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Adios a la ñoña (final)

en Sexo con maduros

     Miraba con la respiración aun entrecortada tras el clímax el pequeño cuerpo de Marta, sus pechitos jóvenes subían y bajaban manchados de esperma, su vientre plano y los rubios pelitos púbicos también. Atraído por la escena estiré los dedos para tocar la humedad viscosa que ella había recibido gustosa y que ahora bañaba su blanca piel y la embadurné repartiendo más mi esencia por ella.

     Marta era una chica divina a la que cualquier hombre sensato gustaría llevarse a la cama, como habría pensado antes incluso yo, tiempo atrás habría enloquecido y vibrado con ella.

     A día de hoy mi cuerpo ya no era joven como el de ella, pero era exigente después de conocer las mieles de la pasión arrolladora de mano de su prima.

     Había disfrutado poseyendo su cuerpo rebosante de vida, espoleado por el deseo prohibido y ahora una vez saciado mí cuerpo, mi mente pedía a gritos sentir la plenitud que sentía al dejar que  Iria me arrebatara un poco el alma en cada encuentro sexual.

     Mi sexo flácido descansaba aun entre el nido de vello de su pubis cuando me giré para darme  cuenta que la mujer que llenaba mi mente y se había convertido en mi mayor obsesión miraba impertérrita la escena.

          -Hola chicos no esperaba encontraros a ambos y mucho menos que os divirtierais de lo lindo sin mí –dijo forzada-

          -Iria lo siento –dijo la prima bajando de la mesa cuando me separe-

          -No lo sientas Marta, en el fondo supe desde el principio que te habías quedado con ganas de mas

          -Iria… -no me dejó continuar-

           -No te excuses tú también, lo que más me ha molestado si os importa a alguno no es haberos visto follar, ya que recordad yo propicié el primer encuentro. Lo que más me ha molestado ha sido que lo hicierais a escondidas.

      Se fue dignamente a su habitación y no quiso verme en los siguientes días, supe que habían aclarado las cosas  con Marta, pero no conmigo. Decidí esperar pacientemente que estuviera preparada para hablarlo.

     A mitad de semana no tenía noticias suyas y decidí llamarla.

          -Hola Iria

          -Hola

          -Lo siento

          -Agustín esto no va a funcionar

          -Estaba funcionando

          -No, solo lo parecía. Si hubiera funcionado no te habrías tirado a mi prima.

     Los dos necesitamos cosas distintas en estos momentos.

     Yo quiero seguir experimentando y conociendo cosas nuevas, no quiero atarme a una relación con un hombre que además está casado.

     Por otra parte creo que tú has probado el placer del sexo furtivo y ahora te gusta demasiado para parar y conformarte con tu primera amante que aunque te guste no está siempre que lo deseas.

          -Iria no volverá a pasar

          -No me basta con eso, la desconfianza me hará pensar día a día si has vuelto a rendirte a sus encantos o a los de otra mientras esperas mis visitas.

      Sé que no me entiendes, que te parece desmesurado para una relación como la nuestra, pero cuando te parezca que no es para tanto, ponte en mi sitio. ¿Crees que si fuera al revés y fueras tu quien me viera correrme en brazos de otro hombre lo tolerarías mejor?

          -No, no tengo alma de cornudo consentido

          -Yo tampoco de cornuda.

     No había vuelta atrás, la había perdido y lo curioso que mis miedos por sentirme apartado me habían llevado a terminar entre las piernas de su prima y ahora sus miedos la llevarían a ella a buscar lo que teníamos en brazos de otros hombres sin que yo pudiera hacer nada.

     Pasaron los meses y poco a poco mi vida volvió a su cauce, seguía añorando su piel, su risa, su sexo… pero empezaba a hacerme a la idea.

     Tres meses después de que se acabara el destino volvía a acercarla, esta vez solo debajo de mi casa y no debajo de mi cuerpo que era lo que hubiera querido.

     Entonces empecé a verla ir y venir por el barrio, a veces sola, a veces con compañía de ambos sexos. Me reconcomía imaginarla con otros pero no me tocaba otra que aguantarme.

     Ella me saludaba de manera cariñosa pero siempre distante, al contrario de Marta que seguía de lo más simpática.

     Un fin de semana de esos en los que estaba solo en casa, estando en balcón oía la música proveniente de su casa y con la excusa de quejarme baje a ver qué pasaba.

     Me abrió Marta, algo perjudicada por el alcohol.

