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Loca por follar con mi hermano

en Amor filial

     No lo tenía tan claro como mi padre, según él a mi hermano, o sea su otro hijo no le iba a importar mi presencia en la empresa familiar.

     Llevaba una semana en mi nuevo puesto, el primero tras mis estudios. Acabábamos de mudarnos de nuevo a la ciudad en la que nací, donde mis padres se conocieron y de la que hacía más de diez años nos habíamos ido.

     Mi padre que era más mayor que mi madre tenía un hijo de veinticuatro años cuando se conocieron, solo seis menos que ella. Al principio él no se lo tomó muy bien pero con el tiempo al ver que lo de su padre y mi madre iba en serio fue tolerándolo. Un año después nací yo y aunque teníamos poco trato fuimos viéndolo de vez en cuando hasta hace diez años que nos mudamos y mi padre dejo la empresa en sus manos por unos problemas de salud manteniéndose en un segundo plano. Yo tenía catorce años cuando nos fuimos y no había vuelto a verlo. Ahora diez años después habíamos vuelto y terminados mis estudios papa de alguna manera le había obligado a meterme en la empresa.

     Una semana después de empezar aun no le había visto ya que estaba de viaje por temas del negocio.

          -Leila, acaba de llegar y me ha pedido que pases a su despacho –dijo mi compañera desde su mesa frente a la mía interrumpiendo mis pensamientos-

     Fui hacia su despacho nerviosa, sin saber que me esperaba.

          -Hola Leila, siéntate por favor –dijo un par de minutos después de que entrara en su despacho con permiso de su secretaria-

     Sus facciones se habían endurecido aún más en esos diez años y su mirada oscura parecía impenetrable.

          -Estas muy cambiada, me ha costado reconocerte –la relajación de su mandíbula en lo que parecía una media sonrisa me indicaba que era un piropo, pero no lo tenía claro-

          -No sé si estás de acuerdo, fue una idea de papa –le dije excusándome por haberme entrometido en su trabajo-

          -No pasa nada es algo lógico, eres su hija… y mi hermana. Solo quiero que sepas que espero que progreses y no esperes ningún favor por ser quien eres –se levantó dando así por finalizada la mini reunión-

     En los días sucesivos a esa reunión fuimos encontrándonos por allí, aunque tan solo nos saludábamos cortésmente.

     Descubrí que los hombres le respetaban y gustaba a las mujeres, aunque él no hacía caso a ninguna y era frio como el hielo.

     Unos meses después estaba totalmente instalada y muy a gusto en la empresa, tenía un par de amigas, incluso uno de los directivos con los que coincidamos en las comidas empezó a insinuarse y a pesar de que mis amigas me previnieron a mí me daba morbo que un hombre maduro me tirara los trastos, tendría por lo menos cuarenta y cinco. Nunca había estado con un hombre maduro y me ponía probar.

     Las pequeñas celebraciones de la empresa se hacían en la sala de juntas y allí estábamos un viernes noche celebrando el cumpleaños de una de las secretarias de dirección. Luego iba a salir con ellas, pero el picoteo se complicó y bebí un par de copas más de las necesarias con lo que estaba bastante perjudicada cuando Luis volvió a insinuarse descaradamente y yo decidí seguirle el rollo por lo que sin darme cuenta me encontré en su despacho en penumbras y con él tirado sobre mí en un sofá que había en un rincón de ese despacho.

          -Que buena estas, niña –estaba diciéndome mientras sus manos pesadas sobaban mis tetas sobre la ropa-

     Yo sonreí sin saber muy bien que hacer ya que la cosa iba muy rápido y la cabeza empezaba a darme vueltas. Cuando ese hombre empezó a desabrocharme la camisa intenté pararlo, pero él parecía no darse cuenta de nada, solo pensaba en babearme. Intentaba sacar mis pechos del sujetador cuando le dije:

          -Pará, aquí no, ahora no, volvamos a la fiesta… -pero él no tenía intención de escucharme-

     De repente ya no sentía su peso sobre mí, por fin el aire llenaba bien mis pulmones y me alegré hasta que vi el por qué. Mi hermano le tenía agarrado y le estaba gritando:

          -Te dije que no te acercaras a ella, además ¿no oías que te estaba diciendo que pararas joder? -le decía cabreado-

     No oí lo que él le contestó pero si a mi hermano pidiéndole que nos dejara solos. Cuando salió por la puerta su mirada aún se recrudeció más al mirarme.

