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Eres mi paréntesis

en Confesiones

     Solo faltaban veinte minutos para salir del trabajo. Diez minutos después entré en el baño de chicas, retoqué mi maquillaje, me recoloqué la ropa y volví a mi mesa a esperar la hora.

     Salí de allí corriendo, cogí un taxi y bajé unos metros antes de llegar a la cafetería.

     Quería saborear la anticipación del mejor momento del mes, por fin iba a verle, por fin iba a ser de nuevo completamente suya.

     Entré en la cafetería y le vi en la barra, me intuyó y se giró.

          -Hola preciosa –dijo besando mis mejillas-

     Sus labios rozaron solo las comisuras de mis labios, solo un par de segundos y eso bastó para que mi cuerpo se pusiera alerta ante el calor que me generaba su cercanía.

          -Me muero de hambre, he pedido un bocata

          -Bien, no hay prisa

          -Si la hay preciosa, créeme si la hay –dijo rozando con un dedo mi mano-

     Deseé que engullera ese bocata, pero me limite a mirar como comía. Lo hacía como todo, concienzudamente y terriblemente despacio. Pensé recordando sus manos por mi cuerpo.

      Hacía ya dos años que le vi por primera vez en esa misma cafetería. Debía recogerle y entretenerle un par de horas. Charlamos de cosas triviales, hasta que recibí una llamada que altero todos los planes y nos vimos abocados a pasar el resto de la tarde y la noche juntos, paseamos un rato y luego fuimos a cenar.

          -Ya has cumplido, puedes llevarme al hotel, no quiero molestar-

          -Es muy pronto, no te preocupes –no quería que acabara-

     Fuimos a una terraza y seguimos charlando un par de horas más. Después le acompañé al hotel. Aparqué en la esquina y bajé a despedirme.

          -Gracias, ha sido un placer –dijo solicito-

          -De nada –le dije acercándole la cara-

     Besó mis mejillas como acababa de hacer y sentí exactamente lo mismo. Nos miramos con intensidad y de repente me dijo:

          -Sube conmigo -pidió él-

          -No debería –contesté asustada por las sensaciones que recorrieron mi cuerpo-

          -No, no deberías subir, ni yo debería pedírtelo.

     Se dio la vuelta y empezó a alejarse, entré en el coche y agarré el volante mientras le veía alejarse y entonces se paró, se giró y me miró antes de seguir andando.

     Puse el coche en marcha, di la vuelta a la esquina y aparque en un hueco, cerré el coche e hice una llamada antes de entrar en el hotel. Pase por la recepción vacía en ese momento y cogí el ascensor, en la cena había comentado las vistas desde su habitación y había dicho el número.

     Me frené unos segundos ante su puerta, pero finalmente toqué con los nudillos. Dos minutos después la puerta se abrió y su mirada de sorpresa recorrió mi cuerpo antes de meterme dentro y cerrar la puerta tras de mí.

          -¿En qué piensas?

          -En el día que te conocí

     Él sonrió y masticó el ultimo bocado mientras pagaba la cuenta, yo me terminé mi bebida y el la suya.

          -Vamos chiquilla

     Le seguí a la calle y empezamos a andar, iba a su lado, a su paso.

          -¿Quieres ir a alguna parte?

          -Si, a tu hotel

          -Vaya, tu sí que sabes chiquilla

     Desde el primer día tuvimos claro que lo que nos unía  era solo sexo, perfecto, inigualable, pero solo sexo y como tal lo afrontábamos sin escondernos nada.

     Llegamos al hotel y el saludó al hombre de la recepción, yo seguí a su lado. Esperamos en el ascensor y ni siquiera en la soledad del pequeño habitáculo se acercó. Y todo mi cuerpo anhelaba que lo hiciera.

     Anduve tras el por el largo pasillo enmoquetado, todo en el me parecía erótico y morboso. Su manera pausada de andar con tranquilidad, sin prisas, con la sensación de estar en todo momento donde quería estar. Miré sus manos que abrían la puerta, grandes, agiles y las recordé recorriendo mi piel.

          -Pasa chiquilla –dijo haciéndose a un lado-

     Entré en la oscura habitación solo iluminada por una lámpara en una mesilla a un lado de la cama.

          -Aún no he sacado nada de la maleta, llegué tarde y quería estar allí cuando llegaras. Ya no aguantaba un minuto más sin verte -dijo acercándose peligrosamente-

     Pasó dos dedos por mis labios, presionó y fue bajando hasta pasarlos por mis pezones que como teniendo vida propia se endurecieron al instante.

