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El lobo feroz

en Dominación

     Laura mi amiga no paraba de hablar mientras yo me retorcía relajada en la cama tras una larga siesta.

     Era sábado y ya se acaban las vacaciones. Me alegre de haberme dejado convencer por mi amiga para pasar una semana en la casa que sus padres habían alquilado para sus vacaciones en un cercano pueblo de la capital. Allí habíamos cargado pilas, habíamos pasado los días de playa y las noches de terracitas.

          -¿Cenamos donde ayer? -me preguntó entusiasta-

           -Bien –contesté pensando en invitarla a ella y a sus padres en agradecimiento por su hospitalidad-

     Me costó convencerlos, pero pagué la cuenta y dejando a sus padres con unos amigos fuimos a despedirnos del grupito de amigos de Laura que se habían convertido en los míos esos días.

     Estábamos tomando unos refrescos cuando vimos a los vecinos de la casa de al lado; entre Laura y un par de chicas más me pusieron al tanto de las habladurías de esa pareja y su vida sexual.

     Se decía por allí que daban fiestecitas “especiales” en su casa, que colindaba con la que habían alquilado los padres de Laura. Me extrañó lo que oía ya que no me daban el perfil, se les veía una pareja de mediana edad de lo más normal y en mi fuero interno pensaba que esas parejas eran, digamos que distintas a la pareja que cenaba tranquilamente en la terraza.

     Pasé el resto de la noche sin quitarme a la pareja de la cabeza y observándolos de vez en cuando hasta que un ratito antes que nosotros se fueron. Una horita después nos fuimos nosotras; quedando con algunos en vernos en la ciudad algún día para salir.

     No tenía sueño y salí al balcón a leer un ratito mientras Laura chateaba con un amigo en la habitación.

     Estaba enfrascada en la lectura mientras de soslayo echaba alguna mirada al lado donde la pareja de antes mantenía las luces exteriores encendidas aunque no se veía a nadie.

     Oí el ruido de un coche llegando y pensé que serían los padres de Laura pero el coche se detuvo frente a la casa de al lado. Se abrió la barrera y el coche paró en el sendero, por un acto reflejo apagué la luz y me quedé a oscuras viendo como un hombre bajaba del coche, y el marido salía a recibirle. En vez de entrar en la casa siguieron el pequeño senderito hacia la terraza delantera mientras la puerta automática se cerraba.

     Ambos se sentaron en la terracita oculta a la vista de la gente de la calle por la pared forrada de vegetación, solo desde mi balcón se podía ver las figuras de esos hombres sentados charlando con tranquilidad.

     Entonces vi salir a la esposa con una bandeja, pero mi mayor sorpresa fue su atuendo, esta llevaba un vestido negro cortísimo y muy ajustado que dejaba a la vista cada generosa curva de su cuerpo, en una madurez esplendida.

     Lo siguiente que llamó mi atención fue que esta sin prestar atención a su marido se dirigió al otro hombre y le sirvió con ceremonia, mientras este sin mirarla siguió charlando sin prestarle la más mínima atención, casi con grosería ya que ella se quedó quieta a su lado.                                                 

     Alucinada vi como el marido le hablaba y sin poder oír desde donde estaba nada solo me quedaba estudiar las reacciones para imaginar que se estarían diciendo.

     A continuación la mujer se arrodilló ante el marido y vi flipada como él le ponía lo que parecía ser un collar al cuello del que se veía colgar una correa.

     Me removí incrédula y excitada en mi silla sin poder apartar la mirada del trio, viendo como el marido le pasaba el extremo de la correa al otro hombre que tirando de ella hizo que la mujer a cuatro patas se acercara a él; separó las piernas para que esta tras unas palabras  hurgara en su pantalón.

     Suspiré al imaginar lo que venía a continuación, porque aunque no pudiera distinguirlo sabía que le estaba sacando la polla, para a continuación empezar a lamérsela, mientras el hombre se relajaba en la silla ante la atenta mirada del marido que no perdía detalle de la mamada de su mujer a otro hombre.

     Noté la humedad entre mis piernas mientras la mujer subía y bajaba la cabeza sin descanso a la que supuse se tragaba toda la tranca de ese hombre. Sin apenas ser consciente metí la mano bajo mi short y bajo mi braguita encontrándome con mi encharcado sexo, empecé a acariciarme mientras les miraba oculta en las sombras del balcón.

     Estaba muy excitada mirando a hurtadillas, sentía como se aproximaba mi orgasmo, fantaseando incluso que era mi boca la que subía y bajaba por ese falo anónimo. Presioné mi clítoris inflamado y el orgasmo estalló con fuerza mientras me mordía los labios para no delatarme ante ellos y que no me oyera tampoco Laura.

