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Mi noche más morbosa en un tren III

en Hetero: Infidelidad

      Esa morbosa noche y ese tren... quedan tan lejos ya...

      

     Me puse un bikini, un vestido playero, cogí la bolsa de playa y bajé a recepción para esperar a que me recogieran.

     Pasamos la mañana en una calita algo alejada, comimos por ahí y volvimos a media tarde; llegamos a la casa que habían alquilado todos ellos y allí estaban tres de los padres.

     No vi al padre de Carmen por ninguna parte, las mujeres tomaban el cálido sol de la tarde mientras Fernando estaba en una mesa dándole al portátil, apenas levantó los ojos para saludar.

     Los maridos de Laura y Carmen se lanzaron al agua y ellas se unieron a cotillear con sus madres mientras se quitaban la ropa para quedarse en bañador.

          -¿No vienes al agua Raquel?-pidió Carmen, yendo hacia allí-

          -Luego, ahora me muero de sed –dije pidiendo permiso para entrar a por agua-

          -Claro niña, ve a la nevera.

     Entré en la cocina preguntándome donde estaría él. Abrí la nevera y al cerrarla le vi en el marco de la puerta.

          -Hola golfilla, te he visto desde arriba.

          -Hola –balbucee-

     Pasé por su lado y me dio un cachete en el trasero mientras decía.

          -Tienes un culo espectacular, todavía me relamo.

     Me uní al grupo nerviosa y expectante; en el fondo esperaba ansiosa que ocurriera algo. Me senté en la mesa, no me apetecía bañarme. Cogí una revista del montón y estaba ojeándola cuando el padre de Carmen se sentó a medio metro de mí en el mismo banco y también cogió una revista.

     No podía concentrarme en la lectura con el tan cerca y di un respingo cuando note su mano en mi muslo. Aprovechó que en el otro lado de la mesa habían estirado un par de toallas para que se secaran y por delante nadie podía ver lo que sucedía bajo la mesa. Además ellas estaban delante en sus tumbonas dándonos la espalda y tampoco había buena perspectiva desde la piscina aunque no hubiera habido las toallas colgando.

     Sus dedos acariciaban la piel desnuda de mis muslos, durante unos minutos no intentó nada más que acariciarme.

     Busqué a Fernando en una mesita delante también al lado de las tumbonas de ellas, este estaba ensimismado en su ordenador.

     La mano subió sin pudor hasta la braga de mi bikini y un escalofrió recorrió mi columna cuando presionó sobre la tela, al momento e irresponsablemente me mojé. Le miré de reojo y su sonrisa maléfica me calentó aún más.

     Sus nudillos masajeaban mi sexo y yo me fundía sin levantar la mirada de la revista. Unos minutos después sus dedos apartaban la braguita y enredó sus dedos en los rizos de mi pubis, antes de buscar la hendidura donde encontraría mi clítoris dispuesto.

          -Mira que pinta tiene este plato –dijo enseñándome una foto del periódico y aprovechando para acercarse-

     Sonreí mirando la foto y la sonrisa se me heló en los labios cuando sus dedos me penetraron.

          -Te gusta más esto que la foto verdad putita –dijo en un susurro-

     Empezó a mover los dedos en mi interior sabiendo que eso me llevaría al orgasmo, entró y salió mil veces encharcando mi sexo excitadísimo. Apenas podía controlar mis gemidos cuando el agarrando mi mano la posó sobre su erección, sin mirarle empecé a mover mi mano sobre la tela de su pantalón, esta estaba tensa y sonreí como una tonta satisfecha al saber que él estaba tan excitado como yo.

          -Mete la mano dentro –volvió a susurrar-

     Nos masturbamos un buen rato, cuando intuíamos el orgasmo aflojábamos para alargar la excitación de saber que solo ambos sabíamos lo que pasaba bajo la mesa, ante todos y eso aunque suene fatal en ese momento era lo más excitante de todo.

     Sus dedos entraban hasta el fondo de mi vagina mientras con el pulgar rozaba mi clítoris, yo agradecida por el placer de sus caricias meneaba su polla con la avidez que sabía que a él le gustaba. Noté su polla palpitar y la solté para que no se corriera aun, agarré sus testículos y los masajeé.