          -Me encanta cómo reacciona tu cuerpo, su predisposición… ¿es siempre igual? –preguntó-

          -Sabes que siempre me excitan tus caricias

     Me miró sonriendo siendo consciente que no había respondido a lo que me pedía.

     Sus manos ahora bajaron al borde de mi camiseta y levantándola la sacó por mi cabeza y la tiró junto a su ropa, después hizo lo mismo con el sujetador.

     Había cogido un pecho en cada mano y los amasaba mientras las puntas de sus dedos friccionaban mis durísimos pezones.

          -Como echaba de menos esto nena –dijo resoplando-

     Moví mis caderas pegándolas a su cuerpo y noté su erección rozando mis caderas.

          -¿Te gusta saber cómo me pones verdad nena? –dijo al darse cuenta que yo frotaba su erección-

          -Si me encanta –dije con la respiración acelerada-

          -Pues tócala preciosa

     No me hice de rogar, desabroché el pantalón y lo bajé a medio muslo. Liberé su polla y empecé a meneársela despacio, noté la humedad en mi mano y quise saborearla.

     Poniéndome de cuclillas me acerqué, saqué la lengua y la pasé por la punta. Me encantaba su sabor salado, era adicta a su semen.

          -Nena ahora no puedo controlar esto y luchar contra tu lengua. –dijo ayudándome a levantar-

     Desabrochó mi pantalón, pero en vez de quitarlo metió su mano dentro y sus dedos recorrieron mi rajita húmeda.

          -Siempre estás tan caliente y mojada, eres un cielo de putita.

     Se arrodilló ante mí y agarrando mis vaqueros y mis braguitas fue arrastrándolos por mis muslos, mientras besaba cada porción de piel que aparecía ante su vista.

     Le ayudé a deshacerse de mis vaqueros, descorrió el camino de nuevo con sus labios sobre mi piel caliente hasta llegar al final de mis muslos.

          -¡Separa las piernas!

     Lo hice y sentí sus dedos abriendo mi sexo, para facilitarle la tarea a su lengua que recorrió toda mi rajita.

          -Estas tan buena. Sueño con esto a diario

     Succionó con fuerza mi clítoris apretándome con sus manos en mi culo hacia su cara. No llegaba bien a cada rincón, la postura no era la ideal, pero ver a ese grandullón de rodillas intentando lamer mi coño me estaba matando de morbo y placer.

     Le agarré de los pelos y tiré levemente. Sentí de nuevo la succión y mi cuerpo tembló al borde del precipicio.

          -Separa bien las piernas, pero no te tumbes quiero que mires –dijo sentándome en la cama-

     Hice lo que me pedía, separé las piernas y él colándose entre mis muslos dispuso de mi coño a placer. Lamió cada rincón de este mientras yo le miraba jadeando extasiada, hasta que el orgasmo me partió en dos como un rayo y agarrada a su pelo me corrí en su boca.

     No paró hasta que aflojó mi orgasmo, se puso en pie, se bajó el pantalón a mitad de los muslos y arrodillándose en la cama entre mis piernas, tiró de mí para ensartarme en su polla con desesperación.

     Ambos gritamos al acoplarnos, su cinturón rozaba mis muslos por detrás, el pantalón frotaba mi culo y yo subía las caderas para que me penetrara más profundamente.

     Jamás había sentido lo que sentía cuando él me penetraba, era como si su polla se fundiera con mi sexo que lo apretaba como un guante hecho a medida.

     Los dos nos movimos al unísono, el me agarró de la cintura y me movía como una muñeca de trapo.

          -Qué diferencia de tenerte solo en sueños a esto, que es deliciosamente enloquecedor     –la intensidad de sus palabras me daban alas-

     No podía hablar solo podía mirarle y dejar que mi cuerpo sintiera mil sensaciones deliciosas que ese hombre despertaba en mí. Follándome como si no hubiera mañana

     Soltó mi cintura y separando más mis piernas agarró mi clítoris entre dos dedos y empujando muy adentro empezó a mover los dedos al mismo ritmo de su penetración y no lo soporte más, me corrí apretando su polla fuertemente con los músculos de mi vagina.

           -Nena no puedo más, si no dejas de hacer eso me correré

           -Hazlo, quiero tu semen –dije como una posesa-

     Y me lo dio, sentí su rigidez y después el calor de su semen inundando mi vagina. Mi orgasmo parecía no tener fin, mezclándose con el suyo.

