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Mi sirena II

en Sexo con maduros

     Allí estaba a los pies de mi cama, solo que esta vez todo era distinto; tumbada en toda su espléndida desnudez estaba mi sirena de pelo rojo que ahora se esparcía por mi almohada.

          -No te muevas quiero verte –aún no había disfrutado de la visión de su cuerpo enteramente desnudo-

     Hasta sus pies me parecieron perfectos, subí la mirada por sus torneadas piernas, sus apretados muslos y llegué al triangulo de rizos rojizos que me subyugaron, al igual que sus caderas redondeadas, seguí por su torso admirando su blanca piel hasta llegar a sus pechos, llenos, redondos y coronados por unos grandes pezones de color claro; en conjunto tenía un cuerpo curvilíneo de lo más deseable que hacía que prácticamente se me cayera la baba solo mirándola, sabiendo que iba a disfrutar de cada rincón de su suave piel, porque en esos momentos no podía pensar en nada que no fuera devorarla. Aun teniendo claro que el polvo de la playa iba a pasarme factura. Maldije no tener veinte años menos para poder estar de nuevo en plena forma.

     Me arrodillé a sus pies y llevando uno a mis labios lamí sus deditos, cortos, gordezuelos con las uñitas rosa y ella jadeó al sentir mi lengua entre sus dedos, seguí lamiendo el empeine, besé cada milímetro de sus piernas, llegando a sus muslos, donde mi lengua se paseó a gusto por esa suave y tersa piel. Ella separó ligeramente las piernas reclamando más.

        -Tócate Estela, quiero ver cómo te masturbas –dije arrodillado ahora entre sus piernas-

     Ver como apartaba sus ricitos, los labios de su vulva y acariciaba su rajita hizo que mi cerebro casi se fundiera de placer mental. Aunque mi polla no estuviera dura como minutos antes el placer de verla era indescriptible, diferente, pero placer al fin y al cabo.

     Esa mujer estimulaba todos mis sentidos, verla gozar era alucinante.

     Me coloqué a su lado y besé sus costillas, para llegar donde llevaba minutos deseando llegar, a esas dos cúspides, endurecidas que apuntaban al techo, clamando mis caricias.

     Sin tocarla, bajé la cabeza, saqué la lengua y rocé la punta de su pezón erguido, este se endureció al contacto y chupé antes de volver a lamer; alentado por su agitada respiración y sus jadeos fui de uno a otro repitiendo ambas caricias con mi lengua.

     Miré entre sus piernas y vi su mano moverse, mordisqueé sus pezones y noté su cuerpo temblar de anticipación, sabía que estaba a punto y quería vivir su orgasmo de cerca.

     Volví a arrodillarme entre sus piernas, miré su mano frotar su hinchado clítoris, luego vi sus ojos cerrados, su espalda combada y pillándola por sorpresa junté dos dedos y penetré su vagina. Gritó y abrió los ojos como platos por la sorpresa, saqué mis dedos y sus ojos suplicaron más. Y más le di, volví a hundirme varias veces mientras su cuerpo se deshacía en un orgasmo que la hacía gemir sin parar, mientras yo gozaba sabiéndome parte de él. Dejé mis dedos dentro hasta que se relajó, sintiendo los espasmos de su goce.

          -Muy bien sirenita, ¿tienes hambre?

          -Mucha –dijo aun con la voz entrecortada-

     Le pasé una de mis camisetas y ya en la puerta le dije:

          -Date una ducha si quieres mientras yo preparo la comida

     Media hora después bajó con mi camiseta puesta y el pelo aun mojado, yo ya tenía la comida hecha y ella puso la mesa. La miré moverse con gracia por mi cocina y al estirarse para poner una copa pensé… “bendita calefacción” al darme cuenta que solo llevaba estrictamente la camiseta. Madre mía mi polla dio un respingo dentro de mi pantalón de deporte.

     Ella advirtió que miraba su culo y con voz picara me dijo:

          -¿Te molesta que no me haya puesto las bragas? Se están secando en tu baño

     Dios no sé si me puso más cachondo la pregunta o que al hacerlo se subió un poco la camiseta enseñándome esos ricitos arrebatadores.

        -No me importa que no lleves bragas, pero no esperes una conversación demasiado profunda mientras no consiga sacar de mi mente esa imagen -ella sonrió complacida y ese día gris de invierno pareció el mejor día de un cálido verano-

     Después de comer ella se levantó y espetó.

