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Instruyendo a Eva VI

en Sexo con maduros

     No podía rechazar lo que tanto deseaba, allí en mi cama estaba Eva, expuesta y dispuesta para mí.

     Me arrodillé en mi cama, repté hasta llegar a mi más deseado templo de la lujuria y le rendí pleitesía. Apenas podía respirar una hora después, cuando me tumbé desfondado a su lado en la cama. Solo entonces pensé en Rosa, en la morenita y en todo lo que había pasado desde la última vez que volví a sentirme así de saciado y en paz con el  mundo. Porque no podía negarme que a ese nirvana no llegaba con nadie más que con ella. De nuevo ese pensamiento me enfureció y aunque parezca extraño ahora que había vuelto sentía más rabia que todos esos días que lleno con su ausencia.

          -Creo que deberías irte Eva

          -¿Puedo volver?

          -Sí, pero avisa antes –le dije para que quedara claro que no iba a estar esperándola-

          -Claro

     Me quedé solo, con su olor en cada esquina de mi cama, tan satisfecho como enfadado. Al día siguiente me llamó a las ocho de la noche:

          -Hoy no puedo Eva, estoy muy liado. Deja que me organice y te llamo en cuanto pueda.

     No esperé respuesta y colgué sintiéndome un cabrón por la necesidad de llevar esta vez las riendas y ser yo quien eligiera, el cómo, cuándo y dónde.

     Esa noche cené con Rosa, me sentía culpable por engañarla, pero no era capaz de hacer otra cosa, en el fondo me hubiera gustado no conocer a Eva porque lo que estaba claro es que lo que no podía era renunciar a ella y menos de motu proprio.

     Me obligué a no llamarla en toda la semana, intenté volver a mi rutinaria existencia de la mano de Rosa como antes de que volviera,  me mantuve firme en mi propósito de no buscarla solo porque sabía que ella lo esperaba, pero una semana después todos mis buenos propósitos saltaron por los aires. Estaba sentada en un columpio en el parquecillo frente a mi edificio, se mecía suavemente mirándose los pies. Nunca había estado más bonita y deseable. Instintivamente cogí el teléfono y la llamé, vi como buscaba dentro del bolsillo de la chaqueta.

          -Hola –dijo poniendo los pies en el suelo para frenar su suave balanceo.

          -¡No dejes de mecerte! -vi que levantaba la mirada buscando mi balcón-

     Me puse la chaqueta y bajé, me acerqué al parque desierto a esas horas y me coloqué a una distancia prudencial entre las sombras para verla sin ser visto.

          -Me encanta mirarte niña –le dije al teléfono-

          -¿Dónde estás? –pidió mirando hacia arriba-

          -Qué más da donde esté, lo importante es que estoy. Se buena y sube un poquito tu faldita, para que pueda ver tus muslos –ya demasiado excitado para mantenerme alejado de ella-

     Jadeé al verla hacer lo que le pedía sin rechistar y agradecí al cielo que no se acercara nadie.

          -Más princesa enséñame las braguitas –le pedí entregado al  deseo-

     No me ponía cachondo el parque ni lo que ello pudiera representar. Lo primero que llamó mi atención fue la melancolía de su cuerpo balanceándose allí solita, ahora me ponía verla exhibirse para mí en público sin sopesar las consecuencias, obedeciendo solo por darme placer; excitándose a sabiendas que me excitaba.

          -¿En qué pensabas cuando te he llamado, que te pone tan triste?

          -Todo lo sucedido, sobre todo tener la sensación como cuando coges arena con la mano y a pesar de cerrar el puño esta termina escapándosete entre los dedos.

          -¿Que se te escapa?

          -Lo que un día tuve…

     Me encantaba esta nueva versión de mi chica, más madura, más consciente de todo lo que le rodeaba, menos alocada…

          -¿Querías que te llamara?

          -Quería no querer que me llamaras –dijo sin dejar de mecerse distraídamente-

          -Y ¿estabas en el buen camino?

          -No, siempre he deseado que me llamaras

          -¿Que deseas ahora Eva?

          -Deseo que me desees

          -Eso ya lo tienes

          -Quiero verte

          -Aun no, enséñame algo más aquí, demuéstrame hasta donde llegarías por conseguir lo que deseas

     Se bajó del columpio y tras un breve vistazo a ambos lados se quitó con rapidez las bragas y volvió a sentarse en el columpio. Separó más sus muslos y subió la faldita por delante dejando su pubis completamente al descubierto.