          -Hola vecino, es mi cumpleaños. Pasa y tomate una copa.

     No iba a desaprovechar la oportunidad de ver a Iria. Entré y había una docena de personas repartidas por el salón, en el sofá sentada charlando animadamente con un chico de su edad estaba ella.

     Marta me mandó a por un vaso y al momento apareció en la cocina.

          -Toma échate tú mismo –dijo quedándose pensativa-

          -Gracias

          -Ahora me estaba acordando de lo bien que lo pasamos, que rabia que mi primita no sea un poco más abierta, podríamos pasar buenos momentos -dijo arrastrando las palabras-

          -No te preocupes ya por tu primita, porque no pasa nada por como yo sea ya que él es dueño de hacer lo que quiera, ya hace un siglo que no tenemos nada.

          -Primita sabes que no es verdad y que el sigue esperando que le perdones ese polvo; no va a repetir para mi desgracia.

          -Creo que deberías plantearte dejar de beber ya, además Alfonso esta aburrido se han ido casi todos

     Alfonso era lo más parecido a una pareja que tenía Marta, casi de mi edad y como yo casado, solo que ellos tenían una relación claramente abierta en la que cada uno hacia lo que quería y cuando quería, aunque siempre sospeché que Marta lo hacía más por despecho que por placer.

          -Si se aburre que se vaya con su mujercita –dijo Marta con desprecio-

     Volvimos al salón y media hora después solo quedábamos los cuatro, Iria, Marta, el tal Alfonso y yo.

     Este hablaba animadamente con Iria y ya le había pillado dos veces mirándola con ojos de lobo.

     Marta y el tío hablaban entre ellos mientras Iria había ido al baño, aproveché el momento para ir a coger una lata de la nevera.

     Al volver la escena había cambiado por completo, Marta estaba sentada a horcajadas sobre los muslos de él y se besaban apasionadamente, mientras la mano del hombre en su culo empujaba el pequeño cuerpo de ella hacia él.

     Pero no fue eso lo que me dejó pasmado, lo que me dejó inmóvil donde estaba fue la otra mano de él, esta acariciaba la cara interna de los muslos de Iria, sentada a su lado.

     No quería mirar y no podía dejar de hacerlo, quería irme y aun así sabía que no iba a hacerlo.

     En ese momento Iria me miró y me dolió ver deseo en su mirada, no apartó la mirada, no intentó ocultar el placer que sentía y supe entonces que ese iba a ser mi penitencia, porque aunque no tuviera alma de cornudo esta noche iba a sentirme como tal y no tenía derecho a parar aquello, porque yo lo hice primero y porque no era mi pareja.

     Sentándome en una silla junto a la mesa quería dejar claro mi distanciamiento de lo que estaba pasando en ese sofá.

     Iria separó las piernas sin dejar de mirarme y esa mano subió hasta sus braguitas y se coló  dentro.

     Marta dejó de besarle la boca para besar su cuello mientras desabrochaba su camisa, él aprovechó el momento para girar la cabeza y besar a Iria, mientras ellos se besaban Marta abandonó su regazo y arrodillándose entre sus piernas sacó su erecto miembro para llevárselo entre los labios y empezar a chupetearle.

     Él gimió sobre la boca de mi niña y ella también gimió, supe que sus dedos la penetraban.

     Ella era libre para jugar con su cuerpo y con quien quisiera, pero yo no me iba a quedar puntuando.

     La miré por última vez antes de levantarme y decirle adiós con mis labios, sin palabras y salí de allí dando un portazo.

     No quería irme a casa y crucé hacia el parque, me adentré entre los arboles buscando el más apartado de los bancos, donde tantas veces había estado con ella charlando para evitar miradas ya que además de estar alejado y casi oculto desde el podías  ver subir a cualquiera.

     Y así fue como la vi venir media hora después, caminaba tranquilamente sabiendo donde encontrarme.

      Llevaba un vestido de verano corto y suelto por encima de las rodillas y unas chanclas brasileñas. Se había recogido el pelo en una coleta y con la cara lavada de nuevo parecía una chiquilla inocente. Y entonces vino una frase leída anteriormente en alguna parte “cuanto más puro e inocente es algo, más placer da corromperlo, pervertirlo”.

     -Hola Iria, ¿Qué más quieres? Me hubiera quedado hasta el final para que tuvieras tu merecida venganza, pero lo siento no tengo vocación de cornudo consentido.

