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Tu sobrina

en Sexo con maduros

     Aunque me lo hubieran jurado, no lo habría creído. Nunca imaginé tras tantos años de matrimonio que mi mujer decidiría dejarme y menos aún  para irse a vivir con otra mujer.

     Ya había pasado casi un año de eso y aún tengo el sabor amargo de la decepción que se siente cuando alguien con quien compartes casi media vida decide romper todo aquello por lo que has luchado a pesar de las adversidades y tus propias carencias.

     Lo que más me dolió fue que yo si pasé por encima de mi propias necesidades y en cambio ella se largó a las primeras de cambio.

     Dejé de pensar en mi vida cuando Teresa me dio los buenos días al entrar, me dirigí a mi despacho y encendí el ordenador.

          -Hola –asomó la cabeza mi socio y amigo-

          -Hola –respondí dejando atrás mis pensamientos-

          -¿Vienes esta noche al club? –pidió con cara de pícaro-

     Aun recordaba la semana anterior, en ese mismo club. Ambos tomamos una copa juntos antes de separarnos para  terminar con compañía femenina financiada por la empresa.

     Recordé momentáneamente a la chica ya sin rostro, pero con un buen cuerpo que además sabia usar de maravilla. Disfruté de ese cuerpo durante un rato tan solo pagando una cantidad estipulada, eso era lo que ahora quería, tan solo eso. Ni siquiera solía repetir con la misma partenaire, ya que así me sentía más alejado aun de ellas que solo aliviaban una necesidad física.

     Él se fue y me volqué en el trabajo hasta la tarde, fui a su despacho y me sorprendió oírle regañar a alguien, miré a Teresa y esta me dijo:

          -Es su sobrina, llevan un rato.

     En ese momento la puerta se abrió y salió primero él y dirigiéndose a mí y a Teresa nos dijo:

          -¿Recordáis lo que hablamos de que tenía a alguien para ayudar a Teresa?

          -Si –contestamos al unísono-

          -Ella es Alma, mi sobrina.

     Mientras ellas dos se saludaban le eché un vistazo más detallado. Era una chica guapa, joven, tendría veinte y alguno. No pude seguir porque me la presentó a mí y al estrechar mi mano con rotundidad me besó en ambas mejillas.

          -Por cierto tenemos que anular lo de hoy –dijo apenado mi amigo-

          -No pasa nada –contesté-

     La sobrina empezó al día siguiente, y tras escuchar una desafortunada conversación en la que su tío y yo hablábamos de una de nuestras escapadas empezaron las puyitas. Cuando su tío no podía escucharlo ella siempre me contestaba cínicamente.

     Ella me culpaba a mí de las salidas de su tío, sin saber que era su tío quien casi me obliga a mí y que a pesar de estar casado, hasta su mujer conocía sus salidas antes de que yo le acompañara.

     A ella no le importaba demasiado siempre y cuando fuera discreto y le diera la vida que ella ansiaba llevar.

      La sobrinita y yo a duras penas nos soportábamos; no iba a ser yo quien hiciera algo por mejorar la relación.

     Pasaron un par de semanas en las que tuvimos varios desencuentros, empezaba a cogerle aversión a la insolente sobrinita de mi amigo, iba a terminar soltándoselo todo a él.

          -¿Tienes un minuto? –preguntó el susodicho-

     Me explicó que salía dos días de viaje para terminar unos asuntos.

          -¿Cuando vuelva vamos al club e intercambiamos amiguitas? –vaya detrás apareció la sobrinísima lanzando chispas por los ojos al escucharle-

     Me escaquee antes de cruzármela, pero al día siguiente al llegar me las encontré a ambas en el pasillo. Alma estaba peligrosamente subida a la escalera intentando coger algo del aire acondicionado.

          -¿Quieres matarte?-pregunte asustándolas-

          -No es una prioridad señor Serrano, pero casi lo consigues.

     Teresa me explicó lo que hacían; entonces sonó el teléfono y  me ofrecí a aguantar la escalera para que ella fuera a contestar.

          -¿No ves que vas a abrirte la cabeza? –le dije al verla estirándose para llegar donde quería-

          -Anda que te importaría demasiado señor Serrano –dijo llamándome así de guasa con ese tonito tan característico en ella cuando se dirigía a mí-

     Miré hacia arriba y me encontré con unas torneadas piernas, seguí hacia arriba y vi unos esplendidos y apretaditos muslos. En ese momento se estiró de nuevo y pude ver hasta sus braguitas amarillas, ¿con… gatitas? Me quede extasiado y por qué negarlo me excitó la visión de sus tiernos muslos y sus más tiernas braguitas con dibujitos.

