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Un viejo amigo del pasado

en Sexo con maduros

Mientras me dirigía a la cinta por donde saldrían las maletas puse el móvil en marcha y mientras esperaba llame a Carlos, mi marido.

-Hola, ya he llegado –dije con voz cantarina y aliviada. Odiaba volar-

-¿Todo bien?-su voz fría como siempre-

-Perfecto –conteste decepcionada por su tono-

-Me alegro nena, recuerda que a reunión es a las once de la mañana.

-No te preocupes, te llamo al salir.

Mientras metía mi móvil en el bolsillo pensé en que momento lo nuestro se había enfriado tanto, Carlos nunca fue demasiado apasionado, pero ahora era gélido. Yo siempre puse la pasión y él la cordura, entonces ¿porque últimamente se me hacía todo tan cuesta arriba?

No tenía respuestas y me sentía mal por esperar más ya que él era un buen marido a grandes rasgos. Teníamos una posición económica muy buena y vivíamos cómodamente gracias a su empresa en la que trabajábamos ambos.

Nos conocimos cuando mi jefe me mandó a una reunión con su socio; desde el primer momento fue muy atento conmigo, encantador y poco a poco fui convirtiéndome en el nexo de ambos en la empresa.

Empecé a viajar casi semanalmente, empezamos a cenar tras las reuniones y así sin darme cuenta terminé en su cama.

Acababa de salir de una relación tormentosa y me atrajo la paz y tranquilidad que él me aportaba.

Sumida en mis pensamientos casi se me pasa la maleta, la cogí y me dispuse a salir del aeropuerto. Cogí un taxi y este me llevó al hotel, me di una ducha rápida y cené preparando la reunión.

Por la mañana salí antes de lo necesario y me perdí entre el gentío en hora punta. Entré en una vieja cafería que solía frecuentar cuando estaba en la ciudad.

Me encantaba su aspecto vintage.

Pedí un café con leche y oteé hacia ambos lados en busca de una mesa libre, entonces le vi.

Allí sentado en una de las pequeñas mesas del local, leyendo un periódico estaba Gabriel.

Durante unos segundos imágenes de ambos cruzaron mi mente a velocidad de vértigo. Gabriel era el mejor amigo y compañero de mi tío, el hermano pequeño de mi madre. Durante años fantasee con él en cada celebración en casa de mis tíos a las que ambos acudíamos. Crecí admirándole, me volvía loquita su aire intelectual.

No me podía creer que la casualidad nos hubiera reunido de nuevo en aquel adorable lugar casi quince años después de la última vez.

Como si algo le avisara levantó la cabeza y nuestras miradas se encontraron; sonrió al reconocerme y algo dentro de mí se crispó.

Seguía teniendo el mismo aspecto y los años lejos de haber hecho mella le habían mejorado como el buen vino.

Entonces se levantó y me señalo la otra silla frente a él en la misma mesa, no podía escapar aunque por un momento quise salir corriendo no sé por qué.

-Hola Claudia. Cuanto tiempo, estás genial

-Gracias, lo mismo digo.

-Que bien mientes –dijo con una sonrisa besando mis mejillas-

-Eres la última persona que esperaba encontrar aquí

-¿Ya no vives aquí no?

-No, estoy por motivos de trabajo ¿y tú?

-Yo si vivo por aquí ahora –dijo mirándome sin disimulo- estas esplendida.

Di un trago a mi café y me abrasé la garganta.

-Me encanta el café de este sitio, despacio o te achicharraras –dijo al ver mi mueca-

-Demasiado tarde –sonreí-

-¿Te quedas muchos días?

-No muchos. Tengo una reunión en media hora–dije nerviosa como siempre en su presencia-

Recordé la última vez que nos vimos, me lancé y poniéndome de puntillas le besé en los labios, por un momento hubiera jurado que me devolvió el beso, pero fue solo un segundo, enseguida me apartó y tras darme una mini charla salí de allí corriendo angustiada y no había vuelto a verle hasta hoy. Dejó de asistir a las fiestas de mi tío.

-Tengo que irme –dije queriendo escapar de nuevo-

-Es una lástima, me gustaría poder charlar un poco. ¿Por qué no quedaos para comer o cenar?

