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Al otro lado de la valla 3

en Sexo con maduros

     Los siguientes días pasaron volando, entre comidas, cenas, piscina, playa y sexo con Rafael. Ninguno de los dos quería hablar de lo que sucedería cuando todo volviera a la normalidad, conscientes de la dificultad que supondría que ellos lo entendieran.

     Sin darnos cuenta llegó el día y después de haber retozado toda la noche como posesos, le dejé dormido en su cama, para irme a la casa en la que suponía que debía haber estado todos los días

     Todos llegaron y mi madre me arrastró con ella sin darme tiempo ni a despedirme de Rafael, salvo por un simple gracias y adiós con la mano.

     El día siguiente fue una locura con mi madre, deshicimos maletas, me contó miles de anécdotas del viaje y yo solo le conté que Rafael había sido muy amable.

     En los días siguientes solo hablé con Rafael por teléfono, ya que ambos aprovechamos para hacer cosas que habíamos retrasado la semana que habíamos pasado juntos. Los necesitábamos esa “tregua”, a pesar de lo mucho que echaba de menos sus caricias, sus mimos… no sé si él se sentía igual.

     La siguiente semana se fue a un viaje que ya tenía programado y estuvo diez días fuera, me mando fotos y siguió llamándome todos los días.

     Al final de esa semana mi madre me soltó la bomba:

          —Se vende una casita en la urbanización, es más pequeñita y no tiene tanto jardín, pero para nosotras estaría muy bien. ¿Qué te parecería si vendiéramos esta y la compráramos?

     El piso en el que vivíamos era muy céntrico y se había revalorizado mucho desde que lo compraron mis padres, por lo que al ponerlo en la agencia enseguida llovieron las ofertas, una semana después mí madre firmó la venta a un bufete de abogados y el mismo día firmó las escrituras de la casita.

     Había pasado un mes desde lo sucedido con Rafael y su viaje cuando nos instalamos en la nueva casa. No nos habíamos vuelto a ver, entre su viaje, sus negocios y por decisión de ambos. Era como si ambos esperábamos que al no vernos se  “nos pasara” lo que sentíamos.

          —He invitado a Rafael a la cena de inauguración de la casa –dijo mi madre sin más

          — ¿Y va a venir?

          —No sé, me ha dicho que lleva unos días liadísimo que aún no lo sabía.

     Esperé con ansia la cena pero no vino y después de cenar me escabullí fingiendo que salía con mis amigas, pero conduje sin rumbo una hora, cabreándome por momentos, por su decisión de mantenerse alejado de mí, por decidir sin contar con mi opinión sobre el tema y terminé frente a su casa. No vi luz y le llamé por teléfono.

          —Hola, ¿qué haces?

          —Estaba leyendo

          — ¿En tu casa?

          —Claro, ¿y tú?

          —Frente a tu casa, en mi coche. Preguntándome porque no has venido a la cena

          —Porque creo que es lo mejor para los dos Carla, es demasiado complicado. No deberías estar delante de mi casa porque si regresan mis vecinos reconocerán tu coche y sospecharan.

          —Entonces ábreme el garaje para que pueda meterlo dentro y así no lo verán

          —Si hago eso sabes cómo acabaremos…

          — ¿Follando?

          —Si

          —Entonces razón de más, ábreme Rafael, me muero por volver a follar contigo…ya decidiremos después…

     Esperé unos segundos con el corazón en un puño y entonces la puerta del garaje empezó a abrirse, encendí el coche y entré, mientras la puerta se cerraba detrás de mí apagué el motor y la puerta de mi lado se abrió.

     Rafael llevaba solo el pantalón del pijama, me tendió la mano y me sacó del coche, sin cerrar la puerta, nada más ponerme en pie me besó con hambre, nos devoramos mutuamente, mientras sus manos me quitaban la camiseta y me desabrochan el pantaloncito vaquero, que cayó a mis pies allí mismo dejándome solo en braguitas y sujetador.