          -¿Te gusta lo que ves señor Serrano? –dijo riéndose-

     Me encendió que me hubiera pillado mirando bajo su falda como un adolescente y le contesté con rabia

          -¡Baja ya! –le espeté-

     Se dio la vuelta echándose hacia delante para agarrarse a la escalera y me regalo una nueva visión de sus braguitas, estas apenas cubrían su hermoso culo.

     Bajó sin prisas y sabiendo que la miraba y para cuando llego al suelo tenía la polla a punto de reventar mi pantalón.

     Cuando pude reaccionar y vi que no podía plegar la escalera me acerqué a ayudarla, ella al darse cuenta de mi cercanía dio un paso hacia atrás y pegó su culo a mi erección.

     Durante unos segundos ni respiré, luego noté un leve movimiento y me di cuenta que se estaba rozando.

          -Noto que si te ha gustado señor Serrano

     Sus palabras me devolvieron a la realidad y fueron como un jarro de agua fría. Me separé como pude y escapé a mi despacho.

     No salí en todo el día, comí en mi despacho y al final de la tarde entró Teresa para decir que se iban.

     Había pasado todo el día excitado recordando sus piernas, sus muslos, su culo y esas braguitas amarillas de algodón que nada se parecían a la lencería de encaje roja y negra que más me ponían, pero no podía negar que me habían excitado muchísimo con gatitas incluidas.

     Sabía que estaba solo, sabía que mi polla necesitaba alivio y sin pensarlo demasiado retiré un poco la silla, desabroché mi pantalón y liberé mi sexo, henchido por la expectativa.

     Cerré los ojos y empecé a masturbarme despacio, sin prisas, notando como se afianzaba la erección aún más. Estaba absorto en mis sensaciones cuando algo me alerto, abrí los ojos y la vi en la puerta.

     No sé si me sorprendió mas ser cazado o ver como ella se relamía los labios con la vista fija en la mano que resbalaba por mi polla.

     En ese preciso momento sonó el teléfono y acercando la silla a la mesa descolgué; era mi amigo.

     Sin dejar de mirarla intenté seguir el hilo de la conversación de su tío.

     Después de dos largos minutos ella se acercó y colocándose a mi lado se subió la falda del vestido, recogiéndosela en la cintura. Suspiré al ver de nuevo sus braguitas, apenas seguía el hilo de la conversación de mi amigo aun al teléfono.

     Se colocó ante mí, entre yo y el ordenador y oí como tecleaba, aunque lo que realmente me enloqueció fue tener tan cerca ese hermoso culo. Estaba a punto de ceder a la tentación cuando se retiró y poniéndose de nuevo a mi lado se bajó las bragas y ahogué un jadeo al ver su coñito depilado casi completamente, solo un triángulo de pelusilla rojiza coronaba esa hermosura. Desee pasar las yemas de mis dedos por esos ricitos.

     Ella señalo el ordenador mientras se bajaba de nuevo la faldita y me privaba de la visión de su sexo desnudo.

          “Espero que estuvieras pensando en ellas cuando has empezado a masturbarte”

     La miré y vi que recogía sus braguitas del suelo y las colocaba sobre mi polla. Solo tuve tiempo de tapar el teléfono antes de jadear.

     Ella soltó una carcajada y su mirada de nuevo se tornó insolente.

      Solo estaba jugando conmigo y la odié por ello a pesar de notar como mi polla palpitaba bajo su braguita.

          -Un momento –conseguí decirle a mi amigo y volví a tapar el teléfono-

          -¡Vete!-le dije señalando la puerta-

     Ella negó con la cabeza y se colocó detrás de mí sillón, se inclinó hacia delante y dejando sus braguitas en la base agarró mi polla con su mano.

          -Tengo que dejarte, tengo una llamada. ¿Te llamo luego?

          -bien –dijo sin extrañarse-

     Colgué el teléfono y sentí sus labios en mi cuello, sacó la lengua y lamió mientras su mano empezaba a moverse. Mi polla estaba a mil

          -Vete, ya basta de juegos Alma –conseguí decirle-

          -No quiero

     Estaba tan excitado que me cabree con ella por ponerme en ese estado.

     Ella haciendo caso omiso a mis peticiones volvió a lamerme, aceleró más los movimientos y dos minutos después un potente chorro manchó mi mesa, el siguiente mi pantalón y un tercero su mano.

     Aun jadeaba tras mi orgasmo cabreado por el rumbo que había tomado la situación cuando ella dio la vuelta y sentándose en mi mesa acerco su mano a sus labios y lamio el semen de sus dedos.

