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Cloe mi pequeña ninfa

en Sexo con maduros

Ese año me sentía raramente cansado de mi vida, tenía cincuenta y cuatro años y en mi mente parecía tener cien. Las clases que impartía en la universidad habían acabado y de nuevo tenía un aburrido verano por delante; allí estaba, en la misma silla, en la misma mesa, en el mismo bar, del mismo pueblo en el que verano tras verano nos encontrábamos los mismos sujetos hastiados de un inverno demasiado largo y pesado, con ansias de sentir el sol en la piel que calentara nuestras almas frías.

Entró Tomas un viejo conocido, que como yo año tras año venía a veranear al pueblo con su familia, si no recuerdo mal tenía una hija y una mujer que estaba bastante bien, era algo más joven que yo.

-Hola Tomas.

-Hola, Adolfo –me contesto amablemente-

No es que fuéramos amigos propiamente a tiempo completo, pero si en verano. Además el verano pasado el y su mujer vinieron solos quince días y se unieron a nosotros un par de veces en alguna cena y lo pasamos bien.

-Acabamos de llegar, ¿llevas mucho por aquí Adolfo?

-Un par de días solo, desde que acabaron mis clases.

-Anda es cierto, no recordaba que eras profesor.

Tras charlar unos instantes ambos salimos del bar, juntos cuando de repente apareció ella, como un torbellino. En esos momentos no imagine lo que iba a cambiar mi vida desde ese instante.

-Hola señores… papa me voy con ellas a dar una vuelta, volveré a la noche.

-Cloe saluda a Adolfo

En ese momento me miró y yo la mire a ella, no tendría más de dieciocho, era salvajemente bonita.

-Hola Adolfo, ya me acuerdo de usted de otros años, ¿es usted el profe no?

-El mismo, yo no te recordaba, o has cambiado mucho. –Estuve a punto de decirle que no la recordaba tan preciosa-

-Supongo que he cambiado algo en tres años

-Estas estupenda, bueno os tengo que dejar

-Hasta otro momento –dijeron ambos-

Fui andando hacia las afueras pensando en ella. Era tan condenadamente joven y sexi que se me hacia la boca agua solo imaginar a esa adolescente desnuda ante mí.

Imaginé de camino a casa como serían sus pechos, que se adivinaban grandecitos bajo esa estrecha camiseta que llevaba, imagine como seria tocar su piel suave y su carne prieta, ese tacto que solo tiene un cuerpo de esa edad…

Absorto en mis pensamientos oí un coche pasar a mi lado y me aparté, solo entonces fui consciente de mi excitación, de la dureza de mi miembro bajo el pantalón.

Salí del camino alejándome de este y entrando en una zona boscosa, allí busqué un árbol y apoyándome en su tronco desabroché mi cinturón, metí la mano dentro y saque mi polla erecta, hambrienta y dura como hacía meses no estaba. Empecé a masturbarme mientras recordaba unos labios llenos, rojos y los imaginaba deslizándose sobre mi polla, mientras unos ojos negros me miraban estudiando el placer en mi rostro. Aligeré mi mano sintiendo la proximidad de mi orgasmo y grite su nombre en silencio… Cloe, Cloe.

Con un pañuelo limpié mi sexo antes de volver al camino, mientras seguía andando pensé en que tenía esa chiquilla ya que yo estaba rodeado de adolescentes algo mayores que ella y alguna estaba muy buena, pero no había pasado de admirar un buen culo, unas buenas tetas, pero jamás había ido más allá con ninguna de mis alumnas, además de poco profesional no entraba en mis principios y además lo consideraba un riesgo de terminar en la rectoría, después en la calle y con un escándalo así en tu expediente, no vuelves a trabajar.

Decidí olvidad a mi ninfa y por unos momentos recordé a Laura, ella era una profesora de unos cuarenta y ocho años con la que había tenido una historia ese mismo invierno, era la primera vez que era infiel, se presentó la ocasión y me pilló en un momento en el que fui incapaz de decir no. Tras los primeros polvos se perdió el sabor de la novedad y lo prohibido y me hastié más que con mi mujer. A pesar de pasarlo bien juntos empezó a no valer la pena y un mes antes de terminar las clases pusimos fin a esa historia de mutuo acuerdo. Volviendo al escaso sexo con mi mujer y a mis más placenteras masturbaciones.

Con mi mujer todo iba bien sin tocar el tema del sexo, nuestra relación era cómoda, amistosa, juntos pasábamos buenos ratos, nos compenetrábamos bien en todo menos en la cama.