          —Dios niña, que buena estas. Me muero por follarte zorrita –dijo metiendo la mano dentro de mis bragas

     Mi coño ya estaba encharcado y sus dedos hicieron que se mojara aún más, en unos segundos tres de ellos entraban y salían sin misericordia de mis entrañas, mientras nos lamiamos, nos chupábamos y nos mordíamos desesperadamente.

     Buscó mi clítoris con el pulgar mientras seguía penetrándome con los otros dedos de esa mano, mientras con la otra sacaba mis tetas por encima del sujetador y bajaba a lamerlas, morderlas y chupetearlas, tironeando con fuerza. Yo jadeaba como una posesa encendida, cada vez más cerca de un inminente orgasmo que se formaba a pasos agigantados, el calor se apoderaba de mis entrañas y estallé en mil pedazos en uno de esos orgasmos que solo él provocaba en mí.

     Aun temblaba cuando me dio la vuelta y pegó mis tetas mojadas por su saliva en el caliente capó del coche, tiró con fuerza de mis bragas dejándolas a medio muslo, me giré para ver como tiraba de sus pantalones para liberar su dura y brillante polla que tanto deseaba. Agarrándola la paseó entre mis muslos la subió y rozó con el glande mi chorreante rajita, la apoyó en mi entrada y de un solo puntazo me la clavó hasta los huevos.

          —Joder como echaba de menos tu coñito prieto golfilla –dijo follándome como un salvaje

     Salía casi por completo y volvía a hundirse en mi coño, podía oír el chapoteo al tiempo que notaba mis juguitos bajar por mis muslos, estaba ida, meneaba las caderas, subía el culo y pedía más lloriqueando.

          —Si dame polla, no pares, más, más, más –suplicaba entre lloriqueos

     Y me dio lo que le pedía, apoyó las manos en mis omoplatos pegando mis pechos aún más al caliente metal del coche mientras me follaba cada vez más fuerte y todo mi cuerpo vibraba, mis muslos y mis rodillas se golpeaban a cada envite y eso me ponía aún más cachonda. Metió la mano por delante, buscó mi botoncito y solo tuvo que rozarlo, arremeter hasta el fondo y volví a chillar que me corría.

     Salió de mí coñito diciendo palabrotas, apoyó su polla caliente, mojada y palpitante en mi culito y agarrándome del pelo tiró y me dijo al oído:

          —Voy a llenarte el culito de leche zorrita

     Noté el glande presionando, la humedad de este, el calor, el escozor…el dolor…mi culito cedió poco a poco y fue adaptándose mientras el entraba sin prisas pero sin pausa usando como lubricación mis propios jugos en su polla.

          —Me la he meneado tantas veces recordándote…

     Se quedó quieto unos segundos y empezó a moverse, con una mano tiraba de mi pelo y con la otra acariciaba mi culo, mis costillas…mi clítoris…de nuevo jadeaba al límite de mi aguante, sentía como si mis piernas fueran de plastilina, apena podía respirar, se me nublaba la vista y él intuyendo mi abandono fue subiendo la intensidad de sus arremetidas. Le oía jadear y suspirar como un poseso, también al límite y un potente chorro de semen llenó mis entrañas, mientras volvía a correrme una vez más.

     Caí sobre el capó del coche y él sobre mi cuerpo, los dos intentábamos volver a respirar con normalidad. Un minuto después se incorporó disculpándose:

          —Siento haber sido tan brusco, ¿te he lastimado? –pidió apenado

     Negué con la cabeza y me subí las bragas y los pantalones que seguían en mis tobillos, mientras me miraba con demasiadas dudas en la mirada.

          —No hace falta que lo hablemos, he venido a follar y eso hemos hecho –le dije intentando parecer más resuelta de lo que me sentía.

     Me coloqué la ropa, me subí al coche y ante su sorpresa le pedí que me abriera el garaje, me fui directa a casa, saludé desde la puerta del jardín y subí a mi habitación, me di una ducha y me tiré en la cama agotada y dolorida.

     Al menos me satisfacía saber que no podía resistirse a follarme e iba a aprovecharme de eso.

     Dos días después le llamé por teléfono:

          —Rafael, si estas en casa y no estás muy liado ¿podría ir a darme un bañito en tu piscina?

          —Cuando quieras, estoy escribiendo.