     ¡Madre mía! que excitante era verla hacer eso, no podía dejar de mirarla mientras lamia cada gota con devoción.

     A pesar de haberme corrido tan solo cinco minutos antes mi polla se resistía a bajar del todo, me puse en pie completamente poseído por la lujuria, metí mi mano bajo la falda de su vestido, acaricié esos muslos enloquecedoramente duros y seguí hacia arriba. Pronto llegué a su sexo y por fin sentí la suavidad de su vello bajo las yemas de mis dedos.

     Ella separó los muslos dejando el camino libre hacia el infierno donde van los  que se follan a las sobrinas de sus amigos.

     Pase dos dedos por su rajita y ella jadeo, busqué su clítoris y arqueando la espalda en mi mesa volvió a gemir.

     Con dos dedos friccioné al encontrarlo notando como se endurecía entre mis dedos, notaba como estos se mojaban de sus jugos y no pude ni quise evitar probarlos, me incliné y separando los labios de su vulva la saboree. Ella chilló y yo lamí toda su rajita antes de chupetear su clítoris, dos minutos después tras unos pequeños espasmos noté que se corría en mi boca.

      Mi polla estaba de nuevo a punto de reventar, me incorporé y ella sentándose de nuevo me dijo:

          -fóllame señor Serrano, lo deseo desde que te oí hablar con mi tío

     Agarré el bajo de su vestido y lo saqué por su cabeza, me recree en la imagen del sujetador a conjunto con las braguitas y sonreí al ver mis gatitas preferidas ya.

     Sin quitárselo saqué sus tetas por arriba y estas blancas, llenas, de pezones rosaditos y grandes eran tan extraordinarias como el resto de su cuerpo.

     Me coloqué entre sus piernas y poniendo una mano en sus riñones agarré mi polla y la pase por su rajita.

     Verla desnuda en mi mesa, mordiéndose los labios deseando que se la metiera me volvió completamente loco, apunté y empujé lo más lentamente que pude, sintiendo como su vagina se adaptaba a mi polla y esta rozaba cada rincón.

          -Sí, señor Serrano –que me llamara así me ponía más aun-

      Empecé a metérsela y a sacársela sin pausa disfrutando al ver como esa chiquilla se retorcía, agarré sus tetas y las estrujé sin piedad, ella lejos de quejarse jadeo, lo cual me animó a pellizcar sus rosados pezones entre mis dedos, dando tironcitos hasta que vi como volvía a arquear la espalda mientras se corría. Estrujó mi polla con sus espasmos y casi no podía soportarlo, pero no quería sacársela hasta que acabó su orgasmo.

     Salí al borde del orgasmo para coger aire, la incorporé y la levanté de mi mesa, le di la vuelta y agarrando sus redondas caderas volví a clavársela hasta el fondo de su encharcada vagina.

     Miré su hermoso culo y lo amase mientras entraba hasta el fondo para sacarla casi por completo y volver a entrar totalmente enardecido al borde de la locura absoluta.

           -No pares –me suplicó entre jadeos-

           -No lo haré gatita, no sería capaz aunque quisiera –le dije con absoluta sinceridad-

     Pasé mi mano y busqué de nuevo el interruptor para encender su locura y lo friccioné sin parar, hasta que de nuevo los fluidos provocados por su orgasmo mojaron mi polla y sus espasmos descontrolaron mi cuerpo y mi alma, y me vacié en su interior.

      Me senté completamente rendido y saciado. En ese mismo instante sonó mi teléfono y se me cayó el mundo encima al ver el nombre de mi amigo en la pantallita.

          -Hola, ¿aun estas liado?

          -Dime, me había olvidado –fue lo único que me vino a la cabeza-

      Vi como ella se levantaba y caminaba hacia el baño con su ropa. Aún seguía al teléfono cuando salió vestida y tras una sonrisa burlona desapareció.

     Colgué diez minutos después y su olor aun impregnaba cada rincón.

     Tras un fin de semana de pensar y queriendo llamarla cada diez minutos, llegué decidido a capear el temporal. Mi amigo ya estaba, hablé con él cinco interminables minutos cuando llegó Alma. Saludó a su tío y luego dirigiéndose a mí como siempre dijo:

          -Buenos días señor Serrano. Espero que haya podido descansar después del ajetreo del viernes.

     Me dejó helado y temí que soltara la bomba ante su tío.