          -Eres la mayor de la putas, estas chorreando. Quiero ver cómo te corres y como haces que me corra yo ante todos –susurró de nuevo con voz entrecortada-

     Volví a aferrar su polla  dispuesta a llegar al final, sus dedos entraban y salían sin clemencia mientras podía oír el chapoteo entre mis piernas, miré al frente y todos estaban a sus cosas, bajé la cabeza y mordiendo mis labios percibí como el orgasmo me atrapaba; mientras me corría en silencio advertí su tensión y al segundo su semen caliente bañó mi mano, no paré de meneársela, ni él de moverse en mi interior mientras nos corríamos.

     Aprovechó un momento de despiste para meterse en el agua sin que nadie vislumbrara el rodal sospechoso en su bañador.

     Yo me quedé sentada esperando un rato para no llamar la atención, aunque al final me di un chapuzón rápido.

     No hubo ocasión para las despedidas privadas, al día siguiente Fernando me recogería en el hotel.

     Había decidido bajar a desayunar antes de hacer las maletas ya que Fernando no pasaría hasta las once.

     Eran solo las ocho y ya tomaba mi primer café cuando una mano se posó en mi hombro.

          -Buenos días putita, desayuna bien antes de subir a la habitación para acabar con nuestro acuerdo y sellar mi silencio. No tengas prisa, pero quiero que suba la más completa de las putas dispuesta a darme lo que le pida –dijo pidiéndome las llaves de la habitación-

     Se fue dejándome anonadada, ya no esperaba su visita y aunque me cueste admitirlo mis braguitas estaban de nuevo húmedas. Aun así esperé un tiempo prudencial para no parecer desesperada.

     Subí casi media hora después, toqué a la puerta y me abrió.

          -Hola golfa, pasa –se apartó dejándome entrar-

          -Necesito hacer un pis-dije balanceándome sobre mis pies-

          -Ahora no puedes, quítate el pantalón y las bragas –me pidió en tono más seco aun que de costumbre-

     Él llevaba solo un bóxer que no escondía su tremenda erección.

     La camiseta no tapaba mi pubis que quedaba expuesto a su escrutinio.

          -Estas tan rica Raquelita, date la vuelta –dijo en un suspiro-

     Al igual que por delante también por detrás era corta y no tapaba mi generoso culo.

          -Voy a necesitar unas semanas para reponerme de este tute; pero teniendo a una golfilla como tú a mi disposición hace que mi polla apenas se apacigüe a ratos.

     Apoyó las manos en mis hombros y empujó para que me pusiera de rodillas. Metió la mano dentro de su calzoncillo y sacando su polla la acercó a mis labios.

          -saca esa lengüecita pequeña zorra

     La necesidad de hacer pis se incrementaban con la excitación.

          -Así lamela de arriba abajo como tú sabes –dijo agarrándola fuerte con su mano-

     Tras lamer varias veces todo el tronco puse morritos, él la llevó allí y literalmente penetró mi boca con su polla. Despacio entraba más y más hasta que sentí sus testículos golpear mi barbilla. Acababa de tragarme toda esa tranca, apenas podía respirar y él con mi pelo en un puño me mantenía quieta.

          -Te la has tragado toda mamona, que placer me das niña.

     Intenté succionar pero apenas podía hacer nada más que abarcarla en mi interior.

          -¡Tócate! -me gritó-

     Mis dedos solo rozaron mi sexo y casi no controlo las ganas de hacer pis. Sacó lentamente la polla de mi boca.

          -¿Porque no obedeces?-preguntó con tranquilidad-

          -No puedo, necesito hacer pis.

     Me levantó de la mano y me llevó hacia el baño, me colocó de rodillas en la bañera, se sentó al borde de esta y metió su mano entre mis piernas, buscó mi clítoris y lo frotó con los nudillos de una mano mientras la otra desaparecía bajo mi camiseta.

          -No puedo… por favor para -gimotee-

          -No zorrita, córrete ahora

     Agarró mi clítoris y estallé en un rarísimo orgasmo por controlar lo incontrolable

          -Aparta tengo que hacer pis –casi grite-

          -Hazlo, no voy a parar

     Siguió rozando mi sexo mientras miccionaba y sentía el calor correr por mis muslos, el miraba entre mis piernas con morbo y allí de rodillas avergonzada por no controlar mi cuerpo volví a correrme como una loca entre sus dedos.

     Bajé la cabeza mientras su mano abandonaba mi entrepierna.

