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¿Quien va a darme más placer? 2

en Sexo con maduros

Habían pasado dos días desde lo mío con Diego, solo nos habíamos cruzado un par de veces.

Unos días después estaba en el almacén cuando Diego apareció, ambos nos miramos y el rompió el silencio.

-Natalia lo del otro día no puede volver a pasar.

-¿Ha pasado algo?

-Nada especial, simplemente creo que es demasiado complicado

-¿Es por Luisa? ¿Por Marisa?

-Por ambas, también por mí y por supuesto por ti.

-¿Quién de las dos lo sabe?

-Seguro ninguna, sospechan las dos. Se nos complicaría todo, no puedo despedir a Luisa o la liara parda. Marisa no lo tolerara.

-Bien Diego no te preocupes –decidí que no era el momento de suplicar-

Ni siquiera tenía claro que quisiera suplicar, me engañé pensando que podía encontrar en otro sitio lo que él me había dado.

Subí del almacén enfadada, si era lo que quería no sería yo quien suplicara. La cosa quedó ahí, me dediqué al trabajo y nada más. Hasta me dio rabia ver que el día libre Marisa se iba a ver a su amiguita y él se iba con unos amigos.

Al día siguiente llegué temprano y al oí ruidos en la cocina, me acerqué y volví a verles. Luisa de pie al lado de Diego tenía la mano sospechosamente dentro de su pantalón. Él tenía los ojos cerrados y como intuyéndome los abrió y nos miramos un segundo antes de notar por su mirada como se corría. Luisa saco la mano y fue al baño mientras él se quedó apoyado sin moverse, sin dejar de mirarme.

Me fui de allí cabreadísima de nuevo. Más tarde estaba en la recepción colocando mis cosas cuando apareció el:

-Siento lo de antes, pero créeme es lo mejor.

-No te preocupes, soy una voyeur no pasa nada. Es tu vida, haz con ella lo que quieras.

Entonces llegó Marisa y el volvió a la cocina, cuando me cruce con Luisa esta tan solo me sonrió. Había notado la tensión entre yo y Diego seguro, eso si no lo sabía todo por él. Pero tenía claro que lo que había frenado a Diego había sido mayormente Marisa.

Cuando la vi entrar me cabree aún más, me sentía frustrada y con la adrenalina a tope; entonces decidí algo.

-Marisa ¿puedes acompañarme abajo?

-Claro nena ¿pasa algo preciosa?

Me siguió y una vez abajo simplemente le dije subiéndome la falda y bajando lentamente mis bragas

-Cómeme el coño –me la estaba jugando-

Sabía que me deseaba, sabía que le costaba resistirse a mí a pesar de querer a la otra y había decidido que ya que por ella dejaba de tener sexo con Diego iba a darme ella lo que yo quisiera y lo que quería era dominarla. Pero era arriesgado, aunque por otra parte sabía que como mucho se negaría sin más ya que no estaba en posición de echarme nada en cara después de ser ella la que había empezado “lo nuestro”.

Tras unos segundos se acercó y poniéndose de rodillas ante mí, subió mi pie a una caja y empezó a lamerme lentamente. La agarré de la cabeza y la apreté más contra mi sexo, estaba a punto de correrme en su boca y dos minutos después lo hice. Ella no dejo de lamer hasta que me relajé, solo entonces se levantó y se dispuso a irse cuando le dije.

-Sube tu falda y quítate las bragas

De nuevo sumisa obedeció, por su mirada supe que la excitaba la nueva situación, me acerque a ella y sin previo aviso busque su entrada y la penetre con dos dedos, enseguida añadí un tercero y seguí penetrándola con dureza hasta que le dije:

-Ahora quiero ver cómo te corres guarra

Se corrió entre jadeos y no pare de follarla con mis dedos, arriba alguien la llamaba y a pesar de notar los nervios en su cuerpo no se movía. La empujé sentándola en una silla y me arrodille separé sus muslos y me lancé sin pensar a comer su coño.

Ella jadeaba sin importarle ya quien la buscara, le daba igual ya si bajaba alguien solo decía:

-Si nena sigue, que bueno. Vas hacer que vuelva a correrme

Mordisquee su clítoris y lo succioné hasta hacerla gritar de nuevo con otro orgasmo.

-Ahora si puedes subir guarra.