     Aún no había colgado el teléfono cuando apreté el timbre de su puerta y sorprendido me abrió.

          —Que rapidez –dijo apartándose.

     Cuando cerró la puerta me ofreció un refresco que acepte.

          —Vamos al porche de los sillones, yo escribiré allí, así no estás sola –dijo cogiendo su portátil y pasándome dos latas de refresco.

     Se sentó en uno de los sillones, abrió el ordenador poniéndose a trabajar.

     Yo llevaba una camisa masculina blanca y debajo no llevaba nada; empecé a desabrochar poco a poco los botones sin quitarme las gafas de sol para poder ver que me miraba de reojo. Dejé primero mis pechos al descubierto y seguí desabrochando hasta abajo, luego la abrí dejándole ver mi cuerpo completamente desnudo. La tiré a su lado y dándome la vuelta fui contoneándome lentamente hacia la piscina, a sabiendas de haber captado toda su atención.

     Crucé un par de veces la piscina y luego poniéndole cara de niña buena le pedí que me acercara la lata. A propósito me coloqué donde el agua apenas tapaba mi pubis, me pasó el refresco y vi el deseo en su mirada.

          — ¿Te gusta lo que ves Rafael?

          —Mucho –dijo sin filtrar, con voz rasposa y con la mirada fija en mis pechos

     Suspiré y su mirada bajó a mi pubis, jadeó y se metió en la piscina vestido, se pegó a mí y nos devoramos mientras yo enroscaba mis piernas en sus caderas y el metiendo las manos entre ambos tiraba del elástico del pantalón y liberaba su polla, yo la busqué con mi sexo, el me agarró con ambas manos del culo y cuando su glande rozó mi entrada me empujó hacia él y me empaló.

     Mordí sus labios cuando su polla llenó mi coño, sus manos apretaron mis glúteos haciéndome subir y bajar sobre su falo enhiesto.

          —Joder putita, me vuelves loco

     Arqueé la espalda y el aferró mis pechos, los amasó, pellizcó mis pezones y tiró de estos mientras yo seguía moviendo las caderas, apretando su polla, frotando mi clítoris en su pubis, sintiendo el cosquilleo recorrer mi sexo y su polla palpitando en mi interior.

     Cuando creía no poder más, me agarró y sacándome del agua me sentó en el borde, separó mis muslos y hundió su cara en mi sexo, lamió cada rincón de mi coñito hasta hacerme gritar de placer y justo entonces, mientras me corría tiró de nuevo de mi clavándome en su polla, haciendo que el orgasmo subiera nuevas cotas de placer alargándose aún más, hasta casi hacerme perder el sentido.

     Cuando me dejó en el suelo, le llevé a los escalones, le quité el pantalón que aun llevaba pegado a las piernas e hice que se sentara en el último escalón, luego me arrodillé dos más abajo y empecé lamiendo sus testículos, metiéndomelos en la boca, disfrutando de sus gemidos y fui subiendo con la lengua por la base de su polla hasta rodear el glande, chupetearlo y finalmente fui tragándomela casi al completo hasta notarla en mi garganta, dejé que saliera un poco, luego volví a tragar y a sobar bien sus testículos. Él no dejaba de gemir, en aquel momento agarré mi crema para el sol del borde, unté uno de mis dedos y presioné su ano, mientras apretaba sus testículos con la palma fui metiéndole el dedito, sin dejar de chupar su polla.

          —Dios nena, joder, joder, no pares, no pares –jadeó como un poseso

     Al momento un chorro de semen golpeó mi garganta, tragué como pude y dejé que el segundo llenara mi boca, luego lamí el glande mientras movía mi dedito en su culo y él gemía como un poseso.

          —Uno de los motivos por los que sentía la necesidad de darte la posibilidad de alejarte, alejándome, era porque sabía que tarde o temprano esto dejaría de ser solo nuestro y cuando eso pasara, no todo el mundo lo vería con buenos ojos –dijo de repente mientras nos relajábamos en el agua.

          — ¿Qué pasa?

          —Mi vecino nos vio en el garaje…

          —No quiero dejarlo Rafael

          —No sabes cómo me conmueve eso. ¿Estas dispuesta a que todos sepan…?

