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Con quien menos lo esperaba II

en Amor filial

     Cuando desperté, me dolía todo y era tardísimo, si no me daba prisa llegaría tarde al trabajo.

     Mi mesa estaba en la primera planta y los despachos de dirección en la segunda, por lo que no vi a mi hermano en toda la mañana.

     Al mediodía, estaba en el restaurante en el que solíamos comer con un par de compañeras, cuando le vi entrar con un grupo de hombres igual de trajeados que él y se sentaron en una mesa apartada. Desde donde estaba podía verles hablar y recordé sus caricias, su mirada, sus manos recorriendo mi piel caliente… mis braguitas se humedecieron al instante.

     Mis amigas hablaban y yo no prestaba atención, solo podía pensar en volver a follar con mi hermano.

     Mi tiempo se acabó y tuve que volver al trabajo. Estaba esperando el ascensor, recordando la cena de la noche anterior cuando apareció:

          — ¿Qué tal la comida?

          —Mejor la cena de anoche –contesté sin pensarlo siquiera

          —Hermanita, ni tu misma sabes dónde te estas metiendo, estás jugando a un juego, en el que apenas me reconozco cuando jugamos y ni siquiera sé dónde va a llevarnos

          —Pues averigüémoslo, no te tenía por cobarde –le dije mirándolo sin ocultar el deseo que me devoraba.

     A trompicones me metió en el ascensor, esperó a que las puertas se cerraran y colocándose detrás de mí agarró mis pechos con fuerza y los sobó sin delicadeza mientras frotaba su erección en mi culo.

     Mi coño se mojó al instante y me dolían los pezones duros bajo sus manos apremiantes, le miré en el espejo y enloquecí al ver su mirada lobuna, hambrienta… torcí la cabeza y busqué su boca y el lamió mis labios, los mordió… de repente el ascensor se paró y como un resorte nos separamos y recompusimos nuestras ropas.

     Volvimos al trabajo sin decirnos nada, esperé su siguiente movimiento que llegó en forma de mensaje a las ocho:

          —He tenido una tarde complicada y ahora tengo un compromiso ineludible, pero si encuentras con lo que entretenerte y quieres seguir jugando…

          —Si –le contesté escuetamente

      Sabía que posiblemente habría quedado con su ex, pero eso no frenaba mi deseo. Esperé impaciente su llamada y a las diez sonó mi teléfono:

          —Tengo que recoger unas cosas en mi apartamento y luego puedo llevarte a casa. ¿Te recojo ahora o  luego?

          —Ahora –le contesté al instante mandándole mi ubicación.

     Unos minutos después volvíamos a estar uno frente al otro de nuevo en un ascensor.

          —Llevo toda la tarde pensando en tus preciosas tetas –dijo con esa mirada que me encendía

     No hizo nada por acercarse, ni tocarme y eso me ponía aún más caliente. Agarré la tela de mi camisa y la saqué de mi pantalón, me desabroché rápido los botones y la abrí dejando al aire mis pechos (me había quitado el sujetador en la cafetería).

          —También he pensado en tu coñito rasurado –dijo mirando mi pantalón

     Obedeciendo a lo que su mirada me pedía, me desabroché el pantalón y lo bajé a medio muslo, demasiado caliente para pensar donde estábamos.

          —Eres una autentica zorrita hermanita

     Estiró la mano y como pudo la metió entre mis muslos y la subió hasta llegar a mi sexo mojado, golpeándolo de canto.

          —Estas chorreando –suspiró apoyándose en la pared del ascensor.

     Casi ni reparé en que el ascensor se había parado, hasta que él con un quejido me subió de un solo tirón los ajustados pantalones, me cruzó la camisa y me sacó del ascensor.

     Mientras yo cerraba la puerta de su apartamento, él volvía a bajarme los pantalones lo justo para descubrir mi culo; mientras empujaba la puerta oí como se desabrochaba el pantalón y nada más cerrarse, note su polla húmeda ya entre mis muslos, apenas separados por culpa de los pantalones. Con una mano guio su polla y con la otra inclinó mi espalda. Yo subí el culo y por fin me penetró.

     Me folló con fuerza aplastándome contra la puerta a cada arremetida, subiéndome casi de puntillas en cada envite, jadeando como posesos. Notaba como mis fluidos resbalaban por mis muslos; mientras los dos estábamos al límite follando como salvajes. Sus dedos buscaron entre mi rajita y me corrí como una loca mientras su polla taladraba mi coñito y entonces él también se puso rígido y note el calor de su semen.