          -Buenos días Alma, si ha sido un tranquilo fin de semana

     Nos dejó a solas y mi amigo comentó:

          -Parece que se va relajando y tomando un poco de control sobre su vida, llegué tempranísimo y ella ya estaba, me alegró que os llevéis un poco mejor, parece que está madurando. Gracias por aguantar el chaparrón

     Si el supiera, pensé apenado y avergonzado para con él.

     Nada más entrar en mi despacho mire la mesa y recordé todo de nuevo por enésima vez ese fin de semana. Retire el sillón y enseguida reconocí sus braguitas sobre él.

     Las escondí en el cajón y abrí el ordenador.

          “buenos días señor Serrano, aun me relamo recordando lo del viernes”

     Sonreí como un tonto, porque aunque mi mente me repetía mil veces que debía acabar con eso otras partes de mi anatomía me recordaban lo bien que se lo habían pasado con ella.

     Cuando a media mañana apareció le dije con sinceridad

          -Alma fue extraordinario, pero esto es demasiado complicado.

          -A mí también me gustó, no deberías darle tantas vueltas a todo y vivir el momento. Pero eso es tu decisión –dijo saliendo de mi despacho-

          No volvió a tocar el tema y yo durante esa semana luché contra mis ganas de desnudarla en cualquier rincón para volver a follármela.

     A finales de semana cene con mi amigo y  tras tomar un par de copas sugirió ir al club. Pensé que sería el mejor camino para olvidarme un poco de ella, pero unos minutos antes de salir del local fingí un fuerte dolor de cabeza y tras dejarle en el club me disponía a ir a casa cuando sonó mi móvil.

          -Hola señor Serrano

          -Hola Alma, ¿pasa algo?

          -No, quería saber si aún estabas con mi tío

          -No Alma, le acabo de dejar. Iba a recoger unos papeles y me voy a casa.

          -Bien –adiós señor Serrano dijo de repente con prisas-

     Entré en la oficina de mi socio a por los papeles que había dejado, tenía todo el fin de semana para repasarlos.

      Un ruido me alertó y al mirar hacia la puerta la vi.

          -¿Qué haces aquí?

          -Quería verte y que me vieras –dijo sacándose la camiseta del pantalón-

     La tiró al suelo; no llevaba sujetador y vi de nuevo sus suculentas tetas. Quería lamerlas, morderlas y succionarlas pero no me moví del sitio aunque mi polla tenía vida propia dentro de mi pantalón.

     No me había excitado la idea de ir al club donde había un montón de excitantes chicas dispuestas a complacer a un hombre. En cambio ahí estaba completamente excitado en el despacho de mi socio mirando con pasión a su sobrina en vaqueros y controlándome para no arráncaselos y follármela allí mismo.

          -Puedes decir lo que quieras pero veo tu entrepierna, tus ojos y sé que me deseas

      Me enfureció su sonrisa, la obviedad y mi falta de control. Ya sabía que no sería capaz de resistirme.

      En dos zancadas estuve frente a ella, la cogí del pelo y tirando de este hice que echara la cabeza hacia atrás, lamí su cuello y bajé a sus tetas. Las lamí y succioné con fuerza para excitar a tope sus pezones y entonces los mordí con saña.

      Quería que pagara por ponerme en ese estado, me sentía de nuevo un cavernícola reclamando a su hembra. En el fondo había un poco de querer asustarla, para que fuera ella quien saliera corriendo. Pero no solo no la asusté sino que al meter mi mano en su pantalón noté lo mojadas que estaban sus braguitas y eso fue mi perdición total.

     Tiré de los botones saltando estos por los aires y se  los bajé hasta las rodillas. No quería perder tiempo en quitarle las botas para poder con el pantalón. Miré sus braguitas, hoy eran azules con florecillas. Sonreí y jadee al verlas, pareciéndome estas de lo más sexis, solo porque las llevaba ella.

     Me coloqué detrás y metí la mano dentro, juguetee con sus ricitos y busqué la humedad de su rajita. Ella se apoyó en mí y jadeo cuando atrapé su clítoris y lo froté hasta que tembló como una hoja y se corrió.

           -Ahora vete Alma –le dije con desprecio-

          -¿Porque?

          -Porque no quiero seguir jugando, no soy tu juguete –grité furioso-

          -A mí no me importa ser el tuyo, lo deseo

          -No sabes lo que dices eres una inmadura que cree que la vida es un juego –la culpaba de ser mi perdición-

          -No soy una chica inmadura, soy más madura que tú, al menos yo sé lo que quiero –dijo mirándome con furia-

          -Yo también se lo que quiero

          -¿Qué quieres?–pregunto impertinente-

          -Que me comas la polla –le grite para hacerle daño-

     Se colocó ante mí y esperaba una bofetada, en cambio se arrodilló, liberó mi polla y agarrándola con una mano bajó los labios y empezó la mejor mamada de la historia.

