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Descubriendome II

en Hetero: General

Estaba esposada en la cama, sola en la habitación y analizaba lo que acababa de suceder, temblaba por dentro recordando mis dos orgasmos, la intensidad de los mismos y no me podía creer que hubieran sucedido de esa manera y con Luis.

Él era el amigo de mi marido, el marido de mi amiga y ni siquiera me gustaba, juro que nunca antes había deseado a ese hombre y lo peor es que no le deseaba en esos momentos. Pero lo que no podía negar es que un rato antes había sentido el sexo en otro plano, con otra intensidad.

No sé cuánto tiempo llevaba analizando lo ocurrido cuando le oí regresar por el pasillo, el miedo se apodero de mí, miedo no a Luis, sino a lo que volviera hacer sentir a mi cuerpo.

Cuando la puerta se abrió ya había lágrimas de arrepentimiento en mis ojos, la cabeza me daba vueltas y no mejoró la situación cuando vi que no era Luis quien me miraba con intensidad desde la puerta.

-Hola Marina –dijo Carlos… mi marido-

No podía hablar me quede paralizada y luego solo quería escapar de allí. Pero tenía que afrontarlo.

-Lo siento Carlos

-¿Que sientes que haya pasado o que lo hayas disfrutado?

-Las dos cosas –sentía que le debía sinceridad-

Él solo se acercó, saco las llaves y soltó mis muñecas. Intente abrazarle, pero se apartó.

-No Marina, ahora no

Salió de la habitación, de la casa y se alejó de allí en su coche.

No sé cuánto tiempo lloré en esa cama, luego me vestí y me fui.

Di vueltas sin sentido antes de regresar con miedo a lo que me esperaba en casa.

Allí en su sillón encontré a Carlos, a oscuras. Me oyó entrar y sin girarme me dijo.

-¿Marina era la primera vez? –Pregunto serio y con tristeza en la voz-

-si

-¿Le deseabas tanto como para llegar al final?

-No le deseaba, no le deseo

-Marina lo vi todo, vi tu cara cuando te corrías. No me digas que no le deseabas

-No era por él. ¿Qué puedo hacer para que me perdones?

-Llevo toda la tarde dándole vueltas y solo hay una solución

-Dímela, haré lo que sea

-Solo podría perdonar que él no tuviera nada que ver, que fuera la situación, el morbo, las formas…

-Es justo eso

-Pues demuéstramelo

-¿Qué quieres que haga? –Pregunté con esperanza-

-Quiero que seas mi esclava sexual durante una semana, necesito verte como te vi esta tarde… pero conmigo.

-Hare lo que sea para demostrarte que es contigo con quien quiero estar.

-Sube a darte una ducha y espérame en la cama.

Bajé la cabeza dispuesta a todo por no perderle y subí, me metí en la ducha, froté mi cuerpo con saña durante minutos y luego me sequé y me metí desnuda en la cama.

Le esperé durante horas, hasta que el sueño me venció y agotada me dormí.

Al día siguiente desperté con su olor en la almohada pero sin rastro de el en la habitación ni en la casa.

No supe nada de él hasta que por la tarde me mandó un mensaje.

-Arréglate y ven a buscarme a la oficina, quiero que salgamos a cenar. Si no puedes mándame un mensaje si puedes te espero a las ocho.

Dejé el teléfono y subí a arreglarme, me puse un vestido largo y fino hasta los tobillos con la espalda escotada y unas sandalias planas, me recogí el pelo y fui hacia el coche.

Llegue a su oficina y la secretaria me pasó a su despacho, cuando entre me dijo.

-Hola nena –dijo levantándose y viniendo a mi lado-

Se colocó detrás de mí y para mi sorpresa soltó la pinza que recogía mi melena.

-Se acabó esa imagen remilgada, no intentes ser quien no eres. Eso no llevo a esta situación. Me gusta tu pelo suelto, tus zapatos imposibles, tu manera de vestir y  tú forma de ser. No quiero la esposa arreglada y estirada, quiero a la Marina que has escondido estos años.

Me dejó alucinada, pero era cierto. Había dejado un poco de lado mi personalidad y había intentado ser la mujer que más pegaba a su lado.

-¿Sigues dispuesta como ayer? –Pregunto con incertidumbre-

-Por supuesto.

Note como metía sus manos por la espalda de mi vestido y agarraba mis tetas sobre el sujetador, las estrujo con ganas hasta hacerme gemir, luego bajo un poco las copas del sujetador y pellizco mis pezones.

-Carlos puede entrar alguien

-No entrara y si entran, ¿qué hay de malo en que toque a mi mujer?

Me sorprendió el nuevo Carlos y sin más siguió donde estaba, frotando mis pezones y haciendo que el calor de esa caricia se concentrara entre mis piernas.