-La reunión se alargara hasta la tarde –dije excusándome-

-Pues cena conmigo, anda por los viejos tiempos.

-Vale

Quedamos en que me recogería en mi hotel a las ocho y media. Llegué a la reunión puntual y no salí hasta media tarde.

Llegué al hotel y tras llamar a Carlos y contarle todo lo discutido en la reunión me di un largo baño de espuma y me plantee anular la cena, pero no podía donde avisarle.

Cogí el bolso y cuando estaba saliendo de la habitación como llamado por mi subconsciente sonó el móvil y era Carlos.

-Hola nena, ¿qué camisa me pongo con el traje gris?

De nuevo decepcionada esperando algo diferente, esperando algo más cariñoso y cercano por su parte le dije dónde encontrar lo que buscaba y tras un simple hasta mañana colgó. El cenaba con unos clientes

Bajé a recepción y allí me esperaba ya Gabriel. No le había contado nada de él a Carlos.

-Estas preciosa y con el pelo suelto pareces aún más joven, lo cual me hace a mi más viejo aun. Se creerán que soy tu padre.

-Que exagerado eres, no pareces mi padre, no nos parecemos en nada –dije antes de soltar una carcajada-

-¿Nos vamos?–pregunto serio de repente-

Subimos a su coche y me llevó a un pequeño restaurante en las afueras.

-Veo que estas casada –afirmó mirando el anillo en mi dedo-

-Si

Durante la cena nos pusimos al día de nuestras vidas.

-Yo dejé la enseñanza y escribí un libro, ahora estoy con el segundo. Te toca

-Yo terminé mis estudios y empecé a trabajar en una empresa grande establecida media aquí y la otra media donde vivo ahora. Escalé varios puestos y terminé siendo el enlace entre los dos socios de la empresa; empecé a ir de una empresa a otra y allí conocí a mi marido.

-Yo me separé hace seis meses

-Lo siento

-No lo sientas, hacía años que todo había acabado.

Poco a poco nos relajamos y la cena paso rápidamente.

-Vaya, el tiempo pasa volando cuando estas en buena compañía-dije al ver la hora-

Me llevó de vuelta al hotel, cuando iba a bajarme me cogió la mano, y tras besarla le dio la vuelta, cogió un boli y apuntó en mi palma su número de móvil.

-Me encantaría volver a cenar contigo mañana

-No se

-¿Prefieres cenar sola en un hotel, que con un buen amigo del pasado?

Le sonreí antes de bajar del coche. Subí a mi habitación y le di vueltas a la agradable cena.

Al día siguiente no conseguí sacarle de mi cabeza y a media tarde le llame desde el hotel, no iba a hacerme ningún daño pasar una agradable velada con un hombre encantador al que hacía años que conocí, olvidé recordarme que había estado loca por él.

Antes de bajar llamé a Carlos, de alguna manera esperaba que aun sin saberlo, dijera algo que me impidiera ir a la cita.

-Ceno con David y Laura.

Recordé a la aburrida y sosa pareja de amigos de Carlos, las tediosas noches en las que ellos hablaban de negocios y ella solo de moda, hubiera preferido unirme a ellos, pero tenía que seguirle el rollo a ella, era lo que se esperaba de mí. Tenía que ser la perfecta anfitriona, la esposa perfecta del brazo de su perfecto y frio marido.

Con ganas de dar un golpe sobre la mesa, me puse el pantalón ancho con una caída perfecta y la casaca a juego que me hacía parecer más estilizada. Me pinté ligeramente y solté mi melena en un acto de rebeldía pura. Cogí mi bolso y bajé al encuentro de Gabriel.

Este esperaba abajo en el hall con una sonrisa cómplice.

Esta vez cenamos en un restaurante más pequeño y acogedor. Me conto anécdotas de su vida y yo le conté cosas de la mía.

-¿Durante estos quince años te has acordado de mi alguna vez?–preguntó de sopetón-

-Si –conteste con sinceridad- ¿y tú de mí?

-Constantemente

-No será para tanto, ya que desapareciste sin más –contesté dejando entrever más de lo que hubiera querido mi dolor de entonces-

-No fue sin más; tu tío vio como me besabas y me pidió por tu bien y nuestra amistad que dejara las cosas como estaban.