Pasaron quince días casi de un plumazo y no volví a ver a mi ninfa pelirroja.

La siguiente semana me quedaba solo ya que mi mujer se iba a un crucero con su hermana, está la había invitado y ya que yo lo odiaba ella decidió aprovechar la ocasión de probar.

Me dejó allí aún más aburrido que de costumbre hasta que el primer día por la mañana al regresar de mi paseo matutino me encontré a Cloe en mitad del camino, alejada del sendero y aun así la oí llorar. Me sentí obligado a acercarme a ella.

-Hola, ¿qué te pasa?

-Nada, preferiría estar sola

-Llorar no solucionara tu problema sea cual sea

-¿Crees saberlo todo?

-Se algunas cosas, nunca se sabe todo preciosa.

-No me llames así

-¿Te molesta?

-No lo soy

-Ven paseemos por allí, si no quieres que te vean llorar

Con las manos en mi espalda me dirigí al bosquecillo y ella tras pensarlo unos segundos me siguió, pasamos ante el árbol donde unas semanas antes me había masturbado pensando en ella. Intente alejar mis pensamientos y me centré en ella que parecía sufrir horrores.

-¿Me vas a contar que te pasa?

-No lo entenderías

-¿Porque crees que no lo entendería por ser un viejo? –sé que ella debía verme como tal-

-No eres tan viejo

-Venga te vendrá bien sacarlo.

Se sentó en una enorme piedra y admiré sus piernas, sus muslos llenos y me excité secretamente enterrando ese deseo; ahora había que escuchar.

-Mira hasta hace un rato tenia novio, pero este acaba de dejarme por otra

-Eso pasa, te podría decir que él se lo pierde pero eso ahora no te ayudará. No analices que tiene ella que no tengas tú, porque eso tampoco ayuda

-No hay comparación ella es mayor, por eso le gusta, dice que quiere experimentar y que ella tiene más experiencia que yo.

-Vaya con el señorito

-El problema es que contra eso no puedo luchar ya que es cierto

Entonces salió mi vena pervertida y le pregunte:

-¿Te refieres al sexo?

-Pues claro, ella seguro que le hace más cosas que yo y como yo no sé hacerlas por eso la prefiere a ella. Ojala tuviera más experiencia…

De repente me miró de arriba abajo y note como se ponía colorada ante algún pensamiento. Yo la miraba embobado y me quede helado al oírla decir.

-No sé porque le cuento esto profesor, pero me he disparado y ya no he podido parar, usted me da confianza, supongo que por estar acostumbrado a tratar con gente joven

-se escuchar

-¿Podría pedirle un favor profesor? –me miro con ternura-

-Claro

-¿Usted podría enseñarme algo sobre el sexo? Por favor no sé a quién más recurrir

-¿A qué te refieres exactamente Cloe?

-Me refiero a que me enseñe a follar para poderle dar una lección a ese imbécil

-¿Quieres que te de clases teóricas de sexo?

-No

-¿Entonces que me pides Cloe?

-Que me de clases prácticas sobre sexo, que me enseñe como complacer a un hombre, si consigo complacerle a usted lo haré de sobra con él.

Mi sexo casi revienta las costuras del pantalón al oírla decir eso, pero por más que mi cuerpo gritara que si mi mente me repetía que saliera corriendo de allí, que no dejara que su tierna mirada me embaucara no podía moverme de allí, no podía dejar de mirarla con deseo.

Al notar las dudas en mi mirada, ella apartó la cara y volvió a llorar de nuevo en silencio.

-Cloe tienes solo dieciocho años y yo cincuenta y demasiados. No podemos…

 Me acerqué y poniéndome de cuclillas levanté su rostro por la barbilla y me perdí en su mirada inocente.

-Si podemos, a mí me apetece y quiero aprender de usted.

Me acerqué y probé la lujuria en sus labios, los entreabrí y metí mi lengua para explorar su boca, de alguna manera quería intimidarla, que fuera ella quien saliera huyendo. Pero no se movió ni cuando mis manos se posaron en sus muslos, en su entrepierna y solo la tela del pantalón me separaba del paraíso de su coñito. Desabroché el mismo y metí mi mano dentro del pantalón, dentro de sus bragas y acaricié la suavidad de su casi inexistente vello abriéndola camino de su rajita.

Me sorprendió la humedad y el calor que desprecia su sexo, sin dejar de besar exploré esa abertura con mis dedos empapándome de su esencia mientras un gemido escapo de su garganta enloqueciéndome.

