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Luna mi Alter Ego VI

en Confesiones

Ahí va el último capítulo de la serie como os prometí hace una semana en el anterior, espero que os guste; yo he disfrutado escribiéndola. Gracias por adelantado por vuestro apoyo y comentarios.

Cesar recibió una inoportuna llamada y no subió a casa, el orgasmo me había dejado más hambrienta que antes por ello me masturbé de nuevo en mi cama solitaria.

No supe nada de él en toda la semana ya que anulo la cita en la oficina. Me sentía frustrada y mi rabia hacia ambos crecía a medida que crecía la necesidad de seguir viviendo lo que ese desconocido me había hecho conocer para luego negármelo.

El lunes volví a trabajar y a media mañana recibí una angustiosa llamada de mi prima; su madre se había puesto mala y ella estaba en el extranjero, no podía volver hasta la siguiente semana.

-No te preocupes cariño yo me encargo de todo, dame un par de horas y te llamo.

Nada más colgar el teléfono a mi angustiada prima, llamé al hospital donde habían ingresado a mi tía y luego fui a contarles todo a Julián y Arturo. Ambos me recomendaron cogerme la semana.

Dos horas después desde casa llamaba a mi prima, despreocupándola le conté que me ponía en camino y que me quedaría con mi tía hasta que ella llegara si hacía falta. Colgué después de prometerle que nada más verla la llamaría.

Esa misma tarde llegué en tren a la ciudad donde crecí, llevaba dos años sin ir.

A mi tía no la había visto en todo el año y la última vez no fue en la ciudad; allí no me quedaba nadie más.

Llegué por la noche al hospital y tras ver a mi tía, hablé con el médico.

Había tenido un problema de riñón y le estaban haciendo pruebas.

Volví a la habitación y me quedé con ella un par de horas hasta que a media noche me mando a su casa, tras discutir media hora ya que no quería que durmiera en un sillón.

-Yo estaré más cómoda si sé que al menos puedes descansar, me apena que hayas tenido que molestarte

-Tía no te preocupes para eso está la familia.

A media noche llegué al barrio y nada más bajar del taxi me di cuenta de lo mucho que había cambiado todo. Pagué la carrera y me dirigí al portal con las llaves de mi tía en la mano. Entre en la casa y me di una ducha rápida con todas las indicaciones de mi tía y donde estaban las cosas había sido fácil.

Salí al balcón y me quede mirando como hacia cuando era niña, me encantaba observar a la gente e imaginarme que vidas llevarían. Miré enfrente y me sorprendió no ver el súper que siempre había estado enfrente, recordé el chico mayor de mirada rara… estaba en ello cuando sonó mi móvil.

-Hola Esmeralda –la profunda voz de Cesar me sorprendió-

-hola Cesar –balbucee sorprendida por su llamada-

-Fui a la reunión y tus amigos me dijeron que habías salido de la ciudad

-Sí, estoy en casa de mi tía

-¿Todo bien?

-Sí, mejor de lo que creíamos-conteste aun extrañada-

-Me alegro. Me muero por volver a follarte –dijo sin más-

Yo con la seguridad del teléfono y la lejanía me dejé llevar

-Yo también

-Pues dime exactamente donde estas

-Estás loco, estoy a dos horas de camino

-¡Dime la dirección Esmeralda! –dijo con tono seco-

Se la di creyendo que no se creía que no estaba en la ciudad, colgó sin despedirse y yo maldije sus malos modos, su darme una de cal y otra de arena y me prometí a misma no volver a caer entre sus brazos, debía pasar página, debía olvidarme de él y del desconocido y volver a coger las riendas de mi vida de una vez por todas.

Me preparé algo de comer siguiendo las instrucciones de nuevo de mi tía y me fui al salón preparándome para ver la tele un rato, para ahuyentar mis demonios. Estaba acabando cuando sonó el timbre.

Me quede muerta al ver por la mirilla a Cesar en la puerta.

-Abre Esme sé que estás ahí detrás

-¿Qué haces aquí? –dije abriendo-

-Te dije que me moría por follarte, ¿me dejas entrar o quieres hacerlo en la puerta? Tiene su morbo

-Pasa –dije con la cara roja como un tomate-

-Eres una golfa, te imaginaste follando en la puerta.