-Y tú como un héroe te retiraste –dije con ironía-

-No fue fácil, me moría como ahora por probar lo que entonces me ofrecías.

-Ahora estoy casada ¿deberías llevarme al hotel no crees?

-Debería pero no me culpes por no querer

-¿Qué quieres Gabriel?

-A tu lado sale mi lado más cavernícola, te deseo desde hace más de diecisiete años niña no me pidas que quiero, porque no es algo que una mujer casada pueda darme.

-tienes razón, ¿me llevas al hotel?

Antes de bajarme del coche ante mi hotel le miré y me dijo con tristeza:

-Antes eras una niña y ahora que eres una preciosa mujercita, eres la mujercita de otro. No deberíamos haber sacado el tema, la cosa iba muy bien antes de hacerlo.

Si algún día necesitas algo tienes mi teléfono y esta es mi dirección. No importa esperar quince años más para cenar juntos. Prometo dejar este tema al margen. No debí sacarlo.

Salí de allí murmurando un lo siento.

Necesitaba hablar con Carlos y le llamé al móvil.

-Hola cariño, te echaba de menos

-Nena estoy en la cena, con un negocio entre manos. ¿Hablamos mañana?

-Claro, hasta mañana

Jamás me había sentido tan frustrada como en ese momento, yo exponía mi necesidad de cariño como un perrillo y el me apartaba por algo más importante para él. Dinero, negocio y apariencias.

Media hora después cogí de nuevo el bolso, bajé al hall y pedí un taxi, le di la dirección y diez minutos después estaba ante su edificio, mojándome bajo la intensa lluvia. Me giré para volver arrepentida al taxi, pero regresé y sin pensarlo más empujé la puerta abierta, subí al último piso y toqué a la puerta temblorosa ¿Y si estaba con alguien? ¿Y si me echaba?

-¿Quién es? –preguntó Gabriel –

-Soy Claudia

La puerta se abrió al instante y tiró de mí. Temblaba como una hoja cuando me abrazó pegándome a su torso desnudo. Solo llevaba un pantalón suelto de pijama. Sentí el calor de su piel y me abrace fuerte.

-¿Esto es lo que parece cielo?

-Si te parece que he venido a ofrecerte lo que te ofrecí hace quince años y que ahora no debería ofrecerte entonces si es lo que parece.

-Ven, necesitas calentarte estas helada y mojada.

Le seguí como una zombi mientras el tiraba de mí, como si fuera una niña me quitó la casaca mojada y el pantalón dejándome en braguitas y sujetador.

-Nena date prisa ponte esto, te comería enterita. Pero ahora no. –me pasó un albornoz esponjoso-

Me llevó a la cocina y allí me preparó un café, me pasó la taza y me apoyé a la encimera mientras daba traguitos. Él me devoraba con la mirada, miré su pantalón y supe que le gustaba lo que miraba. Sonreía al ver su erección bajo el pantalón.

-Lo siento nena, quiero ser un caballero pero uno no tiene todos los días un caramelito como tú en ropa interior

Se acercó a mí y tiro del cinturón del albornoz, este se abrió y el metió las manos agarrando mi cintura. Se pegó a mí rozando su erección en mi muslo.

Me ayudó a sentarme en la encimera y abrió más el albornoz, bajó la cabeza y empezó a mordisquear mis pezones sobre el sujetador de encaje mientras su mano se colaba dentro de mis bragas.

-Apoya la espalda en la pared

Moví el culo hacia atrás, patinaba por el albornoz y el separó mis muslos. Bajó la cabeza y besó mi piel, lamió cada centímetro hasta llegar a mi bragas y no paró siguió lamiendo la húmeda tela.

Me excitó muchísimo ver como lamia mis bragas mientras dos dedos se colaron debajo y los paseo por la humedad de mi sexo, apartó la tela desde dentro y bajó a lamerme.

Gemí extasiada por el placer que me daba su lengua, no paraba quieta hasta dar con mi clítoris, daba en el golpecitos y volvía a lamer toda mi rajita, subió mis talones a la encimera y tiro levemente abriéndome aún más. En esta postura su lengua llegaba hasta mi ano, cuando lo lamia el placer era aún mayor. Me aferré a la encimera y subí las caderas.