-Levántate Cloe me molesta el pantalón

Me miró con algo de temor en sus ojos pero se levantó y dejó caer sus vaqueros cortitos y ante mi aparecieron sus muslos prietos y lo mejor su triangulo solo cubierto por unas finas braguitas rosas con la gatita kitty creo que se llama en el centro.

-Quítate también las bragas

-¿Y si viene alguien? –me dijo temerosa-

-No te preocupes los veré llegar, necesito desnudarte para poder tocarte, para excitarte y que estés dispuesta a todo por complacer.

Se convenció con mis palabras y poniéndose en pie dejo caer sus braguitas deslizándolas por sus muslos, solo una fina línea coronaba su triangulito de rizos del mismo color fuego de su pelo. Se cubrió con ambas manos el sexo y jamás había visto nada más sexi y excitante. Me dolía la polla dentro del pantalón, pero aun no podía ir más allá.

Tiré su pantalón sobre la roca y la mande sentar sobre él, me arrodillé en el suelo frente a ella y separé sus muslos, me coloque entre ellos, bajé la cabeza y aspiré su olor enloquecedor, me acerqué más respirando fuerte, soplando sobre su rajita separando sus labios vaginales con dos dedos. Ella gemía levemente y acerqué un dedo a su mojada rajita, lo pasé de arriba abajo suavemente, lentamente empapándome de nuevo.

-Así relájate Cloe, quiero que estés excitada

-Lo estoy profesor

Tensó y arqueó su cuerpo y note como mis dedos se mojaban aún más mientras entre jadeos se corrió. Respiraba con dificultad y esperé a que se relajara,  baje mi lengua y probé el orgasmo entre sus piernas, succioné como un loco ese sexo aun de niña, metí mi lengua dentro de su cuevecita y de nuevo se corrió y sentí en mis labios los juguitos dulces de esa niña en plena efervescencia aun. Enloquecí de deseo por ella y desabrochándome el pantalón la coloque en la entrada de su cueva y empecé a empujar llenando su interior de mí, abriéndola mientras sentía las paredes de su sexo apretando mi sexo sin piedad. Las convulsiones instantáneas de su cuerpo al sentir la penetración casi me lanzan al abismo. Volvió a correrse antes de que se la metiera del todo y yo estaba a punto antes incluso de rozarla.

Empujé fuertemente mientras se corría alargando su placer; solo unos instantes mas y la saque regando su triangulo con mi esperma ganado a pulso por ella, mi ninfa, mi niña, mi locura desde el primer instante en que la vi en compañía de su padre.

Ella aun respiraba con dificultad cuando se levantó y se puso de nuevo las braguitas en silencio, sin atreverse a mirarme dijo mientras se limpiaba mi semen:

-Ha sido la primera vez que alguien me ha chupado allí y me ha encantado, pero el segundo casi me mata de placer.

-Me alegro que te haya gustado Cloe

-Aunque sea sosa puedo mejorar

-Ese tío es imbécil

Le dije pasándole el pantalón y cogiéndola de la mano para salir de ese bosquecillo, como podía un hombre decir que ella era sosa y destruir así sus deseos de ir aprendiendo juntos desde cero… era un inútil y yo iba a aprovecharme de eso.

-Cloe si te ha gustado, tengo más para ti. Esta semana estaré solo ven a por más cuando quieras.

Y la deje allí que rumiara mi proposición sin sentirse cohibida por mí, quería que volviera pero no por vergüenza o por sentirse obligada.

Me fui a casa con una sonrisa de tonto que tiraba de espaldas, llegué y al darme una ducha descubrí que me escocia la polla de lo estrecha que había estado, entonces recordé su sabor, su olor y esos ruiditos que hacia al correrse. Era encantadoramente sexi.

No me molesté en vestirme, solo el calzoncillo.

Me senté a cenar tranquilamente ante la tele aun pensando en los problemas que iba a traerme esa historia y al acabar retiré la mesa y cogí un libro. Estaba absorto en el cuándo sonó el timbre de la puerta, miré por la ventana y la vi ante mi puerta. Corrí a abrirle y ella bajo la cabeza.

-Hola profesor, me dijo que podía venir cuando quisiera

-Claro pasa Cloe, entra.

Pasó por mi lado y olí su aroma a vainilla dulce como un bollito recién hecho.

-No quiero molestar, ¿qué estaba haciendo?

-Leía, ¿te gusta la poesía?

-Si –me dijo con cara de golfilla-

-Cloe vamos hacer un ejercicio, ¿quieres?