          -Dúchate –dijo sin moverse de donde estaba, abriendo el grifo de la ducha-

     El agua mojó mi camiseta y esta se pegó a mis pechos ante su hambrienta mirada.

          -Tus tetas son espectaculares hasta tapadas, enséñamelas –exigió-

     Yo sumisa me deshice de la camiseta y mis duros pezones apuntaron al frente, me enloqueció tanto verle pasar la lengua por sus labios que volví a excitarme al instante. Miré el bulto que necesitaba sentir dentro y decidí ganármelo.

     Me enjaboné lentamente froté mis senos explayándome en los pezones, los pellizqué y noté como tomaba aire, luego seguí por mi torso y metí la mano entre mis piernas para enjabonar mi sexo y de nuevo su pecho se hinchó. Estaba cubierta de espuma y di el siguiente paso. Inclinándome hacia adelante pasé mis dedos por su erección y poniéndome de rodillas empecé a mordisquearlo junto con la tela.

     El jadeo sin apartarme y eso me incitó a seguir, saqué su sexo y besé el glande, lo chupé con ganas y volví a tragármela casi toda, pero esta vez no me quedé quieta y descorrí el camino volviendo al glande. Así alterné los chupetones de la punta con las lamidas al tronco varias veces, justo hasta que jadeo entregado a mi mamada; entonces agarré sus pelotas y las sobé antes de lamerlas también con fuerza, levantándolas y moviéndolas con mi lengua.

          -Si mamona que bien lo haces golfa.

     Aguantó unos minutos estoicamente, pero volvió a accionar la ducha y el agua hizo que parara, dejé que esta aclarara mi cuerpo y luego me ayudo a salir. Yo estaba de pie mientras él seguía sentado en el borde de la bañera y tirando de mí me acercó, me colocó entre sus piernas y empezó a lamer mi torso mojado. Chupó cada gotita de agua, acercándose peligrosamente a mis tetas, dándoles el mismo trato sin parar en ningún punto, incendiando mi piel bajo su lengua.

     Luego bajó de nuevo y evitando mi pubis siguió hacia mis muslos, mis pantorrillas y para terminar me giro para seguir por mis riñones hacia abajo.

     Temblaba sintiendo como conquistaba cada rincón de mi piel con su lengua, mientras crecía en mí la necesidad de ser poseída.

     Me llevó a la cama, me sentó al borde de esta y abriendo mis piernas se arrodilló entre estas y al segundo su gloriosa lengua daba latigazos en mi rajita, yo ya sin pudor gimoteaba a cada sacudida, apoyaba bien las plantas de mis pies haciendo fuerza en el suelo para mover ligeramente las caderas.

     Viendo su cabeza entre mis piernas la situación se me antojaba de lo más excitante, le agarré del pelo y tiré, el devoró con más furia mi sexo y estallé como una posesa en su boca.

     Aun palpitaba cuando se levantó y poniendo mis piernas en sus hombros hundió su dura estaca en mi coñito y lloriquee de placer. Me folló como un poseso durante un buen rato antes de darme la vuelta y volver a metérmela para seguir entrando y saliendo de mi encendida vagina.

          -Sacas mi lado más salvaje golfa, me encanta darte fuerte y ver como disfrutas –decía con voz entrecortada por sus jadeos cada vez más fuertes-

          -No pares, no dejes de follarme por favor –dije completamente entregada a ese hombre-

     Me agarré al colchón para soportar sus arremetidas furiosas y profundas que volvían a colocarme al límite de lo soportable; entonces apoyó una mano en mis riñones y con la otra buscó el sitio exacto de nuestra unión, juntó dos dedos y empujó estos junto a su polla, sentía mi vagina tirante, al momento los sacó y los llevó a mi otra cueva, sin miramientos esta vez penetró mi ano sin piedad con sus dos dedos.

     Lancé un grito de sorpresa… placer… y todo mi cuerpo se estremeció cuando cogió el ritmo de su polla. La doble penetración me llenaba mientras a lo lejos oía sus gemidos y unos minutos después sentí los espasmos de su polla vaciándose en mi interior mientras mi propio orgasmo me arrastraba a  un caleidoscopio de placer indescriptible.

     Aún estaba en mi nube cuando le oí decir:

          -gracias por estos tres días. Ha sido un auténtico placer. Podría decirte que me arrepiento de haber sido tan mezquino, pero nena te mentiría, volvería hacer eso y cualquier otra bajeza si con ella tenía el placer de disfrutar como lo he hecho agarrado a tus caderas.