Ella bajo la cabeza y tras colocarse de nuevo las bragas subió y al momento la oí hablar con Luisa, entonces subí colocándome la coleta y me pase la mano por los labios, al pasar ante Marisa le sonreí y ella me devolvió la sonrisa agradecida y saciada. Entonces deje claro a Luisa que si ella se tiraba al jefe yo a la jefa.

En lo sucesivo hice de Marisa mi sumisa total, encantada obedecía cada una de mis órdenes, supongo que hasta para compaginarla con su otra relación era más fácil, se sentía menos culpable.

-Marisa ¿cuándo se vayan los del salón pequeño iras y me esperaras allí completamente desnuda?

Apenas me reconocía, cuando más dura era con Marisa más me excitaba y aunque ella me saciaba completamente anhelaba el sexo que me había dado Diego.

-Aun esta mi marido

-Lo sé, él está en la cocina no saldrá de ella

No dijo más bajo la cabeza y al salir los últimos clientes por la puerta la vi desaparecer en el salón. Desde la cocina Diego la vio entrar y me vio seguirla. Supe que se asomaría por eso estaba tan excitada.

Me senté en una mesa cerca de donde estaba Marisa desnuda.

-¿Puedes lamerme como una perra?

No levantaba la cabeza y eso me ponía a mil, despacio se arrodillo entre mis piernas y subió mi falda para comprobar que no llevaba bragas, oí su jadeo al darse cuenta. Mire hacia la puerta y le vi, allí plantado mirando.

Separé más los muslos y Marisa como la experta que era lamio mi coño más de diez minutos seguidos.

-Muy bien perra sigue lamiendo hasta que me corra.

Alentada por mis palabras lamio y lamio hasta que me corrí en su boca, cuando pude hablar le dije.

-Levántate y apoya las tetas en la mesa.

De nuevo sin mirarme obedeció, separé los cachetes de su culo y sacando el pepino que había escogido, le puse un preservativo y la penetré lentamente con él.

Ella jadeaba como una loca apoyada en la mesa.

-¿Te gusta verdad perra?

-Si Natalia

-Pues demuéstramelo, si en un minuto no te has corrido te lo sacare y me iré.

No tuve que esperar el minutos casi al final de mis palabras sentí como se tensaba y enseguida se corrió, el pepino resbalaba con la cantidad de jugos que había entre sus piernas.

-Estas chorreando perra, siéntate en la mesa.

Separé con dos dedos los labios de su sexo y mordisquee directamente su clítoris, ella se quejaba y jadeaba con igual intensidad hasta que volvió a correrse.

-Ahora vístete y vete a casa puta

Lo hizo en silencio y solo antes de salir me sonrió desde la puerta, cuando ella salió y oí la puerta de la entrada volví a ver a Diego, le sonreí mientras quitaba el preservativo del pepino y poniéndole otro me lo metí ante él de un solo golpe. Lo apoyé en la silla dejándolo todo dentro mientras me desabrochaba la camisa, sacaba mis tetas y me las acariciaba pellizcando mis pezones, sin dejar de mirarle. Movía mis caderas haciendo que el pepino se moviera en mi interior. Deje de mirar sus ojos para mirar su mano dentro del pantalón moviéndose.

-Sácala, quiero ver cómo te corres

Se la saco y mordiéndome los labios agarré el pepino y empecé un rápido mete y saca que me llevo al borde.

-Voy a correrme

-Hazlo puta, córrete cerda

Gemí como una loca; mientras yo me corría viendo el potente chorro de semen que salía de su polla, seguí el recorrido hasta el suelo. Dos chorritos más siguieron el mismo camino mientras mi mirada se nublaba del placer de ese orgasmo.

Descansé un par de minutos así y luego saque el pepino, me levanté y coloque mi falda, el me miraba sin moverse del sitio, pase por su lado y le di el pepino.

-Toma, para que anime tus aburridas pajas. –Le dije saliendo del salón y del restaurante-

Así empezamos una nueva rutina, yo observaba cada una de sus pajas y el mis encuentros con su mujer. Al final siempre le daba un recuerdo, el pepino, mis bragas…

Así pasaron un par de semanas, un domingo noche antes de empezar con las cenas, le pedí a Marisa que se tumbara en una mesa, le separé los muslos, aparte sus bragas y después de lamerla un poco le metí unas bolas chinas.

-Tienes que llevarlas toda la noche sin correrte

Como siempre obedeció, se bajó de la mesa y dio un respingo al moverse las bolas en su interior, la vigile toda la noche y estaba rara, excitada, pero sin rastro de orgasmo.

Se lo recordé un par de veces durante la noche.