     Media hora después nadie que nos viera andar entre la gente, el uno al lado de la otra podría imaginar lo que sucedía entre nosotros cuando nos quedábamos solos.

      Cenamos en un coqueto y pequeño restaurante al que ya habíamos ido alguna vez. Llenamos los silencios con palabras que más tarde no recordaríamos, porque los dos soñábamos con volver a esa habitación y volver a disfrutar de nuestros cuerpos poniéndolos al límite. Porque ambos sabíamos que lo de antes solo había sido el aperitivo, un desahogo necesario para poder explorar más relajadamente el resto.

          -¿Quieres postre? –le pedí-

          -No, solo deseo volver a tenerte desnuda para mi

     Salimos del restaurante y volvimos andando al hotel.

          -¿Porque me miras así? –pregunté al ver que me miraba-

          -Pensaba en que eres una mujer amena e inteligente cuando estamos rodeados de más gente. Me das lo que cualquier hombre desearía, me entregas tu cuerpo sin compromisos, sin hacer preguntas, solo para el disfrute de ambos.

          -Gracias –le dije entrando en el hotel-

     Subimos en el ascensor y el seguía mirándome. Abrió la puerta y entramos.

     Me agarró por detrás de la cintura y me hizo andar hacia las cortinas que daban al balcón y vi unas tiras que colgaban a cada lado de la barra de las cortinas.

     Mientras miraba, él de nuevo me quitó la camiseta y el sujetador, luego me hizo dar otro paso y mi cara rozó las finas cortinas y el levantó uno de mis brazos y ató mi muñeca al extremo de la cinta besando mi piel mientras lo hacía, luego hizo lo mismo con el otro.

     Después se retiró, abrió un poco la puerta ante las cortinas y estas se movieron, sentí la tela rozar mis pezones y una corriente eléctrica me atravesó cuando la tela se mecía suavemente rozando todo mi cuerpo, envolviéndome mientras el detrás de mí besaba mi nuca, bajaba por mi columna lamiendo mi espalda. Era una sensación impresionante. Por detrás sentía el calor y la humedad de su lengua mientras la tela acariciaba mis pezones, mi vientre, mi sexo y mis muslos.

     Él siguió bajando y lamió mi culo, bajó por la parte de atrás de mis muslos y mis pantorrillas para volver a subir hasta mi culo, separó mis nalgas y lamió mi rajita.

     Con las manos atadas apenas podía moverme pero pude subir un poco el trasero y él incremento sus lamidas alternándolas con mordiscos en mis glúteos, cada vez clavaba más sus dientes antes de volver a lamer.

    Estaba perdiendo la cordura con la mezcla de sensaciones y mi cuerpo vibraba con tanto placer.

     No sé en qué momento se desnudó, pero ahora su polla de nuevo húmeda rozaba mis caderas mientras sus manos presionaban mis pechos amasándolos, la dureza de estas en torno a mi carne trémula crecían de intensidad a cada momento. Estrujaba mis pechos frotando mis pezones con la tela de las cortinas.

          -Ya que tu cuerpo es lo único que tengo lo quiero todo chiquilla

           -Es todo tuyo –dije apenas sin aliento-

      Sus manos dejaron mis pechos para bajar entre mis piernas y acariciar mi sexo, con una separaba mis labios mientras dos dedos de la otra buscaban mi entrada paseándose por mi rajita.

     Me penetró con dos dedos y gemí cuando los empujó con fuerza entrando y saliendo mientras yo movía las caderas.

     Me llevó de nuevo al borde del éxtasis y luego los saco.

          -No pares –suplique al borde del orgasmo-

          -Tu cuerpo y tus orgasmos ahora me pertenecen y yo decido cuando puedes correrte.

           -Por favor –supliqué teniendo escalofríos-

     Volvió a meterlos hasta el fondo y brame por la sorpresa, los movió en mi interior mientras jadeaba de nuevo a punto de explosionar y de nuevo al notarlo paró.

     Temblaba por las sensaciones y por la frustración. Intenté soltar mis manos, furiosa.

          -Estate quieta putita o tiraras las cortinas -dijo con voz seria, regañándome-

     Cuando me quedé quieta de nuevo, se puso a mi lado y de nuevo me penetró con dos dedos, mientras me daba una palmada fuerte en el culo que me pilló por sorpresa. Me eché hacia adelante y volvió a darme otro cachete, este aún más fuerte.