     -no sé qué quiero, solo sé que te necesito

      La miré de arriba abajo y a pesar de la rabia y de que tan solo un minuto antes maldecía el momento en que la conocí, no podía evitar desearla con la misma intensidad de siempre o más.

      Me levanté con rabia hacia mí mismo y hacia ella por ese deseo y agarrándola con fuerza de la muñeca la llevé tras el banco, ella dócil se dejó hacer.

     Apoyé sus manos en él y agarrando el dobladillo de su vestidito lo subí descubriendo su culito redondo y lleno, desnudo como imaginé al verla llegar.

     Aun con poca luz pude ver la blancura de su tersa piel y mi polla se removió dentro de mi pantalón. Me jodía desearla de esa manera y por ello necesitaba que supiera que no me gustaba sentir lo que sentía.

     Llevé mi mano entre sus piernas recordando que minutos antes había estado ahí otra mano y eso me hizo ser aún más duro de lo que solía gustarle.

     Subí y busqué entre los pliegues de su vulva, froté con ansia su rajita y unos segundos después la penetré.

     Entré y salí primero con un dedo, luego dos y al final la penetraba con tres. Ella se retorcía sin soltar el banco aguantando cada arremetida, soportando el castigo de mi mano. Oírla disfrutar volvió a enervarme y agarrando su cola, tiré de ella arqueándola hacia atrás para lamer su cuello, sus mejillas y su boca.

          -¿Vas a correrte? –le dije sobre su boca-

          -Si –dijo alargando la “i”-

     Cuando llego al clímax le metí la lengua, para sentir sus gemidos en mi boca.

     Ella llevó la mano hacia atrás intentando tocarme pero me aparté, y dándole una palmada en el trasero le dije:

          -¡Estate quieta! No crees que a tu nuevo amiguito no le gustaría ver lo salida que estas después de…

           -Vete a la… -dijo ella enfadada-

     Intentó irse y entonces solté su cola y la agarré de las caderas:

          -¿Dónde crees que vas? ¿Ya no quieres lo que buscabas con ansia hace un minuto?

     Pareció pensar que hacer durante unos segundo y pude notar perfectamente el momento en que su cuerpo se rendía y se relajaba a la espera de lo quería.

     En ese instante la adoré más que nunca y desabroché con ansia mi pantalón, saqué mi sexo inflamado por el deseo de estar dentro de ella, lo coloqué en la entrada. Ella subió las caderas y empujé ligeramente ayudando con mi mano a que entrara el glande.

     Ella suspiró y desesperadamente despacio por elección propia fui entrando en su cuerpo, rozando las paredes de su estrecha vagina que abrazaba mi pene envolviéndolo en un calor húmedo enloquecedor.

          -Por fa –imploro-

          -¿Qué quieres pequeña? ¡Pídemelo!

          -Fóllame fuerte, necesito sentirte –dijo sin vergüenza-

     Solté de nuevo sus caderas, coloqué mi mano plana sobre su pubis y con la otra agarré de nuevo su colita de caballo y empujé con fuerza hasta el fondo, ella gimoteó y yo ni pude gemir concentrándome para no correrme.

     Ella dejó que tirara de su pelo, que en cada arremetida sus muslos golpearan el banco y solo mi mano protegía su pubis de esos golpes, curve los dedos para que en cada empellón estos rozaban su clítoris y gracias a Dios dos minutos después se corría y salí al momento al borde de nuevo de mi propio orgasmo.

     Le di la vuelta, le bajé el vestido y la apoyé en el banco, levanté una de sus piernas y volví a penetrarla esta vez mirándola mientras lo hacía, ella se mordía el labio como tanto me gustaba verla, los ojillos le brillaban y sus mejillas estaban rojas.

     Sus juguitos mojaban mis muslos, ella echó la cabeza hacia atrás y lamí la curva se su cuello, agarré la otra pierna abriéndola más, sujetándola solo con mis arremetidas y el banco, ella se aferraba a este con sus manos sin dejar de mirarme con intensidad.

     Miré entre sus piernas y pude ver mi sexo desaparecer dentro de ella, coloqué mis manos bajo su culo sopesándola mientras arremetía y de repente estuve perdido al oírla decir entre pequeños jadeos.