     Quedé rendida, agotada y unos minutos después me di cuenta que estaba sola en la cama.

     Me aseé un poco, recogí lo que faltaba y bajé a esperar a Fernando. Llegó puntual e hicimos parte del camino casi en silencio, paramos a comer y apenas comentamos un par de cosas, ninguno de los dos quería profundizar en nada. Queríamos mantenernos alejados el uno de la otra, yo sobre todo necesitaba pasar página para poder pensar desde fuera en lo que había sucedido esas vacaciones.

     Aparcó el coche debajo de mi casa:

          -Siento haberte metido en esta vorágine, todo se desmadró cuando descubrimos que no solo éramos dos desconocidos en un tren y eso implica a más gente que a ambos nos importan.

          -Cierto –le dije bajándome del coche-

     Subí a mi casa y me asome enseguida a la ventana, vi que aún estaba allí y espere a que encendiera su coche y desapareciera de mi vida para siempre.

     Me obcequé en olvidar las caricias de Fernando y los momentos tórridos con el padre de mi amiga, quise volver a la normalidad, pero dos días después me  dije que no era posible, no podía olvidar a ninguno de los dos ya que para bien o para mal los dos me daban cosas distintas y mi cuerpo anhelaba ambas.

     Dos días después me cruce con Fernando una noche por el centro, yo iba con dos amigas y el con un grupo de hombres.

          -Hola Raquel

          -Hola Fernando, ¿qué tal la familia? –Le bese ambas mejillas-

          -Muy bien gracias, he tenido una reunión e íbamos a tomar una copa antes de retirarnos.

          -Me alegro, diviértete –le dije antes de volver con mis amigas-

          Nuestras miradas se encontraron un par de veces esa noche, los dos restamos importancia a la tensión tangible entre ambos, a los comentarios tontos del grupo con el que íbamos.

          Al final de la noche él se acercó a la barra donde estábamos, pidió su cuenta y la nuestra y lo pago todo. Mis dos compañeras de trabajo quisieron devolverle de alguna manera la invitación y le dijeron:

          -Ahora vamos a ver a una amiga, si te apetece te invitamos a la última –dijeron ambas abrazadas-

     Pensé que declinaría la invitación, pero me sorprendió al decir:

          -Dadme un minuto y nos vemos fuera

          -¿Raquel vienes en mi coche y así me guías?

     Fui tras el de mala gana y mientras llegábamos le dije:

           -No creo que aceptar haya sido buena idea

           -No, no lo ha sido. Pero a veces me cuesta frenarme –dijo con honradez-

     Le miré y sonreí recordando las veces que no se había frenado conmigo, el también sonrió recordando lo mismo.

     Al momento apartamos las imágenes de nuestras mentes y me puse seria mirando a ambos lados.

          -Es allí; tienes que intentar aparcar

          -Bien

     Pasamos el local y siguió por la misma calle sin salida hasta el final, allí pudo aparcar.

     Ambos salimos del coche como si el asiento nos quemara, fuera estaba muy oscuro y dio la vuelta para ayudarme.

     Cerré la puerta del coche y entonces le sentí detrás de mí, pegó su cuerpo al mío haciéndome cómplice de su erección.

     Sus manos aferraron mis caderas y acercando sus labios a mi oído me dijo:

          -No puedo evitar desear follarte

     Como respuesta moví el culo apretándome más a él, sus dedos se clavaron en mi carne.

     Sus labios ahora ya no hablaban, ahora besaban mi cuello con desesperación.

          -Dime que pare Raquel

          -No quiero que lo hagas –dije sin aliento-

     Sus manos subieron mi falda y una se coló bajo mis bragas, sorteando mis rizos para buscar la hendidura, pasó los dedos por ella mojándolos en mi humedad mientras yo eché la mano hacia atrás y palpé su dureza.

          -Joder que mojada estas

     Su mano apreso mi sexo apretándolo y me giré subiendo mi cara para devorarnos mutuamente, mientras ahora me aferraba del culo pegándome bien a él,  yo me separé unos centímetros para desabrochar su pantalón

          -¿Aquí? –preguntó sorprendido y excitado-

          -Ahora –le contesté presa de un deseo febril-

     Me ayudó a desabrocharle y saqué su miembro palpitante, le masturbé y volvió a darme la vuelta, de un tirón me bajó las bragas, me las quitó con rapidez guardándoselas en el bolsillo antes de agarrársela y llevarla entre mis piernas.