          -¡Vístete nos vamos de aquí!

          -No pienso a ir a ninguna parte contigo, no eres mi padre

          -No, menos mal. Si te viera así… revolcándote en un sofá de oficina con un hombre que además de doblarte casi la edad tiene a la familia en casa esperándole.

          -No sabía… -tartamudeé al escuchar que estaba casado-

          -Claro ¿eso hubiera frenado tus impulsos? –dijo cogiéndome del brazo cuando me balanceé al levantarme demasiado rápido-

     Estaba furiosa, ¿porque me culpaba a mí de todo? Casi arrastrándome me sacó de allí sin darme tiempo más que de despedirme un momento de mis amigas a regañadientes. Me abrió la puerta de su coche y entré cabreada.

     Todo me daba vueltas y cuando el coche se puso en marcha fue aun peor. Por suerte unos minutos después noté que paraba y sentí la brisa fresca en mi rostro cuando abrió la ventanilla.

         -Vamos a esperar un poco a que se te pase, así no puedo llevarte a casa –dijo antes de salir del coche-

     Vi cómo se alejaba andando, apoyé la cabeza en el reposacabezas y debí quedarme dormida, porque desperté cuando su mano pesada zarandeo mi hombro.

          -¿Leila estas bien? –su voz sonaba algo preocupada-

          -Ya se me está pasando, tengo la boca seca.

     Salió del coche y oí que abría el maletero, regresó con una botella de agua sin abrir y casi di saltos de alegría cuando pude por fin hidratar mi boca seca como el esparto.

     Pasé la lengua húmeda por mis labios resecos y vi como su mirada se oscurecía, repetí la acción para comprobar que no eran imaginaciones mías y pude notar como seguía el recorrido de mi lengua hipnotizado, me mordí los labios y tragó saliva apartando la mirada. Me recosté en el asiento un poco echado hacia atrás, sin estar muy segura de lo que acababa de ver. Él entró en el coche y poniéndose tras el volante me preguntó:

          -¿Quieres que nos vayamos ya?

          -Un poco más -ronroneé-

     Podía notar la tensión que sentía aun cuando no se movía, entonces decidí forzar la situación para ver si lo que había percibido era cierto. Me moví lo suficiente para que mi falda se subiera y prácticamente podía ver desde donde estaba el principio de mis braguitas, fingí dormitar forzando la respiración para que lo pareciera y cuando él apartó la mirada de mis muslos un momento desabroché dos botones de mi camisa.

     Su mirada volvió a mis muslos y cuando tomé aire exageradamente se dio cuenta que al abrirse mi camisa podía ver perfectamente mis pechos solo cubiertos por el sujetador de encaje. En la penumbra del coche pude ver como sus manos apretaban con fuerza el volante, los nudillos se le ponían blancos del esfuerzo.

          -Leila deja que te coloqué… -dijo intentado abrochar la camisa sin rozarme-

     Pero me moví un poco y sus nudillos rozaron mi piel, se quedó un instante quieto y tras soltar un par de improperios las yemas de sus dedos acariciaron por primera vez mi piel, casi como si fuera una pluma, sus caricias eran apenas perceptibles pero incendiaban mi piel.

     Era cierto lo que había notado antes, mi hermano mayor, el que casi me doblaba la edad, ese hombre frio como el hielo que me miraba siempre como si fuera la culpable del mal mundial, me deseaba. Mis braguitas se mojaron solo al pensarlo… era todo tan prohibido e irracional.