     Se apartó y simplemente se subió el pantalón, me subió el mío junto con las bragas y me dijo:

          —Voy a por mi ropa, en la nevera hay latas si tienes sed –parecía molesto por la pérdida de control.

     De camino a casa paramos a por cena y hablamos como si el tórrido episodio no hubiera sucedido, a pesar de que aun sentía el cosquilleo entre mis piernas y su semen en mi interior.

     Nos duchamos, cenamos y después mi hermano dijo que tenía que hacer unas llamadas, yo me fui al salón y debí quedarme dormida, porque desperté con sus caricias.

     Sus manos amasaban mis glúteos sobre el pijama, me estiré para que supiera que me había despertado, agarró mi mano y la metió dentro del pantalón deportivo que llevaba.

          —Menéamela –ordenó de rodillas en la alfombra junto al sofá donde estaba tumbada

     Le masturbe mientras él me desnudaba y luego sentándome en el sofá, me abrió de piernas y tiró de mí hasta clavarme en su falo, apoyé los pies a ambos lados de sus rodillas y con la espalda apoyada en el sofá, subí y bajé cabalgándole ayudada por sus fuertes manos en mis costados.

          —Así nena, fóllate mi polla, apriétala –dijo clavando sus dedos en mis costados

     Durmió en casa, todas las noches que mis padres estuvieron fuera y follamos en cada rincón de la casa, había perdido la cuenta de las veces que hizo que mi cuerpo temblara de placer.

     Pero terminaron las vacaciones de mis padres y con ello la excusa de que se quedara a dormir en casa todas las noches.

     El regreso de nuestros padres de alguna manera nos devolvió a la realidad, cenamos todos en casa y cuando le acompañe a la puerta esa noche, nos despedimos, nos miramos y supe que iba a alejarse. Me quedé despierta dando vueltas en la cama y terminé decidiendo que lo mejor sería acatar su decisión de tomar el camino más fácil y correcto.

     Pasaron los días y todo parecía normal, volvíamos a ser “solo” hermanos y compañeros de trabajo. Aunque esos minutos en los que nos quedábamos a solas (eran pocos porque él lo evitaba en lo posible) la tensión podía palparse y los recuerdos de la pasión vivida nos consumían.

     El seguía con su vida y yo con la mía. Unos meses después, terminó mi periodo de becaria y mi padre me ascendió a ser su asistente y la de mi tío, ellos habían delegado casi todo en mi hermano que ahora era quien dirigía la empresa casi en su totalidad. El puesto de asistente del director era ahora de la rubia de la fiesta, puesto al que yo aspiraba en un futuro.

     Unas semanas después de vernos a diario en el trabajo, la familia había organizado un fin de semana en la casona de los abuelos, donde empezó todo. Mi hermano reacio declinó el ofrecimiento, alegando un viaje de negocios, pero su ex que ya no era tan ex, insistió en ir ella y que viniera luego él aunque solo fuera el domingo cuando llegara por la mañana.

     Yo no pude escaparme y allí estuve aburriéndome todo el sábado, mientras todos iban y venían de la piscina a la barbacoa. Para colmo esa noche, había una cena en otra casa cercana de unos amigos de la familia, menos mal que pude escaparme con la excusa de un fuerte dolor de cabeza y me quedé en casa viendo como todos desaparecían con sus vestidos de gala, felices porque luego había hasta baile que se alargaría hasta bien entrada la noche.

     No llevaban ni media hora fuera cuando desde la piscina oí un coche en el sendero y pensé que alguien había olvidado algo, salí y bordeé el jardín para ver quién era.

     Me quedé pasmada al ver a mi hermano con su traje arrugado y la bolsa de viaje aun colgada al hombro. Su mirada recorrió mi cuerpo, solo cubierto por el escueto biquini que acaba de estrenar y su oscura mirada me cercioró que era demasiado escueto para llevar en público.

          —Están todos en la fiesta, si te cambias aun llegas a tiempo –le dije casi balbuceando

          —Ese biquini te queda…

          — ¿Pequeño?

          —Yo habría dicho perfecto

          —No me mires así

          —No puedo evitarlo, pequeña. Lo he intentado, créeme. Lo intento todos los días…intento no desearte, pero no soy capaz y menos viéndote así, viendo como tu respiración se acelera y ese sujetador apenas puede contenerlas–sin acercarse estiró la mano

     Sus dedos rozaron la tela sobre mis pezones que si ya estaban duros se pusieron como piedras con sus caricias.

