.

No podía evitar esperarle en el balcón las dos noches siguientes y nada, no había ido al gimnasio y al tercer día fui, y me encendí cuando paso de nuevo por mi lado sin tan siquiera saludarme, como siempre.

Le odie y me odie por seguir deseando que me tocara, que me hiciera sentir más de lo mismo.

Ese día regrese sola a casa tras cenar con las chicas, en el recibidor hablaba con la vecina de abajo, cuando le vi entrar y tras el buenas noches entro en el ascensor con nosotras, en ese momento llamo mi marido y cogí el móvil.

-estoy llegando a casa, bien hasta mañana pues

De nuevo otra excusa para pasar la noche fuera, según él estaba en una reunión que se prolongaría hasta entrada la noche. Y le conteste presa de la rabia

-bien, entonces nos vemos ya mañana yo me acostare pronto.

Mi vecina salió tras despedirse y entonces salió toda mi rabia reprimida.

-que pasa soy buena para follarme y ni siquiera después de eso vas a hablarme

Me mira y le miro

-vete a la mierda, no quiero que vuelvas a acercarte a mí.

Salí hecha una furia y abrí mi puerta, al irla a cerrar el empujo la misma y a mi dentro.

-sal de mi casa ahora o gritare, no vuelvas a tocarme, no quiero nada más contigo

Cerro la puerta tras de él y me empujo contra la pared, apoyo sus manos en mis hombros y empujo hacia abajo. Cuando me tuvo de rodillas y algo asustada vi cómo se bajaba la cremallera, su polla salto dura, gorda como ninguna que hubiera visto, la llevo a mis labios e intento que la lamiera.

-lárgate de mi casa, crees que si tu puta?

Me intente levantar pero me lo impidió, se agarró la polla y empezó a meneársela ante mis ojos, estaba algo asustada y más caliente que nunca, deseaba lamer esa polla que había tenido dentro de mí y esa era la primera vez que la veía a pesar de haberme provocado varios orgasmos.

De nuevo intento ponerla en mi boca y no pude resistirme, saque la lengua y la saboree con la punta, tenía la cabeza húmeda y roja, lamí las gotitas de semen que la coronan y entonces el empujo, me la trague casi a medias, me agarro de la nuca y me follo literalmente la boca, jadeaba como un poseso resoplando, estuve saboreándolo varios minutos, hasta que me levanto, tiro de mí y llevándome ante el sofá, me bajo los pantalones junto con las bragas a mis tobillos y sin quitármelos, me empujo y quede sentada, se arrodillo sobre mis pantalones, quería abrir más las piernas, pero no podía y eso me ponía a mil, sus dedos hurgaban mi raja y metió tres de golpe antes de bajar a lamerme, me corrí nada más tocarme con su lengua, le agarre la cabeza y siguió lamiendo, mordiendo sin llegar bien mis pantalones impedían abrirme del todo, pero no podía soportarlo de mí. Succiono mi clítoris y lo mordisqueo hasta que me corrí de nuevo y entonces me dio la vuelta y desde atrás me penetro, mi coño gritaba de gusto al sentir su polla, yo aullaba mientras sentía en mi oreja sus resoplidos, me penetro lo más que pudo, mientras con sus manos bajo mi camiseta busco mis tetas y las pellizcaba follándome fuerte, me escocia de nuevo.

-sigue, no pares. Así fóllame así

Oleadas de placer me recorrían, nunca había estado tan caliente, no podía pensar en nada que no fuera seguir follando con ese hombre, me dolía, me molestaba la ropa en mis tobillos y me lastimaba las tetas con sus pellizcos y aun así jamás había sentido nada parecido. Me movía debajo del hasta que note su mano en mi culo, el cachete me encendió la piel y algo estallo en mi interior con el segundo y más fuerte me corrí. Volvió a empujar y se corrió jadeando, saco su polla y termino de correrse sobre mi culo rojo de sus cachetes.

Mire como se subía los pantalones sin dejar de mirarme, los míos aún estaban en mis tobillos, se colocó la ropa y se dirigió a la puerta, dejándome su semen en mi culo y en mis entrañas. Se paró en la puerta y solo me dijo.

-no te equivoques, sí que eres mi puta.

Y se fue, mientras yo con una sonrisa en los labios probé su semen, aceptando en lo que me había convertido, sabiendo que siempre querría más de lo que ese viejo quisiera darme.

Si os gusta os seguiré contando mas…

Mil gracias a todos los que comentais mis relatos

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