     Apartó la mano como si se hubiera quemado dejándome con ganas de más, porque saber que mi querido hermano no era tan frio como aparentaba me ponía a cien.

     Un rato después ya en mi cama no dejaba de pensar en lo sucedido, mi parte racional me decía que lo olvidara, pero mi parte más loca me recordaba lo excitante y morboso de la situación.

      En los días sucesivos no dejé pasar un solo gesto suyo desde la distancia, me di cuenta que no era casualidad que apenas coincidiéramos sino más bien que mi hermano me evitaba en todo lo posible, aunque de vez en cuando sentía su mirada cuando creía no ser visto.

     Cada día que pasaba me sentía más atraída por mi hermano, fantaseaba pensando en cómo sería tener sexo con él y me fijaba en sus grandes manos, su poderoso cuerpo… pero lo que más me gustaba de él era la frialdad con la que lo hacía todo, porque eso me llevaba a pensar en cómo sería cuando perdía la compostura y se dejaba llevar por la pasión y sus instintos.

          -Leila la semana que viene nos vamos a ese viaje y no me gusta nada la idea de que vayas y vengas sola –mi padre me sacó de mis pensamientos-

          -Papa no soy una niña, voy y vengo sola a diario

         -Pero no para quedarte en una casa vacía, siempre estamos o venimos después. ¿No puedes quedarte con alguna amiga? -dijo mi madre-

          -No tengo tanta confianza con ninguna

         -Se me acaba de ocurrir algo, podrías quedarte en casa de Rafael (mi hermano)

     Enseguida me gustó la idea y la promocioné con lo que mi padre nos dejó para ir a llamarle y salió unos minutos después con una sonrisa y diciendo que estaba todo arreglado.

     Llegó el día y tras el trabajo me planté en su casa con mi bolsa de viaje llena de mis cosas para una semana.

          -Pasa Leila –dijo al abrirme la puerta-

     Esa primera noche no fue gran cosa, cenamos y después de recoger él se fue al despacho y su mujer tras dejarme claro que no iba a cambiar sus planes por entretenerme se fue a su habitación, yo me fui a la mía. Pasaron dos días con la misma rutina, él me evitaba y ella pasaba de mí como si no existirá sin molestarse a ocultar su animadversión. Pero el tercer día sucedió algo, me levanté a hacer pis y al salir del baño a oscuras me choqué con alguien por el pasillo, enseguida supe que era él por el tamaño y cuando fue a encender la luz me pisó el pie descalzo. Di un gritito y cerré los ojos al notar la luz.

          -Perdona, creí que dormías –se excusó mirando el pie que frotaba en mi otra pierna-

          -¿Siempre te mueves a oscuras? –mascullé casi lloriqueando-

          -¿Y tú siempre vas descalza? -dijo agachándose para frotar mi dolorido pie-

     Cuando se levantó el pie ya no me dolía y en un arranque de agradecimiento me lancé a sus brazos y dándole las gracias le besé en los labios espontáneamente. Cuando me di cuenta de lo que había hecho me quedé quieta, él se quedó quieto y ambos nos miramos sin mover un solo musculo.

          -Por favor, vete a la cama Leila –dijo con la coherencia que le caracterizaba-

          -Dame un beso hermanito y me voy a la cama –estaba de lo más juguetona-

          -Vas a despertar a mi mujer, estas…

          -Si loca, pues dame ese beso y no la despertaremos y no vas a tener que explicar nada.  Vamos es solo un beso –le dije poniendo cara de inocente-

     Me puse de puntillas y sacando mi lengua la pasé por sus labios ronroneando, el simplemente se dejó hacer. Cuando me separé de él, sonreí al ver su rigidez y entonces algo cambió en su mirada.

          -¿Te gusta jugar eh? -dijo agarrándome de los hombros-

          -¿A ti no hermanito?