          —Enséñamelas zorrita –dijo tirando al suelo la bolsa

     Allí en mitad del jardín me desabroché el sujetador y lo tiré al suelo, él suspiró al ver mis tetas.

          —Ahora deshaz los nudos de tus caderas –pidió refiriéndose a los nudos que sujetaban la braguita del bikini.

     De nuevo hice lo que me pedía, separe las piernas y la prenda húmeda cayó a mis pies.

          —voy a volverme loco si no te follo

     Una zancada y me agarró de la cintura, me sentó en una de las ventanas de la casa. Mientras yo separaba las piernas, él se colocó entre ellas y desabroché su cinturón a toda prisa, luego el pantalón.

          — ¿Quieres polla hermanita?

          —Sí, fóllame –le dije como aquella primera vez

     Su duro falo rozó mi raja y buscó la entrada, sus manos agarraron mi culo, las mías su cuello y me penetró lentamente, saboreando cada milímetro ganado en mi vagina que se apretaba a su polla como un guante.

     Crucé las piernas detrás de sus caderas y colgándome de su cuello conseguí que me la metiera más adentro, con más fuerza…

          —Si hermanito, dame polla, así… como te he echado de menos

          —Y yo a ti zorrita, y yo –dijo follándome como un poseso.

     El roce de mi pubis con el suyo, la penetración, su necesidad, la mía… dos minutos y los dos gemíamos en el jardín mientras nos corríamos ajenos al mundo que nos rodeaba.

     Volvimos a follar dos veces más esa noche antes de acostarnos cada uno en su habitación, saciados de momento. Pero los dos sabíamos que habíamos vuelto a abrir la caja de pandora.

     Al día siguiente, todos estaban contentos al ver que había llegado, aunque fuera demasiado tarde para reunirse con ellos, según él hasta yo dormía ya.

     De nuevo pasamos el día en la piscina y en el jardín y a media tarde unos jugaban a las cartas y otros dormitaban a las sombras en las hamacas cerca de la piscina como yo.

          —Donde la primera vez, pero esta vez ve sin bragas.

     Cuando llegué no había nadie, me asomé y vi que todos seguían en sus sitios. Al momento oí un ruido y antes de darme tiempo a girarme noté que alguien me subía el vestido por detrás, descubría mi culo desnudo y a continuación me dio un azote fuerte, antes de que me recompusiera me dio un segundo azote mientras una mano plana me inmovilizaba doblada sobre la pared.

          —Eso es por putita, por ponerme cachondo ante todos

     Oí como destapaba algo y al momento note algo frio y pegajoso en mi rajita, su dedo buscaba mi entrada trasera impregnada de esa cosa. Su mano volvió a impedir que me moviera.

          —Llevas toda la mañana meneando ese culito para mí y ahora voy a follármelo –dijo introduciendo su dedo en mi ano.

     Me aferré a la piedra intentando relajar mi esfínter y su dedo consiguió su propósito, empezó a moverlo, dentro y fuera hasta juntar otro y meterlo también dilatándome.

          —Ya estas a medias, quiero abrirte con mi polla, para que lo recuerdes toda la tarde golfa.

     Cogió el tubo que había dejado y se untó la polla, la colocó en la entrada y empujó agarrando el glande con sus dedos, forzando mi entrada cerradita. Empujó a pesar de mis protestas, cada vez más débiles por la excitación del morbo de la situación. Mientras su polla entraba abriendo mi culito, abajo todos seguían a lo suyo y eso me excitaba aún más. Consiguió meterla del todo con esfuerzo, metió las manos bajo mi camiseta y me agarró las tetas, pellizcó mis pezones y empezó a moverse.

     —Que culo tienes, zorra… tan apretado y caliente…

     Me dolía el culo, me dolían las tetas y me ardía el coño, que parecía canalizarlo todo y convertirlo en placer. Su mano bajó por mi torso, su lengua lamió mi cuello y sus dedos apresaron mi clítoris, ya no había dolor, mis caderas buscaban las suyas, porque mi coñito buscaba sus dedos, pagando el peaje de sus cada vez más fuertes arremetidas, que fueron convirtiéndose en cada vez más agradables.

          —Muy bien, así me gusta, disfruta. Tu coño está chorreando, quiero que te corras mientras lleno tu culito de leche para que la lleves allí todo el día ante todos –dijo con palabras entrecortadas sin parar.