          -Córrete, me muero por sentir tu semen en mi encharcada vagina y entonces me correré contigo otra vez

     Me perdí en su interior dejando mi cordura junto al semen que escupía mi sexo con furia en su interior, en más cantidad que nunca por el tiempo que llevaba sin correrme y la excitación del momento. Entonces ella como prometió volvió a correrse y con sus espasmos terminó de vaciarme completamente sintiendo como me succionaba con su vagina.

     Cuando salí ella se quedó apoyada en el banco y vi mi semen escurrir por sus muslos, ella también miró y luego me sonrió.

          -Deberías irte antes de que pase algún vecino y creyendo pillar a dos jovenzuelos con las hormonas removidas se dé cuenta que es el maduro vecino de enfrente con la vecinita de abajo, mientras su mujer duerme en casa –le dije recordando como había empezado todo y pensando en que habría pasado después-

     No paré de llamarme imbécil mientras la veía cruzar el parque con la mirada baja, queriendo consolarla tras haberla herido deliberadamente por no poder dejar de pensar en que había venido a mí porque otro la había puesto a mil.

     Tardé unos días en volverla a ver, cuando entré en el bar de siempre ella estaba sentada en la barra con una amiga. Me coloqué a su lado y pude oír como le decía.

          -Ahora me quedo yo con el apartamento, de momento viviré sola, pero no me planteo alquilar la que había sido mi habitación, ahora que Marta se ha ido me he cambiado de habitación.

     Entendí por la conversación que Marta había decidido salir de una relación tormentosa y empezar de nuevo en otra parte.

     Esperé a que se quedara sola y me acerqué.

          -¿Que ha pasado?

          -Marta se ha ido, ¿no te lo ha dicho?

          -Para Iria no sigas insinuando cosas, no hay nada entre ella y yo desde aquel día

     En ese momento se acercó alguien a saludarla y volví a mi sitio.

     Intenté mantenerme alejado de ella, no quería seguir haciéndonos daño.

     Un mes después era viernes y bajaba a tomar algo cuando el ascensor paró en su planta y ella entró.

          -Hola, cuanto tiempo sin verte –le dije distante-

           -Yo te he visto alguna vez pero estabas con gente y no quería ponerte en un aprieto

          -No te preocupes puedo saludar a mis vecinas, lo que no puedo hacer es follar en el parque –dije recordando aun con rabia mi comportamiento la última vez-

          -¿Te follas a muchas vecinas? –pidió ensañándose-

          -¿Te estas ofreciendo? –seguí en el mismo tono- ya te dije que solo tenías que pedírmelo.

          -Antes de volver a ti se congelara el infierno

          -¿Segura? –le dije acercándome peligrosamente-

     Ella reculó pegándose a la pared del ascensor, yo apoyé las manos en el cristal y bajé la cabeza buscando sus labios, ella me rechazó y eso solo hizo que deseara más hacerlo.

     Cogí su cara con una de mis manos y atrapé sus labios con mis dientes, tiré de ellos con fuerza y ella gimoteo. Aflojé la presión de mis dientes y alivié la zona lamiéndola. Presioné mi cuerpo contra el suyo y ella notó mi erección.

          -Yo estoy segura, ¿lo estás tú? Porque tu polla no lo tiene tan claro

     Su sonrisa triunfal ante mi erección sacó esa parte que había guardado bajó llave después de aquel día en el parque.

     Metí la mano dentro del pantalón de deporte que llevaba y busqué bajo sus bragas, enseguida di con su humedad y victorioso empapé mis dedos en su rajita y los saqué para friccionarlos ante sus ojos.

          -No veo nada de negación en esto princesita, en el fondo eres más golfa de lo que tú misma quisieras ser y no lo puedes evitar.

     Volví a besarla con furia mientras le decía sobre su boca.

           -Aunque intentó no querer, quiero comerte enterita -dije en un arranqué de sinceridad-

     Esperé que se riera de nuevo, ya no me importaba. Necesitaba poseerla más que a nada.

     El ascensor paró y esperé, ella estiró la mano y en vez de abrir la puerta apretó el botón y este volvió a subir. Ninguno dijo nada, hasta que este volvió a pararse, ella salió y abrió la puerta de su casa y yo la seguí sin voluntad ninguna.

     Cerró la puerta cuando entré y vi los cambios que ella había echo.

          -¿Quieres tomar algo?

           -No Iria, quiero follarte, quiero ver cómo te retuerces, quiero ver como gimes…

     Le dije arrodillándome rendido ante ella, tiré de su pantalón y su pubis ahora cubierto de un fino vello apareció ante mí y me lancé como un náufrago a saborear su sexo. Sentía su pelito hacerme cosquillas en la cara y era una encantadora novedad.