     No dejé de frotar mi clítoris entre dos dedos viendo como el hombre sin soltar la correa daba tironcitos acercándola más, entonces subió la cabeza y pude ver su cara mientras supuse se corría y yo volví a correrme al tiempo que reconocía esa cara.

     Mi cuerpo temblaba tras el tremendo orgasmo, mientras procesaba el descubrimiento en mi mente nublada aun por el placer. Mientras lo asimilaba todo, la mujer se incorporó limpiándose la boca con la mano mientras él le pasaba la correa a su marido y esté levantándose la hacía recorrer la terraza a cuatro patas tras él, ambos seguidos de cerca por el otro.

     Pasé toda la noche pensando en lo que estaría sucediendo en esa casa, alucinada por quien era el hombre.

     No podía contarle nada a Laura, me sentía avergonzada por expiar y por excitarme, sobre todo después de saber quién era el hombre.

     Me guardé para mí todas las sensaciones de esa noche, pensé en eso hasta el mismo instante en el que llegué a mi trabajo el lunes.

     Había temido ese momento aun sabiendo que no podía evitar encontrarme con “El”, porque ese hombre que llenaba mi mente desde el sábado era nada más y nada menos que uno de mis compañeros de trabajo.

     Al llegar le vi salir y dirigirse a una de las mesas cerca de la mía, hablaba con mi compañera y luego al pasar ante mí me saludó como hacia siempre, con voz templada y fría, con un simple “buenos días señorita Suarez”.

          -Buenos días señor Ros –contesté evitando mirar-

     Antes apenas había reparado en él aunque llevaba allí desde siempre, nunca participaba en nada fuera de la empresa y dentro de ella no es que tampoco fuera muy amigable, aunque he de decir que en su trabajo era un fuera de serie y conseguía siendo el enlace entre los de arriba y los de abajo pasar desapercibido por ambos.

     Pasaron los días y lejos de olvidar lo sucedido cada vez que le veía volvía a revivir las escenas que vi esa noche a escondidas.

     Contra toda lógica empecé a obsesionarme con ese hombre de más de cincuenta, que nunca había mirado dos veces anteriormente, vigilando todos sus movimientos, incluso un par de veces me pilló mirándole.

     Unos días después habíamos quedado los compañeros para cenar y tomar algo en el local que siempre frecuentábamos.

     Cenamos y a medianoche entrabamos en el local y para mi sorpresa dando un vistazo al sitio le vi en la barra.

     No quería decírselo a las otras, quería disfrutar a solas de su presencia.

     Me sentí rara toda la noche, él no se acercó pero fui consciente de su presencia toda noche y esta se convirtió en un secreto entre los dos ya que él no salió de entre las sombras, en las que pensé que se habría cobijado siempre.

     Pasaron un par de desquiciantes horas antes de que me decidiera a dar un paso hacia adelante, me levanté y me acerqué a la barra supuestamente a pedir una bebida, pero realmente quería acercarme a él.

          -Hola señorita Suarez, creí que no iba a acercarse en toda la noche

          -Tampoco usted lo ha hecho  -dije pensando en si habría venido aposta-

          -Te estaba esperando, no quería alternar con las demás

          -¿Y conmigo si?

          -Si

          -¿Porque yo?

          -Espero que me digas que ha cambiado desde que volviste de tus vacaciones -soltó sin más-

          -No sé de qué me habla –le dije avergonzada-

          -Los dos sabemos de qué hablo y por ello espero que vuelvas a tu sitio, que disfrutes de la noche y cuando ellas se vayan les digas que te quedas porque has visto a unas amigas y vas a tomarte la última. –su voz era tan convincente…-

          -¿Por qué piensa que haré lo que me pide?

          -Vuelve con ellas y piensa en ello. Estas preciosa con ese vestidito, con el pareces una niña buena y me hace pensar mil maneras de corromperte –dijo mientras me giraba para irme-

      Llegué a mi sitio sintiendo arder mi cuerpo, con las rodillas temblando y tan excitada como siempre que él entraba en mi mente desde esa noche en la que todo cambió.

     Media hora después les dije a mis amigas exactamente lo que me había dicho, sentía demasiada curiosidad por todo lo que rodeaba a ese oscuro hombre.

     Cuando llegué a su lado me pasó un vaso, le di un trago y descubrí que era lo que había estado bebiendo toda la noche; el detalle me gustó.