     Estaba al borde y sus palabras terminaron de llevarme al límite, me corrí mientras notaba la tensión de su cuerpo y su propio orgasmo que lo llevó a vaciarse en mis entrañas bien adentro.

     Lo habíamos intentado, pero no podíamos prescindir de nuestros encuentros cada vez más intensos. Me enloquecía la necesidad que tenia mi hermano de dominarme y la brusquedad con la que me follaba, me sentía poseída por completo y eso me llevaba una y otra vez al paraíso.  

          —Me encantaría ver tu cara de placer con dos pollas taladrándote –me dijo un día mientras me follaba por detrás.

          —Pues tráete a un amigo –le dije meneando las caderas

     Me gané un nuevo azote que pico y me excitó a partes iguales mientras acometía con dureza hasta correrse.

     Nunca pensé encontrar en mi hermano, el compañero ideal de juegos, era retorcidamente perfecto y entre ambos no dejábamos de descubrir, nuevas cotas de placer en cada encuentro.

     Llevábamos una semana sin poder quedar, cuando me llegó un misterioso mail suyo, en el me pedía:

          —Hermanita necesito una puta, ¿puedes conseguirme una para esta tarde al salir del trabajo?

          —Si

          —Mándala a esta dirección a las nueve, quiero que solo lleve puestas unas medias y zapatos de tacón muy altos.

     A las ocho menos cuarto salí corriendo del trabajo, me paré en unos grandes almacenes del centro y compré lo necesario antes de subirme a un taxi y darle la dirección que me había dado.

     El hotel en el centro, era de lo más cutre, de esos a los que se va a follar por horas. Entré en la habitación y vi una simple cama, un par de mesitas, una mesa, una silla, unas desgastadas cortinas y una televisión colgada y atada con una cadena metálica a la pared, todo de lo más cutre. Tras un segundo repaso, comprobé que no estaba sucio, pero todo lo que había en esa habitación estaba desgastado, viejo y había conocido tiempos mejores. Eso lejos de molestarme me metía más en el papel y me hacía sentir cosquillitas entre las piernas.

     Me quedaban solo unos minutos y me deshice de los vaqueros, la camiseta, y toda mi ropa interior. Me puse las medias que había comprado, los zapatos altísimos y me maquillé en exceso.

     Decidí quedarme de pie, junto a la única silla que había en la habitación y a las nueve en punto entró en la habitación.

     Mientras cerraba la puerta, no dejaba de mirarme con fijeza. Se metió la mano en el bolsillo y sacando su cartera, extrajo unos billetes que dejó sobre la mesita junto a la mesa, se guardó de nuevo la cartera y volvió a clavar su mirada en mí.

     Se quitó la chaqueta, la corbata, la camisa y el pantalón, quedándose solo con los calzoncillos.

          —Ven

     Me acerqué y apoyando sus manos en mis hombros, me indicó sin palabras que me arrodillara, recogió mi pelo con sus manos, como si me hiciera una coleta y sujetándolo con una sola mano, tiró acercándome al bulto, que formaba su polla dura bajo la fina tela de algodón. Frotó mi cara, manchando sus inmaculados calzoncillos con el maquillaje y el carmín de mis labios, tiró de nuevo de mi pelo apartándome y me miró. Con la mano libre esparció aún más el carmín rojo, pasando los dedos, separando mis labios, metiendo los dedos en mi boca y de nuevo acercó mi cara a su paquete.

          — ¡Bájalos! –ordenó

     Agarré el elástico y tiré de sus calzoncillos, hasta que su polla salto golpeando mi cara, ya que él seguía agarrándome del pelo, manteniéndome casi pegada. Tiré hasta bajarlos a medio muslo, se la agarró con la mano libre por la base y tirándome de nuevo del pelo me acercó.

          —Separa esos labios de mamona que tienes

     Entreabrí los labios y él apoyó el glande entre ellos, mantuvo mi pelo tirante para que solo pudiera rozar la punta, mientras se la meneaba ligeramente entre mis labios.

     En unos segundos, la punta oscura de su polla estaba rojiza por el pintalabios, dejó de tirar y empujó mi cabeza, haciendo que su polla entrara en mi boca, había metido más de la mitad y ya la sentía casi en la garganta, notaba la presión, abrí más la boca y volvió a empujar, haciendo que su polla, entrara casi por completo, rozando mi garganta. Apenas podía respirar, mi cara estaba pegada a su pelvis, unos segundos y me apartó, cogí aire y volvió a repetirlo. Los ojos se humedecieron por el esfuerzo de abarcarle dentro y tenía que controlar las arcadas. Repitió varias veces hasta que tirando me aparto.