Me cogió de la muñeca y vi como corría un panel enorme de madera, al abrirlo apareció una especie de armario con cajones hasta mi cintura, sobre las cajoneras había algunas cosas de aseo, toallas, la bolsa de deporte de mi marido y varias cosas más, en los cajones había papeles y el resto era como un mini trastero. Él lo retiró y me pidió que me sentara, lo hice y me apoyé en la pared, el subió la falda de mi vestido y metió sus manos entre mis muslos separándolos para acceder a mis bragas. Sentí su dura polla en mi rodilla.

-Ya estas mojada, al final serás todo un hallazgo, me sorprende saber que te gustan las emociones fuertes. ¿Qué te pone más cachonda que te meta mano en mi despacho, que alguien pueda entrar o lo que realmente te pone así es notar mi polla a punto de reventar por las ganas que tengo de follarte?

-Todo Carlos, estas irreconocible

-Y tú también, me encanta saber que escondías a una golfilla de lo más salida

Sus palabras me estaban poniendo a mil, no tenía nada que ver con el Carlos pausado, callado y reservado que me había amado anteriormente.

-Voy a bajar tu calentura

-¿Ahora?

-Si putita, aquí y ahora –dijo desabrochándose el pantalón-

Sin molestarse en quitarme las bragas, las apartó lo justo y entonces se agarró la polla erecta y separando los labios de mi vulva me golpeo con ella, los golpecitos me excitaban y entonces busco mi humedad y la entrada a mi vagina y empujó fuerte penetrándome de una sola vez.

Jadee sacando y subiendo un poco el culo y el volvió a empujar agarrado a mis hombros.

-Que caliente estas, nena. Siempre me ha enloquecido tu estrecho coñito, siempre medí todo para no asustarte con mi intensidad, pero ahora voy a follarte como la zorra que eres.

Dios mío en dos minutos me retorcía sin saber cómo conseguir no gritar mi orgasmo, ni después de este paró de entrar y salir con dureza, abriéndome, haciéndome sentir que iba a partirme por la mitad a cada embestida.

-Voy a llenarte el coñito zorrita mía

Las dos cosas volvieron a llevarme al paraíso y me corrí de nuevo sintiendo como se vaciaba

-Si mi niña córrete conmigo así

Las rodillas me temblaban cuando abandonó mi cuerpo y me ayudó a llegar al baño, donde me lavé un poco mientras él hacía lo mismo. Luego me cogió de la mano y juntos salimos del despacho despidiéndonos de su secretaria.

En el ascensor me besó, lo que al principio era un beso normal se convirtió en una auténtica lucha, en la que mordió mis labios, los succionó y por ultimo invadió mi boca.

Vaya semanita me esperaba pensé mientras sonreía.

Nada me había preparado para esos días, en los que Carlos me folló en cada rincón de la casa; cuando creía que había sido el mejor de los polvos me sorprendía mejorándolo al siguiente.

Una de las noches salimos a cenar y para mi sorpresa me masturbo en la misma mesa mientras comíamos el postre, tras pedirme minutos antes que me fuera a quitar las bragas.

-¿Te gusta zorra saber que todos estos idiotas no se enteran de lo rico que lo estás sintiendo? –esa faceta de hablarme, de decirme cosas soeces me enloquecía-

-Sí, me encanta

-Pues no pararé hasta que te corras en mis dedos

Y lo consiguió, dos minutos después me corrí mirando mi plato en silencio mientras el reía

-Muy bien golfa, siempre me sorprendes cariño. Me encanta ver como disfrutas de las situaciones que propongo y te entregas por completo. Quiero que estés muy cachonda porque esta noche voy a profanar tu culo.

Sus palabras me asustaron y me excitaron a partes iguales.

Sin prisas terminamos de cenar y paramos a tomar algo, en el sitio de copas me acarició fugazmente durante el resto de la noche dejándome al borde del orgasmo, incluso en el coche camino a casa.

Llegue a la misma sin pensar en nada más que en que me follara. Cuando entramos me lancé, pero él me apartó.

-Tranquila golfilla, relájate.

Me cogió de la mano y subimos juntos a la habitación; a mitad de la escalera me apretó a la pared y volvió a invadir mi boca, desde el escalón de abajo me subió la falda, me bajó un poco las bragas y frotó su mano entre mis piernas.

Yo jadeaba apoyada en la pared cuando el de rodillas me arrancó las bragas para poder lamer mi coño, subió un pie mío al siguiente escalón y mi sexo quedo a su disposición, me martirizo con su lengua y sus dedos calentándome y cuando sentía que iba a quemarme paraba sin dejarme acabar.

-¿Te gusta puta?

-Sí, no pares, deja que me corra

-No, hoy eres mi perra y te correrás cuando yo quiera. ¿Te parece bien o lo dejamos?

-Me parece bien. Por favor…

Me llevó a la habitación y acercándose a la cama sacó de detrás del cabecero dos pañuelos, me fijé que escondido tras el cabecero había unas argollitas donde había atado los pañuelos.