          -¿Vas a decírmelo?-preguntó mientras yo daba un trago-

          -No pasó nada

     Terminó su bebida en silencio y esperó a que yo terminara la mía.

          -Vamos te llevo a casa –dijo levantándose-

     Le seguí por el atestado local hasta la calle, él daba grandes zancadas lo que me obligaba a andar muy deprisa. Nos alejamos de la puerta y de la gente; entonces paré.

          -Lía no voy a comerte, llevas toda la noche mirándome como si fuera el lobo feroz y solo voy a dejarte en casita.

     Le seguí hasta el coche; durante todo el camino ninguno de los dos hablo, ni siquiera me pidió donde vivía, pero algo más de quince minutos después paró ante mi portal.

          -Te vi el sábado noche. ¿Era eso lo que tú también creías?-le dije sin poder contenerme más-

          -Sí, supe que algo te pasaba el primer día, que estabas rarísima conmigo y entonces indagué donde habías pasado las vacaciones, así supe que estabas en la casa de al lado…

          -Veo que haces los deberes -dije sorprendida por la rapidez con la que se había movido-

          -Ahora que ya está todo claro y sabes de que va la cosa, creo que lo más inteligente que puedes hacer en estos momentos es irte a casita, allí estarás a salvo del lobo feroz.

     Me bajé del coche sin despedirme y fui hacia el portal, sus palabras danzaban en mi cabeza, me paré unos segundos, para mirar cómo estaba fuera apoyado en la puerta de la que yo había salido.

     En ese instante sentí la certeza que iba a arrepentirme si volvía a la seguridad de mi casa, cuando todo mi ser vibraba de curiosidad y excitación.

      Volví al coche y parándome a unos centímetros de él le dije:

          -¿Qué pasaría si no quisiera quedarme?

          -Que te meterías de lleno en la guarida del lobo y allí se juega según sus reglas. Lía por más que te desee no lo hago de la manera que tu esperas, no quiero hacerte el amor, quiero follarte, quiero poseer tu cuerpo a mi manera y no tengo claro que vayas a poder llevarlo y menos que vaya a gustarte.

          -¿Eso no tendría que decidirlo yo?

     Me miró de arriba abajo y asintió dándome la razón, entonces disfrutando de la sorpresa en su cara entré de nuevo en su coche. Él se quedó unos segundos quieto y luego dando la vuelta entró y puso el coche en marcha.

     Al llegar casi al centro, paró ante un edificio antiguo totalmente restaurado. Aparcó casi enfrente, colocó una tarjeta ante el volante y bajó, esta vez sí me abrió la puerta.

     Le seguí a la entrada, al ascensor y a la puerta de su casa. Me abrió y encendiendo la luz me hizo pasar primero.

     Un pequeño distribuidor y entramos en el enorme salón donde lo que más destacaba eran las cristaleras desde las que se veían todas las luces de la calle y los antiguos edificios del centro y una enorme chimenea.

          -Tienes una vista espectacular –dije girándome y pillándolo por sorpresa mirándome concienzudamente-

          -Verdaderamente –dijo sin referirse a las vistas exteriores-

     Se me erizó el vello al notar que seguía mirando sin disimulo, sus ojos resbalaron por mi cuerpo endureciéndome hasta los pezones ante la intensidad de su mirada.

          -Lo que más me gusta de ti Lía es que ni siquiera eres consciente de lo apetecible que eres para mí.

     Dos zancadas, y su nariz rozaba la mía, notaba su respiración, su olor invadía mis sentidos y me derretía ante la intensidad con la que sentía todo al lado de ese hombre al que hacía tiempo conocía sin conocer de verdad.

          -Necesito saber ahora hasta donde estas dispuesta a llegar con esto –dijo pasando dos dedos por mis labios-

     Suspiré cuando sus dedos siguieron por mi barbilla, bajaron con lentitud por mi cuello…

          -Tengo miedo al dolor –le dije recordando a la mujer del collar-

          -No puedo prometerte que no te duela, pero si puedo asegurarte que ese dolor solo será el preludio del placer. No te hare daño Lía, tienes que confiar en mi para que esto funcione, necesito que pongas tu cuerpo en mis manos, a cambio prometo proporcionarte todo el placer que seas capaz de sentir sin causarte más dolor del que seas capaz de soportar. ¿Tu curiosidad es suficiente para probar?

          -Si

          -Ven conmigo –dijo sin tocarme-

     Le seguí por el pasillo con mil sensaciones recorriendo mi cuerpo, su aspereza y despego me excitaba más que si me hubiera sobado y besado. Estaba gestionando el polvo de manera tan diferente a lo que estaba acostumbrada que me mataba de ansia y curiosidad.