          -Vas a por todas, niña –dije con voz ronca-

     Ella sonrió levemente antes de llevar sus deditos a los botones de su camisa y empezó a desabrocharla, cuando acabó separó ambas partes de esa camisa de cuadros rojos y negros, dejándome ver sus tetas solo cubiertas por el ligero encaje del sujetador, a pesar de no saber dónde estaba sabía que estaba cerca.

          -Sácalas por arriba

     Volvió a mirar antes de hacer lo que le pedía, pero no dudó y sacó sus blancas tetas, podía ver hasta sus duros pezones, mientras la oí  jadear al notar el aire fresco de la noche.

          -Mete tu manita y mastúrbate

          -Va a verme alguien

          -Nadie puede verte, a lo lejos no se aprecia y yo te aviso si se acercara alguien al parque, hazlo princesa, solo yo disfruto de tu pajita.

     Mi polla iba a estallar dentro de mi pantalón cuando su mano se metió bajo sus bragas y agarrándose con la otra al columpio echo hacia atrás la cabeza mientras sus dedos jugaban en su sexo. Quise acercarme y arrodillarme ante esa pequeña diosa del sexo para saborear su coñito, pero eso era demasiado y tuve que conformarme con mirar como ella se tocaba.

          -Más deprisa, más fuerte, metete los deditos, quiero oírte jadear mi niña -le dije ya muy excitado-

     Solo apartaba la mirada de su mano para vigilar si se acercaba alguien, nadie interrumpió la faena de Eva que terminó cinco minutos después corriéndose sin escatimar jadeos ni gemidos.

     Volví al portal y desde allí le dije:

          -Ahora necesito saborearte, no te pongas las bragas, ni escondas tus tetitas, solo abrocha la camisa, baja tu falda y ven a mi casa, necesito saborear tu coñito mojado.

     Cuando entró en el portal que yo había dejado entreabierto intentó encender la luz, pero yo agarré su mano, tiré de ella y la besé, metí mi lengua hasta el fondo, lamí la suya y luego lamí sus labios. Ella gimió mientras mis labios chupeteaban los suyos y mis manos desabrochan su camisa, para encontrarme con sus tetas desnudas y estrujarlas con ambas manos, empotrándola entre mi cuerpo y los buzones.

          -Va a vernos alguien –en su voz no había convicción alguna-

          -No pensabas lo mismo cuando te masturbabas en mitad de un parque público putita

          -Tú dijiste…

          -Y tú estabas demasiado cachonda para frenar las ganas de sexo que hacen que tu coño se moje sin importarte nada que no sea satisfacer el calor que sientes ahí –dije metiendo mi mano bajo su falda-

          -Subamos a tu casa –suplicaba entre jadeos-

          -Dale al botón del ascensor

     Mientras el ascensor bajaba mis dedos se empapaban de ella mientras mi boca ahora se saciaba en sus tetas. Cuando llegó la empujé dentro y ella pulsó el botón mientras yo seguía emborrachándome del sabor de su piel.

     No podía pensar en nada que no fuera ella, que no consistiera en saciarla y saciarme hasta que ambos nos rindiéramos al placer. Disfrutaba de esa maravillosa locura en la que no cabía un ápice de cordura.

     Metí dos dedos en su coñito mojado y ella jadeó fuerte, añadí otro dedo y empecé a entrar y salir de su vagina sin piedad mientras mi pulgar frotaba su inflamado clítoris. Antes de llegar arriba su cuerpo se estremeció y yo subí para besar su boca mientras se corría sin parar de mover mis dedos.

     A bandazos salimos del ascensor, y la coloqué entre  la puerta y yo mientras abría esta sin tener que dejar de besarla. Cuando por fin lo conseguí entramos y tiré al suelo las llaves, su chaqueta y la mía. Haciéndola andar de espaldas por el pasillo, sin apartar mi cuerpo del suyo seguí besando sus labios rojos que a su vez besaban los míos con la misma pasión. En la puerta de mi habitación bajo el marco de esta la coloqué girándola, puse una de sus manos a cada lado bajo el hueco y colocándome tras ella le quite la camisa y el sujetador, subí su falda de nuevo a la cintura y pegando mi erección a su culo, empecé a acariciar sus costillas mientras ella girando la cabeza buscaba de nuevo mi boca. Podía ver en el espejo de la cómoda su torso desnudo, arqueado y esas preciosas tetas coronadas por esos puntiagudos pezones duritos, seguí mirando la imagen del espejo para ver su vientre y su pubis, libre de pelillos, podía apreciarse tan bien… era cautivadoramente femenina, sus redondeadas curvas hacían que todo mi ser palpitara de deseo ante su visión.