     Me miró con furia unos segundos y luego para mi sorpresa bajó la cabeza y simplemente devoró mis labios antes de meter su lengua en mi boca.

     Para cuando dio el beso por finalizado y me soltó los hombros las piernas apenas me sostenían.

          -Buenas noches hermanita -dijo sin más dejándome allí-

     Me fui a la cama con la sensación de estar perdiéndome la mejor experiencia de mi vida, necesitaba convencerle, quería hacerlo con él hasta el final.

     Si antes del beso me evitaba, tras el apenas aparecía por casa. Pero dos días después la cosa se puso totalmente a mi favor, en la comida su mujer le recordó que pasaba el fin de semana fuera con su hermana, mi hermanito la miró con cara de haberlo olvidado por completo y esa noche llegué feliz a casa sabiendo que estábamos solos. Pero como dije él ni llegó a la cena y lo cené sola, luego me tumbé en el sofá y me quedé a esperarle, no quería irme a la cama y no verle esa noche.

          -¿Aun despierta? -me dijo desde la puerta del salón-

     Eran más de las tres de la mañana y seguro esperaba que estuviera ya en la cama. Sin darme tiempo a contestarle nada, dijo de nuevo:

          -Bueno yo si me voy a la cama, me caigo de sueño

     Al oírle andar por el pasillo di un salto y le seguí, con tan mala suerte que me di de nuevo en el pie con uno de los muebles que había en el pasillo.

          -Mierda, joder… –esta vez sí que me dolía horrores pensé sentándome en un banquito de terciopelo que había en el pasillo y frotándome el dolorido dedo chico del pie-

          -Esa boquita niña… ¿es que no puedes ponerte unas dichosas zapatillas? Aun no sé cómo conservas esas preciosas uñitas rosas –dijo arrodillándose para comprobar los daños-

     De nuevo sus manos acariciaban mi pie cuando le dije:

          -Me duele mucho, ¿vas a darme al menos otro besito de buenas noches, como la otra noche?

          -Eres lo que no hay, no hay más besos de esos –dijo muy serio-

          -No seas rancio hermanito –le dije moviéndome y sintiendo el suave terciopelo bajo mi culito-

     A pesar de la austeridad de su voz pude darme cuenta que miraba entre mis muslos y con toda la intención los separé  para que alcanzara a ver bien mis braguitas. Cuando subió la mirada le sonreí.

          -Venga, solo un besito y me voy a la cama –le dije inclinándome-

     Él me miró con irritación unos segundos, pero terminó agarrando mi cara y plantando sus labios sobre los míos en lo que pretendía ser un casto beso de buenas noches y se separó al instante.

          -¿Has engañado alguna vez a tu mujer? -le sorprendió mi pregunta-

          -¿Crees que es un tema para tratar con una hermana pequeña?

          -Venga contéstame al menos

          -No y ahora a dormir -dijo poniendo una mano sobre mi rodilla-

     Su mano me quemaba y quería más. Separé las piernas y agarrando la mano que tenía en mi rodilla la llevé entre mis piernas. Sus nudillos rozaron la tela que cubría mi sexo caliente y húmedo ya. Sin dejar de mirarme soltó el aire que retenía en los pulmones.

          -¿Porque me haces esto hermanita?

          -Porque te deseo, necesito que me toques… -jadee sintiendo su mano-

          -No puedo más con tu juego, aunque en la empresa crean que soy de hielo no es cierto   –dijo dejando de presionar mi sexo-

     Creí que volvía a dejarme, pero no lo hizo solo cambio la postura de la mano y ahora acariciaba con sus dedos las braguitas mojadas. Apoyé las manos a ambos lados en el banco y separé más las piernas, él jadeó y metió la mano bajo estas palpando mi sexo, buscando el clítoris inflamado para agarrarlo entre dos de sus dedos y frotarlo, un escalofrió recorrió mi columna y él notándolo profundizó más sus caricias pasando el resto de sus dedos por mi vulva palpitante, mi sexo ardía, sus dedos no paraban y un minuto después me deshacía en un orgasmo que ni quise ni pude frenar, me corrí como una posesa ante el escrutinio de sus ojos oscuros por el deseo.