     Intenté lamerla entre las piernas pero en esa postura apenas llegaba, aun así no quería separarme, no quería dejar de respirar su olor, de saborear su dulce sabor.

     Ella jadeo débilmente hasta que con mis dedos separé un poco los labios de su sexo y pasé mi lengua entre mis dedos, rozando su carne húmeda y caliente, mientras ella intentaba abrirse más, para facilitar mi tarea.

     Apretándola con una mano por el culo, abriéndola con los dedos y haciendo fuerza con mis labios conseguí que vibrara con mi lengua rozando su botoncito inflamado.

     Cuando noté su orgasmo tiré de ella y se arrodilló ante mí, la tumbé y subí sus piernas juntas aun con los pantalones, no podía quitárselos sin quitar sus zapatos y no había tiempo para tanto, mi polla babeaba dentro de mi pantalón ansiosa.

     Coloqué sus piernas en mi hombro y liberé mi erección, la llevé a su entrada y de una sola arremetida la hundí por completo en su cuerpo. Ambos nos movíamos de manera limitada pero estaba en su interior, sintiendo su cuerpo apretando mi sexo y me sentí en el paraíso ...                                            

     Me apoyé más sobre sus piernas doblándola, sus rodillas rozaban casi su pecho mientras yo empujaba como un poseso, sin salir un milímetro, resbalaba en el suelo, me molestaba mi ropa, la suya y no podía parar de metérsela, como un enfermo, como dos animales y así sentí el primer coletazo de un orgasmo que recorrió mi cuerpo como un rayo, estalló salvaje recorriéndome haciendo que todo mi cuerpo se convulsionaba mientras me vaciaba en su interior y entonces la miré y supe que estaba al borde.

          -Córrete pequeña mientras me vacío, aprieta mi polla cielo.

     Y en ese momento se arqueo debajo de mi mientras su mirada se nublaba y estalla de nuevo otro orgasmo en ella.

     El placer al ver como se corría hizo que la venda se cayera de mis ojos y me di cuenta en ese momento allí en el suelo detrás de la puerta de la calle, ambos vestidos, tan solo rozándonos por nuestros sexos que amaba a esa chiquilla.

     Pude haber llorado como un niño al saber que mis demonios no eran ficticios, estaba en sus manos porque la amaba y era eso lo que mantendría atado a ella el resto de mis días aceptando lo que ella quisiera darme.

     Sin salir de ella la desnudé lentamente y una vez desnuda la llevé a la cama, donde le hice el amor lentamente hasta que de nuevo la frenética pasión nos envolvió y terminamos follando como salvajes de nuevo. Esta vez deleitándome excitando cada rinconcito de su piel.

     Cuando los dos descansábamos y mi cuerpo cedía al cansancio y oía su respiración aun entrecortada, cerré los ojos para asimilar mis sentimientos.

          -No pasó nada aquella noche con el novio de Marta, quise acerté el mismo daño que tú me habías hecho, pero no pude. Cuando te fuiste me encerré en mi habitación y luego fui a buscarte.

          -¿Porque no me lo dijiste? –le dije de lado apoyado en un codo-

          -Porque no podía, tenía miedo.

     La besé feliz al saber que mi niña no había podido, iba a pedirle de que tenía miedo y vi que se había dormido.

     Me quedé un ratito mirándola, disfrutando viéndola desnuda, dormidita mientras sus pechos subían y bajaban por su respiración.

     Me dije que era un enfermo al notar un pequeño y leve movimiento entre mis piernas. Antes de irme la besé en la frente.

          -Te amo mi niña –se me escapo-

     Entré en la cocina y abrí la luz, la nevera y bebí leche directamente de la botella. Como aquella noche vi luz en su cocina y me fijé en Iria tras la ventana.

     Le sonreí con el cuerpo dolorido después de la tórrida noche de pasión y vi como ella llevaba algo en la mano y escribía con ello en el cristal.

     Cuando leí lo que ponía, dejó de importarme nada ni nadie, solo podía leer y releer su frase que hacía que mi corazón se detuviera y latiera desbocadamente.

          “YO TAMBIEN TE AMO”

(al final ha vuelto un poco la ñoña)

 

 

 

Gracias por leer la serie y opinar. Espero que os haya gustado. Yo lo he intentado.

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