-Si gatita, retuércete quiero ver cómo te corres

Sus palabras sobre mi coño mientras su dedo penetraba lentamente mi vagina, succionó mi clítoris mientras con el dedo meñique acariciaba mi ano levemente. Estallé en mil pedazos con un orgasmo devastador que recorrió mi cuerpo por completo.

Me bajó de la encimera y me llevó al salón, se sentó en un cómodo sillón arrastrándome sobre él a horcajadas. Solo la fina tela de su pantalón impedía que me penetrara como cada célula de mi cuerpo ansiaba.

Metió su mano entre ambos y tirando del elástico liberó su polla, dura, caliente y palpitante.

La empujó ligeramente hacia mi sexo yo subí un poco las caderas acomodándola en mi entrada.

-Ahora mi cielo, necesito que te claves en ella

Con un firme movimiento de mis caderas me la metí hasta el fondo, ambos jadeábamos sin parar de movernos, el me agarro del culo y me ayuda a moverme con fuerza, mi vagina apretaba su polla y de nuevo agarro un pezón entre sus labios, lo aprisionó entre sus dientes y dio un tironcito, lo soltó y tras darle un lametón repitió con el otro.

Pequeñas corrientes de placer recorrían mi cuerpo y se concentraban entre mis piernas hasta que no pude más y empecé a notarlos espasmos de mi orgasmo.

El agarrando fuerte mi trasero quiso levantarme.

-No pares por favor voy a correrme

-No voy a poder aguantar pequeña, estoy al borde

-p

Pues déjate llevar, pero no pares.

Sonrió y me bajó empalándome con fuerza y de nuevo el orgasmo se extendió por mi cuerpo como una corriente eléctrica, mis espasmos apretaron su polla y noté perfectamente su semen llenar mi vagina, eso alargó mi orgasmo que parecía no tener fin.

Apoyé mis pechos en el suyo y apoyé mi cabeza en su hombro, sus manos aun aferraban mi culo y nuestras respiraciones luchaban por volver a la normalidad.

Diez minutos después me llevó a su cama de la mano y entonces como una pesada losa sentí la culpabilidad sobre mí. No podía creer que hubiera engañado a Carlos, tampoco podía creer que fuera Gabriel quien yacía rendido a mi lado.

-No pienses ahora Claudia, ya lo haremos mañana –dijo este con sopor-

Mi mente no descansó un solo segundo y cuando oí su respiración hacerse más pesada, me aparté de su lado, él se quejó y le dije que iba al baño.

Salí de su cama y de su habitación para vestirme y después salí de su casa y de su vida en mitad de la noche de la manera más cobarde.

Regresé al hotel e hice mi maleta rápido, fui al aeropuerto y allí cambié el billete para primera hora de la mañana.

Regresé a mi ciudad, a mi casa y a mi vida creyendo que podría olvidar lo sucedido y seguir como antes pero no podía dejar de pensar en Gabriel, en sus caricias, en los intensos orgasmos en sus brazos y en lo que debió pensar al levantarse solo. Pero nada volvió a ser lo mismo.

Pasé los días apática, sintiéndome culpable y mendigué las caricias de mi marido, un marido demasiado ocupado en su vida, sus negocios y sus amigos para prestarme la atención que suplicaba sin palabras.

Pasaron los días, una semana y llego lo inevitable. De nuevo tenía que viajar.

-Esta vez no me apetece nada irme, me gustaría quedarme contigo

-Vamos nena no seas tonta, sabes que te necesito allí -dijo separándome y rompiendo el abrazo que le estaba dando-

Cogí el avión y llegué  a su ciudad. Fui directamente al hotel y de allí a la mañana siguiente a la reunión, al final de esta de nuevo al hotel. La cosa que parecía necesitar tres días se arregló él primero. Me volvía loca en la habitación pensando en Gabriel y en la necesidad de volver a verle, pero decidida a no volver a sucumbir a mis más bajos instintos.

Cogí el bolso, bajé a por un taxi decida a ir a pedir al aeropuerto si había alguna cancelación de última hora y podía volar mañana.

Por el camino llamé a Carlos y este desde una cena de negocios me instó a quedarme e ir de compras o hacer turismo. De nuevo no tenía tiempo para mí, ni para mis suplicas de cariño.