          -Yo recojo y hago café, tú relájate –dijo mi sirenita-

     Como pretendía esa chiquilla que me relajara viendo cómo se movía ágilmente por mi cocina enseñándome a cada instante su coñito desnudo, su culito, sus piernas… mi polla iba a explosionar en mi pantalón.

          -¿Tomamos el café en el salón? –preguntó dándose cuenta de cómo babeaba mirando su culo al meter los platos en el lavavajillas-

          -Lo que tú quieras –dije refiriéndome a “todo” en general-

     En ese momento podía pedirme lo que quisiera que nada podría negarle, me tenía literalmente abducido.

     Fui al salón y me senté en mi sillón, ella se reunió conmigo cinco minutos después, me pasó mi taza y se sentó frente a mí en el sofá.

     Di un sorbo a mi café recordando la primera vez que la poseí en ese sofá casi a la fuerza, nuestras miradas se encontraron y supe que me había cazado, sabia en que pensaba.

          -Todo aquello es pasado Marcos

     Eso me hizo pensar que era cierto lo que se decía, como había oído tantas veces… el pasado ya no nos pertenece ni podemos cambiarlo, el futuro es incierto y solo el presente nos pertenece y eso precisamente quería vivir, ese presente.

     Estrella como leyendo mis pensamientos separó las piernas, subió los pies apoyándolos al asiento y dejando a mi vista su majestuoso y esplendido sexo.

          -Me encanta la manera en que me miras; haces que me sienta una diosa

          -Lo eres, preciosa. Llevo horas fantaseando en como poseerte… cada vez que meneabas ese culito en la cocina mi polla se ponía un poco más dura. Quiero poseerte por completo sirenita, ¿vas a dármelo todo?

          -Yo nunca… -dijo intuyendo que quería sodomizarla-

          -Eso me pone aún más cachondo, ¿vas a dejarme intentarlo preciosa? -dije con voz ronca-

          -¿Cómo quieres que me ponga? –pidió algo asustada, pero decidida a seguir adelante-

     Eché la manta con pelo que usábamos para taparnos sobre la mesa baja, puse está en el centro del salón ante la chimenea.

     Me acerqué y noté que temblaba con una mezcla de excitación, morbo y miedo. La besé en la boca, lamí sus labios hasta lograr que se relajara, tiré de la camiseta y masajeé sus pechos con delicadeza primero y fui incrementando mis caricias sin dejar de besarla, de lamerla. Dejé su boca y bajé a sus pechos, los succioné, los mordisqueé y por ultimo rocé su entrepierna, metí mis dedos entre sus muslos y subí dos dedos para pasarlos por su rajita ya húmeda. Empezaba a estar preparada para el siguiente paso.

     La senté en la mesa y la tumbé sobre la manta mullida y suave; subiendo sus piernas en ángulo recto con mi pecho me bajé el pantalón a medio muslo y acerqué mi polla a la humedad, empujé el glande y poco a poco fui enterrándome en ella. Ambos jadeamos al sentir el calor, el placer… era algo inenarrable. Casi había rechazado la idea de cambiar de agujerito, en este estaba en la gloria. Pero entonces ella me lo recordó.

          -Hazlo ahora –dijo con voz entrecortada-

     Estuve a punto de correrme con la última arremetida, salí al borde y hasta unas gotitas de semen coronaron mi glande.

          -Date la vuelta pequeña

     Ella se sentó y al ver las gotitas bajó la cabeza para pasar la lengua y atraparlas, aúlle al ver el deseo en sus ojos.

          -Niña vas a matarme de placer –la coloqué como una perrita sobre la manta-

     Separé sus cachetes y bajé a lamer su rajita, necesitaba unos minutos y los dediqué a lamer toda su rajita llegando a su arrugado agujerito, luego mordisqueé los cachetes de su culito y tras unos minutos metí un dedo en su vagina mojándolo con sus abundantes juguitos, luego lo llevé a su ano y presioné, ella se movió hacia adelante pero la frené con la otra mano en su popa.

          -Tranquila, iremos todo lo despacio que necesites.

     Mientras seguía besando su espalda iba empujando mi dedo hasta penetrarla por completo, era tan estrecho que por un momento creí no poder penetrarla. Pero empecé a entrar y salir, ella se relajó, mientras mi  otra mano agarraba su pecho, pellizcaba sus pezones y por ultimo frotaba su clítoris mientras ya un segundo dedo dilataba su estrechez.