          —Soy mayor de edad, nadie puede decirme lo que hacer con mi vida. Solo dejaré esto si tú no estás dispuesto a seguir…

          —Nena ¿crees que a mí me importa lo que piensen? Solo intenté hacer lo correcto por ti, por protegerte de habladurías y demás malos rollos.

     Esa noche durante la cena decidí coger el toro por los cuernos.

          —Mama estoy viendo a alguien y quiero contártelo antes de que te enteres por otros

          —Vaya, nunca me has hablado de ninguno de tus novios

          —Es que a este ya le conoces, sé que no será lo que esperas, pero antes de enfurruñarte piensa que me aporta todo cuanto necesito y me gustaría contar contigo en esto.

          —Me estas asustando, ¿quién es tu novio cariño?

          —No seas antigua, no es mi novio, simplemente nos estamos conociendo, dejémoslo en que estamos juntos. Te lo digo porque no quiero esconderme más.

          — ¿Quién es?

          —Rafael

          — ¿El Rafael que yo conozco?

          —El mismo. No espero que te guste la idea, solo que lo aceptes…

          —Voy a tenerlo que rumiar cielo, reconoce que ha sido una bomba.

     Vinieron a recogerla y tuvimos que dejar el tema, en los días sucesivos evitamos tocarlo de nuevo. Ni siquiera le dije a Rafael que se lo había contado y cuando volví a verle él simplemente me dijo:

          —Nena yo no tengo nada que perder en todo esto, lo importante es que quieras estar conmigo, el momento y la manera la eliges tu cielo.

     Una semana después Carmen celebraba el cumpleaños de Daniel en casa de Rafael. La ayudé a organizarlo todo y como no, mama y el grupito de sus amigas también conocidas de Carmen estaban invitados. La ayudé a prepararlo en el jardín, pusimos una mesa con comida, otra con postres y una tercera con bebidas. Varias mesas más pequeñas con sillas y un montón de velas por todo daban un ambiente de lo más acogedor al ya precioso jardín de por sí.

     No sabía si iría mama, era la prueba de fuego ya que si acudía significaba que de alguna manera aceptaba lo nuestro.

     Todos estaban encantados con la fiesta, Carmen y Daniel alternaban con todos al igual que Rafael. Mi madre llegó con sus amigas y se mezcló entre la gente buscándome:

          —Gracias por venir mami –le dije besándola con amor, agradecida.

          —Eso no quiere decir que me parezca bien, solo que voy a intentarlo…

     Le sonreí y busqué a Rafael al otro lado del jardín, este hablaba con tres de los hombres del grupo de amigos y con Daniel. Me acerqué al grupo y besé a Daniel efusivamente dándole las felicidades y diciéndole al oído que luego le daría mi regalo, este me sonrió con maldad.

     Me aparté de Daniel y acercándome a un atónito Rafael me abracé a su cuello y le besé en la boca ante todos antes de decirle:

          —Cariño, te necesito en la cocina, ¿puedes echarme una mano?

          —Donde quieras muñeca –dijo guiñándoles un ojo

     Atravesamos el jardín de la mano ante las atentas miradas y los murmullos.

          —Nena tu sí que sabes dejar a la gente con la boca abierta ¿y tu madre?

          —Ya lo sabía, quería que fuera una sorpresa, aun lo está digiriendo, pero terminara aceptando que no puede hacer nada.

     La noche fue genial y casi al final volvimos a coincidir con Carmen en la cocina.

          — ¿Te han preguntado, por lo nuestro? –le pidió Rafael a Carmen

          —Sí, ellos con envidia, ellas con rabia –dijo Carmen riendo

     Una hora después despedía a mi madre, dos amigas y a los vecinos de al lado.

          —Mañana es mi cumpleaños, pero como el de mi mujer es la semana que viene lo celebraremos el próximo sábado, estáis invitados –nos dijo a los cuatro el vecino.

     Ya le había dicho a mama que iba a quedarme a dormir para ayudar a recoger, cerramos la puerta y salimos al desastroso jardín.