          -Estás tan jugosa cielo, que no puedo pensar con claridad en nada que no sea saborearte –bajó la cabeza entre mis piernas-

     Su lengua mojó aún más mis bragas antes de apartarlas y pasarla directamente por mi carne trémula, sus labios rodearon mi botoncito hinchado y succionó para luego seguir lamiendo mi rajita.

          -Sube los pies a mis hombros –pidió con voz ronca, completamente entregado a esa pasión que nos consumía-

     No se me ocurría nada que no fuera obedecerle y dejé que así mi sexo a su entera disposición. Tan solo unos minutos después mi cuerpo se convulsionaba con el segundo orgasmo que el paladeó hasta que mi cuerpo se calmó.

     Colocó de nuevo mis pies en el suelo y se levantó, no quería darle tregua, no quería que pensara los contras porque yo solo veía pros y tiré de su cinturón, desabroché con rapidez su pantalón y lo bajé a medio muslo, me incliné un poco hacia adelante y tirando de sus calzoncillos saltó su polla rígida, su glande bastante más grueso brillaba con unas gotitas en la punta que enseguida quise probar, acerqué mis labios y pasé mi lengua por las gotitas. Él apoyó las manos en la pared echándose un poco hacia adelante abandonándose.

     Me encantó su sabor pensé dejando ahora que su polla resbalara entre mis labios, tragué la mitad, volví atrás y succioné para volver a tragármela, me llegaba casi a la garganta y aun así solo conseguía engullir poco más de la mitad, era la más grande que había visto jamás y me fundía de deseo lamiendo después todo lo que mi boca no abarcaba. El gemía y movía ligeramente las caderas, una de sus manos estaba plana en la parte de atrás de mí y la otra en mi cabeza. Cada vez que retrocedía y succionaba con fuerza el gemía:

          -Nena si no paras de hacer eso… -dijo con voz entrecortada-

     Lo quería todo, quería sentirle dentro y paré, él se quedó mirándome y separé el banco de la pared haciendo que se sentara con una pierna a cada lado, él lo hizo mientras yo me quitaba las bragas y él miraba con hambre mi depilado pubis.

     Abriéndome encima y fui bajando mientras él se la agarraba por la base, acerqué mi sexo al suyo y  frotó la punta humedeciéndola entre los labios de mi coñito. La llevó a mi entrada y dejándola allí agarró mi culo.

          -Baja nena, despacito –susurro-

     Fui clavándome en esa estaca hasta la mitad sintiendo como mi vagina le recibía dilatándose y abriéndose para poder abarcarle.

          -Así me basta, no quiero que te duela, eres tan estrecha… uf que placer nena

          -La quiero toda –dije haciendo que sus manos dejaran mi culo y las llevé a mis tetas-

     Se olvidó de frenarme para sobar mis tetas y bajar a lamerlas, entonces poco a poco fui bajando más y más hasta conseguir sentarme en sus piernas con toda su polla en mi interior, berreaba como un poseso y yo gimoteaba enloquecida.

     Empecé a mover las caderas sin subir, mordisqueaba mis pezones haciéndome gritar, durante unos minutos me moví a mi antojo.

    Me eche un poco atrás apoyando mis manos en sus rodillas y pasó la mano plana por mi torso entre mis tetas y bajo hacia mi sexo, donde este se unía al suyo.

          -Es precioso –dijo buscando de nuevo el clítoris-

     Haciendo fuerza con mis manos en sus rodillas seguí moviéndome mientras el frotaba y frotaba, no podía mas, de nuevo mi vista se nublaba, moví las caderas más y más y de nuevo estalló todo, me corrí como nunca oyendo sus jadeos.