     Llegamos al dormitorio, donde otro ventanal dejaba entrar las luces de la calle y alumbraba en penumbras la habitación cálida en la que solo había una cama, una mesita y un enorme sillón en el que se sentó.

          -Desnúdate Lía –exigió sin rastro de emoción en su voz-

     Los dedos me temblaban cuando metí las manos bajo mi corto vestido y arrastré las medias, me descalcé sintiéndome torpe, luego bajé la cremallera de mi vestido y dejé que este cayera a mis pies, quedándome ante el en ropa interior. Sentí el calor del suelo radiante bajo mis pies mientras esperaba su siguiente movimiento.

     Su oscura mirada recorría mi cuerpo excitándome ante la soberbia que había en su voz.

          -Todo Lía, no veo que estés desnuda

     Cuando llevé mis dedos al cierre del sujetador dijo:

          -Date la vuelta

     Me puse de espaldas a él, desabroché el sujetador y me lo quite, aun sintiendo su mirada me relajaba no ver sus ojos hambrientos y feroces. Tras el sujetador me quité las bragas y me quedé quieta.

          -No te muevas –espetó-

     Le oí moverse por la habitación mientras yo frente a la cristalera miraba sin ver nada.

          -Túmbate en la cama Lía

     De espaldas a él anduve hacia la cama y me tumbé como había pedido, temblaba ligeramente por la anticipación y los nervios.

     Su silueta se hizo más visible a medida que se acercaba a la cama, vi que se había quitado la camisa y solo llevaba un pantalón negro suelto, sin traje no parecía el señor adusto que veía día tras días en el trabajo.

          -Esto es un flogger y quiero estimular tu preciosa piel con sus colas –dijo enseñándome un látigo de cuero con muchas colas-

     Debí poner cara de “eso tiene que doler” por qué dijo:

          -No te asustes, atesora las sensaciones y relájate –dijo justo antes de descargar las colas del látigo-

     Más que doler noté escozor, calor y una sensación hasta entonces desconocida. Dejó las colas rozando mi piel roja moviéndolas provocándome ahora un cosquilleo agradable justo antes de volver a golpear esta vez con más fuerza. La sensación fue confusa, dolor, calor, escozor y de nuevo todo se diluía con ese cosquilleo raro. Golpeo enérgicamente pero sin dureza tres veces más.

     El último y más fuerte me hizo gimotear de dolor y luego ronronear de placer con el cosquilleo caliente por mi piel enrojecida.

          -Buena chica, lo estás haciendo muy bien –dijo arrastrando las palabras con cadencia-

     Entonces enredó las colas del látigo por mis pezones, que dolían de lo duro que estaban; volví a ronronear, levantó la mano y zas… el dolor me sorprendió agudo y punzante sobre mis pechos. Crucé los brazos protegiéndome mientras gemía ¿de dolor?

          -No te puedes mover Lía, quita los brazos –dijo con voz áspera y hosca- eso no deja que el dolor fluya, relájate pequeña –sentenció suavizando la voz-

     Descrucé los brazos y me preparé para el siguiente, aguanté el dolor, el escozor y de nuevo esa extraña sensación que me dejaba sin aliento, así fue hasta golpear también cinco veces mis pechos.

          -Realmente espectaculares –dijo mirando con pasión mis tetas-

     Me excitaron sus palabras y su voz ronca de deseo, pero nada me había preparado para sentir su lengua plana lamer mis doloridos pezones, todo mi cuerpo se tensó y absorbió ese placer acentuado mil veces tras los latigazos. Mientras temblaba y mi sexo se encharcaba de placer recordé sus palabras “el dolor solo será el preludio del placer”. Dios mío que razón tenía pensé al sentir lo mismo cuando lamió mi otro pezón, el calor húmedo de esa suave y caliente lengua hacia que me retorciera como una posesa.

          -Te atreves a sentir los mismo en tu sexo? -me estaba pidiendo que dejara que me atizara allí-

     Quería mas de eso, necesitaba más pensé mientras asentía con la cabeza sin poder hablar mirando su lengua lamer mis pezones.

          -Abre las piernas –dijo colocándose al otro lado de la cama-

     Flexionó mis piernas, separó mis rodillas y miró mi sexo unos segundos antes de coger el látigo.

          -Relájate pequeña-dijo pasando las colas por mis pechos y bajando-

      Sin prisas acarició ahora la piel que había azotado con el mismo látigo, fue bajando hasta colarse entre mis piernas; me hacía cosquillas pero yo quería sentir más.