     Amasé sus pechos antes de bajar por su torso mientras besaba y lamia su nuca y su espalda, luego colándome por debajo de sus brazos me puse delante, y besé, mordí y lamí sus pechos antes de bajar a su tesoro. Separé con dos dedos sus pliegues y me lancé a lamer su jugoso sexo, ella posó una mano en mi cabeza y me empujó hacia ella, respiraba su aroma, sentía su sabor en mi lengua y ella jadeaba.

          -Por favor necesito que me folles –suplico enloqueciéndome-

     Abrí el antepenúltimo cajón del chifonier y apoyé su pie en él, me puse en pie y agarrando mi polla la paseé por su húmeda raja palpitante, froté el glande en su clítoris y cuando sus jadeos se hicieron más y más sonoros empujé de un solo golpe enterrándome en su interior. Ella gritó mientras yo flexionaba ligeramente las rodillas para poder llenarla un poco más, la postura no me permitía entrar hasta el fondo pero eso ahora no me importaba, es más me ayudaba a controlarme sabiendo que a ella le bastaría.

     La agarré con ambas manos de culo pegándola más a mí arremetiendo con fuerza todo lo que podía, curvando mi polla en su interior, mientras ella agarraba con fuerza el marco para no caer y hacia fuerza con el pie en el improvisado escalón para mover mejor las caderas.

          -Venga golfilla moja mi polla con tus néctares, quiero sentir como te corres y apretujas mi miembro, entonces te tirare sobre la cama y te la meteré hasta los huevos como a ti te gusta mi cielo.

          -¡Si!  -gritó al borde del éxtasis excitada por mis palabras-

     Le di dos azotes y tres arremetidas después noté como empezaba a correrse, dejé que su cuerpo se estremeciera, que me apretara y cuando bajo un poco la intensidad, la empujé sobre la cama, subí sus rodillas flexionando sus piernas hasta sus pechos y se la volví a enterrar esta vez hasta el fondo. Eva desencajada aulló y salí por completo, ella lloriqueó quejándose y volví a entrar hasta el fondo esta vez aullé yo al borde del orgasmo.

          -Madre mía, como me gusta sentir tu polla llenándome y como la echo de menos cuando no la tengo –dijo suspirando-

     Extasiado por sus palabras arremetí mil veces como un poseso hasta que no pude contener el orgasmo y este fluyó dentro de su vagina mientras esta parecía engullirme con su propio orgasmo. El placer recorría nuestros cuerpos mientras aullábamos entregados completamente hasta caer rendidos y sin fuerzas en la cama.

     Esa madrugada solo en mi cama tomé una decisión. No podía seguir engañándome, ni podía seguir utilizando Rosa, jamás sentiría con ella lo que sentía con Eva. Rosa pudo ser la pareja perfecta para mí, sin duda fue la mejor compañera… siempre fue el camino más fácil, la opción más segura y también la más cobarde. No podía seguir con Rosa solo por huir de Eva y la complicación que suponía mi relación con esta.

     Comimos juntos al día siguiente y tras charlar más de dos horas los dos llegamos al mismo punto, porque ambos sabíamos que siempre fuimos más amigos que amantes, los dos nos aferramos el uno al otro forzando la situación sin contar con que no se puede elegir los sentimientos, estos aparecen sin pensar en lo que sería mejor o peor, simplemente sucede y no era nuestro caso.  Le pedí perdón y ella me dijo que nunca la había engañado, que ambos sabíamos lo que había desde el primer momento. Tras darnos mutuamente las gracias por esos meses y prometiendo llamar de vez en cuando nos separamos sabiendo que difícilmente volveríamos a vernos.

     Unos días después en medio de esa marea de sentimientos recibí una llamada de la morenita, en primera instancia pensé en rechazar su invitación a sabiendas que no solo quería tomar café, pero un pequeño rescoldo dentro de mí se negaba a rendirse a Eva y sus autoimpuestas ausencias ya que ella tenía su vida lejos de la mía, por más que el sexo entre ambos fuera extraordinario y las noches con ella fueran inolvidables, luego llegaban las mañanas solitarias y las tardes a la espera.