          -Tienes que parar de moverte preciosa mía o me correré

          -Hazlo –le supliqué lloriqueando-

     Y entonces noté por primera vez en mi vida el semen inundar mi vagina, un primer chorro caliente, luego un segundo… sus alaridos y el orgasmo, volvió a tomar fuerza antes de desaparecer por completo y fue algo apoteósico, creía no poder soportar tanto placer. Me agarró al notar que me desvanecía y tiró de mí apoyándome en su pecho mientras lloriqueaba convulsionando, noté los latidos acelerados de su corazón y sus jadeos antes de perder el mundo de vista. Volví unos segundos después sintiendo sus tiernas caricias en mi pelo.

          -¿Estas bien nena? Respira tranquila –decía con voz suave-

     Su polla aun palpitaba en mi interior y durante unos minutos ninguno de los dijo ni hizo nada. El acarició mi espalda mientas su polla se ponía blanda en mi interior.

           -Ahora si deberíamos dormir –su voz estaba cargada de culpabilidad ahora que la pasión se había desvanecido-

     Me levanté y fui al baño a limpiarme, cuando salí todo estaba en su sitio, sin rastro de lo sucedido y decidí que lo mejor era desaparecer para darle tiempo a volver a la realidad.

     Una hora después daba vueltas en la cama sin conseguir dormir, dándole vueltas a todo, recordando el mejor polvo de mi existencia. Aun me relamía cuando oí sus pasos en el pasillo que se pararon en mi habitación. Abrió la puerta, entró y encendió la luz de la mesita y sin decir una sola palabra corrió el edredón para descubrir mi cuerpo desnudo, se quitó el pantalón del pijama silencio, sin ocultar su estado de excitación y tirando de mis piernas me llevó al borde de la cama, agarró mis tobillos y subiendo mis piernas las apoyó en su torso desnudo y empezó a penetrarme lentamente, acoplándose sin problemas, hundiéndomela hasta el final con un suspiró y tirando de mis piernas fue moviéndome cada vez más y más deprisa hasta que de nuevo ambos jadeábamos, apoyé mis pies y meneé las caderas en cada una de sus arremetidas acentuando la penetración, tras unos minutos flexionó mis rodillas y apoyando sus manos en la parte de atrás de mis muslos pegándolos más a mi cuerpo empujó con más fuerza abriéndome, llenándome haciéndome gritar como uno posesa de nuevo al borde del orgasmo.

          -Dios que coño tienes hermanita –dijo bombeando con dureza-

          -Sí, no pares, dame fuerte, dame más -gimoteaba segundos antes de volver a abandonarme-

     Aún no había bajado del cielo cuando dándome la vuelta me puso a cuatro patas y volvió a penetrarme con la misma rudeza, gritaba cada vez que su polla me llenaba, me aferraba con fuerza a las sabanas cuando sus dedos jugaron entre los pliegues de mi carne y con la facilidad que le precedía volvió a hacer que me corriera, en pleno orgasmo me agarró de los hombros y me levantó apoyando mi espalda a su pecho, me agarró las tetas y las amasó, las pellizcó y no dejó de penetrarme una y otra vez.

          -Así grita nena, ¿era esto lo que querías? me encanta como gozas perra –dijo mi hermano completamente ido-

     Tiró con fuerza de mis pezones, tras unos minutos bajó la mano y con esta plana sobre mi pubis me pegaba más a su sexo, doblando los dedos rozó mi clítoris y cuando el calor amenazaba con quemarme de nuevo; dos arremetidas profundas y sentí el calor de su semen mientras gritaba su orgasmo, dando alas al mío.

     Caímos rendidos en la cama y tumbándose a mí lado pasó una mano por mi cuerpo y me dijo:

          -Hace unos minutos solo en mi cama no podía dejar de pensar en lo que acaba de hacer y me sentía tan culpable, pienso en mi padre, tu madre y mi mujer…  aun así no puedo dejar de desear follarte por más que sepa que no debería.

                                              Hermanita has abierto la caja de los truenos…

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