     Me abrí mas y él con una sonrisa tensó el látigo y descargó este con suavidad sobre mi sexo, el dolor fue más punzante que en los pechos pero más placentero, mas incendiario…

          -Cinco preciosa si los aguantas luego tendrás mi lengua hasta que te canses de ella.

     Soñé con esa lengua a cada uno de los siguientes cuatro latigazos, mi sexo ardía, mi mente apenas racionaba y apenas podía respirar por la tensión, entonces se arrodilló en la cama y apoyando los codos bajo la cabeza entre mis piernas.

     Lloré literalmente cuando paso con lentitud su lengua por mi sexo y estallé en mil pedazos, cada terminación nerviosa de mi cuerpo sentía ese placer devastador, me había corrido muchas veces, pero nada se parecía a ese placer. Lamio hasta que el orgasmo más largo de mi existencia cedió y entonces cuando aún me daba vueltas todo vi como agarraba el látigo asustada, pero no me azotó, apoyó el mango en mi vagina y empujó lentamente penetrándome con él.

          -Fóllame –le supliqué entre sollozos mientras él me penetraba con el látigo-

     Quería sentirle, quería su polla… y supliqué por ella.

          -No Lía aún no ha llegado el momento

     Aceleró la penetración y de nuevo me corrí como una posesa quedándome sin fuerzas tras el orgasmo.

     Apenas podía respirar cuando le vi tirar del elástico de su pantalón y su polla grande y dura palpitó ante mis pupilas dilatadas, le miré con rabia por negármela.

          -No te enfades pequeña -dijo con una sonrisa sardónica al intuir mi rabia-

     Agarró su falo y rozó con la punta de este mis pezones aun erectos y doloridos, mientras empezaba a meneársela lentamente.

          -Estas realmente preciosa

     Su voz se hacía más ronca a medida que su mano subía y bajaba por su polla forzándola hacia abajo para rozar mi piel. Noté la humedad en la punta justo antes de ver como su cuerpo se tensaba y un chorro de semen cubría mis pechos, un segundo se estrelló en la piel enrojecida de mi tripa mientras gemía al correrse.

     Debí quedarme dormida, tan solo noté desde una placentera lejanía como con una toallita húmeda limpiaba el semen de mi cuerpo antes de ponerme algún tipo de crema hidratante.

     Me despertaron los pasos por la habitación y me incorporé para verle completamente vestido cerca de la cama.

          -Buenos días, no quería despertarte

          -No pasa nada ya era hora –dije mirando mi reloj mientras me estiraba-

          -Tengo que irme pequeña

          -Bien me visto y me voy –salte de la cama-

          -Tranquila, no te estoy echando, tomate tú tiempo nada es tan urgente.

     Me vestí notando su mirada a escondidas y recordando la noche anterior cuando noté el escozor en mi piel.

          -Ayer te puse crema, vuelve a ponértela dos veces más hoy –dijo pasándome un tubo-

          -Gracias –dije apenada porque todo terminara tan rápido-

      Estaba pensando que seguro que él se iba a jugar con alguna más experimentada que yo y por eso tenía tanta prisa por deshacerse de mí.

          -Lía me voy por trabajo, no volveré hasta el martes –dijo subiendo mi cara con dos dedos en mi barbilla intuyendo lo que estaba pensado-

          -No tienes que…

          -No tengo que darte explicaciones lo sé y por eso quiero dártelas, lo de anoche estuvo bien, fue un muy buen principio

     Suspiré recordando el látigo y esa sensación que recorría mi cuerpo desde los dedos de los pies hasta mi pelo.

          -Vamos te dejare en casita de camino

     Cuando paró ante mi casa salí del coche y anduve como la noche anterior unos pasos antes de oír su voz:

          -Lía ven aquí

     Volví sobre mis pasos y me paré frente a él, tiró de mí y me beso apasionadamente hasta que me temblaron las rodillas, jadeé sin respiración cuando el corto el beso igual de rápido que lo había empezado.

          -Nunca había llevado a nadie a mi casa y me gusto tenerte allí… ¿volverás el martes cuando salgas del trabajo?

          -Si –contesté sobre sus labios, orgullosa de haber sido la primera que llevaba a su guarida-

     Me di la vuelta y el me dio una palmada en el trasero, anduve satisfecha sintiendo su oscura mirada en mi espalda, contando las horas que faltaban para estar de nuevo a sus órdenes, cumpliendo cada uno de sus deseos para obtener el placer que solo él me proporcionaba, porque sabia que esto solo acaba de empezar…

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