          -Hola preciosa –le dije a la morenita sentada en la misma mesa que la primera vez que la vi-

          -Hola “señor García”, ¿cómo está usted? –me hacía gracia después de lo sucedido entre ambos esa cordialidad mustia que seguía empleando-

          -No tan bien como tú –intenté bromear-

          -Quería tu opinión sobre un tema y creo que eres la persona que más me conoce realmente

          -Dime preciosa

     Empezó a contarme que había conocido a un hombre, que habían tenido una historia paralela con la de su novio de siempre. Pero que este se había cansado de compartirla con su novio y le había pedido que lo dejara si quería seguir con él, ella había seguido con su novio pero que había metido la pata, porque creía haberse enamorado del otro. La aconsejé que hiciera caso a sus sentidos, estos la guiarían, que ni tuviera miedo a arriesgar porque solo el que apuesta gana.

          -¿Sabes porque quería verte?

          -Supongo que para comprobar si sigues deseando follar conmigo a pesar de creerte enamorada de él, ¿me equivoco? –sabía que no-

          -No se equivoca señor García, como siempre me conoces como nadie

          -Ahora no me dejes con la duda morenita

          -Después de hablar contigo tengo dos cosas claras, la primera que debo dejar a mi novio e intentarlo con él, ya que el miedo no me puede mantener anclada a un chico por el que ya no siento nada, lo contrario solo nos dañara más.

          -Creo que es lo correcto

          -Y lo segundo es que a pesar de tener claro que quiero lanzarme con el otro; pienso en el apartamento, tus manos, tu boca y como no; tu polla y… -dijo soltando una carcajada- con lo cual en ese otro aspecto no he aclarado nada –reímos los dos-

     Un rato después andábamos juntos por la calle y llegamos frente al hotel de la primera vez, ella se paró y yo la miré con intensidad.

          -Morenita me encantaría subir contigo porque sé que gozaríamos una vez más, pero creo que solo liaría más las cosas. Creo que pasó nuestro momento –le dije-

     Miré sus ojos tristes por mi rechazo, pensando que no la deseaba y me acerqué a ella, la aparté hacia un pequeño recodo y bajé la cabeza para besar sus labios, cogí una de sus manos y la llevé a mi paquete.

          -Cielo, esta también querría subir para rememorar momentos increíbles, pero créeme se de lo que hablo, recuerda que después de quemar la pasión queda el vacío, hoy sería peor.

     Me devolvió el beso entendiéndome y con una sonrisa se despidió, la miré sabiendo que aunque podíamos volver a vernos nuestra historia se acababa en ese instante.

     Cuando iba a seguir andando miré al frente y vi a Eva en la otra acera, sus ojos tristes me dijeron que había visto toda  la escena y había imaginado aún más de lo que había visto.

     Cuando intenté cruzar para acercarme ella se fue sin mirar atrás dejándome allí. Intenté llamarla pero no cogió el teléfono.

     Unos días después de lo sucedido había salido a andar y cuando llegué a casa la encontré de nuevo esperándome como antaño había sucedido en tantas ocasiones. Abrí la puerta y la dejé entrar nervioso, sin saber que me esperaba.

     Como hacia buena noche salimos al balcón, allí había puesto un par de sillas y una mesita, me gustaba mucho estar ahí por la noche. Una pared separaba el balcón del de los vecinos y al ser grande podía estar ahí tranquilamente sin estar a la vista y era muy relajante oír a la gente de las terrazas y la calle, hacía que me sintiera menos solo. Pero no era el caso de hoy, cuando se sentó entré a por unos refrescos y volví.

-Eva no es…

     Ella se levantó y acercándose doblo el torso para besar mis labios, sentí el calor de estos sobre los míos, luego la humedad de su lengua recorriéndolos y por ultimo esta se coló en mi boca buscando la mía. Estaba preparado para oír sus reproches, pero no esperaba esto. Menos aún que su mano recorriera mi paquete antes de desabrochar mi pantalón, para meterse dentro lo justo para sacar mi polla. Estaba anonadado, realmente flipado cuando empezó a masturbarme. No me salía una sola palabra mientras su mano experta en mi polla la puso como el granito en nada.

     Entonces colocó una pierna a cada lado de mi silla y sin dejar de mirarme, agarrando mi polla la colocó en la entrada del paraíso, noté el calor de su coñito en el glande mientras ella apoyando las manos en mis hombros fue enterrándose mi polla, ahora la humedad de su sexo envolvía mi miembro enhiesto.