          -Te he dicho que este quieta putita –dijo moviendo sus dedos-

     Me ardía el culo de sus azotes, pero sus dedos dentro de mi sexo hacían que deseara hasta los cachetes mientras no dejara de hacer eso. La mezcla de sensaciones me hacía llorar de placer, una ráfaga de aire lio los bajos de las cortinas por mis piernas sentía las cosquillas, los azotes, sus dedos… la mano que me azotaba bajó por mi culo y dos dedos más se unieron a los que ya entraban y salían de mi sexo sintiendo el chapoteo.

           -estas chorreando putita que rico

     Sacó los dos dedos que venían por detrás y con estos empapados apuntó con uno en mi esfínter. Empujó un poco y metió la mitad, me escocia a rabiar pero no podía dejar de jadear, no podía dejar de disfrutar de esa doble penetración.

     La una me bajaba al infierno y la otra me llevaba al cielo y de repente las dos estallaron y me corrí como una posesa. Él no dejó de mover sus dedos dentro de mi cuerpo que estaba al borde del desmayo.

     Acercó su maleta y puso uno de mis pies sobre ella abriéndome más, dos de sus dedos seguían en mi culo que ya se había adaptado a esa intromisión. Se agarró la polla y de un solo golpe de riñones dobló las rodillas y me penetró.

     Seguía con las muñecas atadas y esa inmovilidad me daba más morbo mientras el agarrado con una mano a mi cintura embestía una y mil veces penetrándome con dureza, mientras uno de sus dedos se movía con furia dilatando mi orificio.

          -¿Te gusta chiquilla que te folle así?

          -Mucho –dije notando como mi cuerpo volvía a responder tras el orgasmo-

      De nuevo me llevo al límite y justo cuando empezaba sacó su polla

          -Por favor fóllame –le imploré sollozando-

     Agarró la punta de su falo y sacando el dedo hizo fuerza con su glande intentando vencer la elasticidad de ese lugar inexplorado.

     Empujó un poco más y más, consiguiendo que más de la mitad de esa dura barra de carne me abriera.

          -Que estrecho esta tu culito, ¿es la primera vez? –preguntó jadeando-

          -Si

     De nuevo las cortinas resbalaron por mi torso, él me agarró de la cintura y con un fuerte bramido me la metió hasta el fondo, se quedó quieto y abrazando mi cuerpo empezó a moverse, salió un poco y entró varias veces.

     Fui relajándome y a pesar del escozor disfrutaba de esa penetración, cuando bajó las manos de mi cintura y como antes con una separó mis labios y con la otra rozó mi sexo, alcanzó el botón y lo friccionó moviéndose más deprisa, mas adentro empujándome, aplastándome a cada empellón a la puerta hasta que estallé. Él no paró y gritando se vació por primera vez en mi culo recién estrenado.

     Sin salir desató mis muñecas y me apoyé a la cristalera para no caer, el volvió a abrazarme fuerte, mientras notaba su agitada respiración.

          -Ha sido un auténtico placer, siento si he sido un poco rudo, no sé qué me ha pasado, necesitaba poseerte completamente.

          -A mí también me ha gustado.

     Dije con un hilo de voz mientras él salía lentamente de mi interior.

     Caímos rendidos en la cama y me quede profundamente dormida hasta que desperté a la mañana siguiente sola en la cama.

     Le oí dándose una ducha y me levanté sonriendo para ir a unirme con él.

          -Buenos días chiquilla –dijo bajo el chorro del agua-

          -Buenos días José

     El abriendo la cortina me invito a entrar y me uní a él.

          -Mira lo que haces conmigo, ni yo mismo me creo esto –dijo llevando mi mano a su sexo-

     Le besé agarrando su sexo y empezando a meneársela mientras él mordisqueaba mis pechos y mis pezones con avidez.

     Salimos calientes de la ducha y me subió al lavabo, separó mis piernas y lamió mi sexo irritado; succionó mi botoncito de nuevo en pie de guerra y volvió aponerme a cien.

     Se sentó en el baño y subí clavándome en su polla, que él agarraba por la base.

     Esta vez fui yo quien lleve el ritmo de la penetración, quien elegía como y cuando mover las caderas, mientras su boca jugaba con mis pechos mientras sus manos, me aguantaban por el culo.

     Mordisqueó mis pezones y tiró de ellos. Me agarré a su cuello y moví las caderas hasta correrme.