Me acerqué y subí la mano hacia su cara enfadada porque me hubiera llamado golfa, ese hombre me sacaba de mis casillas, su arrogancia no tenía fin.

El me agarró la muñeca y frenó así mi ataque. Sus ojos soltaban chispas a pesar de que sus labios sonreían.

-Ni lo intentes gatita, ya sé que arañas. Pero prefiero ser yo quien te castigué y no al contrario.

-¿Quién te crees que eres?

-Él que te va a follar hasta que me supliques

Mi rabia crecía por momentos, tan deprisa como se mojaban mis bragas antes sus promesas. No podía evitar que ese hombre me pusiera a cien, con caricias, con azotes, por las buenas y por las malas solo podía pensar en que me poseyera cuando estaba cerca.

Mientras asimilaba mis apetencias sexuales su boca atrapó la mía, sus labios y sus dientes devoraron los míos hasta marearme.

-Pon las manos detrás –pidió con voz ronca sobre mis labios-

Ya no era dueña de mí y obedecí buscando su boca para colmar un poco mis ansias, él no dejó de morder mis labios y lamerlos mientras me ataba las manos a mi espalda. Yo no hacía nada, solo me concentraba en respirar entre los gemidos que salían de mi garganta.

-Así me gustas más gatita ronroneando

De nuevo volví en mí y quise apartarlo ante sus palabras pero mis manos estaban ya atadas con su corbata.

-Suéltame estúpido –bramé enfurecida-

-No voy hacerlo gatita

Me apoyó en una de las paredes del salón y metió sus manos entre mis piernas, subió hacia mi sexo y toco las húmedas braguitas

-No puedes evitar excitarte ni cuando te cabreas, ¿ves cómo eres una golfa?

-¡Suéltame!–grité rabiosa intentando apartar la cara-

No tuve éxito y de nuevo devoró mi boca a su antojo mientras sus dedos ahora se colaban bajo mi braga y buscaban el inflamado centro de mi deseo. Temblé al notar como aprisionaba mi clítoris, lo frotaba con destreza haciendo que oleadas de placer recorrieran mi cuerpo hasta doblar mis rodillas. A pesar de dolerme las manos detrás de mi espalda aprisionadas contra la pared, movía involuntariamente las caderas hacia esos dedos buscando el placer.

-Si gatita voy a darte lo que quieres –dijo antes de morder fuerte mis labios-

Lancé un gritito ahogado por el dolor y entonces rozó con sus dedos mi clítoris y me lanzó a un tremendo orgasmo que casi me parte en dos. Dejó mis labios para lamer mi cuello mientras sus manos desabrochaban mi camisa, la sacó de mi falda y la abrió por completo sacando mis pechos por encima del sujetador. Se lanzó a lamerlos, succionarlos y mordisquearlos alargando las sacudidas de mi orgasmo.

Cuando me dolían los pezones de duros y excitados que estaban, los dejó y siguió por mi vientre, besaba y lamia cada rincón de mí piel. Fue bajando hasta soltar mi falda y esta cayó a mis pies.

-Apártala –dijo volviéndose a inclinar-

Lo hice, entonces él agarrando ambos extremos rompió mis braguitas por ambos lados, tiró despacio de ellas frotándolas por toda mi rajita al estirar.

Las tiró a un lado y subió uno de mis pies aun calzados al sillón que había pegado a la pared, se puso de cuclillas y separó los pliegues de mi vulva con dos dedos, entonces sentí su lengua en mi sexo, sus labios succionaban mi carne mientras con la lengua golpeaba mi de nuevo inflamado clítoris. Creí morir de placer cuando sus dedos me penetraron al mismo tiempo.

Aplasté mis manos con mi culo intentando que su boca me devorara aún más aguantando mi peso solo con una pierna y la otra doblada sobre el sillón. Creía que iba a quemarme de verdad ya que mi cuerpo ardía y apenas podía respirar…

Succionó más fuerte y sentí sus dientes apretar sin fuerza. La sensación fue electrizante y al volver a lamer con la lengua plana no pude soportarlo mi cuerpo convulsionó con el mejor de los orgasmos.

Aun gemía y jadeaba cuando soltó mi clítoris subió y dándome la vuelta me apoyó en sillón al tiempo que sacaba su polla del pantalón y me la clavaba agarrándose a mi caderas de un fuerte empujón. Antes que sus huevos me golpearan, volví a correrme y sin importarme ya nada lloriqueaba a cada arremetía, enloquecía de placer sublime en cada empujón.