-Ven –me cogió de la muñeca y me llevó a la cama-

Terminó de desnudarme y me colocó de rodillas en la cama mirando hacia el cabecero.

-Dame las manos –me dijo atándome con los pañuelos-

Apoyé las manos en el cabecero mientras el sacaba de una bolsa de cartón un consolador enorme. Y de pie a mi lado me pidió que separara las piernas colocando el juguete de pie sujetándolo.

-Baja putita y clávatelo despacito.

Sentí como me abría a medida que bajaba lentamente ante su atenta mirada, era enorme y sentía como mi vagina se intentaba adaptar a tan gran intromisión.

-Así preciosa clávatelo del todo

Se sentó a mi lado y llevo sus dedos entre los pliegues de mi sexo buscando mi hinchado clítoris y frotándolo mientras movía las caderas follándome el consolador.

-Me encanta tu cara de puta; cielo muévete más, quiero que te folles bien follada

Sus dedos junto con esa penetración estaban llevándome al éxtasis total, con la mano libre liberó su polla y esta saltó más dura que nunca. Miré como se la meneaba distraídamente.

-¿Te excita mirarme golfa?

-Sí.

-Pues mírala bien que es toda para ti.

Pellizcó mi clítoris con fuerza cuando me ensarté de nuevo hasta el fondo y me corrí como una loca, entonces el poniéndose de pie acercó su polla a mi boca.

Saqué la lengua y lamí las gotas que coronaban el glande con gula, el lanzó un gemido, animada separé los labios y fui tragándome toda su estaca en la boca, la dejaba salir y succionaba con ganas y dureza el glande antes de volvérmela a tragar.

-Dios podría correrme en esa boquita de mamona, lástima que tenga otros planes.

Dejó que se la chupara más de diez minutos y cuando estaba a tope me la quitó, yo me quejé.

-Calla zorra ahora te daré lo que mereces.

Se colocó detrás de mí y volvió a poner el consolador para que me lo follara, bajé hacia el ayudada por sus manos en mis caderas, cuando estuve de nuevo ensartada mojó uno de sus dedos en mi rajita y lo llevó a mi ano virgen.

Me moví asustada pero no podía escapar mientras sentía como empujaba y me escocia cuando su dedo entraba abriendo ese rincón inexplorado. Intenté escapar de nuevo.

-Quieta perrita, relájate porque así dolerá menos cuando te folle.

Metió su dedo del todo y empezó a moverlo, cuando me acostumbre a esa intromisión añadió un segundo dedo y empezó a entrar y salir abriéndome, dilatando mi culito virgen.

Intentaba olvidar eso y concentrarme en mi vagina llena cuando saco los dedos, se agarró la polla y colocó el glande donde habían estado sus dedos.

-Tranquila –me decía besándome los hombros-

Empujó despacio pero con fuerza y metió el glande.

-Me duele

-Lo se golfa y créeme eso me pone aún más cachondo

Empujó un poco más y yo tiré de mis ataduras sin poderme soltar mientras sentía el escozor en mi culo a medida que su polla lo abría. No paró hasta estar completamente dentro.

-Ya está nena, que culito más rico, que estrecho y caliente. Me vuelves loco puta.

Dio un último empujón y paró, agarrando el juguete empezó a meterlo y sacarlos de mi coño hasta que el calor me hacía arder por dentro y empecé a moverme, el apoyó el juguete en el colchón y agarrando mis caderas me clavó los dedos en mi carne y empezó a moverme hacia el juguete, luego tiraba hacia su polla, dios mío la combustión a la que me sentía sometida estaba a punto de matarme.

-Si mi niña que placer me das –dijo jadeando casi sin poder hablar-

Soltó una de sus manos y me dio una palmada en el trasero tan fuerte que di un salto, luego me agarro de nuevo y soltó la otra esta vez espere el cachete.

-Si nena no voy a poder resistirte más

De nuevo me bajó penetrándome la vagina y tiró penetrándome el culo, la sensación era alucinante sintiéndome doblemente penetrada y sin poder más deje que el calor me quemara y estallé en el mejor orgasmo de mi vida; mientras me corría sentí su semen llenar mi recto.

Durante dos minutos me abrazo sin salir.

-Te amo mi niña, mi puta, mi golfa…

-Y yo a ti cielo

Minutos después salió y me soltó cayendo los dos en la cama, me abrazó y besó con cariño mientras yo me sentía más cerca de él que nunca, por fin era todo mío y yo toda suya, completamente.

-Siempre me encanto hacerte el amor, pero follarte es simplemente sublime.

Amaba a los dos seres que se complementaban a la perfección;  me enloquecía mi renovado marido, capaz de tratarme como la peor de las putas dándome un placer indescriptible para seguidamente hacerme sentir la más dulce y adorara de las princesas.

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