     No podía más, sin sacar mi mano de entre sus piernas con la otra agarré mi glande y lo llevé a ese agujerito deseado y empujé, ella gimoteo y yo apresé con dos dedos su clítoris antes de empujar un poco más, confundiendo su dolor con el placer que mis dedos infringían en su sexo. Así alterné las caricias con la penetración, sentía mi polla tan estrecha que tenía que reunir todas mis fuerzas para no correrme. Cuando tenía más de media polla en su interior me quedé parado e intensifiqué las caricias a su clítoris, ella empezó a jadear como una posesa y su cuerpo tembló cuando empezó a notar el orgasmo, esperé quieto a que este estallara y entonces aferrándome a sus caderas empujé hasta el final, hasta que me pelvis golpeo su culo. Ambos gritamos, tuve que quedarme quieto unos segundos, luego lentamente empecé a moverme.

          -Preciosa que placer me das, eres maravillosa, espectacular y me muero por llenar tu culito de semen. –dije sin apenas  saber ni lo que decía-

     Ella se incorporó, pegó su espalda a mi pecho y yo me aferré a sus tetas como un náufrago a su tabla salvavidas, mientras ella empezaba a menear el culo y las caderas.

          -Estrella, Estrella, Estrellita –agonizaba de placer-

     Bajé una mano  a su coño y con cuatro dedos abrí su vagina sin poder penetrarla del todo por la postura pero ella meneo las caderas queriendo más y yo empujé para profundizar más en su culo y así emprendimos un vaivén que nos llevó a la locura total, noté como el semen brotaba de mi polla mientras sus jugos mojaban mis dedos y ambos gritábamos y gemíamos extasiados.

     Me senté en el sofá sin poder apenas respirar, descubriendo por primera vez el significado de lo que muchos denominaban “petite mort”, esa sensación pletórica tras un orgasmo espectacular.

     Ella se dejó caer sobre la manta mirándome con los ojos muy abiertos, brillantes y tan alucinada como yo.

     Durante unos minutos ninguno dijo nada aun aturdidos por las profundas sensaciones.

          -Voy a darme una ducha –dije cuando me recompuse un poco-

     Cuando salí de la ducha entró ella en el baño, se metió en la ducha y cuando salió yo ya me vestía en el dormitorio.

          -Si quieres que me quede, necesito ir a por ropa

          -Vamos ahora si quieres

     La llevé en coche al apartamento que tenía cerca del pueblo, subí con ella y esperé sentado en el sofá viendo como cogía ropa de varios cajones y las metía en una bolsa de deporte que llevamos a mi coche.

     -¿Te apetece un paseo?

     -Mucho –contestó ella-

     Paseamos en silencio por la playa, llevábamos unos metros por el paseo cuando agarró mi mano, yo entrelacé mis dedos con los suyos.

          -Nunca había sentido nada parecido–dijo sincera de repente-

          -Yo tampoco sirenita

     Solté su mano y la abracé por los hombros, ella se pegó a mí abrazando mi cintura y me miró yo miré su cara de niña, sus mejillas rojas por el frio, sus grandes y expresivos ojos sonrientes y esa boca enloquecedora que me hipnotizaba y allí en medio la besé con toda mi alma.

     Seguimos andando, nos cruzamos con vecinos conocidos y nos saludamos sin soltarnos y seguimos besándonos cada dos por tres como dos adolescentes, porque así me sentía, como si de repente la vida me regalara los mejores instantes cuando menos lo esperaba.

     Llegamos a casa y juntos preparamos la cena, vimos la tele y nos acurrucamos juntos en el sofá. Me desperté en mitad de la noche y como a una niña tuve que obligarla a subir a la cama.

     Por la mañana me despertó el olor a café recién hecho, abrí los ojos y vi a mi chiquilla de pelo rojo con una bandeja entre las manos, la dejó en la mesita y se sentó a mi lado.

          -Buenos días dormilón

     Miré el reloj y eran más de las diez, a las siete había ido al baño y había vuelto al calor de la cama, de su cuerpo. Nunca me había despertado tan tarde.

     Llevaba puesta mi camiseta y al retirar el edredón volví a darme cuenta que no llevaba ropa interior. Mi sexo increíblemente se removió bajo la ropa de cama. Yo que era tan tranquilo y para sorpresa mía volvía a excitarme después de la sesión del día antes al mediodía.