-Claro, tu mandas

-Mira yo voy a seguir leyendo en voz alta y quiero que consigas que no pueda seguir leyendo, puedes usar tus manos, tu boca o lo que quieras, tú eliges.

Parecía encantado con los deberes que acababa de ponerle y vi como esa niña se arrodillaba entre mis piernas mientras retomaba mi lectura.

Tiró de mis calzoncillos y agarró mi polla erecta ya con su manita, acercó la lengua y empezó a lamer mi glande mojándolo de saliva y dejando que esta resbalara por mi base, aprovechando esa humedad movía su mano de arriba abajo por toda la base de mi pene mientras pasaba la lengüecita por mi glande. Yo intentaba leer a pesar de que se me nublaba la vista cada vez que me la meneaba, cada vez que su lengüecita tocaba mi polla ardiendo.

Tuve que sacar todas mis reservas de aguante para seguir leyendo mientras mi dulce y pequeña ninfa se amantaba directamente de mi polla, succionaba glotona mi polla antes de metérsela casi entera en la boca, hasta la garganta, haciéndome la mejor de las mamadas.

Seguía leyendo muy despacio, pero no quería parar, porque no quería que parara de chuparme. Me dejo helado cuando sentí su manita en mis huevos, los sobaba con ternura, volviéndome loco por completo. Hasta el punto que tuve que rendirme y apartarla.

Ella se sentó en el suelo con la cabeza hacia abajo, sintiéndose culpable.

-¿Qué te pasa Cloe?

-Que te he hecho daño y me da vergüenza no saber

-Eso no es verdad chiquilla, lo has hecho de fábula, ha sido la mejor de las mamadas, solo te he apartado porque aún no quiero correrme.

-¿De verdad te ha gustado?

-Muchísimo

La felicidad subió a sus tristes ojos y salto sobre mi regazo abrazándome me miró y me dijo

-Profesor, si el anterior ejercicio lo he hecho bien, merezco un premio ¿no?

Por un momento pasaron mil cosas por mi cabeza, hasta que iba a pedirme dinero por  follármela, que entre nosotros hubiera pagado gustoso por disfrutar de ese cuerpo glorioso que se habría para mí.

-¿Qué quieres Cloe?

-Que me leas un ratito, me encanta oír tu voz, me excita tu tono serio…

Solté el aire de los pulmones y la mire sentada sobre mí, su idea me pareció de lo más erótico. Además era justo que le diera lo que pedía.

Empecé a leer despacio sintiendo sus braguitas rozar mi polla y mientras leía ella se frotaba contra ella enardeciéndome de placer, estaba excitadísimo mientras acunaba a esa niña y le leía. Entonces ella se apartó la braga y llevó mi polla entre sus labios, su balanceo hacia que mi glande frotara su clítoris. Antes de acabar la página mi pequeña Cloe gemía con otro orgasmo. Cuando sentí que se corría con mi mano libre guié mi polla y esta la penetró con facilidad haciéndola que se corriera antes de acabar con el anterior, la balancee aún más sintiendo cada rincón de su vagina apretándome de lado la henchida polla.

Aun así no deje de leer, era todo tan morboso…

Tras unos minutos la giré abriéndola y colocándola de espaldas a mi pecho, subí sus piernas colocando sus pies sobre mis muslos y ella grito al tener mi polla aún más adentro, pero enseguida se movió hasta alcanzar un nuevo orgasmo, ambos jadeábamos como locos, poseídos por un placer infinito cuando subí su cuerpo y mi polla salió colocándose entre sus piernas a lo largo, entonces las cerró y siguió moviéndose, masturbándome con sus muslos hasta que de entre sus apretados muslos salió un chorro de semen estallándose en sus tetitas, no paró y un segundo chorro se estrelló en su estómago mientras yo jadeaba preso de un orgasmo tan tremendo como devastador.

Se levantó y la miré llenita de semen, me la podría haber comido enterita.

-Ves chiquilla en tu respuesta esta gran parte de mi placer, si estás muy excitada las cosas salen solas

-Claro contigo es fácil

-Gracias por lo que acabas de decir pequeña

Un rato después tras limpiarse salió de mi casa colocándose el vestidito y haciéndose la cola mientras abría la puerta. En ese momento había olvidado la llamada de esa tarde en la que Laura mi ex amante me comunicaba que estaba por la zona y esperaba verme un ratito, porque hubiera recordado que ella había estado alguna vez en esa casa, hubiera pensado que podía acercarse y ver salir a Cloe, sabiendo nada más verla peinándose y sonriéndome, que acababa de follármela…

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