     Mientras nos tomábamos otra copa de champan le dimos el regalo a Daniel, le había comprado un perfume y unos gemelos.

          —me encantan las dos cosas, pero ¿no hay nada más para mí? –dijo torciendo el morro

          —Vaya mi maridito se ha espabilado bien con Carlita –dijo sin acritud con una enorme sonrisa.

          — ¿Qué quieres Daniel? –le pidió Rafael recogiendo los vasos de una mesa y tirándolos en una bolsa que le sujetaba Carmen.

          —Follarme a tu princesita recién estrenada en sociedad –dijo libidinosamente Daniel

          —Hazlo, fóllatela aquí –dijo tirando con un brazo todo lo que había sobre la mesa.

     Daniel no se lo pensó, me sentó en la mesa, separó mis piernas, me subió la falda del vestidito que llevaba y mientras me corría la braga a un lado le dijo a su mujer:

          —Nena sácamela mientras compruebo su coñito

     Carmen hizo lo que le pedía, bajó la cremallera, desabrochó el botón y bajó el pantalón de su marido a medio muslo, mientras su marido me había subido los talones a la misma mesa y me había separado bien los muslos, con dos dedos había abierto mi coñito.

          —Pásala por su rajita, me muero por notar su calor y su humedad

     Carmen con la polla en su mano la paseó por toda mi raja, luego la colocó en mi entrada y finalmente Daniel movió las caderas penetrándome lentamente.

     Rafael se había sentado a un lado sin perder detalle de la escena, mirando como esa polla desaparecía en mi coño. Carmen se colocó detrás de mí y me sacó el vestido por la cabeza, me quitó el sujetador y empezó a sobar mis tetas. Me apoyé en ella, giré la cabeza y mientras su marido me follaba busqué su boca y nos besamos apasionadamente.

     Daniel gimió y al oír el gemido de Carmen supe antes de mirar que Rafael la estaba masturbando, su mano se perdía bajo su vestido y yo me corrí como una loca en ese momento.

     Carmen montó a Rafael mientras Daniel me daba la vuelta y me follaba el culito jadeando como un poseso.

     Miré a Rafael y este me hizo una seña, miré hacia donde me indico y vi moverse un seto, el vecino nos miraba, le miré pidiendo que hacer y este me sonrió tranquilizándome, en ese momento Daniel llenó mi culito de semen jadeando como un perro y se sentó en una silla.

          —Poneros de rodillas y masturbaros mientras me laméis la polla –pidió Rafael con voz ronca

     Nos pusimos una frente a la otra, la polla entre nuestras bocas y los dedos de Carmen en mi coño hurgando mientras los míos hacían lo mismo en su coño. Rafael estaba a punto, noté la rigidez y un potente chorro de semen nos alimentó a ambas mientras nos besábamos y le lamiamos llegando al orgasmo casi juntas.

          — ¿Le hacéis un regalo al que cumpleaños mañana? –dijo Rafael mirando la reacción de Daniel.

     Carmen buscó al intruso y Daniel con cara de vicio asintió,  Carmen se quitó el vestido y se acercó a la valla.

          — ¿Ya es tu cumpleaños? –le dijo entre la maleza

          —Si –se oyó la voz masculina

          —La puerta está abierta y por ser hoy tu cumpleaños te invitamos a una copa, si te apetece. –le dije yo abriendo el pestillo de la verja del final.

     Rafael y Daniel se habían instalado en los sillones que había en el porche, Carmen y yo en el sofá con una copa de champan cada uno.

     Ellos dos estaban vestidos, nosotras dos desnudas. Unos segundos después oímos la puerta abrirse.

     Carmen palmeó la zona del sofá entre ambas y yo le pasé la copa llena, el vecino le dio un trago a su copa sin dejar de mirar mis tetas.

          —Recuerda que solo hoy es tu cumpleaños, ¿estás de acuerdo? –le pidió Rafael y el vecino asintió.

          — ¿Te has corrido mirando? –pregunto Daniel

          —Si

          — ¿Solo hoy? –pregunto Rafael

          —No, también el día del garaje

     La mano de Carmen se posó sobre el bulto visible en el pantalón del vecino y empezó a acariciarlo.