-No puedes correrte

 Al acabar Marisa se iba a dormir al pueblo y no vendría hasta el lunes por la tarde, ya que el lunes estaba cerrado. Cuando terminamos de recoger le dije a Marisa:

-¿Te has portado bien?

-Si, como siempre

Ya solo quedaba Diego en la cocina y una de las señoras limpiando el resto se habían ido, me acerque a ella y apoyándola en el mueble de la recepción, desabroche un par de botones de su camisa y empecé a magrearle las tetas. Ella jadeaba disfrutando de mis caricias rudas.

-¿Te gusta que te sobe las tetas?

-Mucho nena.

Se las mordí sabiendo que él ya nos miraba. Metí mi mano bajo su falda y apartando las bragas tire del hilito entre sus piernas, muy despacio.

-Córrete ahora

Di un tirón y saque las bolas por completo mientras ella arqueando el cuerpo se corrió. Se colocó la ropa.

-Dile a Diego que te lleve a casa antes que se vaya al pueblo a llevar a María.

-Vete tranquila, a lo mejor me voy antes que ellos a María aun le faltaba.

Cuando se fue entre en la cocina y hable unos minutos con María mientras la mujer terminaba de limpiar.

-Ya está María, acabaremos el lunes. Espérame en el coche.

María recogió y salió de allí dejándonos a solas.

-¿Estarás aquí cuando vuelva?

-Si

Me prepare un café y me lo tome sentada en la barra, diez minutos después oí la puerta y un Diego más oscuro que nunca se acercó a mí.

-Natalia me he cansado de ver como sometes a mi mujer… -dijo con voz dura-

-¿Estas enfadado? Te noto raro

-¿Tienes miedo Natalia de haberme crispado demasiado con tus juegos?

-No tengo miedo

-Pues deberías porque estoy harto y hoy las cosas se harán a mi manera

Tras su última frase me cogió del ante brazo y me bajo del taburete, su mirada era más oscura que la noche mientras me llevaba a la cocina.

No dije nada cuando me soltó y me dijo que no me moviera, apareció con unas cintas.

-Quítate la camisa y el sujetador y pon tus manos en la espalda.

Las puse y me ato las muñecas, quede en medio de la cocina desnuda de cintura para arriba y atada.

-Me encantan tus tetas –me dijo acariciándomelas-

Me agarró el dobladillo de la falda y la subió a mi cintura y se quedó mirando mis braguitas rosa con perritos y gatitos.

-Eres la leche nena, eres capaz de dominar sexualmente y someter a una mujer más de veinte años mayor que tú y luego llevas unas braguitas como esas. Eres mi heroína, mi sueño hecho realidad, trastornas mi existencia niña.

Metió su mano bajo mis bragas y toco mi coño ya chorreando. Me sonrió y me llamo zorra pero solo me importaba que siguiera haciéndolo, que me diera más y más placer, necesitaba ser de nuevo enteramente suya. Me corrí entre sus dedos mientras él lamia mi cuello, la parte de atrás de mis orejas…

-Quiero probar de nuevo tu sabor. –Dijo arrodillándose ante mí-

Separó mis labios y sacando la lengua intentó rozar toda mi rajita, haciendo palanca en mi clítoris hinchado y atrapándolo luego entre sus labios, succionándolo hasta que de nuevo grite sin poderme mover aprisionada contra la pared  con mis manos atadas en la espalda.

Me soltó las manos y masajeo unos minutos mis muñecas, mis brazos y mis hombros, para volver a atarme esta vez delante.

Me subió a la mesa larga que ocupaba toda la cocina y tumbándome en ella coloco mis brazos por encima de mi cabeza y pasando entre ellos y las ataduras una cinta que ato manteniéndome mis brazos estirados.

Separó mis piernas y sacándose por primera vez la polla del pantalón la froto por mi carne encendida.

-Fóllame Diego, por favor

-No pequeña aun no, tienes el coño más caliente y estrecho que haya probado jamás. Me muero por volver a follármelo.

Siguió moviendo su gordo glande mojándolo con mis juguitos hasta que lloriquee de anticipación, babeaba por sentir esa polla partiéndome en dos y de repente la metió hasta la mitad muy lentamente

-¿Te gusta guarra?

-Sí, mas…

Me agarró de las caderas y empujo con toda su fuerza sentí su polla bien adentro, mi vagina tirante la apretaba mientras el empezó a moverse furiosamente dentro de mí, salía casi completamente y se hundía de un solo golpe.