          -Nunca desayuno en la cama –pero me senté apoyándome en el cabecero-

     Ella sonrió al notar los primeros coletazos de mi erección, se sentó sobre mí poniendo una rodilla a cada lado de mi cuerpo y dejando caer su sexo desnudo sobre mi sexo semirrígido.

     Agarró una de las tazas de la mesita y me la pasó, di un trago y ella dio otro a la suya. Luego la dejó en la bandeja y cogió una de las tostadas, está ya tenía mantequilla y mermelada y la acercó a mi boca.

     Mordí sin notar el sabor porque no era capaz de concentrarme en nada que no fuera la humedad de su sexo sobre mi polla cada vez más dura. Se movió graciosamente y mi glande enfiló el camino al paraíso, volvió a mover las caderas y mi polla fue penetrándola despacito, jadeo levemente y mordió la tostada justo al lado donde yo había mordido.

          -¿Eres consciente de lo excitante que es esto sirenita?

          -Nunca había sido tan consciente de mi cuerpo ni de mis deseos como ahora

          Volvió a acercarme la tostada y mordí con ganas cuando ella meneó de nuevo las caderas, mastiqué y tragué por inercia mientras ella ya no comía solo meneaba las caderas a un ritmo cada vez más endiablado.

     Dejé la taza que casi se me cae de la mano, le quité la tostada de la mano y ella apoyando ambas manos sobre mi cabeza agarrándose al cabecero acercó sus pechos y empecé a devorarlos con verdadera ansia, los junté pegando sus pezones y mordisqueé uno y otro sin piedad, ella profería pequeños gruñidos de queja cuando mordía con fuerza, pero sus caderas la contradecían moviéndose sin parar.

     Seguí apretando sus pechos, seguí mordiendo con saña y de repente noté la tensión de su orgasmo y a continuación mojó mi polla al correrse, al oír mi nombre entre jadeos en sus labios casi me corro, pero entonces acabó su orgasmo, subió el culo y mi polla abandonó su gruta.

     Me quejé, no quería que parara pero ella sonriendo bajo por mi pecho besando mis tetillas, mi pecho, mi torso y evitó mi polla inhiesta, lamió mis muslos y separándolos se colocó entre ellos, cuando me preparaba para sentir sus labios en mi polla, noté la humedad de su lengua en mis testículos. Lamio, succionó y se los metió en la boca. Luego los dejó pero no subió sino que siguió lamiendo mi perineo, mojándolo de saliva hasta llegar a mi ano.

     Doblé las piernas extasiado por esa sensación nueva, hizo círculos alrededor de mi ano y luego con la punta de su lengua penetró levemente haciéndome perder la razón, metió y sacó su lengua mientras con una mano acariciaba mis testículos, luego su mano agarró la base de mi pene y empezó a meneármela con lentitud pasmosas.

     El placer era estratosférico y entonces su lengua subió dejando un rastro de saliva y sus labios atraparon mi glande, presionaron, para luego succionar y por ultimo note la presión de la yema de su dedo en mi húmedo ano, me moví sorprendido y entonces sus labios bajaron por mi polla, mientras su dedo entraba por primera vez en mi recto muy despacio, lo curvó y empezó a entrar y salir al mismo ritmo que su boquita tragaba mi polla al límite, subía y bajaba sus labios succionando mi glande al final.

     Yo jadeaba, gemía y de repente sentí claramente cómo iba a explotar, le grité que me corría y ella hundió su dedo con fuerza, lo curvó dentro y succionó mi polla que escupió el semen con fuerza dentro de su boquita mientras yo con mis dedos enredados en sus rizos rojos quería llorar de placer.

          -Gracias sirena –dije quedándome dormido de nuevo mientras ella se acurrucaba a mi lado y nos tapaba a ambos-

     Esa tarde nuestra burbuja estalló, Estrella tenía que regresar por un problema familiar.

          -¿Tienes que irte ahora?

          -Si Marcos

          -¿No volveré a verte?

          -Esa era la idea, voy a casarme en seis meses… -dijo mientras recogía sus cosas a la misma velocidad que se encogía mi alma-

     No podía seguir allí, no podía ver como lo mejor de mi vida salía de ella sin mirar atrás.

          -Tienes razón ese era “el trato” –besé sus labios unos segundos y me fui-

      Anduve en silencio desconsolado por esa playa que de repente me pareció el lugar más triste del planeta, volví a casa e intenté escribir, tras horas de soledad y en blanco, recogí todo y a media noche dejé la casa.