-Que buenos es follarte Esmeralda. No imaginas el placer que me das cuando te corres y tu vagina me succiona…

Me crecí al notar su tremenda excitación, él también perdía los papeles y eso me gustó. Sacó la polla dejándome desolada. Aun detrás de mí quitó las manos del respaldo y las bajó al asiento dejándome doblada hacia adelante.

-No dobles las rodillas, dame unos minutos y te prometo más.

Miré su polla palpitante, dura y tremendamente mojada de mis fluidos mientras él se desnudaba detrás de mí.

-Tienes un culo espectacular -me dijo a mi lado justo antes de azotarme- esto es por tenerme temblando como un chiquillo y hacer que casi me corriera nada más empezar. Te dije que no te movieras pero como una perra en celo no puedes dejar de menear las caderas cuando te follan.

Ahora sus palabras no me hirieron me excitaron porque eran ciertas, cuando tenía su polla dentro no podía parar de querer más.

-Cuenta los azotes

-Uno… dos… -justo en el mismo sitio-

Mi piel quemaba bajo su mano y mi sexo se mojaba con cada azote convirtiendo el dolor en placer y el escozor en cosquillas que recorrían el interior de mi vagina.

-Tres… cuatro –en el otro lado pero los dos en el mismo sitio-

-Me encanta ver tu culo rojo y sentir el calor de tu carne bajo mis dedos. ¿Te gusta que te azote?

-Me gusta que me des placer, de cualquier manera.

-Diosss gatita tu entrega absoluta roza el pecado

-Cinco, seis…

En el último azote no despegó las manos de mi piel y acarició la zona, noté como volvía a ponerse de cuclillas y sentí su lengua húmeda en la parte posterior de mis muslos, subió hasta llegar a mi rajita y lamió mi ano… madre mía era un placer indescriptible sentir su lengua mojándome mientras sus manos acariciaban mi culo aliviando el escozor de sus azotes.

Gemí extasiada ante nuevas sensaciones cada vez más placenteras, lamió y dilató con su lengua antes de volver a subir y colocarse a mi lado. Giré la cabeza y él acercó su polla a mis labios, poco a poco empujó agarrando mi cabeza y hundiendo su polla en mi boca.

Su mano ahora volvía a acariciar mi culo ya que seguía en la misma postura, sus dedos se colaron en mi rajita y sentí la yema de uno empujar y dilatar mi esfínter. No dejaba de lamerle sin parar.

Él gemía cada vez que mi lengua golpeaba su glande antes de tragarla casi por completo.

-Despacio gatita esto es demasiado bueno

Acaricié con una mano sus testículos sin dejar de lamerle hasta que se apartó y volvió a colocarse detrás de mí, sacó sus dedos de mi orificio y note como empujaba el glande.

Me dolía como la otra vez pero deseaba que me penetrara, subí un poco las manos al respaldo e hice fuerza para que el lentamente me penetrara por completo. Jadeaba como yo y se quedó parado para que mi cuerpo se adaptara unos segundos antes de empezar a moverse en  mi interior.

Sus gemidos subían de intensidad a medida que empujaba más y más.

Empecé a mover las caderas y con una fuerte carcajada pasó la mano hacia adelante, de nuevo friccionó mi clítoris y a cada empujón presionaba y cuando salía aflojaba. Cada vez más fuerte, cada vez más deprisa… un último empujón y sentí su rigidez, justo cuando me corría jadeando, el apoyó las manos al lado de las mías en el respaldo y se hundió aún más mientras sentía su semen caliente llenar mis entrañas.

Había sido el mejor polvo de la historia pensé mientras oía el agua en el baño, me uní a el y pegándome a su espalda le abracé.

-¿Te ha pedido el que vinieras? Necesito que me digas que esto no lo haces como un favor a un amigo-dije con los ojos llenos de lágrimas-

Él se dio la vuelta y agarrando mi cara con sus manos me dijo besando mis lágrimas:

-He venido porque no podía mantenerme alejado, te deseaba demasiado para negarnos esto.

-¿Quién es él? –pregunté-

-No puedo decir más –dijo antes de salir de la ducha-

Lloré amargamente bajo la ducha, mi cuerpo estaba tan satisfecho como mi mente desconcertada.