-Me corro no pares por favor, dame más fuerte –le dije gimiendo y moviendo la cabeza a ambas parte-

Me dio lo que quería hasta que volví a correrme esta vez mojando y apretando su polla tan fuerte que me agarró los muslos, empujo una vez más y se vacío dentro de mi coñito mientras este todavía le apretaba y soltaba la polla.

-Eres una zorra, no he podido resistir los espasmos de tu orgasmo en mi polla. Aun no tenía que correrme golfa y tendré que castigarte.

Todo me daba igual menos lo que me hacía sentir, deseaba que siguiera follándome hasta dejarme sin sentido.

Me desató y me dio la vuelta atándome de nuevo hacia abajo sobre la mesa. Se puso a mi lado y sentí el calor de su mano en mi culo al darme un fuerte cachete. Enseguida un segundo y más fuerte cachete sacudió mis nalgas, sentí un tremendo escozor, me picaba el trasero pero mi coñito se mojaba con cada golpe aunque cada vez fuera más duro.

-¿Te duele?

-Si

-Pues tienes el coño empapado –dijo humillándome mientras lo comprobaba con dos dedos y yo no podía evitar gemir como una perra en celo-

Estaba allí atada y con el culo ardiendo y más excitada que nunca, si el dolor era el precio por el placer lo aceptaba de buen gusto.

Se fue a la nevera y saco de dentro un pepino el doble de grande y gordo que el mío. Pensé que no me cabria, pero lentamente lo introdujo completamente en mi vagina provocándome un nuevo orgasmo.

-Voy a prepararme algo para beber nena, luego vuelvo.

Me dejo atada en la fría mesa de la cocina, el culo me ardía y aun así deseaba que siguiera conmigo, aunque fuera castigando mí ya dolorido trasero. Tardo más de veinte minutos en regresar con un vaso en la mano. Mi coño seguía bien abierto y lleno con el pepino.

-Me sorprende tu aguante y tu capacidad para sentir. Te has corrido mil veces y aquí estas aguantando con el culo rojo y ardiendo, el coño abierto ¿y aun así quieres más, verdad?

No podía apenas hablar, no tenía fuerzas. Dejo el vaso a un lado mientras sacándose la polla la metió en mi boca.

-Chupa cariño, como solo tú sabes

Lamí golosa su polla hasta que maldijo sacándola. Volvió a desatarme y esta vez dejo libres mis manos, me tumbo y puso mis pies al borde de la mesa. Empezó a mover el pepino que aún seguía dentro.

-Flexiona más las rodillas hacia tus pechos y agárralas.

Así está más expuesta, más abierta para el que saco de nuevo su polla y llevándola a mi entrada trasera me penetró lentamente. Sentí un dolor punzante al principio, pero lentamente mientras movía el pepino en mi coño seguía ganando centímetros en mi culo y así me sentí doblemente penetrada.

-¿Te gusta nena sentirte completamente llena verdad?

-Sí, Diego –dije frotando mi culito ardiendo por la fría superficie de la mesa-

Empezó primero lentamente pero cada más más deprisa a moverse, a entrar y salir de mi culo hasta que le vi jadear y sudar.

-Voy a llenarte de semen cielo, necesito correrme en tu culito preciosa

Apreté su polla y sentí el potente chorro llenar mis entrañas, sus gemidos llenaban la estancia y entonces saco lentamente el pepino y su polla al mismo tiempo y el calor me inundo, jadee y él empujó ambos una vez para que me corriera como una loca de nuevo.

Me llevó a mi casa, a mi cama y se acostó a mi lado, me trajo el desayuno a la cama y me lo dio, volvimos a dormir hasta el mediodía que me levanté y comimos antes de volver a follar esta vez despacio hasta corrernos juntos y abrazados. Nos dormimos tras hablar de que teníamos que cuidar con que ellas no se enteraran.

-Pero mi niña no puedo renunciar a esto…

Dormimos toda la tarde hasta que me desperté y mirando hacia la puerta vi a Marisa mirando nuestros cuerpos desnudos, sudorosos y saciados. Diego también se despertó y la miro asustado por cuál sería su reacción.

Pasaron unos segundos y ella volvió a mirarme y descubrí algo, estaba celosa pero también cachonda. Entonces supe cuál era la solución.

-Desnúdate Marisa y ven aquí –señale la cama-

Ella bajo la cabeza y ante la incredulidad del mismo Diego se desnudó lentamente y se tumbó a mi lado sumisa….

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