          -¿Eva que quieres? –dije con voz entrecortada mientras bajaba lentamente-

          -Sexo

          -Tenemos que hablar de lo que viste…- jadeé al sentarse completamente sobre mí, conmigo dentro-

          -No hace falta que hablemos, creo que por primera vez las cosas están claras. Ahora sé cuál es mi lugar

          -Creo que primero tendríamos que hablar

          -¿Quieres que pare? –dijo empezando a mover las caderas mientras llevaba mis manos a su culo-

          -¡No! -grité aferrando este con fuerza-

          -Entonces guíame, dime qué esperas de mí, quiero ser la mejor de tus putas

          -No tengo putas Eva

          -Bueno pues enséñame a ser la mejor de tus amantes

          -Ya lo eres princesa

          -No me llames princesa, eso lo fui al principio, pero ya no

     Sus ojos tristes me miraban con furia, mientras sus caderas se dejaban guiar por mis manos aferradas a sus duras carnes, mi niña ya no era tal y había madurado entre mis brazos.

     Su vagina apretaba mi polla como solo ella sabía hacer, sentía como si este me succionara y eso junto a la rotación de sus caderas, no me dejaba pensar con claridad.

          -Nunca he querido hacerte daño –le dije notando la tristeza en su voz-

          -Lo sé y no tengo queja alguna, yo fui la primera en reclamar mi espacio, eso debería prepararme para aceptar que tú tengas el tuyo, pero no puedo evitar sufrir cuando le das a otras lo que considero que solo yo merezco.

          -Eva… -de nuevo sus caderas cortaron mis palabras-

     Su boca volvió a apoderarse de la mía, sus besos sabían a desesperación y me odiaba por causarle esos sentimientos e intenté subirla.

          -No me rechaces, no soportaría que dejaras también de desearme, te necesito

          -Eso no está en mi poder, incluso cuando volviste intenté no desearte, pero no lo logré jamás

     Decidí darle lo que reclamaba y yo también necesitaba, la abracé fuerte del torso e hice un esfuerzo para levantarme y levantarla, senté su culo en la mesa.

     Saqué mi polla a la mitad y volví a penetrarla con dureza una y mil veces hasta oírla jadear completamente entregada a mis envites. Quería demostrarle lo mucho que la deseaba, demostrándome a mí mismo que solo en su cuerpo podía saciar ese deseo que me consumía desde el mismo instante en que la conocí.

     Nuestros cuerpos se movían al unísono, mis manos buscaban sus pechos desnudos bajó la camiseta, amase sus adoradas tetitas, pellizqué sus pezones endureciéndolos y nada era suficiente, levanté la camiseta y me encorvé para chupetearlas, sus piernas rodeaban mis caderas y sus pies apretaban mi culo hacia su cuerpo para que la penetrara más adentro. El fuego de su sexo me calentaba, me enervaba hasta casi hacerme perder el control cuando su cuerpo tembló ante el orgasmo, mordí con fuerza oyendo sus quejidos.

     La apoyé en la balaustrada bajando su camiseta y subiendo su falda, dejando así su culito a mi antojo, coloqué mi polla horizontal entre sus muslos, mojándola con sus juguitos, mientras mi dedo pulgar presionaba esa otra entrada, preparando y allanando un poco el camino. Llevé mi glande ahí y ayudándome con dos dedos forcé al máximo ese agujero entrando a pesar de sus quejidos, me agarré a la balaustrada, aprisionándola entre esta y mi cuerpo y seguí entrando en ella, sin prisas pero sin pausa, sin dureza pero sin ser suave, tal y como a ambos en el fondo nos gustaba.

          -Me encanta sodomizarte mi niña, siento mi polla tan apretada que podría correrme sin moverme.

     Entré hasta el fondo, retrocedí y volví a amartillarla esta vez con más fuerza, sin piedad. Aulló de nuevo y repetí una y otra vez mientras ella acentuaba cada arremetida meneando el culo. A los dos ya no nos importaba nada que no fuera saciar ese fuego.

     Metí mi mano entre sus muslos y busqué el botoncito, froté su clítoris mientras entraba y salía sin pausa hasta notar como su orgasmo se acercaba, entonces acelere más, profundice y justo cuando su cuerpo se abandonó al placer deje ir el mío, perdiéndome en ese mar embravecido que era su cuerpo.