-¿Puedo quedarme a dormir o prefieres que me vaya?

-Haz lo que quieres –le dije enfadada caminando por el pasillo-

Media hora después se metió a mi lado en la cama, se pegó a mi espalda y tras besar mi espalda me dijo al oído:

-¿Recuerdas el súper que había enfrente? Allí está la respuesta a quien es tu desconocido.

Desperté sola en la cama, recordé como en una nube con flases la conversación antes de dormirme y corrí al salón.

Ni rastro de Cesar, solo el escozor en ciertas zonas de mi anatomía revelaban su presencia anterior.

Me maldije por haberme dormido, por no hacer más preguntas. No recordaba apenas al chico del súper, solo que era bastante más mayor que nosotras y que miraba raro, por más que lo intentaba no recordaba más, y mucho menos que podía haberle hecho para que años después quisiera primero convertirme en una persona distinta, luego hacerme entrar en un mundo desconocido del que me encandilaría y después negármelo todo. También en su rara venganza iba a quitarme a Cesar lo presentía.

Cinco días después llegó mi prima, intenté en esos días contactar con Cesar pero no cogió el teléfono ni respondió a mis mensajes.

Mi tía salió de la clínica y se iba a vivir una temporada con mi prima, los dos últimos días preparamos sus cosas.

-¿Prima recuerdas al chico del súper?

-Si, mi amiga estaba loquita por él y el por ti

-¡¿Que dices?!

-Si primita, ¿no te diste cuenta como babeaba cada vez que te miraba?

Intenté recordarlo, pero no recordaba haber sido consciente de nada. Él era mayor que mis primas y ellas ya tenían cuatro años más que yo, que entonces era una cría.

-Por cierto mi amiga le dijo que le iba a denunciar porque eras menor y además nunca te fijarías en un pobretón  él-espetó mi prima-

Ahora la verdad me golpeo de lleno, por eso me odiaba. Ahi tenía un motivo, el creería que yo había mandado a la amiga de mi prima a degradarle. Por eso me había humillado y usado a su antojo con unos pocos cuartos.

Volví a casa y necesitaba pedirle perdón a pesar de lo que él me había hecho no podía dejar que pensara eso. No me cogió el teléfono que me había mandado, no contestó a mis mensajes. Ni él ni Cesar.

Habían pasado dos semanas cuando Cesar descolgó una de mis llamadas.

-¿Qué quieres Esme?

-Verte

-No podemos, no quiero hacerte daño pero no quiero tampoco una relación. A no ser claro, que quieras follar, eso no puedo negártelo. El sexo contigo es demasiado bueno.

-Pues quedemos para follar –le dije de sopetón-

Colgó el teléfono sin contestarme. Pensé que le había molestado mi insolencia, pero necesitaba darle el recado para su amigo y por qué negarlo, todo mi cuerpo había respondido a sus peticiones.

Llegué a casa tardísimo ese día, entré en el portal y había alguien sentado en las escaleras… era Cesar.

-Hola, tenía que hablar contigo… -le dije-

Se acercó a mí y quitándome las llaves de las manos él abrió el portal y entramos.

-No quiero hablar, he venido a follar. ¿Vas a dejar que te folle?

Porque negarme a la evidencia, ese hombre sabía más que yo lo que deseaba.

-¿No contestas?

Seguía tiesa en medio del salón de mi casa, sin saber que responder. Mi mente gritaba no y mi cuerpo gritaba si

-¿Puedo pasar al baño mientras te decides?–pidió con una triste sonrisa-

Ganó la ardua batalla mi cuerpo y me desvestí por completo dejando mi ropa en la puerta del baño. Vi desde la puerta de mi habitación como sonreía al verla y salté a la cama.

Él fue al salón, cocina, pasillo, habitación uno y por fin entró en la mía.

-Bonita casa gatita, la he visto por completo antes de dar contigo –dijo desnudándose-

Ronronee desnuda sobre mi edredón rosa y separé mucho las piernas enseñándole desvergonzada mi sexo desnudo.