     Dejaba resbalar mi polla entre sus labios y al sacarla la succionaba con fuerza haciendo que todo mi cuerpo vibrara cada vez que lo hacía. Después agarró mis testículos y junto con cada succión daba un pequeño tironcito que acentuaba la maravillosa sensación.

          -No puedo más gatita –jadeaba avisándola de mi inminente orgasmo-

     Succionó con más fuerza y sentí como se debe sentir una botella de champan al ser descorchada, explote literalmente, vaciándome en su garganta y en su boca sin que ella desperdiciara una sola gota como si fuera el mejor de los néctares.

     Unos minutos después ambos bajábamos en silencio en el ascensor.

    Me quedé en la puerta mirando cómo se alejaba, entonces ella se giró, me miró y pensé en los caprichos del destino, ambos nos necesitábamos, ella porque necesitaba madurar y yo porque necesitaba enloquecer.

          -Alma, ¿vienes conmigo?

     Ella se paró y volvió sobre sus pasos.

          -Pensé que no ibas a pedírmelo

          -Pensé que no querrías ya que ni siquiera te habías despedido

          -No me había despedido, porque no quería irme –dijo ella llenándome de orgullo-

     La cogí de la mano y la llevé a mi coche, a mi casa y a mi cama.

     Esa cama en la que tanto me había aburrido, en la que tantas veces me había sentido frustrado y en la que tantas fantasías había desechado.

     Pero con ella era distinto, su piel resplandecía al contraste con las sabanas oscuras y me lancé a devorarla, dejando que ella hiciera lo mismo conmigo. Durante mucho tiempo nos acariciamos, nos lamimos y nos mordimos con desesperación.

     Le di la vuelta y separando sus piernas me arrodillé entre ellas, empecé a lamer su nuca y dibujé con mi lengua su columna hasta llegar a ese culo enloquecedor. Mordí, pellizqué y volví a lamer abriéndola para poder pasar mi lengua por su rajita.

     Lamí su ano, lo mojé y preparé para lentamente penetrarla primero con uno de mis dedos, una vez dilatada metí dos, emocionado ante la perspectiva de quemar mis naves con ella, sin importarme las consecuencias quería vivir esto con toda pasión e intensidad, aceptando cualquier consecuencia.

    Cuando saqué mis dedos y apoyé mi polla ella tembló bajo mi cuerpo, perdiendo esa seguridad que fingía tener.

          -No lo he hecho nunca

          -Me alegro gatita, relájate y te prometo que iré despacio.

     Ver su sonrisa cómplice y confiada me llevó al paraíso antes incluso de empujar y notar como su carne cedía a mis arremetidas cortas.

     Estaba tan estrecho que me dolía hasta la polla, pero no paré hasta llenarla lentamente, mientras ella gemía y lloriqueaba pero sin moverse un milímetro.

     Pare solo unos segundos para que su cuerpo se acostumbrara, noté como se relajaba y entonces empecé a moverme, tenía que ir despacio o me correría.

    La agarré de los cachetes, clave mis dedos en su carne y disfrute follándome su lindo culito virgen. No podía apenas respirar por la excitación, ella se movía a mi ritmo ya y lleve mi mano entre sus piernas, busqué de nuevo su interruptor y lo capté entre dos dedos. Ella empezó a jadear entrecortadamente tan excitada como yo.

          -No puedo más gatita, necesito que te corras –supliqué esta vez yo-

    Mordí su hombro y sentí como empezaban sus espasmos, como se corría entre mis dedos. Empujé hasta el fondo y me corrí por fin ese tierno culito.

     Ambos quedamos rendidos en mi cama de matrimonio donde  jamás me había sentido saciado.

          -Señor Serrano me declaro adicta a esto y a ti –dijo estirándose somnolienta-

     Y así empezó sin horario ni calendario nuestra locura.

     Disfrutamos del fin de semana salvajemente, lo hicimos en cada rincón de mi casa como dos desesperados.

     Y el lunes con el cuerpo lleno de marcas que evidenciaban un espectacular fin de semana volvimos al trabajo, donde a media mañana saboree su coñito en mi mesa de nuevo. Terminé el día jadeando en el despacho de mi amigo, con mi polla en el  fondo del lindo culito de su sobrina que gemía como una posesa a cada arremetida. Llenándome de orgullo y satisfacción al verla totalmente entregada a esa pasión que nos consumía a ambos.

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