          —Muy bien, me gusta como tragas polla –quería  parecer seco, pero notaba la excitación en su respiración.

     Me ayudó a ponerme en pie y su polla rozó mi pubis rasurado, de nuevo se la agarró y forzándola la metió entre mis muslos e intento follarme, de pie como estábamos apenas conseguía meterme el glande, forzándome la entrada en cada empenta, agarrándome del culo. Me agarró una pierna y la subió a su cadera, me apoyó en la mesa detrás de mí y flexionando las rodillas empujó para metérmela hasta los huevos.

     Lo hacía, con una brusquedad desmesurada que me estaba poniendo a mil, su polla entraba hasta el fondo de mi vagina y salía casi por completo para volver a entrar. Me clavaba la mesa en el culo a cada empujón, pero él me había abierto y agarrándome de las piernas, entre mis muslos entraba y salía como un salvaje una y otra vez.

     Me retorcía de placer, estaba al borde del orgasmo y entonces paró, yo me quejé y le pedí que no parara.

          —Aun no quiero correrme puta y tu coño está demasiado caliente para seguir follándomelo

     Le miré con rabia y como pago bajó mis piernas, me llevó a la cama y me tiró boca abajo, tiró de mis caderas, me puso a cuatro patas y de rodillas desde atrás paseó su polla por mi raja, creí que iba a follarme, pero solo se estaba lubricando la polla, al momento bien mojada de mis jugos la llevó a mi puerta trasera y sin darme tiempo a prepararme ni dilatarme presionó hasta conseguir meterme el glande, me agarró con más fuerza y me la insertó hasta los huevos. Di un grito de sorpresa, por la invasión, aunque ya no dolía como las primeras veces, pero un poco si por no haberme dilatado. Me agarré a la áspera colcha mientras el empezaba a moverse en mis entrañas.

     Su respiración, era cada vez más agitada, sus dedos se clavaban en mis hombros, sus arremetidas más urgentes y duras, sabía que estaba al límite y llevarle a ese extremo me ponía a cien. Apreté su polla con mi culo, me la clavó, su cuerpo se tensó y aulló mientras se corría en mis entrañas. Caí rendida en la cama y al sacarla la frotó por mis medias llenándolas de semen.

     Se vistió en silencio y se fue sin decirme ni adiós y me dejó allí en ese cutre hotel, caliente, cabreada, cachonda y frustrada.

     Me quité las medias y vi su semen, me tumbé en la cama, separé las piernas y froté las medias por mi rajita, un minuto después me corría.

     Luego me puse de nuevo mis vaqueros, mis deportivas y me fui de esa sórdida habitación.

     Otras veces, simplemente no había tiempo y me llamaba a su despacho con cualquier excusa, para que le explicara algo de informática o similar y cuando entraba cerraba la puerta detrás de mí y sin darme tiempo a reaccionar, me empotraba contra la estantería, o me sentaba en su mesa, o en una silla y sin apenas desnudarnos nos acoplábamos con ansia.

     Controlábamos cada detalle para que nadie sospechara nada, pero en alguna ocasión arriesgábamos demasiado como el último fin de semana de ese verano que fuimos a la casa de campo de los abuelos. Yo empecé el juego, poniéndome el bikini que tanto le había gustado la otra vez.

         —Tengo la misma sensación que la primera vez que vi ese bikini, me encanta y a pesar de eso hace que solo desee quitártelo, ¿contradictorio verdad? –me dijo acercándose a mi hamaca.

          —Me lo he puesto solo para ti

          —Pues te aseguro que no soy el único que disfruta de la visión, al tío va a darle algo, lleva toda la mañana, empalmado

     Miré hacia la piscina, camuflada tras mis gafas de sol, pude verles a todos en el agua, hablando entre ellos y en un extremo de la piscina mi padre hablaba con el tío mientras este miraba en dirección…a mí.

          —Exagerado –le dije yendo hacia la piscina y por primera vez pensé en como seria la polla de mi tío.

          —Estas como un queso hermanita y esta noche no sé cómo ni cuándo pero voy a demostrarte lo mucho que me pones con ese biquini.

     Sonreí mientras me lanzaba al agua con su promesa de placer retumbando en mi cabeza, me acerqué al grupo de mujeres entre las que estaba la suya dándome más morbo aun la conversación que acababa de tener con mi hermano… much@s no lo entenderían pero ¿qué podía hacer si sacaba la parte más zorra de mí?

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