     Mientras intentaba volver a respirar con normalidad me dije a mi mismo que podría aspirar a una relación anodina y parca de emociones con Rosa o alguna otra, pero sencillamente lo que me llenaba, lo que mi cuerpo anhelaba eran momentos como el que acababa de vivir al lado de Eva, solo de Eva.

     Una vez relajados ella me miró y me dijo:

          -Tengo que decirte algo –todo mi cuerpo se puso en tensión-

          -Mis padres se van a vivir fuera

          -¿Te vas otra vez? -pregunté apenas sin voz-

          -No, esta vez no. Solo me mudaré de barrio, pero no quiero renunciar a esto, no puedo y créeme que lo he intentado, odio lidiar con tu novia... con…

          -Lo hemos dejado –me llamó la atención la tristeza que le produjo la noticia-

          -¿Puedo quedarme esta noche?

          -Si

     Quería seguir hablando, pero se quedó dormida nada más tocar la cama y mi cuerpo derrotado también entró en letargo.

     Me despertó su boca al alba recorriendo mi polla.

          -Espera Eva, necesito hablar primero

          -Venga, no seas malo –seguía sin querer parar como ansiosa por conseguir excitarme de nuevo-

     Me levanté dejándola allí quejándose como una niña a la que le quitas el juguete nuevo y tuve que armarme de valor para no  volver a la cama y borrar esos pucheritos de sus labios carnosos y apetecibles. Me siguió desnuda a la cocina, tentándome a cada instante, intentando doblegar mi voluntad hasta el punto de cabrearse.

          -¿No quieres follar conmigo para estar fresco para ella?

          -¿De qué hablas Eva?

          -De mi amiga, su novio ya me contó que se ha enamorado de otro y le ha dejado, ¿crees que no sé qué eres tú? Lo supe desde el primer instante, cada vez que me pedía por ti, cada vez que me contaba algo. Por eso quería creer que no eras tú, por eso pedí quedarme a dormir, por si ya vivíais juntos, por eso cuando me dijiste que habías roto con la otra… –dijo en un arranque parando al darse cuenta de que se había excedido dejando ver más de la cuenta-

          -Te estas equivocando, si no te quedas más veces es por el que dirán, o ¿te has olvidado que tienes novio?

          -No lo tengo, ya no.

     Podría haber saltado de felicidad si mi cuerpo entumecido me lo hubiera permitido.

          -No hay nada entre nosotros, no voy a mentirte lo hubo, pero ya no. Aunque para tu tranquilidad te diré que ni es esos tiempos vino jamás aquí, ni ella ni Rosa

          -¿Porque? -preguntó y supe que era el momento de lanzarme aunque no hubiera ni red-

          -Porque este es tu castillo princesa

     Se quedó de pie ante mí, en sus ojos se había apagado la furia y ahora había sorpresa.

          -El día que nos viste me acababa de contar lo de ese hombre

          -Y ¿te llevó al hotel para eso?

          -No habíamos entrado

         -Pero se planteó el asunto

          -Si

          -¿Porque no subiste? -tenía que ser sincero-

          -Porque soy demasiado viejo para perder el tiempo intentando ganar batallas de una guerra que tengo perdida de antemano

          -¿Qué guerra?

          -La que hay en mi interior cada vez que intento borrar tus caricias con otras. ¿Porque sabes lo que sucede mi niña?

          -Dímelo, por favor

          -Que ni siquiera en el momento de mayor éxtasis mi alma deja de llorar tu ausencia pequeña.

          -¿Puedo pedirte algo?

          -Claro

          -Quiero estar siempre en todos tus momentos de éxtasis; aunque no estemos solos…

          -Cuenta con ello –le contesté con una malvada sonrisa cómplice-

     Más tarde bajo el agua de la ducha estuvo en uno de esos momentos al que sucedieron muchísimos más.

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Todo esta permitido cap 4

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Todo esta permitido

Todo esta permitido cap 2

Ya soy la zorrita de mi jefe 3

Mi jefe quiere convertirme en su zorrita

Mi jefe me convierte en su zorrita2

Tio Cesar

Mauro

Solo para ti

Marcelo

Tio Cesar

El hermano de mi abuelo 3

Haciendo amigos en el tren 3

Tio Cesar

Su padre 4

El hermano de mi abuelo 2

El hermano de mi abuelo

Su padre 2

Su padre 2

Soy tuya

Su padre

Mi amante desconocido2

Mi amante desconocido

Haciendo amigos en el tren 2

Haciendo amigos en el tren

Un vecino miron