Me dirigía al mostrador cuando oí mi nombre y se me erizó el vello de todo el cuerpo al reconocer su voz.

-No me lo puedo creer Claudia ¿volvías a irte sin una simple llamada?

-Lo siento.

-¿Es tu manera de vengarte por mi desaparición o simplemente fue miedo?

-Lo segundo, tengo que irme Gabriel –le supliqué con la mirada que me dejara marchar-

-¿No puedo hacer nada para convencerte?

-No, lo siento.

Empecé a andar y a medida que me alejaba de él sentía como si algo se rompiera dentro de mí, me giré para mirarle por última vez y su mirada me paralizó, en ella pude ver tristeza, desesperación y sobre todo más pasión de la que nunca vi en los ojos de Carlos.

Se giró y empezó andar creciendo así el doble la distancia, se me heló la sangre y un escalofrió recorrió mi cuerpo cuando giró la esquina sin mirar atrás.

Me paré un segundo y tomé la decisión. Con rapidez deshice la distancia andada, aceleré el paso y le vi a lo lejos.

-¡Gabriel! –grité-

Él se giró y su mirada se iluminó al verme andar hacia él.

-Hoy no quiero irme

Me cogió de la mano y tiró de mí andando por la terminal, parecía molesto y no entendía nada hasta que subimos un piso y al final de este pasamos por una puerta, vi fuera que era un baño, tiró de mí y me metió dentro. Tras comprobar que en efecto estábamos solos en ese alejado baño, se lanzó a devorar mi boca.

-No puedo dejar de desearte solo porque no pueda tenerte niña. Hace diecisiete años que lo haga y siento que jamás podre saciar mi anhelo de ti.

Sus palabras roncas sobre mis labios me pusieron a mil. Sentía su polla dura en mi costado y sus manos en mi culo me apretaban contra él.

-Te necesito ahora Gabriel

-Y yo a ti nena y yo –dijo desabrochando mi camisa-

Sacó mis pechos del sujetador y yo me arquee ofreciéndoselos, de nuevo no me decepcionó y aspiró con fuerza mis pezones mientras su mano tras desabrochare se colaba dentro de mi pantalón, sorteo mi braga y pronto sentí sus dedos en mi rajita húmeda.

Ni sus caricias ni su boca eran tiernas, ni esperaba que lo fueran. Ambos necesitábamos acoplarnos sin importar ni donde estábamos ni quien pudiera entrar.

Sentí sus dientes apretar mis pezones mientras dos dedos penetraban en mi cuerpo.

Busqué a tientas el botón de su pantalón y metí la mano para sacar su duro sexo listo para mí.

Me dio la vuelta y apoyé las manos en el lavabo mientras el bajaba mis pantalones a medio muslo, se agarraba la polla y la llevaba entre mis piernas.

Jadee de anticipación cuando el agarrándome las caderas empujo una sola vez llenándome por completo. Moví las caderas y él se acoplo antes de empezar a arremeter con dureza.

-Levanta la cabeza, quiero que cuando vuelvas a tener miedo recuerdes este momento.

Miré primero sus manos sobando mis pechos, pellizcando y tirando de mis pezones mientras arremetía cada vez más fuerte y más profundamente abriendo mis entrañas mientras el calor recorría mi cuerpo en oleadas de placer que mojaban mi vagina.

-¿Te gusta nena? Porque a mí me estas volviendo completamente loco.

-No pares Gabriel párteme en dos. Le pedí completamente fascinada por las sensaciones

Y de nuevo no me decepcionó, flexionó las rodillas, empujó y mi mundo estalló en mil pedazos nublándoseme la vista con un apoteósico orgasmo mientras miraba sin perder detalle su propio orgasmo en mi interior.

-¿Te he hecho daño? –dijo saliendo despacio-

-No

Nos limpiamos antes de colocar nuestras ropas y salir de ese baño.

Andamos uno al lado del otro sin tocarnos, pero mirándonos con la complicidad de los amantes.

-Me enloquece no poder tocarte

-Pues llévame donde puedas hacerlo –contesté con picardía-

Me llevó a su casa donde nada más cerrar la puerta me desnudo por el pasillo mientras nos besamos de nuevo con avidez.