          — ¿Quieres que siga? –pidió y él asintió

     Carmen siguió con sus caricias, mientras ellos tres seguían charlando despreocupadamente, como si hablaran del tiempo.

           —Hasta yo me la he cascando recordando el polvo del garaje –rio Rafael y Daniel le secundó.

     Pero el vecino no dejaba de mirar mis tetas…

          —Puedes tocarla –dijo Rafael

     Las manos toscas se posaron sobre mis tetas y comenzaron a sobarlas mientras la mano de Carmen ya estaba dentro del pantalón de pijama de él.

          — ¿Haces esto a menudo? Me refiero a la infidelidad –preguntó Rafael

          —Es la primera vez, nunca me lo había planteado–dijo humildemente.

     Carmen se arrodilló entre sus piernas y tirando del pantalón liberó su polla, para metérsela en la boca, el jadeó y yo me coloqué de rodillas a su lado, me incliné y busqué su boca, saqué la lengua y lamí sus labios, atrapando sus gemidos antes las lengüetadas expertas de Carmen.

     Mientras Carmen lamia con ahínco la polla del vecino su marido se arrodilló, la agarró de la cintura y se la metió de un solo golpe. Ella soltó un alarido y Daniel siguió embistiéndola una y otra vez.

          —Chúpasela bien puta, como tú sabes. –le dijo el marido sin parar

          — ¿Estás seguro? –le pregunte al vecino poniéndome en pie en el sofá

          —Segurísimo niña, fóllame por favor, pocas cosas he tenido tan claras –dijo excitadísimo

     Me coloqué entre Carmen y el vecino, puse un pie a cada lado de su cuerpo dándole la espalda y bajé mientras Carmen me agarraba su polla para que me la metiera. Fui bajando y clavándome en el mástil del vecino. Completamente sentada apoyé mi espalda en su pecho, notando su agitada respiración, mientras Carmen seguía entre sus piernas lamiendo sus pelotas y ahora mi coño.

          —Carla, Carla, Carla –jadeaba el agarrado a mis tetas ante la atenta mirada de Rafael

     Daniel empotraba a Carmen a cada arremetida contra mi coño y con toda la polla dentro no tarde en correrme, él jadeaba como un loco pero al haberse corrido unos minutos antes aguantaba bien.

     Carmen grito que se corría y Daniel llenó su culo de semen como había hecho en el mío.

     Paramos unos segundos y dije que necesitaba beber algo, Rafael me pasó la copa, el vecino se arrodilló entre mis piernas y como un poseso lamió mi sexo, sorbió, chupeteó y hasta mordisqueó mi clítoris.

          —Me moría por probar tu coño

     Me corrí en su boca, luego me dio la vuelta y cuando aún temblaba corriéndome me dio la vuelta y empezó a lamer la rajita de mi culo.

          —Antes me he corrido viendo a Daniel corriéndose en tu culo zorrita…

     Metió su lengua en mi culo una y otra vez, luego sus dedos y finalmente arrodillándome en el suelo su polla, perforó una y otra vez mi culo hasta que aferrado a mis hombros empujó hasta el fondo y se corrió bramando como un toro.

     Caí de bruces en el césped, rendida. Viendo como todos desaparecían menos Rafael que seguía sentado en el sillón, esperando a que me relajara. Luego  separó mis piernas poniéndome como una x y colocándose entre ellas apoyó su glande en mi dilatado y dolorido agujerito y empezó a masturbarse.

          —Fóllame Rafael

          —Me muero por follar tu culito ahora, pero no quiero hacerte daño, tres pollas son demasiadas mi vida

     Apoyé las rodillas, subí el trasero y fui clavándome su polla en el culo, él temblaba y empezó a correrse antes de entrar del todo, me masturbé frenéticamente, necesitaba correrme con él y cuando lo conseguí lloriqueé mientras me corría con él, jadeando exaltados, cayendo al suelo sin apenas movernos, con la necesidad de seguir acoplados.

          —Quédate conmigo –susurró

          — ¿Esta noche? -pregunté

          —Siempre –sonreí al entender lo que me proponía

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