     Ambos jadeábamos ya cuando dio un paso atrás me inclinó un poco y su polla ahora rozó mi raja, la cogió y la colocó en mi entrada, volvió a agarrarse a mis caderas y me la metió muy, muy despacio hasta el fondo.

           -Madre mía que placer volver a estar en tu coñito, estrecho, caliente y húmedo

     Su polla era más suave pero llenaba por completo mi sexo, se movía a un ritmo endiablado golpeándome contra el coche a cada arremetida.

     Noté que abría la puerta del coche y me subió un pie, asa podía penetrarme más adentro, doblaba las rodillas y empujaba, allí en medio de una calle medio desierta me folló como a una perra.

     Los dos jadeábamos al borde del orgasmo en cinco minutos; agarró mis tetas y las masajeó sobre mi ropa diciéndome al oído lo mucho que le estaba gustando follarme en medio de la calle.

     Me corrí al momento y un segundo después llenó mi coñito de semen caliente y espeso.

     Me puse las bragas con su semen aun dentro y fuimos hacia el local donde nos esperaban, tomamos esa copa entre miradas cómplices y al final de la velada se ofreció a acompañarme a casa y acepté.

          -Saber que llevas mi semen en tu coñito me ha vuelto a poner a cien –me dijo en el coche-

     Llegó a mi casa, bajó tras aparcar y sin palabras subimos juntos, nos desnudamos y volvimos a follar en mi cama.

     Volví a despertarme sola, pero a media tarde regresó.

          -No quería irme sin despedirme pero dormías como un bebe -dijo subiéndome la camiseta-

     Durante mucho rato se dedicó a mis tetas, luego se dedicó a mi sexo y después volvió a follarme tranquilamente.

     Cenamos a media noche y sin fuerzas nos dormimos. Por la mañana me dijo:

          -No puedo pasar de esto, necesito seguir viéndote, ¿vas a dejarme volver?

     Asentí sabiendo que acababa de convertirme en la amante de un hombre casado que no solo me doblaba la edad sino que conocía a su hija.

     Así empezó nuestra cómoda relación, en la que ambos seguimos con nuestras vidas por separado y nos veíamos al menos dos veces por semana donde dábamos rienda suelta a nuestra pasión.

 

     Una tarde el marido de Carmen me llamó diciéndome que le preparaban una fiesta sorpresa a su mujer y me pedía ayuda.

Le dije que si encantada y nos vimos un par de veces para preparar las cosas, a medida que se acercaba el día me preocupaba la situación.

          -Espero que todo salga bien –le dije a Fernando en la cama-

          -Claro, no te preocupes más.

     También me preocupaba el hecho de volver a ver al padre de Carmen, pero dispuesta a lidiar con todo llegué a casa de Carmen, ella no estaba, su madre se la había llevado.

          -Hola preciosa –me dijo su padre al abrirme la puerta-

           -Hola vengo… -dije casi tartamudeando-

          -Ya lo sé, mi yerno se ha reunido con ellas para disimular más, me ha dicho que te diga que solo falta lo tuyo, que todo está en la encimera de la cocina.

     Joder me tocaba quedarme a solas con ese hombre que me ponía de los nervios.

          -Vale, voy a poner esto en las mesas –dijo enseñando los manteles-

          -¿Qué tal tu vida guapa? –dijo ayudándome-

          -Muy bien

          -Me alegro que todo te vaya bien

          -Gracias

     Montamos las mesas y lo colocamos todo a falta aun de una hora para que empezaran a llegar los invitados.

     Mis nervios estaban al límite e imágenes de ese hombre y yo invadían mi mente con nitidez aunque los hubiera desterrado durante meses. No quería sentirme así de vulnerable, pero era incapaz de olvidar lo que sucedía cuando estábamos juntos.

     Notar su frialdad me cabreaba y supe que me había cabreado todos esos meses en los que esperaba alguna señal por su parte sin quererlo admitir.

     -¿Puedo hacerte una pregunta Raquelita?

     No estaba preparada para verle de nuevo y lidiar con él y menos con esa pregunta que lo cambiaba de nuevo todo.

                                   -¿Alguna vez mientras el te folla, te has acordado de mi?

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