-Llevo toda la noche cachondo, solo imaginando tu coñito lleno de mi semen y sin poder ni tocarte-me empujó en la cama y caí en esta hacia abajo-

Él se abalanzó sobre mí y frotó su polla de nuevo dura por mi culito mientras besaba mi espalda y lamia bajando por mis riñones, sentí sus dientes en mi culo mientras  sus manos me abrieron y casi me desmallo de placer al notar la humedad de su lengua en mi ano.

Tras mojarme bien con su lengua la yema de su dedo empujó levemente. Me giré para mirarle y la oscuridad de su mirada me puso a mil. Relajé los músculos y el notándolo empujó su dedo lentamente abriendo y dilatando ese espacio por primera vez. Cuando entró del todo otro dedo invadió mi vagina y empezó a mover ambos en mi interior. Me volvía loca de placer sintiéndome doblemente estimulada.

-Me muero por follar tu culito

-Hazlo

Se colocó tras de mi de rodillas y llevó el glande a mi ano, empujó y sentí un terrible dolor, se aferró a mis caderas y poco a poco fue presionando. Sentí como mi esfínter se dilataba para alojar su polla por completo, entonces jadeando paró y durante unos minutos frotó mi clítoris hasta hacerme olvidar el dolor. Moví ligeramente las caderas animándole y empezó a moverse.

Era la sensación más rara que había experimentado y extraordinariamente estimulante, mordió mis hombros jadeando. Verle tan excitado terminó de vencer mis barreras y excitadísima empecé a moverme a su ritmo. Llevó su mano entre mis piernas y friccionó mi clítoris.

-Que estrechita estas mi cielo

Empujó de nuevo subí las caderas y su cuerpo se tensó sobre el mío, sentí su semen en mis entrañas y me corrí con él.

Ambos caímos rendidos en la cama y tardamos más de media hora en poder darnos una ducha para volver a meternos en la cama, esta vez no quería pensar no podía pensar en nada que no fuera Gabriel y su manera de hacer vibrar a mi cuerpo.

Al día siguiente por la tarde me sentía pletórica a su lado viendo simplemente la tele en el sofá.

De nuevo empezaron las caricias, pero esta vez quería ser yo quien le hiciera vibrar y recordando algo, me coloqué entre sus piernas de rodillas en el suelo.

Cogí su polla por la base y bajé mi boca, lamí la punta y luego dejé que resbalara entre mis labios sin dejar de meneársela.

Cuando sus gemidos fueron haciéndose más fuertes y seguidos, deje de lamerla y bajé hacer lo mismo con sus testículos, los lamí y succioné animada por sus reacciones.

-Criatura esto es el paraíso

Por un momento solté su polla y tiré de sus piernas para que se apoyara más en el sillón, entonces bajé aún más y empecé a lamer en círculos alrededor de su ano como él me había hecho a mí.

Sus jadeos de nuevo fueron en aumento, mi mano seguía moviéndose y entonces empujé la lengua dentro, Gabriel dio un gritito ahogado.

-Me vas a matar mi niña. Me hechiza, no pares.

Seguí metiendo y sacando mi lengua unos minutos mojándolo, luego subí a sus huevos y de estos de nuevo a su polla. Pensé que era el momento y llevé mi dedo, apoyé la yema y empujé despacio dentro de él.

De nuevo dio un alarido sin respiración moviendo las caderas hacia mi dedo pidiéndome más, entonces empujé y succioné al mismo tiempo su polla con fuerza y gritando como un poseso su cuerpo se tensó y sentí el sabor de su semen en mi garganta, levanté la cabeza lentamente y seguí lamiéndolo, limpiado cada gota de semen. Me incorporé y mirándole relamí mis labios.

-Cariño viviría mil días en el infierno de tu ausencia, si el premio luego va a ser esto.

Al día siguiente hicimos el amor de nuevo antes de llevarme al aeropuerto. Antes de subir al avión me llamo por teléfono para decirme.

-no tardes demasiado, hace calor en el infierno. Aun no te has ido y ya te echo de menos.

No sabía cuántos días podría resistir lejos de ese hombre que llenaba por completo cada espacio de mi cuerpo y de mi alma. Solo pensaba en volver a su lado de nuevo.

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