      Unos días después y sintiéndome desolado recibí la visita de Marisa. Con ella descargué toda mi furia con el mundo.

          -¿Cómo pudiste mandar a alguien a espiarme, porque te importaba tanto lo del libro?

     Verla bajar la cabeza hizo que la verdad estallara ante mis narices; por dinero. Quería su parte antes del divorcio.

          -No va a haber libro, vas a tener que conformarte con lo que hay

     Volví a mi trabajo intentando llenar mi vida para conseguir dejar de pensar un poco en ella, en parte la culpaba por irse antes de que pudiera hacerme a la idea y me convertí en una oscura sombra que deambulaba sin rumbo, sin nada que llenara mi existencia condenado a estar sin ella.

     Pensar en que ella había vuelto a su vida, con su pareja y que además pronto formalizarían su unión me reconcomía por dentro a diario.

          -hola Marcos, ¿te apetece tomar una copa? Llevamos mucho tiempo sin pasar un ratito juntos

     Era Laura la compañera con la que tuve una historia antes de irme a la casa de la playa.

          -No me apetece demasiado, estoy cansado

          -Venga no seas huraño, sea lo que sea lo que te pasó esos días que desapareciste deberías continuar con tu vida

          -hoy no

     Rechacé a Laura un par de veces más, pero una noche salimos a cenar todos los compañeros, al final de la noche me pidió que la acompañara. Podría culpar al par de copas, pero mentiría, necesitaba saber que se sentía después de “ella”

          -¿Quieres tomar la última en mi casa? –me escuche preguntar-

          -Por supuesto

     Entramos en mi casa y sin encender las luces la llevé a mi habitación, mientras la desnudaba por el pasillo. La tiré literalmente en la cama, separé sus piernas y arrodillándome entre estas la toqué lo suficiente para poder penetrarla, enseguida se mojó y en dos minutos me hundí en su cuerpo, sin ninguna emoción entré y salí con más rabia que placer. Le di la vuelta y volví a penetrarla desde atrás mientras acariciaba su sexo, quería que acabara rápido, porque yo solo quería correrme.

          -Córrete zorra, porque yo estoy a punto de hacerlo

     Parecía que mi rudeza le gustaba, pellizqué su clítoris y se corrió, la agarré de las caderas y empecé a arremeter una y otra vez hasta que noté que me iba a correr, saqué mi polla de su coño… ese coño que simplemente no era el que deseaba, el que necesitaba, el que me emocionaba; mi mente se llenó de sus recuerdos y agarré mi polla masturbándome con furia por no ser capaz de sacar su recuerdo de mi mente, pero solo con esos recuerdos conseguí córreme.

     Mi cuerpo se sacio, pero mi alma se oscureció aún más. Tuvimos un par de encuentros más en los que cada vez iba a peor, yo volcaba en ella mis frustraciones y a ella le ponía cachonda sentirse usada, le gustaba que solo me la follara, ya que el amor ya lo hacía con su marido. Era todo tan decadente que decidí dejar de nuevo esa historia que solo me hacía sentirme peor.

     Por si la cosa no pintaba mal una noche tras cenar solo, entré en un antro, pedí una copa y al momento alguien me dijo:

          -hola. Señor García ¿se acuerda de mí?

     Tardé unos segundos en recordar a una de mis exalumnas, una de esas gatitas de las que os hablé al principio, una chica sin complejos que me dejó claro con miradas, gestos y alguna frase suelta que por una buena nota podía ser muy cariñosa, por decirlo de alguna manera.

     Por un momento me recordó a Estrella, tendría unos años más que mi sirena.

     La miré unos segundos, llevaba un vestido corto, ceñido que dejaba poco a la imaginación. Era sexi, pero a mí me pareció vulgar.

          -Podríamos tomarnos una copa, ahora ya no eres mi profesor

     La invite a esa copa y a un par más, ella dejo claro que yo le daba morbo. Allí mismo acarició mi sexo sobre el pantalón y consiguió que este reaccionara.

     Mi mente y mi alma lloraba una ausencia que deseaba cada minuto de mis días.

     Pero en vez de volver solo a casa como cada día, pagué la cuenta y salí tras esa chica que meneaba las caderas, orgullosa tirando de mi mano levemente mientras yo me dejaba llevar…

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