     Descabalgué de mi montura y poniéndome de rodillas llevé su polla a mi boca; me encantaba lamer su polla y sentir en ella mi sabor, mezclado con el suyo.

     Dejé que esta llenara mi boca hasta mi garganta y volví atrás para succionar el glande mientras apretaba su base con fuerza y hacia ruidos en cada succión.

          -Chiquilla –dijo jadeando-

          -Separa más las piernas

     Él lo hizo y yo lamí sus testículos que colgaban moviéndolos con mi lengua, el movió las caderas facilitándome la tarea. Alentada por sus jadeos seguí lamiendo sus huevos y bajé a lamer su agujerito. El soltó un bramido de sorpresa y seguí arrancando jadeos de su boca cada vez que pasaba mi lengua por su raja.

     -Chiquilla, criatura –decía entre gemidos cada vez más seguidos-

     Cuando noté que no podía más agarré con una mano sus huevos y los masajeé; subí de nuevo a su glande y lamí las gotas de semen que manaban, succioné con fuerza y solté la presión entonces con un alarido se corrió en mi boca. Lamí su polla y tragué todo el semen mientras él me miraba con agradecimiento, relajado y aun con la respiración entrecortada.

     Me levanté y salí del baño contoneando las caderas, me tiré a la cama y al momento él se tumbó a mi lado.

          -¿En qué piensas?

          -En que te has corrido en mi coñito, en mi culo y en mi boca –le dije riendo-

          -¿Y tú en que piensas?

          -En que eres mi más maravillosa locura

     Nos besamos ya completamente saciados antes de vestirnos, después volvimos a besarnos antes de salir de la habitación. Eche un vistazo a la cama revuelta y cerré la puerta, de nuevo andando a su lado.

     Desayunamos juntos en la cafería de siempre y salimos de allí, paró un taxi y me alejé de él con pesar de ambos.

     El taxi me llevó a mi casa, saqué la llave del bolso y abrí mi preciosa casa, entré y fui a darme otra ducha, me puse ropa limpia y oí la puerta.

     Bajé la escalera para enfrentarme de nuevo a mi vida, a mi gran mentira.

          -Hola Alberto –saludé con un afectuoso beso a mi marido-

           -Hola cariño, mi vuelo ha llegado con retraso –dijo yendo a su despacho a dejar el maletín-

     Sonó el timbre y fui a abrir, él dijo desde el despacho.

           -Debe ser mi padre que también llegaba hoy

      Le oí decir a lo lejos mientras miraba al hombre ante mi puerta.

           -Hola José –le dije a mi suegro-

           -Hola –dijo mi amante-

           -Me doy una ducha y estoy con vosotros –dijo mi marido abrazando a su padre-

     Fui a la cocina dejándole en el salón, allí recordé como el primer día mi aun novio me pidió que recogiera a su padre y lo entretuviera un par de horas. Llegué a esa cafetería sin saber que no solo iba a conocer a mi suegro sino al hombre que iba a cambiar mi vida para siempre.

     Al momento vino a la cocina. Nos miramos intensamente como pasaba siempre que estábamos solos, sin máscaras, sin poder olvidar como vibraban nuestros cuerpos.

     Allí de pie ante él recordé sus manos, sus labios, su lengua y su aliento por todo mi cuerpo.

          -Deja de recordar lo sucedido o no seré capaz de obviar que me muero por pedirte que dejes a mi propio hijo. Porque yo cada vez que estoy contigo o te recuerdo, a pesar de sentirme mala persona no puedo evitar desear que seas solo mía.

          -¿Sabes que no podría decirte que no a nada verdad? Solo tú puedes mantenerme aquí, a su lado y lejos del tuyo -le dije, dejándole claro que le pertenecía por completo-

          -No puedo ni quiero pedirte eso, por ello me estoy planteando el venir a vivir más cerca

          -¿De verdad? –le pedí feliz-

          -Sí, no puedo pasar tanto tiempo teniéndote solo en sueños, quiero poder follarte más.

     Sonreímos felices como tontos mientras bajaba Alberto.

          -¿Buenas noticias?

          -Si, por fin tu padre ha decidido dejar de vivir tan lejos –dije feliz-

    

 

     Un mes después me estiraba en la cama del flamante ático a dos minutos de mi trabajo, con el cuerpo dolorido y completamente saciado, mientras mi suegro aun jadeaba a mi lado.

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