Sonreí al ver su cara de cabreo por mi insolencia, le gustaba llevar el control y se cabreaba si se lo quitaba. Seguí sonriendo al ver su polla dura y gorda y darme cuenta de cuanto perdía el control

Tiró de mis tobillos, me puso como a una perrita, me la metió hasta el fondo de mi vagina entonces perdí yo el control…

Volvimos a follar  durante casi dos horas devorándonos hasta terminar en el suelo. Atesoré cada minuto para recordarlo cuando volviera a desaparecer y justo en el momento final mientras de rodillas sobre él cabalgaba sin piedad sobre su polla dijo:

-Solo una pregunta gatita, te la acabas de ganar con creces

-No tengo preguntas por que se por qué está enfadado tu amigo. Solo quiero que le pidas perdón y le digas que no sabía nada del complot, yo no pensaba eso de él y no sospechaba nada de lo que sentía, él sabrá de que va.

Su cara cambio, pero sus ojos me suplicaban que no parara y no lo hice, movía en semicírculos las caderas con su polla bien dentro de mí y mi vagina apretándolo como sabía que le enloquecía.

-No pares gatita, no pares por dios.

-Me dejaras que le pida perdón –dije bajando la cabeza para morder sus pezones-

Me sentía poderosa y estaba a cien dominando a mi dominador. Tiré de sus tetillas entre mis dientes y mordí más duramente arrancando más gemidos y con más fuerza. Eche el cuerpo hacia atrás y busqué sus testículos, los estrujé sin parar de mover mi cuerpo.

-Nena sí, me vuelves loco –jadeaba enloquecido-

-¿Voy a poder pedirle perdón?-pregunte de nuevo-

-No hace falta que lo hagas

Estaba a punto, quería dejarme llevar a pesar de disfrutar cada segundo y él estaba a punto también. Tiré un poco más y apreté sus testículos mientras mi vagina se contraía,  con los inicios de mi orgasmo. Noté su semen caliente en mis entrañas y busqué su mirada… entonces me di cuenta de todo.

Acababa de descubrir por qué no hacía falta pedir perdón, también supe porque lo primero que reconocí tras nuestro paso por el spa la primera vez fue esa mirada… por eso me resultaba tan familiar y me confundí creyendo que era por el spa. Ya había visto antes esa mirada.

Cesar era el chico del súper, mi desconocido.

-Eres tu Cesar

-Lo siento Esme, escúchame –murmuro-

-¡Vete! –dije cabreada viendo cómo se vestía-

Al día siguiente recibí un mail donde me pedía disculpas por que un día al verme con unas amigas planeo burlarse de mí y humillarme como según él yo lo hiciera antes y someterme a su antojo para luego dejarme tirada. Me contó como al principio disfrutó de mis encuentros sexuales con otros y le excitaba tanto que entro en una espiral de la que no sabía cómo salir. Por eso creo a Cesar y no podía apartarse, volvía de nuevo para intentar saciarse de mí, pero cuando más tenía más quería.

-Por todo ello y aun sabiendo que nunca me perdonaras te pido disculpas –terminó la carta-

Tardé dos días en decidir qué hacer con mi vida y cuando lo tuve claro cogí el móvil que me había regalado y escribí con rapidez.

     “-te necesito, dime cómo puedo hacer para satisfacer esa necesidad”

Esperé con ansia la respuesta que iba a ser definitiva para ambos.

     “-yo no puedo pensar en otra cosa. Esta es mi dirección. ¿Cuánto tardas?”

     “-diez minutos ya estoy lista”

     “-¿lista para?”

     “-lista para todo”

     “-que sean nueve minutos gatita no podre esperar más”

Sonreí antes de tocar el timbre, había hecho mis deberes y estaba en la puerta cuando le mandé el mensaje.

-Solo dos, te adoro gatita. ¿Podrás perdonarme?

-Ya lo he olvidado, tu venganza nos llevó a esto, pues bienvenida sea. Te he echado de menos

-Pues demuéstramelo y quítate las bragas

Me las quite sin dejar de mirar sus ojos hambrientos

-Voy a follarte como te gusta zorra, hasta que grites mi niña preciosa.

Se quitó el cinturón sin dejar de mirarme y me dijo con voz gutural:

-Ponte de rodillas y se buena o tendré que castigarte Luna, mi amor. -Dijo agarrándome del pelo con una mano mientras con la otra se sacaba la polla de su encierro lista para mí-

-Esto promete –sonreí sumisa separando mis labios para darle cabida-

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